—¡¡No, por favor!!—
La joven peliblanca se incorporó de un salto en la cama, el corazón parecía que iba a salirsele por la boca, apenas podía parar de jadear. Cubrió con su mano derecha su rostro y lo notó totalmente cubierto de sudor, con un movimiento ascendente se retiró los cabellos que se habían pegado contra sus suaves facciones antes de dejarse caer de nuevo sobre la almohada
"Otra vez..." poco a poco comenzaba a dominar su respiración "... pesadillas..." desde que había vuelto del Torneo de los Dojos, no había podido volver a dormir una noche de un tirón "pesadillas..." apoyó su brazo derecho sobre su cabeza, cubriendose los ojos "¿qué me ocurre?" bajo lentamente su brazo hasta el borde de las sábanas y la retiró de un tirón.
Se incorporó hasta quedar sentada de nuevo, pero esta vez comenzó a bajar las piernas para abandonar la cama. Una vez de pie, camino hasta el pequeño escritorio que había junto a su lecho. Retiró la silla de madera y se sentó frente a la tabla vacía de madera, abrió un cajón y sacó un sobre de color marfil ya abierto. Sacó una hoja cuidadosamente doblada de su interior y la extendió frente a ella, sobre la superficie de su mesa, tan sólo iluminada por la tenue luz de la Luna Llena que presidía aquella noche en Uzushigakure
Añorada Mitsuki,
He recibido noticias sobre lo ocurrido, no han sido excesivamente detallados pero si lo suficiente como para saber que es un auténtico milagro que sigas viva. Agradezco a nuestro Señor que haya intervenido para salvarte.
Sé que ha debido de resultar duro todo lo que has vivido y por eso entiendo que no hayas escrito en estos últimos días, pero me gustaría pedirte que lo hicieses. Si de alguna forma puedo ayudarte, aunque tan sólo sea un bálsamo pasajero para tu dolor... por favor, permiteme hacerlo.
Aguardando noticias,
Hisami
Como cada noche, releyó la carta que había recibido una semana atrás. Siempre lo hacía y durante un instante sentía un intenso deseo por responder, pero luego se iba desvaneciendo lentamente entre las sombras de la noche.
Eran tantas cosas las que deseaba decir que no sabía ni siquiera por donde empezar, todo lo que había visto, todo lo que había vivido, todo lo que había sentido ese día... todo aquello había supuesto tal mazazo que le resultaba difícil incluso expresarlo.
La primera semana no paró de llorar ni un solo instante, encerrada en su habitación, sencillamente era incapaz de soportar los recuerdos. La segunda semana se la paso martirizándose, además fue cuando empezaron las pesadillas. Cada noche un horror nuevo se presentaba en su dormitorio, recórdandole lo ocurrido o mostrándole lo que podría ocurrir, en cada sueño intentaba evitarlo con todas sus fuerzas pero nunca podía. Se sentía inútil y en el fondo sabía que era verdad.
Tras tres semanas, lo que sentía era una mezcla de todo lo anterior: Tristeza, desprecio contra sí... y ganas de morir.
Como cada noche, una vez más, devolvió la carta a su sobre y esté a la oscuridad del cajón para después dejarse caer sobre el escritorio, apoyándose sobre ambos brazos.
—Lo siento...—
La vida de Mitsuki se había convertido en un infierno, nunca había sido realmente feliz en el continente pero desde los del Torneo todo había empeorado. Dormir o estar despierta, no importaba realmente. En sueños las pesadillas volvían una vez tras otra para atormentarla, en la vigilia se encargaban sus pensamientos.
Prácticamente, vivía enclaustrada en su pequeño apartamento. Tan sólo salía para ir a coger libros a la biblioteca de Uzushio, en los libros había encontrado un pequeño refugio, un rinconcito donde reconstruir poco a poco todo lo que había creído saber alguna vez. Sus convicciones se habían hecho añicos y ahora tenía que volver a empezar de nuevo, pieza a pieza.
De repente, había visto como su fe se tambaleaba. No podía comprender como los dioses podían permitir tanta injusticia, además las palabras que el viejo sabio les había dedicado no hicieron nada más que ahondar en esa profunda herida. Aún había cosas aún más terribles por venir, enemigos mucho más crueles acechándoles... ¿Cómo podían permitir tales cosas? ¿Es que acaso no estaban para juzgar a ese tipo de personas? ¿Para qué adorarlos si ha ellos no les importan nuestras plegarias?
Demasiadas dudas y ninguna respuesta, por eso se sumergía durante horas y horas en pesadas lecturas de todo tipo: libros de mitología, ética, leyes, filosofía...
