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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
Pues

Kaido sintió como tras la dubitativa de Kagetsuna, el ambiente se tornó, de pronto; lúgubre. Como si la buena voluntad de los dos jóvenes por tener una conversación decente, sin insultos ni provocaciones, se viera ligeramente mermada por la interrogante del escualo. Y es que el hozuki no pensaba que aquello pudiera hacer demasiada mella en su joven y tuerto compañero, por las razones siguientes...

Si era por preferencia personal, ¿quién no querría dejarse un sólo ojo en el camino, con tal de no ser azul, y parecer una gamba marina?

Kaido volteó en súbito y observó a un retraído Kagetsuna, como aquel que se lustraba al comienzo de la misión. Luego Kaido cerró la puerta de la nevera, y comenzó a batir el envase sellado de jugo que había retirado segundos antes.

Historia larga para ahora. Luego.


—¿Para luego qué? —espetó, con su voz en alza—. ¿y si nos morimos hoy protegiendo el maldito artilugio, me dejarás ir al infierno con la duda?

Bufó.

—Bueno, vale. Cuando te provoque hablar de ello, tal vez te cuente yo el por qué de mi tan asombrosa y fantástica apariencia marina. Y vamos a ver si te dejas los complejos, tío; que quedarse con un sólo ojo no debe ser tan malo comparado con tener el rabo de color azul.

El gyojin abrió el jugo y comenzó a tomárselo, pero antes de poder tomar un sorbo, la puerta que daba al pasillo exterior se abrió súbitamente. De fuera se asomó la figura de Kurozuchi, quien se adentró a paso agigantado hasta la comodidad del sofá en el que Kaido había estado descansando.

—Pero qué milagro, coño. ¿Por qué no os habéis matado a ostias en mi ausencia? ¿de qué me he perdido?

—No de mucho, en realidad. El señor Jinbë nos puso al tanto de la misión, y de cómo nos han usado de tapadera para que tu jodido culo pudiera venir aquí sin atraer sospechas. ¿Lo has sabido todo este tiempo, cierto? ¿dime... cuánto te van a pagar a ti por llevar el objeto?

Kaido se cruzó de brazos.

»Cuéntanos toda la verdad. O si no... llévanos. Quiero ser parte del viaje.

Aquello, a contra todo pronóstico, probablemente fuera una sorpresa para Kagetsuna. Si lo fue incluso para el mismísimo Kaido, quien sólo quería hacerse el arrojado ante la imponente figura de su sensei. Kurozuchi, por el contrario, le miró gratamente sorprendido a los dos jóvenes, y concluyó el movimiento de su cabeza en Kagetsuna.

Quería saber lo que pensaba el tuerto.
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#32
"No es eso..."

Pensó en responder, pero ningún movimiento en sus labios fue perceptible. Le daba bastante igual el qué se pensasen de su apariencia en general. Si le importara no andaría por la calle peinado como una nena en principio. Lo que le afectaba es el cómo se dio el asunto, no podía simplemente ir ahí y decir que se lo sacó el mismo, le tomarían por loco. Durante algún tiempo llegó incluso a recibir terapia con el psiquiatra, pero nunca logró ser el mismo tras el incidente. No le interesaba tampoco saber si el pez era un mutante o lo que sea, en eso instantes se había afectado por recordar el incidente.

Fue entonces que Kurozuchi hizo acto de aparición justo a tiempo para interrumpir las exigencias de información por parte del escualo. Hasta se animó a lanzar una broma de mal gusto, pero Kagetsuna no tenía ánimos de responder ante la euforia del sensei.

El de dientes puntiagudos se atrevió a cuestionarle sin el más mínimo respeto al sensei, aunque a este último no parecía afectarle demasiado ese hecho. Terminó entonces saliendo de su atontado estado, pegándose una cachetada él mismo para reaccionar.

—Esperamos instrucciones. Se nos dijo que sólo faltaba ponerse de acuerdo para los turnos del resto del día.— La respuesta era mucho más formal y menos agresiva que las que había estado dando desde el inicio del día. Aún se encontraba algo cohibido, pero no tardaría en dejar la mansedumbre y volver a ser un potro salvaje.
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#33
Kurozuchi les miró a ambos, nuevamente. Entonces sobó su sien con la mano derecha, visiblemente sorprendido por las interrogantes del tiburón y de la paciencia con la que actuaba el tuerto. Entonces juntó sus manos, volvió a verle a los dos, y habló:

—Óyeme bien, gyojin. No es tu trabajo conocer detalles que al fin y al cabo no te ayudarán a cumplir tu jodida misión. Siéntete satisfecho de que, de buenas a primeras, tienes una misión de Rango D de la que encargarte: hacerle la custodia al cargamento durante ésta noche, evitar que le suceda nada y tenerlo listo y en buen estado para la primera hora de la mañana. Allí, entro yo.

