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«¿De dónde vinimos...? Hace mucho, mucho tiempo...

Los hombres no conocían el chakra. El mundo se dividía en feudos, y los señores jugaban con la vida de sus soldados mandándolos a la guerra, día sí, día también. La política en toda la Tierra era una ebullición de pasiones sin control. Malos tiempos, aquellos.

Pero entonces, de la oscuridad y el anonimato más profundos, nació un niño con unos ojos muy especiales. Es quien conocemos hoy en día como Rikudo-sennin, el Sabio de los Seis Caminos.

Rikudo se crió en el punto más álgido de la guerra, y consiguió sobrevivir gracias a sus extraordinarios poderes, pero sus seres queridos no corrían la misma suerte. Aún de joven, los señores de aquella época no dudaron en intentar contratar sus servicios para guerrear, cómo no. En su lugar, se decidió a enfrentarse a ellos, y consiguió después transmitir su filosofía al mundo. Su Ninshuu, un arte que enseñaba a controlar el flujo del chakra para encontrar la serenidad interior.

Los hombres vivieron una época muy larga de paz, pero no tardaron en mancillar el nombre del Ninshuu creando el Ninjutsu. Y una vez más, afiliándose a nuevos señores feudales, nacieron otro tipo de guerreros. Los ninja. El mundo volvió a sumirse en una guerra, más cruenta que ninguna de las anteriores. Rikudo-sennin perdió la fe en quienes consideraba sus hijos, y se retiró a las montañas a meditar en paz. La longevidad de Rikudo le permitió vivir muchos, muchos años más. Y pronto, el mundo pareció olvidarle.

Y entonces, de la nada, ése árbol maldito, el Shinjuu, creció de la sangre y el chakra de los muertos en la guerra. Y no tardó en producir... un fruto. El fruto del desastre.

Un joven se lanzó a la caza del fruto, y lo comió, quería obtener todo el chakra y el poder de aquellos que habían muerto en la guerra, y creía que lo conseguiría pecando como pecó. El terror que desató fue sin par, pues no sólo se alimentó del chakra y la sangre de sus compatriotas muertos, sino también de todo su dolor, todo su miedo, toda su ira.

El árbol pereció, y el chakra del joven se desestabilizó. Así nació el Juubi, un terrorífico monstruo que no tardó en sembrar el caos por todo el planeta. Tal fue el destrozo que originó, que Rikudo-sennin se vio obligado a salir de su retiro para enfrentarse a él. Con la fuerza que le otorgaba el Rinnegan, Rikudo-sennin fue capaz de reducir al monstruo, pero no de matarlo, así que decidió sellarlo en su propio cuerpo. Así, se convirtió en el primer jinchuuriki.

Con el poder que era capaz de extraer al Juubi trató de poner orden en el mundo. Entendió que los ninjas no dejarían de pelear jamás, así que ideó un sistema de Villas Ocultas y fundó las primeras cinco. Konoha, Suna, Kiri, Kumo e Iwa, eligiendo como líderes a los ninjas en quienes más confiaba. También designó señores feudales y les repartió un territorio asignado para que dejaran de disputárselo. Hecho esto, el viejo sabio volvió a su retiro.

Claro está, nada dura eternamente, y aunque vivió años, y años y años, algún día le tenía que llegar su hora. En su lecho de muerte comprendió que le era posible eliminar al Juubi. No quería que cayera en manos equivocadas, y dejarlo suelto por el mundo no era una opción. Así que fabricó nueve vasijas especiales, y en ellas dividió y almacenó el chakra del Juubi, creando nueve bestias que hoy conocemos como bijuus. No sabemos por qué les dio forma, ni inteligencia, pero lo hizo. Y allí las selló. Y escondió las vasijas para que nunca se encontraran. Creó la Luna, y selló el cuerpo del Juubi allá.

Y como nada dura eternamente, tampoco lo hizo la paz. El desastre borró todos los registros de lo sucedido, pero hasta nuestro conocimiento ha llegado que algún líder de aldea, siglos y siglos más tarde, encontró una de las vasijas, y extrajo el bijuu para atajar un conflicto con otra. Lo hizo manipulándolo, y pronto las otras aldeas hicieron lo mismo: buscaron las demás vasijas y usaron a las criaturas como armas. Casi reducen el mundo a un desastre, tanto es así que no queda casi rastro de dichas villas.

