NinjaWorld
Nana Nukenin - Versión para impresión

+- NinjaWorld (https://ninjaworld.es)
+-- Foro: Base de datos del rol (https://ninjaworld.es/foro-base-de-datos-del-rol)
+--- Foro: Historia, acontecimientos y ambientación (https://ninjaworld.es/foro-historia-acontecimientos-y-ambientacion)
+---- Foro: Tramas pre-reset 2017 (https://ninjaworld.es/foro-tramas-pre-reset-2017)
+---- Tema: Nana Nukenin (/tema-nana-nukenin)



Nana Nukenin - Sama-sama - 4/01/2016

Sus pasos resonaron por las paredes del Templo cuando entraron, uno a uno, y fueron tomando los asientos que Ieyasu y Warau habían preparado en la mesa octogonal. El líder estaba en uno de los lados centrales, contrario a la puerta, y les esperaba con una sonrisa.

El primero, Warau ya estaba allí, a su derecha, aguardando con aburrimiento la llegada de los demás. Como su jefe, se había quitado la capucha, y ahora acariciaba su coleta de platino como si fuera un gran entretenimiento. Sus ojos dorados estaban perdidos en la mesa de piedra.

Tal como fueron llegando a la mesa fueron quitándose la túnica y sentándose.

La segunda era una mujer pelirroja, de melena corta y lisa, dos ojos profundamente violetas al igual que el carmín de sus labios. Atractiva, vestía toda de negro, una camiseta sin mangas y un pantalón corto. Debajo, cubriendo su cuello sus brazos y sus esbeltas piernas, prendas interiores de rejilla. Caminaba con unos tacones morados, y se movía con ellos con una gracileza francamente sorprendente para lo altos que eran. Morados eran, también morado el pintauñas en manos y pies.

Se sentó al otro lado del octágono, tumbándose hacia atrás y cruzando las piernas encima de la mesa; y se encendió un cigarrillo. Dio una larga calada y observó a Ieyasu con curiosidad.

Buenas tardes, Ieyasu —dijo. De Warau pasó olímpicamente.

Tan atractiva como siempre, Gōna. —dijo él.

Estas piernas están hechas para caminar y patear culos, monada, no para que las mires. Así que te puedes olvidar de mí, ya sabes que no estoy a tu altura. —Dio otra profunda calada al pitillo. Dejó escapar un aro de humo y sonrió. Por sus palabras se hubiese podido decir que estaba enfadada, pero no por su tono ni por su sonrisa juguetona.

Eso sólo hace que te aprecie más, querida —replicó Ieyasu tras una carcajada—. Echaba de menos tus mordaces rechazos.

Poco después llegó el tercero, un hombre joven, paliducho y bajito, de cabello rubio platino muy corto y ojos azul claro. Vestía con un kimono largo azul con multitud de bolsillitos y unas sandalias duras tradicionales de madera. Jugaba con un pequeño hueso en la mano derecha, pasándolo de un dedo a otro, cuando se sentó.

Bienvenido, Sansu. —dijo Ieyasu.

¿Se te ha perdido algo, Ieyasu? Juraría que antes tenías más ojos. Al menos uno más, si no has perdido el de abajo también.

Ieyasu resopló con impaciencia.

¿Bromeas con un pobre tuerto? No tienes corazón, maldito Kaguya.

Sansu se encogió de hombros.

Te lo enseñaría, pero sería un espectáculo grotesco.

Después de que Warau bajase de las nubes y riera con un clásico kishishishi, probablemente al imaginar cómo Sansu se sacaba el corazón del pecho, llegó el cuarto.

Este era todo lo contrario a Sansu. Un hombre gordo y altote, que hacía retumbar el Templo con cada caminar. Vestía un jersey de lana gruesa de color marrón oscuro y unos pantalones verdes. Llevaba atada al cuello una enorme bufanda amarilla. Tenía una nariz a la altura de sus proporciones, una barba recortada y cuidada y un pelo hecho rastas, hacia atrás, castaño. Se sentó al lado de Sansu, quien soltó una risilla impertinente.

Joder, cada día estás más gordo, Rōnko —bromeó.

Lo mío al menos me viene de familia, tirillas. —Molesto, rugió con una voz grave.

Y lo mío también. Estoy en los huesos.

Rōnko le dio una fuerte palmada en la espalda a Sansu, que vio estrellada su cara contra la mesa. Gōna rió como no lo había hecho en la vida y Warau parecía entretenido con el espectáculo.

