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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Como era un día caluroso, Izumi se había refugiado en el enorme jardín trasero de su hogar. Concretamente junto a la enorme piscina de azulejos blancos y azules, con un mosaico en su centro formando una enorme salamandra negra. Alrededor de ella, una gigantesca explanada de césped cuidado y cortado a la perfección y al fondo el inicio de un pequeño bosque particular en contraposición a la casa que quedaba a sus espaldas.

La chica se encontraba cómodamente tumbada sobre una hamaca de madera y tela blanca, bajo una pequeña carpa para evitar que el sol se sobrepasase. Junto a ella, una pequeña mesita sobre la que reposaban un par de vasos con hielo y una líquido verde: su limonada favorita.

Al otro lado de la mesa, Tomoe tomaba uno de los dos vasos y daba un suave sorbo sin apartar la mirada de su protegida. Era una mujer alta y espigada, de ojos finos y rasgados tras una lentes redondas y de patilla fina. Una larga melena recogida en un moño alto que dejaba caer unos mechones sobre su nuca. Vestía de forma bastante estricta, a juego con su carácter, un suéter con cremallera, de cuello alto y doblado que casi llegaba hasta la barbilla (sin mangas por ser verano) una falda del mismo color entre marrón y naranja oscuro, parecido al cuero que la parte superior de su ropa. Zapatos de tacón corto de color negro y unos guantes de cuero, que en aquel momento reposaban sobre la mesa.

—¿Qué tal su viaje al País de la Tormenta?— dio otro sorbo a su bebida

—Podía haber estado peor...— trato de abanicarse un poco con el borde del kimono que llevaba puesto sobre tan solo un bikini rojo —No sé como puedes aguantar este calor vestida así — observó a la mujer con una mezcla de asombro y repelús —Me estoy friendo solo de verte— se quejó mientras alargaba la mano para tomar su bebida

—Eso es que usted es demasiado calurosa, apenas acaba de empezar el verano— replicó la mujer dedicando una fugaz mirada a la joven

—Deja de tratarme de usted, sabes que me pone no me gusta— refunfuñó

—Por eso lo hago, señorita— dejó el vaso sobre la mesa para después recostarse cómodamente en su silla —para que se vaya acostumbrando, debería recordar más a menudo su posición y comportarse en consecuencia—

—Otro sermón hoy no, por favor— se llevó la mano izquierda a la cara en señal de hastío —Hablemos de otra cosa...— busco un tema para cambiar la conversación radicalmente —Por ejemplo, ¿qué hay de cierto en el rumor de que ha palmado la vieja de Uzu?—

—¿Rumor?— esbozó una sonrisa condescendiente —Deberíais abrir algún periódico de vez en cuando—

—¿Entonces es verdad?— inquirió curiosa

—Sí, se rumorea que han elegido a su hija como sucesora—

—Lo mismo fue ella quién mató a la vieja para ponerse en su lugar— comentó la pelirosa con cierto desdén —El abuelo siempre decía que no te podías fiar de los de Uzu ni un pelo—

—Quién sabe...— respondió pensativa la mujer antes de dar otro sorbo a su bebida —Lo único seguro es que fuese quién fuese... debe ser muy fuerte, no era una cualquiera— apuntó con cierta admiración

—Era de Uzushio, esa gente no sabe pelear— despreció Izumi mientras se volvía a recostar en su asiento

Tomoe le dedicó una dura mirada a su pupila

—Disculpen la intromisión— la voz de una de las criadas hizo que ambas mujeres mirasen hacia su izquierda, donde se encontraba una mujer ataviada con la habitual vestimenta del servicio con cofia incluida haciendo una pequeña reverencia —Ha llegado esta carta para la señorita Sanshouo— se acerco hasta la hamaca de la pelirosa y le tendió la carta

—Muchas gracias— recogió el sobre sin prestarle mucha atención —Puedes retirarte— fue a dejarlo sobre la mesa sin más cuando el sello del mismo llamó su atención —¡¡Es de Morkage-sama!!— su corazón se aceleró, no era normal recibir una misiva con el sello del Kage

La mujer de cabellos azabache, abrió sus enormes ojos verdes —¡Ábrela inmediatamente!— ordenó

Abrió el sobre y extrajo el papel del interior, la extendió entre sus manos y comenzó a leer "¿Un torneo?" acababa de leer el documento y aún le costaba estar segura de que lo que había leído era cierto. Releyó la carta una vez más

—¿Qué pone?— inquirió la otra mujer

Izumi le tendió la carta por respuesta.

