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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
El desierto, el único lugar dónde probablemente el invierno era recibido con inusual alegría. Lluvias escasas que se antojaban cómo un mito para los habitantes del País del Viento, en contraparte a la tierra de natal dónde provenía nuestro querido Yotsuki. "Aunque el aire sigue estando algo seco en este sitio." No eran copiosos chubascos, pero al menos los secos riachuelos fluían nuevamente hasta que las nubes se marchasen una vez más.

—Muchachito, ¿qué eres tú para Shishio exáctamente?— Interrumpió una voz, proveniente de un señor ya avanzado de edad montando en el caballo que arrastraba la carreta en la que iba montando el joven de Amegakure.

—Tsk— Chasqueó la lengua ante la incomodidad que le generaba la curiosidad del cochero. —Soy su recadero— mintió —¿Por qué la pregunta?— le devolvió la incógnita mientras se ajustaba la larga capa de viaje de color crema que llevaba para el viaje.

—Eres muy joven, ¿por qué Shishio no vino personalmente este año?— Insistió nuevamente el anciano.

—El viejo ya está muy viejo, valga la redundancia— Se quitó la pedrada mientras movía la mano para restarle importancia.

El conductor suspiró mientras halaba las riendas de su corcel para que este apremiara el galope, estando a las entradas de uno de los tantos poblados qué habitaban aquel mar de arena.

"¿Qué negocios tienes en este lugar, abuelo?" Varias imágenes inundaron entonces su mente.

Días antes...

—Rōga, tengo un encargo de extrema importancia para ti.

—¿Huh? ¿Es una misión?, por qué si no es así no me interesa. Ya he perdido demasiado tiempo en mis últimos viajes al País de la Tierra.

—Has desperdiciado el tiempo porque has querido, tu padre te ha malcriado y por ello no tienes una mínima pizca de responsabilidad. Pero esto se acaba hoy, porque si me fallas te juró que haré que lo lamentes—. Amenazó con especial énfasis.

—¿P-pe-ero qué mosco t-te picó abuelo?— Dijo con la voz algo temblorosa, pues era distinto a todas las veces qué le regañó con anterioridad. El anciano tenía un semblante sumamente solemne.

—Escucha: Debes ir al País del Viento en búsqueda de una ciudad llamada Shirotora, este es un mapa de la zona—. Le lanzó un pergamino entre las manos. —En esa ciudad vive un conocido mío, su nombre es Reisei Kawaraga. Quiero que lo encuentres y qué le des este viejo mapa, además de qué le des mis disculpas por no ir a verlo personalmente cómo acordamos. Una vez lo encuentres, él será el encargado de darte las instrucciones de lo que debes hacer—. Remató mientras escondía sus brazos dentro de sus mangas.

—Oye, ¿crees que puedes mandarme a lugar más inhóspito del planeta así cómo así sin saber para qué?— Se quejó con desaprobación.

—Cállate, además es mejor que no lo sepas. Quiero además que evites mencionar que eres mi nieto.

—Me esperaba que dijeses "qué eres shinobi" al final de la oración. No pensé que tú fueras de los que traman cosas a espaldas de los demás.

—No curiosees, niño, tiempo al tiempo. Además, tienes la mala costumbre de fanfarronear y montar escándalo. Si no quieres decir que eres un ninja de Amegakure, no lo hagas, pero es mucho más importante que no sepan tú apellido. ¿Correcto?— Lanzó una última mirada fulminante.

—Relájate viejo, yo me encargo....

... Actualmente

"Parece que el anciano se labró reputación en este sitio y me toca averiguar porqué"

Al entrar a la ciudad se percató de qué más que una población común, ese sitio era un inmenso mercado. Muchos puestos ofrecían desde comidas, textiles, artesanías, materias primas para forja, etc. ¡Incluso no faltaba un puesto de chamanismo y menjurges mágicos! Sin duda era un conglomerado bastante activo, aunque tampoco faltaban las miradas recelosas provenientes de grupitos aislados en algún rincón. "Cuchicheos mezclados con la propaganda, este sitio tiene planta de ser interesante." Sonrió con determinación.

