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Un destello entre tinieblas - Versión para impresión

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Un destello entre tinieblas - Blame - 12/12/2015

La chica de casco con forma de calavera huía, salvaba su vida con todas sus fuerzas, cosa que no es digna de reprochar. Lástima que aún no supiese que eso era lo peor para ella. Que el albino la hubiese salvado en aquél día posiblemente era lo mejor que a ésta le habría podido pasar... Pero contra todo pronóstico, una chica con habilidades parecidas a las del albino se interponía a ello. No por salvarle la vida, al parecer a ella solo le llamaba la atención las habilidades del chico. Lejos de ser algo indiferente, a éste también le llamó la atención el que ésta pudiese usar esas mismas habilidades, y más aún el de donde había podido sacarlas.

Las palabras que se habían cruzado entre ambos no querían dejar escapar demasiada información, pero era obvio que algo les unía por un rojo y fino hilo, una mujer que sin precedentes había estado en ambas historias, en ambos destinos. Con una había sido una sectaria, una mujer de moral inexistente que los usó como meros peones en un experimento sin precedentes. Para otro, una madre, que en un principio fue meramente cruel, pasó a ser buena, y terminó por abandonarlo a su suerte, por no decir que lo dejó moribundo a la espera de un triste final.

El albino deseaba sacarle a esa chica la información a golpes, y seguramente ella pensaba deleitarse con ese espécimen tan débil y singular. Sin embargo ninguno llegaba a cumplir sus deseos, pues ambos tenían gran presteza, además de una armadura natural que casi les cubría de todo daño que intentaban hacerse el uno al otro. Eso no significaba que cesaran en el intento. Una tras otra acometida, ambos intentaban desgarrarse hasta llegar al hueso, ya fuere con garras o con la espada. Un sinfín de intentos, mas ningún éxito rotundo. La destreza de la chica era asombrosa, mas con el cansancio ambos habían comenzado a disminuir en ésta, no era de extrañar.

En un momento de encaro, la espada del chico topó con las garras de la chica, bloqueando ésta a ella, y ella a la espada. Las miradas se enfrentaron en un duelo que sin duda buscaban sangre, pero éstas no llegarían a mas. Al fin, la chica mostró su rostro. La piel negracea que le proporcionaba su armadura se volvió hacia detrás, mostrando por primera vez un rostro angelical. La chica era rubia, su melena se desató en el proceso, y sus ojos verdes y exuberantes mostraban un claro propósito para con el albino.

¿Por qué la defiendes? ¿Acaso te gusta que te trate como un juguete?

El chico respondió al acto de la misma manera, dejó su rostro a la luz, y clavó sus ojos de colores dispares en los de la chica.

Yo no la defiendo, mi madre debe morir... y lo haré con mis propias manos!

Con esas mismas palabras, la chica quedó algo asombrada, momento que el chico aprovechó para terminar la acometida que ésta había bloqueado. Su espada se hincó horizontalmente a su piel negra, de nuevo el ataque había sido un completo fallo. Jaló de ésta, deslizándola por su piel y saltó hacia detrás, tomando de nuevo algo de distancia.

La chica se tomó algo de tiempo, pero no fue por recuperar la compostura ante el daño. No tenía bien claro qué tenía que ver éste chico con esa mujer, pero había algo que era ineludible, quería matarla, y eso por el momento había de convertirlo en un aliado situacional. La chica dejó que esa armadura negra se evaporase en un sinfín de burbujas de color negro, desvelando que había perdido toda intención de continuar la pelea. El albino sin embargo no bajó la guardia, su katana aún encabezaba una guardia alta.

¿Por qué la llamas madre? ¿Y porqué quieres acabar con su vida con tus propias manos?... responde.

El albino dejó caer la guardia, y se irguió, recuperando una posición civilizada y lejos del combate.

Si hablamos de la misma mujer, una botánica de cabellera roja, se trata de mi madre. Ella encontró la primera orquídea negra, o al menos eso me dijo antes de dejarme morir.

