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Versión completa: El lado oscuro del prestigio
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La gente cree con fervor e ingenuidad que poseer prestigio es como tener el brillo de una estrella. Y tienen razón, es como residir es una pletórica y ardiente fuente de luz, rodeada por un solitario y gélido velo de oscuridad.

***

Kōtetsu se movía con prisa y recelo a través de los húmedos y fríos callejones de Yukio, atento a cada esquina oscura, cada silueta extraña y a cada sonido sospechoso. Pese a que la constante lluvia de la tarde le mantenía empapado y casi tiritando, agradecía que el ruido provocado por los muchos charcos al ser pisados le mantuviera al tanto de si alguien intentaba acercarse desde atrás o pillarle por sorpresa en cada giro que hacía. Su caminar era silencioso y sereno, ayudado por el chakra en sus pies para evitar chapotear en el agua. Se sentía un tanto sospechoso al llevar la cabeza cubierta por la capucha de una elegante gabardina gris oscura, pero hacía rato que se había inmerso en los barrios bajos de Yukio, donde todos lucían igual de sospechosos, pero donde, consientes de la “ley de las calles”, nadie le hacía preguntas a aquel que llevase una espada y caminase con prisa.

De forma semejante a como es en el cuerpo humano, la áreas menos nobles son las más desdeñables”, se dijo a sí mismo, mientras el viento llevaba hasta él el aroma de las inmundicias que se desbordaban de las desatendidas alcantarillas.

Se detuvo en una bifurcación que no estaba en el improvisado mapa que le habían dado. Se reprocho a sí mismo por creer que alguien podría crear un plano que representase de manera realista aquella intrincada y laberíntica red de casuchas viejas y callejuelas fétidas. Desde lejos, se veía como un pintoresco mosaico de casitas bajas, pero estando allí era como un desagradable pantano donde cientos de ojos le vigilaban desde lejos.

Para cuando la noche termino de consumir lo que restaba de día, se encontró a si mismo frente al lugar que su informante le había indicado en el mapa. Se trataba de un antiguo edificio de dos pisos, de aspecto rustico y abandonado. Era, no solo por su ubicación, en medio de las entrañas más recónditas de aquella ciudad, el típico punto de reuniones en donde se realizaban negocios turbios. No pudo evitar sonreír bajo la fría llovizna nocturna, pues aquello le aseguraba que estaba en el sitio correcto. Se acerco a la gran puerta de hierro macizo y oxidado, quedando bajo la intensa luz amarilla de un poste, dio tres sonoros golpes y espero.

¿Bajo la lluvia luminiscente quien yace? Y ¿Qué le ha traído al palacio del abandono? —pregunto una voz cavernosa desde el otro lado, refiriéndose al “santo y seña”.

Es un voluntario resuelto y discreto, que ha venido a iniciar una travesía a través del subsuelo —repitió las palabras, tal como le habían dicho que hiciera.

Se hizo un minuto de silencio incomodo y solitario, y luego la puerta comenzó a abrirse con el lento chirrido de variedad de piezas móviles. Detrás de ella estaba un hombre enorme, con el tamaño suficiente como para destrabar aquella mole de hierro colado. El portero le hizo una invitación a pasar, y el joven de ojos grises camino hacia el interior.

Adentro de aquel sitio había una cantidad considerable de sujetos de aspecto poco confiable, matones y guarda-guaridas, de miradas amenazantes, como los que esperaba encontrarse. La entrada se bloqueo con un ruido seco, y el joven camino, indiferente, hacia una puerta que daba a unas largas escaleras, que a su vez le llevaron hasta una especie de almacén en donde guardaban barriles de lo que parecía ser alcohol. Recorrió un largo pasillo tenuemente iluminado, en cuyo final había dos enorme fulanos guardando una elegante puerta. El joven les mostro la carta que le había llevado hasta allí y aquellos mafiosos le permitieron pasar.

Espere aquí mientras terminan los preparativos para la entrevista —le pidieron, al unisonó.

El Hakagurē se encontró en una estancia finamente adornada con dorado y tapizada con rojo. Había casi una docena de grandes muebles, todos ocupados por personas de diferentes aspectos y edades. Incluso tenían una barra y un barman en un extremo, mientras que en el otro había una mesa de billar. También había unas escaleras en forma de caracol que llevaban a una galería superior en donde estaba una biblioteca de un lado y un gran refrigerador del otro.

Se deshizo y de su gabardina y la dejo en el perchero para que se secara. Arreglo un poco su cabello y se acerco a la barra para pedir algo.

Eres un poco joven, pero aquí no tenemos una edad mínima para ingerir alcohol —confeso con complicidad la dama que atendía la barra—. Aunque pareces tener bastante frio, quizás prefieras un café caliente.

Eso sería agradable, pero creo que me provocaría problemas para dormir.

¿Dormir? —pregunto, con una sonrisa enigmática—. Te puedo asegurar que esta noche, ninguno de los aquí presentes podrá dormir.
La noche comenzaba a adueñarse del entorno, tiñendo cada rincón de la zona baja de Yukio de un intenso negro provocado por la progresiva oscuridad que amenazaba con devorar cualquier rastro de luz que se interpusiera en su camino, todo lugar hacia el que observara lo atemorizaba y le causaba un alarmante escalofrió que recorría todo su cuerpo, claro que no solo era provocado por el temor que le infundía aquel sitio, sino también, por el frío causado por la incesante lluvia que empapaba por completo la gabardina negra del joven y repletaba las calles con incontables charcos de agua y barro, haciendo que sea molesto el circular normalmente, continuaba el paso con algo de chacra desviado hacia sus pies, quien deambulaba por los nauseabundos callejones, siguiendo a pie de letra, un croquis perfectamente trazado con lujo de detalles, o eso hubiera preferido, lo que se hallaba entre sus manos eran unas improvisadas líneas que no podían ser más que unos garabatos que no le indicaban ninguna dirección, aun así, debía presentarse, sin margen de error, su clan le había confiado su primer encargo, y no podía fallar.