—Aquí es la parada— Anunció el conductor mientras se frenaba frente a lo que parecía ser un hotel construido de madera. —Mándale saludos al señor King de mi parte, ¿sí?— Dijo con una tímida mueca.

—Delo por hecho— respondió mientras se bajaba de un salto, además de llevarse una pesada mochila al hombre. —¡Qué le vaya bien y gracias por traerme!— Se despidió mientras agitaba efusivamente la mano. —Supongo que aquí pasaré lo que resta de la tarde antes de que anochezca— Se dijo a sí mismo mientras entraba al lugar.

Dentro, la música daba la bienvenida a todos los hombres y mujeres que deseaban disfrutar de una buena comida o bebida. Algunos vestidos con turbantes, otros a sombrero y pañuelos, algunos tantos con largas capas al igual qué el Yotsuki. Muchas culturas confluían en aquella ciudad. "Demonios, este sitio es mejor qué cualquier aburrida montaña del País de la Tierra. De haber sabido venía aquí primero. Cómo sea, mejor me acoplo al ritmo." Se dijo mientras buscaba asiento.

No portaba la bandana ni el portaobjetos a la vista, sino que iban guardados en la mochila. No le preocupaba, pues no creía necesitarlos para un encargo tan simple.

—¡Damas y caballeros! ¡Es hora de dar inicio a nuestro evento musical de fin de semana!— Se asomó un hombre en una pequeña tarima a la par de la barra de bebidas. —Recuerden que cualquiera puede participar media tocando alguna melodía o entonando alguna canción. Sin más que añadir, ¡hora de divertirse!— Gritó mientras el público presente aplaudía.

Muchas personas pasaban al frente con ilusión, aunque no todos eran unos músicos expertos. Claramente todos eran unos aficionados, pero eso no les impedía pasar un buen rato con sus interpretaciones que por momentos causaban la risa o el asombro de los presentes. Desde clarinetes, órganos y violines, hubo muchas demostraciones acompañados de palmas que animaban a el ambiente. "¡No voy a dejar que la fiesta siga sin mí!" Se decidió a subir al escenario mientras tomaba una guitarra. "Lástima que no es la mía, pero con esta bastará." Se dijo mientras tiraba su capa antes de dar un salto al pequeño escenario.

—¡Qué no paré la música!— anunció ante la expectativas de los presentes.

Dispuesto a animar el ambiente tomó el instrumento en sus manos, respirando hondo antes de tocar. Un inicio melódico y casi melancólico, fue continuado por una tonada fuerte y sonora. Al inicio su forma de rasgar la guitarra confundió a muchos de los presentes, siendo que el sonido qué generaba era mucho más intenso de lo habitual. Sin embargo, el ritmo acelerado le gustó a algunos qué quisieron ponerse de pié para bailar aquella melodía.

Oh yeah~ Quizás no a todos les gustase, pero él era feliz media vez las luces estuvieran posándose sobre él.
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#2
Los polluelos de Uzu estaban lejos, muy lejos de su nido. La necesidad y el deber les había llevado hasta allí, a tierras tan inhóspitas como distintas a las suyas, en pos de contentar a su Uzukage. Una misión de rango C, en la que debían proteger un gran cargamento de armas desde Los Herreros hasta Inaka.

La misión —digna de contar en otra historia— había finalizado, no sin ciertos contratiempos con una banda de delincuentes que trataron de asaltarles en pleno desierto. Semejante aventura había servido a Riko y Datsue para conocerse mejor, estrechar lazos y sentirse, verdaderamente, camaradas.

Tras atar sus camellos —con los que el Uchiha ya había tenido una toma de contacto en su aventura con Aiko y manejaba con soltura— a un poste junto a la entrada del hotel, ambos shinobis decidieron tomarse un merecido descanso y dar por terminado su viaje por aquel día.

El Uchiha vestía una túnica larga que le cubría por completo, de color beis. En la cabeza, un sombrero cónico que le protegía del impetuoso sol —aunque aquel día, por primera vez en su vida, había visto llover en el desierto del País del Viento—. Vestía ropa de algodón por debajo, para ayudar a transpirar, botas en lugar de sandalias para protegerse de la arena ardiente y del sol, y sin su habitual indumentaria Chunin. El ninjatō, a la espalda, era el único distintivo que hacía sugerir que no era un civil normal y corriente.

