NinjaWorld

Versión completa: (D) El jardinero infiel
Actualmente estas viendo una versión simplificada de nuestro contenido. Ver la versión completa con el formato correcto.

No cobraré el dinero de esta misión por encontrarme realizando otra al mismo tiempo (con Himura Hana).

PD: Gracias a King Roga por recordármelo por privado. Se me había olvidado XD

Era una agradable mañana soleada en el País de la Espiral cuando el joven Daisuke salió de su hogar en dirección al Edificio del Uzukage. Vestido con sus habituales ropajes: una camiseta de manga negra corta, unos pantalones largos de color azul con botas a juego, donde llevaba el portaobjetos en la pierna izquierda, un chaleco sin mangas de color marrón donde portaba con orgullo el símbolo del clan Nara en la espalda, sus queridas coderas de color azul que llegaban hasta sus muñecas, y por último pero no menos importante, su propia bandana que lo identificaba como ninja de grado inferior, atada en su brazo izquierdo.

Así pues, en cuestión de media hora donde paseó por las calles de la aldea con más calma que prisa, finalmente llegó al Edificio del Uzukage, donde por fin le darían su primera misión de rango D en solitario. Se preguntaba cuál sería la tarea que tendría que realizar, y sólo deseaba que no fuera limpiar retretes, porque no sólo odiaba dicha tarea, sino que le daba tanto asco y le producía tantas nauseas que siempre terminaba vomitando.

A medida que subía las escaleras del edificio veía pasar a una gran cantidad de ninjas que subían y bajaban por ellas con bastante celeridad. Ignorándolos a todos, y centrado únicamente en su misión, entró por la puerta principal cuando por fin consiguió llegar al final de las escaleras. Una vez dentro, vio al encargado de entregar las misiones, y no dudó en explicar el motivo de su llegada.

Buenos días. Me llamo Nara Daisuke y he venido para aceptar mi primera misión de rango D en solitario. — Dijo con bastante firmeza.

Tomo esta trama con hueco de Narrador.

@Daisuke, porfa, cambia el título a "(D) El jardinero infiel"

El rostro que vio Daisuke tras el mostrador de recepción del Edificio del Uzukage se ruborizó ligeramente. Pertenecía a una muchacha de apenas un par de años más que él, de complexión atlética y ojos blancos como la nieve. Vestía con el uniforme reglamentario de la Villa —chaleco militar incluído— y llevaba una placa plateada en su hombro izquierdo, distintivo que la acreditaba como chūnin. Era, sin duda, Hyūga Kyoko, una de las conocidas recepcionistas del Edificio.

B... Buenos días, Daisuke-san —contestó, ligeramente ruborizada, bajando la mirada hasta la mesa repleta de papeles que tenía delante—. ¿La misión...? Ah, sí, sí, la m... misión. Claro. P-perdona un momento.

Kyoko rebuscó durante unos breves instantes en uno de los cajones del escritorio hasta encontrar un pergamino con sello lacrado que tenía la letra "D" grabada en el mismo. Luego, se lo extendió al genin con cierta vergüenza.

A-aquí tienes, Daisuke-san... Mucha suerte.



(D) El jardinero infiel


Publicada en: Uzushiogakure no Sato
Rango recomendado: Genin
Nivel recomendado: 1-5
Solicitante: Sarutobi Isshin
Lugar: Uzushiogakure no Sato

Isshin-dono es uno de los Sarutobi más famosos de la Villa, un héroe de guerra con un gran palmarés y una carrera shinobi muy activa y exitosa que le ha valido numerosas condecoraciones y compensaciones económicas. Lamentablemente para Isshin-dono, su fiel jardinero con el que llevaba trabajando más de veinte años le ha dejado por un empleo en la residencia de los Kageyama; con quienes se conoce que la familia mantiene malas relaciones. El cliente ha solicitado la ayuda de un genin que se encargue de podar los cerezos de su jardín para tenerlos arreglados y sanos antes de la época de floración.
Cuando Daisuke entró en la oficina, pudo ver que allí se encontraba una de las encargada de entregar las misiones: Hyūga Kyoko, con unos ojos más claros y bonitos que los del propio Nara.