Varios días antes, Haru fue sorprendido por una gran noticia, a pesar de no ser de los mejores genin, la mayoría de su generación, por no decir todos menos él, ya habían salido de la Villa al menos una vez, ya sea por alguna misión, encargo u otros motivos, lo que lo coronaba, como el genin con menos experiencia del año, y ese día, no la aldea, pero si su clan, le había encargado un trabajo fuera de las murallas de Uzushio, bastante lejos de hecho, la ciudad a la que debía dirigirse, se bautizaba como Yukio, un pueblo ubicado en el país de la incesante lluvia, el país de la tormenta, para ser más específico, en las tierras nevadas del norte.

Sucedió, que el clan Akaki, debe una pequeña parte de sus ingresos, a unos pequeños trabajillos bajo la mesa, no era algo muy grande, pero si lo suficiente como para tener un informante que los contacte con trabajos de ese tipo, por lo que decidieron enviar a la promesa del recinto.

El camino había sido arduo, pero como le indicaron, allí estaba, temeroso ante el callejón que figuraba entre los garabatos que portaba, según lo que podía entender, era el camino correcto.

Los olores y las miradas que, aunque él no podía percibirlas, sabía que se encontraban ahí, observándolo, hacían que su vista se desviara hacia todos lados, todos le parecían sospechosos, alguno haría algo de eso estaba seguro<<Cálmate, estas personas son peligrosas, pero si paso como una de ellas no pasara nada, esto es algo normal en lugares como este>> su informante se había encargado de suplirle toda la información necesaria y más, por lo que sabía del entorno al que se estaba metiendo.

Un gran edificio de dos pisos abandonado, era el lugar frente al que se encontraba, su aspecto no era nada relajante, por lo que los tendones de sus manos no hicieron más que tensarse a la vez que tragaba saliva - En donde me estoy metiendo- susurro al empezar a acercarse a la puerta de la construcción, haciendo un apenas perceptible llamado a la misma con unos leves golpes.

-¿Bajo la lluvia del luminiscente quien yace? Y ¿Qué le ha traído al palacio del abandono?- se dejó oír la profunda voz desde dentro, esperando la respuesta del llamado.

- E-es un vo-voluntario resuelto y descrito, discreto- corrigió rápidamente como si se hubiera equivocado en un examen, para después continuar- Q-que ha venido a iniciar una travesía a través del subsuelo- repitió con gran nerviosismo las palabras que le habían indicado que dijera, esperando que la puerta se abriera.

Varios segundos de espera, acompañaron las palabras del Akaki, quien continuaba inmóvil << Creo haberlas dicho bien, eso me dijeron que hiciera, si no me abren no es mi culpa>> pensó a modo de excusa tratando de evadir problemas, cuando sus pies se movieron para comenzar a girar en dirección contraria, pero la acción fue interrumpida en el momento en que la puerta comenzó a abrirse acompañada por un gran ruido provocado por el pesado metal arrastrándose y un hombre de gran tamaño que lo invitaba a pasar con su mano.

Una vez adentro, pudo ver que en el interior del edificio había bastantes personas de aspecto amenazante, más de las que se esperaba, cada uno más atemorizante que el otro, Haru estaba temblando, nunca había estado en un lugar tan lúgubre como aquel, parecía que este era el lugar donde la peor calaña se reunía<< Mierda ¿a dónde me mandaron?, estaba mejor afuera >> pensó mientras pasaba por en medio de la habitación, cubriendo su cara aún más con la capucha de su gabardina, estaba tan abrumado que si se parara junto a una pared, su sombra lo haría sobresaltarse.

Subió escaleras y atravesó algunas habitaciones, tal como le habían dicho, hasta llegar a un pasillo en cuyo final se encontraba la puerta que buscaba, dos enormes gorilas se encontraban resguardando la misma, con el objetivo de parar el paso a cualquiera que no portara la carta que le había sido entregada antes de comenzar el viaje.

- Espere aquí- tal como le habían dicho a otros antes, le pidieron a él, dejándolo entrar a una habitación elegantemente decorada, parecía un sitio distinto, aunque se encontraba en el mismo edificio, dentro se podía apreciar el tapizado rojo y el dorado de la habitación, incluso contaba con una barra y una mesa de billar.

Haru solo se quedó de pie junto la puerta cuando esta fue cerrada, ni siquiera se quitó la gabardina para colgarla, solo se quedó inmóvil en donde estaba, observando su entorno, un joven de gran cabellera blanca junto a la barra le llamo la atención, aunque no tenía ni idea de qué clase de persona era, parecía de su edad, pero la espada que portaba le mostraba que no era alguien indefenso, por lo que no se movió de la puerta.
Kōtetsu disfrutaba de su café mientras arrojaba miradas aprobatorias a la señorita que atendía la barra. Hasta ese momento, aquella bebida espumosa y caliente era lo mejor que le había podido ofrecer la ciudad, lo cual decía mucho sobre su situación. A pesar de lo elegante de aquella especie de sala de estar, nadie parecía olvidar que se hallaban en un agujero de las zonas bajas de Yukio, por lo que el ambiente no era precisamente acogedor.

El balance perfecto entre amargo y dulce, entre lo acuoso y lo espumoso —admitió, mientras daba gustosos sorbos—. Eres buena, no cualquiera hace un café tan agradable.

Me alabas demasiado —dijo mientras le guiñaba un ojo—, pero he de admitir que tienes un buen gusto. No cualquiera prefiere las capacidades reconfortantes y vigorizantes del café por encima de las absorbentes y adormecedoras del licor.

