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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
"¿Una mala postura? Solo hemos estado sentadas un rato..." pensó Taeko, inclinando levemente la cabeza con un leve dejo de duda.

Ayame se fijó entonces en el líquido negro, que había estado ganando espesor bajo la mano de la pelirroja. Cuando ésta consideró que la tinta estaba perfecta, retiró la barra negra, que se había encogido ligeramente, y la colocó sobre una servilleta que sacó de su mochila. La chica le preguntó entonces qué escribiría. Y por supuesto, Taeko aún no lo sabía del todo.

"¿Qué me inspira este lugar? Romance por mis padres. Nostalgia por un pasado que apenas conozco. Esperanza, por haberme encontrado con Ayame. Podría escribir Ayame... Tal vez en otra ocasión. Kage, bestia, guerra, oportunidad. Fin. Inicio. Inicio. Oh, inicio."

Recordando los comentarios de Ayame acerca de cómo el lugar había sido el principio de todo, asintió con energía, tomando al fin el pincel y sumergiendo parte de él en el tintero. Dio un par de vueltas en el líquido para mojarlo bien y luego lo sacó con cuidado. Respiró profundamente, con la intención de quitarse todo pensamiento de la mente. Movió el pincel sobre el pergamino que había preparado ante sí, y comenzó.

Del lado izquierdo, el primer radical. Hizo un trazo en la parte superior, casi como un acento. Luego otro, comenzando desde la izquierda hacia la derecha, girando para bajar en diagonal hacia la izquierda. Del anterior trazo, un tercero, en diagonal hacia la derecha. El cuarto comenzaba a la derecha y arriba del anterior, una corta línea que se unía en diagonal al tercer trazo. El último trazo del radical partió desde la unión del segundo y tercero, verticalmente hacia abajo. Mojó el pincel una vez más y prosiguió con el siguiente radical, a la derecha. Comenzó en la parte izquierda, un trazo horizontal que giraba hacia abajo. El último trazo partía casi de donde comenzaba el anterior, bajando con una leve curva al final.


Inicio. Había escrito en estilo gyosho, semicursiva, de manera que los trazos parecían conectados con una delgada línea, en lugar de verse claramente diferenciados como en escritura convencional. Volteó la mirada a Ayame y le sonrió, esperando su comentario.
SILENCE

〘When deed speaks, words are nothing.〙

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#17
Taeko no respondió enseguida. Parecía estar meditando muy bien la respuesta. Parecía que el arte de escribir era mucho más complejo de lo que Ayame podría haber pensado en un momento. No parecía valer cualquier palabra elegida al azar. Debía de ser algo para ella.

«¿En qué se basará para decidirlo? ¿Sentimientos? ¿Descripciones?»

Al final, la Kusagakuriense tomó el pincel y sumergió la pluma en el tintero. Con cuidado, le dio un par de vueltas hasta que la tinta lo impregnó a la perfección y después secó la tinta sobrante. Respiró hondo, se inclinó sobre el pergamino y comenzó su labor. Ayame la estudiaba en silencio, rígida como una tabla, casi temiendo respirar por si rompía su momento de concentración. Tras unos segundos en los que Taeko se movía por el papel entre pinceladas descendentes, horizontales de izquierda a derecha y alguno inclinado hacia abajo, al fin su obra nació. Con trazos gruesos unidos por delgados hilos de tinta, la palabra escogida había sido:


"Hajime" —leyó Ayame en voz alta, y, consciente de la expectante mirada de Taeko, juntó las palmas y le dedicó una amplia sonrisa—. ¡Es perfecto! Se te da verdaderamente bien, Taeko-san. ¡Seguro que a tus padres les encantará!
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#18
Taeko se sentía bastante más relajada nada más escribir la palabra. Había que despejar la mente para dejarse llevar por los trazos, y eso hacía mucho por la tranquilidad del usuario.

Ayame entonces la felicitó, mencionando de nuevo a sus padres. Una suave sonrisa de comprensión apareció en el rostro de la peliplateada. Dejó el pincel apoyado contra un borde del tintero y cogió de nuevo su libretita. Se detuvo a media nota para pensar bien cómo decirlo.

≫¡Muchas gracias, Ayame-san!
Solo a mi madre. Mi padre falleció hace mucho tiempo.


Miró entonces a la recién escrita palabra, luego al tintero. Había hecho suficiente tinta para escribir más, pero para sacar otro papel, tenía que esperar un momento a que el primero se secara un poco.