El ambiente en el interior era más que bueno. La música llenaba el local —al parecer el público se turnaba para cantar sus canciones, a modo de karaoke— y no eran pocos los que estaban de pie bailando. «Al fin algo de alegría». El Uchiha recorrió el local con la mirada en busca de… Bueno, de chicas de su agrado.

Tiró de Riko por la ropa y lo atrajo hacia él.

Pide un vaso de cerveza, busca a una chica que te guste y pídele bailar —susurró en su oído—. Es una orden —aclaró, por si las dudas. Tras darle un empujón amistoso en el hombro, se encaminó hacia el escenario y esperó a que la actuación terminase.

Era hora de enseñar a aquellos aficionados lo que era una canción de verdad.
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



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Grupo 2:
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#3
La misión había salido bien, no sin dificultades de las que el propio Riko era una señal, llevando el torso vendado prácticamente en su totalidad, por seguridad más que por necesidad aunque le daban un toque distinto que al pelinegro le gustaba.

Su viaje de vuelta, a pesar de que para Datsue estaba siendo bastante cómodo ya que se manejaba bien con los camellos, para Riko estaba siendo toda una odisea, tenía las ingles escocidas de montar en los animales que con cada paso que daban se bamboleaban como si se tratara de un barco en un mar embravecido, o eso le parecía al Kaguya, que en más de una ocasión tuvo que hacer acopio de fuerzas para vomitar encima del animal. Por eso, cuando llegarn a su destino y se bajaron de sus monturas, lo agradeció enormemente aunque de primeras no podía mantener una postura normal al estar de pie.

Al igual que Datsue, vestía con un sombrero cónico que le cubría la cabeza del sol y una túnica del mismo color que su compañero, aunque debajo de ésta llevaba su típica camiseta de tirantes negra.

Entraron al local y, desde luego, era un ambiente animado, algo que necesitaba despuées de la jornada de viaje que se acababan de pegar por el desierto, se quitó la túnica de viaje y el sombrero, pero algo tiró de él, más bien alguien, ya que Datsue se acercó a él y le susurró.

Pide un vaso de cerveza, busca a una chica que te guste y pídele bailar. Es una orden

El Kaguya puso los ojos en blanco, si algo había aprendido en aquel viaje era que no servía de mucho llevarle la contraria al Uchiha, por lo que se limitó a asentir. Por lo menos la música que estaba sonando era animada y se podía bailar con ella, por lo que se acercó a un camarero y pidió un vaso de refresco, total, tampoco es que Datsue se fuera a fijar en que no pedía cerveza, y se acercó a una chica que le había llamado la atención. Una chica pelirroja, más o menos de su estatura aunque no sabría decir la edad exacta, no parecía ser demasiado mayor.

Esto... Perdona. — Empezó el muchacho llamando su atención. —¿Qué te parece si bailamos? — Fue bastante directo, sí.
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#4
Se había dejado llevar por las palmadas, marcando el ritmo que acompañaba la melodía. ¿Cuando volvería a tener una oportunidad así? No importaba a esas alturas. Lo único relevante era pasarlo bien en las última horas de la tarde, quién sabe si se extendería la fiesta hasta las altas horas de la noche. "Es hora del toque de gracia" Rápidamente sus dedos se deslizaron entre las cuerdas, en un melodioso solo a gran velocidad qué pretendía marcar el final de la canción. No le salió a la velocidad ni con el sonido potente que hubiese querido dado la clase de guitarra que era, pero eso no le impidió rematar la canción mientras cerraba los ojos escuchando los aplausos de la gente.

¡Yosha!~

Su actuación había terminado, pero en el fondo aún estaba crecido creyendo que nadie más podría superar su actuación. Dejó la guitarra con el resto de instrumentos dispuestos para los que quisieran participar, para luego irse a sentar de nuevo. Al pie de la tarima se encontraba un muchacho de cabellos negros peinado con un moño, esperando para subir y continuar al espectáculo del día.

—Todo tuyo— Le dijo con tono bravato mientras caminaba a la par de él, posando durante unos instantes la mano en su hombro antes de regresar a su mesa.

