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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Sígueme y hablaremos. Pero por favor, no más gritos. No más escándalo.

Vaya, aún había esperanza. Quizás fue mi testarudez, quizás la aportación estelar de Kumopansa le hizo ver la realidad. Poco importaba en realidad, el caso es que iba a escucharme y con eso yo ya era feliz.

— Está bien, vamos

No tuvimos que caminar durante mucho tiempo hasta encontrarnos con dos féminas, una parecía ser de nuestra edad, más o menos, la otra era visiblemente mayor. Fue entonces cuando Daruu, reveló la identidad de la menor que iba totalmente cubierta con un disfraz de bruja y un antifaz en el rostro.

Ayame, el idiota gritón este dice que quiere hablar con nosotros sobre lo que pasó en Uzushiogakure. Creo que no me va a dejar en paz hasta que le haga caso

«Oh, Ayame-san, así que estáis biuen ambos, qué alivio»

— Es un alivio saber que ambos estáis bien

—¿De qué demonios sirve intentar pasar desapercibida cuando no te dejan en paz? —exclamó, extendiendo los brazos en un gesto brusco—. ¿Por qué no termináis de señalarme con el dedo y gritáis mi nombre a los cuatro vientos?

Mi sonrisa se ensombreció. al parecer ni el uno ni la otra mostraba emoción positiva alguna al verme, ¿tan efímera era nuestra relación que un alboroto como el de Uzushiogakure podía mandarlo todo a la puta? De Ayame podría entenderlo, pero no de Daruu, realmente le tenía como a un amigo, pero antes de juzgar de forma precipitada debíamos hablar y aclarar las cosas.

— Yo alucino, colegas — espetó la araña que se posaba sobre mi cabeza, revelando que no se trataba de disfraz ninguno, sino de un animal vivo — ¿En serio pensáis que Yota es una amenaza para vuestra integridad física? ¡Pero si es totalmente inofensivo!

Apreté el puño con cierta rabia.

— Gracias por tu inestimable aporte, es un placer contar contigo, ocho ojos. Y ahora, ¿os importa si vamos a un lugar más tranquilo? Preferiría evitar a posibles curiosos

Pero antes, ya que ni Daruu ni Ayame lo hicieron, tuve que presentarme ante la desconocida mujer que les había acompañado. Así que la miré e hice una leve reverencia con la cabeza.

— Es un placer conocerla, yo soy Sasagani Yota de Kusagakure
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#17


¡¡AAAH!!


¡PERO QUÉ


PUTO


ASCOOOO!



Mientras que Yota se había presentado educadamente, Kiroe había vuelto a montar un grandioso espectáculo al cerciorarse de que esa cosa que hablaba era una araña gigante. Con una increíble agilidad de kunoichi experimentada, había alzado la pierna a la velocidad del rayo y le había propinado una patada al animal, que ahora volaba en dirección... bueno, en una dirección. No supieron cual.

La gente gritaba. Unos porque ya habían tenido suficientes pruebas de que los tipos que ahora estaban juntos eran una banda de locos psicópatas, y otros porque se acababan de dar cuenta de la verdadera naturaleza de Kumopansa.

Alguno que otro incluso se lanzó a por ella con un palo.
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#18
El gesto de Yota se ensombreció ante la indignación de Ayame. Un amargo sentimiento invadió el pecho de la muchacha, pero antes de que pudiera explicarse o decir nada al respecto, otra voz intervino.

—Yo alucino, colegas. ¿En serio pensáis que Yota es una amenaza para vuestra integridad física? ¡Pero si es totalmente inofensivo!

Para estupefacción de Ayame se trataba de la araña. ¡La misma araña que había visto sobre la cabeza de Yota!

—¡E... es de verdad! ¡Y habla! —exclamó. Y, carcomida por la curiosidad, se agachó para contemplarla de más cerca. Era una araña grande, muy grande para ser una simple araña. De abdomen muy grueso y patas estilizadas y largas. Tenía la marca de un reloj de arena carmesí grabado en el abdomen, por lo que no había duda—. ¡Una viuda negra! —exclamó con una sonrisa.

