Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
10/07/2016, 04:52 (Última modificación: 26/07/2016, 18:57 por King Roga.)
Esa mañana Hidetaka no tenía mucho por hacer, su jefe andaba de resaca por lo que simplemente regresó a casa a eso del medio día, esperaba poder atender al osito y llevarle cañas sin tanto químico como las que les daba Ikki. Al entrar a su casa todo iba normal, se dirigió a la cocina con tranquilidad, abrió la puerta y cuando dió un par de pasos una silueta le sorprendió por detrás mientras algo alargado y fino rozaba su garganta... algo como una espada envainada.
—Perdona por entrar así, pero necesito que me ayudes para ayudarte, valga la redundancia— Tatsuya retiró su arma.
De haber podido el moreno hubiese gritado, pero eso no ocurriría ni en un millón de años. El muchacho dudó, no confiaba en el Takanashi pero temía que lo delatasen, asií que decidió cooperar. Con la mano invitó al intruso a sentarse en la sala, donde había una pequeña libreta y un lápiz. Hidetaka la tomó y escribió algo en ella para que luego el de ojos dispares la leyese.
—Descuida, al entrar vi que tu tienes al último panda, pero no te delataré. Dime, ¿quién era Hideyoshi?
El moreno se turbó ante la pregunta, aún así escribió en la libreta pero tardó bastante en hacerlo antes de pasársela al espadachín.
—Hmmmmmm... ¿Sabes? Es justamente por eso que quiero ayudar. Y creo que sé cómo hacerlo, sígueme— Acto seguido, los dos fueron rumbo al templo.
Se suponía que Ikki y Hideyoshi eran buenos amigos, pero el monje tenía una forma de pensar muy distinta a la del dueño de ese entonces. Tentado por el dinero, había tomado a Hidetaka como ayudante y fingió que el testamento había desaparecido. Era su deber encontrarlo, y Tatsuya creía saber donde podría estar.
…
Ikki no estaba dentro del santuario, él estaba caminando en círculos cerca de la entrada del pueblo esperando a que Datsue se asomara con el último panda. Lucía desesperado y cansado, tener que salir con los efectos de la borrachera de la noche anterior habían provocado que estuviera de peor humor que nunca.
10/07/2016, 05:08 (Última modificación: 10/07/2016, 05:08 por Uchiha Datsue.)
La paciencia era una virtud que Datsue no tenía. Por eso, tras leer aquella palabra inscrita en el árbol, en vez de esperar, o ir en busca del último panda, decidió dar media vuelta e ir al pueblo.
—Hablaré con el mudo. Es lo mejor —se decía Datsue—. Hablaré con el mudo y le preguntaré donde ha soltado al oso que queda. Y si no lo sabe le obligaré a que lo busque él mismo, y en caso de no hacerlo le amenazaré con delatarle a Ikki. Sí —parecía tratar de convencerse a sí mismo—. Es lo mejor.
Pero algo le iba a impedir aquel maravilloso plan. Algo con dos patas y malas pulgas.
—¡Bonito día para pasear, eh! —exclamó, al ver a Ikki caminando en círculos. No parecía de muy buen humor. A decir verdad, Datsue no recordaba haberlo visto con otro humor. Esta vez, se mantuvo a una distancia prudencial. Bien sabía lo mucho que le gustaba al viejo escupir cada vez que hablaba—. Sí señor, ¡un día precioso!
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—¡BONITO DÍA SERÁ LA GRAN PUTA!— Mas que enojado estaba iracundo —¿¡Dónde mierdas está el panda!?
Su rabia era tal que sólo su bigote estaba parado, su espalda también se había enderezado y dejaba ver a un Ikki erguido mucho más alto de lo que aparentaba en un inicio.
—¡TUUUUUUUUUUU!— Lo señaló con su dedo —La de la posada me dijo que el hijo de Tenma ha desaparecido, así que vendrás conmigo, tengo que hablarte de cosas muy serias. ¡Sin pretextos!— Amenazó.