Mientras eso ocurría, la muchacha de cabellos pelirrojos volteó la vista hacia el misterioso extranjero que le había dirigido la palabra. Tal y cómo suponía el Kaguya, aquella chica rondaba los quince años de edad, ataviada con una blusa blanca y bordes de encaje blanco, rematando con una larga falda de color naranja y unas sandalias blancas de tacón pequeño. Ella le observó con sus dos ojos marrones, tratando de recordar si lo había visto antes.

—¿De verdad quieres bailar conmigo?— Sonrió con confianza, mientras se ponía en pie. —¡Vamos!— Aparentemente le había agradado lo forma de ir al grano de Riko pese a ser un extranjero. Alguien de los locales que la conociera no hubiese atrevido a tal cosa.

Ella esperaría a ver si el muchacho era igual de seguro en actitud como sus palabras, por lo que dejaría que el llevase la iniciativa durante el baile. Deberían de caminar hacia la pista improvisada en el centro del local, justo donde todas las demás parejas y algún borracho loco esperaban a que Datsue comenzara con su interpretación para continuar con el jolgorio.
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#5
—Todo tuyo.

Buena actuación —respondió al joven con el que se cruzó. Lo cierto es que no lo había hecho mal… «… para ser un amateur».

El Uchiha localizó un shamisen y lo asió con delicadeza. Acarició la madera, sus cuerdas, tratando de conocer cada curva, bondad y defecto del instrumento. Él era un experto en tocarlo, por supuesto, pero en tocar su shamisen. Pese a que la gente poco entendida le pareciesen todos iguales, nada más lejos de la realidad. No era lo mismo tocar con tu propio shamisen que con uno prestado, así como no era lo mismo montar el caballo que criaste desde pequeño a uno que acabas de comprar a un pueblerino. «O hacer el amor con tu pareja a… Bueno, céntrate que sino no empiezas».

Se colocó en el centro del escenario y rasgó las cuerdas con el bachi, arrancando notas musicales que fueron in crescendo. Por un momento, se aisló del mundo, centrado en su propia música. En la suavidad de las cuerdas. En el ritmo vertiginoso que imprimía en ellas, arrancando decenas de notas en cuestión de segundos.

La melodía llegó al punto más álgido, para luego ir bajando poco a poco el ritmo. Se permitió mirar al público, y vio a Riko junto a una chica que había sacado a bailar. Se le escapó una sonrisilla traviesa. El muy granuja le había hecho caso. «Pues habrá que hacer una canción que se preste a bailar pegadito, romanticona pero con un toque picante. Para que luego digan que no me preocupo por mis gennins. ¿Cuál podría ser? Hmm… Oh, sí. Esa sin duda».

¡Mi primer beso fue...! —proyectó su voz por todo el escenario, habilidoso. La suya no era una voz de ópera. Nadie diría que cantaba como los ángeles. Pero se defendía, y tenía esa voz de granujilla que pegaba muy bien con las canciones que solía cantar.

Mi primer beso. Ese era el nombre que había decidido poner a aquella canción, compuesta meses atrás. Hablaba de una chica que conocía en un bar. De cómo la había sacado a bailar y, en contrapunto, de cómo había sido ella la que se había lanzado a por el beso. La letra continuaba sugiriendo, en un par de metáforas para nada rebuscadas y bastante sencillas de pillar, lo que había sido una noche desenfrenada de amor. Todo en un tono humorístico, en el que la historia terminaba con la chica dejando al protagonista de la historia con el corazón roto.
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#6
—¿De verdad quieres bailar conmigo? ¡Vamos!

Y Riko, sorprendido por la enérgica aceptación de la muchacha no pudo evitar sonreír mientras seguía a la joven hasta la improvisada pista de baila que se había formado en el centro del local, desde donde podía ver cómo Datsue se había subido al escenario y se había hecho con un shamisen, y lo inspeccionaba.

Me llamo Riko, un placer. — Diría el joven acercándose al oído de la chica para que le oyera sin problema en el bullicio del lugar.

Y fue entonces cuando el Uchiha comenzó a tocar una canción que, sin lugar a dudas, estaba destinada a ser bailada pegados.

«¡Qué cabrón!»