Tomoe la tomó entre sus manos y comenzó a leerla a toda velocidad

—¡No me lo puedo creer!— exclamó sorprendida —¡Te han elegido para el Torneo de los Dojos!— ella tampoco parecía acabar de creérselo —¡No me lo puedo creer! ¡¿Sabes lo que significa esto?!

—¡Si!— se dejó caer sobre la hamaca de pura felicidad, con una sonrisa de oreja a oreja —¡El propio Kenzou-sama me ha recomendado!— todo su trabajo parecía no estar pasando desapercibido a pesar de todo

—¡Voy a escribirle a tu abuela ahora mismo!— se levantó de un saltó y salió corriendo en dirección a la casa

"¡Aún no me lo puedo creer!" se incorporó como un resorte, se quitó el kimono y se lanzó a la piscina de cabeza para rebajar la euforia del momento, aún tenía que asimilar la noticia que acababa de recibir
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#2
Las féminas Kikazura estaban ambas cerca de una ventana. Hirami tejía con lentitud, sentada en una mecedora, cerca de la ventana que daba hacia el suroeste de la casa. Taeko, por su parte, estaba en la ventana hacia el sureste, embelesada con el trinar de un gorrioncillo. Miraba fijamente al animal, admirando sus rasgos negros y marrones, e hipnotizada por el vibrar de su canto.

Había sido un día caluroso, pero tranquilo. Y sin embargo, no había silencio. El crujir de la mecedora, la fricción de los hilos entrelazándose, el trinar del gorrión, los suspiros de Taeko y el viento que amenizaba la sinfonía diurna daban vida a aquel cotidiano espectáculo.

Pero todo fue interrumpido por unos golpecitos en la puerta. A pesar de que la ventana donde estaba asomada Taeko estaba del mismo lado que la entrada a la casa, la peliplateada había estado tan enfocada en el avecilla que no vio quién se acercó. La puerta se abrió y una cabeza con cabellos cobrizos se asomó.

Buenas~ Espero no interrumpir nada. —dijo la mujer en tono animado.

Taeko se separó de la ventana y fue a recibir a la recién llegada con una reverencia. Hirami solo volvió la cara, una cara sonriente, y saludó.

Oh, Iwada-san. Buenos días.

Aceptando el saludo, Iwada Ririki entró a la casa. Vestía su típico chaleco de chuunin sobre lo que parecía un vestido hecho de adornos de tela diferentes más que de una sola prenda. Sus cortos cabellos color del cobre brillaban ante el sol. Era una ninja médico que solía cuidar de vez en cuando a Hirami. Ririki era hija de aquel shinobi que hacía años se había topado con Hirami cuando estaba huyendo. Ririki se había encariñado con ella y luego con la pequeña Taeko.

Ririki le devolvió la reverencia a Taeko y le dedicó una a su madre.

Espero que se encuentre bien, Hirami-san. Vengo a traerle algo especial a Taeko-chan.

Acto seguido extrajo de su chaleco un sobre sencillo, adornado solo con un sello. El sello del Morikage.

Al verlo, Hirami soltó su tejido, mientras que Taeko abrió la boca con sorpresa. La chica tomó con mano tímida el sobre. Lo abrió mientras intercambiaba una mirada de suspenso con su madre, y leyó la carta. El rostro de Taeko se tornó inexpresivo por unos instantes.

¿Qué... qué pasa, cariño? ¿Algo... algo malo? —preguntó la mujer.

Al contrario —respondió la chuunin, con las manos en las caderas mientras asentía —. Taeko-chan ha sido elegida junto con otros ninja de la aldea para participar en el Torneo de los Dojos. ¡Viajará al Valle de los Dojos para una competencia!

Mientras terminaba de leer la carta, el rostro de Taeko se iluminó como nunca, mientras que el de su madre se llenó de tristeza.

N-n-no... ¿Q-qué...? ¿Qué significa eso? Ta... Taeko no está... no está... lista...