No sólo estaba necesitada de respuestas, estaba ávida por entender que papel tenía ella en el mundo. Había nacido para ser la protectora de Kusabi, pero la realidad es que no era capaz de proteger ni siquiera así misma. ¿Había sido todo una broma del destino? ¿De Fuujin? ¿O había un razón oculta? Un motivo entre las sombras que no le permitían darse cuenta de por qué ella y no otra había sido elegida como Akikara na.
Su maestra siempre había sido una persona decidida, con una voluntad inquebrantable, buena con la pluma y la espada... pero ella... nunca se le había dado bien luchar, su voluntad era mucho más voluble ¿Por qué entonces? Lo único que podía destacar de sí misma era su amor por los demás, su entrega...
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La peliblanca cerró con un movimiento brusco el libro que tenía sobre su escritorio, otro más y seguía con las mismas o incluso más dudas. Suspiró profundamente y apartó el libro dejándolo en uno de los muchos montones que poblaban el escritorio.
Se recostó en el respaldo de su silla a la vez que se estiraba, debían de ser ya más de las tres de la mañana. Estaba exhausta, apunto de caer rendida pero la sola idea de verse envuelta en otra de esas pesadillas la retenía en su asiento.
Dedicó una mirada a su habitación y fue recorriendo la montañas libros que la ocupaban, su cama estaba cubierta por ellos, al igual que gran parte del suelo. En aquel mes, debía de haber leído más que en toda su vida.
"Libros, libros y más libros... ni una sola respuesta... solo más preguntas..." se levanto de la silla y fue hacia su cama, donde tenía depositados los libros que no había leído aún y empezó a revolverlos buscando algún título que le llamase la atención.
Mitsuki parecía un fantasma de sí misma, en mitad de la noche rebuscando entre los libros, las ojeras por la falta de sueño habían convertido su belleza en un recuerdo bucólico.
Al levantar uno de los libros, descubrió uno debajo que no había visto hasta entonces
"Es del Sr Soko" lo cogió entre ambas manos y lo examino de cerca "Se titula: Justicia" abrió el libro y en la primera página, aparecía una dedicatoria un tanto extraña bajo la foto de un joven Hayashi Soko:
A los que han comprendido que las sombras dependen de la luz con la que se alumbra.
—¿Qué querrá decir?— se dijo para sí misma mientras volvía hasta el escritorio para continuar la lectura hasta que el sueño la venciese, aunque aquella noche... no lo haría, no hasta haber acabado con aquel libro
Había pasado ya casi la mitad de la hora de la Oveja, cuando la joven Hyuga cerró el libro del Sr Soko. Con cuidado, lo colocó frente a ella y se quedó mirándolo un instante en silencio.
No había parado de leer en toda la noche, jamás había devorado un libro con tanta ansia como lo había hecho con aquel y no por miedo a dormir, si no por obtener respuestas. Ahora que había acabado, se encontraba exhausta, casi al borde del desmayo... pero su corazón estaba inquieto, demasiado como para dormir. Debía de encontrarse con Hayashi Soko de nuevo, al menos una vez más, necesitaba oír todo aquello de lo labios de aquel refinado anciano. Necesitaba con toda su alma saber que su razonamiento no estaba equivocado, que había captado la esencia que impregnaba cada palabra de aquel texto. No podía ser casualidad, no era una mera coincidencia que aquello hubiese sido escrito y menos aún, que apareciese entre los libros que sacó de la biblioteca.
El destino había sido cruel y caprichoso, pero ahora todo comenzaba a tener un sentido. La caótica barbarie se iba perfilando a contraluz...
Mitsuki se apoyo en la mesa para poder levantarse, apenas podía elevar su propio cuerpo y retirar la silla a la vez.
Una vez en pie, notó como todo giraba un poco. Se frotó los ojos con su brazo izquierdo, pero no lograba enfocar correctamente.
"Quizás... un poco de agua..." hasta sus pensamientos se habían vuelto lentos y pesados, había gastado hasta su última gota de energía en aquella lectura sin pausa.
Se separó como pudo de la mesa, mantenía el equilibrio a duras penas, fue acercándose hasta la puerta de su dormitorio tambaleándose. Prácticamente se abalanzó sobre la puerta, antes de abrirla, para poder sostenerse antes de abrirla.
Traspaso el umbral de la puerta y se vio en el salón cocina de su pequeño apartamento, justo frente a ella estaba la barra americana donde se encontraba una botella de agua de la noche anterior. Se lanzó hacia delante tratando de alcanzarla pero le falló el equilibrio y cayó de bruces contra el suelo, el golpe fue lo suficientemente fuerte como para dejarla inconsciente, allí en mitad de su salón.
