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Versión completa: (D) Verde, con ganas de madurar
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Oh, Descenso —La mujer pelirroja soltó una nubecilla de humo desde sus labios mientras apartaba su pipa y hablaba consigo misma —, eres tan cruel que te robas el calor del Verano y lo presumes. Debería de haber frío ya, ¿no? No, creo que todavía no. Ganas esta vez, Descenso.

Komachi-sama. —Uno de los sirvientes de la familia Sagisō se acercó a toda velocidad hacia ella. Estaba en una cafetería, a una calle del alto edificio del Morikage. En la mesa frente a ella había un vaso de té verde y un pergamino de misión. El sirviente se inclinó ante Komachi —. Ya ha quedado todo, a como lo ordenó.

Excelente. Espero que todo salga a pedir de boca. Confío en que podrán controlarlo entre los tres. Gracias. Mmm… Ustedes han estado trabajando mucho desde temprano, retírense un par de horas antes por hoy.

S-sí, Komachi-sama. Gracias, Komachi-sama. —El sirviente le dedicó una profunda reverencia antes de partir hacia el norte.

Con la pipa entre sus dedos, la pelirroja tomó el vaso de madera y bebió un sorbo. Era algo difícil necesitar tomar dos cosas cuando se tiene un solo brazo. Pero la mujer ya estaba acostumbrada.

Nada mejor que algo ligeramente caliente para acompañar un clima ligeramente caliente. Cariño, ¿podrías traer la tetera y otros tres vasos, por favor?

La encargada del lugar asintió y sonrió, y se dispuso a preparar el encargo, mientras Komachi volvía a fumar. Estaba esperando a tres genin: a su hija Ranko; a un chico con quien ya había tratado, Hanamura Kazuma, y a otro que, según los registros, se especializaba en Taijutsu. Tenía una misión para ellos, sencilla en teoría. Algo suave para activar a los chicos, en especial a su niña.

Estaba segura de que sus sirvientes habían entregado las cartas en el lugar correcto el día anterior.

Estimado Hanamura Kazuma/Tsukiyama Daigo:

Me complace informarle que se le ha asignado una misión rango D. Si acepta esta encomienda, preséntese en la Casa de Té Moriya, mañana, Segundo Hoyōbi de Descenso de 219, precisamente a mediodía. ¡No olvide sus deberes como shinobi de Kusagakure no Sato, por más pequeños que sean!

Reciba mis más cordiales saludos.

Sagisō Komachi
Jōnin responsable de misión

Visto bueno:
Kamisho Yuna
Encargada de la oficina
De Sandaime Morikage


Sin embargo, la nota que le había dejado a su hija era un poco diferente:

Usagihime:

¡Ven a tomarte un té con mamá! Te espero a mediodía en la Casa de Té Moriya. Sé puntual. Mamá te adora.

Besos.

Tengo una misión activa, así que no cobraré esta~

LET'S GO!!!

—Puede que esto sea una... ¿misión especial para mí?

El chico ya estaba listo para marchar prácticamente desde que se había levantado aquella mañana, pues la idea le emocionaba y le causaba mucha intriga que lo hubieran escogido incluso cuando se trataba de una misión rango D.

Aún sabiendo que probablemente no serían necesarias, Daigo decidió tomar sus esposas supresoras de chakra y colgarlas a ambos lados de su cadera como usualmente, atadas a su portaobjetos, que llevaba a modo de riñonera.

Finalmente y antes de salir de casa a cumplir su misión, el joven Genin se peinó hacia atrás de modo que pudiera atarse su bandana ninja a la frente sin que sus cabellos taparan el símbolo de la hierba.

Poco tiempo después el peliverde acabaría por llegar a la Casa de Té Moriya, donde no tardaría en entrar pergamino en mano.

«Me pregunto como encontraré a Sagisō senpai ¿O me encontrará primero ella a mí?»
Kazuma releyó la carta con más interés al leer el remitente. Se trataba, sin duda, de la madre de Ranko, la superior que había gestionado aquella misión de recolección de hierbas. Pensó en la posibilidad de reencontrarse con su camarada y esto le animo un poco…, pero también había algo que le inquietaba.