La puerta del salón sonaba con regularidad, permitiendo la entrada a nuevos acompañante que jamás permanecían mucho tiempo junto al perchero; cada vez que el peliblanco alcanzaba a mirar de soslayo se encontraba con un espacio vacío. Pero en esta última ocasión las cosas fueron diferentes, pues se trataba de un muchacho que parecía haberse quedado paralizado ante lo inusual de la situación.

Pobre chico: Siempre es difícil para aquellos que vienen por primera vez a un sitio de estos —La mujer se le quedo mirando con cierta diversión.

Creo que sería mucho más fácil para él si se aleja de la puerta y con eso deja de llamar la atención. Parece un cachorro mojado y perdido.

Es verdad… —La señorita le hizo un silencioso gesto con la mano al recién llegado, invitándole a que se acercase a la barra y ordenase algo.—. Permite que venga y te haga compañía un rato.
Haru estaba temblando, todos los presentes en la habitación habían puesto sus ojos en él, y no eran precisamente miradas amistosas, todos y cada uno de ellos parecían tener experiencia en este tipo de cosas, y lo último que el pelirrojo buscaría seria llamar la atención, pero parece que sus acciones buscaban lo contrario, ya que, no solo no se movía del lugar, sino que miraba hacia todos lados sin mantener la mirada fija en nadie, si alguien se acercaba lo suficiente, podría notar lo acuoso que estaban poniéndose sus ojos, aunque la capucha de su gabardina impedía que eso se notara.

Entre sus idas y vueltas con la mirada, pudo ver que el mismo peliblanco que le había llamado la atención, estaba observándolo junto a una mujer que se encontraba detrás de la barra, Haru desvió la mirada, que lo miraran tanto lo ponía demasiado incómodo y no tenía donde ocultarse, comenzó a abrir y cerrar sus manos para relajarse, siempre lo hacía cada vez que se ponía nervioso, o estaba asustado, colocaba sus brazos a un costado y hacia crujir las articulaciones de sus dedos, eso siempre lo ayudaba. Cuando volvió a dirigir su mirada a los dos de la barra, vio como la encargada de servir las bebidas le hacía un gesto con su mano para que se acercara.

<< ¿Eh? ¿Es a mí?>> pensó mientras miraba a sus costados para verificar que no se refiriera a otro.

A sus costados no había nadie, y detrás de él, solo estaba la puerta, por lo que después de señalarse a sí mismo con su dedo, procedió a acercarse a la barra.

- Eh, yo, eh… ¿Ne-necesita algo?- pregunto casi al volumen de un susurro cuando estuvo cerca, aun sin quitarse la capucha de la cabeza.

No necesitaba ser un genio para darse cuenta de que en este lugar no podría mostrar su bandana así como así al primero que se le cruzara, por lo que se la quitó incluso antes de entrar en la ciudad, nadie debía saber de dónde venía o quien era, por lo que ya tenía un nombre falso preparado, “no reveles tu identidad a nadie en ese lugar, nadie debe saber quién eres ni de donde provienes” eso era lo último que le habían dicho antes de que partiera.
- Eh, yo, eh… ¿Ne-necesita algo?- pregunto casi al volumen de un susurro cuando estuvo cerca, aun sin quitarse la capucha de la cabeza.

Sí, tu. Te ves un poco tenso y fuera de lugar. ¿Por qué no te sientas y pides algo de beber? —le pregunto, con una voz amable y divertida.

Kōtetsu observo con detenimiento a aquel muchacho, pensando en lo incomodo que debía estar en aquel salón de mala muerte. El mismo también lo estaría, sino fuera porque se encontraba allí por voluntad propia. Bajo su tasa humeante y la hizo tintinear ligeramente contra el pequeño plato de cerámica, y se dispuso a hablar:

Te recomiendo el café, está bastante bueno —aseguro, con voz serena y suave, sin siquiera voltear a mirarle.

Cierto, una bebida caliente te caería bien —dijo, medio animada y halagada por el comentario del peliblanco—. Aquí todo gasto corre por cuenta de la casa, así que puedes pedir lo que quieras, aunque solo tenga café, té y licor.

El joven de piel morena y la señorita de la barra se le quedaron mirando, esperando a ver que hacía.
El escuchar el tono amable de la encargada de la barra lo relajo un poco, sus dedos empezaban a tomar su color normal nuevamente, ya que al apretarlos tan fuerte, dificultaba la circulación de la sangre en sus dedos, tiñéndolos de un tono rosado que, poco a poco se estaba tornando en carmesí.

<< Bueno, al parecer no todos son unos mafiosos>> pensó refiriéndose a la mujer que le había dirigido la palabra.

- Eh…es-está bien- dejo salir de sus labios las tenues palabras, mientras terminaba de acercarse y tomaba asiento, dejando un espacio de casi dos metros de distancia entre ambos shinobis.

- Te recomiendo el café, está bastante bueno-

Haru dio un pequeño saltito sobre el asiento, sorprendido por la voz del joven que tenía a su lado, no se esperaba que dijera algo, y sumado con el estado de alerta en el que se encontraba, dio como resultado el tambaleo de la silla donde estaba sentado, aunque haciendo gala de su equilibrio, logro evitar su caída poniendo todo su peso en el lado contrario dándole un balance a la butaca.

Después de estabilizar su asiento, puso su atención en las palabras del peliblanco, que luego fueron seguidas por la recomendación de la mujer, que secundaba las palabras de joven, además de darle el dato de que todo lo que pidiera iba por cuenta de la casa.

