Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
— ¡La cuestión! es, que has aterrizado bien. Deberías darme las gracias. De nada, Eri-chan.
Rodó los ojos cuando emprendió la carrera, y después del golpe contra la espalda del hombre de pelo morado, su cabeza dio vueltas y juró que se había caído al suelo con su trasero delante, pero su caballero particular volvió a rescatarla sujetándola por ambos brazos para que su pequeño trasero no acabase visitando el incomodísimo suelo.
—Gracias... — Susurró al rubio para reincorporarse y limpiarse el polvo de sus ropas, luego clavó la mirada en el hombre que los miraba con el ceño fruncido.
— Volvemos a encontrarnos, Sr. Smith.— Eri sonrió, nerviosa, con las manos extendidas hacia delante.
—No se vayan, un momento. — Pidió, pero justo puso sus manos en señal de ''parad'', la gallina que estaba aleteando en pleno vuelo cayó sobre sus brazos. —Oh, uhm... Creo que se os ha escapado otra. — Explicó.
El hombre la miró con desconfianza para luego arrebatarle al ave de sus brazos con suavidad.
—Vaya, gracias. — Dijo, mirando a la peliazul. —Respecto a mis modales de antes, ruego que se me disculpe. Tiene total razón, y más de una vez me han robado gallinas que se escapaban, por eso mis bajos ingresos... Y por eso mismo, no puedo hacer que mi valla sea más alta. — Explicó mientras miraba a la gallina con ojos cansados y tristes. —Con esta gallina son cuatro, pero antes teníamos otras seis... Un total de diez.
—¿Está seguro de que se las han robado? ¿No habrán desaparecido o algo? — Preguntó la peliazul enarcando una ceja.
—Estoy seguro, porque a veces... Recibo fotos, fotos de ellas, ¡y yo las reconozco! No por nada son mías, ¿saben? — Aseguró, hinchando el pecho y levantando la cabeza, con orgullo. —Si queréis os las enseño, por cierto, soy Takeshi, y esta es mi hija Mimiko. — Se presentó.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
La peliazul empezó a ir detrás de la gallinas que se encontraba en el aire una vez se pudo sostener en pie, hasta que el ave se posó entre sus brazos.
—No se vayan, un momento.Oh, uhm... Creo que se os ha escapado otra.
Le ofreció el animal a su legítimo dueño, quien tras mirarla con desconfianza se acercó y recogió su bicho de los brazos de la peliazul. Nabi no sabía de qué coño desconfiaba el tonto del culo ese, era una kunoichi la mar de joven y bella que le devolvía su gallina, nada sospechoso.
—Vaya, gracias.Respecto a mis modales de antes, ruego que se me disculpe. Tiene total razón, y más de una vez me han robado gallinas que se escapaban, por eso mis bajos ingresos... Y por eso mismo, no puedo hacer que mi valla sea más alta.Con esta gallina son cuatro, pero antes teníamos otras seis... Un total de diez.
"Algún día no tendré razón, pero hoy no es ese día."
Eri habló antes que él, así que decidió que lo mejor era dejarle la diplomacia a ella, que era la experta. En comparación, Nabi no era más que un cachorrito indefenso ante el dragón escupe fuego que era Eri en términos de dialéctica y socializar en general. Y estaréis pensando, normal, está como un queso, pero no era solo eso, la peliazul emanaba algún tipo de aura mágica que le confería el poder de entender a la gente y que la gente la entendiera. Nabi también tenía un aura, un aura de miedo irracional hacia los mapas. Malditos mapas y maldita geografía, era obvio que eran el mal, pero por algún motivo la gente no lo ve.
—¿Está seguro de que se las han robado? ¿No habrán desaparecido o algo?
"Detectiva Eri en acción, tiembla maldito abandona gallinas."
El rubio observaba la escena con media sonrisa en sus labios y los brazos cruzados.
—Estoy seguro, porque a veces... Recibo fotos, fotos de ellas, ¡y yo las reconozco! No por nada son mías, ¿saben?Si queréis os las enseño, por cierto, soy Takeshi, y esta es mi hija Mimiko.
