NinjaWorld

Versión completa: Dos intrépidos y una flor
Actualmente estas viendo una versión simplificada de nuestro contenido. Ver la versión completa con el formato correcto.
Páginas: 1 2 3 4 5 6
Las memorias del Torneo anterior invadieron a Eri en cuanto puso un pie en los Dojos aquel año 220. Fue como si todos los recuerdos y los sentimientos que conllevaban la asaltasen y no dejaban que la pelirroja pudiera dormir tranquila a no ser que se marchara a ojear el lugar una nueva vez, ¿habría cambiado algo? ¿O todo seguiría igual? Eran dos de las preguntas que más incomodaban a la joven kunoichi que, ese mismo día justo después de la hora de comer, se encaminó al Lago Partido.

Sabía que había acudido como espectadora para ver a Datsue en su máximo esplendor, pero ella había vivido todo aquello como si fuera una participante más, aun sin medirse con nadie.

Caminó por el puente que cruzaba el lago lentamente, escuchando sus pasos resonar bajo ella mientras la calma la invadía junto a los rayos de sol. Hacía calor, pero no quería quedarse entrenando siempre, así que un pequeño paseo no le haría daño ni a ella ni a nadie.

Se apoyó justo donde ella creyó que estaba el medio del puente, y miró directamente al agua, pensativa. Había vivido tanto allí que ahora se sentía extraña al volver a pisar aquel suelo.
Podía parecer increíble, habiéndose pasado un mes entero en el Valle de los Dojos en el anterior torneo, pero Datsue todavía no había visto el famoso Lago Partido. Había estado en Sendōshi, por supuesto. En Nantōnoya, obviamente. En Kitanoya, para repartir cierta revista indecente. También en Nishinoya, camuflado en un Henge hasta la habitación de Aiko. Había visitado numerosos dojos interiores y plataformas de combate, había estado en Hokutōmori junto a Ayame y Daruu, y, por supuesto, había estado en el Bosque Sesgado. Lo recordaba muy bien. Allí era donde se había reencontrado con Aiko.

Pero, ¿en el Lago Partido? Oh, no, y eso era algo que el Uchiha estaba poniendo remedio en aquellos instantes.

Normalmente, los puentes que él cruzaba salvaban enormes riscos, ríos o pasos entre montañas. Aquel era distinto, único en toda su especie. Aquel cruzaba un lago, casi tan extenso como alcanzaba la vista. El sol perlaba sus aguas con ribetes dorados, y el calor de verano hacía que a Datsue le empezase a sobrar la característica chaqueta que siempre portaba. Se la quitó y, sujetándola con un dedo, se la colgó en el hombro.

Mientras caminaba, reconoció una figura con un cabello inconfundible. De un rojo Uzumaki.

¡Eri! ¿Qué pasa, prima? ¿Contemplando el paisaje? —dijo, a modo de saludo.
Llevaba unos días un poco triste, desde el día que había visto a Ren. No había hablado con nadie, ni siquiera había pensado demasiado en ello. Teniendo el torneo a la vuelta de la esquina no le apetecía nada dejarse llevar por la espiral de amargura que se asomaba sobre ella. No sabía qué hacer ni qué pensar, así que se pasaba el día entrenando de una forma u de otra.

Había estado evitando a su sensei porque no le apetecía hablar con nadie, aún así, no podía pasarse el día alejada de Nantonoya e ignorando sus necesidades básicas, necesitaba dormir, comer y otras cosas, y no podía ir haciéndolo por el bosque.

Así fue como iba caminando distraida por encima de las aguas del Lago Partido en dirección a su habitación. Había hecho el entrenamiento matutino que Eri le había pautado, seguramente dormiría hasta que le volviesen las ganas de vivir y después haría el entrenamiento en Doton que ella misma se había planteado.

Suspiró y se comió otro trozo de carne del pincho que llevaba en la mano. Había perdido por completo la noción del tiempo de las comidas, comía cuando tenía hambre, que solía ser a todas horas, pero con todo lo que entrenaba era casi imposible que engordase. El entrenamiento físico matutino le dejaba el cuerpo tan cansado que su cerebro normalmente desconectaba de todo lo demás.

Llevaba su cabellera rubia recogida en un apretado moño sujeto con dos palos iguales al que llevaba en la mano, aunque lavados, obviamente. Los usaba de senbon para entrenar, porque no tenía senbon, ni los iba a comprar, y después de sujetamoños. Tenía ojeras, no muy marcadas, pero resaltaban junto a su rostro serio.

Tenía la cabeza en caminar sobre el agua y su comida, así que ni se percató de la presencia de los dos ninjas de Uzushiogakure justo a su lado, sobre el puente, mientras pasaba de largo frente a Eri.
¡Eri! ¿Qué pasa, prima? ¿Contemplando el paisaje?

