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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#76
—Pero Ayame, no es necesario que te sientes en el suelo —rio Shanise. Sonrió. Maldita sea, se había encariñado de aquellos dos. Ayame le recordaba demasiado a Shiruka, y extrañamente, su actitud infantil acababa haciéndose entrañable. Aunque torpe, además, intentaba esforzarse todo lo que podía, y se había defendido bastante bien contra Marun. De Mogura, lo que menos podía destacar era que era extremadamente maduro para ser de su edad. Tenía la mentalidad de un chunin. Lo que más podía destacar... era que le había salvado la vida—. Tengo algunos recursos si tenemos que acampar a la intemperie.

Shanise se quitó la mochila de viaje y la apoyó un momento en el suelo de hierba verde oscuro. Abrió la cremallera y sacó un pergamino bastante grueso.

—Por favor, apartaos.

Shanise hizo unos sellos, apoyó la mano en un sello del pergamino, y se echó la mochila al hombro. Después...

...echó a correr en dirección contraria, instando a los muchachos a que le siguieran.

FLIP. FLOP. FLISFLACAFLOOOOP.

Recibieron un golpe en el trasero, y salieron disparados hacia adelante, cayendo rodando sobre la hierba. Quizás era sólo porque horas antes había estado a punto de morir, y valoraba mucho más la vida, pero Shanise rio. Rio como no lo había hecho en mucho, mucho tiempo.

Allá donde había un pergamino, ahora había una tienda de campaña gigantesca, de al menos diez metros cuadrados, perfectamente extendida sobre la hierba, incluso anclada.

—¡Os presento mi Técnica de Campamento Portátil! ¿A que es genial? —dijo, mientras se levantaba y se sacudía los muslos. Se adentró en el interior, y no tardó en asomarse, con una gran sonrisa de dientes afilados—. ¡Venga, pasad! Aquí dentro se está calentito.

La Técnica de Campamento Portátil resultó ser más que una simple tienda. Era casi más lujosa que las habitaciones en las que habían estado —bibliotecas con libros sobre Ninjutsu incluídas—. Habían seis camas dispuestas en hilera, cuatro sillones de aspecto muy cómodo, y hasta... hasta... ¿¡una hoguera!?

—Pensé que en el Palacio estaríamos más seguros. —Shanise se encogió de hombros—. Pero debimos hospedarnos aquí desde el principio. Lo único que pasa es que tendremos que hacer guardias para vigilar.

»Bueno, sentaos en los sillones. Tenemos que hablar de algo.

Una vez que los muchachos se hubieran sentado, ella haría lo propio, y empezaría:

—Hemos cometido un grave error. Somos compañeros de equipo, pero no nos hemos contado lo que sabemos hacer. Quiero decir, lo que de verdad sabemos hacer, al detalle. Puede que hasta ahora no hayamos necesitado coordinarnos, pero lo más probable es que nos encontremos al enemigo allí, en la Ciudad Fantasma. Y ya no podemos pedir ayuda a las otras aldeas, de modo que...

»Ayame, tú primero. Cuéntanos cosas sobre ti. Cosas que podrían ser útiles, como alguna técnica especial o algo. Tenéis que acostumbraros a hacer esto cuando seáis un equipo...

»Luego, irá Mogura.

»Y finalmente, yo os contaré algo.

»Y luego, os dejaré dormir unas dos horas mientras yo monto guardia. Vosotros montaréis guardia después mientras yo descanso... ¿Entendido?
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#77
Mogura se mantenía de pie, estoico junto a ella, y Shanise no tardó en soltar una carcajada ante la situación.

—Pero Ayame, no es necesario que te sientes en el suelo —dijo, y ella aún se sorprendió de tener fuerzas para sonrojarse. Pero estaba tan cansada que no había podido evitarlo—. Tengo algunos recursos si tenemos que acampar a la intemperie.

—¿Recursos...? —repitió Ayame, pero la respuesta vino sola.

La jonin se quitó la mochila, la apoyó en la hierba y sacó de ella un pergamino bastante grueso. ¿Sería otro objeto sellado? ¿Era posible que...?

—Por favor, apartaos —les indicó, antes de realizar varios sellos, apoyar la mano en el pergamino, volver a echarse la mochila al hombro y...

Salir corriendo en dirección contraria.

Ayame no tuvo tiempo para reunir las fuerzas necesarias para reincorporarse y seguir los pasos de su superiora. Un súbito empujón le hizo soltar una exclamación de sorpresa y, antes de saber siquiera qué estaba ocurriendo, se vio arrojada contra el barro. La tierra hizo un desagradable sonido de succión en el momento del impacto, colándose a través de sus dedos, sus botas, su ropa y... parte de su cara...

—Egh... —masculló, con una profunda mueca de asco, mientras intentaba levantarse de nuevo.

Para su completa estupefacción, Shanise se estaba riendo a mandíbula batiente como nunca antes la habían escuchado reírse. Pero lo más impactante, sin duda alguna, era la enorme tienda de campaña que había aparecido allá donde anteriormente había estado el pergamino.

—Pe... pe... pe... —balbuceó Ayame, con la boca abierta de par en par y señalando a aquel enorme armatoste que resultaba de todo menos discreto.

—¡Os presento mi Técnica de Campamento Portátil! ¿A que es genial? —exclamó Shanise, hinchada de orgullo como un pavo real. La mujer, tras levantarse del suelo y sacudirse las ropas, se adentró en la tienda y pocos segundos después sacó la cabeza de nuevo. En su rostro brillaba una resplandeciente sonrisa de dientes afilados—. ¡Venga, pasad! Aquí dentro se está calentito.

Ayame se adelantó, pero durante el camino intercambió una mirada interrogante con su compañero.

—Oye, ¿no te parece que Shanise-senpai está un poco... rara? ¿Crees que el veneno le habrá afectado al cerebro o algo así? —le susurró, poniendo la mano por delante de la boca para evitar ser escuchada. Y es que la mujer presentaba un extraño buen humor del que no había hecho gala hasta entonces.

Pero si creían que la tienda de campaña era espectacular desde fuera, es que no habían visto aún el interior. Casi era incluso más lujosa que las habitaciones del castillo del Señor Feudal, con seis camas dispuestas en hileras, cuatro sillones, estanterías con infinidad de libros y hasta una hoguera.

«¡¿Pero por qué no utilizamos esto en lugar de adentrarnos en una ciudad como Shinogi-To?!» Se preguntó Ayame, y, como si le hubiese leído el pensamiento, Shanise respondió:

—Pensé que en el Palacio estaríamos más seguros —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero debimos hospedarnos aquí desde el principio. Lo único que pasa es que tendremos que hacer guardias para vigilar.

Aquello significaban aún menos horas de sueño. Más cansancio acumulado. Ayame dejó caer los hombros, pero no protestó, simplemente asintió.

—Bueno, sentaos en los sillones. Tenemos que hablar de algo.

No hizo falta que se lo repitiera dos veces. Ayame se sentó en el sillón más cercano y no pudo reprimir un suspiro de alivio cuando pudo estirar las piernas y dejarlas descansar. El cojín del respaldo casi la abrazaba de lo cómodo que se sentía y, durante un instante, hubo de hacer un verdadero esfuerzo por no caer dormida allí mismo. Por suerte, la voz de Shanise la rescató de los sugerentes brazos de Morfeo.

—Hemos cometido un grave error. Somos compañeros de equipo, pero no nos hemos contado lo que sabemos hacer. Quiero decir, lo que de verdad sabemos hacer, al detalle. Puede que hasta ahora no hayamos necesitado coordinarnos, pero lo más probable es que nos encontremos al enemigo allí, en la Ciudad Fantasma. Y ya no podemos pedir ayuda a las otras aldeas, de modo que... Ayame, tú primero. Cuéntanos cosas sobre ti. Cosas que podrían ser útiles, como alguna técnica especial o algo. Tenéis que acostumbraros a hacer esto cuando seáis un equipo... Luego, irá Mogura. Y finalmente, yo os contaré algo.

»Y luego, os dejaré dormir unas dos horas mientras yo monto guardia. Vosotros montaréis guardia después mientras yo descanso... ¿Entendido?


—Entendido, Shanise-senpai —asintió Ayame, reincorporándose ligeramente para alzarse en su asiento. Apoyó ambos brazos sobre las rodillas e inclinó ligeramente la cabeza. No estaba acostumbrada a hacer aquello.Siempre había guardado con celosía sus habilidades. Un halcón virtuoso esconde sus garras, se decía, pero en aquellos instantes la situación era muy diferente. Se estaban enfrentando a un peligro mortal. Por eso, meditó profundamente antes de responder—. Como miembro del clan Hōzuki —Su mirada se desvió momentáneamente hacia Shanise—, soy capaz de convertir mi cuerpo en agua, y viceversa.[/color] —Como prueba de ello, alzó una de sus manos, y sus dedos comenzaron a licuarse rápidamente, convirtiéndose en agua que se escurrió por el dorso de su mano antes de retornar en su camino y volver a formar la carne de la extremidad—. Gracias a esto puedo reducir el daño de la mayoría de los impactos entre otras utilidades que me confiere el poder transformarme en agua, pero en contraparte los ataques con electricidad me hacen más daño que al resto de personas —En aquella ocasión, sus ojos se volvieron hacia la espada que aún portaba Mogura y frunció ligeramente el ceño—. Por supuesto, mi naturaleza de chakra es el Suiton. Aparte del manejo del agua, también estoy entrenada en el uso de las ilusiones con el Genjutsu. Puedo disiparlas y realizar un par de técnicas ilusorias. También he diseñado algunas técnicas con el poder de mi voz: puedo gritar para expulsar al otro y aturdirlo momentáneamente, o engañar sus sentidos para que crea que me escucha desde otra dirección. Y... por último...

Les dedicó una profunda mirada, tanto a Shanise como a Mogura. Especialmente a Mogura.

—Sé que es nuestro deber proteger a la Jinchūriki, y todo eso. Pero, si resultara herida, yo no debería ser vuestra máxima prioridad —levantó tres dedos, y comenzó a enumerar conforma los iba cerrando uno a uno—: Uno, como ya he dicho, puedo neutralizar daños con mi Suika no Jutsu. Dos, desde que tengo uso de razón, y por algún tipo de explicación que se me escapa, cualquier herida que reciba cicatriza de forma muchísimo más rápido de lo normal. Y tres... aunque no soy tan eficiente como tú, Mogura, soy capaz de restaurar daños propios utilizando el agua del ambiente. Y, para nuestra suerte, estamos en un lugar donde siempre llueve.

Sonrió.

