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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#91
«Joder», maldijo Akame para sí. Todo aquello le había llevado justamente a donde no quería estar; a la caza de unos criminales por su cuenta y riesgo. El Uchiha apretó los dientes y se preparó para seguir, a la carrera, a la kunoichi de Amegakure. Concentró una capa de chakra en las suelas de sus sandalias y pegó el primer pie a la pared; a ese paso le sucedió otro, y luego otro, y así continuó su caminata vertical por la fachada del edificio más cercano hasta llegar al tejado.

Una vez allí Akame cruzó la distancia que lo separaba del otro lado de la casa con un par de rápidos pasos; se asomó abajo y no fue capaz de ver a nadie en el bullicioso callejón.

Maldición, ¿¡otra vez se nos escapan!? —blasfemó, buscando con la mirada a Aiko—. ¿Podrás encontrarlos?

Independientemente de lo que contestase la muchacha, Akame se quedaría al instante petrificado. Se había puesto blanco, y sus ojos —que lucían el Sharingan— estaban fijos en algún punto del tejado, por encima del hombro de la kunoichi. Cuando al fin pudo hablar, levantó una mano para señalar allí donde no era capaz de dejar de mirar y advirtió a la muchacha.

¡Detrás tuya!

Allí, sobre el tejado, a unos siete metros de ellos se erguía la figura del ninja mercenario. Era alto y fuerte, y su apariencia resultaba imponente para los dos muchachos. El tipo se rascó la cabeza con la mano diestra, surcada de cicatrices, y luego dedicó una mirada gélida a Akame y otra a Aiko.

Marchaos a casa. Ya.




La rudiosa estampida de Datsue en el templo arrancó una oleada de desaprobaciones cuchicheadas, miradas torvas y caras de malas pulgas por parte de los cuatro guardias. Éstos intercambiaron miradas y, tras un silencio tenso, los dos que hasta ese momento habían estado charlando animadamente junto al ataúd se acercaron a Datsue resoplando, como si les acabasen de joder el día.

Cagonmimare, chaval, para de gritar. ¿Es que no te han enseñado a comportarte en recinto santo? —le reprendió uno, tomándole del brazo para intentar sacarle del templo.

Cuando el Uchiha sacó su bandana del Remolino, los dos guardias se detuvieron en seco. Miraron la placa metálica durante unos segundos y luego se miraron entre ellos. El que sujetaba a Datsue le soltó sin más preámbulos, pero aun así la expresión de los funcionarios no cambió lo más mínimo.

Los ninjas de Uzushiogakure no tenéis jurisdicción en Yamiria, ¿dónde está tu pergamino de misión?
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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#92
La chica buscó por las calles el rastro, inocente. Su compañero improvisado de equipo preguntó si de nuevo podría alcanzar a encontrarlos con sus mariposas, pero era difícil saberlo. Debían encontrar al menos un misero rastro, o de lo contrario se zafarían de su visión a causa de conocimiento de por dónde moverse en esa asquerosa urbe infestada de cloacas. Sin duda, era una de las peores situaciones posibles, de nuevo iban a escapar...

Pero, lejos de ser la peor situación, todo fue a peor. La mirada petrificada de Akame sobrepasó por un instante el hombro de la chica, y casi sin palabras alzó la mano, señalando bruscamente su signo de atención. La chica no pudo evitar mirar hacia donde éste señalaba, y al fin éste alcanzó a soltar palabras. Reclamaba su atención, allí tras ella estaba el maldito sicario que parecía ser el ninja.

La chica también quedó algo petrificada, puesto que para nada esperaba que éste hubiese llegado hasta ellos con tanta facilidad. Pero, qué mas se puede esperar de un ninja que tenía como encargo proteger a un individuo tan detestable... seguro que estaba mas que prevenido.

El hombre, frío e imponente, advirtió a los chicos que se fuesen a casa. No titubeaba, hablaba totalmente en serio, no dudaría en atacar... su mirada lo decía.