El sensei sacó de su chaleco una caja de cigarrillos, y se tomó su tiempo para encender uno. Le dio dos caladas, y continuó.

—Éste guapetón, por su parte, tiene otra misión que a pesar de las recomendaciones de la aldea al señor Jinbë ha sido catalogada como rango C. Es un simple cargamento que debe llegar a Shinogi-to, pero el viejo paranoico ha insistido en que el objeto en cuestión era demasiado importante como para dejar que unos críos lo llevasen. Él es quien ha pagado la pasta, nosotros no vamos a decir que no. ¿Tú lo harías?

—Bueno, no... yo...

—Exacto. Ahora cierra la jodida bocaza, y preocúpate por descansar un poco. Tendrás que estar despierto toda la noche. Tú también, Kagetsuna.
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#34
Kagetsuna prefirió cerrar la boca ante el regaño, aunque empezaba a resultarle fastidioso que le ocultaran cosas y luego le diesen giros inesperados al asunto. Se sentía usado y no le agradaba en nada eso, en especial porque consideraba que era un asunto demasiado trivial y banal para que se tomaran semejantes molestias a la hora de hacerlo. Después de todo, era saber ni que cosa encargada por un viejo usurero. Si bien no iba a hablar al respecto, no se tomó la molestia de esconder su cara de descontento. Ya tenía suficiente para volver a amargarse la vida.

"Qué mierda..."

Para su suerte no había tenido muchas expectativas desde el inicio como para decir que le habían matado la ilusión. Aunque si cabía decir que la forma en la que los trataba el sensei se le hacía pesada, lo suficiente para que empezara a dejar de caerle tan bien cómo al inicio.

—Ahh, va.— Contestó desganado, tampoco le hacía gracia el tener que desvelarse.

Se cruzó de brazos y siguió con su mala cara sentado en el sofá. Lo último que le faltaba: pasar la noche en vela. Él solía ser un poco dormilón y le tocaba mucho los huevos el que lo obligasen a mantener la vigilia, más para vigilar un estúpido objeto. Ya podía ir imaginando la escena de él y Kaido con sus caras planas hablando de su fastidio al mundo. Podría quejarse, sí. Pero estaba conciente de que él no tenía ni voz ni voto en ese asunto, así que ahorraría saliva y se tragaría su opinión con sal y limón.
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#35
Kaido calló, como casi nunca lo hacía. No estaba acostumbrado a que alguien ejerciera semejante voluntad sobre él, siendo que el bribón azulado solía ser siempre el que intentaba pasar por encima de los demás. Lo intentó con Kagetsuna en su momento, e incluso con el mismísimo Kurozuchi; pero con éste último no estaba teniendo suerte.

La imponente presencia del sensei mermaba de alguna forma su actitud. Y entonces se preguntó: ¿por eso le habían escogido?

Incapaz de responder a su propia dubitativa, el escualo se terminó de tomar su jugo y retrocedió, con desconfianza. Les miró a ambos, una última vez, antes de tumbar su trasero en otro de los sofá aledaños de la habitación.

Y en silencio, esperó a que el sueño le hiciera mella. Hasta que perdió la conciencia, y se sumergió en un sueño profundo.

***

—Despierta, Kagetsuna. ¡Despierta! —cuando el tuerto hubiese despertado, y sus ojos se acostumbrasen nuevamente a la luz titilante de la habitación, podría ver al hombre de los tatuajes moviéndose desde su asiento hasta el próximo donde Kaido se había acostado en primer lugar. Se paró allí con los brazos sobre la cintura suspirando hastiado por el evidente problema que tenía ahora en frente—. tengo media hora intentando levantar al jodido escualo, y no logro hacer que abra los ojos.

¿Será que necesita un poco de agua, como los peces; para reanimarse o algo así?


