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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Kaori atendía tranquilamente su tienda después de despachar a unas mujeres indecisas por saber qué comprar de todas aquellas distintas flores que allí se vendían, por ello se había cobijado unos minutos tras la trastienda, oculta de ojos ajenos para poder descansar del ajetreo de su vida, tan monótona y aburrida como siempre. Se llevó una mano a la cara, restregándosela para poder pensar con claridad, pero no pudo.

Su mano resbaló ligeramente de la mesa donde estaba apoyada, dejando caer su cuerpo más hacia abajo, deslizándose hasta acabar sentada sobre el suelo. ¿Qué había hecho mal? Según ella, todo. Volvió a suspirar y se tapó ambos ojos con sus arrugadas manos. Quiso llorar pero sabía que se lo tenían prohibido.

¡Kaori-chan! —una anciana voz se escuchó desde la parte principal de la tienda—. ¡Quiero unos tulipanes, por favor!

Se destapó muy lentamente los ojos para mirarse con resentimiento sus cansadas y viejunas manos. Tampoco era tan mayor, y sin embargo se sentía como una anciana. El tercer suspiro se escapó por entre sus labios y, con movimientos cansados, volvió a retomar su puesto como amable dependienta de su floristería.

• • •

Venga, mamá, hoy es el día.

Y yo te digo que no voy a ir, no puedo, Ryuu, no puedo.

Era la tercera vez que se negaba a salir de allí, tras las insistencias de su hija mayor, Hotaru; para visitar el cementerio y llevar flores a las tumbas de sus anteriores maridos. Tras un par de horas apareció su segundo hijo, Ryuusuke, para insistir el doble de lo que había insistido la mujer que ahora estaba sentada en una butaca de la trastienda, con el rostro ceñudo y brazos cruzados.

Es una tradición, todos los otoños vamos, y lo sabes —intentó de nuevo su hijo, pero ella negó con la cabeza—. No vale decirme que con el Examen de Chuunin estás más cansada porque no cuela, mamá, sabes que Hotaru y yo hemos venido a visitarte un par de veces para ayudarte con la tienda y estabas igual que siempre frente a la clientela.

Pero es cierto, venga, vamos hijo, dejadme aquí sola y volved al trabajo...

¡Y un cuerno! —protestó la mayor, quien había sacado un caramelo de su uniforme y se disponía a metérselo en la boca—. ¡Eres una cobarde, madre!

¡No consentiré que se me hable as-

¡¡Levas años así!! —exclamó Hotaru, levantándose inmediatamente—. ¿Cómo te crees que nos afecta a nosotros tu comportamiento? ¡Nosotros también echamos de menos a nuestros padres, pero hemos seguido y hemos cumplido con nuestros sueños! Sin embargo mírate, madre, cada día estás peor que el anterior. —La señaló. —Si no quieres enfrentarte a tus miedos, nunca lo superarás, ¡y así solo acabarás muerta en vida! ¿Y sabes qué? ¡Que una mierda voy a ver como mi madre se mata ella sola!

Pasó dando zancadas hasta salir por la puerta de la trastienda, que cerró dando un sonoro portazo. Ryuusuke, con los hombros encogidos, negó con la cabeza y salió tras su hermana, dejando a una llorosa Kaori llorando sobre la butaca donde segundos antes había estado sentada su hija...

Oh, si ellos supieran.

• • •

La Uzumaki miraba al suelo mientras su hermana se paseaba por la luminosa sala de estar de su pequeño apartamento. A su lado y claramente incómodo se encontraba Ryuusuke, esperando que la bronca no llegase a tocarle a él. Eri simplemente estaba cruzada de brazos, sin mirarla, esperando su nueva reprimenda.

Somos tres, y los tres tenemos todos los recursos necesarios para que salga de su maldita depresión autoimpuesta por la muerte de sus dos maridos —continuaba Hotaru sin dejar de andar de un lado para otro, moviendo sus manos hacia todos lados—. ¡Se cree que fue su culpa! Y ahora solo teme que nos pase algo a nosotros, ¡es injusto para ella y para nosotros! Pero no atiende a razones, al menos no a las mías...

Ni a las mías... —Murmuró el mediano, rodando los ojos.

Hotaru posó sus cabreados ojos sobre su hermana pequeña, acercándose a ella para sentarse a su lado. Del bolsillo sacó una piruleta que se llevó a la boca y habló:

Creo que ya es hora de que vuelvas a casa.