B... Buenos días, Daisuke-saN. ]¿La misión...? Ah, sí, sí, la m... misión. Claro. P-perdona un momento.

El rubio la observó arqueando su ceja derecha. A lo mejor Kyoko estaba nerviosa o preocupada por algún asunto personal. Sin embargo, le impresionaba encontrarse con alguien más tímido y vergonzoso que él, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de una mujer.

Pasados unos segundos, cuando la Hyūga había encontrado el pergamino pertinente, se lo extendió al Gennin.

A-aquí tienes, Daisuke-san... Mucha suerte.

El Nara avanzó tranquilamente y despreocupado hacia la Chunnin, recogiendo el pergamino con una sonrisa y abriéndolo con cierta curiosidad.

Muchas gracias, Kyoko. — Respondió educadamente sin mirarla a los ojos mientras leía detenidamente el contenido del pergamino. Una vez leído y comprendido, lo guardó en el bolsillo derecho de su pantalón y acto seguido miró a la Chunnin dubitativo. A lo mejor era información que el propio Daisuke debía conocer, pero la cual ignoraba por completo. Seguramente Kyoko sería capaz de aportarle la información que necesitaba.

Emm... Me preguntaba... — Dijo levemente sonrojado mientras llevaba su mano izquierda a la nuca. — Si sabrías indicarme dónde me encontraré con el señor Sarutobi. Aunque entiendo que será en su hogar, aunque el pergamino no lo especificase, desconozco dónde se encuentra. — Explicó avergonzado. — Aunque tal vez deba esperarlo aquí mismo. — Añadió, con una leve sonrisa, evitando el contacto directo con los ojos de la Hyūga para no ruborizarse más de lo que ya estaba.
La Hyūga, a pesar de su timidez, emanaba una autoridad de la que Daisuke carecía; incluso aunque ella estaba visiblemente más apurada que él por aquel error en el pergamino de misión, para cualquier observador externo hubiera parecido al contrario. Tal era la diferencia entre rangos de ambos ninjas. Kyoko, sin embargo, se limitó a bajar la cabeza y murmurar una disculpa avergonzada.

¿No... n-n-no viene la dirección? —inquirió, dubitativa—. Eso ha s-s-sido una equivocación, ay, qué apuro...

Por suerte para Daisuke, la chūnin —así como la mayoría de ninjas de alto rango de Uzu— conocían bien la dirección de la vivienda de Sarutobi Isshin, pues un veterano como él era renombrado entre sus antiguos compañeros de oficio. La Hyūga tomó un trozo de papel, un bolígrafo, y garabateó la dirección. Luego se lo entregó al genin.

La vivienda estaba, cómo no, en el barrio más rico de la Villa. Quizá Daisuke ya hubiera pasado por allí alguna vez, quizás no, pero lo que estaba claro es que probablemente se quedaría maravillado con sus pulcras calles de piedra blanca, sus cerezos por doquier y las enormes fincas que sembraban el lugar a ambos lados de la calzada. Siguiendo la dirección que le había anotado Kyoko no le sería difícil dar con la residencia de Sarutobi Isshin.
La respuesta de la Hyūga no se hizo de rogar.

¿No... n-n-no viene la dirección?. Eso ha s-s-sido una equivocación, ay, qué apuro...

Acto seguido, la Chunnin cogió un trozo de papel y un bolígrafo y escribió la dirección donde tenía que acudir el Nara, entregándoselo en mano.

Muchas gracias, Kyoko. — Repitió Daisuke educadamente mientras cogía el papel con su mano derecha. — Eres muy amable. — Añadió con una sonrisa en su rostro, mientras leía la dirección, la memorizaba y se guardaba el papel en el bolsillo derecho de su pantalón.

Bueno, supongo que eso es todo. Nos vemos. Pasa un buen día. — Dijo el rubio a modo de despedida mientras elevaba su mano derecha.