Se quedó parado esperando a que Datsue diera el primer paso, no quería perderlo de vista. En cuanto empezaran a andar irían al templo, podría intentar razonar o platicar con él, que resultase bien era otra cosa. Nadie se sincera más que cuando esta borracho o enojado.
En el templo, el moreno y el kenjutsero creían haber encontrado por fin lo que buscaban, sólo era de esperar....
—El panda, el panda… Sí, el panda —¿Qué dónde mierdas está? En tu puto culo, ¡imbécil!—. Si tuviese todas las respuestas, señor Ikki, no sería Gennin, sino Kage. Déjeme trabajar, buen señor, que seguro lo encuentro pronto. Además, usted había dicho que no le corría prisa el asunto…
Ikki estaba tan fuera de sí que pareció no hacerle caso.
—¡TUUUUUUUUUUU!— Lo señaló con su dedo —La de la posada me dijo que el hijo de Tenma ha desaparecido, así que vendrás conmigo, tengo que hablarte de cosas muy serias. ¡Sin pretextos!— Amenazó.
Datsue levantó las manos, como inocente.
—Vale, vale. Le acompañaré. No se ponga nervioso, hombre.
A ver qué quiere este tío ahora. Joder… Como si no tuviese suficiente con buscar al oso panda, y tengo que aguantar sus sandeces.
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Ikki andaba con las manos detrás de la espalda, mascullando insultos que sería mejor que el Uchiha no escuchase. Día de sol y nubes, aparentemente normal (salvo por el humor del monje que estaba peor que de costumbre). Ninguno de esos dos se imaginaba lo que les esperaba al llegar al santuario. Ikki aceleró el paso, iba más rápido de lo que se podría esperar para alguien de su edad y con sus ojos clavados en el genin lo apremiaba para que le siguiese.
—Ya casi llegamos— Estaban a unos cuantos pasos —Los pandas me importan un bledo, pero no puedo dejar las atracciones cerradas más tiempo y darme el lujo de seguir perdiendo dinero— Posó su mano en el picaporte —Tendremos que, que... qu-que ¿¡QUÉ!?— No podía creer lo que estaba viendo.
Ikki entró corriendo por el templo sin mostrar el supuesto respeto que deberia darle a un lugar sagrado, el camino de piedras parecía aflojarse ante sus pisadas y cuando llegó al interior del santuario su bigote languideció cómo si fuese un trapo mojado al ver la estatua del panda de oro cortada en dos de forma vertical. El monje se echó de rodillas y se llevó las manos a la cabeza en un intento de jalarse sus inexistentes cabellos.
Desde adentro se asomó Hidetaka con rostro serio, cargando en su regazo a un pequeño osezno de panda comiendo unas hojas de bambú. Desde otro rincón se asomó el hasta ese entonces desaparecido Tatsuya, caminando sereno mientras pulía su espada hasta llegar al pedestal de la estatua, se apoyó en lo que quedaba de ella y guardó su arma antes de esbozar una sonrisa de zorro y dirigirse a los recién llegados.
—¡NOOOOOO! —el rugido de Datsue eclipsó el chillido de Ikki, que al igual que el Uchiha estaba desconsolado por la terrible imagen que se mostraba ante sus ojos: la estatua de oro partida en dos. Él que había planeado robarla en un futuro, él que ya había pensado a quién vendérsela y por cuanto… Y ahora aquel valor se veía reducido por la culpa de…
—Hola.
… Tatsuya. Siempre Tatsuya.
—Espero que tengas una buena explicación para esto, o sino… —La frase que dejó por completar fue más elocuente que cualquier cosa que hubiese podido decir.
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La reacción de Ikki no le extrañó para nada al espadachín, lo que sí le sorprendió fue que Datsue parecia igual o más conmocionado que el propio monje. La cara del niño era de película. El Uchiha le pidió explicaciones, era como sí se hubiese puesto de lado del abusador.
—Tranquilo, tengo todo bajo control.