A pesar de su negación, Hirami sabía que estaba mintiendo. Estaba consciente de que, desde que salió de la Academia, Taeko había crecido como persona y como kunoichi. Había ido de viaje a otros lugares de Oonindo, y había tenido un par de aventuras fuera de casa. Y había regresado a salvo. Pero la mujer no quería que su hija arriesgara más su vida. Su respiración se hizo pesada y una pesada pero familiar melancolía la inundó.

Por otro lado, Taeko respiraba velozmente, emocionada inmensamente por tomar parte de un evento tan grande e importante.

"Fui... elegida..."
SILENCE

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#3
Al día siguiente

Izumi acababa de salir de la ducha ataviada tan solo con una toalla blanca mientras se secaba la cabeza con una pequeña, cruzó el umbral de la puerta que separaba su baño del dormitorio para finalmente detenerse en mitad de la habitación "Aún no me lo puedo creer" llevó la toalla hasta su rostro una vez acabado el trabajo en el cabello "He sido seleccionada por el mismísimo Morikage-sama y sus consejeros" con la emoción, se había restregado tan fuerte con la toalla que al retirarla tenía toda la cara colorada "Me he pasado un poco..." pensó tras verse reflejada en el enorme espejo de pie que había en la esquina de la habitación, junto a la enorme cristalera que daba acceso a la terraza "Bueno, será mejor que me vista rápido. Hoy tengo prisa" lanzó la pequeña toalla sobre su cama, para después hacer lo mismo con la que cubría su cuerpo.

"Ha desparecido totalmente..." no pudo evitar mirarse su espalda desnuda en el espejo, desde hacia unas semanas la marca que le había colocado aquella enorme salamandra había desaparecido totalmente "Si no fuese porque tanto Tomoe como al abuela la vieron... pensaría que me había vuelto loca" se crujió los hombros con un movimiento de omóplatos, mientras se acercaba hasta su enorme armario.

Arrastró la puerta hacia un lado y dejó al descubierto una enorme habitación repleta de estanterías, armarios y perchas. Entró en el vestidor unos pasos, para después abrir uno de los armarios y sacar del interior uno de sus habituales monos, aunque este era de un color morado bastante intenso "Renovarse o morir" comenzó a ponerse la prenda, empezando por los pies "Eso me recuerda que tengo que cambiarme el tinte y el peinado para el torneo" después los brazos y finalmente subir la cremallera hasta justo debajo de la barbilla "Ahora unos guantes" abrió un cajón y sacó un par de guantes del mismo color "Perfecto" se los colocó rápidamente, procurando estirarlos bien para que no se quedasen pliegues incómodos entre sus dedos "Y ahora mis tabi" se dio la vuelta y abrió un zapatero de buen tamaño, cogió un par de tabi ninjas de color negro y se las calzó con bastante habilidad, para después asegurar cada uno de sus cierres con cuidado "Y aprovechando que no esta la abuela por aquí..." se adentró un poco más en el vestidor para abrir un armario aún más grande "Veamos que me pongo..." el armario media unos dos metros de ancho por tres de alto, y tenía dos tandas de barras superpuestas donde se colgaban un sin fin de kimonos cortos de todos los tipos y colores "A ver, aver" comenzó a mover las perchas de aquí para allá "Este no, este no..." hasta que al final se detuvo en uno de color verde, de seda totalmente lisa a excepción de la espalda donde tenía una salamandra bordada con hilo negro "Este" sin más, se lo hecho por encima con su habitual dejadez. Le gustaba que quedase suelto dejando un pronunciado escote que permitía ver el mono que llevaba debajo, lo que hacía que el cuello quedase levemente abierto por detrás dejando el final del cuello visible. El largo de la prenda apaenas caía unos centímetros por debajo de las rodillas y su nudo era bastante amplio.

Una vez ya alistada para salir, se dirigió de nuevo hasta su habitación. Se acercó hasta la enorme cómoda que había junto a la pared frente a su cama, sobre la cual descansaba su preciada katana sobre un soporte de madera caoba. Abrió el primer cajón y saco su portaobjetos, el cual colocó en su espalda a la altura de la cintura, su kit médico en el cinturón al lado izquierdo, su badana que esta vez colgó en su cuello y finalmente su mecanismo oculto, el cual ajustó como era habitual en su muñeca izquierda junto con su kunai.

