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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Si habían formas de molestar a una persona, Datsue probablemente se las conocería todas, pues en poco tiempo había acabado con la paciencia de la pecosa, quien estaba acostumbrada a recibir malos tratos y ser tratada como alguien inferior, alguien prescindible, pero este shinobi lograba sacar lo peor de ella. Su lado agresivo había salido a flote por un momento, había logrado asestar un golpe sumamente fuerte en el cuello de otra persona que… De no ser porque se trataba de otro shinobi, podría haberle roto el cuello, podría haberle matado literalmente, pero la chica no tuvo tanta suerte.

«¿Quién me manda? »Se preguntaba la rubia mientras doblaba una tela que había lavado el día anterior. Había dejado que se secase toda la noche ocupándole la pequeña cuerda que tenía para colgar su propia ropa. En otras palabras, ayer no había lavado nada de lo propio por dejar que aquella capa se secase lo antes posible.

¿Pero por qué tanto drama? Esa capa era de aquel que la había dejado vulnerable por varios minutos, completamente inmovilizada por obra de un jutsu que deberían de prohibirle por lo peligroso que podría resultar. ¿Qué hubiese pasado si en lugar de un lugar dentro de la aldea la hubiese paralizado en algún otro lugar? Mil situaciones posibles se dibujaban en la mente de la pecosa, pero nada ocurrió y podía ir agradeciendo a tal cosa.

El día era simplemente horrible. El cielo estaba cubierto por unas espesas nubes negras de tormenta. Era de día, pero si uno se asomaba por la ventana podría asegurar que era medianoche. Llovía a cántaros, de vez en cuando algún destello iluminaba los cielos y… En definitiva, era el clima perfecto para una historia de terror.

Lo que tocaba a la Kageyama podría ser catalogado como tal cosa, un cuento de terror, de esos que se narran a los críos para darles unos buenos sustos.

Terminó de doblar la capa, la envolvió en una bolsa plástica bien perfumada y prolija y luego… Procedió a vestirse como una persona normal, hasta el momento había estado en pijama y no se aparecería así por la vivienda del Uchiha. Definitivamente no sería una buena idea.

Las heridas que se había llevado en su último encuentro con su vecino ya habían sanado en mayoría, su brazo seguía teniendo un leve tinte rojizo pero nada grave, palabra de los médicos. Ya ni siquiera le hacía falta una gasa por lo que pudo vestirse como normalmente haría.

Para este día se vistió con una playera de mangas largas y cuello alto, un pantalón largo del mismo color, un top verde esmeralda con franjas negras en los laterales, una falda morada con un adornado similar al del top. Y finalmente se calzó unas botas negras que le llegaban casi hasta las rodillas. En la cabeza se anudó la bandana shinobi a modo de vincha y su cabello pareció aumentar en volumen casi como por arte de magia, aunque el flequillo de la chica seguía siendo tan irregular como de costumbre.

Con todo listo, la pecosa salió de su departamento y se cruzó hasta la puerta de al lado, donde tocaría pausadamente con el paquete en la otra mano. Esperando pacientemente a que el dueño de la vivienda abriese, pues llevaba en claro que a esas horas de la tarde el chico estaría despierto y por lo general no salía de casa, menos saldría un día lluvioso —eso deducía ella—, a no ser que le dieran ganas de irse a trabajar, o estafar a alguien, a saber.

«Abre la puta puerta »pensaba mientras esperaba de brazos cruzados y con su peso depositado sobre la pierna izquierda mientras que la derecha levemente flexionada no paraba de moverse como si la chica tuviese un ligero ataque de ansiedad.
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#2
5 de Viento Gris del 217


Dale a un cantautor un día de lluvia, un recuerdo que despierte su nostalgia, y un vaso de cerveza, y te compondrá una canción que haría llorar hasta a los amejines. A Datsue le faltaba la cerveza, así que seguramente su canción no lograría conmover el frío y duro corazón de aquellos rudos shinobis, pero se conformaría con que sí lo hiciese con el resto.

Afinó una cuerda del shamisen, y una vez conforme dejó que el bachi rasgase las cuerdas, arrancándole notas musicales que invitaban a la melancolía. Sumido en su mundo, la letra de la canción que estaba componiendo iba tomando más y más forma en su cabeza.