Los tres primeros kages de Uzushiogakure, Kusagakure y Amegakure fueron los encargados de frenar el problema. Entendieron la decisión de Rikudo de darles conciencia a las bestias como un error, y las reunieron en lo que conocemos hoy en día como Valle del Fin. Acabaron con su vida con una técnica, aunque tuvieron que sacrificar la suya. Uzumaki Shiomaru, Uzukage, Koichi Riona, Morikage y Sumizu Kouta, Arashikage. Un hombre de pelo corto y rojo, vestido con un kimono largo. Una mujer muy bella y joven, de cabello negro y vestida con una armadura de samurái. Un anciano de pelo cano y largo y de barba aún más larga, vestido con su túnica de kage, sin sombrero. Estos tres héroes permanecen en el Valle del Fin en forma de estatuas, y por su hazaña los consideramos héroes, Shiomaru y Riona a ambos lados de la cascada, y Kouta en la otra parte del enorme acantilado que dejó su técnica prohibida.

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Se vivió una época de gran prosperidad y de paz. Los Cinco Grandes Antiguos Países se rindieron a nuestras exigencias, y los Señores Feudales se retiraron a sus ciudades. Ni siquiera ellos confiaban en las antiguas villas, que ya no existían, y aunque reticentes, necesitaban a los ninja para muchos trabajos. A partir de ese momento nos contratarían para sus asuntos, y también nos pagarían en territorio el coste de aquella cruenta guerra.

Nuestras aldeas crecieron, y firmamos un pacto. Un pacto por el que nos comprometíamos a no atacarnos entre nosotros en nuestros propios países, a no entrometernos. A respetar nuestras misiones. Sólo podíamos tener encontronazos si cumplíamos misiones para diferentes señores, en diferentes países, pero no en los nuestros. Nuestros señores feudales también estaban enterados, y todos acordamos mantener un territorio estable dividido y una paz próspera.

Varios líderes se sucedieron, varias generaciones, pero nada cambiaba. Cordialidad y respeto funcionaban. Pero entonces, pasó algo que no nos esperábamos, y de nuevo tuvimos que aliarnos: el bijuu del Gobi volvió a aparecer, y lo creíamos muerto.

Sembró la discordia por las tierras del País de la Tormenta. Finalmente, fue reducido y sellado en un recipiente acorde. Los tres kages del Pacto se reunieron para discutir qué harían con él. Se llegó a la conclusión de que si lo mataban podría reaparecer en cualquier momento y volver a sembrar el caos, pero si lo dejaban en la vasija, cualquier persona malintencionada podría robarlo incluso sin que se diesen cuenta.

Por eso se decidió utilizar guardianes, guardianes jinchuuriki, un concepto que no se había estudiado hasta ahora —todos conocemos el caso de Rikudo, pero él fue el único anterior—. El primero debía corresponder a Ame, porque fue la que sufrió la mayor parte de los daños. Se selló el bijuu en una niña de corta edad de la aldea. Aotsuki Ayame, por mayor compatibilidad. Sólo los ninjas de Ame saben de su identidad, por razones de seguridad. Hubo ciertos incidentes durante la época de su sellado, pero eso sólo lo saben los que participaron en él, y nadie más —lee la historia de Ayame para más información—.

A los guardianes les debemos un respeto especial. Son los que custodian a las bestias, los que impiden que vuelvan a surgir.

Se acordó que los siguientes jinchuuriki serían en Kusa o en Uzushio, y que la aldea a la que irían a parar las bestias sería la que más sufriera su aparición, o la más cercana al suceso.

Recordad, según el pacto, sólo los shinobis de la aldea deben conocer su identidad. Respetad a vuestro jinchuuriki, por que son las prisiones que mantienen a raya a las bestias. Cumplen un papel muy importante en nuestro mundo.

Los años de historia recientes han tenido una paz y estabilidad encomiables. Pero, ¿cuándo aparecerá otro bijuu más? ¿Alguien amenazará a esta estabilidad?

No podemos predecir el futuro, sólo construirlo.

¿A dónde vamos...? Quién sabe.»