«Quizá no es asunto mío, pero aun así necesito calmar mi curiosidad», pensó mientras se preparaba.

Organizo sus actividades de manera que estuviese en el lugar citado incluso antes de la hora, aunque una vez saliese de su hogar no tendría manera de saber con exactitud cuanto tiempo había transcurrido. Sin embargo, la ubicación le era conocida y tenía una idea bastante precisa de cuanto le tomaría llegar allí a paso regular.

Buenas —diría en cuanto llegase al sitio, y solo si no tenía mayores problemas en encontrar Sagisō Komachi.
La encargada de Moriya llevó una bandeja con una tetera y tres vasos de madera a la mesa de Komachi. Justo cuando la chica se retiró, la pelirroja vio entrar al lugar a un chico de cabello verde con la bandana puesta en la frente. Se veía listo para lo que fuese, a los ojos de la jōnin, así que lo llamó.

¡Oooi~! —dijo con voz casi cantada, agitando la pipa por sobre su cabeza con su único brazo, intentando captar la atención del genin —. ¡Tsukiyama Daigo-kun~! ¡Por aquí~!

La mujer apuntaría entonces a las sillas de su mesa, invitándole a sentarse. Un instante después, otro ninja aparecería en el local: uno de piel morena y cabellos blancos.

¡Kazuma-kun! ¡Tiempo sin vernos! —La mujer repitió el gesto, esperando que ambos acudieran a ella y tomaran asiento —. Excelente, excelente. Me alegra que estén dispuestos a acudir al deber de un ninja, ¡muy bien, chicos! Venga, tomen asiento, que ya casi comenzamos. Sólo esperaremos un segundito más~

La mujer echaría un vistazo más a la puerta, pues hacía falta una persona más por llegar. Una kunoichi alta, de larga y esponjada trenza.
Por suerte, ella pareció encontrarlo primero a él.

Se trataba de una mujer alta de pelo escarlata que lo llamaba enérgicamente agitando una pipa con el brazo izquierdo que era, por cierto, el único brazo que le quedaba.

Cuando el chico se dispuso a acercarse, la mujer saludó a un chico que había llegado justo en ese momento. ¡Era Hanamura Kazuma! Un chico que conoció en el puente Tenchi —o lo que quedaba de él— y que había arbitrado un duelo entre Daigo y King Rouga.

—Buenos días —le saludó sonriendo. Parecía que estaban allí para lo mismo.

Luedo acercarse y saludar a Komachi, el chico tomó asiento. Se guardó las preguntas para más tarde, pues parecía que todavía tenían que esperar un poco más.
Buenos días, Daigo-senpai y señora… Sagiso —estuvo a punto de decir madre de Ranko, pero pensó en la posibilidad de una descortesía.

Kazuma realizo una leve reverencia y procedió a sentarse cerca de su senpai. Se le veía sereno, y eso encajaba con el ambiente agradable que había en aquella casa de té. Sin embargo, cierta curiosidad abulia en su interior y para él aquel momento era bueno para preguntar.

Disculpe la pregunta —dijo refiriéndose a la mujer—, ¿se dedica usted a gestionar misiones para los ninjas novatos?
Ambos chicos saludaron con propiedad y tomaron asiento, pero el peliblanco comenzó la conversación. Komachi soltó una risa corta, pero en voz alta. No parecía burlona, sólo curiosa.

Pues sí, pero no. Digamos que gestiono misiones de una ninja novata. Aunque claro, si la oficina de Morikage-sama indica que lo haga con otros, puedo ponerme a ello. ¡Y hablando de ella!

En ese momento apareció su hija en la puerta del local. Vestía una blusa color vino con bordes rosas, sin mangas, como siempre, y un pantalón negro hasta la rodilla. Sus guardabrazos, portaobjetos y wakizashi estaban en el lugar de siempre, a su cintura.

Ranko se detuvo apenas dar un paso y su corazón se aceleró al instante. Vio a su madre en una mesa, sentada con dos chicos.

"Oh, no…" pensó, mientras se acercaba a pasos tímidos y muy cortos. Uno de los chicos tenía cabellos verdes y la bandana a la frente, otro cabellos blancos, muy familiar. Les dedicó una reverencia a todos al llegar a la mesa.