—¿¡Có-cómo te atreves...!? ¡VAS A PAGAR POR ESTO!— Se levantó con el rostro colorado por la rabia —¡Ustedes tienen que obedecerme! ¡Ustedes trabajan para mí!
El monje estaba temblando de los nervios, pero el Takanashi en esos momentos no se inmutó, es más, parecía más concentrado en acomodar su espada que en prestarle atención al monje. Pues las cartas ya habían sido jugadas.
—Nuestra misión nos ponía bajo las órdenes del dueño y déjeme decirle, que usted ya no es más el jefe de este lugar— Le devolvió una mirada afilada.
—¿¡De-de-de qu-qué est-estas hablando!?— Algo no andaba bien, estaba acorralado y lo sabía.
—Lo sé todo— Ikki se petrificó al escucharlo —¿Un negocio turístico en Kuroshiro no es muy rentable verdad? No a menos que se sacrifique el bienestar de los pandas. Pero eso no le importaba al anterior dueño, alguien que si cuidaba a los pandas con amor, algo que usted no entiende. Cuando el dueño anterior falleció vió una oportunidad de oro, pero había un obstáculo, Hidetaka. Él se haría cargo del negocio, pero... ¿que pasaría si nadie se enteraba de eso? Tan fácil cómo esconder el testamento de Hideyoshi y fingir que no sabía nada. Aprovechó que su colega le confió a usted el documento para luego traicionar la última voluntad de su amigo y quedarse usted con el negocio. Pero ahora, todo se ha terminado para usted— Tatsuya miró a Hidetaka y ambos asintieron.
El mudo entonces caminó hacia la estatua que estaba partida en dos y de en medio de las mitadas sacó un pergamino de color verdecino, pergamino que le certificaba cómo heredero legítimo.
—Datsue-kun, parece que ha habido un cambio en la administración del lugar, ¿no te parece?— Le dijo para luego caminar y ponerse al lado de Ikki, sin mirarlo. No necesitaba recurrir a venganzas tontas para escarmentar a ese hombre, terminaría con ese asunto a su manera: con estilo. No le miró, y aunque estaba cerca lejos de susurrarle habló alto y claro —Jaque mate...
Era increíble la capacidad de Tatsuya para darle la vuelta a la tortilla. Lo había hecho consigo mismo, cuando le liaba con unas palabras y acciones aparentemente opuestas. Y ahora lo había vuelto a hacer, esta vez a lo más grande, con Ikki. Y, por una vez, lo disfrutó. Lo disfrutó y saboreó como ese primer helado de vainilla en una tarde de verano.
Así que Ikki no era el verdadero dueño… Joder, debí habérmelo imaginado con el sueño del gran oso panda. Había otra persona antes a su cargo, ¿aunque cómo iba a saber que Ikki no era el legítimo sucesor? Bueno, quizá trabajando e investigando, como debió hacer Tatsuya. Pero joder… ¿Trabajar todavía más? Suficiente he tenido con las caminatas que me he pegado por medio bosque.
—Datsue-kun, parece que ha habido un cambio en la administración del lugar, ¿no te parece?
El Uchiha soltó una carcajada. Casi se le había pasado el hecho de que destrozasen la estatua. Casi.
—Y que lo digas, compañero, y que lo digas —se acercó a Ikki por la espalda y le dio una palmada cariñosa en el hombro. Aunque quizá palmada era quedarse corto. Quizá un manotazo lo describía mejor—. ¿Qué le decía yo? ¡Hoy es un gran día! ¡Un día estupendo! —Datsue escupía saliva a cada palabra que soltaba, bañando el rostro del anciano—. No se preocupe, Ikki. ¡Son cosas que pasan! Ahora le pido muy amablemente que salga por esa puerta. Está en una propiedad ajena, después de todo. Sin permiso u consentimiento alguno por parte del dueño. ¡No vayamos a tener un malentendido y ocurra algo terrible! —Datsue lo agarró por la nuca y le propinó un terrible empujón—. ¡Vamos! ¡Fuera de mi vista, escoria!
Fiuu… Esto de la venganza sienta genial, tú. Pero que muy muy bien.