¡Mi primera vez fue…!

Toc, toc, toc

… interrumpido, como lo había sido el comienzo de la canción. ¿Sería aquello una señal del destino? Y si lo era, ¿qué quería indicarle con eso? Sacudió la cabeza y farfulló en voz baja, malhumorado, dejando el shamisen sobre el sofá y acercándose a la puerta.

Como había hecho con Nabi el día anterior, echó un vistazo por la mirilla…

…solo para entonces descubrir que el temor por el que se había estado tomando tantas preocupaciones estaba al otro lado de la puerta.

¿Qué quieres? —preguntó, desde el otro lado, intentando que no se notase el leve temblor en su voz. ¿Acaso había venido a ajustar cuentas? ¿Qué otra cosa sino? Trató de fijarse más a través de la mirilla, y en lugar de una katana, que era lo que esperaba encontrarse, vio que llevaba un paquete en una mano. Abrió los ojos como platos. «¿¡Una bomba!? O, acaso... ¿Los medicamentos?»
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



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#3
Poco le importaba si realmente interrumpía algo, así fuese importante o no, Koko iba a devolver aquella nefasta capa así tenga que tirar abajo la puerta para solo dejarla al otro lado del umbral y ya.

Pero cuando estuvo dispuesta a… Tocar nuevamente, una voz, que sonó un tanto extraña en comparación de lo normal, pero aquello no le importaba a la kunoichi.

—Traje tu capa —respondió con una alegre sonrisa dibujada en el rostro y levantando un poco la bolsa para que el shinobi pudiese verla a través de la mirilla.

A simple vista parecía que la primera Koko que Datsue vio había regresado, como si aquella fémina sufriese ciertos problemas de personalidades pero… Simplemente quería librarse de aquella prenda de una vez por todas y siendo cordial lo lograría lo antes posible. «Venga, antes de que lleguen Hideo y Noemi »pensaba algo impaciente.

Era una lástima que el clima le estuviese jugando en contra, como si pretendiese sacar a la luz el verdadero estado de la kunoichi con aquellos relámpagos que por segundos la hacían ver como una muy tétrica silueta vagamente alumbrada desde algún costado.
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#4
«¿La… capa?»

El recuerdo de él cubriéndola con la túnica acudió de pronto a su mente. Lo había hecho justo antes de abandonarla en la playa. Sin embargo, ¿realmente quería devolvérsela? ¿O era una trampa? ¿Un cebo? A través de la mirilla pudo ver como Koko sonreía. Una sonrisa alegre… tan alegre como podía tenerla una sociópata, porque justo en ese momento un relámpago cayó y desdibujó su sonrisa en una mueca macabra, recordándole a una psicópata.

«¡La madre que me…!» Se echó hacia atrás, con el pulso acelerado y la piel de gallina.
«Vamos, ¡tranquilízate! Que es la novia de Akame. Él no estaría con una asesina fría y sanguinaria» Nada más pensarlo, se dio cuenta de la estupidez que se había dicho mentalmente. ¡Pues claro que estaría! ¡Él era el shinobi más frío y profesional de todo Oonindo!

Tragó saliva.

¿Y mis… y mis medicinas? —preguntó, todavía sin abrir la puerta.
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#5
Los rayos y relámpagos del cielo no la ayudaban para nada, es más, le resultaba molesto que justo el día en que se le ocurrió devolver aquella prenda se haya puesto así el clima, pero no hay más remedio, no podía ir y modificar el ambiente según se le antojase —lamentablemente—.

—¿Crees que en tan poco tiempo puedo hacerme con algo ilegal como eso? —le respondió manteniendo un alegre semblante—. Recuerda que también que el otro día me lo pasé en el hospital y cuidando la quemadura que me hiciste.