"Casi lista" tomó la katana con ambas manos, para después asegurarla en su cintura bajo el portabojetos de manera horizontal "Ahora sí..."

Unos minutos más tarde, la pelirosa cruzaba el enorme recibidor de su casa en dirección a la puerta cuando Tomoe le salió al paso

—Voy al Edificio del Morikage ha recoger el salvoconducto— informó Izumi que avanzaba con paso resuelto

—Perfecto, os informaré si recibimos la respuesta de vuestra abuela— respondió la mujer que continuo su camino en la dirección contraria a la de la kunoichi —Hasta más tarde, señorita—

—Nos vemos, Tomoe— se despidió mientras uno del servicio le abría la enorme puerta que daba acceso a la salida principal de su hogar —Hoy va a ser un gran día— sin más, abandonó el cobijo de su casa para aventurarse en su aldea a paso rápido y decidido
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#4
Hirami y Taeko habían pasado prácticamente todo el día anterior discutiendo. La mayor no podía concebir que su hija estuviese lista para participar en un torneo de tal magnitud. Era muy arriesgado. Taeko se dispuso a escribir un sinfín de notas, argumentando que ella se había hecho más fuerte, y continuaba haciéndolo a cada experiencia. Ririki se había mantenido neutral la mayoría del tiempo, pero al final estuvo del lado de Taeko.

Al amanecer, ni madre e hija se dirigieron mucho la palabra, pues ya habían expresado el día anterior todo lo que querían decir.

Taeko se duchó, pues tenía que alistarse para recoger un documento muy importante del edificio del Morikage. Según Ririki, era una especie de permiso para poder viajar por Ōnindo en calidad de participante del Torneo de los Dojos. Se había vestido ya, eligiendo un hanfu de un azul suave con motivos de plumas blancas, más largo de lo que solía usarlos, pues éste le llegaba hasta las pantorrillas, aunque no impedía el movimiento gracias a una abertura del lado derecho. Debajo portaba un pantaloncillo lila que le llegaba hasta medio muslo y su típica blusa rosa claro, además de calzar unos zapatos de tela azul.

Comenzaba a ceñirse un obi color rosa violáceo cuando su madre entró a la habitación. Sin decir una palabra, y sólo dedicándole un movimiento de cabeza, se colocó detrás de su hija para ayudarle a acomodarse el obi apropiadamente. Por lo general, Taeko se ajustaba aquella prenda no muy tradicionalmente: lo amarraba y metía entre el mismo doblez. Quedaba apretado de manera práctica. Pero en ese momento, su madre se dedicó a hacerle un moño trasero tradicional. Lo acomodó de manera que la placa con el símbolo de Kusagakure apuntase perfectamente hacia adelante. Luego tomó un obiage, una cinta más delgada que el obi, y la ató a su alrededor para adornarlo más.

Taeko sabía que su madre no era partidaria del todo de su mezcla de estilos, pues el obiage era para vestiduras más formales, pero aun así le encantó el detalle. Antes de que pudiese hacer algo, su madre se dispuso a peinarla. Sintió los movimientos de sus manos tal como cuando ella aún no podía hacerlo por sí misma. Hirami tomó la larga porción de los plateados cabellos de su hija que ésta solía atarse en una coleta, y comenzó a trenzarla.

Hoy… entendí algo —comenzó con su pausada voz y un fuerte aire de melancolía —. Algo que… pensé que ya había entendido. Yo… yo no… no puedo evitar que vayas.

Taeko se tensó al escuchar esas palabras. Quiso voltear la cabeza para ver los ojos de su madre, pero ella la mantuvo mirando hacia adelante para poder hacer su trenza adecuadamente.

“Madre…” pensó mientras Hirami proseguía.

Es tu… es tu camino ninja. Tú lo decidiste. Sería… sería hipócrita de mi… parte… decirte que no cuando… cuando siempre te he… animado. Sigo sin querer que… que vayas. Pero tú quieres… ser una gran kunoichi. Y yo.... yo no me opondré.