≫Dime, Ayame-san. ¿Practicas algún pasatiempo o arte como éste?

La amegakurense parecía una buena persona, y no estaba de más conocerla un poquito. Tal vez algún día podrían pasar un día artístico.

”¡Sería divertido! ¿Quién diría que la gente de Amegakure fuese tan agradable?” pensó con una amplia sonrisa.
SILENCE

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#19
Taeko sonrió, pero a Ayame le pareció que no era una sonrisa igual de alegre que las anteriores. Mientras se preguntaba si habría dicho algo incorrecto, la de Kusagakure se inclinó de nuevo sobre el cuaderno que estaba utilizando para comunicarse con ella. A mitad de mensaje se interrumpió momentáneamente, pero enseguida lo terminó:

«¡Muchas gracias, Ayame-san!
Solo a mi madre. Mi padre falleció hace mucho tiempo.»

—Ay... yo... lo siento, Taeko-san. No lo sabía —respondió Ayame, con un súbito peso en el estómago.

Incapaz de continuar hablando, se mordió el labio inferior y agachó la mirada. ¿Qué podía decirle? ¿Que su padre también estaría orgulloso de ella estuviera donde estuviese? ¿Eso de verdad era una frase de consuelo? Resultaba irónico como alguien como ella, que tampoco tenía madre, era incapaz de sacar una frase ideal para el contexto sin resultar brusca ni hiriente. Definitivamente, las palabras no eran lo suyo.

El susurro del papel le hizo alzar la mirada de nuevo. Taeko había escrito otro mensaje:

«Dime, Ayame-san. ¿Practicas algún pasatiempo o arte como éste?»

Le había preguntado. Y Ayame no pudo evitar sentirse mal cuando una parte de ella se alegró por haber conseguido cambiar de tema.

«Eres una egoísta.» Se recriminó para sus adentros.

—Bueno... Me gusta dibujar —confesó encogiéndose de hombros con una sonrisa—. Pero lo hago como hobby en mi tiempo libre, ni siquiera es algo que me tome realmente en serio. Me relaja y de vez en cuando me gusta imaginar como podría desarrollar una técnica a partir de mis propias habilidades.

Suspiró y volvió la mirada hacia las tres estatuas de los Kage. De repente cayó en la cuenta de que había ido hasta allí como si estuviera buscando la respuesta a una pregunta que ni ella misma conocía. ¿Había obtenido algo de su visita al Valle del Fin? Aparte de conocer a Taeko, no parecía haber tenido mucho éxito. No había descubierto nada nuevo acerca de los bijuu ni de la batalla que sucedió allí mismo. De alguna manera se sentía algo...

Frustrada.

—Ojalá hubiera más información sobre lo que ocurrió aquí... —murmuró al aire, casi de manera inconsciente. Pero enseguida se dio cuenta de que estaba hablando sola y agitó una mano en el aire con una sonrisa nerviosa—. Perdona, me he perdido durante unos instantes.
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#20
A Taeko le dio la impresión de que Ayame no sabía cómo responder ante el comentario de su padre, y ella misma agitó una mano.

”Cielos, no quería incomodarla. ¡Lo siento!” pensó mientras escribía otra nota a toda prisa para intentar calmar a la chica.

≫¡No te preocupes! Pasó hace mucho tiempo. Ni siquiera lo conocí.

Ayame, contestando a la otra nota de la peliplateada, dijo que le gustaba dibujar. Ante lo cual Taeko abrió la boca emocionada. No era raro encontrarse con un artista en los distintos pueblos y ciudades. Pero que allí, en el centro del mundo, se encontrase con una chica a quien le gustase dibujar parecía cosa del destino. No perdió tiempo y escribió otra nota.

≫¿Dibujas? ¡Qué genial! ¿Podrías mostrarme, por favor?

Le tendió la libretita y el carboncillo, pues solo le parecía justo que, después de haberle mostrado su práctica de shodō, Ayame le mostrara algo ella misma.

Sin embargo, por unos momentos la chica se distrajo: volteó a ver a las estatuas de los kages y murmuró algo acerca de querer saber más de lo que pasó. Taeko comenzó a sospechar que algo más pasaba. Ayame parecía una chica muy amable. ¿Podría ser que simplemente tenía un interés muy grande en la historia de los bijū y los kage?

”Tal vez es una obsesión… ¡O tal vez ella tiene algo que ver! Tal vez… ¡tal vez es descendiente de uno de los Antiguos Kages!”

Guardándose sus hipótesis, solo le hizo una nota a su compañera.