A pesar de estar recordando algo no muy alegre, ella parecía aún feliz. ¿Por qué? Pues para ganarse un mínimo de la confianza ajena y que le abra la puta puerta.
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#6
«Está bien, Datsue, tranquilízate. Es solo una gennin, ¿de acuerdo? Fuerte a distancias cortas, pero floja en cuanto hay más de cinco metros de por medio. Tú mismo la viste. Y no era más rápido que tú, no señor. No lo era»

Datsue se repitió aquellas palabras mientras abría el primer cerrojo. Y se las repitió una segunda vez cuando abrió el segundo. Luego, como pensó que con simples palabras no solucionaría nada, se selló una técnica en el cuerpo. La precaución primero y siempre, como solía decir. Por eso le llamaban Datsue el Intrépido. Porque había sobrevivido hasta entonces gracias a su prudencia para que se lo pudiesen seguir llamando, en vez de estar pudriéndose en algún agujero con una triste lápida encima.

Entonces descorrió el tercer cerrojo, y abrió la puerta con lentitud.

Por eso mismo lo decía —respondió—. Estando en el hospital, hubiese sido tu oportunidad perfecta para hacerte con él…

Datsue vestía de forma simple: una bata por encima, abierta, que dejaba entrever una camiseta gris de tiras. Debajo, un pantalón gris, tipo chándal y muy holgado en la entrepierna. Estaba descalzo, y el pendiente en la oreja derecha desprendía un tenue brillo cada vez que un nuevo rayo caía.
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#7
No recibió una respuesta inmediata, pero pronto se pudieron escuchar los ruidos de cerrojos, presuntamente instalados por Datsue, a saber cuándo y por qué motivos, cosa que realmente debería de plantearse o tal vez… Podría irse a vivir a otra parte, lejos de aquel shinobi tan molesto.

Tras escuchar tres ruidos similares y que la puerta pronto comenzara a abrirse muy lentamente, escuchó finalmente una especie de respuesta a su pregunta. Lo cual tenía cierto sentido, de no ser porque la pecosa no pensaba jamás conseguirle dichas drogas.

—Créeme que ser paciente es el peor de los escenarios para conseguir ese tipo de medicina —le respondió manteniendo su semblante inmutable—Toma.

Al decir aquello de forma tan seca, la rubia extendió el brazo con la bolsa, ofreciéndosela. Esperaba que terminase pronto con aquello o de lo contrario, tanto Hideo como Noemi la verían y… Dicho sea de paso, aquellos dos ya estaban subiendo las escaleras del edificio rumbo a la habitación de la Kageyama.
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#8
¿Era su impresión o… Koko le estaba dando largas respecto a la medicina? Largas con una sonrisa en el rostro y muy buenos modales, pero largas al fin y al cabo. ¿Cómo ser paciente iba a ser el peor de los escenarios, cuando precisamente podías pedir que te sedasen por el dolor de las quemaduras?

Datsue miró la bolsa que le ofrecía, y volvió a mirarla a ella. No se fiaba. ¿Era aquello realmente su túnica? ¿O había algo más en su interior? Su mano no se alargó para recogerla.

Espero que no me estés dando largas… —Datsue se dio cuenta que aquello sonaba a amenaza, y quiso solucionarlo de inmediato—. Me diste tu palabra, Koko. Un ninja que no cumple las promesas que hace a sus compatriotas es… —silbó levemente—, bueno, creo que ya conoces la palabra.

Iba a añadir algo más, pero entonces escuchó pasos por las escaleras. ¿Subirían hasta el noveno piso? ¿O se quedarían en alguna planta intermedia?
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#9
Koko había hablado, intentaba ser lo más agradable posible, pero justo después, Datsue le habló de una manera que hizo que su cordial sonrisa se tornase en una un tanto macabra, al menos hasta que el chico decidió enmendar su error, entonces volvió a ser alegre e inocente.

—Y tú, a pesar de prohibir los sellos explosivos fuiste incapaz de comprender que no quería explosiones de ningún tipo en el entrenamiento —le respondió tan alegre que casi pareció cantar.

Mantenía el brazo extendido, con la bolsa tan cerca del contrario como su extremidad se lo permitía pero… A pesar de todo, el dueño de la prenda se negaba a tomarla.

Lamentablemente, con tantos contratiempos, los hermanos de la pecosa pronto llegaron al noveno piso del edificio, quedaba muy poco para quedarse expuesta ante ellos y… Lo único que pudo hacer en ese preciso instante la Kageyama fue chasquear la lengua al mismo tiempo que desvió levemente su mirada a un lado, aunque ahora se mostraba algo irritada.