Me niego a vivir de nuevo bajo la opresión de nuestra madre —contestó de inmediato Eri, frunciendo aún más el ceño—. Sabéis que vosotros lo tuvistéis difícil, pero yo tuve que quedarme con ella cuando vosotros ingresásteis en la academia, y no pienso aguantar como me retiene cuando me acaban de ascender.

¿Quuuuué?

Me presenté al Examen de Chuunin este verano —informó, indiferente—. Os lo dije, pero parece que habéis estado ocupados para poder hablar conmigo, así que tras lo que ocurrió en el Estadio durante la última prueba, me han ascendido a Jounin directamente.

Hotaru se quedó sin quejas, ni si quiera podía salir nada de su boca abierta, mientras que de los ojos de Ryuusuke se escapaban dos gruesas lágrimas.

¡Pero Eri...! —comenzó, nervioso—. ¡Eso es fantástico! ¡Eres genial! ¡Una genia! ¡Papá estaría muy orgulloso si...!

Ya... Pero quizá a mamá le de otro ataque cuando sepa que he ascendido, ahora tengo más responsabilidades, por lo cual tengo más riesgos...

El chico se calló, sin saber qué decir. Hotaru también cerró la boca, y Eri suspiró. Estaban en un punto donde ninguno de los tres sabían como ayudar a su madre para salir del pozo donde ella misma se había ocultado tras el abandono de sus dos maridos y el miedo que soportó tras la partida de sus tres hijos.

Es inútil —murmuró Hotaru, intranquila, al cabo de un rato—. Vamos a buscarla, tenemos que ir al cementerio, y tú, Eri, vienes con nosotros, ya es hora de que seamos una familia de nuevo, aunque sea para ayudarla.

Eri volvió a agachar la cabeza, resignada y sin ganas, se fue a su habitación para vestirse.

¡Y ponte el chaleco!

• • •

¡QUE NO VOY A IR! —vociferó Kaori desde detrás del cristal, histérica y con los ojos llorosos—¡Idos vosotros también, dejadme sola!

¡¡QUE ABRAS LA PUTA PUERTA, JODER! —Hotaru pateaba el cristal con tanto ímpetu que comenzaba a resonar, Ryuusuke intentaba pararla en vano por otro lado—. ¡COBARDE!

Kaori estaba a punto de venirse abajo, cuando de pronto, vio como otra imagen se colaba dentro de su campo de visión: era su hija menor, quien abandonó su hogar para entrar a la academia como los otros dos habían hecho, como hicieron... Y se quedó helada, con el corazón como único sonido que escuchaba retumbar en sus oídos. Hotaru dejó de aporrear la puerta y Ryuusuke sonrió ligeramente.

Vamos a verlos, mamá.

Le tendió una mano tras el cristal, separándolas, pero Kaori, con los ojos llorosos y a punto de quebrar, llevó su mano hacia el cristal que se rompió nada más tocarlo por las embestidas que había recibido de la médica, y entonces tomó la mano de su hija pese a los cristales que la rodeaban en el suelo.

Aquella imagen impactó a aquella mujer, que vio a sus hijos no como niños indefensos, sino como shinobis preparados, y por unos segundos vio las imágenes de sus padres, siempre tan amables y sonrientes, siempre tan dispuestos a ayudar a hacer de este mundo un lugar mejor. Y lloró, lloró esta vez no de tristeza, sino de alegría, abriendo la puerta sin dejar de tomar la mano de su hija para tomar a los tres rápidamente y fundirse en un maternal abrazo. Ryuusuke sonrió del todo, abrazando fuertemente a sus hermanas y a su madre, Hotaru se dejó hacer, dándole suaves palmaditas a Kaori, pero Eri arrastró a sus tres familiares a rodearse los unos a otros.

Y Kaori rió, como nunca antes había hecho.

Tras aquello, los cuatro se encaminaron hacia el cementerio, donde cada año se reunían para ofrecerles flores a los padres que murieron en batalla.

• • •

¡Ven! —exclamó la mujer, con una sonrisa en sus labios.

¡Pero... Mamá! —protestó la muchacha—. ¡La tienda! ¿Hoy no abres?

Pfft, no, hoy quiero enseñarte de lo que soy capaz...

¿De tus años de kunoichi? —preguntó Eri, curiosa y dejándose llevar por su madre al patio de su antigua casa.

Puede... —murmuró, misteriosa, mientras dejaba la mano de su hija y se alejaba para quedarse a una distancia considerable de ella, luego adoptó una posición defensiva —. ¿Cuánto sabes de Genjutsu, hija?

Y Eri dejó entrever una sonrisa en su rostro, adoptando la misma posición que su madre.
[Imagen: ksQJqx9.png]


—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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