Ieyasu alzó la mano cuando Sansu preparaba un contraataque con un hueso más grande que él.

Basta. No es momento para juegos. Tenemos una reunión importante.

Sansu emitió un pequeño "bah" y lanzó el hueso hacia atrás, que repiqueó un par de veces en el suelo distrayendo por unos instantes al quinto de los Siete.

Este era un hombre cuarentón, con el pelo consumido ya por las canas y marcados surcos debajo de los ojos, grises como su cabello corto en punta hacia atrás. Vestía con un jubón granate, y todo él parecía de otra época y lugar. Equipaba un cinto marrón con una espada de guarda y empuñadura en cruz, envainada. Por su aspecto parecía de dos filos, en un estilo totalmente alejado de las katanas habituales del continente. Hizo una pequeña floritura antes de sentarse al otro lado de Ieyasu.

Iminken Kodai, a su servicio, mi señor.

Sansu iba a decir algo, pero se reprimió. Los demás no hicieron ningún comentario. Ieyasu le dio dos palmaditas en la espalda.

Bienvenido, amigo.

Kodai asintió y sonrió levemente.

La sexta era una mujer. Caminaba con seguridad y elegancia, y su cabello, entre plata y azulado, descendía en dos coletas bajas hasta casi sus tobillos. Vestía una bandana, el símbolo de Amegakure tachado en ella. Sus ojos, dos profundos luceros azul eléctrico, casi brillaban con emoción y furia, pero su semblante era imperturbable. Cargaba una larga lanza ornamentada en la espalda. Tomó asiento al lado de Kodai. Su ropa, incluso bajo la túnica, era holgada, grisácea, como otra túnica más. Por debajo parecía llevar prendas ajustadas de color negro de una pieza, a juzgar por lo que se veía de sus brazos, que empezaba en guantes sin dedos y no se sabía donde acababa, y sus piernas, ídem con unas botas que se unían a las piernas.

Arashinagi Raion, es un honor. La primera reunión a la que vienes en... meses. —espetó Ieyasu.

Mis disculpas. Warau dijo que era importante. Lo rutinario podía esperar, mi tarea en el Continente es importante. —Ni siquiera miró a Ieyasu cuando lo dijo.

¿Más que demostrar tu lealtad a mí viniendo a las reuniones, o que avisar de que sigues viva y en activo? Podrías haber mandado un mensaje o algo.

Más importante que demostrar lealtad es ser leal. Más importante que avisar de seguir viva es estar viva. Los mensajes pueden interceptarse.

Ieyasu pareció darse por satisfecho. Gruñó por lo bajo y se cruzó de brazos.

La séptima entró, y no se quitó la capucha ni la túnica. Vestida de negro hasta los guantes y con una venda sobre los ojos, sólo escapaba de la oscuridad de su ropa un trocito de piel blanca, unos labios carnosos y rosados y unos cuantos mechones de pelo largos y de color violáceo. Llevaba un extraño dispositivo atado a la muñeca derecha. Se sentó en el asiento que quedaba sin mediar palabra.

Bien. Con Jūrina, ya estamos todos —anunció Ieyasu, y se levantó de la mesa. Comenzó a caminar en círculos alrededor de los presentes. —Me voy a andar sin rodeos.

Por favor, Ieyasu. Si vas a decir eso procura no estar dando vueltas a una mesa.

SANSU, POR DIOS, CÁLLATE.

Sí, señor.

Ieyasu se aclaró la voz.

Hoy es el gran día. Atacaremos por la noche la fortaleza residencia de Bushiō, el jefe de los samurai. Mi jefe. —Ieyasu había declarado al fin sus intenciones.

Algunos ojos no daban crédito. Otros entrecerraban los párpados tratando de discernir si se trataba o no de una broma. Warau tenía una sonrisa tétrica, y Jūrina el semblante quieto, de aquellos que están atentos a otros asuntos.

Eso es absurdo. No venceremos. Bushiō es demasiado fuerte para cualquiera de nosotros, incluso para ti, Ieyasu —objetó Gōna. Hubo cabezas que asentían—. E incluso si nos cargamos al resto del Consejo en pleno, a Bushiō tendrás que enfrentarte tú, tú solo y de frente. Si haces otra cosa, ni los que te apoyan, da igual que sean muchos, podrán perdonar el deshonor.

Gōna tiene razón. Somos ninjas, y exiliados, pero... —comenzó a explicar Rōnko.

Y siete. Por eso nos llamamos Nana Nukenin y tal...