"¿Reconoce a las gallinas? ¿Qué clase de Dojutsu es ese? De hecho, dudo mucho que con mi sharingan pudiera distinguirlas, joder, SON GALLINAS."
No pudo evitar llevarse una mano a la cara y frotarse los ojos. Tras suspirar abrió la boca.
— Aunque no contase con el dinero necesario, debería haber informado a la kage de esto. Está cometiéndose un crimen y no se puede permitir.
— Aunque no contase con el dinero necesario, debería haber informado a la kage de esto. Está cometiéndose un crimen y no se puede permitir.
—No queríamos darle problemas a Shiona-sama... — Esta vez lo explicó la pequeña, ganándose una mirada de reproche de su padre.
—Mi-chan, ¿por qué no llevas a Mido, Shido y Moku a casa? Yo iré en breves. — Sugirió Takeshi mirando a su hija, esta asintió y tomó a la tercera gallina, colocándose a la que estaba durmiendo en su cabecita, y, saltando, se perdió en el horizonte. —Ahora que Mimiko no está, puedo hablaros sin rodeos: sí, es cierto, no dijimos nada a Shiona-sama por no dar problemas a la gran Uzukage, pero por otro lado, me vi capaz de detener a quien o quienes estuviesen detrás del hurto de mis aves... Pero estoy en un punto muerto, y no quería que Mimiko se involucrase, ¿y si la secuestrasen a ella? no podría soportarlo... — Explicó.
—Debió decírselo, Nabi tiene razón, la kage debería haber sabido sobre un crimen que está pasando en su villa, y eso no puede permitirse. — Repitió la moción del Uchiha. —Yo soy Eri, y él es Nabi, y no se preocupe, nosotros intentaremos dar con el ladrón. — Alegó, llevándose el pulgar al pecho, orgullosa de su trabajo como shinobi del remolino.
Al hombre se le iluminó el rostro, y pronto tomó de la mano a la pequeña kunoichi que no tenía ni idea de dónde había salido, pero ya le caía bien.
—¿De verdad? ¡Eso sería genial! — Exclamó con los ojos húmedos. —Entonces venid, no perdamos más tiempo. — Y tirando ahora de ambos, los guió al lugar de donde salían las gallinas, o mejor conocido como la casa de Takeshi.
Situada cerca de las Costas del Remolino se encontraba una pequeña casa de tejados rojizos y paredes blanquecinas, desgastadas por el paso del tiempo. Justo detrás de la casa se encontraba un corral para aves y casuchas para las mismas, y por lo que se podía apreciar, las vallas estaban rotas por muchos lados, picoteadas, magulladas..., y dentro de éstas se encontraban cuatro gallinas y una pequeña muchacha dándoles de comer. Takeshi se detuvo frente a la puerta rojiza y la abrió, dejando pasar a sus invitados.
—Pasad, como si estuviesen en vuestra casa, yo iré a por las pistas y las fotos. — Dijo señalando una pequeña sala de paredes lilas y suelo de madera, con un sofá y dos taburetes, una mesa en el medio y una pequeña televisión. A los lados y junto a las paredes, había tres estanterías repletas de libros y fotografías de la familia que vivía allí. Eri observó la casa con cautela, aunque se había ofrecido a ayudar, todavía se encontraba en territorio desconocido y tenía que estar alerta.
Cuando se relajó, después de haber inspeccionado el lugar con la vista, se sentó lo más cercana a la puerta posible, indicándole al Uchiha que se sentase cerca de ella.
—Hey, Nabi... ¿Qué piensas? — Preguntó, curiosa.
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—Ahora que Mimiko no está, puedo hablaros sin rodeos: sí, es cierto, no dijimos nada a Shiona-sama por no dar problemas a la gran Uzukage, pero por otro lado, me vi capaz de detener a quien o quienes estuviesen detrás del hurto de mis aves... Pero estoy en un punto muerto, y no quería que Mimiko se involucrase, ¿y si la secuestrasen a ella? no podría soportarlo...
"Madre mia, si todavía se creerá un héroe anónimo capaz de enfrentarse al mundo."