Acto seguido, Daisuke se dio media vuelta y salió por la puerta del despacho tal y como había entrado: sin prisa alguna pero sin pausa. Al parecer, tenía que realizar labores de jardinero para un famoso miembro del clan Sarutobi. No era una tarea que lo disgustase, pero tampoco que lo llenase de ilusión. Sin embargo, era mejor que limpiar retretes. Es más, cualquier encargo era mejor que limpiar retretes.

El Nara bajó las escaleras del edificio tranquilamente, de una en una, mientras miraba detenidamente el cielo, observando las pocas nubes de color blanco que se encontraban en él, pensando en el día que le tocaría realizar misiones más complicadas, que implicasen algún combate. Desde luego, todavía quedaba mucho, y por supuesto, tenía mucho entrenamiento que realizar antes de estar preparado para ello. Y, además, por si fuera poco, odiaba y aborrecía los combates, pero le agradaba sentirse útil para el bienestar de su aldea.

En cuestión de veinte minutos, Daisuke se presentó finalmente en la dirección que le había escrito previamente la Chunnin. Una vez se encontraba delante de la puerta de la casa de Isshin, decidió llamar con tres golpes secos, utilizando su puño derecho con firmeza. Después, esperó pacientemente a que alguien le abriese para así poder identificarse como tal, mientras miraba hacia la bandana que portaba en el brazo izquierdo que lo convertía en un Gennin de pleno derecho, aunque fuese tan inexperto.
La puerta se abrió momentos después y un hombre alto, bastante delgaducho pero repleto de cicatrices apareció tras ella. Parecía bastante mayor —a ojo de buen cubero no debía tener menos de cincuenta años, o como poco cuarentaylargos—, tenía el pelo rapado a excepción de un mechón en la coronilla, parecido al estilo de los samuráis más tradicionales, y vestía con un elegante conjunto de haori, hakama y botas tabi. Exhibía los colores de la familia Sarutobi —rojo y naranja— con orgullo, como así desprendía toda su figura.

Sus ojos castaños y penetrantes se fijaron en Daisuke con interés.

¡Vaya! Así que tú eres el shinobi que va a encargarse de mis cerezos —le saludó—. Me llamo Isshin, aunque supongo que ya lo sabías. ¿Cómo es tu nombre, muchacho?
Segundos después de que Daisuke hubiera golpeado la puerta, ésta se abrió, mostrando tras ella a un hombre mayor alto y delgado, lleno de cicatrices. Tenía el cabello como los antiguos samuráis y vestía de color rojo y naranja, característicos del clan Sarutobi. Acto seguido, el hombre mayor miró detenidamente al Nara y se dirigió hacia él.

¡Vaya! Así que tú eres el shinobi que va a encargarse de mis cerezos. Me llamo Isshin, aunque supongo que ya lo sabías. ¿Cómo es tu nombre, muchacho?

Daisuke tragó saliva. La figura del hombre que se encontraba ante él era, sin duda, imponente, a pesar de su edad y de su demacrado aspecto físico. Acto seguido, asintió con la cabeza en señal de afirmación y agachó su cabeza, mostrándole sus respetos y honores.

Así es, señor Sarutobi. Me llamo Nara Daisuke, es un placer conocerlo. Y, en efecto, soy el Gennin encargado de tal importante misión. — Dijo el rubio, cuidando sus palabras y alzando la cabeza y su mirada para fijarse en sus ojos, ya que se podía considerar descortés hablar con alguien sin mirarlo a la cara.

Dígame cuáles son mis tareas y comenzaré a la mayor brevedad posible. Estoy deseando empezar. — Mintió, ya que no le apetecía mucho cuidar plantas cuando podía estar entrenando, pero trató de quedar bien.
Isshin pareció complacido con los modales que exhibía aquel genin; no en vano los estudiantes que salían de la Academia de las Olas —y los shinobi de Uzu, en general— eran famosos por la exquisita educación que habían recibido en materia de protocolo. Inclinación de cabeza, honorífico adecuado, y diligencia. Esos eran los tres pilares de cualquier genin que se dignase a trabajar bajo el amparo del Remolino.