- ¿A-ah sí? Gracias por el dato, pe-pero no me gusta mucho el ca-café- dijo quitándose la capucha y dirigiendo su vista al ninja con una leve curvatura hacia arriba en las comisuras de sus labios, su cabello no estaba siendo sostenido por su protector, pero en su lugar, había una liguilla de color negro- L-lo que si me gustaría… se-sería… un… un té, por favor- expreso muy despacio y entre pausas, dirigiéndose ahora, a la que estaba detrás de la barra, para luego bajar la cabeza y desviar la mirada de la mujer.

Yuki

Su banchi accionó por última vez la tercera cuerda antes de separarlo con veloz suavidad, a la vez que sus dedos liberaban la cuerda a mitad del mástil permitiendole vibrar libremente durante sus últimos instantes, alargando el final de la pieza hasta la agonía máxima del sonido.

Hasta que la última nota no se perdió en el sonido de la lluvia, ninguno de los presentes se atrevió siquiera a aplaudir, totalmente entregados a la habilidad de aquel gigante encapuchado que había convertido un viejo barril en un improvisado escenario en mitad de aquel barrio de mala muerte.

Ashida observó los rostros de su público bajo su capucha, mujeres, niños, hombres y ancianos de toda suerte (aunque ninguno con demasiada buena estrella) rompían ahora sí a aplaudir como nunca antes habían hecho. Una vez más el chico había demostrado sus habilidades y una vez más se sentía triunfador, querido, adorado y admirado por todos ellos. Una vez más su shamisen y su habilidad, habían doblegado la voluntad de aquella gente. No importaba si tenías prisa, si no estabas de humor, o de sí te encontrabas trabajando, o metido en algún lío. Sí Yoshida tocaba, debías escucharlo.

Hizo una suave reverencia con su cabeza, agradeciendo la entrega de su público antes de descruzar sus largas piernas para apoyarlas en el suelo. Sintió de nuevo el frío barro bajo su pisada, recordando donde estaba.

Lanzó una fugaz mirada al cielo antes de incorporarse "Vaya... se me ha hecho tarde" había comenzado a tocar para matar el rato y al final se le pasó la hora "Será mejor que me ponga en marcha, no está bien hacer esperar a alguien que te ha citado" Introdujo su instrumento en una gran bolsa negra para protegerlo de la lluvia antes de echárselo al hombro.

Sus nuevos seguidores reclamaban con vítores y palmas que el recital no se detuviera mientras aquel gigante encapuchado comenzaba a caminar con parsimonia hacia una de las pequeñas y embarradas calles de aquel barrizal al que llamaban barrio.

—Quizás más tarde— respondió con una media sonrisa, elevando la mano a forma de despedida —Ahora tengo cosas que hacer...— el día se escapaba y él aún estaba un poco lejos del lugar al que debía de acudir.

—————

Un rato más tarde, Ashida se detenía frente a una puerta de metal "Aquí es" aporreó la puerta con suavidad, no quería hacerse daño en sus preciadas manos contra aquella mole de hierro.

Cualquiera podría pensar que el esfuerzo de llamar sería en vano, pues aquella casa de dos plantas parecía estar apunto de venirse abajo... sin embargo una voz respondió a la llamada del encapuchado

—¿Bajo la lluvia luminiscente quien yace? Y ¿Qué le ha traído al palacio del abandono? —

—Es un voluntario resuelto y discreto, que ha venido a iniciar una travesía a través del subsuelo — respondió con desgana el pelinegro

El sonido de cerrojos abriéndose, fue casi inmediato "Parece que no le gustan demasiado las visitas" bromeo en su cabeza mientras aguardaba que la hoja de hierro se abriese de una vez "Espero haya merecido la pena el esfuerzo de venir hasta aquí..." la lámina de hierro por fin le dejó paso, aún así tuvo que agacharse para pasar por el arco de la puerta.

No le gustaba tener que agacharse, pero estaba acostumbrado puesto que la mayoría de las construcciones estaban pensadas para gente de altura más modesta. Por suerte para Ashida, el interior de aquella casona era una especie de pub clandestino y su techo era bastante más alto de lo normal.

Le devolvió la mirada al matón que le abrió la puerta antes de pasear su vista por el local, sabía muy bien que como tratar a esos tipos. Lo principal era desmostrarles que no les tenías miedo y eso para él era fácil, entre su altura y aspecto pocos tipos eran capaces de no acojonarse.

"No está nada mal el tugurio este" parece que la suerte estaba de su lado, el lugar parecía estar abarrotado de gente y no precisamente de muertos de hambre "Huelo a dinero y eso me gusta" avanzó lentamente a través de la sala, en dirección a la barra tras la cual había divisado a una hermosa mujer "Veo que saben elegir bien el personal" sus pasos le llevaron hasta el lugar donde estaba atendiendo en aquel instante, concretamente a dos tipos que más que clientes parecían niños.

Ashida ni siquiera reparó en ellos, él estaba en aquel momento a otras cosas. Aún encapuchado, el gigante de Kusagakure se detuvo frente a la barra con su shamisen oculto casi totalmente en una bolsa negra, solo dejando el final del mástil al descubierto.

—Buenas noches, señorita— saludo con calma mientras se echaba hacia atrás su capucha, a la vez que se sentaba en el taburete —¿qué tal va la guardia?— preguntó como quién no quiere la cosa para empezar a romper el hielo con la camarera
Aquel tembloroso joven acepto la invitación a sentarse en la barra y tomar algo, mas se notaba que aun estaba lejos de poder relajarse. Rechazo la opción del café, lo cual Kōtetsu tomo como una sabia decisión, pues si estaba intranquilo, una dosis de cafeína dispararía sus nervios a niveles de locura.

L-lo que si me gustaría… se-sería… un… un té, por favor —pidió, con voz trémula.

Si, un poco de té le ayudara a relajarse —pensó mientras le observaba—. Al menos parece ser el tipo de persona que sabe lo que le conviene… Y a su vez eso me hace preguntarme ¿Qué hace en un sitio como este?”.