Sin duda... es el tipo de acciones que haría esa mujer, aunque la mujer de la que hablo es científica... y su cabellera es negra... creo que no es la misma mujer. A menos que la orquídea negra también le haya cambiado ese rasgo... cosa que tampoco me extrañaría.— Respondió la chica.

El albino terminó por hincar el arma en el suelo, y dejó caer parte de su peso en ésta, apoyado por medio de su diestra.

¿A qué te refieres? No entiendo qué podría hacer la orquídea negra para cambiar su color de pelo... es una simple flor.

La chica se encorvó levemente, dejando caerse hacia delante, su rostro mostraba una clara perturbación, no entendía a qué venía esa pregunta.

¿En serio eres un usuario de la orquídea negra y preguntas eso? ¿Bromeas?

¿Qué? Chica, estás mal de la cabeza... yo no estoy usando ninguna planta! Para qué iba a usar una planta!?

La chica se llevó la mano hacia el rostro, tapándose parte de éste en un significante movimiento que declaraba demasiado asombro, así como desconcierto. Era increíble que no supiese de donde procedían sus propias habilidades.

La habilidad que usas para cubrir todo tu cuerpo viene de esa planta... y seguramente tiene mas habilidades que vienen de ese mismo sitio, hasta tus técnicas shinobis seguramente tienen tonos oscuros... aunque... no tienes bandana. ¿Acaso no eres shinbi de la noche? ¿No has sido un sujeto de experimento? ¿Como es eso posible?— Las preguntas le invadían.

¿Qué...? ¿De qué leches hablas?

¿¡EN SERIO!? No tienes ni idea, ¿¡verdad!? ¿Como es eso posible?

La chica comenzó a dar vueltas por el sitio, mientras que el albino aún no conseguía entender nada. Claro, ambos sabían de lo que hablaban, pero las piezas no le encajaban a ninguno. Sobre todo a ella, pues ella había vivido la situación de una manera realmente distinta al chico. De pronto, la rubia dejó de dar vuelta, y se acercó hacia el Senju.

Vamos a ver. Empecemos desde el principio. La habilidad que has usado antes, es una de las habilidades que todo usuario de la orquídea negra posee. Es decir, yo también soy una usuaria de la orquídea negra, puedo usar cualquiera de la habilidades que me enseñes. La cuestión es... ¿Por qué tienes esas habilidades si no sabes nada de ello y no tienes ésta bandana?— Recalcó indicando su extraña banda metálica.

Yo... no lo sé... Esa banda metálica se parece a las de las aldeas shinobis, pero no pertenece a ninguna. Yo tenía una, pero la aldea ha sido... destruida.

Entonces... ¿Nunca has estado en la guarida de la noche?

No...

La chica de nuevo comenzó a dar vueltas, inquieta. Evidentemente, nada le encajaba. De nuevo, volvió hacia el chico.

Bien, vamos a ver. Tú quieres encontrar a ésta mujer, ¿verdad? Pues bien, te diré su ubicación exacta, pero antes tendrás que demostrarme que eres lo suficientemente fuerte como para valer la pena. Un combate sería demasiado sencillo, cualquiera puede defenderse... así que te pondré una prueba mas digna. Búscame en en la ciudad fantasma del país de la tormenta. Así tendré tiempo para dejar claros mis pensamientos.

Apenas habiendo terminado sus palabras, su cuerpo se desvaneció en una brisa de energía malvada y oscura. En el sitio no quedó mas que aire, nada a lo que contestar si le parecía bien o no... El chico había obtenido por fin lo que buscaba con mas anhelo, información acerca de donde podría hallarse su madre... si es que de verdad se trataba de ella.

El albino quedó en silencio por un momento, meditando su situación. Pero la mas correcto era obvio, sabía que tenía que acudir a esa prueba, su corazón se lo pedía a gritos.


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