Y con éstas se ofreció a darle la mano a la chica, esperando que aceptara para llevar la otra a su cintura y comenzar a bailar, unos pasos básicos del baile, ya que no era muy diestro, aunque tampoco se le daba mal del todo.

¿Vienes mucho por aquí?

De fondo escuchaba la voz de Datsue contando una historia con una voz que, sorprendentemente no era todo lo mala que Riko había llegado a imaginar.

«¿Pero a este tío se le da algo mal?»
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#7
El Uchiha optó por una música más tradicional, con una lírica que recordaba quizás a uno de los más grandes males de los que sufren los seres humanos: el amor. Las parejas aprovecharon el pegadizo ritmo para tener un acercamiento más íntimo, a juego con la jovial voz de Datsue que pese a no ser la más armoniosa de los presentes claramente estaba a juego con el mensaje a transmitir. No era una canción que nadie hubiese escuchado antes, pero al tratarse de un tema tan humano cómo lo puede ser una aventura romántica, el público podía sentirse identificado con la tonada y disfrutarla entre risas y recuerdos.

"Jo, que fácil es complacer a los mayores." Se divertía para sus adentros mientras sorbía con una pajilla de un batido que mandó a pedir, mientras apoyaba el codo de su brazo derecho en la mesa y dejaba reposar la mitad de su rostro en la palma de su mano. "Esa clase de letras siempre tienen éxito entre las masas." Rió en solitario. Él se creía demasiado bueno como para sufrir del mal de amores, aunque quizás simplemente era demasiado niño aún para aventurarse y preocuparse por una mujer. "Da igual que sea trillado, lo importante es pasar un buen rato." Continuó bebiendo.

En la pista, la muchacha sonreía mientras veía a Riko esforzarse por llevar el ritmo, dudando si ayudarle con algunos pasos.

—El gusto es mío, Riko-san. Puedes llamarme Homura— Contestó mientras daban vueltas en la pista, siendo que el Kaguya quería continuar la conversación mientras disfrutaban de la danza. —¿Qué clase de pregunta es esa?— Rió a continuación. —Cómo se nota que eres un turista, si no, sabrías que este hotel pertenece a mi familia, tontito—. Añadió con tono alegre y con una gran sonrisa en sus labios, dejando ver que más que insulto era una pequeña broma.

El ritmo no paraba. No importaba que tan buena o mala fuera la canción, todos querían pasarlo bien. Un joven alto, de ropas ligeramente holgadas y colores apagados se acercó al borde de la tarima, siendo seguramente el siguiente en subir en lo que Datsue finalizaba con su canción.
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#8
Terminada la canción, dejó el shamisen donde lo encontró, con la delicadeza de un padre con su retoño. Bajó del escenario, y dio una palmada amistosa en el hombro del siguiente que le tocaba cantar.

Siento haberte puesto el listón tan alto —le comentó, en un tono más jactancioso del que había pretendido.

Evitó la improvisada pista de baile, yendo directo a la barra. Una vez allí, trató de llamar la atención del camarero o camarera.

Póngame un licor de la casa. Algo típico de estas tierras, ¿quiere? —Ya que había terminado la misión con éxito, qué menos que celebrarlo. Y, ya puestos, con algo característico del País del Viento—. ¿A cuánto están las habitaciones? —preguntó con precaución. No iba precisamente sobrado de dinero.
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#9
—El gusto es mío, Riko-san. Puedes llamarme Homura ¿Qué clase de pregunta es esa? Cómo se nota que eres un turista, si no, sabrías que este hotel pertenece a mi familia, tontito

Aquella noticia le pilló por sorpresa, sin dudas aquello era lo último que esperaba, que la hija de los dueños del hotel hubiera aceptado bailar con él, y una ligera sonrisa apareció en su rostro.

Pues sí, no soy de por aquí. — Afirmó el genin. —Pues dile a tu familia que está muy bien, el ambiente es muy bueno. — Admitió.

Sin duda la apariencia de ambos jóvenes contrastaba enormemente, la chica vestía elegante mientras que Riko, con sus pantalones negros de shinobi, su camiseta de tirantes y vendado, no era la compañía que un dueño de hotel querría para su hija, pero allí estaban bailando.