La chica sin embargo hacía algún tiempo atrás que había perdido su sentido de la supervivencia, para bien o para mal. Llevaba tiempo que no temía a casi nada de lo que concerniese a su integridad física, puesto que tarde o temprano regresaba a la vida. Quizás el mercenario no llegase a entender porqué su capacidad de intimidación no llegaba a saborear el miedo de la chica, pero así fue. La pelirroja, lejos de retroceder, mantuvo cierta calma y se giró, encarando a su oponente.

¿Marcharme a casa...? ¡Ni hablar! —replicó la pelirroja. —No pienso dejar que un tarado como ese mafioso del tres al cuarto ande secuestrando a un inocente por las buenas, y mucho menos que se haga con el control de esa habilidad que posee el músico...

»No sé si eres shinobi o que mierdas eres, pero lo que tengo claro es que voy a liberar a ese músico.

La chica alzó la guardia, valiente o realmente estúpida...

Hamaka, no te involucres... puedo apañarmelas sola. Vete tan rápido como puedas a por esa ayuda.

Obviamente, eso iba para Akame, intentando no dar a conocer su verdadero nombre. Quizás una tontería, quizás no tanto... ¿ser daría cuenta de lo intencionado su compañero?
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#93
¿Mi pergamino de…?

Datsue se quedó atónito. ¿De verdad le estaban preguntando por esa chorrada en una situación como aquella? Se masajeó el brazo, algo dolorido después de que el otro guardia le clavase los dedos en él. No había sido hasta que había mostrado la bandana que lo habían tomado en serio, pero parecía que aun así no bastaba.

«¿Serán realmente corruptos como decía Aiko o simplemente son viejos guardas amargados?» No había tiempo para averiguarlo. Dos de ellos estaban hablando con personas cuando entró, y eso le bastaba para dejarles quedar mal.

¿Me está pidiendo un pergamino de misión cuando en estos momentos tienen secuestrado a Rokuro Hei? ¿Al famoso y venerado Rokuro Hei, músico entre músicos? —preguntó, en voz lo suficientemente alta para que los civiles le oyesen. Datsue sabía muy bien cómo de rápido se extendían los rumores, y apostaba un riñón a que al guardia no le haría ninguna gracia que su nombre estuviese en ellos—. ¡Hay que actuar ya o será demasiado tarde! —exclamó impaciente—. Y si no me acompañan… al menos dígame su nombre, por favor. Así podré decirle a Uzumaki Zoku quien es el responsable de la muerte del más grande de los músicos. Apuesto a que sabe quién es Uzumaki Zoku, ¿verdad? Le confesaré un secreto —añadió, bajando la voz—. Está muy cerca de hacerse con el sombrero. Pero que muy muy cerca…
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#94
«¿¡Pero esta tipa está loca!? ¿¡Acaso no entiende que el peligro que corremos es real!?» Akame apretó los puños y los dientes hasta que creyó que se iba a hacer sangre en las manos y a romper las muelas. Quizá Aiko no hubiese visto el chakra de aquel tipo, pero él sí; y también había visto el de ella. Akame sabía muy bien que aquel ninja, fuera quien fuese, estaba muy por encima del nivel de unos gennin como ellos.

Akiko-san... —murmuró, tratando de vocalizar lo menos posible pero sin moverse del sitio—. Esto es una muy mala idea.

El mercenario, por su parte, les dedicó una mirada gélida y luego bajó la cabeza con un gesto que parecía una negación. Cuando volvió a alzar la vista, hizo un gesto con su mano derecha a los dos muchachos, que parecía indicar "venid".

«Joder, lo tenemos todo en contra. Cero información del enemigo, salvo que nos supera ampliamente en poder, mal terreno de batalla, y encima Datsue-kun todavía no ha vuelto...» Allí, en los tejados, tendrían que cuidarse muy mucho de qué técnicas empleaban. Un jutsu mal lanzado podría destruir el techo del edificio y probablemente dañar a las personas que vivían en él. Akame era consciente de ello y, por la misma razón, desenfundó su espada.