¡Ran-chan~! —Komachi la saludó con un tono en exceso alegre, y con un movimiento de su mano, para luego indicarle que se sentara a su lado —. ¡Llegas justo a tiempo! Estaba a punto de explicarles la misión. ¡Venga! ¡A que te mueres de la emoción!

Y en efecto, se moría de la emoción. Y la incomodidad, pues su madre no le había informado que tendría una misión, y, aunque ya conocía a Kazuma, el chico peliverde era un desconocido para ella.

Ahm… Eh… —Y se sentó sin más, posando su vista sobre la mesa.

Comencemos, entonces~ Ejem.

Komachi desató y desenrolló el pergamino que tenía enfrente y procedió a leerlo. Mientras lo hacía, la chica del local se acercó para servir té en los vasitos de madera de cada uno.



(D) Verde, con ganas de madurar


Solicitante: Handa Furie
Lugar: Kusagakure
La señora Handa ha solicitado a un par de genin para cuidar de su hijo de 5 años, Nubu. Quiere que le muestren lo básico acerca de cómo es ser un shinobi, pues Nubu sería el primer ninja de una familia de comerciantes. A pesar del entusiasmo del pequeño por volverse un ninja, su madre considera que no tiene edad suficiente para comenzar la Academia.

Los genin designados deberán ilustrar al pequeño en aspectos básicos, tales como deberes, técnicas y estrategias ninja SIN poner en peligro la integridad de Handa Nubu.


Terminó de leer y enrolló el pergamino de forma habilidosa, con una mano, mas no lo ató, en caso de que los chicos quisieran releerlo.

Simple, ¿No? Tsukiyama Daigo-kun, Hanamura Kazuma-kun, Sagisō Ranko-chan~. Yo sé que no tienen el nivel de un instructor, pero su experiencia es más cercana a lo que Nubu-kun vivirá al entrar a la Academia. Por eso Handa-san está pidiendo genin. ¿Alguna duda, chicos?

Como otras veces, Ranko no diría nada sino hasta que los otros se expresaran. Sin embargo, el apellido Tsukiyama se le haría familiar, pues King Rōga lo había mencionado tiempo atrás.

"Al menos Kazuma-san también estará aquí… Me tranquiliza."
«¿Una ninja novata?» pensó, con interés. Creía que si solo gestionaba misiones para ella debía ser alguien realmente importante para Komachi. «Parece que ya ha llegado»

Para ser una ninja novata aquella chica era realmente alta y visiblemente fuerte. Definitivamente debía tratarse de una ninja especializada en el Taijutsu como Daigo o, como poco, una que entrenaba su físico, especialmente el tren inferior, al contrario que Daigo, que se dedicaba a fortalecer principalmente su tren superior.

El chico se mantuvo callado. Ya tendría tiempo de saludarla y presentarse en un momento, pues Komachi estaba a punto de explicarles la misión que tendrían y no quería interrumpirla.

«¿Enseñarle a un niño lo básico de ser un ninja...?» pensó «¡Esta es la misión rango D más importante que me podría haber tocado!»

Daigo sonrió ampliamente.

—Ninguna por mi parte, señorita —dijo, emocionado—. Bueno, sí... ¿A dónde debemos ir?
Ninguno de los presentes externó duda más que la dirección de Handa. Komachi tomó la pipa entre los labios y metió la mano entre sus ropas. Sacó dos cosas: un papel doblado dos veces y un pergamino, similar al de la misión, pero más pequeño. Las colocó sobre la mesa y las empujó un poco hacia los genin.

Ésta es la dirección de Handa Furie-san —Señaló el papel doblado —. Es al oeste de Kusagakure. Y ésta —Señaló el pergamino —es su misión secundaria. La misión de Nubu, para ser específicos. Es algo para... hacerle ilusión de ser shinobi. Ábranlo y léansela cuando crean conveniente, y enséñenle cuanto puedan al respecto. Por lo demás, hay té. ¡Venga, yo invito! Su misión está programada para la una en punto, así que hay suficiente tiempo para beber un poquito, jo jo.