Kaido estaba ido, incapaz de reaccionar incluso a la voz de Kurozuchi. Y no hablaba bajo, precisamente. Sumergido en lo más profundo de su sueño, necesitaba un buen incentivo para poder despertar. ¿Pero cual?
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#36
Mientras se encontraba sentado se puso a reflexionar sobre lo dicho por el supuesto maestro. Claramente había escuchado como Kurozuchi había llamado gyojin a Kaido. Desconocía sí ese era su segundo nombre o algún título, quizás algo relacionado a su clan o quién sabe. No se atrevía a levantar la mirada para preguntar algo, le incomodaba la presencia del sensei en la habitación. Su simple estadía aparentemente había cortado las ganas de platicar de ambos genin, Kaido se terminó su bebida y Kagetsuna se atascó hasta el último caramelo.

Ya luego no tendría que hacer mucho esfuerzo, simplemente se desparramó como globo con agua en al amueblado y el aburrimiento le hizo caer en el sueño.

No importaba cuantas horas pasaran, el tiempo exterior era ajeno a él. No alcanzó a escuchar la voz del hombre de los tatuajes, pues probablemente sufría del mismo mal que el escualo. Que el mundo se fuese preparando para el dúo shinobi dormilón por excelencia, pues tendrían que ir pidiendo prestadas las trompetas del apocalipsis para poder levantar a ese par. Por Ame no Kami, que si esos dos algún día eran emboscados durante una misión nocturna se los iba a llevar el diablo. No importaba lo dura que fuese la piedra o lo suave de las almohadas, se las arreglarían para ser la envidia de todos los trabajadores trasnochados que nunca logran pegar los ojos.

La humanidad podría descansar de ese par, aunque realmente no era el momento correcto para ello.
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#37
Cuando el cuerpo de artista no recibió respuesta alguna a su graciosa idea para lograr despertar al escualo, se encontró con un silencio fortuito. Porque detrás de su anterior maniobra para intentar despertar también al joven Kagetsuna, tan sólo se chocó de lleno con la misma situación que le afligía en un principio:

Ninguno de sus dos pupilos, quería despertar. Sin importar lo que hiciese.

El tatuado frunció el ceño evidentemente ofuscado por la situación. Y es que su intención era —y así creía haberlo dejado claro desde un principio— hacer de niñero lo menos posible, al menos hasta donde la llama de la juventud y la travesura de los miembros de su equipo se lo permitiese. Pero hasta el punto de tener que incluso luchar para que los dos bribones se tuvieran que levantar de la cama...

Él no había firmado para eso.

Entonces movió sus manos sin pensarlo dos veces, formuló una serie de sellos y respiró profundo. De su boca salió a presión un potente caudal de agua que impactó directamente en Kagetsuna, al nivel de su estómago. Y luego en Kaido, haciendo que ambos se llevasen un buen golpe con la pared detrás suyo, y se vieran arrastrados además fuera del sofá.

—¡Maldita sea, despierten de una vez, coño!

El escualo dio dos vueltas certeras sobre sí y despertó a un metro de su cómoda cama. Con los orbes a punto de salir de sus cuencas, y un par de venas marcándose en su frente; el gyojin gritó con furia y desconcierto, dando varios golpes al aire como si buscase vengarse del semejante susto que le habían dado.

—Ah, qué, ¡qué sucede! —espetó, confuso— ¿tú me has hecho esto, sensei-mierda-san?

Inmediatamente después de su perjura, la puerta de la habitación de abrió. Un joven dependiente miró a Kurozuchi, señalando su muñeca. Estaba retrasados para la vigilia de la noche. Fue entonces que el sensei alzó los brazos, demostrándole a sus jóvenes shinobi que era hora de ponerle seriedad al asunto.

La verdadera misión estaba a punto de empezar.
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#38
Sólo una fuerza mayor sería capaz de arrastrarlo a la realidad, y esa fuerza fue la técnica acuosa que le dio vuelta al joven Isa con todo y él sofá. El agua a presión incluso le despeinó zafando los dos kanzahi que sujetaban su pelo.

—¡POR LA GRAN PUTA!— Blasfemó.

Tosía de cara al suelo, tratando de despejar su garganta de líquido. Su larga cabellera había cubierto todo su rostro, haciéndolo lucir como una niña de historia de terror; de esas que salen de un pozo para agarrarte los pies. Ya era la segunda vez que le despertaban de forma brusca en el día. La primera con los cubos de hielo y la segunda con la dolorosa técnica que impactó en su panza. Simplemente estaba harto.