El Lamento de Hazama se cubrió de una capa de chakra índigo justo antes de que su portador se lanzase a la carrera, directo hacia el enemigo. Cuando quedasen apenas unos cinco metros, lanzaría su espada buscando el torso de aquel ninja; esperaba que Aiko fuese lo bastante perceptiva como para ver su jugada y reaccionar en consecuencia... Pero, claro, ella no sabía nada acerca de las habilidades del Uchiha.




Los guardias alzaron una ceja casi al unísono, e incluso uno de ellos soltó un bufido.

¿"El famoso y venerado Rokuro Hei"? Más bien te referirás a Rokuro-dono, el borracho más músico y célebre de Oonindo —replicó, y su compañero echó a reír—. Créeme, zagal, ese tipo no nos es desconocido. ¿Qué hora es, Takeshi-kun?

El otro se rascó la barbilla, dubitativo. Luego echó un vistazo afuera y respondió con sencillez.

Debe ser más de mediodía.

¡Ajá! Secuestro, dices —contestó el primer guardia, mirando a Datsue—. A estas alturas del día, Rokuro-dono estará en la taberna más cercana, cogiéndose una buena kurda. Te sugiero que lo busques allí, chaval.

La última amenaza velada de Datsue sólo consiguió agriar un poco el rostro de los funcionarios, pero no tuvo ni de lejos el efecto que el gennin había imaginado. Al fin y al cabo, aquellos guardias servían a las órdenes del Daimyo —y allí, en Yamiria, su poder era más que evidente—.
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#95
Akame, lejos de hacer caso a la advertencia de la chica, tomó la iniciativa de la pelirroja de esconder el verdadero nombre para llamar la atención de su compañera, y advirtió que era una muy mala idea. Parecía realmente afectado por la presencia del hombre, y realmente no era para menos. Se veía realmente fuerte, y no dudaba en absoluto. Sin embargo, eso no parecía haber achantado al Uchiha en atacar. Desenfundó su espada, y arremetió en una carrera hacia el tipo para cuando éste les indicó que se acercasen.

La chica también, que encaraba al susodicho, se cruzó de brazos. Aguardó apenas un segundo, y los estiró con fuerza. En sus manos, unas espadas cortas se hicieron tangibles a base de papeles. Ésta también corrió hacia su enemigo, sin ver que la carrera de su compañero se detuvo metros antes de confrontar físicamente a su oponente... su espada voló, surcando las distancias con un silbido de lo mas singular.

La chica, mordió su labio inferior, y en plena carrera comenzó a descomponerse parcialmente en papeles. Apenas estuviese a eso de cuatro metros de éste, los papeles circundantes formarían a otra chica exactamente igual a Aiko, e incluso con sus mismas armas.

¡Yiiiiiaaaaaaah!

Sendas kunoichis dieron unos pasos hacia los flancos, y se cernirían sobre su oponente con un tajo con su mano interior hacia afuera, buscando herir al matón a la altura del estómago con la espada. Aunque no fuesen de metal, su filo era digno de cuidado.
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#96
«¡Malditos estúpidos de los huevos! ¡Funcionarios tenían que ser!» Apretó los puños de pura rabia. Si algo odiaba en aquel mundo, eso era que no le creyesen cuando decía la verdad. Bien era cierto que había detectado cierto olor a alcohol en el aliento de Rokuro, pero eso no quería decir que no se encontrase secuestrado. «Joder, ¡lo vi con mis propios ojos!»

Señores… Les pido disculpas, no me debí de explicar bien.«Calma, Datsue, calma… Enfadándote no conseguirás nada». Les estoy diciendo que vi al asesino de Ishigami Takuya llevándose a Rokuro Hei. Quizá el músico no os interese, ¿pero tampoco queréis atrapar al asesino? Tengo a dos shinobis esperando justo en el callejón donde se encuentran en estos momentos, ¡aguardando refuerzos!