Al terminar la trenza, tanto ella como su hija estaban soltando silenciosas lágrimas, mezcla de alegría y tristeza. Taeko abrazó a su madre, agradeciéndole a ella y a los Dioses.

Ahora ve. Iwada-san dijo… dijo que tenías que ir per… personalmente a buscar ese documento.

Taeko se enjugó las lágrimas, asintió y luego le dio otro abrazo y un beso en la mejilla a su madre. Buscó su portaobjetos, se lo ajustó al cinto y, con un alegre gesto de la mano, se despidió por mientras de su progenitora.

Al salir, el canto del mismo gorrioncillo la recibió, y ella contestó con un silbido similar. El día había pasado de muy mal a muy bien, se dijo mientras caminaba a paso alegre hacia el edificio del Morikage.


Disculpa la tardanza, estuve un poco más ocupado que de costumbre estos días DX
SILENCE

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#5
Tras algo más de media hora caminando a través de la Aldea, había llegado por fin hasta prácticamente el centro de la misma donde se ubicaba el enorme dojo que acogía en su interior la oficina del Morikage. Un enorme edificio realizado enteramente en madera y papel de arroz, al estilo de los edificios más tradicionales de todo el país de la Hierba.

Aquel lugar era importante a la par que imponente para todos aquellos considerados shinobis de Kusagakure, pero para Izumi lo era aún más. No sólo era el centro de su mundo como kunoichi, si no que además acogía la oficina y aposentos del hombre al que admiraba hasta casi la idolatría: Moyashi Kenzou.

Se detuvo frente a la puerta, aún al otro lado de la valla que daba acceso al puente que separaba a la construcción del resto de la ciudad. No podía evitar ponerse nerviosa cada vez que se acercaba hasta allí, quizás ese día tuviese la suerte de verlo aunque fuera de lejos... o incluso ser saludada "¡Tranquilízate Izumi" la sola idea hacia que su corazón casi se desbocase como un caballo asustado por un petardo "¡Has venido un montón de veces y sabes como acaba esto siempre, no te hagas estúpidas ilusiones!" aún así, no era capaz de dominarse.

Se golpeo la cabeza para tratar de recuperar la compostura "¡Deja de comportarte como una maldita cría!" se regañó así mismo tras el poderoso auto-coscorrón "¡¿Qué pensaría de tí si te viese de esta manera?!" respiró hondo tratando de reunir toda su voluntad "Me prometí no dejar de nuevo que las emociones me controlen... tengo que hacer un esfuerzo" tras su último encontronazo con el calvo de la sonrisa irritante, Izumi había decidido centrarse en controlar sus impulsos y carácter. Una gran empresa sin lugar a dudas, sobre todo para alguien acostumbrado a que todo el mundo haga siempre lo que ordena.

Tras unos instantes de control de la respiración, la chica se sintió lo suficientemente bajo control como para tomar la decisión de avanzar hacia la puerta y entrar a cumplir con su objetivo: Recoger el salvoconducto que le permitiría acceder al Valle de los Dojos en calidad de participante.

Una nueva bocanada de aire y se adelanto su pie derecho para iniciar el camino hacia la entrada del lugar, cruzó el umbral que separaba la calle de los terrenos del edificio y comenzó a cruzar el puente con paso tranquilo pero seguro.

"¡Allá vamos!"
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#6
Taeko había comenzado caminando, pero luego parecía ir dando saltitos. La alegría de que su madre entendiera lo que ella debía de hacer se sumaba a la euforia de haber sido seleccionada como participante. Sin embargo, no dejaba de preguntarse por qué la habían escogido. No había hecho muchas misiones, y no es que tenga una gran presencia en la aldea como para ser notada de entre todos los ninja.

”¿Quién más irá? ¿A quién más habrán seleccionado?”

Los ánimos la invadieron, empujando al nerviosismo fuera de su corazón. Se sorprendió al notar que había empezado a correr. Vio a lo lejos entonces el imponente edificio del Morikage, y se inspiró incluso más. Desaceleró hasta volver a caminar, respirando con algo de rapidez y comenzando a sudar con levedad. Los nervios parecían haber vuelto a escalar hacia su corazón.