—¡Por un demonio! ¡POR UN DEMOOOONIOOOOOOOOOO!— Intentó correrse el pelo para dejar al descubierto su ojo sano. —¿Mucho era pedir un chicle? ¡Si no hay que cortarle la mano al viejo! Maleta, maleta, maleta... Sí. Caja. Caja, caja, caja— Balbuceaba incoherentemente mientras se arrastraba por el piso buscando los kanzashi. —Nada, pájaro-perro y el que necesita un anzuelo. ¡Ah sí sí! ¡La obra de teatro!— Ignoraba al sensei y a Kaido, simplemente se limitó a buscar. En cuanto encontró los palillos se los guardó en el portaobjetos, sabía que no habría tiempo para rearmar su elaborado peinado, menos sin la ayuda de su hermana.

—Que pague el de la pintura loca— Sólo faltaba que le cobrasen por el desastre que había causado su propio maestro al mojar todo el mobiliario. —Yap— Afirmó mientras levantaba el dedo índice como cuando los niños pasan asistencia en la escuela.

Le importaba un maní que el dependiente les estuviese metiendo presión por el retraso. Estaba como el diablo, con cara de querer matar a alguien. Con hambre, con sueño, mojado y enojado. Ojalá que nadie intentase entrar a robar en su guardia, porque de hacerlo Kagetsuna haría que se arrepintiese de ello por el resto de sus días. Que el sensei lo llevase a cualquier lado, ya nada le importaba, deseaba terminar con el asunto y nada más.
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#39
Kurozuchi miró enervado a sus dos jóvenes pupilos, regalándole a ambos una reprimenda tajante y silenciosa. No era posible que habiendo dormido casi toda la tarde, fueran incapaz de despertar cuando se les era ordenado. ¿Acaso no entendían las repercusiones que aquel imperturbable sueño podrías traerle en el futuro?

Estaba claro que no. Y sin embargo, no era el momento más oportuno para explicárselos. No, tenían una tarea que atender.

—Séquense. Los quiero ver allá en cinco minutos, o de lo contrario, tendremos un grave problema.

Kaido miró ligeramente avergonzado a su compañero de misión, aunque no pudo evitar dejar salir una pequeña sonrisa. Y es que le hacía gracia como se le veía el cabello a Kagetsuna luego de semejante arrebato acuático.

***

Cuando ambos estuviesen listos, el dependiente esperaría a por ellos para cerrar la habitación. Luego, les guiaría a ambos por un par de pasillos, el segundo más largo que el primero; a través de los cuales pudieron observar los depósitos más grandes, en donde era guardada la mercancía más común. Se podía comprobar a través de los ventanales las numerosas estanterías, y las etiquetas dispuestas en cada una de ellas, separando los artilugios según su valor.

Su destino, no obstante, estaba separado del resto. Se trataba de un cuarto lejano, cuyo interior estaba completamente vacío salvo por un par de asientos, y un alto podio de madera en el centro. Sobre el mismo, yacía un maletín de color negro, cerrado con un candado metálico, y a su lado estaba Kurozuchi.

—Vuestra vigilia durará lo que queda de la noche. Deben proteger éste portafolio, y nadie, absolutamente nadie; puede siquiera acercarse a él mientras yo lo diga. Pueden turnarse para ir al baño si lo necesitan, pero nunca deben dejar descuidada la habitación, ¿entendido?

—Entendido.
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#40
El sensei les ordenó arreglarse después de que él mismo les había atacado con brutalidad y abuso de autoridad. Para colmo, al voltear a ver al escualo se pudo dar cuenta de que este claramente se estaba burlando del incidente de su cabello. Como fuese, se resignó a intentar volver a colocar los adornos en su sitio, pero sin espejo y sin tiempo no sería posible. Tuvo que dejar su cabellera suelta aunque no le agradase.

Cuando llegaron al sitio donde estaba depositado el misterioso objeto no pudo evitar bostezar, aún estaba adormecido. El sensei les dió una última orden, a la cual simplemente no podían negarse.

—Lo que usted diga—. Respondió de mala gana mientras tomaba asiento.

Pese a que seguía tratándolo de "usted", no tenía intenciones de llamarlo sensei. Que le cortaran la lengua antes que él usar un honorífico o denominación hacia Kurozuchi.

Esperaría a que Kaido se acomodase también, sería su compañero de penurias. Era claramente un sitio aislado para que nadie más que no fuese personal autorizado pudiese ingresar. Había muchas medidas de seguridad antes de siquiera llegar a ellos. Igual, sólo rogaba que Kaido tuviese un muy buen tema de conversación para que el aburrimiento no lo tumbase de nuevo a dormir.

"¿Qué demonios hay ahí adentro?"
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#41
Mientras Kagetsuna se acomodaba, Kaido lo hizo también.