Aun así, aquel gesto duró un parpadeo, pronto regresó a mirar a Datsue con su alegre sonrisa. «Toma la puta capa »decía amenazante, pero en su cabeza.
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#10
Ah, ahí estaba: el rencor, el resentimiento por haber usado un clon explosivo. Por un momento, la fachada que mantenía de que nada le afectaba y todo le parecía bien se había resquebrajado. Un simple instante en el que su verdadero ser salió a la luz, formando una macabra mueca en su rostro.

«Por los Dioses… Es como esas leyendas urbanas que hay… ¡Es una Joro-Gumo! ¡O una Nure-onna! O… O… ¡O una Kuchisake-onna! ¿Debería avisar a Akame?» Un sudor frío recorrió su espina dorsal. «O quizá solo sean los relámpagos, que crean sombras donde no las hay y te están jugando una mala pasada. ¿Cómo va a ser una kunoichi de Uzu un demonio? Pero joder, se comporta de forma tan rara… Tú sigue actuando normal, no vaya a ser…»

E-eso fue una confusión —se excusó finalmente—. Dijiste que no se podían usar sellos explosivos, pero sí ninjutsu. Además, creo que quedamos en paz cuando casi me decapitas con ese golpetazo. Pero la apuesta… Diste tu palabra. Si vas a faltar a tu honor como kunoichi… —se encogió de hombros—, tú misma. Pero dímelo y así miro yo por otras… vías.

Datsue seguía haciendo caso omiso a la bolsa.
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#11
Ese ínfimo instante en que la mueca de la kunoichi se deformó fue suficiente para que el shinobi que se hallaba justo delante suya sacara un buen par de conclusiones, aunque todas fueron formuladas en su cabeza por lo que la chica nunca se dio por enterada de que la compararon con varios demonios de distintas formas y tamaños.

—¿Hablas de honor? —le dijo permitiendo que su rostro adquiriese una mueca algo más tétrica—. ¿Justo aquél que me pidió que le consiga algo ilegal? —concluyó para que justo después un relámpago la iluminase una vez más acrecentando lo atemorizante que podía verse aquella joven.

Realmente le importaba poco lo que Uchiha Datsue pudiese pensar de ella, después de todo había tenido varios problemas con él, incluyendo también el asunto de su hermana y para qué nombrar la dichosa revista… Si ese chico había sido de todo salvo un buen compañero.

—Venga, tómala y dejo de molestar —le espetó, moviendo de forma algo brusca el brazo para indicarle que debía de tomar el bendito paquete de una vez por todas.

Pero justo en ese preciso instante, Noemi llegó, siendo cargada a caballito por su hermano mayor, Hideo, lo que le aseguraba una visión perfecta desde la altura ya que su montura no era ni más ni menos que un hombretón sumamente musculoso y con más de dos metros de altura. Era en otras palabras imponente, mientras que la Sakamoto viajaba cómodamente a la espalda del mastodonte.

—No sabía que él era tu vecino —dijo la chica con una mueca de desprecio.

La Sakamoto ese día iba vestida con un kimono, bastante elegante si vamos al caso pero la parte del pecho iba bastante abierta, dejando ver el envidiable busto de la fémina sin mencionar que el obi se encargaba de ajustar la prenda para que marcase perfectamente las exuberantes curvas de su portadora.

—Ajá… ¿Y entonces? —dijo el grandulón sin comprender absolutamente nada de lo que ocurría.

Este iba vestido con un yukata bastante sencillo, pero con gasas que le envolvían buena parte del torso. La prenda era completamente negra con bordes blancos y ya, no había mucho que remarcar en él salvo que compartía ciertos rasgos con el resto del clan como los cabellos rubios y ojos claros, en su caso eran celestes. Aunque él a diferencia de casi todos los demás en el clan, parecía más bien un guardaespaldas que un príncipe ya que tenía el cabello bien rapado y su rostro parecía el de un hombre bastante duro en comparación con algunos de sus hermanos.

Koko ni siquiera supo si era necesario voltearse, solo quería que el Uchiha delante suyo tomase la bolsa y cerrase para poder retirarse a su departamento junto a sus hermanos.
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#12
—¿Hablas de honor?