Poco a poco el Kaguya se había adaptado al ritmo de la canción de Datsue y ahora bailaba con soltura, dando los pasos firmes y seguros, aunque de vez en cuando se dejaba guiar por Homura.

Cuando la canción terminó, el genin se acercó al oído de la chica.

Voy a hablar con mi amigo, que no quiero dejarlo solo, ¿te importa? — Diría señalando discretamente a Datsue, que se había acercado a la barra a pedir algo para beber. —Te prometo que te debo otro baile. — Diría el joven.
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#10
El muchacho sólo sonrió un poco apenado mientras una gotita de sudor caía desde el costado de su rostro. Inmediatamente caminó hasta el escenario y pidió ayuda a uno de los encargados para descubrir una pianola que se encontraba entre todos los demás instrumentos, tardando un poco antes de continuar con el el espectáculo.

En la barra estaba una mujer que rondaba los cincuenta años, aunque lejos de ser una apapachable abuelita tenía en su rostro la rudeza de cualquier cantinero de pueblo. Estaba limpiando unos tarros de cerveza con un trapo, justo cuando el Uchiha se acercó a preguntar por los precios.

—Eso ya depende de si quieres un cuarto grande o uno pequeño. Como estamos cerca del Festival de los Arroyos han venido muchos turistas y los precios los han rebajado—. Respondió sin dejar de prestarle atención a su trabajo. —Setenta y cinco el pequeño, cien el grande, si vienes con alguien más pues son dos cuartos por uno. Eso cubre los cinco días del festival— dijo mientras echaba un ojo al cristal del recipiente, cerciorándose de qué ninguna impureza manchara aquel cristal. Fue entonces que se volteó para observar al chunin, escudriñándolo con la mirada, pues ante sus ojos un menor no debería estar bebiendo alcohol. —¿No estás demasiado polluelo aún para andar tomando? Te lo advierto por tu bien, jovenzuelo. El tequila de Shirotora no es cómo los tragos de nenas que venden en el extranjero— Mezclaba palabras de orgullo y de recelo cuando hablaba.

Por el otro lado, la muchacha con la que Riko bailaba arqueó la ceja cuando este decidió partir.

—Así que son amiguitos, ¿eh?— Se alejó un poco mientras se llevaba las manos en la cintura, sin borrar de su rostro su sonrisa de confianza. —Anda, pero recuerda no me dejarme plantada con el baile, ¿entendido?— Alzó la mano diestra y le señaló con el dedo índice. Por alguna razón Homura sentía que Riko era algo inocente a la hora de tratar con los demás, pero no por ello iba a dejar que dejara de cumplir su promesa.

Entre tanto, el escenario estaba listo para dar lugar a la siguiente pieza. El muchacho de facciones delicadas tomó su lugar delante de la pianola, inspirando antes de que sus dedos se deslizaran con presteza y parsimonia sobre las teclas blancas y negras. Era un balada triste, donde los pasos del vals de los amantes se añoraban melancólicos ante la pasividad de la música. La voz de aquel joven de cabellera negra era claramente un tenor bastante marcado y hermoso, igual de bello y delicado que sus propias facciones. La letra hablaba de alguien que se sobrepone ante un desamor, la de alguien que sale adelante pero sin poder quitarse las marcas tras una herida en el corazón. Muchos de los presentes, incluso los que se habían mantenido al margen en sus pláticas personales guardaron silencio. ¿Qué tenía la voz de ese muchacho? Era casi cómo un genjutsu, pues de una u otra forma la pasión que transmitía en cada verso se sentía real, generando empatía incluso en los corazones más duros cómo el del joven Yotsuki.

"Joder, para tener cara de nena le sale excelente" Se dijo mientras observaba en la lejanía.

Alguien perspicaz sería incluso capaz de notar que las lágrimas caían desde los ojos del muchacho mientras interpretaba aquella canción.

Rōga estaba atento hasta que el ruido del aire y el vacío al intentar sorber un liquido inexistente le indicaron que ya no había más bebida en su vaso, por lo que se puso de pie y caminó hasta la barra para solicitar otro más.