—Lo importante es el hilo, así que si debéis dejarme atrás para protegerlo, hacedlo sin miedo. Ya me las apañaré yo sola, como ya habéis visto resulta difícil herirme.

»Y... creo que eso es todo.
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Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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#78
—Pero Ayame, no es necesario que te sientes en el suelo. Tengo algunos recursos si tenemos que acampar a la intemperie.

Las palabras de la ANBU parecían cargadas de una energía de la cual en ese momento el par de genin carecían. Lejos de tener el ánimo cansado, la fémina parecía contenta.

—¿Recursos...?

La mirada del joven médico se posó en Ayame por un par de segundos para luego retornar a Shanise, quien se había quitado la mochila, seguidamente la apoyó en la hierba y sacó de ella un pergamino bastante grueso.

—Por favor, apartaos

Comenzó a dar pasos hacía atrás sin dejar de ver a la mujer realizar unos sellos y seguidamente apoyar su mano sobre el pergamino, entonces tomaría su mochila y... se daría a la fuga.

«Hmm...»

Ese gesto fue razón suficiente para que él se girara y atinara a correr, pero claro que no tuvo tiempo para escapar y fue empujado al piso como las otras dos.

«¡No no no...!»

Ah...

La capa de viaje quedaría pintada en su totalidad con barro, estaba mojada ya y la verdad que hubiese preferido tirarla a la basura que mandarla a limpiar. Al menos había tenido un poco más de suerte que su compañera, quien había terminado con la cara en el barro.

—Egh...

Shanise por su parte reía como si hubiese contado la mejor broma del mundo, el joven médico levantó la mirada en su dirección y fue entonces que pudo ver la tienda de campaña donde antes había un pergamino. No estaba del todo de que significaba aquello, pero no podía ser malo si la líder del grupo estaba tan contenta. Mogura se sentó un momento en el piso y sin hacer mucho esfuerzo por ocultar una ligera sonrisa delineada en su rostro, se llevó una mano a la cabeza para arreglarse el cabello por debajo de la capa.

—Pe... pe... pe...

Ayame estaba estupefacta. No entendía nada. Mogura tampoco pero trataba de disimularlo lo mejor posible.

—¡Os presento mi Técnica de Campamento Portátil! ¿A que es genial?

Comentaría orgullosa la Hōzuki para luego arreglarse un poco y meterse dentro, a los pocos segundos se asomaría y diría unas nuevas palabras.

¡Venga, pasad! Aquí dentro se está calentito.

Desde que había comenzado la misión, Mogura no había dejado de ver cosas interesantes que solo el Fuuinjutsu podía lograr.

«Pero esto... ¿Esta es la diferencia de poder entre un genin y un ANBU...?»

Aquella cosa superaba con creces la cena sellada del otro día. Se reincorporó y se dispuso a ingresar en la tienda, fue entonces que la jinchuuriki se acercó a él con una mirada un tanto particular.

—Oye, ¿no te parece que Shanise-senpai está un poco... rara? ¿Crees que el veneno le habrá afectado al cerebro o algo así?

El planteamiento de Ayame no parecía muy disparatado, claro que asumir que el veneno le había trastocado el cerebro era un poco exagerado.

Creo que decir que el veneno afectó sus funciones cerebrales es un poco exagerado. Pero ciertamente estamos viendo un lado de Shanise-san que no habíamos visto hasta ahora...

Contestaría inclinándose ligeramente para hacerse al oído de la kunoichi y hablar por lo bajo.

La técnica de Shanise sin duda alguna era más sorprendente por dentro que por fuera, podía decir con seguridad que el nivel de confort que podía tenerse dentro de ese lugar superaba con un amplio margen a las comodidades que podía brindar el palacio del señor feudal, media docena de camas dispuestas en hileras, cuatro sillones, estanterías con infinidad de libros, pero lo que sin duda alguna había captado su atención fue la hoguera, encendida.

«No podía esperarse menos de la consejera de la Arashikage...»

Pensó asintiendo levemente varias veces con los ojos cerrados, sonriendo por dentro. Realmente estaba maravillado por los alcances que tenía el poder del Fuuinjutsu de Shanise.

—Pensé que en el Palacio estaríamos más seguros

Dijo la ANBU, se encogió de hombros y después agregó:

Pero debimos hospedarnos aquí desde el principio. Lo único que pasa es que tendremos que hacer guardias para vigilar.

Tenía sentido que hubiese querido optar por pasar la noche en el palacio, solo ahí habrían sido capaces de pasar la noche de manera cómoda, en medio de una misión de rango S. Lo que se ofrecía en ese momento era lo más favorable que podrían haber esperado desde el principio. Con eso en mente, el joven médico asintió con un gesto de la cabeza.

—Bueno, sentaos en los sillones. Tenemos que hablar de algo.

Antes de poder hacer eso, el muchacho se desharía de la capa de viaje, dejándola en algún lugar apropiado. Su sobretodo habría cumplido tan bien como pudo su trabajo, pero de igual manera tuvo que quitárselo, de cualquier manera no le era necesario en el interior de ese lugar. Solo entonces tomaría asiento, la sensación de comodidad que podía sentirse en esos sillones era comparable con los muebles de calidad que solo los mas pudientes tenían el lujo de darse. Sintió realmente la necesidad de hacer un esfuerzo por no ponerse cómodo de verdad en ese asiento.

—Hemos cometido un grave error. Somos compañeros de equipo, pero no nos hemos contado lo que sabemos hacer.

Las palabras de la ANBU le mantenían alejado de la idea de caer dormido. Quizás porque no estaba tan cansado como su joven compañera podía concentrarse en lo que la mujer tenía para decir.

Quiero decir, lo que de verdad sabemos hacer, al detalle. Puede que hasta ahora no hayamos necesitado coordinarnos, pero lo más probable es que nos encontremos al enemigo allí, en la Ciudad Fantasma. Y ya no podemos pedir ayuda a las otras aldeas, de modo que... Ayame, tú primero. Cuéntanos cosas sobre ti. Cosas que podrían ser útiles, como alguna técnica especial o algo. Tenéis que acostumbraros a hacer esto cuando seáis un equipo... Luego, irá Mogura. Y finalmente, yo os contaré algo.

»Y luego, os dejaré dormir unas dos horas mientras yo monto guardia. Vosotros montaréis guardia después mientras yo descanso... ¿Entendido?


—Entendido, Shanise-senpai

Dijo la kunoichi asintiendo.

Entendido, Shanise-san.

Diría el joven médico asintiendo también. Entonces, la jinchuuriki se prepararía, acomodando su postura un poco y tomándose un par de segundos para juntar sus palabras.

Como miembro del clan Hōzuki, soy capaz de convertir mi cuerpo en agua, y viceversa.

Sus ojos pudieron apreciar entonces la demostración de la técnica insignia del clan, el Suika no jutsu.

Gracias a esto puedo reducir el daño de la mayoría de los impactos entre otras utilidades que me confiere el poder transformarme en agua, pero en contraparte los ataques con electricidad me hacen más daño que al resto de personas. Por supuesto, mi naturaleza de chakra es el Suiton. Aparte del manejo del agua, también estoy entrenada en el uso de las ilusiones con el Genjutsu. Puedo disiparlas y realizar un par de técnicas ilusorias. También he diseñado algunas técnicas con el poder de mi voz: puedo gritar para expulsar al otro y aturdirlo momentáneamente, o engañar sus sentidos para que crea que me escucha desde otra dirección. Y... por último...

Su mirada se volvió un poco más profunda, puntualmente para con el médico. Quien la estaría mirando y escuchando con atención.

—Sé que es nuestro deber proteger a la Jinchūriki, y todo eso. Pero, si resultara herida, yo no debería ser vuestra máxima prioridad. Uno, como ya he dicho, puedo neutralizar daños con mi Suika no Jutsu. Dos, desde que tengo uso de razón, y por algún tipo de explicación que se me escapa, cualquier herida que reciba cicatriza de forma muchísimo más rápido de lo normal. Y tres... aunque no soy tan eficiente como tú, Mogura, soy capaz de restaurar daños propios utilizando el agua del ambiente. Y, para nuestra suerte, estamos en un lugar donde siempre llueve.

Entonces, les regaló una sonrisa.

—Lo importante es el hilo, así que si debéis dejarme atrás para protegerlo, hacedlo sin miedo. Ya me las apañaré yo sola, como ya habéis visto resulta difícil herirme.

»Y... creo que eso es todo.


Mogura levantó la mirada un momento y cerró los ojos para tomar un aire. Seguidamente llevaría sus manos hasta un costado y tomaría su portaobjetos. Era su turno de comentar lo que sabía hacer.

Como ya saben, soy un shinobi médico. Pero además he dedicado tiempo a estudiar un poco de Fūinjutsu, mi naturaleza de chakra es Fūton.

Comenzó diciendo mientras abría su portaobjetos y dejaba a la vista el contenido. Un montón de frascos de variados tamaños y colores, además de un pergamino. Quizás a Ayame le llamaría la atención que no había un solo shuriken o kunai en su interior.

Además de mi kit médico cuento con una amplia variedad de venenos, un potente veneno que causa nauseas, tos y otras sensaciones para nada agradables; una picazón insoportable; parálisis temporal; ceguera por irritación en los ojos y dificultad para respirar; y con este se puede dormir una persona en segundos.

Comentaba mientras señalaba uno a uno los pequeños frascos.

Mi control de chakra es bastante preciso, es necesario que sea así. Esto ha permitido dominar una técnica que hace que mis golpes puedan rivalizar con los de un maestro del Taijutsu.

Se tuvo que reservar la demostración del Ōkashō.

Otra habilidad que tengo dominada me permite traspasar mi chakra a otra persona, será útil en caso de que alguien precise retirarse un momento y recargar energía. Ya han podido apreciar mi Shōsen no Jutsu, la técnica con la que traté las heridas de Aotsuki-san, la técnica que utilice para extraer la toxina del cuerpo de Shanise-san y finalmente cuento con una técnica que me permite usar cualquiera de esos venenos y formar una gran nube gaseosa que podría envenenar múltiples objetivos.

Por otro lado, mis habilidades con Fūinjutsu aún son un poco básicas. Pero puedo realizar inscripciones en cualquier lugar, sellar algunas cosas en pergaminos, como la comida del otro día, cancelar o descontrolar invocaciones, y lo más avanzado que puedo hacer hasta ahora es extraer chakra de una persona inconsciente.


Tomó nuevamente un pequeño respiro. Entonces miró a la joven jinchuuriki.