A pesar de todo, fue la primera vez en mucho tiempo que pudo dormir sin que le asaltasen las pesadillas.
Cuando volvió a abrir los ojos, una fuerte luz la cegó unos instantes aunque poco a poco se fue acostumbrando no pudo evitar taparse con la manta que la cubría.
"¡¿Una manta?!" se sobresaltó la joven "¡¿Lo último que recuerdo es que me desplome en el salón de casa?!" retiró de un tirón las sábanas para darse cuenta de que estaba en lo que parecía ser una habitación de hospital o al menos eso era lo que delataba el equipamiento que la rodeaba y la decoración "¿Cómo he llegado hasta aquí?" se preguntó un poco más tranquila mientras se acomodaba en la cama de nuevo "Me duele la cabeza... pero me siento descansada... creía que moriría de no dormir"
Después de aquello no tardaron demasiado el alta, aunque estuvo un día en observación pues desde que la encontraron hasta que se despertó habían transcurrido más de dos días y los médicos pensaban que ya llevaba al menos uno inconsciente antes.
Lo primero que hizo al entrar por la puerta de su casa la mañana de su alta, fue equiparse para viajar, no tenía más tiempo que perder. Necesitaba respuestas, necesitaba entrevistarse con Hayashi Soko de nuevo y eso solo ocurriría si iba a Yamiria de nuevo. Y eso era justo lo que iba a hacer.
Cuatro días más tarde...
—Lamento haber aparecido de improvisto— se disculpó la peliblanca mientras se acomodaba en el viejo sillón de cuero
—No tiene de que disculparse señorita— respondió con una sonrisa el Sr Soko mientras dejaba un libro en una de las muchas estanterías que recubrían cada rincón de las paredes de su despacho —Las puertas de mi casas siempre están abierta para usted—
—Se lo agradezco de corazón, Sr Hayashi— Mitsuki observó como el anciano caminaba lentamente hasta tomar asiento justo detrás de su escritorio
—Bueno, ahora que estamos más cómodos...— comenzó el anciano —¿Qué la ha traído hasta aquí?— cruzó ambas manos delante de sí, apoyando los codos en el escritorio [color=orange]—He de reconocer que estoy profundamente intrigado—
—Esto— la de Kusabi sacó desde un bolsillo interior de su chaqueta blanca el libro que había escrito el hombre que tenía justo en frente y lo colocó sobre la mesa antes de volver a recostarse.
—Interesante, muy interesante— el anciano agudizó la mirada por un instante y esbozó una leve sonrisa —Lo escribí hace mucho tiempo, me sorprende que lo haya podido encontrar...—
—Lo saqué de la biblioteca de Uzushiogakure— explicó la kunoichi —Fue uno de los muchos libros que saqué... últimamente me he pasado los días leyendo...—
—Le cuesta conciliar el sueño, ¿cierto?—
—¿Cómo lo ha...?— la perspicacia de ese hombre a veces era un tanto inquietante
—Yo también me abandono a la lectura cuando no puedo dormir, solo era una suposición— el hombre se recostó en su sillón —Acertada por lo que puedo deducir—
—Sí, desde lo del Torneo no he conseguido dormir bien— confesó la muchacha
—Es normal, aquello ha sido una tragedia que los que no estuvimos ni siquiera podemos atisbar—
—Pero no he venido por eso, lo que me ha traído aquí ha sido su libro— la joven quería comenzar a encauzar la conversación, no es que no disfrutase charlando con aquel hombre, es que necesitaba respuestas ya
—Comprendo— se meso un poco la barba, como si estuviese valorando responder a una pregunta que todavía no se le había formulado —¿Y qué es lo que quiere preguntarme?—
—¿De verdad cree que existe la Verdadera Justicia?— aquel concepto la había cautivado, una justicia libre de toda duda, libre de las sombras de la venganza
—Si no lo creyese, no habría escrito ni una sola palabra de ese libro— ni siquiera titubeo, su respuesta fue tan clara como las convicciones que la movían
—Entonces de verdad cree que el objetivo de Fuujin-sama... no era que cuidásemos de Kusabi...—
—Estoy sorprendido de que haya sabido leer tan bien entre lineas, pocas personas son las que han deducido de lo que hablo— esbozó una amplía sonrisa de satisfacción, como la de un maestro que acaba de ver como su alumno comprendía a la primera algo sumamente complicado
—Cualquier persona que haya estudiado el catequismo de Hyoutaki Kaze lo haría— quitó importancia la joven