...pero con el poco tiempo que llevo aquí sé que tu apellido no bastará para que te perdonen. La familia Masamune es importante y fue gloriosa tiempo ha, sí. Y sé que perdonarán todo con un poquito de intimidación y demostración de poder...

O un muchito.

...pero jamás perdonarán un golpe de estado si el colofón final no es un duelo honorable y justo. O al menos, tiene que tener lo suficiente de justo para que puedan pasarlo por alto.

Jūrina se aclaró la voz de pronto. Todo el mundo se giró para mirarla, porque no solía hablar, y cuando lo hacía solía tratarse de algo importante.

Ieyasu-sama puede vencer a Bushiō y a todos los miembros del Consejo al mismo tiempo en un ataque frontal ahora mismo, si lo desea —habló.

Por mucha devoción que tengáis hacia Ieyasu-sama, es mi deber opinar que le estáis sobreestimando. —protestó Kodai—. Si se bate en duelo con Bushiō, morirá.

No. Su espada. Y su...

Ieyasu dio un golpe en la mesa y fulminó con su único ojo a Jūrina, que dio un respingo y se calló de golpe.

Mi espada. Sí, gracias a Kitsunedachi, no hay nada que no pueda cortar. La victoria será mía. Bushiō no tiene nada que hacer contra mí —fardó Ieyasu.

El Kyūbi... ¿Lo has conseguido? ¿Y el colgante que recuperó Takigakure? Según mis fuentes...

Kishishishi... Es falso, querida. El verdadero me lo llevé yo. Junto con algún que otro recurso —rió Warau.

¿"Algún otro recurso", Warau? —inquirió Ieyasu.

Una joya oscura, bastante valiosa. ¿Qué? De algo hay que vivir, y en Kusagakure ya no la van a buscar...

Todos suspiraron, y se hizo el silencio durante unos minutos.

Debo suponer que el método y proceder será el que discutimos cuando acordamos el plan. —dijo Raion al fin, rompiendo el silencio.

El mismo. Yo me ocupo del viejo. Si os lo encontráis antes, decidle que le estoy buscando. Sabrá que es cosa mía. Dudo que se resista a buscarme.

¿Y aquellos que no lo acepten?

Los convencéis. Habladles de mi espada, de mi familia y del Antiguo Imperio y de la muerte de Bushiō. Si se resisten a entrar en razón, los asesináis. Así de simple.

Una pregunta, amado líder —introdujo Warau, siempre con su sonrisa burlona—. ¿Por qué no sellas a los demás en la espada? Serías un Dios.

El poder conlleva riesgos. Sólo quiero el justo y necesario para ser el más fuerte y poder evitar que otros se hagan más fuertes que yo. Como el dinero, tener más poder del necesario te cambia. No quiero ese destino para mí.

Gōna soltó un "heh" bastante lleno de respeto, y Kodai hinchó el pecho con orgullo.

Bien, ¿alguna pregunta más antes de que disolvamos la reunión?

Sansu y Jūrina levantaron la mano.

¿Alguna pregunta que no tenga que ver con mi ojo derecho?

Sansu bajó el brazo. Jūrina hizo un ademán, pero tras dudar unos segundos volvió a levantarlo del todo.

¿Sí, Jūrina?

¿Dónde está su otro ojo derecho? Migime-san. Su aprendiz. —preguntó Jūrina.

Ieyasu paró en seco y se sentó en la silla. Agachóla cabeza y restregó la mano por su frente.

Jūrina, maldita tramposa... —dijo Ieyasu—. Mi esposa nos traicionó. Se atrevió a decirme lo que era honorable y lo que no. Intentó matarme. Esa mocosa... Era una kunoichi formidable y tenía tanta destreza con la espada como un samurai. Pero no era rival para mí.

»Gané esa batalla, pero no pude matarla. Pequé de piedad y de un amor que ya no me es correspondido. Pero eso se acabó. Si la vuelvo a ver, acabaré con su vida. Después de todo, jamás me perdonará que le robase lo que le robé.

Suspiró.

Es curioso. Perdí mi ojo derecho durante esa batalla. Perdí al amor de mi vida y a una alumna formidable. Pero creo que a pesar de todo ambos ganamos algo.

Ieyasu se levantó y se dio la vuelta. Dio tres pasos, que rompieron el silencio como si todo sonido hubiese estado sepultado bajo una losa.

Ese amor sólo sirvió para perderlo. Esta noche, a las doce, en la fortaleza de Bushiō cerca del Puente Samurai. No me falléis.


This forum uses Lukasz Tkacz MyBB addons.