≫¿Estás bien? ¿Pasa algo, Ayame-san?

Luego volvió a ofrecerle la libretita, por si aceptaba dibujar para ella. De vez en cuando agitaba el pincel dentro del tintero, para evitar que el negruzco líquido se secara. Taeko no perdería sus sospechas para con Ayame, aunque no estaba muy interesada en indagar mucho.
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#21
Por fortuna, Taeko no parecía habérselo tomado a mal. Había perdido a su familiar hacía mucho tiempo, por lo que no lo había conocido. Como Ayame, quizás pasara en el momento de su nacimiento. Quizás antes. Pero no quiso meter más el dedo en la llaga. Era un tema demasiado sensible.

«¿Dibujas? ¡Qué genial! ¿Podrías mostrarme, por favor?»

Ayame no pudo evitar sonrojarse ante la petición. No se había esperado algo así. Ella no era ninguna experta en la materia, más bien lo disfrutaba como un hobby más y no se preocupaba demasiado de alcanzar la perfección. Iba a negarse, alegando que no tenía materiales con los que dibujar como una burda excusa para esconderse, pero allí estaba Taeko, tendiéndole su libreta y el carboncillo.

—V... vale... —murmuró, derrotada.

Suspiró y miró a su alrededor. Las figuras de los tres Kage llamó su atención y debió de quedarse varios segundos pensativa porque enseguida recibió otra nota.

»¿Estás bien? ¿Pasa algo, Ayame-san?»

—¿Eh? ¡No, no! ¡Qué va! Es solo que... vine aquí pensando que encontraría algo sobre el combate de los Kage contra los Bijuu. Y de alguna manera siento que me voy a ir con las manos vacías —sonrió, nerviosa, pero le restó hierro al asunto agitando la mano en el aire—. Son chorradas mías. No te preocupes.

Ayame tomó la libreta y el carboncillo y se mantuvo pensativa unos instantes. ¿Qué podía dibujar? Aquella situación había surgido de forma tan abrupta que no le había dado tiempo a pensar sobre ello como solía hacer. Sin embargo, enseguida se le ocurrió algo. Alzó la mirada y, alternándola con el folio cada cierto tiempo, empezó a mover el carboncillo por la hoja. Primero hizo un esbozo rápido, con líneas suaves y entrecortadas que se iban cruzando entre sí. Un esqueleto base, sobre el que después fue añadiendo los detalles. En el centro, de frente, un anciano de cabellos y barba larga, con la clásica túnica de Kage pero sin el sombrero; a la derecha, un hombre de pelo corto y algo sombreado, rasgos serios y un kimono largo; y por último, a la izquierda, una mujer de la que intentó plasmar toda su belleza en el dibujo, aunque no llegó a acercarse lo suficiente, de cabellos intensamente sombreados y un esbozo de una armadura de samurai. A Ayame le llevó más de media hora ultimar los detalles, pero cuando culminó su obra la analizó con ojo crítico.

—Bueno, no ha salido tan bien como debería pero... —Roja como un tomate, le devolvió la libreta a Taeko y se rascó la mejilla, nerviosa.

La anatomía de los tres Kage no estaba tan perfecta como le hubiese gustado. De hecho, el Uzukage le había salido algo más cabezón de lo que hubiera resultado adecuado y las manos, entrelazadas en el sello del tigre, eran vagas representaciones de la realidad.

—Ya dije que no era ninguna experta... —se excusó, con una sonrisa nerviosa.
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#22
La teoría conspiracional de Taeko acerca de la relación de Ayame con los Kages se vino abajo. Al parecer solo era muy estudiosa del asunto, y quería investigar más.

”¿Pero qué podría encontrar aquí? Esa batalla pasó hace bastaaante tiempo. Ya todo lo que debió descubrirse se descubrió. ¿No?” pensó, con un dedo en el mentón.

Se alegró entonces cuando Ayame, sonrojada, accedió a dibujarle algo. La morena tomó la libretita y el carboncillo y, después de pensarlo un momento, comenzó a trazar. Se inclinó levemente en su dirección, intentando no impedirle la vista o el movimiento. Después de varios minutos, Ayame le mostró el producto final: los tres Antiguos Kages. Se quejó de que no había salido tan bien, pero Taeko abrió la boca asombrada.

”¡Está súper genial!”

La peliplateada podía dibujar cosas simples, y sus garabatos eran bastante sencillos. Pero en Ayame la práctica. Su técnica de trazado y su estilo denotaban a una buena artista, a pesar de ser, en sus palabras, un hobby.