[color=orange]—Quizás, querida— volvió a mesarse la barba —Pero no te ha traído hasta aquí dilucidar ese tema, lo que usted desea son por qués— Mitsuki asintió firmemente —Solo he visitado una vez Kusabi en toda mi vida y hará más de veinte años si la memoria no le falla a este viejo— esbozó una suave sonrisa al recordar —Jamás en mi vida había visto un lugar, donde las sombras de la guerra se hubiesen convertido en leyenda. A diferencia del continente, en Kusabi habéis convertido la paz en costumbre... el crimen en una mala anécdota— el anciano se levantó del sillón lentamente —Como comprenderás, eso me sorprendió tanto como a los Kusabienses la violencia del continente... así que me puse a pensar: ¿Por qué? ¿Por qué la manera de vivir es tan diferente si todos somos humanos?— se acercó hasta la enorme cristalera que tenía justo detrás de su escritorio —Me llevó tiempo, yo no era una persona creyente... creía que todo el credo del Viento no era más que superstición... hasta que vi aquel mundo... después de aquello, me dedique al estudio del catequismo... como nunca antes me había dedicado a otra cosa— se giro para mirar directamente a la joven que no apartaba los ojos de él —Viví tres años en el Templo— la peliblanca se sorprendió —Es cierto, en un saco de dormir en mitad de la gran bóveda. Fue duro, pero tener la oportunidad de estudiar aquellos textos mereció la pena—
—Hisami-sama nunca me contó esto—
—No es de extrañar, se enfadó muchísimo cuando publiqué ese libro— esbozó una media sonrisa —dijo que no había comprendido absolutamente nada, que todo fue una pérdida de tiempo y nunca más volvió a hablarme— dejó escapar un leve suspiro —pero eso no importa ahora, lo que importa es que mi trabajo te ha traído hasta aquí por qué tu si has visto lo mismo que yo he visto... pero temes que sea cierto—
—Significaría que todas mis predecesoras han estado equivocadas...—
—Significaría que no fueron capaces de ver más allá de su pueblo... ¿pero no es cierto que hay viento en todo Onindo?— el anciano tenía razón y algo se lo decía en su corazón —Fuujin-sama os eligió para que adminstraseis la justicia que os enseñó, os dio el don de la compasión, de la empatía, amabilidad, os doto de un amor incondiconal por el prójimo... y lo hizo para que fueseis la Verdadera Justicia, no solo en Kusabi... si no en todo Onindo... que llevaseis la paz de vuestra Kusabi a todo este maldito continente. Plagado de guerras, muerte sin sentido— el anciano golpeo el escritorio —pero tus antecesoras no fueron capaces de ver más allá, se quedaron cuidando de los suyos... de su familia... pero ¿no es cierto que os privan de familia para que trateis a todos por igual? ¿qué diferencia hay entre alguien del continente y de Kusabi?— la peliblanca contuvo el aliento ante aquello, no había respuesta... no era una pregunta, era la verdad —Fuujin-sama en su sabiduría hizo que poco a poco os vieseis forzadas a salir de Kusabi, por eso la sangre de los Hyuga se debilitó para que necesitaseis ir al continente...— tomó asiento de nuevo —Y estoy seguro de que me hizo conocer a Hisami-sama en está misma habitación para que hoy, tú y yo estemos sentados aquí mismo... llegando a la misma conclusión: Un viejo decrepito como yo y una hermosa joven como tú, unidos por una misma idea... una idea que me ha movido durante años y hace una semana empezó a moverte a ti...— colocó los brazos sobre el escritorio para coger el libro que la peliblanca había dejado sobre la mesa —Ahora que ya he respondido a tu pregunta... quiero que respondas a una mía... ¿Estás dispuesta a cargar con los deseos de nuestro señor, Fuujin?—
—Si es lo que mi señor quiere para mí, estoy dispuesta... pero soy demasiado débil...— respondió la joven peliblanca rememorando todo lo que le había ocurrido hasta ahora
—Tan sólo confía en Fuujin-sama, entrena y entrena... me encargaré de conseguirte ayuda, tengo un buen amigo que podrá encargarse de ti—
—Tiene razón, se lo agradezco— la joven hizo una pequeña reverencia con la cabeza
—Concéntrate en hacerte fuerte, te necesitamos para salvar a este mundo de sí mismo... muchos quieren salvarlo, pero a pesar de sus buenas intenciones están llevándolo al borde de la destrucción. Mira lo que ocurrió con Kusagakure, por evitar un mal crearon otro mayor... ¡Debemos salvar este mundo, incluso de los que quieren salvarlo!—
—Si— aquel día, todo cambió para siempre
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