La voz de Datsue hizo que se sobresaltase ligeramente y girara la cara en busca de la voz que acababa de escuchar, encontrándose al chico acercándose a ella. Ella levantó la mano del apoyo y saludó al Uchiha con una sonrisa.

¡Hola! —exclamó una vez lo tuvo más cerca—. La verdad es que sí, llevaba mucho tiempo sin ver este Lago, y mira que solo vine de expectadora, dos años ya... ¿O fueron tres? —Volvió a mirar al lago, apoyándose sobre su mano derecha—. Y ahora vengo de participante... ¿Qué ocurrirá? —divagó mientras miraba hacia abajo.

Encontrándose una cabellera clara recogida en un muy apretado moño, y una brocheta de comida en una mano. Eri abrió los ojos de la impresión, y pronto hizo rebasar su cuerpo por la barandilla para saludar a su pupila.

¡Hanaaaa! —exclamó hacia abajo—. ¿Qué haces caminando por el Lago?
Datsue levantó el pulgar, luego el dedo índice y finalmente el corazón.

Van ya tres años, tía, tres años. —Se decía pronto, y cuántas cosas habían cambiado desde entonces—. Pues si se repiten las cosas, tú y yo nos enfrentaremos en la primera ronda —dijo, respondiendo a la pregunta de Eri de qué ocurriría ahora que venía a participar—. Ese fue mi primer combate, ¿recuerdas? Contra una compañera llamada Eri.

Él se acordaba perfectamente. Recordaba las votaciones que habían hecho entre los chavales de la academia de un curso superior a él, en la que ella y Noemi habían salido ganadoras como la kunoichi más bella de la clase. Recordaba que Akame estaba prendado de ella —¿o aquello también había sido una farsa?—. Recordaba el combate que habían librado. Recordaba su cara de concentración. Recordaba su sonrisa.

Ahora, yacía en el cementerio. Por estar en el sitio equivocado en el momento equivocado. Por mala suerte. Por culpa del caprichoso y maldito destino.

El grito de Eri —su Eri—, le sacó de su ensimismamiento. Fue entonces cuando la vio: la alumna de su amiga.

Ey, ¿qué hay? —saludó. Pese a que solo la había visto un día, la vio distinta. Como más… apagada. Tenía ojeras y expresión cansada.
No había mirado al puente, no había motivo alguno para hacerlo. Normalmente lo único que había era gente demasiado vaga para ir por el agua. Aunque ella lo veía como un buen entrenamiento así no solo es volver a la residencia, sino que además entrenas el control del chakra.

Hana volvió a suspirar después de comerse el último trozo de carne. Tarde o temprano tendría que hablar con su sensei de aquello, o al menos de algo.

¡Hanaaaa!

La genin levantó la cabeza tan rápido que podría haberse partido el cuello para ver a su sensei y musa de sus pensamientos observandola desde el puente, dio un paso hacia atrás planteándose la huida, pillada desprevenida por completo. Fue entonces cuando vio que también estaba el gran heroe nacional, Uchiha Datsue con su sensei y el pánico fue tal que al dar otro paso de espaldas se olvidó por completo del control del chakra, del agua y de todo. Lo primero que se hundió fue el pie que había movido, para afianzar al pánico, y entonces la gravedad hizo el resto, llevándose el resto de su cuerpo al agua.

Tras unos segundos de breve pero intenso buceo, volvió a la superficie. Usando sus manos con una leve capa de chakra para sacarse del agua y ponerse en pie sobre ella, ahora toda empapada.

H-hey. — saludó con una mano brevemente antes de soltarse el pelo y empezar a secarselo. — Perdonad, me he sorprendido. Estaba... absorta. — no les miraba directamente, haciendo como que estaba distraída en secarse.
Datsue hizo mención a la anterior vez que luchó en el Torneo, donde se enfrentó a su tocaya, Eri, quien perdió en la primera ronda. Un escalofrío recorrió su espalda cuando escuchó que se podrían repetir las cosas. ¿Ella contra Datsue? No, prefería no pelear con él, no de primeras al menos.

O perdería estrepitosamente.

Ambos cayeron en cuenta de que Hana paseaba justo por debajo del puente donde ambos dialogaban, y, ésta, al recibir dos saludos, se sobresaltó y terminó hundiéndose en el agua por perder la concentración. Eri frunció el ceño y apoyó con fuerza su mano diestra para impulsarse y saltar en ayuda de su pupila, pero en lo que ya había caído, ella ya salía del agua completamente empapada.

Saludó, y Eri, pese a que tenía una capa de agua por todo su cuerpo, contempló las ojeras y mala cara que tenía su alumna, haciendo que comenzase a preocuparse por momentos.