—¡Hey! Quiero otro batido de leche por favor— Se acercó a donde estaba el Uchiha platicando con la mujer, mientras sus manos se mantenían escondidas en los bolsillos de su pantalón.
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#11
Datsue alzó una ceja, sorprendido. De donde él venía, cuando se acercaban los festivales los mercaderes y hosteleros subían precios para aprovecharse de los turistas y llevarse más dinero al bolsillo. En aquel hotel, sin embargo, parecía ser al contrario. O eso decía la encargada, al menos. «¿Setenta y cinco ryos? Joder, ¡es una salvajada! Bueno, por cinco días está muy bien, pero coño, para una sola noche….»

Es que yo solo estoy de paso. Estaría una noche nada más… ¿Por cuánto un día? —insistió. Le parecía una locura pagar tanto por una sola noche. Respecto a la bebida, pensaba decirle lo mismo que a todos: si tenía edad suficiente para matar, también para beber. Pero luego cambió de idea—. Creo que podré tolerarlo —respondió con optimismo.

Fue entonces cuando las primeras notas del piano llegaron hasta sus oídos. El Uchiha se dio la vuelta, apoyando la espalda contra la barra. «El muy mamón… ¡pero si canta mejor que yo!» Sorprendido, se dejó se llevar por la música. Era dramática, una de esas que a él tan poco le gustaban. Porque solían traerle recuerdos tristes… como le estaban trayendo en aquel momento.

Inevitablemente, sintió como si esa canción estuviese narrando su historia. Y la de Aiko. Pero en lugar de desamor, eran los amejines quienes les impedían estar juntos. Y en lugar de querer olvidarse de ella por despecho, lo hacía por querer seguir viviendo. Porque sabía lo que significaría si iba tras ella. La guerra, quizá su propia muerte.

¿Riko? —preguntó de pronto, al verle acercársele. Se restregó rápidamente los ojos con el dorso de la mano, antes de que llegase hasta él. Carraspeó. Dos veces—. Ey, ¿qué pasa tío? ¿No cuajó la cosa? ¿O…? —Que no le dijese que la había dejado él, ¡que le mataba!
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#12
—Así que son amiguitos, ¿eh? Anda, pero recuerda no me dejarme plantada con el baile, ¿entendido?

El joven asintió, estaba claro que la chica le había gustado.

No te preocupes, no te dejaría plantada bajo ninguna circunstancia.

Quizás aquello era algo arriesgado, teniendo en cuenta que solo estaban de paso y que podría pasar cualquier cosa, pero no era momento de pensar en todo lo que podía pasar que impidiera que ellos dos tomaran aquel baile que habían dejado en deuda.

Así pues, y con la bendición de Homura, el pelinegro se acercó a la posición de Datsue, no sin antes recoger su vaso de refresco de naranja.

¿Riko? Ey, ¿qué pasa tío? ¿No cuajó la cosa? ¿O…?

El Kaguya le vio restregarse los ojos, y teniendo en cuenta la canción triste que estaba sonando no le costó imaginar lo que pasaba, pero no quiso meter el dedo en la herida.

No, no, sólo que esta canción era demasiado... lenta. — Inventó el joven. —cuando haya una canción más movidita iré a bailar con ella, oye, por qué no te vienes, seguro que hay alguna chica que te llame la atención. — Dijo dándole un suave codazo en el brazo mientras se sentaba a su lado.

A su lado entonces apareció un tercer integrante, el cantante que estaba antes de Datsue, cuya canción había sido bastante movida e intensa.

¡Hey! Tu canción de antes molaba bastante, ¡lo haces bien! — Halagó el joven, inclinándose hacia delante para que no le tapara Datsue, mientras alzaba el vaso a modo de saludo.
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#13
—El mismo. Esa es la tarifa regular, sólo que por las festividades de temporada ampliamos el tiempo de estadía a cinco. El resto del año no podemos darnos el lujo de cobrar poco ante la poca afluencia de visitantes, pero por ser una ocasión especial tenemos ambas ofertas— Contestó reacia a ceder. —Y antes de que pienses en largarte a buscar a otro lado, déjame decirte que dudo que encuentres mejor precio que con nosotros— sonrió victoriosa.

El joven de Amegakure llegó entonces a sentarse en uno de los taburetes, atreviéndose a levantar un pie y apoyarlo sobre otro de los asientos vacíos de a la par mientras el recostaba uno de sus brazos en la barra.