No. Ayame no era la típica persona a la que le horrorizaran los bichos. Aunque no podía decirse lo mismo de su acompañante...

Un chillido supersónico perforó sus tímpanos como un talado, y Ayame cerró los ojos con gesto dolorido. De un momento a otro, Kiroe había avanzado y le había asestado tal patada a la pobre araña que salió volando más allá. Y, lo que era peor, su voz había alertado al resto de personas y ahora perseguían al pobre animal con un palo.

—¡Ay, no! —se lamentó Ayame, con las manos en la boca—. ¡Dejadla, es inofensiva!

Todo lo inofensiva que una venenosa viuda negra de más de treinta centímetros podía ser...
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#19
Lejos de recibir una correspondencia por parte de la mujer que desconocía y no me habían presentado, lo que todos tuvimos en su lugar fue una bomba de destrucción masiva de tímpanos, posiblemente entrenada durante años. Cabe decir que aquella bomba la tenía bastante afinada. Ante el estruendo tuve que cerrar los ojos como acto reflejo, como si aquello fuese a protegerme de nada. Sentí que algo rozaba mis cabellos.

— ¡AAAAAAAAAAAAH!

Era Kumopansa, algo la había golpeado y a tenor del chillido y lo sentido anteriormente, fue con dureza.

— Maldita loca del coño...

Me giré y vi como Kumopansa se revolvía en el suelo, dolorida, entre algún que otro bufido. Me hubiese encantado devolverle la patada, incluso decirle lo gilipollas que había sido, pero también pude ver como ahora los ciudadanos del lugar querían ir a por Kumopansa armados con palos y distintos utensilios que iban a utilizar como armamento para la ocasión, así que tuve que acercarme hasta mi compañera de aventuras. Aunque Ayame trató de calmar los ánimos, no parecían querer escucharla, necesitaban más, ya que seguían estrechando el cerco del animal herido.

«Llegó la hora del Yotas»

Desenvainé mi katana por detrás del hombro, alzándola y apuntando hasta el gentío.


— El próximo que toque a la araña contestona se las verá conmigo, ¿algún voluntario?

Al fin llegué hasta la posición de Kumopansa, atrás deberían haber quedado los amejins y delante, toda aquella muchedumbre sedienta de sangre y cansado de tanto alboroto.

— ¿Estás bien? — le dije al arácnido después de agacharme junto a ella.

— Joder, no, tío. ¿Tú has visto esa hostia? creo que me voy a morir

— Vale, ya veo que estás bien, sigues siendo igual de dramática

Pero la muchedumbre no reculó, aunque los bates habían empezado a temblar, en especial los de la primera fila.

— Que alguien avise a las autoridades, ¡estos ninjas de hoy en día están locos!

Autoridades, probablemente en forma de guardias. Solo se me ocurría un sinónimo con el que calificar aquello: problemas.
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#20
¡PerdónperdónperdónperdónperdónPERDÓN!

Sí, ahora. Mira la que has liado.

¡Pero por qué tiene un bicho asqueroso!

¡Ya lo sé, pero es lo que hay, mamá!

¡No soporto a las arañas! ¡Y era muy grande! ¡Perdón!

Daruu suspiró y se acercó a Yota rápidamente, al ver cómo el gentío se arremolinaba alrededor de él. El amejin puso una mano sobre su hombro.

Lo siento, mi madre le tiene pánico a las arañas —dijo—. Y ahora, ¡vamonos de aquí! Antes de que vengan más ninjas de Ame y se enteren de que estamos alterando el orden.

Dicho esto, Daruu se dio la vuelta y corrió hacia Kiroe y hacia Ayame.

»¡Hacia Yachi, rápido! ¡Aquí no estamos seguros ya!
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#21
Yota corrió a socorrer a su amiga arácnida. La muchedumbre seguía rodeando a ambos, sedientos de la sangre del animal. El Kusajin desenvainó la espada que llevaba tras la espalda, causando que el terror, la duda y la incertidumbre se extendiera por muchos rostros... Y mientras tanto Kiroe y Daruu se deshacían en disculpas y excusas.

Ayame se llevó una mano a la frente, sin tener muy claro qué hacer en una situación así. Sin embargo, su pareja sí parecía saberlo, porque se acercó al Kusajin armado y tras ponerle una mano en el hombro e intercambiar un par de frases con él...