—Debió decírselo, Nabi tiene razón razónrazón, la kage debería haber sabido sobre un crimen que está pasando en su villa, y eso no puede permitirse.Yo soy Eri, y él es Nabi, y no se preocupe, nosotros intentaremos dar con el ladrón.
Se había limitado a mirar y escuchar todo lo que sucedía, era preferible que no tuviera que intervenir porque lo único que haría iba a ser regañar al hombre por ser tan ingenuo y desconfiado. Si es que todo lo que hubiera tenido que hacer era dar aviso de lo que sucedía, sin pedir misión ni gastarse un solo ryo. Ni tan siquiera acercarse al edificio, con mandar una carta o algo lo tenía hecho. Pero no, mejor dejar a un ladrón andar suelto con gallinas por Uzushiogakure.
—¿De verdad? ¡Eso sería genial!Entonces venid, no perdamos más tiempo.
Levantó la mano en plan saludo cuando Eri le nombró, y aquel hombre no se cortó ni un pelo a la hora de agarrarlo de muñeca para tirar de él en dirección a Shiona-sama sabe donde. El joven se dejó llevar ya que también había agarrado a Eri y ésta se lo había permitido. Hasta que finalmente llegaron a lo que pudo ser una casa en su día, pero aquel día tenía toda la pinta de ser una vieja caseta abandonada con un corral totalmente destruido en la parte trasera. No les había mentido cuando dijo que no tenía ni para una triste misión de rango D, y perdiendo gallinas ni para una de rango E, si existieran.
—Pasad, como si estuviesen en vuestra casa, yo iré a por las pistas y las fotos.
Por dentro al menos era habitable, de escaso mobiliario y con un color feísimo en las paredes pero habitable. En cuanto el señor desapareció Nabi se apuró a coger el sitio del sofá que menos deshecho estaba. Eri por su parte se quedó un rato dando vueltas por el lugar, desconfiando de todo, antes de sentarse con él en el sofa.
"¿Ha dicho pistas o pastas? Espero que sean las pastas, pero lo de las pistas suena más convincente y verosímil, además de que es pobre. No puede permitirse pastas."
—Hey, Nabi... ¿Qué piensas?
— En lo extraño que es todo esto. Ya no solo que reconozca a sus gallinas por las fotos sino que el que se las ha robado le mande fotos. Está claro que es alguien que le odia.
"Desde luego no van a ser pastas. Jopetas, con lo que me apetece una buena ración de bollería para el cuerpo."
— En lo extraño que es todo esto. Ya no solo que reconozca a sus gallinas por las fotos sino que el que se las ha robado le mande fotos. Está claro que es alguien que le odia.
—Bueno, también puede ser que las quiera mucho, y que el que se las haya robado sea un poco... Ya sabes, ''especial''. — Al decir la última palabra hizo con sus dedos índice y corazón de cada mano el signo de las comillas. — No creo que lo odie, quizás por su personalidad, pero todo lo hará por su hija, eso lo puedo notar hasta en la distancia. — Sonrió ante sus pensamientos, ¿lazos paternofiliales? Eran preciosos.
Lástima que ni Nabi ni ella tenían algo parecido.
Suspiró justo antes de que Takeshi apareciese por donde se había marchado y cambió la cara cuando éste dejó sobre la pequeña mesa una cantidad asombrosa de fotos y papeles escritos, además de unas galletitas del tamaño de un ryo en un plato con decoraciones azules.
— Aquí está todo lo que he recopilado durante estos últimos meses, sed libres de ojear todo lo que necesiten. — Alegó señalando las pistas mientras se sentaba al lado de Nabi. — Ah, y algunas galletas, las hace Mimiko.
Eri sonrió al hombre y tomó las fotos y los datos que éste había dejado. ¡Todas eran de gallinas casi idénticas! Gallinas sentadas, gallinas picoteando el suelo, gallinas con otras gallinas... ¿Y ese hombre las diferenciaba? Brutal, simplemente brutal. Tomó una galletita por inercia, como cuando se disponía a escribir en su diario y tomaba algunas cerezas que siempre dejaba en su escritorio; mientras leía lo que Takeshi había apuntado con una caligrafía excelente.