Taeko tomó la libretita y pasó la hoja con cuidado para escribir una nota. Luego se la mostró, acompañándola con una expresión de ánimo y ojos brillantes.

≫¡Está increíble, Ayame-san! ¿Puedo quedármelo, por favor? ¡Te daré algo bonito a cambio también!

Taeko había movido el pliego de papel con el primer kanji escrito y había sacado uno nuevo en blanco. Lo extendió mientras visualizaba los kanjis para iris en su superficie. Su mano agitaba el pincel para mantener la tinta en movimiento. Un fuerte sentimiento de alegría y camaradería fluía dentro de la chica.

Solo esperaría a que Ayame aceptara su intercambio artístico para escribir la palabra en su cabeza. Tal vez no fuese una palabra muy profunda por sí misma, pero simbolizaría el nacimiento de una relación entre artistas novatas, y entre ninjas de aldeas distintas. ¿Qué más poético que eso?
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#23
Pese a todo, Taeko parecía realmente emocionada con su trabajo. Tomó la libreta de sus manos y, con toda la delicadeza del mundo, pasó la hoja para poder escribir algo. Por sus gestos, casi parecía temer que el dibujo de Ayame se fuera a desintegrar si lo tocaba demasiado.

«¡Está increíble, Ayame-san! ¿Puedo quedármelo, por favor? ¡Te daré algo bonito a cambio también!»

Ayame volvió a sonrojarse. Rara vez recibía un halago de ese tipo, mucho menos con respecto a sus dibujos ya que solía hacerlos cuando se encontraba a solas, por lo que no sabía muy bien cómo debía comportarse ante aquellas situaciones.

—Ay... Muchas gracias —respondió, frotándose la nuca por debajo de su cabello. Sonrió, estaba muy contenta de que a la Kusagakuriense le hubiese agradado tanto su dibujo, por lo que enseguida asintió a su petición—. ¡Claro! Estaría encantada de que te lo quedaras.

Ni siquiera había esperado nada a cambio, pero Taeko ya había movido a un lado el pliego con el kanji de inicio y había extendido uno nuevo en su lugar. Muerta de curiosidad, Ayame se inclinó ligeramente hacia delante para observarla, siempre teniendo cuidado de no taparle la luz o resultar un incordio para ella.
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#24
A Ayame le habría encantado que Taeko tomara el dibujo, y ella lo hizo con gusto, aunque de todas maneras decidió escribirle algo.

Dudó entonces. Había planeado escribir ayame, pero decidió que no era suficiente. Luego tuvo una idea. Levantó la cabeza y vio a los Kages, y después dirigió la mirada a su compañera, sonriéndole.

”¡Ya sé!” pensó. Remojó el pincel entonces, y comenzó a trazar de nuevo, esta vez del lado derecho, pues escribiría siete símbolos y no dos.

El primero, con el radical de persona, luego dos trazos horizontales, uno en diagonal hacia abajo a la izquierda que doblaba hacia la derecha, y uno final que lo remataba. Tradición, transmitir. El segundo, con el radical de decir, luego dos trazos en la parte superior, un par que asemejaba un cuadrado y dos diagonales y curvos, uno hacia la izquierda y otro hacia la derecha. Expresar, teoría. Al final, la partícula posesiva en su escritura kaisho, algo diferente a la escritura moderna.

En medio, en la siguiente fila, con un corto trazo vertical, uno que iba hacia la derecha y luego doblaba hacia abajo, un largo trazo vertical al centro del anterior, y uno último para cerrar un cuadro, escribió entre. Después, hizo de nuevo el símbolo posesivo.

En la última fila, comenzó con un radical de césped, luego con dos radicales de sol, formando lirio. Debajo, el último kanji, comenzaría también con el radical superior de flor, luego un radical izquierdo de lluvia, para proseguir con un trazo horizontal, uno vertical a la izquierda, uno que iba de izquierda a derecha y luego doblaba hacia abajo, otros dos horizontales que cerraban la cuadrícula, uno largo vertical que interceptaba los anteriores, y uno pequeño casi al inicio del anterior. Espadaña, junco.

Al final, la peliplateada volteó a mirar a la Amegakurense.

