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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#61
Todos estuvieron de acuerdo en llevar a cabo el plan del peliblanco por lo que, lo único que les quedaba era avanzar, avanzar hasta dar con el animal y rezar porque estuviera dormido de un humor lo suficientemente bueno como para que pudieran preparar todo lo que necesitaban, que pasaba por iluminar la zona.

Anduvieron por la cueva, por un camino angosto, oscuro y, lo peor, demasiado silencioso, tanto que se podían escuchar las gotas de agua que caían, eran capaces de escuchar las respiraciones de sus compañeros como si les estuvieran respirando al oído, y aquello le ponía los pelos de punta, no le gustaba en absoluto tanto silencio, y, a pesar de portar con las antorchas, la visibilidad era bastante limitada, por lo que tenían que estar alerta para cualquier imprevisto.

No tardaron demasiado en situarse cerca de lo que se suponía que era el lugar en el que habitaba el monstruo y, cada vez, lo podían ver mejor. La seguridad de Riko disminuía a cada paso que daba, aquel bicho imponía, eso desde luego, pero, no era solo eso, les superaba en tamaño a los cuatro juntos, y un animal así no sería fácil de tratar, por lo que esperaba que su plan saliese bien a la primera, sin más complicaciones.

Los cuatro se decidieron para alumbrar la estancia, dado que, afortunadamente, el animal estaba dormido, por lo que podrían prepararse. Hoshu y Mirogu se dirigieron hacia el lado izquierdo del lugar, mientras que Kaido y Riko, se dirigieron a la derecha, y, una vez estuvo el lugar iluminado, solo quedaba esperar la señal, que no tardaría en llegar, pues Mirogu alzó la mano, con tres dedos alzados y empezó la cuenta atrás.

Cada segundo se convirtió en una eternidad, podía notar el sudor que corría por su frente y resbalaba por su rostro hasta alcanzar su cuello, ocultándose por su camiseta. Llevó su mano derecha a su portaobjetos, agarrando la hikaridama que tenía en él, y, cuando llegó el momento, un estruendo inundó la sala, ya habían disparado, y su parte comenzaba, sin saber si habían acertado se movió, rápido como el rayo, situándose de tal manera que el animal, en cuanto abriera los ojos, le viera a él, y solamente a él. Las flechas acertaron, inmovilizando al animal durante 5 segundos.

5... 4... 3...

El escorpión no paraba de retorcerse, y, en cuanto el peliblanco notó que fijó su mirada en él, actuó.

¡AHORA KAIDO!

Y un instante después, una luz muy potente inundó la estancia, cegando a todo el que no hubiera cerrad los ojos. Riko, rápidamente, volvió a abrirlos, tratando de ver si el escualo acertaba, o si, por el contrario, tenían que salir en su ayuda.
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#62
¡AHORA KAIDO!

Un estruendo conocido para él inundó la sala luego de que cerrara los ojos. Claro, se tenía que tratar de una bomba de luz, utensilio que muchos shinobi usan durante sus combates. Para él, aquel tipo de estratagema no era para los hombres; pero probablemente tendría que reconsiderar su apreciación hacia ese tipo de artefactos después de ese combate.

Después de todo, gracias a la misma bomba de luz que su estilo de pelea defenestra, le había dado una ventana de oportunidad.

Supo que podía abrir los ojos un segundo después de la explosión. La criatura, ahora con el dolor y la cegera que batía sus ojos; dejó de retorcerse sólo por un instante. Allí fue cuando Kaido, con su brazo ya cargado de agua, tan masizo como podría esperarse al utilizar el gosuiwan, impactó de lleno a la criatura en el punto que Mirogu le había indicado.

Incapaz de siquiera percatarse del movimiento de los humanos, el escorpión se vio abatido por sendo golpe de Hozuki, el cual quebró lo que fuera que tuviera en el interior de su cuerpo, e inmovilizándole la cola. La misma cayó detrás suyo, arrastrándose sobre la arena, y el aguijón venenoso de pronto quedó inservible.

El escualo retrasó su posición y comenzó a desinflar su brazo, dejando que el agua se escurriera fuera de su cuerpo. Su esfuerzo le llevó a acercarse a la posición de Hoshu, donde Mirogu-san aún se encontraba en guardia también.

La estrategia, al parecer, había funcionado. El escorpión se encontraba inmóvil.

—¡Muere, maldita bestia usurpadora!