—Vaya, por lo que parece, no ha perdido el tiempo. — Alagó. —Y por lo que se puede ver, todas las fotos están hechas en el mismo lugar: un corral para aves, con paja en el suelo y rodeado de vallas de madera, ¿la típica de los árboles cercanos? Parece ser. — Concordó con lo anotado en las hojas.
—Sí, pero... Por mucho que he recorrido la villa y las lejanías de ésta, no he encontrado otro corral a parte del mío, es muy extraño...
Eri observó con determinación de nuevo las fotografías de las aves y frunció el ceño, parecía que todas tenían una luz extraña, no parecía el sol, pero iluminaba toda la estancia que abarcaba la foto... ¿Estaría bajo tierra? Podría ser.
—La luz de estas fotos... ¿No te parece un tanto, artificial? — Preguntó a Nabi, acercándole dichas fotos para que las viese mejor.
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—Bueno, también puede ser que las quiera mucho, y que el que se las haya robado sea un poco... Ya sabes, ''especial''. No creo que lo odie, quizás por su personalidad, pero todo lo hará por su hija, eso lo puedo notar hasta en la distancia.
— ¿Especial? Lo que es es un gilipollas, además de un delincuente.
Antes de que pudiera proseguir con su conversación, apareció el hombre con las manos llenas. Una de fotos y otras "pistas" y la otra con un plato de galletitas. En principio, Nabi quería las galletas, pero siendo consciente de la situación en la que se encontraban padre e hija le fue imposible coger uno solo de aquellos dulces. Cogió un par de imágenes igual que Eri.
— Aquí está todo lo que he recopilado durante estos últimos meses, sed libres de ojear todo lo que necesiten. Ah, y algunas galletas, las hace Mimiko.
—Vaya, por lo que parece, no ha perdido el tiempo.Y por lo que se puede ver, todas las fotos están hechas en el mismo lugar: un corral para aves, con paja en el suelo y rodeado de vallas de madera, ¿la típica de los árboles cercanos? Parece ser.
Conforme pensaba algo, Eri lo soltaba en alto. Así que se dedicó a asentir en silencio mientras revisaba las fotos que había sobre la mesa buscando alguna que desvelara algo que no se viera en otras. Pero todas parecían exactamente iguales, y las gallinas también, apenas las diferenciaba.
—Sí, pero... Por mucho que he recorrido la villa y las lejanías de ésta, no he encontrado otro corral a parte del mío, es muy extraño...
—La luz de estas fotos... ¿No te parece un tanto, artificial?
El rubio chasqueó la lengua.
— Es un problema, si las tiene escondidas en un sitio cubierto para que no le encuentren puede provocar todo tipo de trastornos a los animales. Además de dificultar la búsqueda. Lo mejor será usar una gallina de cebo y cuando la roben les seguimos.
La principal preocupación de Nabi era que iba a tener que recurrir a su otra personalidad, y no era ideal para su primer reencuentro con Eri. Pero era la forma más eficiente de acabar con eso a la primera gallina, no sabía qué tipo de persona estaba detrás de todo eso.
— Es un problema, si las tiene escondidas en un sitio cubierto para que no le encuentren puede provocar todo tipo de trastornos a los animales. Además de dificultar la búsqueda. Lo mejor será usar una gallina de cebo y cuando la roben les seguimos.
—Sí, puede que lo mejor sea usar una gallina como cebo y cuando la roben les seguimos, o bien... — ''No, no, es una estupidez Eri, no lo digas.'' —¿Y si nos convertimos nosotros en gallinas?
Ya había lanzado la bomba, ahora tenía que ser Nabi el que o bien la apoye en la estupidez más grande, además de meterse en la boca del lobo y que no saliese bien, o bien... Esperar a que robase una de las pocas gallinas que le quedaban al pobre señor y anfitrión de aquel inusual encuentro.
Por otra parte, Eri terminó de comer la galleta que le habían ofrecido y, a decir verdad, es que estaba deliciosa. Y justo cuando iba a felicitar al padre apareció la hija con una gallina en la cabeza y sus manos llenas de plumas, su rostro estaba inundado de lágrimas y un hilo le salía por la nariz.