Sin embargo, a varios metros frente a ella, al parecer viniendo del otro lado de la aldea, vio a una persona pasar el portal de la estructura. Reconoció al instante una melena rosa y una espada en el cinto. Taeko sonrió y se inflamó de buen humor.

”¡Es Izumi-san! ¿La habrán seleccionado también? ¡Qué genial!”

Corrió de nuevo hasta el umbral y lo pasó caminando rápido (pues se le hacía de mala educación correr en los recintos propiedad de alguien más). La vio de cerca entonces. Vestía un hermoso kimono corto verde con una salamandra bordada en la espalda.

”Busca la salamandra…” se dijo, pensando en las palabras de la espadachina.

Fue hasta ella y le dio unos toquecitos en el hombro derecho, pues no podía llamarla desde lejos.

Saludaría a la pelirrosa con una gran sonrisa y una respetuosa reverencia.

”Espero que sea cierto… ¡Espero que ella también vaya! Así podremos luchar una al lado de la otra. ¿O una contra la otra? No sé cómo vaya a funcionar ese Torneo…”
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#7
Cuanto más se aproximaba hasta la puerta del dojo, se iba tensando cada vez más, era algo que no lograba evitar "¿Y si está Kenzou-sama al otro lado de la puerta? ¡Me daría algo!" frenó un poco su paso, tratando de alargar todo lo posible el camino "¡no, no, no! ¡Creía que la había superado maldición!" se disponía a tomar una honda respiración para tratar de relajarse, cuando de repente sintió que le tocaban el hombro con suavidad

Sin poder evitarlo, la chica se sobresaltó girando sobre sí misma casi en un salto —¡Aishh!— intentó reprimir el gritó todo lo que pudo, así que quedó algo a mitad de camino. Un tanto cómico, sobre todo porque la otra chica la saludaba con la protocolaria reverencia.

Nada más enfocar, pudo ver a la sonriente chica de cabello plateado con la que había entrenado el otro día

—¡Casi me matas del un susto, Taeko!— se llevó la mano al pecho, dejando escapar un largo suspiro —¡Oh! ¡Qué gupa me vas!— ahora que la observaba con más tranqulidad, no pudo evitar notar el cuidado que había puesto a la hora de vestirse —¡Y esa coleta te queda genial!— alabó la pelirosa mientras daba un paso lateral para observar mejor —¿No será que tiene cita con un chico guapo verdad?— la malicia hizo acto de presencia en el rostro de la Sanshouo a la vez que dejaba volar su imaginación —A mi puedes contármelo, Taeko-san, soy una tumba— entre el susto y la cara amiga, Izumi había olvidado completamente donde estaba y sobre todo, por qué estaba allí
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#8
Izumi se sobresaltó al notar el toquecito en el hombro. Parecía algo nerviosa, tal como Taeko. La peliplateada soltó una risita al verla dar un saltito y ahogar un grito.

Sin embargo, la espadachina se alegró de verla, y le dijo lo guapa que se veía. Taeko no se esperaba eso, y se sonrojó levemente. Su coleta trenzada y el moño de su obi al aprecer hacían maravillas con su apariencia. Al sugerir la pelirrosa que tal vez tenía una cita con algún chico. Taeko alzó una palma y negó con la cabeza.

”Pues técnicamente es una cita con el Morikage… Pero creo que no cuenta” pensó, divertida.

Pensó que debía escribirle algo a su amiga, y se palpó el vientre, buscando la libretita que siempre metía entre su obi. Pero no sintió nada.

”Oh, no… Por los Dioses, por favor, no…”

Con cara de preocupación, se dio palmaditas por todo el cinto, pero no encontró la libreta. Intentó hacer memoria y repasar lo que había hecho ese día. Y se dio cuenta entonces de que había estado tan emocionada y nerviosa, entre el ir a buscar el documento, la actitud de su madre y la situación en general, que había olvidado meter su libretita y carboncillo entre sus ropas.

”Ay, ay, ay… ¿qué haré ahora? Creo que tendré que improvisar…”

No sabía si Izumi conocía el lenguaje de señas, pero valía la pena intentarlo. Si no reaccionaba, tendría que hacerlo a pura mímica. Movió las manos diciendo “creo que olvidé mi libreta…”. Esperaría unos segundos y, si no respondía, haría una reverencia con las manos juntas, a modo de disculpa, luego haría gestos con las manos: fingiría estar escribiendo en su palma izquierda, para luego mostrar ambas palmas vacías. Después se apuntaría a la sien, con una ligera vergüenza, y se daría unos leves golpecitos con los nudillos.

