21/01/2020, 00:51
—¡Perfecto, entonces! —que rápido se había librado del marrón. Ni siquiera había dejado que ella decidiera. Como si le hubiera quitado un peso enorme de encima—. Yuuna, enviaré algún shinobi a buscarte mañana para comenzar con los interrogatorios. Confío en ti, pero en esta época oscura tenemos que comprobar todo. Tómatelo como un mero trámite.
—No pasa nada, de verdad... lo entiendo.
—Venga, marcháos. Reiji, enséñale la Villa, explícale nuestra historia. Si quiere ser una uzujin... tiene que empezar a aprender. Bueno, pues ahora sí. ¡Ya hablamos, Reiji-kun! Marcháos.
Ahí tenía razón. No iba a negarlo. Aunque quizás no habían elegido al mejor profesor del mundo. Que desastre.
Lo peor es que nos siquiera me dejaron darle las gracias a Hanabi por todo. Eso si, tampoco opuse resistencia a que Yuuna me sacará de allí.
—¿A tu casa, en serio, Reiji? —bueno, teóricamente no.—. ¿Y qué vas a hacer, explicarles que te has traído una novia del País del Hierro? ¿Tus padres conocen a la otra chica? Digo yo que tendrás que arreglar eso primero, ¿no?
Valiosa lección. El valor solo causaba problemas. Por que a ver cómo salía yo de ese marrón ahora. Y no era un marrón pequeñito, no señor. Era un marrón gigante. Estaba de mierda hasta el cuello. Podía sentir el filo de espada rebanandome el puescuezo.
— Calma, por favor, dejame explicarme poco a poco. Pero salgamos de aquí, mientras te lo cuento.
La muerte llegaba tarde o temprano. Pero al menos moriría feliz. Supongo. En este caso fui yo el que la arrastró fuera del edifico del Uzukage.
—Para empezar, no vas a vivir en mi casa, ni en casa de mis padres. Esto es mas difícil explicarlo que enseñártelo, pero lo intento. — aunque en algún momento iba a tener que aparecer por allí. — Vivo en una casa bastante grande que tiene cuatro edificios. La casa principal, donde vive mi familia y los sirvientes, una casa para invitados, un dojo y la forja de mi padre. La casa de invitados esta separada de la casa principal por el jardín.
La verdad es que, era todo demasiado ostentoso. Pero bueno, lo dicho, no iba a vivir literalmente en mi casa. Era como vivir... Bueno, en la casa de en frente. Cruzando la calle, vamos.
—Aunque los conozco y se que no van a poner pegas aunque les diga literalmente que me he traído una novia del hierro, también es una orden del Uzukage, y tendrían que aceptarla.
Ahora venia la parte difícil. La mas dura. La mas complicada. Mi sentencia de muerte.
—Y si, ellos conoces a la otra chica, por que ella es... — Aquello costaba mucho mas de lo que pensaba. Muchísimo. Pero oye. La sinceridad por delante. Nada de mentiras. —Ella es la hija de los sirvientes... Así que para resolver ese asunto, pues también tengo que llegar a casa
Que fuera lo que dios quisiese. Yo había sido sincero. Lo mas sincero posible del mundo. A veces era mejor no serlo, omitir cosas, detalles. Quizás me hubiese venido bien.
Pero quería a Yuuna, mucho mas de lo nadie podría imaginarse. Y quería ser completamente sincero con ella. No quería una relación basada en mentiras.
—No pasa nada, de verdad... lo entiendo.
—Venga, marcháos. Reiji, enséñale la Villa, explícale nuestra historia. Si quiere ser una uzujin... tiene que empezar a aprender. Bueno, pues ahora sí. ¡Ya hablamos, Reiji-kun! Marcháos.
Ahí tenía razón. No iba a negarlo. Aunque quizás no habían elegido al mejor profesor del mundo. Que desastre.
Lo peor es que nos siquiera me dejaron darle las gracias a Hanabi por todo. Eso si, tampoco opuse resistencia a que Yuuna me sacará de allí.
—¿A tu casa, en serio, Reiji? —bueno, teóricamente no.—. ¿Y qué vas a hacer, explicarles que te has traído una novia del País del Hierro? ¿Tus padres conocen a la otra chica? Digo yo que tendrás que arreglar eso primero, ¿no?
Valiosa lección. El valor solo causaba problemas. Por que a ver cómo salía yo de ese marrón ahora. Y no era un marrón pequeñito, no señor. Era un marrón gigante. Estaba de mierda hasta el cuello. Podía sentir el filo de espada rebanandome el puescuezo.
— Calma, por favor, dejame explicarme poco a poco. Pero salgamos de aquí, mientras te lo cuento.
La muerte llegaba tarde o temprano. Pero al menos moriría feliz. Supongo. En este caso fui yo el que la arrastró fuera del edifico del Uzukage.
—Para empezar, no vas a vivir en mi casa, ni en casa de mis padres. Esto es mas difícil explicarlo que enseñártelo, pero lo intento. — aunque en algún momento iba a tener que aparecer por allí. — Vivo en una casa bastante grande que tiene cuatro edificios. La casa principal, donde vive mi familia y los sirvientes, una casa para invitados, un dojo y la forja de mi padre. La casa de invitados esta separada de la casa principal por el jardín.
La verdad es que, era todo demasiado ostentoso. Pero bueno, lo dicho, no iba a vivir literalmente en mi casa. Era como vivir... Bueno, en la casa de en frente. Cruzando la calle, vamos.
—Aunque los conozco y se que no van a poner pegas aunque les diga literalmente que me he traído una novia del hierro, también es una orden del Uzukage, y tendrían que aceptarla.
Ahora venia la parte difícil. La mas dura. La mas complicada. Mi sentencia de muerte.
—Y si, ellos conoces a la otra chica, por que ella es... — Aquello costaba mucho mas de lo que pensaba. Muchísimo. Pero oye. La sinceridad por delante. Nada de mentiras. —Ella es la hija de los sirvientes... Así que para resolver ese asunto, pues también tengo que llegar a casa
Que fuera lo que dios quisiese. Yo había sido sincero. Lo mas sincero posible del mundo. A veces era mejor no serlo, omitir cosas, detalles. Quizás me hubiese venido bien.
Pero quería a Yuuna, mucho mas de lo nadie podría imaginarse. Y quería ser completamente sincero con ella. No quería una relación basada en mentiras.