Acto seguido, la mujer tomó unos tragos de su vaso. Ranko miró los pergaminos y el papel. En su misión anterior, su madre le había entregado el pergamino de misión directamente a Etsu, pues conocía que era un más experimentado que Ranko y Kazuma. Pero esta vez había puesto todos los papeles a la vista de los tres, y la genin no sabía a quién le estaba delegando el liderazgo de la misión.

E-es un gusto verlo de nuevo, Kazuma-san —Ranko inclinó brevemente la cabeza en dirección al peliblanco. Luego se dirigió al peliverde —. Y-y… Y es un gusto co-conocerlo, Tsukiyama-san.

Aunque el Yotsuki peliazul le había contado sobre Daigo, Ranko no quería abordarlo o preguntarle al respecto. Esperaría a que estuviesen en camino, al menos. Por el momento, alguien debía de tomar los pergaminos.
E-es un gusto verlo de nuevo, Kazuma-san —Ranko inclinó brevemente la cabeza en dirección al peliblanco. Luego se dirigió al peliverde —. Y-y… Y es un gusto co-conocerlo, Tsukiyama-san.

Para mí es interesante trabajar con ambos… aunque hay algo que quiero confirmar —dijo manteniendo una seriedad serena—. Recorrer el camino ninja implica entender muchas cosas, al menos eso creo. Algunas son fascinantes y otras oscuras.

»A lo que me refiero es: ¿deberíamos dibujarle un panorama de aventuras y heroísmo como el de los cuentos?

Ya suponía que debía tratarse de algo así; pero la gente solía ser impredecible: la mayoría de niños se adentraban en el mundo ninja con la idea de conseguir honor y gloria para la familia, o para convertirse en grandes guerreros y aventureros. A otros les era dejado en claro el más que probable camino de sangre y decepciones. Aunque a él jamás se le había prometido o vaticinado nada, por lo que aún no sabía que esperar.
Aún agradeciendo la invitación de Komachi, Daigo todavía no bebería. Sabía que no estaba en la oficina del Morikage, pero quizá... quizá estaba demasiado caliente todavía.

Por su parte, la Sagisō —no tan— pequeña aprovechó la oportunidad para saludar y presentarse.

—El gusto es mío, Sagisō-chan —le respondió, alegre.

Kazuma parecía tener dudas al respecto de la misión, pero la verdad, conociéndolo lo poco que lo conocía, a Daigo le asustaría que no dudara y preguntara como solía hacerlo.

—Creo que deberíamos ser realistas con Nubu-chan —dijo—, pero todavía es un pequeño niño. No podemos ser muy directos...

»Pero nos han escogido por nuestra experiencia, así que creo que deberíamos contarle lo que hemos vivido.¿Cómo ha sido vuestra experiencia? Tanto de estudiante como de Genin.
Komachi sonrió ante las preguntas de los chicos.

¡Oh, eso me gusta! ¡Los ninjas de Kusagakure son muy cuidadosos con los detalles, y parece que la siguiente generación no nos deja decepcionados para nada! —Soltó una risa algo chusca, pero con orgullo auténtico —. Muy buena pregunta, Kazuma-kun. Y muy buena respuesta, Daigo-kun. No disfracen el arte ninja como una historia épica, pero tampoco le hagan ver que es una cruenta carnicería. Háganle saber lo que consideren que un ninja principiante deba de saber. ¿Qué hace en realidad un shinobi? ¿Tiene responsabilidades o puede hacer lo que se le antoje? Tal vez tengan que responder preguntas como ¿qué tan fuertes son los ninjas? ¿a cuántas aventuras han ido? No le mientan, pero sean… discretos con lo que dicen. No queremos que vaya a la Academia con falsas esperanzas, pero tampoco desalentarlo al contarle lo peor del oficio.

Komachi bebió otro sorbo de té mientras escuchaba al peliverde hacerles una pregunta a los otros dos. Ranko se llevó un dedo al mentón.