Y ahí volvía otra vez. Esa mueca macabra, ese reflejo del inframundo que hacía ponerle los pelos de punta.

—¿Justo aquél que me pidió que le consiga algo ilegal?

El Uchiha frunció el ceño, confuso.

No sé qué tiene eso de contradictorio —le rebatió. Tampoco es que le pusiese pegas cuando se lo propuso, que él recordase. «Bah, simplemente está poniendo excusas. Se ve que tendré que conseguírmelo por mi cuenta…»

Sin embargo, algo ocurrió. Algo que podría cambiar los acontecimientos de aquella indecente… apuesta. Noemi surgió de pronto de entre las escaleras, como una Señora Feudal llevada en una litera por sus esclavos. Solo que allí solo había un posible esclavo, un enorme gorila que usaba su espalda como silla. Y es que aquel hombre era tan alto que al Uchiha le sacaba por lo menos dos cabezas, y sus brazos, gruesos como troncos, eran casi tan anchos como la espalda del propio Uchiha.

Noemi habló, y Datsue le notó la voz distinta. Como más… ¿apagada? No pudo fijarse —para desgracia de su vista— en el habitual escote que solía llevar, debido a que encima de aquel hombretón estaba mucho más alta que él, pero sí quiso posar sus ojos en… su brazo. O en donde debía estar su brazo, más bien. Había oído que aparte de la pierna, también le faltaba otra extremidad. Luego, consciente de lo grosero y maleducado que sería si le cazaban, volvió a fijar su mirada en los ojos de ella.

Me alegra volver a verte, Noemi —¿Lo hacía? El Uchiha tenía demasiados sentimientos encontrados al respecto.

—Ajá… ¿Y entonces? —La voz de aquel grandullón le hizo cuadrarse. ¿Quién demonios era? ¿Un simple sirviente? Por sus pintas, no lo creía. Más bien, ahora que se fijaba… tenía los rasgos característicos de un Sakamoto. «Y tiene toda la pinta de ser jōnin»

Lo siento, señor. Creo que no nos han presentado —se adelantó un paso y le ofreció la mano—. Uchiha Datsue. Ya sabe… el que libró a la Villa de la tiranía de Zoku. —Datsue era conocedor, como la mayoría en la Villa, de que los Sakamoto no se llevaban pero que nada bien con Zoku, incluso antes de que éste se revelase como traidor. Esperaba que el hecho de haberle matado le diese algunos puntos… en compensación por el resto—. Koko y yo estábamos hablando de… Bueno —la miró un segundo. Todavía no había cogido la maldita bolsa—, una promesa que me hizo el otro día.
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#13
Una vez más, Datsue se hacía el desentendido, cosa que ya le patinaba a la pecosa y no iba a dedicarse a discutirle por más tiempo. Quería irse, pero lamentablemente sus hermanos llegaron y Noemi muy probablemente iba a querer dedicarle un par de comentarios de todo menos agradables, aunque se estaba conteniendo por lo visto.

La Kageyama simplemente suspiró, se apartó un par de pasos y ubicó a un lado del mastodonte mientras que Datsue entablaba conversación con este último.

—Sakamoto Hideo —se presentó al mismo tiempo que se ponía de cuclillas bajando con extrema delicadeza a Noemi, quien se apoyaría en Koko para mantener el equilibrio—. He oído hablar de ti —dijo enderezándose para después estrecharle la mano al chico, con firmeza, pero sin ánimos de lastimar—. Así como sé que fuiste tú uno de los que se encargaron de Zoku, también sé otras cosas que no me agradan. Pero no te preocupes, la mitad de estas cosas me dan igual hasta que…

Mientras el grandulón hablaba, ya erguido y de paso cruzado de brazos. Koko y Noemi cuchicheaban por lo bajo, poniéndose al tanto del motivo principal por el que la pecosa había estado delante de la puerta del Uchiha.

—Me dejó paralizada en la puta playa con un pezón casi al aire y encima pretende que le consiga drogas del hospital —dijo Koko.

—Te dije que es un maldito, te tienes que mudar antes de que meta alguna mierda ilegal en tu casa y te acuse de algo —respondió muy convencida la Sakamoto.