Kurozuchi, sin mediar palabra, dejó la habitación; y detrás suyo una inmensa puerta de metal se cerró también. Entonces el galpón quedó habitado tan sólo por los dos genin, que tendrían que convivir durante aproximadamente 6 horas hasta que al amanecer tocara a sus puertas.

Sin embargo, y aunque no hubiesen pasado siquiera un par de minutos desde que les abrazara la más ínfima soledad; la curiosidad tomó protagonismo y obligó al escualo a compartir sus preocupaciones.

—Mierda. La logística de estos idiotas es una completa mierda de perro. ¿En que cabeza cabe dejar a dos jóvenes, curiosos e inmaduros; a proteger algo desconocido? —se interrogó a sí mismo, en voz alta—. y además, ¿proteger de qué? ¿quién demonios va a entrar a ésta puta habitación?

Bufó, con tedio.

—Creo que el único peligro que acecha a esa cosa allí dentro, es mi curiosidad.
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#42
—Eh, eh. No me metas en el mismo costal. No te consta que yo sea así—. O eso era lo que él quería creer, pues sus pucheros a veces le traicionaban y dejaban ver que aún bajo ese rostro de querer asesinar a su vecino aún existían rastros de infantilismo. Sí, quizás estaba algo marcado, pero inconscientemente aún tenía algo dentro de sí que le hacía comportarse de tal modo. —Tienes razón en algo, no es buena idea dejar a dos niñitos cuidando algo de valor. Peeeero se supone que si nos entrenaron como shinobis fue para que seamos medianamente responsables.— Irónico que él lo dijera, pues solía ser el primero en armar escándalo y puchero a la hora de recibir órdenes. Aunque tarde o temprano terminaba haciendo caso.

"Aunque de verdad es una grandísima mierda que nos manden hasta el fondo de esta posilga por saber ni que clase de estupidez. Los adultos le dan valor a metales y piedras sólo porque brillan en vez de aquello que realmente sea útil. Preferiría hartarme mi dinero en comida que en miserables de joyas. Además, un ladrón corriente no se iba a poder meter a una bodega como esta tan fácilmente. El viejo es un exagerado."

Ni siquiera habían cenado nada de nada, y los dulces de la tarde no le bastaban para considerarse lleno. Ignoraba realmente lo que le decía Kaido, prestaba sólo atención a lo último que decía para fingir estar interesado en su plática.

—Pues pobre de tu curiosidad, porque yo no me pienso arriesgar a que nos cachen fisgoneando en el maletín.— No sabía si Kaido estaría dispuesto a hacer tal cosa, pero él mismo estaba en total desacuerdo. —No niego que quiera saber que hay ahí dentro, pero quién sabe y Kurozuchi nos esté espiando de algún modo— Ese era más que nada su temor.

Le gustaba pisar en suelo seguro, no se iba a arriesgar. Se limitó a sacar de su portaobjetos un kunai y empezó a morderlo en la anilla cómo si fuese la cosa más normal del mundo.

—Mejor cuéntame algo productivo de tí. Qué se yo, habilidades o algo— Se pasó el kunai al otro lado de la boca mientras hablaba —Si vamos a ser equipo y toda la vaina supongo que cómo mínimo deberíamos saber esa clase de cosas.
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#43
Kagetsuna tenía razón. Con lo poco que conocían al tal Kurozuchi, probablemente estaría viéndoles a través de un diminuto agujero detrás de la pared, o algo por el estilo. Y si aquello resultaba ser una especie de prueba, que lo dudaba; tendrían que mantener sus ansias a raya si no querían "fallarla".

Pero quizás, para el tuerto iba a ser sencillo. Kaido, sin embargo, no lo tenía tan claro. Y es que siendo un muchacho tan poco asiduo a seguir las reglas, al menos fuera del túmulo de su clan; el fisgonear dentro de aquel maletín era como un delicioso postre al que le era sumamente difícil decir que no. Sólo esperaba que su compañero le detuviera, si éste caía en las garras de su propia estupidez.

—Mejor cuéntame algo productivo de tí. Qué se yo, habilidades o algo— Se pasó el kunai al otro lado de la boca mientras hablaba —Si vamos a ser equipo y toda la vaina supongo que cómo mínimo deberíamos saber esa clase de cosas.

—Mis habilidades. Pues, tengo un buen dominio del Suiton y soy bueno dando hostias a la gente. No me van mucho las armas filosas, pero supongo que puedo usarlas decentemente sin rajarme la cara en el proceso. Ah, y bueno, lo más importante es que soy el Agua.