Mis habilidades claramente no están orientadas al combate, Aotsuki-san. Ahora que no contamos con la posibilidad de recibir apoyo por parte de las otras aldeas, confío en que nuestras habilidades en conjunto serán suficientes para cuidar la espalda de nuestra superior.

Diría con un tono calmado para luego delinear una ligera sonrisa en su rostro.

¡Aunque seguro eso no será necesario...! ¡Seguramente Shanise-san cuenta con un repertorio bastante amplio, con todo tipo de Fūinjutsu...!

Agregaría con un tono un tanto jocoso, sintiendo un poco de curiosidad por saber más sobre las habilidades de la ANBU.

¡Ah...! ¿Estaría bien si tomo el primer turno de guardia? Pude descansar más en el palacio así que no me molestaría estar un par de horas más despierto, además... será difícil despertarme para hacer un relevo en la guardia...

No pudo hacer ligeramente la mirada a un lado cuando mencionó aquello último, pero lo cierto era que una vez que dormía, le costaba muchísimo despertarse.
Hablo - Pienso

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#79
Shanise se cruzó de brazos, y con ojos cansados, empezó a escuchar y a repasar mentalmente cada palabra que sus alumnos tenían que decirle. Primero era el turno de Ayame. Como miembro del clan Houzuki, Shanise conocía todas esas habilidades, pero se sorprendió al escuchar que la muchacha, a pesar de su naturaleza infantil, había dominado ya algunas técnicas de Genjutsu. Y debía reconocer que la conexión entre las habilidades del clan con las ventajas que le otorgaba tener el chakra del Gobi en su interior —pese a que la niña no supiera a qué achacarlo, en Amegakure eran perfectamente conscientes de estas particularidades desde que ella era pequeña— la hacía más resistente de lo normal. Y además estaba francamente sorprendida por esa técnica de la que hablaba sobre regenerar heridas con el agua del ambiente.

Shanise descubrió que Ayame ocultaba en aquella pequeña cocorota temerosa una gran inteligencia.

Pero aún así...

—Pese a todo, Ayame-chan, me gustaría insistir en que, como jinchuuriki, eres extremadamente importante para la aldea, y un posible objetivo para el enemigo, si es que descubre que lo eres —explicó Shanise, levantando el dedo índice—. Confío en ti y en tus habilidades para curarte, pero, por favor, sabiendo esto que te he dicho, intenta mantenerte a salvo en todo momento. Como comprenderás, también es mi deber cuidarte. En realidad, es mi deber cuidaros a los dos, pero como jinchuuriki, tengo que protegerte de todas maneras.

»No obstante, por supuesto, tengamos en cuenta que unos rasguños no merecen mayor preocupación, en tu caso, y que te puedes regenerar. La verdad, estaría bien que me enseñaras esa técnica, niña —admitió.

—Bien, creo que lo que más útil nos puede ser de tu repertorio son tus habilidades de Genjutsu. En particular, esa habilidad que mencionas para que te escuchen desde otro lugar. Como genin, siempre habéis sido ninjas de soporte. No se espera de vosotros que luchéis o hagáis ninguna heroicidad. Pero esa técnica puede actuar precisamente para distraer al enemigo. Yo aprovecharé las oportunidades que me crees.

Shanise respiró hondo, se recostó en el sillón, y extendió la mano hacia Mogura.

—Bien, Mogura-kun. Adelante.

A decir verdad, no habían escogido a Mogura para esta misión sin ningún motivo: era el mejor médico genin de Amegakure. Como tal, su valía en el equipo era prácticamente la mayor de las tres. Si él seguía con energía, podía proporcionársela a sus compañeros. Shanise no era muy amiga de los venenos, pero era consciente del arsenal de aquél muchacho, y ahora además tenía el veneno con el que casi la habían matado, que parecía ser bastante potente, sellado en un pergamino (entre otras cosas muy horribles que Manase les describió). Al menos no era intolerante del todo, como Yui. Sin embargo, todo aquello tenía un gran fallo.

Shanise levantó una ceja al escuchar lo del Taijutsu. Eso habría que verlo. Sobretodo, al lado del Taijutsu de la propia Yui.

Mogura también estaba empezando a dominar el Fuuinjutsu. Shanise se acordó del pastel de fresa de la noche anterior, y tuvo sentimientos encontrados por culpa del mal rato que habían pasado después.

—Bien, Manase-san, sin duda eres un miembro muy valioso para el equipo —asintió Shanise—. Está claro que no puedo permitir que hieran a ninguno de los dos. Bien, Mogura-kun, tu labor será la de asistirnos en combate, transfiriéndonos chakra y curándonos las heridas. Si encuentras una oportunidad, puedes encajar algún golpe, pero seguramente el enemigo sea poderoso y esto no sea posible la mayor parte del tiempo.

»Cuidarás también de Ayame. Y a la vez, Ayame-chan, tú cuidarás de Mogura. Él no puede convertirse en agua y su poder de regeneración lo necesitamos nosotras, o al menos, yo lo necesito.

—¡Ah...! ¿Estaría bien si tomo el primer turno de guardia? Pude descansar más en el palacio así que no me molestaría estar un par de horas más despierto, además... será difícil despertarme para hacer un relevo en la guardia...

—No. —respondió Shanise, contundente—. Sois dos genin, Manase-kun. Dos genin contra cualquier tipo de enemigo. Ayame tuvo suerte y pericia con Marun, ¿pero quién sabe? Podría volver a suceder. No quiero más errores, de modo que vosotros haréis una guardia conjunta después de la mía, que será individual. No quiero réplicas, es una orden.

»Y si no te despiertas, siempre podemos echarte algo de agua, ¿eh? —La mujer echó una carcajada a gusto.

Carraspeó, llevándose la mano a la boca.

—Bueno, yo nos he contado mis habilidades, así que allá voy. Bien. Soy un miembro más del clan Houzuki, como Ayame. Puedo transformarme en agua para evitar la mayoría de los golpes y, en gran medida, las técnicas. Como sabéis, sé bastante de Fuuinjutsu. Me queda bastante para ser una gran experta, pero me esfuerzo todos los días y creo que seré capaz de cerrar ese dichoso hilo para siempre.

»Soy bien habilidosa con el Suiton, sé algunos trucos con sellos explosivos, y otros tantos con los shuriken.

»Tengo una técnica de la que estoy bastante orgullosa que me permite separar mi cuerpo en dos mitades iguales activando el Suika no Jutsu y dividiendo el agua que lo forma. Luego, relleno lo que falta con chakra Suiton. No resulta nada trivial, aunque lo explique muy fácil. El resultado: es como un Kage Bunshin, pero no desaparece fácilmente. Si matan a una de mis dos mitades, sobreviviré, aunque me llevará una buena semana de descanso recuperarme del todo.

»Poseo un Fuuma Shuriken especial con dos partes que tienen un espacio en medio. En el centro hay un núcleo, y las hojas giran a ambas partes. Es como un yoyó mortal: alrededor del núcleo hay como una cadena que puedo extender y retraer, así tengo un arma arrojadiza que puedo utilizar cuerpo a cuerpo y con la que puedo hacer bastantes filigranas.

Shanise tomó aire, como si llevase media hora hablando. Pero en realidad, sólo habían pasado unos minutos.

—Bien, y después de haberos contado todos mis secretos, más vale que os vayáis a dormir. No tenemos todo el día. —Señaló a las camas, detrás de ellos.
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#80
—Pese a todo, Ayame-chan, me gustaría insistir en que, como jinchuuriki, eres extremadamente importante para la aldea, y un posible objetivo para el enemigo, si es que descubre que lo eres —replicó Shanise, levantando el dedo índice, y Ayame torció el gesto en un mohín.

«Entonces me esforzaré en que el enemigo no lo sepa.» Completó mentalmente.

—Confío en ti y en tus habilidades para curarte, pero, por favor, sabiendo esto que te he dicho, intenta mantenerte a salvo en todo momento. Como comprenderás, también es mi deber cuidarte. En realidad, es mi deber cuidaros a los dos, pero como jinchuuriki, tengo que protegerte de todas maneras.

Ella asintió, conforme. No iba a permitir que Mogura pasara por ningún riesgo sólo porque debieran defenderla de cualquier amenaza.

No obstante, por supuesto, tengamos en cuenta que unos rasguños no merecen mayor preocupación, en tu caso, y que te puedes regenerar. La verdad, estaría bien que me enseñaras esa técnica, niña —admitió, y Ayame se hinchó como un pavo.

—Lo único malo de esa técnica es que necesito estar muy concentrada. No podré llevarla a cabo en mitad de un combate o en movimiento, necesitaría estar cubierta —especificó, pues si bien aquella técnica de la que tan orgullosa se sentía era terriblemente útil, también tenía muchos puntos flacos.

—Bien, creo que lo que más útil nos puede ser de tu repertorio son tus habilidades de Genjutsu. En particular, esa habilidad que mencionas para que te escuchen desde otro lugar. Como genin, siempre habéis sido ninjas de soporte. No se espera de vosotros que luchéis o hagáis ninguna heroicidad. Pero esa técnica puede actuar precisamente para distraer al enemigo. Yo aprovecharé las oportunidades que me crees.

—Lo tendré en cuenta, Shanise-senpai.

Tras aquel intercambio, vino el turno de su compañero. Tal y como había supuesto tras haberle visto actuar en los tejados del castillo del Señor Feudal del País de la Tormenta, Mogura estaba dedicado a la medicina, como su padre. Además, contaba con un amplio repertorio de venenos con diversos y muy desagradables efectos que a Ayame le pusieron los pelos de punta.

«Espera... ¿no lleva ni un solo shuriken?» Se preguntó Ayame, extrañada. Después de todo, aquel muchacho había sido una de las personas que le habían ayudado a dominar el lanzamiento de shuriken. Quizás había preferido dejar ese tipo de armas en casa y traerse las toxinas...

Aparte de eso, el chico contaba con la habilidad para traspasar energía a sus aliados y había comenzado a instruirse en el arte del sellado, una facultad que Ayame jamás había llegado a comprender por mucho empeño que le pusiera.

—Mis habilidades claramente no están orientadas al combate, Aotsuki-san. Ahora que no contamos con la posibilidad de recibir apoyo por parte de las otras aldeas, confío en que nuestras habilidades en conjunto serán suficientes para cuidar la espalda de nuestra superior. ¡Aunque seguro eso no será necesario...! ¡Seguramente Shanise-san cuenta con un repertorio bastante amplio, con todo tipo de Fūinjutsu...!