”Mi libretita… la olvidé. ¡Ay, cómo me sería útil el jutsu telepático de Reika-san!”

Esperaba que Izumi pudiese entender sus gestos. Aunque ahora le preocupaba ligeramente cómo le entendería el Morikage…

”Aunque lo más probable es que haya papel y lápiz en su oficina, así que…”
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#9
Taeko alzó su palma y negó con la cabeza ante el interrogatorio de primer grado de la pelinaranja

—No tienes porque avergonzarte, somos jóvenes y estamos en la edad— bromeó Izumi sin ningún pudor, aprovechándose del sonrojo de su compañera —Vamos, no se lo diré a nadie—

La peliplateada se palpó el cuerpo, primero el obi y luego el resto del cuerpo, como si estuviese buscando algo. Izumi la observó tratando de desentrañar que era lo que podía estar buscando la otra chica.

—¿Has perdido algo?— la interrogó antes de que la chica se diese por vencida y decidiese tratar de comunicarse con ella a través de signos que tenían poco sentido para ella

"Creo que trata de decirme algo..." se llevó la mano hasta la barbilla con el brazo izquierdo cruzado por debajo del codo derecho intentando desentrañar aquellos movimientos

—Lo siento pero no te he entendido— confesó la chica un tanto afligida por su incapacidad para entender lo que a primera vista debía ser algún tipo de lenguaje para las personas que no podían hablar

Taeko hizo un reverencia —No tienes que ser tan formal— le regañó la pelinaranja, a la que las buenas formas se habían convertido en una dura imposición de su entorno

Observó el resto de la mímica de su compañera y se le encendió la bombilla —¿No sería esto más fácil si tuvieras tu libretilla?— tras escuchar su propia frase, cayó en la cuenta de lo que quería decir —¡Vale, vale! ¡Has olvidado tu libreta!— sentenció la joven como quién acabase de responder correctamente a una pregunta de un juego de mímica para ganar la partida —Lo siento por ser tan cortilla— se vino abajo, haciendo una reverencia a modo de disculpa a la peliplateada por su torpeza
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#10
El “no tienes que ser tan formal” de Izumi hizo surgir un instante de amargura y el recuerdo de una maleducada pelirroja en tierras de hielo. Pero pronto se le pasó al ver a su amiga tratar de adivinar qué estaba diciendo.

Le hizo gracia, pero a la vez le dio pena no poder comunicarse adecuadamente con ella. Ambos sentimientos lucharon un rato en su rostro, hasta que Izumi acertó diciendo que había olvidado su libretita. La peliplateada asintió con ganas. La chica se disculpó por no haberlo captado al inicio.

”No, no, está bien… No es tu culpa.”

De repente recordó lo que había ido a hacer allí y retomó la mímica. Se señaló a sí misma, luego se colocó un dedo justo debajo del ojo. Después apuntó al edificio que tenían enfrente. Para terminar, señaló hacia abajo, apuntando repetidamente a su sombra con una mano, mientras que con la otra se daba toquecitos en la bandana que tenía atada al obi.

”Vengo a ver al Kage. Vengo a ver al Kage.”

Supuso que explicar su participación en el Torneo sería difícil de hacer con gestos, así que comenzó con algo más fácil. Esperaba que Izumi comprendiera lo que intentaba decirle.
SILENCE

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#11
El juego de mímica no había acabado aún, a pesar de que ya había acertado. Ahora Taeko comenzaba señalándose a sí misma "Está empieza fácil" la pelirosa se concentró en la chica que tenía frente a ella para no perderse ni un detalle —Tú...— empezó a atar cabos mientras su interlocutora continuaba con el siguiente movimiento apuntando hacia la espalda de Izumi.