La encargada de la barra sonrió y se dio la vuelta para comenzar a preparar una infusión para el joven recién llegado.

Aquí tienes, el mejor té que podrás conseguir en los barrios bajos —aseguro, mientras le colocaba en frente una taza humeante sobre un pequeño plato.

El peliblanco se mantuvo en silencio, disfrutando de su café, hasta que volvió a escuchar el abrir y cerrar de la puerta, sintiendo la necesidad de mirar de reojo como en las veces anteriores. En esta ocasión no se encontró con un muchachito asustado, sino con una perturbadora figura grande y vestida de negro. El sujeto era tan alto que un par de pasos con sus largas piernas le bastaron para situarse frente a la barra. Por si su sola presencia no fuese inquietante, incluso para alguien con el temple del peliblanco, una vez que se retiro la capucha su aspecto era como el de una de esas apariciones de las legendas urbanas; extremadamente delgado y alto, con rasgos muy afilados y una cabellera negra de un largo inusitado.

Y pensé que lo había visto todo cuando conocí a Kaido-san”. Se dibujo una sonrisa en su rostro al recordar lo grande que era el mundo y lo diversa que era su gente.

Buenas noches, señorita— saludo con calma mientras se echaba hacia atrás su capucha, a la vez que se sentaba en el taburete —¿qué tal va la guardia?— preguntó como quién no quiere la cosa para empezar a romper el hielo con la camarera

Es-to. Buenas noches, señor —Por primera vez en toda la noche su cálida sonrisa se disipo ante la siniestra presencia de aquel sujeto—. Tan tranquila como siempre, aunque no aburrida, gracias a lo variopinto de las personas que una conoce.

Luego de decir aquello desvió un poco la mirada, fijándola en una taza que estaba limpiando con un trapo.

¿Hay algo que desee tomar? Todo corre por cuenta de la casa.

Yo quisiera otro café, por favor.

Y quizás algo para que este sujeto deje de verse tan tétrico”.
Haru observó de reojo la mirada del Hakagure dirigida hacia él, eso lo ponía bastante nervioso, aún más de lo que ya estaba, lentamente colocó su mano sobre la barra y comenzó a dar leves golpeteos sobre la misma, imitando el sonido del galope de un caballo para tratar de relajarse.

La mujer del otro lado de la barra regresó con su pedido tan sólo unos instantes después, asegurando la calidad de la bebida, después de todo a su lado tenía a alguien que había asegurado la calidad de su café.

Luego de una pequeña reverencia, acercó sus manos hacia el plato<<No creo que sea tan bueno como los de casa, pero al menos servirá para relajarme un poco>> pensó tomando la taza que tenía en frente y llevándosela a los labios con una notable educación.

Sus ojos se abrieron grandemente al dar el primer sorbo, el sabor de la bebida lo había sorprendido, no se esperaba un té de tal calidad en semejante lugar, de verdad debía ser el mejor de Yukio, se comparaba incluso con los que tomaba en su hogar.

- I-increíble, es-esta muy bueno- alabó el joven con sus mejillas sonrojadas cuando escucho el sonido de la puerta abriéndose.

Cuando por fin había logrado relajarse un poco, en el marco de la puerta se dejó ver un enorme hombre que le sacaría varias decenas de centímetros, el mismo comenzó a avanzar en su dirección mientras Haru repetía en su cabeza<<Que no venga hacia aquí, que no venga hacia aquí, por favor, que no venga hacia aquí>> rogaba a una velocidad incalculable, pero al parecer, los planes del encapuchado eran distintos, ya que el joven se dirigió directamente hacia donde ellos estaban, claro que él sabía que era por la encargada de la barra, pero aún así, no quería estar cerca de ese hombre.

Cuando el muchacho se retiró la capucha, se dejó ver a un joven muy delgado y con ojeras pronunciadas, exactamente lo que se esperaba de lugares como aquellos, su voz calma pegaba exactamente con su apariencia, aunque eso no logró quitar sus nervios, incluso la camarera había desaparecido su sonrisa.

Cuando la mujer ofreció servirle algo al recién llegado, el peliblanco aprovechó la oferta antes que el Kusareño, pidiendo nuevamente lo mismo que bebía cuando él había llegado.

Haru sólo se quedó observando la escena, mientras trataba de llevar la taza hacia sus labios sin que sus temblorosas manos derramaran su contenido.


Perdón por la tardanza y si hay algo raro en el post, ya que tuve que hacerlo desde el móvil para no sobrepasar las 72 hs.

Yuki

—Es-to. Buenas noches, señor— Por primera vez en toda la noche su cálida sonrisa se disipo ante la siniestra presencia de aquel sujeto —. Tan tranquila como siempre, aunque no aburrida, gracias a lo variopinto de las personas que una conoce.

El siniestro joven rápidamente se dio cuenta de que el gesto de la barman cambiaba con su presencia, de hecho no es que se diese cuenta... es que contaba con ello. Ashida estaba acostumbrado a que el resto de personas se amilanasen con su sola aparición, y la verdad es que no hacía nada por arreglarlo pues en cierta manera le resultaba bastante útil cuando se movía por las zonas más oscuras del escenario del mundo.

"Como de costumbre" procuró esbozar una leve sonrisa de culpabilidad, buscando volverse la victima de la situación... era algo que tenía mucho más que ensayado "La gente es tan predecible"

—¿Hay algo que desee tomar? Todo corre por cuenta de la casa.