Todos salieron corriendo.

La fiesta de disfraces se había terminado.

—¡Hacia Yachi, rápido! ¡Aquí no estamos seguros ya!

—¡¿Pero alguien me puede explicar por qué estamos huyendo en nuestro propio país?! —exclamaba Ayame, entre resuellos de esfuerzo—. ¡Somos ninjas de Amegakure, nosostros somos el orden! ¡Y tú eres Chūnin, Daruu-kun! ¡No deberíamos estar corriendo así!
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#22
Hubo momentos de mucha tensión, demasiada posiblemente. Y yo estaba reteniendo el tornado que se estaba creando en mi interior con todas mis fuerzas. Solo por no terminar de liarla y darme de hostias con todos los allí presentes. Pero antes de que eso fuese a suceder, Daruu me puso la mano encima. Me giré y le vi.

Lo siento, mi madre le tiene pánico a las arañas —dijo—. Y ahora, ¡vamonos de aquí! Antes de que vengan más ninjas de Ame y se enteren de que estamos alterando el orden.

— Ajá — dije en un tono seco — Y supongo que eso le da carta blanca para patear una araña

«Supongo que para alguien que no está bien de la cabeza eso tendría sentido, sí»

»¡Hacia Yachi, rápido! ¡Aquí no estamos seguros ya!

— Me temo que no. Id vosotros si queréis, pero yo antes tengo que ir a buscar a mi madre. Estaba cansada y se quedó en la posada

Antes de levantarme, ayudé a Kumopansa a colocarse encima mío y, con la ayuda de una telaraña y un preciso control de chakra sobre mis pies me subí hasta los tejados de las casas. La posada no quedaba lejos y llegaría rápidamente. Y así fue, pero para no armar más alboroto, busque la habitación desde la fachada, para poder entrar por la ventana de esta. Sabía que mamá la habría dejado abierta y, efectivamente así fue.

— Mamá, despierta, hay que irse — dije, zarandeándola un poco para que regresase al mundo real — Ya te lo contaré después, pero nos vamos a Yachi. Me he encontrado con Daruu-kun. Creo que por fin sabremos que pasó en Uzushiogakure

— Joder, Yotita... ¿En qué lio os habréis metido ahora?

— Créeme cuando te digo que esta vez no ha sido culpa mía

— Es verdad, ha sido la puta loca del coño esa, ¡casi me mata!

— Pero qué narices... ¡Ay!

Entre que la acabábamos de despertar y lo que le habíamos dicho, la pobre Naomi, dudo que pudiera estar más confusa, pero accedió a mis suplicas. Antes de irnos, sin embargo, pasamos por recepción y pagamos la estancia en aquella posada de Kabotaro, luego me puse mi túnica de viaje, me cubrí el rostro con la capucha y salimos de la aldea con aparente tranquilidad, para evitar que nos parasen guardias o ninjas o lo que fuese la autoridad del lugar, o quizás algún listo que le diese por hacerse el héroe y salir en las portadas.


···



Ya en Yachi, pude quitarme la capucha de la túnica a la espera de encontrarme con los amejins de nuevo.

— Bueno, supongo que ahora tendremos que esperar hasta que aparezcan
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#23
¡Bueno, pues mejor quédate tú y les explicas por qué estamos peleando contra un kusareño en el centro de esta aldea perdida de la mano de Amenokami! ¿¡Vale, listilla!? —Daruu apretó el paso.

¡Chicos, no os peleéis!

»¡Y más importante aún, yo me vuelvo a la cabaña y no salgo hasta mañana!


· · ·


Daruu y Ayame caminaban por Yachi, buscando no se sabe muy bien qué.

¿Crees que vendrá? —dijo—. ¿O crees que le habrán apaleado los aldeanos de Yachi? —Se rascó el trasero—. Mierda, teníamos que habernos quitado estos estúpidos trajes. Aquí desentonamos un huevo.
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#24
—¿Crees que vendrá? —preguntó Daruu—. ¿O crees que le habrán apaleado los aldeanos de Yachi?