Todo pareció más fácil de lo que realmente lo habían pintado. Y es que, estaba claro: Ellos eran simples comerciantes, Riko y Kaido eran dos genin con excelentes destrezas, en camino al olimpo de los más grandes shinobi. No era extraño que un poco de organización, y una apropiada utilización del ninjutsu, fueran capaces de lograr su cometido.

—Es hora de celebrar

***

Un gran banquete se organizó en el bar que servía como fachada para la guarida de los comerciantes de Mirogu. Su gran caravana bebió y comió hasta más no poder, compartiendo la victoria junto con los shinobi invitados. Habían obtenido las joyas que necesitaban, y por extraño que pudiera parecer, aquello había servido para que los Kabutomushi cesaran sus ataques, al menos por un mes más, hasta que tuvieran que cobrar de nuevo el pago mensual.

Kaido pensaba que aquello era una estupidez, que el problema se tenía que solucionar de raíz. Sin embargo, se sabía incapaz de ayudar a que eso pasara. No ahora, quizás en el futuro. Cuando fuera más fuerte, volvería con Riko y les patearía el trasero a todos y cada uno de esos malditos carroñeros del desierto.

***

Ya había anochecido, pero por suerte; el viaje hasta el otro extremo de la ciudad resultó sin ningún percance. Kaido y Riko llegaron hasta el bar en el que se encontraron por primera vez, y el escualo observó hacia atrás, curioso de que aquella aventura se le había antojado como si fuese una vida entera. Y sólo había pasado un día completo.

—Bueno, colega. Ha sido un placer patear traseros de insectos y humanos. Probablemente no habría sido tan fácil si no hubiese estado en este maldito pueblo de los cojones. Ahora, lárgate de aquí como lo voy a hacer yo, y no vuelvas nunca más. Te aseguro que yo particularmente no lo haré.

Extendió su mano, para estrechársela a su compañero de batalla. Estaba siendo solidario, y más amigable de lo que había sido nunca. Era de apreciar, claro está.

—Nos veremos en otra oportunidad, Riko-san.

Habiendo dicho ésto, el escualo se dispuso a buscar el hostal donde Yarou le estaba esperando. Era hora de volver a su húmedo hogar, lejos de tanto sol, y de tanta arena.

Un final un poco súbito, pero no tenía caso alargarlo más de lo debido. Muy buen tema, Riko-san, me ha gustado mucho. Siéntete libre de pedir exp después de tu post final.
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#63
Riko abrió los ojos, y lo que vio le asombró, Kaido, con un inmenso brazo se abalanzó sobre el animal, propinándole tal golpe que, irremediablemente, el bicho fue derrotado, sin más, después de todo lo que habían oído, de lo mal que les habían pintado aquello nada más que necesitaron de un plan organizado y de unos pocos segundos para abatir al escorpión. Demasiado fácil.

—¡Muere, maldita bestia usurpadora!

Mirogu parecía contento, todos lo estaban, de hecho, a pesar de que, en esta ocasión, era Kaido quien tenía que llevarse todos los honores, pues, no en vano, había sido él el que había dado el golpe de gracia al animal.

...

Lo que sucedió después fue algo que no olvidaría fácilmente, pues fueron invitados a un gran banquete, en el que pudieron comer todo lo que quisieron y más, junto con todos los comerciantes al mando de Mirogu, que celebraban, no solo el haber conseguido vencer al escorpión, que también, si no que los Kabutomushi habían aceptado el pago y no tendrían que preocuparse por ellos durante un tiempo al menos.

...

Y allí se encontraban de nuevo, en aquel bar en el que todo había empezado, con un Kaido deshidratado y Riko tratando de ayudar. Allí se iba a acabar aquella aventura que habían compartido.

—Bueno, colega. Ha sido un placer patear traseros de insectos y humanos. Probablemente no habría sido tan fácil si no hubiese estado en este maldito pueblo de los cojones. Ahora, lárgate de aquí como lo voy a hacer yo, y no vuelvas nunca más. Te aseguro que yo particularmente no lo haré.

El escualo extendió su mano, a modo de despedida, a lo que Riko respondió estrechándosela, con una gran sonrisa en el rostro.

No te preocupes, no creo que tenga muchas ganas de volver por aquí en un tiempo, al menos. Ha sido un placer, Kaido-san, espero verte en otra ocasión, y recuerda que me debes una. — Se despidió, guiñando un ojo.

El Senju, viendo la hora que era, supo que le iba a caer una buena bronca por parte de su tía Akiko, y no pensaba explicarla lo que había sucedido allí, al menos, no todo.
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