¿Estás bien, Hana? —preguntó, acercándose a ella con preocupación—. No tienes buena cara, ¿te acompaño a la residencia?
Datsue disimuló una sonrisa tapándose la boca con una mano al ver el accidente de la kunoichi. Aquellas cosas pasaban, vaya que sí. Cuando todavía era un joven genin recién salido de la academia, había sufrido más que dos o tres situaciones vergonzosas como aquella. Y alguna peor que ni quería recordar.

Eri, sensei de la kunoichi, no dudó ni un instante en apoyarse en la barandilla y saltar al lago. Datsue hubiese hecho lo propio, pero optó por darles un poco de intimidad. Hana parecía algo nerviosa y no quería agobiarla con su presencia justo después de haber caído en el agua, empapándose entera.

¿Todo bien por ahí? —preguntó, desde lo alto, apoyando ambos antebrazos en la barandilla.
¿Estás bien, Hana? No tienes buena cara, ¿te acompaño a la residencia?

¿Qué? No, estoy bien, Eri-sensei. Solo... un poco cansada, supongo. Estabas con Datsue-san, ¿no? Mejor subimos al puente y me siento un rato al sol, así descanso y me seco. — "Y así, con suerte, evito hablar de mí"

Con un último apretón a su mata de pelo ya parecía más pelo que una fregona, así que si Eri le daba el visto bueno, la acompañaría hasta el puente, donde buscaría el sitio más iluminado para sentarse. Seguiría secándose la ropa, el pelo y todo en general, mientras esperaba que los otros dos dijesen algo.

Todo bien, Datsue-san. ¿Qué os contáis? Casi no os he visto a ninguno de los dos desde que llegamos. — aunque lo cierto es que ella misma había estado evitándoles.

Pero para hablar daba igual.
«¿Cansada? ¿Del entrenamiento? Quizá es por lo que me dijo el otro día...» Eri sentía que algo iba mal con su pupila, algo que parecía atormentarla y que seguramente estaba reacia a contar. No quiso incomodarla forzándola a contarle lo que pasaba, pero sabía que aquello no terminaría ahí.

Se secó el pelo mientras Datsue preguntaba si todo estaba bien por ahí abajo, pero Eri no quitó los ojos de encima de Hana, quien insistía que al sol se secaría. «Menos mal que estamos en verano...», pensó por el tiempo cálido que las acompañaba.

¿Qué os contáis? Casi no os he visto a ninguno de los dos desde que llegamos.

Una vez arriba, los tres se habían juntado mientras Hana comenzaba a secarse en el sol. Eri miró a Datsue, y luego contestó. Sabía que su pupila a veces recurría a cambiar de tema para evadir hablar de lo que le ocurría, así que esa vez, la dejó hacer.

Poco, más bien, estaba contemplando el paisaje, ya que la última vez que estuve aquí no pude disfrutarlo como se merecía —respondió ella, dejándolo al aire—. ¿Y vosotros?
Uchiha Datsue aguardó a que ambas kunoichis ascendiesen al puente, mientras encendía y apagaba distraídamente el mechero que llevaba por colgante. El sol de verano pegaba fuerte desde el cielo, y la suave brisa que a veces soplaba desde el sur se agradecía tanto como un granizado bien helado en pleno desierto.

Pues yo —habló, tras Eri— estaba de visita. Este era el único sitio remarcable que me quedaba por visitar de todo el Valle de los Dojos. Bueno, esto e irme de camping por la cordillera, pero sinceramente, no me llama nada.

Suficientes montañas había cruzado ya.
Poco, más bien, estaba contemplando el paisaje, ya que la última vez que estuve aquí no pude disfrutarlo como se merecía. ¿Y vosotros?

Pues yo estaba de visita. Este era el único sitio remarcable que me quedaba por visitar de todo el Valle de los Dojos. Bueno, esto e irme de camping por la cordillera, pero sinceramente, no me llama nada.

Una vez hubiesen hablado ambos, ya le había vuelto a ella el turno de palabra. Por suerte, esa pregunta era una que ella podía responder sin ningún problema.

Bueno, yo solo volvía de entrenar. Me gusta pasar por aquí antes y después para practicar el control del chakra, ya os habréis dado cuenta de que no sé concentrarme tanto como debería. — habló seria, intentando esbozar una leve sonrisa que le salió algo triste.

Hasta ella se daba cuenta de que se notaba a la legua, necesitaba una distracción o alegrarse y no se sentía capaz de hacer ninguna de las dos cosas.

Aparte de los campos de entrenamiento no he visitado casi nada, ¿qué me recomiendas ver primero, Datsue-san?
«¿Camping por la cordillera? ¿Con estos calores?», aunque tras mencionarlo, él mismo negó sus ganas de hacerlo. A ella no le haría mucha gracia hacerlo en pleno verano, odiaba el calor como lo odia un cubo de hielo, así que prefería entrenar en sitios frescos o salir de noche, donde el sol no ardiera en su piel.