—He olvidado mencionar que mis reservas de chakra parecen... estallar de repente cuando están cerca de agotarse. —Añadió Ayame. Era plenamente consciente de que aquello había sonado muy raro, y se encogió de hombros—. ¡No sé explicarlo de otra manera! Cuando estoy baja de energías es como si un torrente la llenara de nuevo... Por lo que si Mogura-san debe transferir chakra a otra persona, la prioridad debería ser usted, Shanise-senpai.

—¡Ah...! ¿Estaría bien si tomo el primer turno de guardia? Pude descansar más en el palacio así que no me molestaría estar un par de horas más despierto, además... será difícil despertarme para hacer un relevo en la guardia... —añadió, y realmente parecía avergonzado por aquel hecho.

La negación fue contundente. Aunque Ayame no pudo menos que darle la razón. Mogura completamente solo, haciendo guardia... Se le ponía la carne de gallina de sólo pensarlo. Y tan sólo esperaba que Marun no les hubiese seguido y decidiera hacer acto de aparición. ¿Podría tener suerte una segunda vez? Lo dudaba mucho...Además, Mogura tenía su espada. ¿Y si volvía para recuperarla? De seguro no sería con buenas condiciones.

Shanise la sacó de sus pensamientos con un leve carraspeo, y Ayame volcó toda su atención sobre la jonin. ¿Qué sería capaz de hacer una Hōzuki de alto rango? Al parecer, además de las características que compartía con ella y sus inestimables conocimientos sobre el sellado, Shanise era capaz de dividir su cuerpo gracias al Suika no Jutsu y formar dos réplicas exactas que no eran tan fácil de hacer desvanecer. Una técnica realmente interesante, aunque con un doble filo: si una de las mitades era asesinada, Shanise debería pasar por un largo periodo de recuperación.

—Bien, y después de haberos contado todos mis secretos, más vale que os vayáis a dormir. No tenemos todo el día. —Concluyó, señalando a las camas que estaban detrás de ellos.

«O toda la noche» Quiso reír ante su broma interna, pero estaba demasiado cansada para ello.

—Bien. Buenas noches, Shanise-senpai, Mogura-san.

Inclinó la cabeza con respeto y después se dirigió hacia la cama más cercana. Se quitó el portaobjetos y lo dejó a un lado, pero nuevamente se reafirmó la bandana en torno a su frente. Si le hubiesen dicho que se quedó inconsciente antes de llegar a tumbarse, sin duda lo habría creído.
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#81
—Pese a todo, Ayame-chan, me gustaría insistir en que, como jinchuuriki, eres extremadamente importante para la aldea, y un posible objetivo para el enemigo, si es que descubre que lo eres. Confío en ti y en tus habilidades para curarte, pero, por favor, sabiendo esto que te he dicho, intenta mantenerte a salvo en todo momento. Como comprenderás, también es mi deber cuidarte. En realidad, es mi deber cuidaros a los dos, pero como jinchuuriki, tengo que protegerte de todas maneras.

Ayame asentiría, satisfecha por lo que llegaba a notar el joven médico. No parecía cosa fácil ser el jinchuuriki de una bestia con colas.

No obstante, por supuesto, tengamos en cuenta que unos rasguños no merecen mayor preocupación, en tu caso, y que te puedes regenerar. La verdad, estaría bien que me enseñaras esa técnica, niña

El comentario sin duda alguna hizo efecto en la joven kunoichi, quien no sería humilde al respecto con el gesto que haría.

—Lo único malo de esa técnica es que necesito estar muy concentrada. No podré llevarla a cabo en mitad de un combate o en movimiento, necesitaría estar cubierta

Usar el agua como medio para recuperar energía, puntualmente la lluvia. Algo como eso sería una interesante adición a su repertorio de técnicas médicas, pero Mogura ni siquiera era afín al Suiton. Probablemente la idea tendría que ser archivada y planteada mucho más adelante, u olvidada en las profundidades de su mente.

—He olvidado mencionar que mis reservas de chakra parecen... estallar de repente cuando están cerca de agotarse. ¡No sé explicarlo de otra manera! Cuando estoy baja de energías es como si un torrente la llenara de nuevo... Por lo que si Mogura-san debe transferir chakra a otra persona, la prioridad debería ser usted, Shanise-senpai.

Aotsuki Ayame parecía ser una persona bastante autosuficiente en términos de supervivencia. Parecía que podía llegar a pelear durante largos periodos de tiempo sin recibir ninguna clase de ayuda.

«¿A qué clase de entrenamiento te has sometido durante estos meses, Aotsuki Ayame? ¿Cuál es la fuente de tal poder?»

No pudo evitar meditar el joven médico al escuchar las palabras de su compañera.

—Bien, Manase-san, sin duda eres un miembro muy valioso para el equipo. Está claro que no puedo permitir que hieran a ninguno de los dos. Bien, Mogura-kun, tu labor será la de asistirnos en combate, transfiriéndonos chakra y curándonos las heridas. Si encuentras una oportunidad, puedes encajar algún golpe, pero seguramente el enemigo sea poderoso y esto no sea posible la mayor parte del tiempo.

»Cuidarás también de Ayame. Y a la vez, Ayame-chan, tú cuidarás de Mogura. Él no puede convertirse en agua y su poder de regeneración lo necesitamos nosotras, o al menos, yo lo necesito.


Entendido, Shanise-san.

Contestaría asintiendo mientras realizaba una marcada reverencia. Teniendo un objetivo claro, no podía evitar demostrar su determinación a través de aquel gesto. Al reincorporarse, llevaría una mano hasta su cabeza y se arreglaría el cabello, independientemente de si era necesario o no.

Ante su petición, la respuesta fue un contundente No, hubo un argumento acompañado de aquella corta respuesta, pero sintió de todos modos que falto que le dieran una bofetada por equivocarse pidiendo algo que no correspondía.

Y si no te despiertas, siempre podemos echarte algo de agua, ¿eh?

Probablemente Ayame no sabría a que se refería la ANBU pero él si sabía, le había pasado, por eso sabía a lo que se refería.

Seguramente su compañera estaría igual de interesado por saber hasta donde llegaban las competencias de la mujer de dentadura afilada. Esta no tardaría mucho más en compartir con ellos los datos más relevantes. Formaba parte del mismo clan que Ayame, parecía que tenía un dominio sobre la tan popular técnica Suika no jutsu tanto así que había podido desarrollar una técnica propia bastante interesante, similar al Kage Bunshin. Como era de esperarse de una kunoichi de Amegakure su Suiton destacaba, pero también lo hacía con los sellos explosivos y las armas arrojadizas. Incluso comentaría sobre un tipo especial de Fuuma Shuriken que tenía en su poder.

—Bien, y después de haberos contado todos mis secretos, más vale que os vayáis a dormir. No tenemos todo el día.

Habiendo compartido aquel momento tan intimo de equipo, la mujer los enviaría a la cama para poder tomar el turno de guardia de una buena vez.

—Bien. Buenas noches, Shanise-senpai, Mogura-san.

Inclinó la cabeza con respeto y después se dirigió hacia la cama más cercana. No hubo ninguna clase de comentario adicional ni nada más por su parte.

Buenas noches, Shanise-san, Aotsuki-san.

Realizaría una ligera reverencia y se acercaría entonces a la cama, meditó sobre quitarse o no el calzado un par de segundos. ¿Qué pasaría si tenían que salir corriendo nuevamente?

«No. Eso no va a pasar.»

No podía caer en la paranoia, no tan pronto. Se quitaría entonces las botas y el chaleco, dejaría su portaobjetos y su kit médico a un lado como habría hecho la joven kunoichi y prácticamente al instante de acomodar su cabeza en la almohada caería dormido.
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#82
Los muchachos se fueron a dormir. Shanise se quedó un momento observándolos. Sí, era cierto y preocupante: se había encariñado de sus dos subordinados. Por eso sintió el temor en su corazón. Puede que ellos no se hubieran dado cuenta, pero...

Se dio la vuelta, y salió al exterior de la tienda, al abrigo de la lluvia. Observó el horizonte, cerca de las montañas. Allí, un brillo verdoso crecía hacia el cielo, como un pequeño torrente de energía. Como un hilo.

E incluso desde tan lejos, la jounin notaba su influencia. Lo sentía, muy dentro de ella.

«Si el hilo está liberado, eso significa que el enemigo ya está allí. No quiero ponerlos en peligro... Pero me da la sensación de que voy a necesitar su ayuda de verdad.»


· · ·


Ayame caminaba por un bosque de hojas caducas, de un tono naranja, amarillo y marrón. El follaje muerto cubría por completo la tierra del sendero como un manto del color de un océano al atardecer. Las hojas caían también de los árboles, danzando con el viento, rodeándola. Ayame caminó y caminó, y así, llegó a una abertura entre el follaje.

Había un claro gigantesco. Era la primera vez que lo visitaba, pero al mismo tiempo, sintió como si volviese a una especie de hogar. No se sorprendió al ver la jaula de madera, ni se sorprendió al acelerar el paso para acercarse hacia ella. Y, por descontado, no se sorprendió al ver dentro de la jaula aquella que siempre había habitado dentro de ella, acurrucada, esperando pacientemente, jugueteando con sus cinco colas y agitando las hojas: era ella quien movía el aire y creaba el viento.

Kokuō levantó la mirada, y clavó en ella sus dos iris aguamarina.

—¿Así que, al final vuelves a ser tú misma, eh? —dijo.

Entonces, Ayame miró a Ayame.

Es una metáfora, por supuesto. ¿O quizás, no lo era? La chiquilla que dormía en un rincón, apoyada en la pared de la jaula, era una parte de su conciencia que se había apagado. Ahora, ella estaba en control. Por primera vez en mucho tiempo. Quién sabe en cuanto.

—Le he estado esperando, señorita —dijo el Gobi—. Muchos, muchos años le he estado esperando. Puede que usted aún no lo entienda, que esté confusa. Pero no hay tiempo, tenemos que hablar de algo muy importante.

Ayame se dio cuenta de algo. Se dio cuenta de que, a pesar de haber sido una niña todos estos años, también había sido algo más, en algún otro sitio. Se dio cuenta de quién era, de lo que había vivido hacía mucho tiempo, en una aldea llamada Kirigakure. De cómo se había convertido en la Guardia Personal de su propio padre, el Mizukage, y ahora director del hospital.

Se dio cuenta de que era otra conciencia diferente a la de aquella niña. Pero que a la vez, era esa niña.

Y recordó todo. Con todo detalle.

—Creo que vienen a despertarla, señorita. Ya sabe... Finja su actual vida. Nosotras en realidad pertenecemos a otro tiempo. Hablaremos aquí. ¿Aún se acuerda de cómo ser mi jinchuuriki, no? —Kokuō bajó la mirada, triste—. Lo consiguió, Ayame, a su manera. Warau ganó. Se hizo con el control del mundo, y trató de cambiarlo. Pero el mundo le devolvió la mirada y le desafió. Y... aquí estamos.