—Papi, papi, he perdido a otra. — Lloriqueó la pequeña, entonces Takeshi se levantó para quitarle la gallina a su hija del pelo.
—¿No será esta? — Y, como si de un milagro se tratase, la niña dejó de llorar y cambió su semblante a uno que irradiaba felicidad. —Si optáis por poner a una gallina de cebo... Podéis usar esta, es la más tranquila de todas. — Sugirió, tendiendo al ave que picoteaba las grandes manos del hombre sin que este sintiese ni el más mínimo dolor.
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—Sí, puede que lo mejor sea usar una gallina como cebo y cuando la roben les seguimos, o bien...¿Y si nos convertimos nosotros en gallinas?
Las palabras de Eri cayeron como una jarra de agua fría sobre el cerebro del rubio, no, como un puñetero tsunami del polo norte sobre él, no había una sola parte de él que no se hubiera quedado helada al oír lo que era su plan estrella, en labios de otra persona. Ni siquiera se le había ocurrido, ni tan solo durante un breve instante, ni una sola mota de esa idea. Pero no dejó que eso le afectara. Le revolvió el pelo a su compañera y aprobó su plan.
— La verdad es que sí, mucho más seguro para todos y asegura que al menos uno llegué a su base y pueda matarlos. Como tú eres una gallina pésima y yo en cambio, sé hacer de gallina como si hubiera nacido pollo, yo me transformaré y tu tendrás que seguirnos el rastro.
—Papi, papi, he perdido a otra.
—¿No será esta?Si optáis por poner a una gallina de cebo... Podéis usar esta, es la más tranquila de todas.
— Olvidaos de la gallina, yo seré la gallina.
Tras una ágil sucesión de sellos ya no había restos del shinobi sino una gallina con una pluma dorada en el trasero. Sin dudar, se marchó hacia el corral que tan destrozado tenían. Dio un par de vueltas haciéndose el loco para disimular y después se escapó por uno de los muchos agujeros que tenía la valla. Se pondría a picotear el suelo moviendo la cabeza como si de un pollo sin cabeza se tratara hasta que apareciera la peliazul.
6/08/2016, 16:48 (Última modificación: 6/08/2016, 17:38 por Uzumaki Eri.)
— La verdad es que sí, mucho más seguro para todos y asegura que al menos uno llegué a su base y pueda matarlos. Como tú eres una gallina pésima y yo en cambio, sé hacer de gallina como si hubiera nacido pollo, yo me transformaré y tu tendrás que seguirnos el rastro.
''Esto era lo que necesitaba para confirmar que Nabi, definitivamente, ha cambiado.'' Terminó por admitir en su interior mientras suspiraba resignada. Y después de que el padre de la joven Mimiko ofreciese a su gallina más fiel para ser el cebo, Nabi negó con unas simples palabras:
— Olvidaos de la gallina, yo seré la gallina.
—¡E-Espera! — Pidió, pero antes de que pudiese detenerle, la habilidad de Nabi de realizar sellos hizo acto de aparición y tras una nube de humo apareció una gallina con una pluma dorada en el trasero. Eri volvió a suspirar, poniéndose de pie y recogiendo las pruebas que habían cogido minutos antes de que se le hubiese ocurrido semejante idea, terminó de limpiar el estropicio que habían creado mientras el Uchiha camuflado se marchó hacia el corral.
—Bueno, si logramos recuperar a sus gallinas las tendrán de vuelta, ¡muchísimas gracias por todo! — Agradeció para, segundos después, imitar los sellos que antes había hecho Nabi y convertirse en una gallina un tanto torpe. Sin embargo, no dudó en seguir al ave de la pluma dorada que ya empezaba a escaparse por uno de los agujeros que aquella valla de madera casi roída tenía.
Así, ambos llegaron al lugar donde encontraron por primera vez una gallina extraviada cerca de las Costas del Remolino. Y Eri, intentando obviar su parte humana, empezó a picotear el suelo como si su vida dependiese de ello. ''No sé si terminará funcionando, pero... '' Mejor dejar de pensar en aquello y ceñirse al plan. Miró a Nabi con sus ojos desorbitados, intentando descubrir por ínfima que fuese la oportunidad, saber en qué estaba pensando el Uchiha.