—Disculpe si la he asustado, señorita— se disculpó el gigante haciendo una leve reverencia con su testa para tratar de revertir la primera impresión —No era mi intención hacerlo—

—Yo quisiera otro café, por favor. la disculpa del largilucho casi se sobrepuso a la petición de otro cliente que se encontraba en aquella barra

—Vaya, parece que estoy entorpeciendo tu trabajo y molestando a tus clientes— clavó sus pequeños y hundidos verdosos en el peliblanco que acababa de solicitar otro café. En un rápido vistazo, Ashida, pudo comprobar que apenas debía de ser un niño y sin embargo... esa forma de vestir, ese mango de katana y el sitio donde estaba le dejaban claro que era mejor no confiar en las apariencias —Me disculpo si también os he incomodado a ti y a tu joven compañero— paso sus ojos hacia el otro muchacho que parecía bastante más desubicado que el primero en aquel lugar, de hecho Ashida podía notar como el chico contenía el temblor de sus manos

"Vaya par... son la noche y el día" Ashida dio por sentado que ambos debían de ser compañeros por la talla que calzaban, ¿qué harían si no dos niños allí por separado?

—Oh sí, ¿podrías ponerme un vaso de leche caliente, por favor?— solicitó mientras se daba una suave palmada en la frente —Disculpa por hacerte perder el tiempo, no era mi intención— volvió a disculparse con una sonrisa en el rostro para quitar algo de oscuridad a su rostro —Es solo que te vi nada más entrar y me sentí como una polilla cuando ve un farol en mitad de la noche— apoyó las manos sobre sus rodillas —Oh vaya, no quise decir eso... esto no es que no quisiera... es que tal vez no debiera— se hizo el tímido bajando un poco la mirada y mostrándose un tanto contrariado —Disculpa de nuevo si te he incomodado—

Una vez la chica se retirase a cumplir con su encargo, su atención se centraría en aquellos bisoños de ¿matones? ¿ladrones? ¿quizás traficantes? Eso es precisamente lo que quería descubrir

—Bueno, que trae a un par de jóvenes valientes a un sitio tan... digamos que gris— le hubiera gustado utilizar una palabra más clara, pero no era ni el lugar ni el momento para llamar a aquel sitio por los adjetivos que mejor le venían... al fin y al cabo el se encontraba dentro —No-no quiero decir que no podáis estar aquí, es sólo que no acostumbro a cruzarme con personas tan jóvenes como vosotros por lugares como estos— de nuevo usó la táctica del contrariado, la gente solía confiarse ante personas dubitativas o que aparentaban estar más nerviosas que ellas mismas

"Tanteemos un poco el terreno, me pica la curiosidad... ¿qué harán dos renacuajos en mitad de esté maldito antro?"
Disculpe si la he asustado, señorita —se disculpó el gigante, haciendo una leve reverencia con su testa para tratar de revertir la primera impresión—. No era mi intención hacerlo.

La mujer permaneció en silencio, pero con una expresión que denotaba un tanto de incredulidad, como si no creyese que aquel hombre no se estaba divirtiendo, aunque sea un poco, con el efecto que estaba causando a los presentes en la barra.

Vaya, parece que estoy entorpeciendo tu trabajo y molestando a tus clientes —La barman le sonrió con complicidad e hizo un gesto que daba entender que aquello no tenía mucha importancia, y que no le causaba tanto problema—. Me disculpo si también os he incomodado a ti y a tu joven compañero.

No te preocupes, más que incomodidad, esa apariencia tuya me ha causado una fuerte impresión —admitió, mientras le dedicaba su propia mirada gris y serena—. Sin embargo, creo que has tenido un efecto un poco mas fuerte sobre mi “compañero” —dijo, refiriéndose al muchacho al otro lado del sujeto enorme y oscuro.

Oh sí, ¿podrías ponerme un vaso de leche caliente, por favor? —solicitó mientras se daba una suave palmada en la frente—. Disculpa por hacerte perder el tiempo, no era mi intención —volvió a disculparse con una sonrisa en el rostro para quitar algo de oscuridad a su rostro—. Es solo que te vi nada más entrar y me sentí como una polilla cuando ve un farol en mitad de la noche —apoyó las manos sobre sus rodillas—. Oh vaya, no quise decir eso... esto no es que no quisiera... es que tal vez no debiera. —Se hizo el tímido bajando un poco la mirada y mostrándose un tanto contrariado—. Disculpa de nuevo si te he incomodado.

No hay problema, este tipo de sorpresas y emociones son parte de mi trabajo —reconoció, mientras recogía la taza vacía del peliblanco—. Además, esa es la mejor parte: Una ve a tanto tipos de personas, todas diferentes y extrañas a su manera.

Les dedico una mirada a aquel curioso trió y se dio media vuelta, para seguir atendiendo las ordenes pendientes.

Bueno, ¿que trae a un par de jóvenes valientes a un sitio tan... digamos que gris? No-no quiero decir que no podáis estar aquí, es sólo que no acostumbro a cruzarme con personas tan jóvenes como vosotros por lugares como estos.

Honestamente, estoy aquí por una propuesta de trabajo que me parece prometedora. —Miro de reojo hacia la gente que estaba a sus espaldas: seres oscuros de todo tipo, muy variopintos, pero teniendo en común que todos estaban acostumbrados a moverse el submundo.

Estuvo a punto de preguntar las razones del recién llegado, pero en ese instante llego la muchacha que atendía la barra, sosteniendo una taza de café humeante en una mano y un vaso de leche en la otra. El Hakagurē se limito a acercar su bebida y a olvidar lo pudiese causarle curiosidad sobre aquel oscuro sujeto.
Haru habría preferido quedarse en silencio y en perfil bajo, pero quien tenía al lado lo había mandado a la primera línea en la primera frase.

- Sin embargo, creo que has tenido un efecto un poco más fuerte sobre mi "compañero"- soltó Kotetsu, refiriéndose claramente al pelirrojo.

<<Ahh, porque demonios tuvo que involucrarme a mi>> pensó algo molesto.