»Además, creo que… —Se la tenía que jugar—. Creo que están con El Jefe.
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#97
El shinobi se mantuvo estoico ante la acometida de los dos gennin. Sus ojos gélidos los observaron por turnos, y sólo se movió para flexionar ligeramente las rodillas. Akame lanzó su espada, que silbó por el aire directa a empalar a aquel tipo. Aiko creó un clon y se abalanzó sobre su enemigo, portando dos filos de papel con los que buscó segar la vida del mercenario...

Tal y como era de esperar, ninguno de los dos tuvo éxito. El hombre se ladeó para dejar que el Hazama no Goukyuu pasara por al lado suya sin rozarle siquiera. Pareció un movimiento de lo más casual, ligero y casi lento. «No, no es lento... Sólo es demasiado rápido. Mucho más que nosotros», maldijo Akame para sus adentros. «Mierda».

Cuando Aiko y su clon cayeron sobre el mercenario, éste desapareció en un parpadeo. La muchacha notaría entonces un golpe fortísimo en la espalda, que la tiraría de boca contra el tejado, golpeándose en los dientes con las tejas. Su clon desaparecería en una nubecilla de papeles poco después, golpeado también por el shinobi.

Joder —masculló Akame, dándose la vuelta para encarar al tipo.

Extendió la mano derecha y trató de retomar su espada, pero no le dio tiempo. De repente el rostro de aquel tipo estaba a apenas centímetros del suyo. Akame notó una gran presión en el estómago y tuvo que doblarse por la cintura, escupiendo sangre. Boqueó unos instantes, incapaz de levantarse o siquiera respirar.

Cuando los gennin se recuperasen de aquellos golpes y pudieran alzar la vista por encima de las tejas rojas, el shinobi mercenario ya habría desaparecido.




Los guardias se miraron una vez con cara de estar perdiendo la paciencia. Probablemente la única razón por la que todavía no habían echado a patadas a Datsue era la placa de metal que sostenía en su mano, y que le otorgaba cierta inmunidad, según se viese. El muchacho no cejó en su empeño de convencer a los soldados del Daimyo; cuando mencionó el asunto del asesinato, uno de ellos estuvo apunto de burlarse otra vez... Pero entonces el Uchiha dijo las palabras mágicas.

¿El Jefe? ¿Qué dices tú, zagal? —replicó el primero.

No sé, Shouyou-san —dijo el otro, interpelando directamente a su compañero—. El capitán...

Ya sé lo que dijo el capitán.

El primer soldado cortó en seco al otro. Ambos miraron a Datsue con cierta desconfianza y luego se voltearon para hablar algo entre ellos, susurrando para evitar ser oídos por el shinobi.

Venga, a ver. Llévanos a donde está El Jefe... Pero como nos estés engañando, ni esa placa te va a salvar del calabozo.
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#98
La chica se deslizó en un rápido movimiento lateral, sucedida por su clon, y apoyada por el ataque a distancia de Akame. Todo sirvió para una mierda...

El lanzamiento de la espada del chico pasó de largo con un mínimo movimiento del hombre, y tras esa fácil evasión, desapareció a los ojos de la kunoichi. Ésta tan solo sintió un fuerte golpe en la espalda, uno atroz. El mismo golpe la hundió en el suelo, casi haciendo que ésta atravesase la barrera de tejas. En el acto hasta clavó sus dientes en el suelo, entre dientes y labios, lo único apreciable fue que la sangre brotó con desdén, inundando las escena con un intenso color carmesí.

«Mi-erda...»

La chica dejó de lado la concentración para mantener sus mariposas, hasta las armas que tenía en las manos terminaron por desvanecer. Su visión se nubló de manera súbita, apenas diferenciaba el rojo de su sangre al color de las tejas. Intentó levantarse, apoyando su codo contra el suelo.