Se dio la vuelta y vio que señalaba al edificio directamente —Vas al Edificio del Morikage— hasta ahí creía haberlo captado todo perfectamente, aunque el resultado final dependía del siguiente signo. Volvía a observar a la peliplateada, que ahora señalaba hacia el suelo —¿Puente?— en su mente trataba de unir todo aquello en una frase con sentido, pero no había forma. Luego observó como se señalaba la bandana que tenía atada al obi —¿Itae-ate?—

No pudo ocultar su confusión al ser incapaz de encontrar sentido a todo aquello "¡No es justo! Siempre he sido muy mala jugando a esto" se lamentaba la Sanshouo

—Vale, vale— volvió al principio de todo —Creo que hasta la parte de "Vas al edificio del Morikage" la he pillado bien— explicó mientras volvía a mirar al suelo, buscando algo diferente —ah, sombra... sombra es kage— se llevó la mano hasta la barbilla —¡Vienes a ver a Morikage-sama!— tras escuchar su conclusión, Izumi se quedó casi de piedra —¡¿Vas a ver a Kenzou-sama?!— clavó sus ojos inquisitivamente a su compañera
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#12
Izumi parecía tener problemas para adivinar los gestos de Taeko. A ella se le hacía ligeramente gracioso, aunque se reprendió al instante por reírse.

Al final, la pelirrosa acertó, y Taeko asintió alegremente. Lo que no se esperaba era la reacción de la espadachina, pues se alteró de sobremanera, quedando pasmada al escuchar lo que ella misma acababa de decir. Taeko asintió de nuevo, esta vez lentamente, pues le desconcertaba un poco su respuesta.

"Ahora bien... ¿Cómo explico lo del Torneo de los Dojos? Sería muy difícil de hacer en mímica... ¡Ay, cómo se me olvidó mi libretita querida! Debo de atármela a la cintura, mejor. Llevarla con una cadenita, o con una cuerda. ¡Así nunca la dejaría atrás!"

Después de hablar consigo misma un instante, volvió a la pantomima. Se señaló de nuevo, y una vez más al edificio. Luego dibujó con el dedo un rectángulo en el aire. Tomó el rectángulo imaginario y, virándose hacia un lado, se lo entregó a una persona invisible. Al instante siguiente, Taeko tomó el lugar de la persona invisible, fingiendo tomar el rectángulo etéreo para sí. Repitió la mímica, esta vez algo más lento.

"Vengo a recoger un papel... Vengo a recoger un papel..." pensaba intensamente la peliplateada, como si la pelirrosa pudiese leer su mente. Aunque luego se le ocurrió que habría sido más fácil preguntarle a ella primero por qué estaba allí...

Se preguntó si Izumi tenía el mismo objetivo que ella. La sola idea hizo que su corazón se emocionara de nuevo.
SILENCE

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#13
Izumi se quedó con ganas de saber si, Taeko, iba o no a ver a Kenzou-sama. Ahora volvía a señalar en dirección al edificio del kage y dibujaba un rectángulo en el aire, después se colocó de perfil e hizo como que lo entregaba a alguien, para después tomar el lugar de la persona que lo recibe

Se rascó la sien durante un instante tratando de encontrar un sentido a todo aquello, tenía que hilar no sólo esa parte si no todo el discurso mímico para encontrar el sentido —Vale...— poco a poco todo iba cobrando forma en su mente, como cuando se monta un puzzle y solo tienes que terminar de rellenar los huecos —No me digas... que...— levantó la mirada hasta clavarla en la de la otra chica —Tiene que ser eso...— se dijo más para si misma que para la peliplateada —¡Ya sé a que has venido!— sus ojos se iluminaron sin poder contener una sonrisa —¡Era tan obvio que me siento estúpida!— se ruborizó un poco —Lo que pasa es que te vi tan arreglada que pensé que ibas a una cita— paso su mano por la nuca —pero ahora ya lo sé, estás aquí por lo mismo que yo— apoyó su dedo indice derecho sobre sus labios —¡Vienes a recoger la acreditación para el torneo, ¿verdad?!— lanzó el interrogante con la seguridad total de que la respuesta era afirmativa —¡Estaba claro que te escogerían tan bien!— rodeó a toda prisa a la otra joven y comenzó a empujarla por la espalda en dirección al edificio del Morikage —¡No perdamos más tiempo!— instó la pelirosa visiblemetne emocionada
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