Miró a la Ayame que dormía.

—Y allá está usted.


· · ·


Algo la zarandeó del hombro.

—¡Vamos, Ayame-chan! Despierta. —Shanise estaba frente a ella, apremiándola. La mujer se acercó entonces a Mogura, e hizo lo mismo. Zarandeó su hombro y le llamó—: Vamos, Mogura-kun. Hora de vuestra guardia.

Shanise se quedó quieta, mirándole. Mogura dormía con una sonrisa clavada en el rostro como un clavo a una mesa. La mujer esperó unos segundos, moviéndole por el hombro, y luego le arrojó de la cama de un empujón.

—¡Venga, holgazán!

Se reincorporó y se acercó a su propia cama.

—Bien, llegó la hora de vuestra guardia —dijo—. Esto está más aburrido que una fiesta sin alcohol, así que no creo que tengáis de qué preocuparos. Pero si en algún momento véis a alguien, me despertáis inmediatamente.

Shanise les instó a sentarse en los sillones, o bien salir fuera de la tienda a vigilar, lo que ellos prefiriesen. Después, se tumbó en la cama tal cual, sin quitarse siquiera el portaobjetos, e intentó conciliar el sueño.

En unos quince minutos, los ronquidos de Shanise ya acompañaban la guardia de Mogura y de Ayame.
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#83
Sus pasos hacían crujir las hojas caducas bajo sus pies. Los tonos naranjas, ocres y amarillos del otoño la rodeaban por todas partes, con los robles melojos rodeándola. Las hojas caían de las interminables ramas que se extendían hacia el cielo y danzaban en el aire a su alrededor. Pero ella no se detuvo a contemplar el paisaje, siguió caminando incansable, siguiendo un sendero que, aunque no conocía, sí sabía de alguna manera hacia dónde conducía.

En algún punto de su trayecto, los árboles se separaron. Y su corazón comenzó a latir con fuerza, emocionado. Había llegado a un enorme claro y, en su centro, una enorme jaula de madera que retenía...

Ayame aceleró el paso. Echó a correr con todas sus fuerzas y se acercó todo lo que pudo a los barrotes.

—Kokuō... —sollozó, llena de felicidad al encontrarse con su vieja amiga.

La bestia, una mezcla híbrida de un caballo con cabeza de cetáceo, ondeaba sus cinco colas detrás de su cuerpo agitando las hojas y creando el viento que sacudía el bosque. Alzó la mirada de sus ojos aguamarina hacia ella, y Ayame se llenó de alivio al ver el brillo del reconocimiento en sus iris.

—¿Así que, al final vuelves a ser tú misma, eh? —dijo.

Ayame no supo muy bien qué responder a aquello. Desvió la mirada, y entonces sus ojos toparon con su propio cuerpo, dormido a los pies de la jaula.

No. No era su cuerpo. Era el cuerpo de la Ayame niña. La Ayame de Amegakure. La Ayame del presente.

¿Pero cómo...?

—Le he estado esperando, señorita —añadió el Gobi, captando de nuevo su atención—. Muchos, muchos años le he estado esperando. Puede que usted aún no lo entienda, que esté confusa. Pero no hay tiempo, tenemos que hablar de algo muy importante.

No podía quitarle razón. No entendía nada de lo que estaba pasando. Ella era la misma niña que dormía plácidamente en aquel rincón, pero al mismo tiempo... Al mismo tiempo...

—Creo que vienen a despertarla, señorita. Ya sabe... Finja su actual vida. Nosotras en realidad pertenecemos a otro tiempo. Hablaremos aquí. ¿Aún se acuerda de cómo ser mi jinchuuriki, no?

Ayame asintió tras unos breves segundos, y entonces Kokuō bajó la mirada, apenada.

—Lo consiguió, Ayame, a su manera. Warau ganó. Se hizo con el control del mundo, y trató de cambiarlo. Pero el mundo le devolvió la mirada y le desafió. Y... aquí estamos.

—Ese maldito marionetista traidor... —murmuró Ayame, apretando los puños con furia contenida.

El Gobi volvió a mirar a la Ayame niña.

—Y allá está usted.



. . .



Alguien la zarandeó del hombro, y Ayame despertó enseguida al notarlo.

—¡Vamos, Ayame-chan! Despierta —dijo la voz de la mujer que los había estado acompañando durante todo aquel viaje.

—Sí, Panize-senpai... —respondió ella, sin poder reprimir un bostezo.

Pese al sueño que aún sentía, se reincorporó con presteza, tomó su portaobjetos y lo anudó en torno a su pierna mientras la jonin despertaba a su compañero.

—¡Venga, holgazán! —escuchó entonces, y a la orden le siguió un estrépito que provocó una carcajada en Ayame. La jonin acababa de tirar al médico de la cama, literalmente—. Bien, llegó la hora de vuestra guardia. Esto está más aburrido que una fiesta sin alcohol, así que no creo que tengáis de qué preocuparos. Pero si en algún momento véis a alguien, me despertáis inmediatamente.

Ayame contrajo el rostro en un profundo gesto de desagrado.

—Odio el alcohol... —masculló, pero enseguida asintió ante las órdenes dadas.

La ANBU no tardó en quedarse dormida sobre otra de las camas, y Ayame, que había estado dando vueltas por la tienda de campaña de aquí para allá, se volvió en un momento hacia su compañero.

—Voy a salir un momento, Moputa-san. Necesito que me dé el aire... o la lluvia —soltó una risilla.

Abandonó la tienda. Y la lluvia la abrazó de inmediato en sus fríos brazos.

Había vivido todos aquellos años allí pero, de repente, Ayame se sintió muy triste. Añoraba los jirones de niebla enredándose en su cuerpo. Añoraba los edificios cilíndricos. Añoraba Kirigakure... Pero la Ayame del presente no era Ayame de Kirigakure. Era Ayame de Amegakure. Y la lluvia se había transformado en su nuevo hogar.

Suspiró. Era todo tan raro. Se sentía como si fuera dos personas al mismo tiempo, y de alguna manera era como si no fuera ninguna al mismo tiempo. La Ayame de Kirigakure era jonin, era ANBU, era parte del Erītōgado del Mizukage. De su padre. Pero la Ayame de Amegakure aún era genin, era pequeña y frágil, y por supuesto no tenía ni el anillo ni la máscara de Mizuyuki. Pero la Ayame de Amegakure era El Agua de verdad. No podía utilizar el hielo de su hermano.

Sonrió con suavidad para sí. Si lo pensaba desde otra perspectiva, tanto ella como los que le rodeaban habían ganado una vida mejor. Ella había podido vivir desde el principio con su padre y su hermano. Daruu... Daruu nunca había sido el traidor que intentó asesinar al Mizukage y vivía una vida normal junto a su madre en la pastelería de Kiroe. Por un instante no pudo evitar preguntarse qué pensaría su amado si, como ella, recuperaba todos esos recuerdos.

Ayame alzó la mirada. Allí, a lo lejos en el horizonte, lo que parecía ser un hilo de energía verdosa se alzaba cerca de las montañas hasta el cielo. Frunció el ceño. Si tuviera a Hayabusa, podría volar hasta allí en cuestión de segundos. Pero tampoco tenía a Hayabusa.

Hundió los hombros con un renovado suspiro. Levantó las manos hacia su nuca. Se desató el nudo de la bandana y volvió a atarla en torno a su brazo derecho.

Y la luna menguante de su frente quedó a la vista, orgullosa como la marca de su familia que era.

Ayame cerró los ojos momentáneamente y dejó que la lluvia acariciara sus mejillas.



. . .



—¿Qué es eso tan importante que tenías que decirme, Kokuō? —le preguntó a la bestia, apoyando ambas manos en los barrotes—. Es Warau, ¿verdad? Él es quién está detrás de los hilos, ¿no es así? ¡Debería avisar a mis compañeros de lo que es capaz de hacer...!
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#84
Rápidamente olvidaría todo en cuanto despertara. Pero en ese instante, Mogura estaba delante de un escritorio, su espalda estaba recostada contra un cómodo sillón giratorio del cual se levantó para observar por un ventanal que había en un lado de la habitación. No era un edificio tan alto como el de la Arashikage, pero tenía lo suyo.

El hospital de Amegakure.

Dejaría escapar un ligero suspiro para acercarse al mueble nuevamente y buscaría prestar atención a un pequeño detalle, una pequeña placa en la que había un escrito.

Manase Mogura, director del hospital de Amegakure.

Y entonces...

—¡Venga, holgazán!

Una voz que ya se le hacía común, la carcajada de una joven kunoichi con la que pasaba demasiado tiempo y el dolor no solo de la realidad sino de la caída. Volvió a ser un genin en una misión de rango S, tenía que cubrir a su superior en la guardia y seguir su camino hasta la cima.

Bien, llegó la hora de vuestra guardia. Esto está más aburrido que una fiesta sin alcohol, así que no creo que tengáis de qué preocuparos. Pero si en algún momento véis a alguien, me despertáis inmediatamente.

Entendido.

El joven médico se puso de pie y se arregló un poco, controlando que su peinado estuviese bien en un par de ocasiones. Ayame por su parte parecía un poco inquieta.

—Voy a salir un momento, Moputa-san. Necesito que me dé el aire... o la lluvia

Dejaría escapar entonces una ligera risa, el muchacho de cabello azabache no podría evitar arquearía la ceja un par de segundos.

Manase-san.

Corregiría dejando a la fémina hacer su voluntad. Él se tomaría un minuto para colocarse su sobretodo y la capa de viaje que a pesar de no estar en las mejores condiciones, aún podría abrigar un poco.

Al asomar su cabeza por la carpa, la postal con la que se encontraría sería un poco extraña. Ayame no llevaba su bandana en la frente como siempre, sino que ahora estaba en uno de sus brazos y en su frente ahora lucía una curiosa marca.

«¿Una luna?»

La chica tenía los ojos cerrados y simplemente recibía la lluvia como el regalo de Amenokami que era. Aotsuki Ayame parecía ser una muchacha muy extraña por momentos. Mogura no pensaba interrumpirla en su... lo que sea que estuviese haciendo, simplemente se dedicó a examinar el paisaje, vigilando. Por momentos intercambiaba miradas hacía la joven kunoichi y pensaba en echarle un ojo a la ANBU en caso de que cualquier cosa pudiese llegar a pasar pero...

«Oh...»