Escupió, sangre, y terminó por caer por completo, golpeandose la cabeza contra el suelo de nuevo.
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#99
«Joder, ¡ya era hora!» El Uchiha agitó el puño con felicidad al ver que los guardias, al fin, se dejaban convencer. Para ello, tan solo tuvo que perder cinco valiosos minutos de su vida… Cinco minutos que, quizá, fuese la diferencia entre llegar a tiempo o no.

¡No se preocupen, no se preocupen! —exclamó, cuando los guardias le amenazaron con llevarle al calabozo como no fuese verdad—¡Yo siempre digo la verdad! ¡Incluso cuando miento digo la verdad!

Más feliz que un Uzureño en vendimia, Datsue hizo aspavientos a los guardias para que le siguiesen. Salió por la puerta trasera del templo, y una vez allí corrió en dirección al callejón, mirando hacia el cielo por si las mariposas le indicaban una nueva dirección.

¡Ya estamos cerca! —exclamó el Uchiha, corriendo a todo lo que le daban las piernas. Ahora que estaba con los guardias, se encontraba más seguro. A salvo. Aunque, si se paraba a pensarlo, ¿supondrían realmente una diferencia? «Mierda, ojalá viniesen más… Aunque ahora que lo pienso…»

Desvió la mirada hacia atrás y un sudor frío le recorrió la espalda. ¿Y si aquellos dos guardias realmente estaban comprados? Solo habían cambiado de opinión cuando habían oído mencionar al Jefe. ¿Era por qué querían capturarlo o… para protegerle?

«Me cago en mi raza… ¿Por qué siempre tengo que ser tan desconfiado? Pero mejor será que les tenga un ojo encima, por si acaso…»
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Los guardias siguieron a Datsue, aunque a paso algo más lento por el peso añadido de sus relucientes armaduras con los colores del Daimyo de Uzu no Kuni. Salieron del templo y cruzaron varios callejones hasta salir a otra calle más amplia. Luego tomaron la cuesta abajo, llegaron al barrio residencial y, finalmente, a la callejuela donde estaba el paupérrimo cubil del Jefe.

¿Aquí? ¿El Jefe? Venga ya, chav...

El segundo soldado levantó su brazo con un gesto rápido y seco, y el primero calló de inmediato. Ambos se acercaron —junto con Datsue, si les acompañaba— callejón adentro hasta arrimarse a la puerta del cuarto trastero. Al asomarse por la ventana, vieron a dos de los sicarios de El Jefe recogiendo el estropicio que habían dejado al filetear a Nezumi. O, mejor dicho, a su cadáver andante.

A la de tres —susurró el soldado más joven.

Extendió tres dedos de su mano zurda mientras los de la diestra se cerraron en torno al pomo de la espada que colgaba de su cinturón de cuero. Escondió un dedo... Luego otro... Y luego...

¡QUIETOS TODOS, JODER! —el mayor de los guardias pegó una soberana patada a la puerta que la echó abajo, y entró acero en mano—. ¡COMO OS MOVÁIS OS SACO LAS TRIPAS AQUÍ MISMO, ESCORIA!

Su compañero hizo lo propio, entrando a saco y derribando a uno de los sicarios de una carga con su armadura. Las placas de acero chocaron directamente en la cara del matón, rompiéndole algunos dientes, la nariz, y tirándolo al suelo. El otro trató de desenvainar su cuchillo, pero el más veterano de los soldados le puso la espada en el cuello antes de que pudiera hacerlo.

Quieto parao', muñeco. Como muevas un dedo, meneo yo la mano.

De repente, Akame se asomó por el marco de la puerta. Estaba pálido y parecía a punto de vomitar, agarrándose el estómago con una mano mientras se apoyaba en la pared con la otra.