- Eh... yo...eh...N-no, claro que no- negó rápidamente haciendo gestos con las manos, claramente nervioso e intentando no ofender al recién llegado- No me incómodas, pe-perdón si hice parecer otra cosa- acotó desviando nuevamente la mirada.

Haru trató de ignorar el resto de la conversación, después de todo no quería formar ningún tipo de relación con las personas que frecuentaban esos lugares, el sólo estaba para hacer el trabajo e irse, no es como si fuera a hacerlo muchas más veces, sería la primera y última vez.

Cuando ya había tomado la decisión de no relacionarse con nadie de allí, vino la pregunta con la que confirmó dos cosas, una, era que el alto solía frecuentar este tipo de lugares, por lo tanto, no sería de fiar hasta que se lo ganára, y dos, que al parecer su personalidad no era tan aterradora como su apariencia, muchas veces le habían dicho que no debía de juzgar a las personas por su apariencia, pero es que la apariencia de este chico podía llegar a ser la excepción.

Las palabras de Kotetsu, para ser honestas, no revelaron nada de importancia, por lo que Haru no las tomo en cuenta para nada. Parecía que el Hakagure continuaría con su respuesta, pero en vez de eso, sólo se limitó a recibir su café.

- Eh... y-yo sólo estoy aquí por la carta, un conocido me lo encargo, así que...vine- respondió luego de dar el último sorbo a su bebida, no era un experto mintiendo, pero podía disimularlo bastante bien gracias a su normal tartamudeo, sin contar que había estado practicando la excusa durante todo el camino.

- Di-disculpe señorita- llamó el joven poniéndose de pie y entregando la pequeña taza vacía sobre el plato a la mujer- Mu-muchas gracias- agregó con una reverencia volviendo a tomar asiento donde estaba.

Iba a preguntar las razones de la presencia del escuálido, pero sería una completa estupidez.

<<No creo que nadie aquí haya venido a un día de campo, además para entrar aquí es indispensable tener la carta, por lo que todos están por la misma razón, además él mismo confirmó que suele venir a estos sitios>>Pensó observando ahora más detenidamente al Kusareño, le intrigaba lo que llevaba sobre su espalda, podía verse una pequeña parte de madera, pero no podía diferenciar que era, estuvo bastante tiempo debatiendose a si mismo si preguntar o no, hasta que por fin tomo valor y lo hizo.

- Eh, disculpa...que...¿que es lo que llevas ahí?- indagó señalando con su dedo el bulto embolsado que llevaba a cuestas.

Yuki

La mujer quedó en silencio tras las palabras de Ashida, le miraba con cierta incredulidad en el rostro "Seguramente creía que iba a ser como esos matones de la puerta... aunque debería de haber aprendido que no todo es lo que parece trabajando en un sitio como este... yo lo aprendí rápido" y es que la vida del pelinegro no había sido nunca fácil, no le había quedado más remedio que aprender a moverse por esas madrigueras oscuras para ganarse la vida. Ser shinobi no estaba mal, pero no pensaba pasarse toda su jodida existencia cumpliendo órdenes de otros. Él era un artista, tenía que abrirse camino en el mundo del espectáculo... y no iba a escatimar en esfuerzos "El fin justifica los medios... siempre" se dijo así mismo cuando recordó por qué estaba allí

No te preocupes, más que incomodidad, esa apariencia tuya me ha causado una fuerte impresión —el chico morenito de cabello blanco parecía más habituado a ese tipo de situaciones, era obvio que su aspecto le había intimidado en cierta forma pero aún así mantuvo la calma. En cierta forma le recordaba a él mismo, más joven y más sano claro —. Sin embargo, creo que has tenido un efecto un poco mas fuerte sobre mi “compañero”

Ashida le dedicó una mirada al pelirojo - Eh... yo...eh...N-no, claro que no- al contrario que el otro, esté parecía apunto de salir corriendo del lugar para no volver jamás - No me incómodas, pe-perdón si hice parecer otra cosa-

"No me explico como ha llegado hasta aquí sin cagarse encima"

—No tienes que disculparte, estoy acostumbrado— le resto importancia con una sonrisa —Entre mi altura y mi aspecto... la verdad es que no puedo quejarme de que la gente reaccione así— bromeo el muchacho antes de volver la mirada a la camarera que regresaba con el pedido de ambos chicos

No hay problema, este tipo de sorpresas y emociones son parte de mi trabajo —reconoció, mientras recogía la taza vacía del peliblanco—. Además, esa es la mejor parte: Una ve a tanto tipos de personas, todas diferentes y extrañas a su manera.

—Ya me imagino— asintió el músico mientras recogía el vaso de leche —Los lugares tan pintorescos suelen estar frecuentados por personas igual o más pintorescas— se llevó el vaso de leche hasta los labios para darle un pequeño trago para después volver a dejarlo sobre la barra

Les dedico una mirada a aquel curioso trió y se dio media vuelta, para seguir atendiendo las ordenes pendientes.

"Vaya... que pena" pensó mientras se alejaba la chica a atender a otros clientes "Bah, de todas formas no tenía tiempo"

Una vez la dependienta se hubo alejado, los chicos se quedaron a "solas" en aquella barra. Ashida aprovechó para curiosear un poco y las respuestas no pudieron sorprenderle más

Honestamente, estoy aquí por una propuesta de trabajo que me parece prometedora. —Miro de reojo hacia la gente que estaba a sus espaldas: seres oscuros de todo tipo, muy variopintos, pero teniendo en común que todos estaban acostumbrados a moverse el submundo.

"Vaya... vaya..."