”No es lo que viniste a buscar, pero puedes llevarte un buen recuerdo de tu viaje. Espero que algún día encuentres aquello que necesites del pasado.” pensó, deseando que le gustara su escritura. Con un estilo similar al anterior, se podía leer en el pergamino:

伝説乃中乃菖蒲
Densetsu no naka no ayame
El iris entre leyendas
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#25
Taeko pareció dudar durante unos instantes, pero levantó la cabeza hacia los tres Kage y el brillo de la inspiración destelló en sus ojos y en su sonrisa. Enseguida se puso manos a la obra. Ayame observó con cuidado y fascinación los suaves movimientos del pincel sobre el papel. En cierta manera, comprendió, era un arte que no difería demasiado del dibujo que ella ejercía.

Y es que la de Kusagakure no estaba simplemente escribiendo, estaba pintando palabras.

Aquella obra le llevó bastante más tiempo que la anterior, pero cuando Taeko se volvió hacia ella al fin y le mostró el resultado, enseguida comprendió el por qué. No se había limitado a dibujar solamente una palabra, le había compuesto una frase entera con toda su dedicación:

伝説
乃中乃
菖蒲

—"El iris entre leyendas..." —leyó Ayame, con un hilo de voz. Inevitablemente, se le habían llenado los ojos de lágrimas—. ¡Muchísimas gracias, Taeko-san! Lo guardaré como un tesoro, te lo prometo.

—Ayame. —La voz de Kōri a su espalda la sobresaltó. No se había dado cuenta de que su hermano se había acercado a ellas hasta que lo tenía prácticamente a su espalda—. Creo que deberíamos retomar la marcha.

—Oh... ¿Yaaaa? —se quejó Ayame, inflando las mejillas. Pero no había lástima que pudiera remover el corazón de hielo de su hermano, por lo que terminó por echar el aire contenido y miró a Taeko con una sonrisa de disculpa—. Ha sido un placer, Taeko-san. ¡Espero que volvamos a vernos!

Tomó el pliego con sumo cuidado, casi como Taeko había cogido su propio dibujo, y se levantó. Kōri inclinó la cabeza a modo de despedida y después echó a andar hacia el norte, con Ayame siguiendo sus pasos como un alegre pajarillo.

—¿Has hecho una nueva amiga?

—¡Sí! —asintió ella, sin dejar de mirar los kanji de la escritura que le había obsequiado. Estaba feliz. Muy feliz. Ahora que se había graduado como genin había comenzado a hacer amigos de verdad, y aunque Taeko perteneciera a una aldea diferente y no pudieran verse tan a menudo no le importaba. Pensaba colgar su regalo de la pared de su cuarto como recuerdo.

—Debes tener cuidado —dijo Kōri, y cuando Ayame alzó la mirada hacia él vio que la estaba contemplando con una extraña fijeza—. Hacer amistades con otros shinobi de otras aldeas puede ser peligroso.

—Pero ella es una buena chica... ¡Y no le he revelado nada importante! Nunca se me ocurriría hacer algo a...

—No me refiero solo a eso —la interrumpió él, negando con la cabeza—. Ahora estamos en alianza con las otras dos aldeas, ¿pero qué pasará si estalla una guerra? ¿Qué pasará si os veis forzadas a enfrentaros?

Ayame se mordió el labio, súbitamente asustada.

—E... eso no ocurrirá... —balbuceó, abrazando el pliego contra su pecho.

—Esperemos que no.
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#26
Parecía que Ayame había adorado el escrito de Taeko. Lo tomó con tanto cuidado como la peliplateada había tomado el dibujo de la morena.

Sin embargo, antes de que pudiesen intercambiar más palabras, Kōri, el hermano de Ayame, se acercó repentinamente, avisándole a la chica que ya debían irse. El tiempo había pasado volando para ambas. Ayame no perdió mucho tiempo en despedirse, mas no por eso lo hizo con menos ánimos. Taeko correspondió sus gestos con alegres movimientos de la mano.

”En verdad lo espero de todo corazón, Ayame-san. ¡Buena suerte en tu camino de vuelta! ¡Que los Dioses crucen nuestros caminos de nuevo!” pensó la chica.

La vio alejarse entonces, mientras se preparaba para escribir otra palabra. Ayame parecía una chica tan linda, amable e inteligente. Buscaba cosas allí, en el Valle del Fin, que parecía no haber encontrado. Taeko deseaba que pronto lo hiciera. Con los pensamientos sobre la plática anterior, y las palabras de Ayame sobre la batalla, Taeko escribió una última palabra, casi sin darse cuenta. Se quedaría allí, mirándola, antes de recoger todo, dar un paseo por el lugar y seguir su camino.


Kemono
Bestia
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