En el momento que quiso abrir la carpa, los ronquidos de Shanise comenzaron a escucharse desde donde estaba aquel par.

«Supongo que está bien.»

Concluyó, y retomó su posición inicial.
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#85
—No —negó categóricamente Kokuo—. No puedes decirles nada. Este enemigo no es de su mundo. Es del nuestro. Nosotras tenemos que acabar con la amenaza.

»Además, me temo que sólo nosotras podemos acabar con ella.

Hubo un momento de tenso silencio. El Gobi bajó la mirada, y jugueteó con las hojas caídas un momento, pateándolas con una pezuña.

—El objetivo de Warau era crear una técnica llamada Sekai no Ito, "Los Hilos del Mundo" —explicó el Gobi—. Con el chakra de los nueve bijuu, planeaba hacerse con el control de todas y cada una de las criaturas del planeta... y usarlas como marionetas. Más bien... como juguetes. Como si... Como si todos los seres fueran hormigas en un terrario. Y él pudiera observarlas y manipularlas.

Un escalofrío recorrió su cuerpo. Se le erizó el vello de la espalda.

—Pero no lo consiguió. Los jinchuuriki no resultaron ser tan fáciles de capturar. Los bijuu no resultaron ser tan dóciles. Las aldeas, tan frágiles. Y entonces, encontró el Amuleto. El Amuleto del Reinicio.

»El Amuleto del Reinicio le permite, con una gran cantidad de chakra, fracturar la realidad y reconstruirla a su antojo. Eso es, al menos, lo que promete. La realidad es que, para poder hacer eso, uno necesita un grado de concentración que Warau no posee. Nunca lo consigue. No es fácil construir un mundo. De modo que siempre comete fallos. ¿O quizás es... que su conciencia está atada a lo que ya conoce del mundo original?

»Él desearía un mundo sin nosotras. Un mundo sin ninguna persona que le haya hecho frente alguna vez, que pudiera hacerle frente. Pero nunca consigue que no nazcas. Que no nazcan todos. Que no se reencarnen. Y esta vez, no ha conseguido siquiera que yo olvide.

»Pero eso no son buenas noticias. Significa que Warau está rompiendo la realidad. Que el mundo es cada vez más frágil, que terminará por deshilacharse. Un reinicio más, quizás un par, y quizás el mundo que lo conocemos desaparezca. Ese tipo siempre estuvo medio loco, pero me temo que ya ha perdido el norte por completo. Piensa que puede reiniciar el mundo cada vez que algo se le va de las manos.

»Está absorbiendo la energía natural que él mismo plantó en el último reinicio. Él inventó esos Hilos, dándoles ese nombre porque sería lo que en última instancia le llevaría a poder utilizar su técnica definitiva. Si dejamos que absorba todo el chakra, podrá utilizarla, y todos seremos sus esclavos. ¿Hasta cuando? ¿Hasta que se aburra y decida reiniciar de nuevo?

»Por otro lado, si nos limitamos a sellar los hilos, sentirá que ha fracasado de nuevo, y utilizará el Amuleto también para reiniciar la realidad. Por tanto... Tenemos que matarle. Y destruir esa cosa. Evitar que nadie pueda volver a usarla. Nunca más.


· · ·


Shanise despertó. Silbó, desde dentro de la tienda, e hizo entrar a sus dos subordinados.

—Bien, muchachos. Recojan las cosas. Partiremos hacia nuestro destino. Preparáos bien, haced todas las cosas que tengáis que hacer, con vuestras armas, hilos shinobi y técnicas —advirtió—. Puede que luego no tengáis tiempo.

Al cabo de un rato, los tres marchaban hacia la Ciudad Fantasma. Ya tenían que levantar la barbilla para poder observar el techo de los altísimos rascacielos, en estado de semi-ruina. En el interior de Ayame, Kokuo se removía con marcada incomodidad.

—Por cierto, Ayame. Señorita —dijo—. Quiero que sepa... Que el tiempo que pasé con usted después de que decidiera colaborar con usted fue... muy apacible.

»Esta será nuestra última batalla juntas. En cierto modo...
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#86
—No —respondió Kokuō, y una parte de Ayame ya se esperaba aquella negativa. Aunque eso no lo hizo menos angustioso—. No puedes decirles nada. Este enemigo no es de su mundo. Es del nuestro. Nosotras tenemos que acabar con la amenaza.

Ella entrecerró los ojos ligeramente, pero al final acabó por inclinar la cabeza en un asentimiento.

—Está bien...

Kokuō continuó hablando acerca de las intenciones de Warau. Cómo había intentado crear una técnica que subyugara a todas las criaturas vivientes del planeta para disponer de ellas como sus meras marionetas. Muy propio de alguien como él. Cómo falló en su intento. Cómo encontró el Amuleto del Reinicio, que le permitía destruir la realidad a su antojo cuando las cosas no salían como él esperaba y crear un nuevo mundo. Un mundo reiniciado. Sin embargo, para hacerlo se requería de una gran capacidad de concentración. Y Warau no tenía esa paciencia, por lo que siempre acababa creando mundos con desperfectos. Mundos en los que acababan reencarnándose una y otra vez, aunque no tuvieran recuerdos de sus vidas pasadas. Sin embargo, en aquella ocasión, ni siquiera había logrado borrar su presencia ni la memoria de Kokuō. Aquello sería una buena noticia, si no fuera por lo que estaba en riesgo: un par de reinicios más y el mundo desaparecería para siempre. Por eso tenían que acabar con él antes de que lograra absorber los hilos de chakra que él mismo había sembrado para llegar a realizar su demencial técnica y antes de que tuviera la oportunidad de volver a utilizar el Amuleto del Reinicio.

Ayame chasqueó la lengua con cierto pesar. Había demasiadas cosas en juego. Demasiadas.

Y su mente vagó hacia el resto de compañeros de aquella aventura. Yota-sama, el Kazekage de la antigua Sunagakure y Jinchūriki de Gyūki, Uchiha Akame, el misterioso shinobi de la misma aldea... ¿Habrían conseguido ellos salvar sus hilos?

Le hubiese gustado preguntárselo a Kokuō. Pero un repentino silbido la arrancó de allí.



. . .



Abrió los ojos, con la lluvia aún empapando su rostro, devuelta a la realidad. Y entonces sintió una presencia junto a ella. Rápida como una saeta, Ayame se retiró y, con un único movimiento de muñeca, desplegó el kunai que llevaba sujeto al mecanismo oculto de su brazo derecho.

Sin embargo, la persona que se encontraba allí no era ninguna amenaza.

—¡Ay! ¡Lo siento, Moputa-san! —se disculpó, volviendo a guardar el frío metal bajo su manga e inclinó el cuerpo en una profunda reverencia. Después esbozó una sonrisa nerviosa—. Lo siento... se me había ido el santo al cielo y no te había sentido acercarte... Pero será mejor que nos demos prisa, vamos, Panize-senpai nos llama.

Se dio la vuelta y, junto a su compañero, volvió a meterse en la tienda.

—Bien, muchachos. Recojan las cosas. Partiremos hacia nuestro destino. Preparáos bien, haced todas las cosas que tengáis que hacer, con vuestras armas, hilos shinobi y técnicas —advirtió—. Puede que luego no tengáis tiempo.

Ayame inclinó la cabeza y tomó su portaobjetos. Desplegó las armas sobre una de las camas y comenzó su labor. Su arsenal no era tan grande ni tan diverso como lo fue en su momento. Iba a echar mucho de menos su arco y su Fūma Shuriken... por no hablar de sus técnicas de hielo. Pero de alguna manera tendría que apañárselas. Con meticulosa prestreza, tomó cuatro shuriken de los cinco que tenía y les ató hilo ninja dos a dos, para después enrollar el sello explosivo en torno al mano del kunai. Se afianzó la bandana sobre el brazo, el portaobjetos en torno a la pierna y se aseguró de que el mecanismo oculto que escondía bajo la manga derecha estuviera bien sujeto.

—Estoy lista.



. . .



Sus pasos chapoteaban entre los eternos charcos que inundaban la Ciudad Fantasma. Caminaban hacia su destino. Hacia el hilo verde que se apreciaba a lo lejos. Hacia los brazos de Warau.

Ayame apretó uno de sus puños. Warau... el experto marionetista, capaz de controlar hasta tus propios sentimientos... El mismo Warau cuyas palabras emponzoñaron su alma con la noticia de la supuesta muerte de Daruu y provocaron que perdiera el control como Jinchūriki y acabara destruyendo la Academia Ninja de Kirigakure... Warau... el mismo Warau que la salvó del ataque mortal de Taiho. En aquel momento le había llegado a decir que le debía una... Antes de conocer que había mandado a Mokuzai para que asesinara a su hermano y terminara exiliándose de la aldea antes de que su padre pudiera acabar con él de una vez.

Warau... La Risa...

—Por cierto, Ayame. Señorita —escuchó la voz de Kokuō en su interior—. Quiero que sepa... Que el tiempo que pasé con usted después de que decidiera colaborar con usted fue... muy apacible. Esta será nuestra última batalla juntas. En cierto modo...

A Ayame se le cerró la garganta de la congoja. Iba a preguntar a qué se refería, pero una parte de ella conocía la respuesta.

«Pase lo que pase, me alegro mucho de haberte conocido, Kokuō-san. Sólo lamento no haber logrado que consiguieras la libertad, de algún modo...»

Alzó la mirada, siguiendo los pasos de Mogura y Shanise. La suerte ya estaba echada. Ahora tenían que salvar el mundo, tal y como lo conocían.

«Espero que todo vaya bien... Si no...»
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#87
No había mucho que hacer realmente estando de guardia, Ayame estaba totalmente en su mundo y parecía que le había dejado todo el trabajo a él. A lo lejos, un brillo verdoso crecía hacia el cielo.

«Un hilo... ¿chakra natural?»

Era realmente llamativo, no había duda alguna de por qué había que ir a sellarlo. Cualquier extraño ajeno al tema podría llegar a acercarse por curiosidad y terminaría... haciendo quién sabe qué.

De un momento a otro, Ayame se retiró y de vaya a saber donde tomó un kunai. El joven médico no pudo evitar abrir un poco más de lo normal los ojos y fulminar entonces con la mirada a la joven kunoichi.

—¡Ay! ¡Lo siento, Moputa-san! Lo siento... se me había ido el santo al cielo y no te había sentido acercarte... Pero será mejor que nos demos prisa, vamos, Panize-senpai nos llama.

No tardó mucho en guardar su filo y realizar una reverencia, en su interior sentía que no tenía la inclinación necesaria,
pero también sabía que era un simple genin y que no correspondía más. Nuevamente, la kunoichi no mencionaba de forma correcta el nombre de su compañero, cosa que no hacía que su disculpa fuese mejor tomada.