El Sarutobi soltó una carcajada ante la impetuosidad de Daisuke.

¡Bueno, bueno! Sí que tienes prisa. Claro, claro... Pero primero, ven, vamos a charlar un rato, ¿eh? Ahora que estoy retirado ya no me entero de nada de lo que sucede fuera de los muros de esta Aldea, e incluso un jovencito como tú puede traer noticias interesantes.

Con un gesto de su mano le invitó a pasar. Isshin condujo al genin a través de un largo pasillo construído al estilo tradicional, con puertas correderas de papel de arroz ricamente adornadas a cada lado, hasta que llegaron a su desembocadura. La calidez del Sol matinal les recibió cuando salieron al pequeño porche de madera que precedía a un jardín muy amplio, repleto de árboles de cerezo por podar y arreglar.

Y cuéntame, ¿qué se comenta estos días? —Isshin se sentó en una mecedora de madera que no parecía en absoluto cómoda. Junto a él, sobre una mesa auxiliar, reposaba una taza de té rojo—. Parece que hubo cierto revuelo debido al anuncio de un nuevo Torneo de los Dojos. ¿Vas a participar, Daisuke-san?
Daisuke observó elevando su ceja derecha cómo Isshi se había reído.

¡Bueno, bueno! Sí que tienes prisa. Claro, claro... Pero primero, ven, vamos a charlar un rato, ¿eh? Ahora que estoy retirado ya no me entero de nada de lo que sucede fuera de los muros de esta Aldea, e incluso un jovencito como tú puede traer noticias interesantes.

El Nara asintió con su cabeza y aceptó la invitación del Sarutobi, entrando por fin en la casa y recorriendo un largo pasillo por donde siguió a su anfitrión hasta que llegaron a su destino: un pequeño porche de madera con un gran jardín lleno de árboles de cerezo descuidados y de los cuales tendría que ocuparse más tarde.

Y cuéntame, ¿qué se comenta estos días? —Preguntó Isshin mientras se sentaba en una mecedora de madera junto a una mesa auxiliar donde reposaba una taza de té rojo—. Parece que hubo cierto revuelo debido al anuncio de un nuevo Torneo de los Dojos. ¿Vas a participar, Daisuke-san?

El joven, una vez más, volvió a asentir con su cabeza en señal de afirmación, aunque no parecía muy contento, ni animado, ni entusiasmado con la idea. Al fin y al cabo, su participación sería meramente anecdótica y obligada.

Bueno, así es... — Respondió el Gennin, realizando una breve pausa. — Mi padre me obligó a apuntarme al torneo. — Añadió, llevando su mano derecha a la nuca, levemente sonrojado. — Me dijo que así podría medir mis habilidades contra otros ninjas, y también podría aprender de ellos. — Explicó, tomándose unos segundos para pensar y analizar la situación. — Aunque, mirándolo por otro lado, yo lo veo más como una partida de shogi, donde las tres grandes aldeas presentan a sus jugadores para medir su respectivo nivel, y donde servidor puede aprender de sus errores a base del fracaso. — Dijo Daisuke, visiblemente serio, refiriéndose a sí mismo. — Me da igual ganar o perder. Lo importante es participar y aprender. Sé que no voy a ganar el torneo, donde sin duda habrá ninjas más fuertes que yo, cosa que no es difícil. Además, ganar siempre es aburrido, ya que con las victorias no se aprende mucho. Pero si con mi participación puedo asegurarme aumentar mis conocimientos y mi experiencia, así lo haré con gusto. En estos tiempos es importante preservar el conocimiento y aprender de los errores de nuestro pasado para no volver a cometerlos en el futuro, ¿verdad, señor Sarutobi? — Preguntó el Nara, haciendo referencia a los errores que habían cometido las grandes aldeas en épocas pasadas.

Tras un breve silencio, recordó la primera pregunta de su interlocutor, y acto seguido, comenzó a explicarse, aportando un breve resumen de los acontecimientos actuales de Oonindo.