Da... Datsue-kun... —balbuceó, todavía aturdido—. El... mercenario... El Jefe, Rokuro... Han escapado. No pudimos hacer nada.
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El abrupto sonido del golpe que propinaron los guardas al sacudir la puerta, hicieron que Aiko regresase levemente a la consciencia. Con la boca ensangrentada aún, alcanzó a hincar la zurda en el suelo, e intentar levantar al menos el torso. Las fuerzas le flaquearon, su pulso tembló, y no atinó mas que a caer de nuevo al suelo.

«Maldita sea... ¡maldita sea joder!»

Hincó los dientes, y apretó los puños. El golpe aún le dolía, pero quizás le dolía mas el rostro y los labios del propio impacto contra el suelo. De nuevo, alzó la mano aunque ésta vez se ayudó del codo de su otro brazo. Levemente, se alzó en torso y mirada. A su alrededor, no había nada. En la parte baja del edificio se escuchaba un fuerte bullicio... y Akame, él no estaba.

La chica escupió un poco mas de sangre a su lado. Terminó por sentarse, a duras penas, y tras volver en sí misma, se pasó el dorso de la mano por los labios, quitándose gran parte de la sangre que tenía en la boca. Eso si, con el correspondiente dolor. Por suerte o desgracia, la herida ya había sanado, tan solo quedaba el resentimiento.

«Debería bajar... ¿no? ¿Ya llegaron los refuerzos?»

La chica, tan rápido como el cuerpo le permitía —lo cual no era mucho— asomó por la cornisa. Se tomó su tiempo, pero bajó. Allí, encontraría que una buena tropa de soldados habían atrapado a algunos de los bandidos, Akame se encontraba en el marco de la puerta, e incluso Datsue se encontraba allí.

¿Estás bien... Akame? —preguntó, como principal preocupación.
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El Uchiha contuvo la respiración, tenso, hasta que la cuenta atrás llegó a su fin. Akame y Aiko habían desaparecido del callejón, señal inequívoca de que algo había sucedido, pero parte de los criminales seguían en el interior del pequeño local. Los guardias entraron embistiendo como toros, y el Uchiha colaboró dándoles ánimos desde atrás y deseándoles suerte, solo entrando cuando vio que todo estaba controlado.

Buen trabajo, chicos —dijo, como un padre orgulloso haría con sus hijos—. Muy buen trabajo.

Justo en ese momento, como si él también estuviese esperando a que el peligro pasase, Akame surgió por una puerta trasera que no había visto hasta aquel momento. Estaba hecho polvo, manteniéndose duramente en pie, y confesó entre balbuceos que el Jefe se había escapado junto a Rokuro Hei.

¡Mierda! —exclamó, irritado. Un par de minutos antes y hubiese llegado a tiempo. Si tan solo hubiese convencido antes a los guardias…

Aiko apareció segundos después, con los dientes bañados en sangre y un aspecto de una guerrera feroz pero a la que la han machacado. El Uchiha suspiró de alivio. ¿Por qué estuviesen todos bien? En parte. Pero principalmente por haber decidido el momento justo para largarse de allí. El momento en el que las cosas se ponían peligrosas.

¿Conseguiste colar una de tus mariposas a Rokuro o el Jefe? —preguntó, esperanzado. Ahora que tenían a la guardia de su parte, se sentía mucho más seguro. Además, todo indicaba que la idea de que estuviesen untados tan solo habían sido paranoias suyas.
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Sí, sólo un poco aturdido —contestó el Uchiha, girándose para dirigir una mirada confusa a Aiko—. Claramente no quería matarnos.

«¿Por qué?» Aquella pregunta flotaba en la inmensidad de su mente. Conforme el aturdimiento se le iba pasando, Akame empezaba a darle vueltas a lo que acababa de ocurrir. No lo entendería hasta mucho tiempo después, en otro momento y otro lugar; aunque claro, eso no era algo que él supiese en aquel preciso instante.