Aotsuki-san...

Pero ya lo había dicho demasiadas veces, no tenía caso seguir recordándolo. Además, había estado mucho tiempo junto a Ayame y de la nada había reaccionado de aquella manera, mejor no meterse con ella.

...olvidelo.

Entonces, ambos entrarían en la tienda donde Shanise los volvería a recibir.

—Bien, muchachos. Recojan las cosas. Partiremos hacia nuestro destino. Preparáos bien, haced todas las cosas que tengáis que hacer, con vuestras armas, hilos shinobi y técnicas. Puede que luego no tengáis tiempo.

Al igual que la muchacha, inclinaría la cabeza. Se acercaría entonces a la cama que había usado y tomaría su kit médico, no había mucho que preparar, pero aun así quería volver a dejar listo el fluido que había utilizado para extraer el veneno de Shanise.

. . .

La Ciudad Fantasma, seguramente habría sido uno de los puntos de interés más llamativos de todo Oonindo si no hubiese sido por la intervención del Gobi en su historia. Mogura elevaba un poco la mirada de vez en cuando para observar lo que habría quedado de las inmensas torres.

¿Sabe por qué no se volvió a reconstruir la ciudad, Shanise-san?

Esperaba que la pregunta no le sorprendiera a la ANBU, pero realmente la urbe se mantenía imponente incluso después de la catástrofe. ¿Habría sido demasiado para su gente? ¿O cuál había sido exactamente el motivo de abandonar totalmente el lugar?
Hablo - Pienso

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#88
«Ya sabes lo que opino respecto a eso, Ayame. Nunca fui libre, pero con usted me sentía... bien. Ahora sé que fui concebida por Rikudo-sennin por una razón. Hay que detener a Warau.»

«¿Es consciente de que sus compañeros se llaman Mogura y Shanise, verdad?», recordó el Gobi desde el interior de la mente de Ayame. «Más que nada porque ha estado llamándolos correctamente durante dos días, si ahora se pone a hacer eso de nuevo va a ser sospechoso.»

«Supongo que algunas cosas nunca cambian, ¿eh?»

El trío caminaba hacia la Ciudad Fantasma. A medio camino, Mogura preguntó a Shanise por qué no se había reconstruido la ciudad, en todo este tiempo.

—Hay quien dice que esta ciudad es un recordatorio de la capacidad destructiva de un bijuu —contestó, apesadumbrada—. Pero la verdad es, casi seguro, que nadie ha construido nada aquí todavía por miedo.

Shanise le miró.

—Sí, por miedo. Puede que la probabilidad de que un bijuu apareciese aquí de nuevo sea estúpidamente baja, pero después de los horrores que se vivieron aquí, nadie quiere venir de nuevo a residir. Supongo que es normal.

»Lento, ahora. Nos estamos acercando mucho al hilo. Si hay alguien, debe estar por aquí. Hagamos una cosa: caminaremos formando un triángulo, vosotros miraréis hacia atrás y yo hacia adelante. Os guiaré por las calles hacia adelante y tendremos todos los flancos cubiertos.

Los shinobis se colocaron en formación tomando una posición triangular, en la que cada uno de ellos era uno de los vértices. Caminaron lentamente hacia el torrente de energía, sin más compañía que el inquietante silbido del viento al cruzar ventanas con cristales rotos y callejones entre edificios. Tardaron diez minutos, con paciencia, en llegar al lugar. El torrente de chakra ascendía hacia el cielo. Todos pudieron sentir la fuerte influencia sobre su cuerpo: aquella masa de energía les llenaba por dentro hasta casi reventarlos. Quizás, si se acercasen demasiado, sería incluso perjudicial.

Shanise observó el hilo desde una distancia prudencial, a unos veinte metros.

—Parece que aún no ha llegado nadie —dijo, y dio un suspiro de alivio—. Menos mal. Apresurémonos, encontremos la forma de sellarlo antes de que-¡¡AHHHH!!

Una mano había salido de debajo del asfalto y le había agarrado el tobillo.

—¡Chicos, corred!

Alguien tiró de ella y la hundió en la calle, como si el suelo no fuera más que una arena fina. Al menos hasta que estuvo atrapada hasta el cuello. Entonces, intentó moverse, pero no pudo hacerlo. A tres metros por delante de ella, una silueta emergió.

Warau estaba allí. Cuando se retiró la capucha de la túnica legra, larga, reveló aquél rostro zorruno que tantas calamidades le había hecho pasar a Ayame —y al mundo— en el pasado. Sus cabellos plateados, largos, estaban recogidos en una coleta baja que le llegaba hasta más de la mitad de la espalda. Sus ojos dorados observaban a Shanise con un brillo de demencia. Su sonrisa, de oreja a oreja, daba escalofríos. Pero lo que de verdad daba miedo de él era...

—Kishishishishi...

Su risa.

Ayame pudo ver entonces una cadena que colgaba de su cuello y se metía por dentro de la túnica...

Warau la miró. La sonrisa se desvaneció de su rostro y acercó la diestra al centro del pecho.

Tic, tac, tic, tac, TICTACTICTACTICTACTICTACTIC...

...tac.

Warau se arrepintió en el último momento y no echó mano del amuleto. Volvió a sonreír.

—Siempre tú, puta mocosa, kishishishi.

—¿Qué? Ayame, ¿le conoces?

—Oh, claro que nos conocemos —dijo Warau, dando un paso hacia Shanise y prestándole de nuevo toda su atención—. Nos conocemos de hace mucho, mucho, mucho tiempo... Al menos, yo la conozco a ella.

—A ti también te conozco, Shanise-chan. Shanise la suplente, el fraude, ¿eh? Lo cierto es que te maté. Kishishishi... Disfruté haciéndolo. ¿Te sentiste bien actuando de escudo humano?

—¡¡Estás loco!!

KISHISHISHISHI. Cualquiera lo estaría en mi lugar, querida.

Warau echó una pierna hacia atrás, y propinó una patada en los dientes a Shanise, quien deshizo su cabeza en agua. La sonrisa en la cara de Warau desapareció.

—¡Eres sólo un juguete, compórtate como un juguete y haz que me lo pase BIEN! —El hombre se agachó justo cuando la cabeza de Shanise tomó su forma original, y envolvió su mano en electricidad—. ¡¡CHIDORIIIIIIIIIIII!!

Agarró la cabeza de Shanise en lugar de golpearla, y la mujer gritó.

Gritó, gritó y gritó en un alarido de puro terror.
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#89
«Ups... Mogura y Shanise, debo recordarlo. Gracias, Kokuō-san.» Se dijo Ayame, tras la corrección del Gobi.

—¿Sabe por qué no se volvió a reconstruir la ciudad, Shanise-san? —preguntó Mogura en algún momento del trayecto, y Ayame miró de reojo a la ANBU.

—Hay quien dice que esta ciudad es un recordatorio de la capacidad destructiva de un bijū —contestó, apesadumbrada—. Pero la verdad es, casi seguro, que nadie ha construido nada aquí todavía por miedo.

«No se les puede culpar...» Pensó Ayame agachando la cabeza, recordando aquel momento, tanto tiempo atrás, cuando en un ataque de pérdida de control ella misma destruyó la Academia de Kirigakure y la convirtió en un nuevo lago.

—Sí, por miedo —continuó Shanise—. Puede que la probabilidad de que un bijuu apareciese aquí de nuevo sea estúpidamente baja, pero después de los horrores que se vivieron aquí, nadie quiere venir de nuevo a residir. Supongo que es normal.

»Lento, ahora —les ordenó de repente, y Ayame disminuyó su paso de inmediato—. Nos estamos acercando mucho al hilo. Si hay alguien debe estar por aquí.

«Warau...» El corazón de Ayame comenzó a bombear sangre con fuerza.

—Hagamos una cosa: caminaremos formando un triángulo, vosotros miraréis hacia atrás y yo hacia adelante. Os guiaré por las calles hacia adelante y tendremos todos los flancos cubiertos.

—Entendido, Shanise-senpai —asintió Ayame, colocándose en posición.

Avanzaron de aquella manera durante varios largos minutos, en posición de triángulo. El desplazamiento fue lento, pero no podían escatimar en precauciones. Lentamente, siguieron acercándose al hilo que cada vez se veía más cerca. De vez en cuando, el viento aullaba al colarse entre las ventanas rotas y Ayame volvía la mirada en su dirección de manera inmediata, esperando ver en cualquier momento...

De repente sintió un desagradable cosquilleo, era como si la energía llenara su cuerpo con violencia. De alguna manera se sintió como si su cuerpo fuera a colapsar si se seguían acercando más al hilo. Por eso se detuvieron. Y Ayame abrió los ojos como platos al ver el torrente de energía ascendiendo hacia el cielo como una catarata invertida de color verde.

—Parece que aún no ha llegado nadie —dijo Shanise, con un suspiro de alivio—. Menos mal. Apresurémonos, encontremos la forma de sellarlo antes de que-¡¡AHHHH!!

La mujer gritó. Ayame se sobresaltó y retrocedió de pura inercia. Una mano había surgido desde la misma tierra y, antes de que pudieran hacer nada por evitarlo, tiró de la ANBU hacia abajo, enterrándola en el suelo hasta el cuello.

—¡Shanise-sen...! —exhaló Ayame, pero las palabras murieron en sus labios cuando una silueta encapuchada emergió de la misma tierra y descubrió su rostro.

Les habían dado la orden de correr, pero Ayame no se movió de su sitio. Su corazón se había olvidado de latir durante un instante y, con los ojos abiertos de par en par, se había quedado completamente congelada. Allí estaba él, con sus largos cabellos plateados recogidos en una coleta baja, su afilado rostro zorruno, sus ojos, apenas una línea que dejaban entrever el brillo dorado de sus iris; y, sobre todo... Aquella perturbadora sonrisa que siempre conseguía ponerle los pelos de punta. Aunque nada era comparable a su risa.

—Kishishishishi...

Sutil y aguda como un bisturí. Una risa que sólo podrías escuchar en el peor de los infiernos... La risa de un torturador jugando con tu carne y tu alma hasta romperlos entre sus dedos.

A Ayame no se le escapó el detalle de la cadena que llevaba ahora en torno al cuello y que se perdía entre los pliegues de la técnica. Y cuando Warau se dio cuenta, la sonrisa se borró de su rostro y se llevó la mano al pecho. Y de nuevo aquel tictac resonó en su cabeza.