Ahm… C-creo que fue… Extraño —Ranko frunció el entrecejo, recordando sus años de estudiante —. E-era… Era terrible tener que ha-hablar… T-tener que pa-pasar frente a l-la clase y… y… —Volteó a ver a Daigo y a Kazuma, y su rostro se tornó rojo lentamente —. Y-yo… Lo siento. Bu-bueno, ser Genin ha s-sido mejor. He conocido pe-personas ge… ahm… geniales. Y-y me he vuelto más fuerte. ¡Y… y he ayudado a alguno que otro! Creo.

Ranko se cohibió, pues no supo cómo expresarse de una manera adecuada para el momento. ¿Cómo le haría para hablarle a Nubu, entonces, si ni siquiera podía hacerlo con sus camaradas genin? Tal vez se lo pensaba demasiado…
Kazuma reflexiono sobre sus días de academia, y respondió lo primero que se le ocurrió:

Pues mi paso por la academia fue algo difícil y frustrante —afirmo, con cierta indiferencia—. Tuve algunos problemas para encajar por ser un chico de campo, además de que no tenía ningún talento… Aunque conocí a gente muy interesante; los marginados sociales suelen ser la gente más interesante.

Luego de escuchar sus propias palabras, se dio cuenta de que aquella quizás no fuese la mejor de las anécdotas.

Por el lado bueno, he aprendido muchísimo después de comenzar a ejercer el oficio.
Daigo asintió un par de veces escuchando las historias de sus compañeros. Sus tiempos como estudiantes fueron complicados para todos. Ranko era demasiado tímida y eso le daba problemas incluso ahora, Kazuma era demasiado diferente, pero todos parecían haber sacado algo positivo al final.

—Vaya... —dijo en cuanto acabaron de explicar sus experiencias—. La academia no es nada fácil. Deberíamos hacérselo saber y motivarlo a esforzarse.

Daigo sonrió.

»¡Quizá lo consigamos contándole una historia inspiradora!

¿Pero cómo podía contarle una historia inspiradora? Especialmente cuando desde su graduación solo había conocido la derrota.

Al menos seguía vivo.
Komachi dejó el vaso de té para luego regresar la pipa kiseru a sus labios. Parecía entretenida por las historias de los genin. Había escuchado que el niño de Hanamura era… raro, así que no le sorprendió que hubiese encontrado tratos diferentes en la Academia. Aunque sí lo lamentó, pensando que era una vergüenza que se siguiera tolerando que "los niños son crueles".

Ranko inclinó la cabeza, con un par de dedos en la sien.

Una historia… inspiradora… —repitió lentamente.

¿Qué podría contarle que fuese inspirador? ¿Su encuentro con el cantante/luchador de nintaijutsu que quería volverse una superestrella? ¿Sus entrenamientos con el ninja de las rastas o el ninja rubio? ¿Su búsqueda de hierbas en el Bosque de Hongos y su pelea con los jabalíes? ¿Las vivencias con aquellas kunoichi de Uzushiogakure y Amegakure? No. Nada de eso era inspirador. Era agradable, emocionante, hermoso, tal vez, pero no provocaba inspirar a alguien.

Tendría que plantear sus experiencias de otra manera.

"Se trata de lo mucho que he aprendido. Pero he aprendido perdiendo, de cierta manera. ¿Entenderá eso un niño de cinco años? ¿Qué tal…?"

C-creo que… pues… —comenzó la chica. Miraba su taza de madera fijamente, para que la pena de tener a otras personas escuchando no le abrumara —. Ha-hace años… Hace años tuve un… accidente en un entrenamiento y… y acabé con el brazo roto —Komachi la miró de repente, pues sabía de qué historia se trataba —. N-no era buena peleando… Y-y era muy débil. Y mucho más c-con el brazo así… Pero seguí entrenando. Y al n-no poder u-usar mi brazo, usé mis piernas para pelear. Y-y creo… Y creo que m-me he vuelto una buena combatiente. M-mis patadas son… ahm… mucho más fuertes que l-las d-de muchos… Creo que e-es algo que agradezco, y de lo que e-estoy orgullosa. Porque perseveré

Ranko dirigió una tímida mirada a su madre, quien correspondió con ojos tiernos y orgullosos, y luego volvió a hundir sus propios orbes miel en el té. Y luego bebió.
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