Dejó aquella última frase como si para Kagetsuna fuera a tener sentido, pero no. De todas formas no le iba a desvelar sus más íntimos secretos de batalla así, de buenas a primeras. Dijo lo que creyó suficiente.

—Tu turno. ¿En qué te destacas?
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#44
La pregunta de Kaido caló como anillo al dedo. Su interrogante no había sido más que el inicio de una grata y amable conversación entre ambos jóvenes shinobi, los cuales en un principio habrían podido arrancarse el pescuezo de no ser por la misteriosa aparición de Kurozuchi. Y algo le decía a Kaido que querría él llevase bien con quien suponía ser el miembro de su recién creado equipo ninja, cosa que regularmente no había podido hacer durante sus días de academia, donde el miedo fortuito hacia su persona era mucho más grande que el aprecio que alguien pudiera tener por sus diferencias, o por sus habilidades.

Sólo existía una persona que él sabía con certeza que apreciaba su existencia: y ese era Yarou-dono.

No obstante, quería creer que un equipo ninja podría traer sólo beneficios. Grandes aventuras, grandiosas rivalidades. Experiencias tan cercanas a la muerte como a la victoria, sin discriminar. Aquello le serviría para convertirse en un ser más fuerte. Para y por su clan. Para y por los Hozuki.

Esa era la razón que le motivaba a concluir aquella misión sin ningún tipo de percance. Por esa razón, no metió la nariz en el interior de aquel maletín, ni peleó con Kagetsuna durante la vigilia nocturna, en la que tendrían que cuidar el objeto de la manera más apropiada. Y tuvo que esperar hasta el amanecer para comprobar que aquello era una tarea de lo más verídica, y no una especie de prueba como lo había sugerido su compañero de un sólo ojo. No, Kurozuchi volvió a la hora prometida, con un séquito de guardias a su alrededor —junto a los hijos de Jinbë-san— para finalmente tomar el maletín y resguardar el mismo en el interior de un carruaje a las afueras de las instalaciones de la casa de empeño de la familia Utaga.

Una vez fuera, Kaido insistió a regañadientes que él quería asistir a la entrega, a pesar de las exigencias del dueño de que ellos no se embarcaran en el viaje que les llevaría hasta la ciudad de Shinogi-to. Y sin embargo, Kurozuchi estaba tan seguro de poder cuidar de ellos en caso de que algo sucediera, que no sólo les permitió subir al carruaje, sino que les entregó la vital tarea de llevar en sus manos el maletín.

Protegerlo con sus vidas. Aquello daría la sensación de que realmente estaban haciendo algo productivo con la misión, por más simple que pareciera.

***

Tras siete horas de viaje, con un par de paradas en el camino, finalmente llegaron a Shinogi-to. Kaido había ido un par de veces, pero poco se había sumergido en el corazón de tan lúgubre ciudad, donde los bajos fondos se mueven por sus rincones. Decían las malas lenguas que eran tal los negocios sucios que se cocían allí adentro que la ley no tenía ni voz ni voto en quienes realmente controlaban aquella misteriosa ciudad.

No obstante, fue la ley feudal la que recibió a la comitiva. Porque eran ellos los que debían recibir el objeto.

Sólo allí, Kaido entendió de qué se trataba todo aquello. Del por qué el misticismo detrás de un objeto. Y es que probablemente perteneciera a una rama secundaria de una de las familias más pudientes de todo Arashi no Kuni. Ese objeto probablemente valdría millones.

Pero no lo sabría nunca. Ellos tuvieron que aguardar en el carruaje, sin más. Hasta ese punto, su misión había concluido. El paquete había sido protegido y entregado con éxito.

***

Al día siguiente, el edificio de la Arashikage les recibió de nuevo. No obstante, sólo quedaba Kaido de aquel equipo, pues Kagetsuna había decidido desaparecer después de llegar a la aldea, sin dejar rastro. Esperaba que Kurozuchi enviara a alguna de sus criaturas a buscarle, como lo había hecho con Reiji, y sin embargo, no pareció demasiado interesado en cuidar de críos que simplemente no cumplían con lo demandado. Kaido, sin embargo, no tenía de otra.

Tuvo que entregar su misión, él sólo. Fue hasta la recepción y junto a su sensei, advirtió a las autoridades de que el objetivo había sido cumplido. Esperando su paga, y así también las recompensas que su primera misión cumplida traería consigo.
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