—Pues espero que no —respondió Ayame, ladeando ligeramente el rostro.

Después de abandonar el pueblo de Kabotaro, los tres shinobi de Amegakure habían regresado a Yachi a todo correr. Afortunadamente, ambas villas no quedaban muy lejos la una de la otra, por lo que no tuvieron problemas a la hora de regresar. Ahora caminaban por las calles de Yachi, a excepción de Kiroe, que había preferido quedarse en la cabaña. Ayame, con las manos entrelazadas detrás de la espalda, canturreaba para sí mientras se dedicaba a inspeccionar todo lo que la rodeaba. No era un pueblo muy grande, aunque su fama se extendía por cualquier rincón de Oonindo. Y no era para menos, teniendo en cuenta las enormes y saludables calabazas que podían ver en cada huertecito que cada casa disponía en su parte trasera. En el cielo nocturno, columnas y columnas de humo se alzaban desde las chimeneas.

Ayame se estremeció al pensar en el calorcito que tenía que hacer en esas casas. Y ellos allí, pasando frío buscando a un Kusajin que no sabían si llegaría a aparecer.

—Mierda, teníamos que habernos quitado estos estúpidos trajes. Aquí desentonamos un huevo —comentó Daruu, rascándose el trasero de forma completamente antiestética.

Ayame simuló no haberle visto, con los ojos paseando de aquí para allá.

—A mí me da igual, si eso significa que hay menos probabilidades de que me reconozcan —comentó, encogiéndose de hombros—. Por cierto, esa araña suya... Era de verdad, ¿no? ¿Crees que será una invocación?
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#25
— Bueno, aprovechando que estamos en Yachi, me daré una vuelta mientras tu hablas con tus amigos, si es que los encuentras... ¡Nos veremos en un rato!

«¿Otra vez?»

Me encogí de hombros.


— Está bien — dije llevándome las manos a los bolsillos — Kumopansa, ve con ella, yo ya no me fio de nada, yo cuidaré de mi mismo

— ¡¿Qué?! ¿Estás seguro?

— Que si, tranquilízate. Y de paso evitaremos que esa loca vuelva a patearte como si fueras una maldita pelota

— Ah, si, es cierto. Qué mujer..

Y así fue. Mamá y Kumopansa partieron y yo visualicé un pequeño puestecito ambulante en el que vendían zumo de calabaza. Una de las múltiples variantes de producto de las calabazas que allí se fabricaban. Por lo que me compré uno. Al parecer era bastante refrescante, no calmaba la sed como el agua, pero era tan refrescante como una naranjada o una limonada, justo lo que necesitaba en aquellos momentos después de todo lo de Kabotaro.

Caminé un poco y me recosté en un poste de hierro, colocando mi espalda y la suela de mi sandalia sobre su superficie, dejando la mirada perdida en el horizonte y dando algún que otro sorbo a cada rato. a lo lejos llegaban Daruu y Ayame, todavía disfrazados, pero yo estaba tan ensimismado en el horizonte y en el campo de cultivo de calabazas que tenía al frente, al otro lado de la calle que ni siquiera me percaté.
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#26
¿Una invocación? —Daruu se llevó la mano a la barbilla, pensativo. Un recuerdo le vino a la mente. Uno de un gato grande, gigantesco, terrible—. Sí, podría ser. Es la única explicación para un bicho tan grande, vamos. Pero qué puta mierda de invocación, ¿¡quién querría invocar un bicho!? Uegh.

Daruu descubrió entonces un fulgor verde y rojo inconfundible en la distancia, allá apoyado en un poste de hierro. Sin lugar a dudas se trataba de Yota, y no había lugar a dudas porque sólo alguien como él podría vestir tal extravagante combinación de colores. El rojo vermellón y la tela de la bandana... ¡uy, esa tela! Verde como el moco de un alienígena disparado a tu cara. Verde como la luz de un halógeno chillón en las afueras de un club de alterne de Shinogi-To a las dos de la madrugada. Verde como la hierba, si la hierba fuera radioactiva. Daruu se preguntó si un ninja tenía siquiera permitido vestir así, porque si su objetivo era hacer de diana desde luego lo había conseguido.