- Eh... y-yo sólo estoy aquí por la carta, un conocido me lo encargo, así que...vine-

"No me jodas..." no pudo evitar sorprender de que sus dos acompañantes estuviesen allí por lo mismo que él, aunque el caso del pelirrojo le sorprendía muchísimo más.... no era el tipo de persona para el tipo de trabajos que alguien que te citaba en ese local quería encargarte "La verdad es que el moreno tiene el beneficio de la duda... pero a este chico no lo veo"

Antes de que Ashida pudiese decidir por donde debía de seguir indagando, el pelirrojo le sorprendió con una pregunta

- Eh, disculpa...que...¿que es lo que llevas ahí?

Ashida mudo el rostro a una extrema seriedad, clavando sus pequeños y azul verdosos ojos en los del chico. Acerco su rostro casi hasta estar nariz con nariz y lo miró unos instantes con gravedad —Si te lo dijese... tendría que matarte, chico— acto seguido volvió a su posición anterior y volvió dar un sorbo a su vaso de leche aunque de la carcajada que siguió después le salió un poco de leche por la nariz —JAJAJA— no pudo evitar reír a todo volumen —Cof,cof— tosió al atragantarse con la leche —¡Lo siento! ¡Lo siento!— se disculpó —Pero no he podido resistirlo... tenías que haberte visto la cara— siguió riéndose el chico —ES mi shamisen, soy músico respondió la pregunta antes de volver a darle un sorbo a su vaso de leche entre risas
- Eh, disculpa...que...¿qué es lo que llevas ahí?

El espadachín escucho aquello, y le pareció que era una pregunta tan buena como peligrosa: Buena, porque a él también le causaba curiosidad aquel misterioso artefacto que el sujeto de aspecto siniestro llevaba en su espalda. Peligrosa, porque en sitios como aquellos abundan las personas que reaccionaban de mala manera cuando se les hacia aquel tipo de preguntas.

Esto no terminara bien…”, pensó, al ver como aquel “gigante” se tensaba y enseriaba, mientras acercaba su rostro al del chiquillo para mirarle con gran severidad.

Incluso la barman detuvo su trabajar mientras miraba de reojo lo que acontecía.

Si te lo dijese... tendría que matarte, chico.

Ante aquellas palabras el Hakagurē se tenso un poco, no porque le preocupara la muerte de aquel chico, sino por si aquel sujeto alto y oscuro quedaba con hambre y trataba de buscar una segunda víctima. Pero claro, se mantuvo sereno, degustando su café mientras esperaba, listo para saltar a la acción si hacía falta… o por si le provocaba.

De pronto, aquel recién llegado estallo en una risotada, desplegando multitud de palabras que daban a medio entender que todo aquello había sido una enorme broma. Aun riéndose, aclaro que él era un músico y que aquello que portaba era su instrumento.

Cielos… Esta gente está mal de la cabeza”, pensó, mientras una tenue sonrisa se dibujaba en su rostro.
La pregunta pareció no ser muy agradable para el Kusareño, ya que en el instante en que las palabras salieron de la boca del Akaki, el rostro del indagado comenzó enseriarse mientras se acercaba hasta quedar en una posición no muy agradable para el pelirrojo, el temblor en sus manos y piernas comenzaba hacerse notable<< Q-que le p-pa-pasa,>> su ritmo cardíaco aumento notablemente, nunca había sentido su corazón latir tan rápido, buscaba como fuera que se distanciara solo un poco para poder alejarse lo más que pudiera de ese sujeto, pero el peliazabache no cedía ni un milímetro, el movimiento involuntario estaba empezando a actuar en todo su cuerpo, hasta que las palabras del siniestro joven salieron.

─ Si te lo dijese… tendría que matarte, chico─

Aquella oración se repitió en la cabeza del joven varias veces, formándose una terrorífica aura alrededor del Kusareño “Si te lo dijese… tendría que matarte”<< ¡¡Mierda, mierda, porque tuve que venir aquí!!>> todo se detuvo para Haru, incluso podría jurar que su corazón se había detenido por unos instantes, acabando con el imparable y ascendiente ritmo cardíaco del Uzureño, su rostro se volvió blanco y sus ojos se abrieron en extremo, un poco más y los mismos saldrían de sus cuencas.

─ Eh, yo…eh n-no, y-yo l-lo, l-lo si-sien─ ninguna palabra salía de su boca completa, y había recuperado nuevamente su acelerado ritmo en el pecho, a pesar de que solo habían pasado unos segundos, para Haru era como si hubieran sido horas, el sudor frió se paseaba por toda su frente y algunas grandes gotas se resbalaban por sus sienes.

─JAJAJA─ una enorme carcajada se hizo escuchar en toda la habitación, acompañado por una toz proveniente del mismo que aún no cesaba su risa, señal de que su bebida no había ido por el lugar correcto, una gran confusión invadió la cabeza del pelirrojo, que seguramente tendría el rostro como si hubiera salido de una película de terror, había que admitirlo, era un poco miedoso.

─¡Lo siento!¡Lo siento! Pero no he podido resistirlo…tenías que haberte visto la cara─exclamo aun sin contener su risa─Es mi shamisen, soy músico─ agrego el joven, aunque esa parte fue ignorada casi por completo, al menos lo fue por Haru.

─Fiiuuu─ un gran suspiro salió de parte del Akaki, acompañado por una serie de inhalaciones profundas para tratar de calmar sus nervios─ Ah… por poco me da un infarto─ rápidamente llevo sus manos a su boca<< Demonios, lo dije en voz alta>> pensó aun con sus manos sobre sus labios.

El pelirrojo esperaba que nadie hubiera escuchado lo que se le escapo, aunque probablemente todos pensaban lo mismo con solo echarle un vistazo a su pálido rostro, que comenzaba poco a poco a recuperar su color.

Una vez que estuvo un poco más relajado, el joven examino las palabras dichas por el que casi le causo un infarto, habría continuado con la charla, pero por lo que había sucedido hace un instante, no se sentía capaz de llevar una conversación con el músico.
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