Tic, tac, tic, tac, TICTACTICTACTICTACTICTACTIC...

...tac.

Ayame jadeó, angustiada cuando el sonido se detuvo.

«¿Ese tictac...? ¿Es el reinicio?»

—Siempre tú, puta mocosa, kishishishi.

—Warau... —susurraron sus labios, al tiempo que sus ojos se entrecerraban en una máscara de absoluto odio.

—¿Qué? Ayame, ¿le conoces? —preguntó Shanise, pero Ayame no pudo responder a esa pregunta.

De todas maneras, ya lo hizo Warau por ella:

—Oh, claro que nos conocemos —dijo Warau, dando un paso hacia Shanise y prestándole de nuevo toda su atención—. Nos conocemos de hace mucho, mucho, mucho tiempo... Al menos, yo la conozco a ella.

Ayame entrecerró aún más los ojos. Todo su cuerpo temblando sin control. Recordaba el olor ácido de aquel hombre cuando se inclinó sobre ella para confesarle la muerte de Daruu... Recordaba cómo la había llevado a caballito tras salvarla de la sentencia de Taiho... Recordaba... Recordaba...

—A ti también te conozco, Shanise-chan. Shanise la suplente, el fraude, ¿eh? Lo cierto es que te maté. Kishishishi... Disfruté haciéndolo. ¿Te sentiste bien actuando de escudo humano?

«¿Suplente? ¿Escudo humano?» Se preguntó, sin poder evitarlo.

—¡¡Estás loco!!

KISHISHISHISHI. Cualquiera lo estaría en mi lugar, querida.

Antes de que pudieran hacer nada por evitarlo, Warau echó la pierna hacia atrás y le asestó una brutal patada a Shanise.

—¡Shanise-senpai! —gritó Ayame, y su corazón se descontroló. La energía comenzó a fluír por su cuerpo como un torrente...

Afortunadamente, la genética de la jonin hizo su trabajo y licuó su cabeza en el momento del impacto, minimizando los daños. Sin embargo, aquello no le hizo ninguna gracia a Warau, que tornó su rostro serio de nuevo.

—¡Eres sólo un juguete, compórtate como un juguete y haz que me lo pase BIEN!

—Déjala... —susurró Ayame, cuando Warau se agachó junto a Shanise. Un repentino destello iluminó la noche desde la mano del marionetista, y Ayame abrió los ojos horrorizada cuando escuchó el estridente chillido de los millares de pájaros que parecía haber encerrado entre sus dedos...

—¡¡CHIDORIIIIIIIIIIII!!

«¡¡¡KOKUOOO!!!»

El chakra se desbordó de cada poro de su piel e invadió el aire, calentándolo a su alrededor casi hasta la ebullición. La presión aumentó, y cuando se colocó a cuatro patas, el suelo se fragmentó súbitamente por debajo de ella. De un intenso brillo blanco como la nieve, el cuerpo de Ayame se vio envuelto de los pies a la cabeza y se extendió sobre su cabeza en la forma de cuatro cuernos y por detrás como cinco colas que ondeaban peligrosamente en el aire.

—¡¡¡DÉJALA, WARAU!!! —bramó la bestia, que no dudó ni un instante en abalanzarse sobre el marionetista para cornearlo.






PV:

150/150



CK:

1000/1000



Defensa de 20 PV





• Fuerza: 40
• Resistencia: 40
• Aguante: 40
• Agilidad: 65
• Destreza: 30
• Poder: 50
• Inteligencia: 40
• Carisma: 25
• Voluntad: 15
• Percepción: 45


· Bandana (Frente)
· Portaobjetos (Pierna derecha)




· 40 PV embestida


¤ Capa de Chakra (Versión 2)
- Tipo: Apoyo, Ofensivo
- Requisitos: Ninguno
- Gastos: 27 CK por onda de chakra
- Daños:
  • 12 PV por contacto
  • 40 PV por coletazo
  • 40 PV embestida
  • 45 PV por onda de chakra
- Efectos adicionales:
  • Se accede a la reserva de chakra de la Versión 2
  • +20 a Fuerza, Agilidad, Resistencia, Aguante y Poder
  • Defensa de 20 PV
  • -20 PV/turno en caso de no controlar al bijū
- Velocidad: Muy rápida (onda de chakra)
- Alcance y dimensiones: -
El chakra del bijū se convierte en una forma humanoide que concede al jinchūriki una enorme ventaja en el campo de combate sin liberar por completo a la bestia. Usando el cuerpo del jinchūriki como una especie de endoesqueleto, una capa de chakra puramente blanco lo envuelve. Las manifestaciones físicas del correspondiente bijū que son apenas apreciables en la primera capa se vuelven mucho más nítidas en esta versión, reproduciendo una especie de versión de la bestia en miniatura: la masa muscular se incrementa, y la cornamenta y las colas están claramente definidos ahora. Aunque, dado que el velo de chakra se atañe a la forma del cuerpo de su jinchūriki, las características físicas de este son aún distinguibles.

Al entrar en la versión dos de la capa de chakra se produce una masiva cantidad de chakra que es capaz de formar cráteres por debajo de su cuerpo y destruyendo en el proceso cualquier tipo de restricción que pudiera haber estado impidiendo sus movimientos previamente. Nuevamente se incrementan sus capacidades y la capa actúa como una especie de protección frente a ataques externos.

Entrar en esta etapa, para un jinchuuriki que no ha controlado a su bijuu, significa terminar por cederle el control de su propio cuerpo. Durante este estado, el jinchuuriki no puede utilizar técnicas de su repertorio. A cambio, puede lanzar ráfagas de chakra muy poderosas y acceder a la técnica más destructiva de los bijuu: la bijuudama.

En el momento en el que el jinchūriki le concede el total control de su cuerpo al bijū, su capacidad de distinguir entre amigos y enemigos se desvanece y atacará a cualquier cosa que se interponga en su camino hacia su objetivo. Esta forma acarrea numerosas consecuencias para el mismo jinchūriki también, ya que las propiedades corrosivas del chakra queman su piel. Las habilidades regenerativas garantizan que los daños se vayan curando, pero con el tiempo se va acortando su esperanza de vida por la masiva destrucción y creación de células. En el caso de que el jinchūriki controle a su bijū no sufrirá ninguno de estos daños, y se mantendrá consciente.

Para el jinchuuriki del Gobi que no ha controlado a su bijuu, a medida que va perdiendo el control de su cuerpo, va creciendo en su espalda la quinta y última cola. De formarse la última cola, el usuario moriría y el bijuu saldría al exterior.


[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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#90

Tenía sentido que masterizase primero y dejase a Mogura actuar después, de modo que...

—¡¡¡DÉJALA, WARAU!!!

Warau desactivó su Chidori y rio. La miró, con aquellos ojos fuera de sí y le dedicó la carcajada más siniestra y sádica del planeta. Luego, dio un gran salto y tiró hacia arriba con la diestra. Los hilos que había plantados en la cabeza de Shanise se encargaron de sacarla de tierra justo a tiempo para que la mujer recibiera la cornada de Ayame-bijuu en todo el costado. Shanise salió despedida y chocó en la pared de un edificio, allá al fondo, pasando a toda velocidad por el lateral de Mogura. El impacto liberó una gran nube de humo.

Ayame aterrizó unos metros más adelante, y Warau lo hizo también en el mismo sitio donde había estado antes. Se impulsó para alejarse de la muchacha.

—¡Así que eres tú, eh! ¡¡ERES TÚ!! ¡¡SÍ, JODER!! ¿Sabes? Iba a Reiniciar de nuevo, pero verte aquí, en persona, después de tanto tiempo... Tú, que siempre fuiste intocable. Tú, pequeña niñita.

Sonrió de oreja a oreja. Y se relamió.

—¡ME REVOLCARÉ A TRAVÉS DEL SONIDO DE TUS GRITOS Y LLANTOS DE DOLOR, KISHISHISHISHI!

»Vaaamos... ¿Qué toca ahora? ¿Una Bijuudama? Adelante... Hazle más daño a tus compañeros. Lo estás deseando. En el fondo, eres una ninja de la Niebla Sangrienta.

«Miserable villano...»

Warau se colocó las manos en el pecho.

—Doton: Keijuugan no Jutsu. —Su cuerpo comenzó a flotar. Ascendió hasta una altura de cinco metros y extendió brazos y piernas. Le dedicó una carcajada—. No lo entiendes, Ayame. ¡Estoy a un sólo paso de ser un puto Dios! ¡No voy a dejar que frustres mi mayor sueño ahora que estoy tan cerca! ¡Tan cerca! Todos seréis mis marionetas, ¡mis juguetes! KISHISHISHISHI.



¤ Chakura no Ito
¤ Hilos de Chakra
- Tipo: Apoyo
- Rango: C
- Requisitos: Marionetista 20
- Gastos: 11 CK por conexión
- Daños: -
- Efectos adicionales: Permite mover objetos, articulaciones o incluso una persona entera
- Sellos: Ninguno
- Velocidad: Moderada
- Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo (clavar los hilos), 15 metros de longitud
Técnica que se utiliza generalmente por los miembros de esta brigada para enseñar a sus alumnos a controlar sus marionetas en la batalla. Cuando un alumno adquiere suficiente experiencia es capaz de usar los hilos para más cosas que manejar marionetas básicas. Dado que estos hilos están constituidos a partir de chakra muy concentrado, son visibles para el ojo común. Esto permite desde arrastrar objetos hacia ellos con los hilos, así como empujarlos.

¤ Doton: Keijūgan no Jutsu
¤ Elemento Tierra: Técnica de la Roca de Peso Ligero
- Tipo: Apoyo
- Rango: S
- Requisitos: Doton 80
- Gastos: 26 CK (multiplicable x2) (divide regeneración del chakra)
- Daños: -
- Efectos adicionales:
  • Agilidad +30, todo taijutsu y armas del usuario quitan la mitad de su daño (sin multiplicar)
  • Permite volar a sí mismo o a otros usuarios (multiplicable x2)
- Sellos: -
- Velocidad: Instantánea
- Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Utilizando esta técnica, el usuario es capaz de reducir la gravedad en cualquier objeto a la mitad o incluso a un cuarto de su total. Dado que puede utilizarse sobre cualquier objeto, también puede utilizarse en humanos, aumentando increíblemente su velocidad de movimiento pero disminuyendo el daño de sus golpes físicos y con armas. Esta técnica puede ser utilizada sobre otros ninjas así como sobre uno mismo.

Con un nivel de maestría suficiente, el usuario es capaz de disminuir la fuerza de gravedad hasta tal punto que es capaz de levitar, volar e incluso maniobrar en el aire.
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