De todas formas, considero más importante la reunión de los 3 Kages, tras la ejecución del anterior Morikage a manos de su propio jinchuriki, al parecer, huido y puesto en busca y captura, según dicen las lenguas. — Explicó, incapaz de aportar datos de mayor relevancia pues por su rango no se le permitía acceder a más información. — Espero que este acontecimiento no ponga en riesgo a la Alianza, ahora que hay estabilidad y estamos en un periodo efímero de paz. — Deseó el Nara, siendo consciente de que, a su pesar, la paz no duraría para siempre y tendría un final dentro de un periodo de tiempo incierto. — Dicen que los Bijuus se están volviendo a rebelar y que planean un nuevo ataque dirigido por Kurama. — Añadió, con voz temblorosa, haciéndose a la idea de la destrucción, las muertes y las pérdidas que eso significaría, empezando por el asesinato del Morikage. — Parece como si los Bijuus estuvieran llenos de odio, rabia y rencor contra el mundo, y sobre todo, con los ninjas, por algún motivo del pasado o que todavía puede estar sucediendo en estos mismos momentos. — Dijo, analizando la situación. — Ojalá alguien pudiera hacer algo por ellos y eliminar todo ese odio que llevan dentro. — Terminó de manera tajante, poniéndose en el lugar de las criaturas con colas.
Sarutobi Isshin escuchaba, atento, mientras degustaba su té. Para él no había nada como un buen té caliente de media mañana y una buena historia.

Muy bien, muy bien —asintió el veterano, conforme con la reflexión de Daisuke—. En mis tiempos, no había nada como morder el polvo unas cuantas veces para espabilar y aprender un par de trucos nuevos. ¡Siempre lo he dicho! Lástima que muchos de los sensei de ahora se han vuelto unos blandengues y no os ponen a caldo con frecuencia.

Luego el tema viró a otros derroteros, incluso más interesantes para el viejo Sarutobi. Traiciones, la Alianza en peligro, los Generales... Eso sí, hubo detalles que le chirriaron, por decirlo suavemente. Cuando Daisuke empezó a hablar con palpable determinación sobre el "odio, rabia y rencor" de los bijū contra el mundo, el viejo no pudo evitar soltar una carcajada que retumbó en todo el porche.

¿Odio? ¿Rencor contra los ninja? ¿Los bijū organizándose para atacar el mundo? ¡JIAJIAJIA! ¡Creo que alguien ha estado leyendo demasiadas historias de fantasía! —aseveró, todavía riendo a mandíbula batiente—. ¿Cómo se te han metido semejantes disparates en la sesera, muchacho? ¿"Eliminar el odio que los bijū llevan dentro"? ¡JIAJIAJIA! ¿De qué demonios hablas?

A todos los habitantes de Ōnindo —y especialmente a los ninjas— se les enseñaba como parte de la cultura colectiva que los bijū eran monstruos, entes de chakra demoníaco que debían ser encerrados bajo llave en sus Guardianes por el bien de todo el continente y más allá. Para Isshin —y probablemente para casi cualquier persona en Ōnindo—, las palabras de Daisuke eran la tontería más grande que hubiesen escuchado nunca.

Tienes buena imaginación, eso está claro. Cuando te retires podrías dedicarte a escribir.
Daisuke escuchó con atención y en silencio las palabras del Sarutobi.

Muy bien, muy bien. En mis tiempos, no había nada como morder el polvo unas cuantas veces para espabilar y aprender un par de trucos nuevos. ¡Siempre lo he dicho! Lástima que muchos de los sensei de ahora se han vuelto unos blandengues y no os ponen a caldo con frecuencia.

Sí... qué mala suerte. — Pensó el Nara de manera irónica, pues agradecía no tener un sensei duro que lo sometiese a entrenamientos extremos ni a misiones con riesgo de muerte. Aunque, a falta de un sensei así, ya tenía a su padre, que lo educaba duramente con disciplina y dureza, pero también con respeto, diligencia y empatía. Su familia no era la mejor del mundo, sin duda, pero gracias a ellos se había convertido en el shinobi que era ahora.

