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Sus Pertenencias, Mis Recuerdos - Versión para impresión

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Sus Pertenencias, Mis Recuerdos - Yusei - 7/02/2016

Desde pequeño siempre supo que era adoptado, él no se parecía a sus “padres” ni a sus “hermanos” ellos tenían cabelleras negras y tez oscura y él tenía el cabello rubio, algo no encajaba en la historia, y aunque eso no era un indicador exacto para asumir aquello tenía en su mente recuerdos vagos de un lugar con varios niños con los que solía jugar, adosado a eso sus hermanastros siempre le dijeron que era adoptado.

Afortunadamente esta familia era adinerada, podía decirse que vivían muy bien, y Yusei creció varios años de su vida junto a estas personas. Sus padrastros le transmitían amor y cariño, y en ocasiones sus hermanastros, pero no del todo, ya que sentían cierto recelo porque el rubio era el más pequeño de la casa, y nuestra madre siempre decía que le gustaban los chicos de cabellera dorada, por lo que era “el consentido” de cierta manera.

En una primavera la señora de la casa tuvo que salir a concluir algunos trámites y negocios a algún pueblo o ciudad del que Yusei seguía ajeno, por otro lado su padre se quedó cuidando a sus progenitores. El tiempo empezó a transcurrir y la mujer nunca volvió; a pesar de los esfuerzos de su esposo por ofrecer recompensas y publicar carteles en su búsqueda nadie ni nada dio respuesta. El hogar se llenó de tristeza y desesperación, incógnitas rondaban en la cabeza de todos.

Las lunas siguieron pasando y la esposa nada que aparecía, ni daba señales de vida. Finalmente su esposo, el padrastro de Yusei, decidió salir en su búsqueda o por lo menos para saber algún motivo o razón de ella, información, lo que fuera. Varios días después uno de los acompañantes volvió a casa anunciando la muerte del señor en un accidente atroz.

A partir de ese día todo cambió, Yusei nunca lo olvidará aquel momento, las lágrimas inundaron su rostro y el mundo de él y sus hermanos se entristeció en la soledad. En ocasiones el menor dormía en el padre de su padre difunto y su madre pérdida, buscando entre sus cosas y obteniendo recuerdos, impregnándose del olor de ellos para recordarlos.

Sin embargo, el dolor, los llantos y la tristeza de sus únicos familiares no duró mucho, porque ahora había que repartir la herencia; la codicia los invadió y mientras ellos sacaban cuentas llegaron al acuerdo de que el adoptado no merecía recibir nada, después de todo no era hijo legitimo del matrimonio de aquella pareja adinerada.

Sus hermanastros habían estado hablando entre ellos para buscar una forma en sacar al pequeño de la casa, habían planeado varias formas de hacerlo, incluso de desaparecer físicamente la presencia del rubio, por cosas del destino escuchó lo que planeaban los avariciosos y esa misma noche decidió huir de su hogar, pero antes paso por el cuarto de sus padrastros y decidió llevarse un recuerdo de ambos; de su padre decidió elegir una cadena metálica con un dije, también de metal, que aparentaba ser un diente de algún felino prehistórico; elegir algún objeto de su madre fue un poco más difícil, pero luego observo a la pared un enorme abanico que yacía sobre la cama, había escuchado siempre que era un objeto apreciado por ella y decidió que se lo llevaría.

Esa misma noche con unos cuantos ryos, un poco de comida y las pertenencias de sus padres salió de la casa, caminaba sin rumbo, porque no sabía a donde ir pero lo de lo que estaba seguro es que se alejaba de aquel pueblo en el que había crecido. El camino se le hizo bastante difícil por el abanico tan extravagante que decidió llevar, pero se negaba a dejarlo abandonado. Y así pasaron varios días, sus reservas de habían acabado y se encontraba en medio del bosque, malas decisiones había tomado y pagó por ellas quedando inconsciente entre las raíces de un gran árbol.

Yusei tardó en despertar varios días hasta que finalmente abrió los ojos y se topó en un lugar ajeno, parecía una casa, se encontraba en una cálida cama y observó a su alrededor, estaba sólo, se levantó de golpe, sentándose, un fuerte dolor de cabeza lo atacó y se encontraba un poco mareado; rápidamente busco en su cuello la cadena que había llevado consigo y estaba ahí, por otro lado buscaba el abanico con la mirada pero no lo encontró así que decidió aventurarse en aquel lugar extraño y se puso de pie y al dar el tercer paso cayó y llamó la atención de la persona que lo había salvado, una mujer de cabellera negra, era una ninja, pudo ver su protector con una flecha descendente.

Yusei duró unos días en la casa de aquella kunoichi, en los cuales se recuperó casi en su totalidad, él estaba muy agradecido con la mujer por salvar su vida y sobre todo por traer sus pertenencias. Después pasó a formar parte de un sistema de protección de la aldea y fue asignado a una residencia con más personas en su situación.

El rubio recibió una invitación por parte de su salvadora, ella quería que él se alistara en la fuerza armada de la aldea y él no tenía nada más que aceptar, era convertirse en un ninja o ser un civil. Los shinobis tenían más beneficios o eso creía él y por eso decidió asistir a la academia ninja de Takigakure.

En su estadía en la academia siempre llevaba consigo el abanico y el dije, eran sus pertenencias más preciadas, incluso ya se había acostumbrado a cargar el gran objeto metálico. Su interés y atención le abrió las puertas en su aprendizaje por lo que destacó, no como los mejores de su salón, pero sí le iba bastante bien.

Cierto día mientras volvía de la academia se topó con un personaje bastante particular, su cuerpo estaba cubierto con un abrigo marrón oscuro y su cara tapada con una máscara de porcelana blanca y con ciertos rasgos salvajes dibujadas en ella, en una corta charla con aquel sujeto extraño entendió que aquel abanico era un arma bastante rara y poderosa. Desde entonces decidió aprender a utilizar el objeto de su madre y insistió miles de veces en la academia para encontrar a alguien que le mostrara cómo usarla.

La vida de Yusei cambió, no se sabe sí para mejor o peor, pero lo importante es que se encontraba vivo, en Takigakure No Sato y ahora era un genin de la aldea.


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