—Para serte franco, no sé qué pensar de ti —continuó el mastodonte, dirigiéndose a Datsue—. Obviamente, yo y el resto del clan te agradecemos por lo que hiciste pero lo que mi familia me ha contado de ti no es muy ”agradable”, quiero decir, ¿qué es eso de tirarle piedras por la espalda a tus compañeros o intentarles estafar? También esa revista que rondaba por el valle de los dojos, tengo en claro que eres ese mismo Datsue y no me agrada en lo más mínimo lo que hiciste a mi hermana, indistintamente de que hayas querido ensuciar la reputación de Noemi usando la imagen de Koko, es… No me gusta en lo más mínimo —el tono empleado por el jounin dejaba en claro que estaba indignado de saber que uno de los héroes de la villa era alguien algo… Ruin, al menos a ojos del clan—. En situaciones normales todo el clan te hubiese apoyado incuestionablemente pero con tus antecedentes es bastante complicado que se haga algo, incluso hasta el día de la fecha siguen debatiendo si ofrecerte ayuda incondicional o no, ¿entiendes?

Convengamos que la palabra con mayor peso para el mastodonte Sakamoto era justamente la de su familia, y considerando la confianza ciega que tiene en el clan era muy difícil que le convencieran de algo que contradijera a alguno de los suyos.
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#14
Sakamoto Hideo. Así se llamaba el fortachón. Miembro de la familia Sakamoto, justo el hombre que necesitaba. Porque las hermanas… Bueno, las hermanas estaban como siempre. Datsue no logró distinguir qué cuchicheaban entre ellas, pero no le costaba imaginárselo. Una estaría inventándose alguna cosa sobre él, como acostumbraba a hacer; y la otra… bueno, se imaginaba que le estaría relatando lo que había pasado en la playa… aunque a su modo, como también acostumbraba a hacer. Recordaba cómo Koko le había dicho, meses atrás en el Valle de los Dojos, como él y su hermana eran tan parecidos por ese orgullo que ambos poseían. Iluso de él, se había creído que ella era distinta… pero estaba descubriendo que ni mucho menos. No, cuanto más conocía de ella, más pensaba que era igual de orgullosa y rencorosa, solo que lo camuflaba con una sonrisa afable, en vez de explotar como él y su hermana hacían. «Eso o es una mujer-demonio… No hay más explicaciones posibles», pensó, tozudo como una mula.

Pero dejó aquellos pensamientos a un lado. Había conseguido captar la atención de Hideo, y pese a que el mastodonte tenía sus recelos para con él, tampoco se había cerrado en banda. Aunque sus pillerías, obviamente, no le habían gustado un pelo. Incluso le acusó de intentar estafarlas. Datsue miró confuso a las dos hermanas. ¿Cuándo demonios había él tratado de estafarlas? «Ya están otra vez inventándose cosas, joder… Como si no fuese suficiente lo que realmente ya hice mal»

Sin embargo, algo más llamó su atención. Hideo aseguraba que en la familia habían estado debatiendo sobre ofrecerle ayuda. Ayuda incondicional. Pero, ¿ayuda sobre qué? Había deducido que Koko todavía no les había contado nada sobre su petición. ¿Se había equivocado? ¿O se refería a otro tipo de ayuda?

Hideo-senpai, agradezco su sinceridad —dijo, e hizo una leve reverencia con la cabeza—. Cometí errores en el pasado, lo sé. Por aquellos tiempos… era un crío. Sé que no es excusa, pero era de sangre caliente y me dejaba llevar. Una vez ayudé a una persona, cuando nadie más estaba allí para ayudarla… y a cambio recibí acusaciones muy feas. Por eso lancé una piedra a su espalda… Aún así, sé que estuvo mal. Hoy en día no lo hubiese hecho —confesó, mirando al suelo, como avergonzado—. Respecto a estafar a compañeros… Bueno, no sé quién le habrá dado esa información. —Hizo un esfuerzo titánico para no mirar de reojo a Noemi—. Pero no es verdad —dijo de forma contundente. Suficiente tenía con las demás acusaciones como para que aun por encima le encasquetasen una que no era. ¿Estafar a extranjeros? Cada vez que se le presentaba la oportunidad. ¿A los propios camaradas? No recordaba haber hecho algo tan estúpido y peligroso para su salud—. Y lo de la revista… —se aclaró la garganta—. No hay excusa posible. Solo puedo decir que… impedí que saliese a la luz también en la Villa, una vez me di cuenta de mi error. Pero fue algo terrible, lo sé. No hay excusa. No la hay.