El Gennin continuó hablando, y elevó su ceja derecha cuando, de repente, Isshio comenzó a reírse, y a diferencia de antes, parecía estar burlándose de él, lo que provocó que Daisuke frunciese el ceño, levemente mosqueado con la actitud de su anfitrión.

¿Odio? ¿Rencor contra los ninja? ¿Los bijū organizándose para atacar el mundo? ¡JIAJIAJIA! ¡Creo que alguien ha estado leyendo demasiadas historias de fantasía! ¿Cómo se te han metido semejantes disparates en la sesera, muchacho? ¿"Eliminar el odio que los bijū llevan dentro"? ¡JIAJIAJIA! ¿De qué demonios hablas?

Tienes buena imaginación, eso está claro. Cuando te retires podrías dedicarte a escribir.

El Nara respiró tres veces antes de responder al Sarutobi, intentando serenarse para no perder ni los nervios, ni la compostura, ni, por supuesto, la razón. No debía olvidar que era un shinobi de rango inferior y que, ante él, se encontraba no sólo su cliente, si no también un ninja de grado superior aclamado con honores en toda la aldea. Si se encaraba con él tenía todas las de perder, y eso no le convenía.

Aunque tenga bastante imaginación y fuese bueno para dedicarme a escribir, supongo que soy demasiado vago como para ponerme a escribir un libro entero. — Respondió Daisuke, encogiéndose de hombros. — Siempre me he imaginado jugando al shogi de mayor sin parar en busca de un oponente digno, o enseñando a jugar a otros chicos que no sepan. O, simplemente, disfrutando mirando el cielo y las nubes, viendo pasar el tiempo con calma. — Añadió, con una leve sonrisa, mientras cerraba sus ojos y se imaginaba aquella sensación de tranquilidad para así terminar de relajarse por completo.

Respecto al tema de los Bijū... — Dijo el Nara, retomando el tema de conversación, volviendo a abrir los ojos, esta vez con el rostro serio. — Es cierto que en la Academia intentaron educarme de otra manera más anticuada. — Explicó, con total serenidad, recordando viejos tiempos pasados. — Pero yo siempre he destacado entre el resto por mi forma de pensar diferente, ya sea para bien o para mal. — Añadió, con una leve sonrisa. — A veces, cuando hay un problema evidente, como es el tema de los Bijū, hay que mirarlo desde un punto de vista externo. Se llama pensamiento lateral, y muy pocas personas son capaces de usarlo. — Dijo, señalando su propia cabeza con el dedo índice de su mano izquierda. — Como decía. En la Academia, y me atrevería a decir que en todo Oonindo, se trata a los Bijū como monstruos, desde el resentimiento y el rencor. Se dice que un ninja no debe tener sentimientos, porque eso podría ser su perdición en una misión. Pero yo todavía no tengo esa capacidad, y no sé si la tendré algún día. — Decía, pensativo. — ¿En serio creéis que la mejor solución es encerrarlos dentro de unos recipientes humanos a los que todos llaman jinchurikis? ¿No pensáis que tanto humano como Bijū pueden estar sufriendo? Los Bijū quieren ser libres, como las nubes que tanto me gusta admirar. Nadie desea ser tratado como un objeto y un arma que hay que utilizar contra otros. Ellos, lejos de ser animales sin sentimientos, tienen un corazón y un alma, como todos y cada uno de nosotros. Estoy seguro de que se puede razonar con ellos. Pero sin duda habría que cambiar muchas cosas en la forma de pensar del mundo entero para que hubiera una paz eterna y duradera. ¿No sería mejor tenerlos como aliados que como enemigos a los que hay que temer? — Daisuke hablaba sin parar, lleno de conjeturas y conclusiones tal vez precipitadas acerca de los sentimientos de los Bijū. Nunca había hablado con uno, y no podía asegurar que su forma de pensar era la adecuada y la correcta. Pero tenía empatía, que era algo de lo que muchos carecían.