Señaló hacia él.

¡Eh, mira, Ayame! Ahí está.
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#27
—¿Una invocación? —repitió Daruu, llevándose una mano a la barbilla con gesto pensativo. Parecía estar recordando o imaginando algo, y a juzgar por la expresión de su rostro no parecía algo agradable, pero Ayame no pudo siquiera dilucidar de qué se trataba—. Sí, podría ser. Es la única explicación para un bicho tan grande, vamos. Pero qué puta mierda de invocación, ¿¡quién querría invocar un bicho!? Uegh.

—¡Oh, no son tan malos como piensa la mayoría de la gente! —replicó Ayame, con una sonrisilla nerviosa—. ¡Además, si no fuera por las arañas se nos comerían vivos! —se atrevió a bromear, y entonces estiró los brazos y los cruzó por detrás de la nuca, con cuidado para no hacer caer su sombrero de bruja—. Jo, a mí me encantaría saber invocar... ¡Pero no una araña! No me dan miedo ni asco, pero tampoco es que...

Se interrumpió de golpe cuando vio a Daruu señalar hacia el frente:

—¡Eh, mira, Ayame! Ahí está.

No se equivocaba. Apoyado contra un poste de hierro y con aquellos llamativos colores que caracterizaban su indumentaria, el shinobi de Kusagakure sostenía un vaso al que le daba sorbos de vez en cuando con la mirada de sus exóticos ojos dorados perdida en un campo de calabazas que quedaba justo enfrente de su rango de visión. Algo acobardada, Ayame disminuyó el paso, quedándose algo por detrás de la figura de Daruu.
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#28
Un nuevo trago de aquel vaso para que terminase con aquel delicioso zumo. Me quedé unos breves instantes mirando el interior del recipiente de plástico observando el vacío de su interior y chasquee la lengua.

— Igual debería ir a buscarlos yo

A fin de cuentas yo era el interesado y había quedado claro que ellos más bien tenían un interés realmente bajo, incluso puede que nulo, de interactuar conmigo. Daruu lo había dejado claro en Kabotaro, no quería saber nada de personas ajenas de Amegakure. supongo que se había vuelto una especie de racista. Pero, yo si quería conocer los detalles de lo sucedido en Uzushiogakure unos meses atrás y me encontraba con los protagonistas perfectos para saber más.

Me separé de aquel poste metálico, miré a la izquierda y luego a la derecha, donde los pude distinguir, esta vez con facilidad. Eran los únicos que iban disfrazados. Alcé la mano por si no me habían visto para llamar su atención.


— ¡Eh! Pensaba que os habíais perdido — dije para llamar su atención.

Mis manos se fueron a los bolsillos de los pantalones en busca de algo de refugio del frío del invierno. Para mi sorpresa, La mujer que pateó a Kumopansa ya no estaba. Tan solo deseaba que el destino no quisiese que esa mujer no se encontrase con mamá.
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#29
Daruu se encogió de hombros, mostrándole al cielo las palmas de sus manos.

¿Perdido? ¿En Yachi? —contestó Daruu, con un resoplido—. ¿Cómo voy a perderme en mi propio país? Eres tú el que vienes de fuera, guiri de la hierba. —Miró hacia un lado, luego hacia el otro, asegurándose de que no había ningún alma curiosa en las proximidades— Bueno, Yota. Ya estamos aquí. ¿De qué querías hablar?
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#30
—¡Eh! Pensaba que os habíais perdido —exclamó el rubio, metiéndose las manos en los bolsillos...

Y Ayame no pudo evitar mirarle con algo de reproche.

—¿Perdido? ¿En Yachi? —respondió Daruu, con un resoplido—. ¿Cómo voy a perderme en mi propio país? Eres tú el que vienes de fuera, guiri de la hierba.

—Se te ha caído eso... —murmuró Ayame, señalando el vaso de plástico del que había estado bebiendo hasta hacía unos pocos segundos y que ahora yacía abandonado en el suelo.

Daruu, junto a ella, miró a su alrededor para asegurarse de que no había oídos indiscretos en las cercanías.

—Bueno, Yota. Ya estamos aquí. ¿De qué querías hablar?
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