El turno de Hana llegó, alegando que pasaba por el Lago Partido para mejorar su control de chakra, algo que aprobó Eri con un asentimiento. La chica se desconcentraba rápidamente, y necesitaba trabajar en eso para cuando comenzasen los combates.

Pero sabía que estaba haciendo un buen trabajo, no por nada se pasaba muchos días para ver su progreso a escondidas, o, incluso, con el Sello del Espía, pero eso ella no tenía por qué saberlo.

Aparte de los campos de entrenamiento no he visitado casi nada, ¿qué me recomiendas ver primero, Datsue-san?

Oh —musitó Eri, girándose a su mejor amigo—. A mí también me gustaría saberlo, la verdad, poco conozco de los Dojos.
Datsue frunció el ceño, se llevó una mano al mentón y, con cara muy seria, dijo:

Ningún sitio. No os recomiendo ninguno.

Dejó que la sorpresa llegase a ambas. Solo entonces continuó:

Hana, no me fastidies. ¡Estás viviendo el momento más ilusionante de todo ninja! Ahora que estás en tus inicios, es el momento de disfrutar del torneo, de vivir esta competitividad. —No de ir de turismo. Para eso, ya tendría tiempo—. No te recomiendo nada para visitar porque tu misión es entrenar en estas dos semanas que te quedan antes de la primera ronda. Entrenar como una campeona. Perfeccionar tus técnicas como una campeona. Tener actitud de campeona. ¡Solo así lucharás como una campeona! ¡Y solo así te alzarás con la victoria de la Segunda División! —exclamó, con los ojos encendidos y mucho ímpetu.

Luego se dio cuenta que aquella labor le correspondía más bien a Eri, y que quizá ella quería llevarla por otro camino. O tenía un plan de entrenamiento distinto. La miró de soslayo y luego carraspeó.

Pero bueno, respondiendo a vuestra pregunta, os recomiendo el Bosque Sesgado. Allí… —esbozó una sonrisa traviesa—. Allí os podéis meter unos entrenos de puta madre. Va, va, en serio. Si lo que buscáis es visitar un buen sitio y relajaros, Hokutōmori sin duda. Es precioso, y se respira una tranquilidad que difícilmente encontrareis ya no en el Valle, sino en Ōnindo entero.
Hana, no me fastidies. ¡Estás viviendo el momento más ilusionante de todo ninja! Ahora que estás en tus inicios, es el momento de disfrutar del torneo, de vivir esta competitividad. No te recomiendo nada para visitar porque tu misión es entrenar en estas dos semanas que te quedan antes de la primera ronda. Entrenar como una campeona. Perfeccionar tus técnicas como una campeona. Tener actitud de campeona. ¡Solo así lucharás como una campeona! ¡Y solo así te alzarás con la victoria de la Segunda División!

La primera mitad del discurso pensaba una y otra vez que vaya momento más ilusionante de mierda, pero entonces, el magnetismo natural de Datsue fue haciendo mella en ella. ¡Si es que tenía razón! Se había dejado llevar por tonterías y se había olvidado de lo importante, ir al torneo con todo lo que tenía, darlo todo y ganar. ¡Pues claro que iba a ganar! Si en la parte baja del torneo solo había genins de mierda, ¿y ella? ¡Ella era una campeona, joder!

Los ojos recuperaron su brillo habitual y una sonrisa se apoderó de sus labios, se sentía capaz de levantarse y salir corriendo a entrenar de nuevo. Pero todo su cuerpo le dijo que se relajase fuerte, que físicamente no estaba para tonterías.

¿Sabes qué? ¡Que tienes razón! A ver, que ya estaba entrenando como si me hubiesen condenado a muerte si perdía, pero ahora lo haré con confianza. ¡Claro que puedo ganar! Tal vez no estaba viendo este torneo como es, ¡un torneo! Una oportunidad para ganar. — nunca en su vida había sentido tanta competitividad.

Pero bueno, respondiendo a vuestra pregunta, os recomiendo el Bosque Sesgado. Allí… Allí os podéis meter unos entrenos de puta madre. Va, va, en serio. Si lo que buscáis es visitar un buen sitio y relajaros, Hokutōmori sin duda. Es precioso, y se respira una tranquilidad que difícilmente encontrareis ya no en el Valle, sino en Ōnindo entero.

¿Descansar? No hay tiempo para eso, hay que entrenar, excepto ahora, que tengo que descansar un poco, jeje. — rió nerviosamente

Se empezó a masajear las piernas para intentar recuperarse un poco del entrenamiento matutino, donde entrenaba solo físico, para después poner su empeño en Doton por la tarde.
Páginas: 1 2 3 4 5 6