»Pero quiero que sepa que soy un hombre distinto ahora. Verá… cuando volví con Zoku, y vi todo el caos que había en la Villa… Me di cuenta de lo que verdaderamente importa. Nosotros —afirmó, y se llevó un puño al pecho—. Estar unidos, eso es lo que importa. Ayudarse los unos a los otros, aunque nos caigamos mejor o peor. Porque al final somos todos una gran familia. Solo lamento… no haberlo aprendido antes.

Ciertamente tenía que mejorar el discurso en algunas cosas, especialmente en las frases finales... pero para haberlo improvisado todo de una tacada no le había salido tan mal. Pero que ni que tan mal. O eso, al menos, creía el Uchiha.
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#15
Al final, no había buenos motivos para que aquellas dos chicas siguieran allí, cogiendo algo de frío y estando paradas fuera cuando podrían estar bien cómodas dentro del departamento así que luego de una señal de Koko dirigida a Hideo, ambas rubias se metieron al departamento y cerraron la puerta, aunque no con llave ni similares.

El mastodonte por su parte suspiró pesadamente y se llevó una mano a la sien. Obviamente no se había tragado la mitad del discurso de Datsue.

—Estas son las cosas que tienen a media familia dudando de ti, las mentiras, estoy intentando hablar en buenos términos contigo y me vienes con un discurso ensayado, quiero decir, se nota a leguas que ese no es tu vocabulario habitual. Puede que sea porque estás delante de un shinobi superior a ti en rango pero… ¿Qué ganas en este preciso momento mintiéndome? —a pesar de ser consciente de que le habían mentido, no se mostraba enojado, más bien dolido porque no le tomaban en serio.

Algo curioso de aquel hombre, era que siempre prefirió ser tratado como a un igual que como a un superior, siempre y cuando no se aprovechen de la confianza ciega que deposita en sus compañeros y por encima de todo, sigue siendo alguien muy humano, a pesar de ser un Sakamoto y haber sido criado como el resto bajo la ideología de supremacía, él era humilde y se preocupa muchísimo más por mantener buenas relaciones con tantos compañeros como le sea posible que por seguir los ideales del clan.

Por eso le dolía más que lo que molestaba que aquel Uchiha le mintiese en la cara de semejante manera.

—A ver… Conozco una versión de los hechos sobre lo que te pasó con Noemi, sé que le lanzaste la roca a ella y que le diste en la nuca. Lo que no sé es por qué intentaste manchar su nombre con aquella revista, ¿por qué? ¿Qué pasó el día que le arrojaste la piedra? ¿Tanto te molestó como para que quisieras manchar su reputación? —Con aquellas preguntas, si algo podía sacar Datsue, era que el grandote no estaba al tanto de algo ocurrido poco después de la muerte de Haskoz, durante una noche de borrachera de una de sus hermanas.

—Respecto de la estafa a tus compañeros, intentaste meter en una apuesta bastante extraña a mi hermana en el valle de los dojos, y las apuestas son algo que nosotros los Sakamoto no contemplamos sin importar las circunstancias. Pero da igual, la revista es algo que me dolió bastante, ¿sabes? Fue casi como un golpe indirecto hacia mí, de parte de alguien a quien ni siquiera le vi la cara —mientras hablaba, el hombre rebuscó entre sus bolsillos hasta que dio con un pergamino, uno el cual extendió y del cual con algo de chakra logró extraer algo—. Simplemente no entiendo cómo se te pudo ocurrir hacer algo así, así te hayas arrepentido, ¿por qué mostrarle a todo el mundo un momento íntimo entre dos compañeros? Yo es que no lo entiendo para nada.

Al terminar de hablar, al fin mostró a Datsue lo que había sacado del pergamino. La revista, aquella que pasó por debajo de la puerta de Koko y que había llegado a sus manos de alguna manera. ¿Cómo? A estas alturas solo se podía sacar una sola conclusión.
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