Lo que les atañía ahora eran los dos sicarios que los guardias del Daimyo habían tirado ya al suelo, con las manos atadas a la espalda y despojados de sus armas. Sólo entonces los soldados enfundaron sus propias espadas con gesto de... ¿molestia? «Acaban de atrapar a dos criminales en la escena de un delito... ¿No deberían mostrarse un poco más alegres?», se preguntó Akame. Claramente, aquellos tipos no lo estaban en absoluto.

Ve a buscar a Ryomaru-san y a Zanbu-san, hoy están de patrulla por la plaza del mercado —ordenó el mayor al más joven con clara desgana. Éste asintió y, tras abandonar el pequeño y sucio local, desapareció al doblar la esquina del callejón.

Joder, menudo estropicio habéis organizado aquí. ¿Quién coño era este pobre diablo? —preguntó el soldado a los sicarios, pateando a uno en las costillas "no demasiado fuerte" con sus grebas de acero.

Como era de esperar, no hubo respuesta. El guardia se volteó entonces hacia los shinobi, dedicando largas y analíticas miradas tanto a Akame como a la muchacha de Amegakure.

Vaya, así que os han dado bien. Y tú, shinobi-san —añadió, señalando a Datsue—, ¿no se suponía que teníais al Jefe aquí?

Akame, por su parte, estaba demasiado cansado como para dar explicaciones ningunas. El golpe del mercenario había sido certero y demoledor; todavía le dolía el estómago. Resbaló por el marco de la puerta hasta quedar sentado sobre el frío suelo de adoquines manchado de la sangre de Nezumi —ahora irreconocible—.

Creo que necesito una cama...
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Akame contestó que se encontraba bien ante la pregunta de la chica, tras ello aclaró que no quería matarlos. Obvio, las habilidades de ese hombre sobrepasaban con creces a ambos shinobis, y de haberlo querido... solo Aiko habría sobrevivido. Obviamente, no habría llegado a matarla del todo, ella tenía un as bajo la manga mucho mejor que ese músico con su instrumento azabache. Ya podría haberse ensañado con ambos, pero no, no quiso hacerlo...

Era... realmente fuerte... —admitió la pelirroja.

Los guardias había terminado de detener a los mercenarios que había llegado a atrapar con las manos en la masa, fregando y limpiando los estropicios de su jefe. Datsue cortó la leve mirada de la chica al interior, preguntando si ésta había conseguido al menos poner una de sus mariposas en el jefe o en el músico. La chica dejó caer un suspiro que claramente reflejaba su estado de animo, abatida.

No... no pude... el shinobi nos pilló en los tejados, y no tuvimos opción alguna... —escupió, desanimada. —Aunque hubiese podido encajar una de mis mariposas en el jefe, del mismo golpe que me propinó perdí la consciencia... habría fallado el enlace, y estaría en las mismas...

»ese maldito...

Uno de los guardas salió a toda prisa a hacer algo a petición del que parecía tener mas rango. Poco después, Akame cayó al suelo como si le flaqueasen las fuerzas. No era de extrañar, la verdad. Éste, desde el suelo, inquirió necesitar una cama.

...y un medico. —añadió la chica.

Dejó caer un suspiro, y resignada se dejó caer también al suelo, apoyando su espalda con la pared.

¿Por qué no nos habrá matado...? Hemos visto su rostro y el rostro del jefe... no tiene sentido...
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Datsue asintió, con rostro pétreo, ante la respuesta de Aiko. Habían tenido en sus manos algo gordo, algo que podría marcar un punto de inflexión en la historia ninja… pero se les había escurrido entre los dedos.

Para más inri, el guardia le exigió explicaciones, preguntando por el Jefe. «Maldito hijo de puta. Si no hubieses tardado tanto en mover el culo… »

Se ve que no llegamos a tiempo… —respondió, diciendo lo obvio—. Pero oye, ¡al menos puedes llevarte el crédito por capturar al asesino de ayer! No está mal, ¿no? —preguntó, conciliador. Todavía recordaba la amenaza que le había lanzado minutos atrás.
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Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 5:
Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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