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El teatro había terminado y en el acto final el Uchiha había sacado al villano a patadas, literalmente. El Takanashi quiso decirle algo, pero decidió contenerse y no arruinar su victoria.
—Bueno, parece que aquí termina nuestro trabajo— Volteó a ver al moreno —Hidetaka, gracias por tu ayuda, espero que ahora cuides tan bien a los pandas como lo hacía tu padre— Le colocó la mano en el hombro.
El moreno asintió mientras jugueteaba con el osezno.
—Sí, Hidetaka, cuídalos tan bien como hacía tu padre —dijo, repitiendo las palabras de Tatsuya. ¿Sería demasiado tarde para conseguirse su amistad?—. ¿Puedo sugerirte vender la estatua de oro? Conozco un posible comprador que estaría interesado. Ya sabes, para mejorar el nivel de vida de los osos y esas cosas. Comprarle jaulas más grandes o… qué sé yo —El silencio de Hidetaka no hizo sino confirmar que estaba de acuerdo. ¿Qué otra cosa podía significar sino? Era cierto que era mudo, pero… Datsue no le discriminaría por ello. Le trataría como a cualquier otro, como debe ser—. ¡Decidido entonces! Negociaré con él y te traeré una oferta lo antes posible —Le cogió la mano y se la estrechó—. ¡Trato hecho!
Giró sobre sus talones y dio tres zancadas rápidas hacia la salida. Entonces, los ojos bicolores de su compatriota se le pusieron en medio.
—Datsue-kun, ¿algo que decir?
—Oh... —Probablemente se esperaba un pequeño agradecimiento. Al fin y al cabo, había resuelto la misión. La había resuelto mejor incluso de lo que se esperaba de ellos. Pero dígase una cosa de Uchiha Datsue: no se le da bien dar las gracias—. Sí, claro que sí. ¡Que al fin puedo perderte de vista! —soltó una carcajada y le rodeó—. Ha sido una buena jugada, te lo reconozco —añadió, ya de espaldas—. Pero recuerda una cosa: un Uchiha nunca olvida.
Y, con esas palabras, desapareció tras la puerta.
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10/07/2016, 22:03 (Última modificación: 10/07/2016, 22:54 por King Roga.)
—Fuff...— Sonrió el espadachín —Supongo que árbol que nace torcido jamás se endereza— Se burló.
Con una reverencia se despidió de Hidetaka y se dispuso a ir a la posada, terrible si sorpresa al ser recibido con gritos por parte de la encarga al quejarse por el agua tirada en el corredor, eso sumado a los otros dos crímenes que el no cometió le valieron ser vetado de por vida en el lugar. Tuvo que ir a donde el médico, con quién platicó sobre lo ocurrido y se sorprendió al saber que el propio Ikki había sido el que escondió el testamento.
"Pudo haberlo destruido incluso, pero por suerte no fue así y logré encontrarlo"
También meditó sobre su relación con Datsue, no le caía mal pero se le hacía imposible el soportarlo. A pesar de ello quizás ese niño era el único que realmente le había entendido, alguien que comprendía lo fastidioso de ser un ninja.
Hubo altos y bajos, aquella simple misión resultó una verdadera odisea con un secreto escondido. Quién diría que terminaría debatiéndose sobre si obedecer o seguir su corazón, pero al final logró crear su propia salida en medio del callejón oscuro. Pasó la noche en casa de Jaro, y a la mañana siguiente se levantó temprano como siempre para regresar a Takigakure.
"Fue lo correcto"
A decir verdad, estaba feliz. No por cumplir con la misión, sino porque había ayudado a los osos. Hubo momentos de duda, pero gracias al bocazas de Datsue pudo retractarse a tiempo, de no haber sido por él quizás ahora mismo estaría arrepintiéndose. Al final, Tatsuya aprendió una lección.
"No se trata de tener honor, sino de tener dignidad"
Así, dejó atrás el arco Torii, dejó atrás las estatuas de pandas, simplemente caminó por el sendero empedrado con rumbo al horizonte...