Pero sus intentos fueron eclipsados por una persona encapuchada vestida totalmente de negro: sudadera negra con capucha con el símbolo del remolino en la espalda, pantalones bombachos que acababan ocultas por unos vendajes en el tobillo, y éstos, a su vez, ocultos por las típicas sandalias shinobi, también negras. Podría ser normal, un shinobi, de rango gennin o chunnin que paseaba por las Costas del Remolino, vamos, lo típico, pero había algo diferente en su aura, como pasear bajo el sol con una capucha oscura para asarse de calor en plena primavera cerca de una playa que hoy, inexplicablemente, se encontraba vacía.
Eri se acercó a la gallina de la pluma de oro y empezó a picotearle los pies, luego movió su cabeza de forma rítmica en dirección al hombre encapuchado, que, misteriosamente, se acercaba a ellos con lentitud.
—Vaya, vaya, más gallinas extraviadas para añadir a mi colección... — Susurró el desconocido, agachándose para estar a su altura, y antes de que pudiesen hacer algo, las manos del desconocido los atraparon. —¿Os venís para hacerme compañía? Qué amables.
Y ambos fueron llevados con suma delicadeza al lugar donde estaban todas las gallinas secuestradas, un lugar con una iluminación artificial, vallas de madera de calidad y seis gallinas a sus alrededores. Pero eso no era lo mejor de todo, ya que antes de entrar al corral, se podía apreciar como aquel hombre tenía decorada su casa con todo tipo de artículos de gallinas.
Escalofriante.
—Sed buenas, luego vendré a daros de comer. — Mencionó mientras se quitaba la capucha y dejaba ver un cabello despeinado y castaño, y con ello, se fue.
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Eri tardó más de lo que Nabi esperaba, seguramente por ponerse a dialogar con aquellos estúpidos humanos pierde-gallinas. Humanos... como los odiaba. Ahora era una gallina, su cuerpo era de gallinas y su mente era de gallina, así que tenía que pensar como las gallinas, actuar como las gallinas y bailar como las gallinas. Después de que saliera del corral, una gallina exactamente igual a todas las demás salió tras él. Era Eri seguro.
"Qué mujer ésta, aún no entiende el código de colores"
Los dos se fueron haciendo la gallina hasta que terminaron de nuevo en el mismo sitio donde tantas veces se habían encontrado con otras de su especie cuando eran humanos. Era el lugar idóneo para llevar a cabo su ritual satánico invoca secuestradores. Y así fue, tras un rato bailando y picoteando en formación perfectamente sincronizada para atraer al delincuente, éste apareció atraído por su llamada animal.
—Vaya, vaya, más gallinas extraviadas para añadir a mi colección...¿Os venís para hacerme compañía? Qué amables.
Iba vestido de negro de arriba a abajo, aunque portaba unas sandalias shinobis, lo cual no agradó a Nabi. El extraño muchacho se acercó a ellos con toda la confianza del mundo, con la confianza de quien hace lo que siempre ha hecho, lo cual le gustó aún menos al rubio. Agarró a las falsas aves con toda la tranquilidad y éstas se dejaron hacer. Tras unos instantes de viaje, el misterioso se metió en el sótano de una casa de apariencia normal. Allí estaba el lugar de los hechos, un pequeño corral de madera de la buena, cuidado y con luz artificial. Un total de seis gallinas se reunían en dicho corral.
—Sed buenas, luego vendré a daros de comer.
Y se marchó dejandoles tirados en ese corral. En cuanto se perdió de vista Nabi deshizo el henge y una vez recuperó su forma humana abrió la puerta del corral dejando libres a los animales. Después se asomó por la puerta del sótano a ver si había moros en la costa, y en caso de que no hubiera la abriría de par en par para que las gallinas fueran libres.
6/08/2016, 21:52 (Última modificación: 6/08/2016, 21:58 por Uzumaki Eri.)