—Sale un tequila de la casa y un batido entonces, ahora regreso— Dejó el tarrón en el estante con el resto de la cristalería mientras se disponía a preparar las bebidas.

Rōga por su lado no pudo evitar parar la oreja cuando el muchacho del mohicano llamó su atención, elogiándole por su demostración. "¡Alguien con buenos gustos, joder!" Aquello no hacía mas que elevar el ego del de cabellos azulados, quién henchido de orgullo volteó a donde estaban los dos genin de Uzushiogakure.

—¿Heh? ¡Gracias!— Sonrió, mientras sus ojos brillaban de inspiración. —A decir verdad aún me falta practicar, pues no es un ritmo al que la gente esté totalmente acostumbrada. Me gustaría ser exponente de una nueva clase de arte, qué escuchen realmente el mensaje que quiero transmitir. Aunque, well, las tres grandes aldeas no se construyeron en un día. Realmente, si quiero labrarme fama componiendo cosas tengo aún mucho por aprender, y muchas piedras en el camino para patear—. Cerró los ojos, imaginándose con su guitarra en frente de un gran concierto. La fama se le antojaba tentadora, aunque por su propia labor como shinobi sabía que era bastante complicado intentar manejar ambas cosas a la vez.
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~Ausente los fines de semana~
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#14
¡Una estafa! ¡Un robo! ¡Un atraco, eso es lo que era! No había pagado setenta y cinco ryos por una noche en la vida, y no pensaba empezar aquel día. ¡Que se fuese con las palabras de lástima a otro sitio, porque con él no iba a tener suerte! «Joder, pero a ver dónde coño dormimos. Igual podría colarle unos billetes falsos con el Henge no Jutsu Inverso…»

Era una opción arriesgada, pero estaban en juego sus ahorros, después de todo.

Minutos más tarde, Riko hizo acto de aparición y empezaron a conversar. El Kaguya aseguró que todo había ido bien, pero que la canción que habían puesto era demasiado lenta y que solo se había tomado un descanso. «¿Demasiado lenta? Menudo truhan está hecho».

Ah, ya veo a qué juegas… Pero ten cuidado con la táctica de hacerte de rogar… Si la explotas demasiado se puede volver en tu contra. —Datsue hablaba por la experiencia. Riko le animó a que le acompañase después para ver qué se cocía. No sé, Riko, hoy no tengo el cuerpo para eso. Mientras tú disfrutes, yo disfruto, ¿eh? —Como auténticos camaradas.

Al Kaguya le llamó la atención el chico que se había puesto a su lado, pues era el que había cantado antes que él. Al parecer, lo suyo no tan solo era un pasatiempo, sino un auténtico objetivo en la vida. Quería marcar tendencia con su música, explorar un área del arte hasta entonces desconocido.

Por nuestros sueños imposibles —dijo con una media sonrisa, haciendo amago de brindar con ellos con la mano. Todavía no le habían traído su bebida—. Y porque algún día dejen de serlo.
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 5:
Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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#15
Al parecer Datsue era todo un experto en aquellos temas, por lo que le recomendó que no jugase demasiado, aunque en el fondo no estaba jugando, simplemente no quería dejar solo a su compañero y por eso invitó a buscar a alguien y unirse a la fiesta, pero el joven rechazó la oferta de una manera muy buena, por lo que Riko no tuvo más remedio que encogerse de hombros.

Como tu quieras entonces. — Dijo el joven.

Y entonces apareció el tercero en discordia, un músico, o al menos un intento de músico al que le gustaría darse a conocer, y desde luego, aquel tipo de eventos eran ideales para ello.

A mitad de la explicación del joven los ojos de Riko se desviaron, en busca de Homura mientras daba un breve sorbo a su refresco.

Por nuestros sueños imposibles. Y porque algún día dejen de serlo.

Riko se obligó a tragar rápido para alzar el vaso, aunque era el único que tenía uno, pero aún así siguió el protocolo y volvió a darle un trago corto, no sin antes apoyar el vaso en la barra del lugar.

Por cierto Datsue, ¿desde cuándo eres también músico? — Preguntó.
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