En cuanto el lobo había dejado a las ovejas en aquel corral, la falsa gallina con una pluma de oro deshizo su técnica que lo mantenía en aquel estado, volviéndose un adolescente de nuevo. Las demás gallinas se sobresaltaron y empezaron a ir a picotearle los pies mientras que Eri, aún temerosa por lo que pudiese ocurrir, también deshizo el henge y se posicionó detrás de Nabi que ahora se disponía a abrir la puerta de madera que los liberaba de aquel circular lugar.
— ¿Crees que nos escuchará? — Susurró para Nabi.
Pero no llegó a tiempo ya que el rubio se asomó por la puerta, encontrándose con unas veinte escaleras que daban al piso de arriba iluminadas por la tenue luz que se colaba por la puerta recién abierta por el Uchiha. Las gallinas, por otra parte, empezaron a cacarear y a saltar, emocionadas por volver a ver la luz del sol, el sol de verdad. Por eso, acabaron escurriéndose por entre las piernas del rubio shinobi para conseguir lo que tanto ansiaban: la libertad, terminando por dispersarte por toda la casa de aquel extraño hombre.
Aunque bueno, ahora los extraños eran ellos.
—¿¡Pero, cómo os habéis escapado?! — Se escuchó un grito desde la parte superior de la casa, de forma más concreta, desde la derecha al subir las escaleras.
''Mierda, mierda, mierda...'' Eri comenzaba a entrar en pánico, e intentó aminorar la velocidad con la que latía su corazón mordiéndose el labio inferior con tanto ímpetu, que terminó sangrando.
— ¿No deberíamos volver a convertirnos en gallinas? Piénsalo, estamos en su casa, y aunque tengamos pruebas de que haya robado las gallinas de Takeshi, hemos irrumpido en su casa y ahora mismo no disponemos de ningún ave entre nuestras manos...
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La nube de humo acompañante a deshacer la transformación, así como la transformación de uno de los de su especie en humano, exaltó al resto de gallinas de forma extraordinaria. Empezaron a cacarear y a picotear todo lo que fuera picoteable, incluso hubo algunas que se enzarzaron en una pelea. Total, un caos impresionante.
— ¿Crees que nos escuchará?
No escuchaba ni papa, entre que Eri susurraba por algún motivo extraño y el burbujeante cocó que retumbaba en aquel sotano era totalmente imposible que la entendiera. Cuando abrió un pelin la puerta para ver si había alguien cerca, miles de trillones de aves se lanzaron a la libertad sin preocuparse por su vida ni por la de los shinobis. La puerta se abrió de par en par y un grito llegó hasta ellos del lado derecho de la misma.
—¿¡Pero, cómo os habéis escapado?!
— ¿No deberíamos volver a convertirnos en gallinas? Piénsalo, estamos en su casa, y aunque tengamos pruebas de que haya robado las gallinas de Takeshi, hemos irrumpido en su casa y ahora mismo no disponemos de ningún ave entre nuestras manos...
Tal muestra de ansías de libertad no hizo más que avivar la llama interior de Nabi, que saltó fuera del sótano sin pensarselo más que las gallinas. Ignorando las palabras de la peliazul y pasando a la acción como buen shinobi alocado que era.
— Tú, maleante, hemos sido testigos de tu hedionda actitud de ladronzuelo de poca monta. Robandole gallinas a un pobre gallinero y encima restregándoselo en forma de fotografías. Pero ésta vez has cogido al pollo equivocado, chaval. Entrégate ahora o prepárate para luchar.
''¿Pero por qué me ignoráis todos?'' Chilló en su interior mientras se llevaba las manos a la cabeza, todo pasaba justo cuando el Uchiha, tan ancho y pancho, abandonaba la estancia cual gallina enfurecida y loca por salir de su cautiverio, subiendo las escaleras de tres en tres y terminando frente al otro chaval, el ladrón.
— Tú, maleante, hemos sido testigos de tu hedionda actitud de ladronzuelo de poca monta. Robándole gallinas a un pobre gallinero y encima restregándoselo en forma de fotografías. Pero ésta vez has cogido al pollo equivocado, chaval. Entrégate ahora o prepárate para luchar.
El anfitrión y actual ladrón lo miró con una mirada empapada de odio y sorpresa, ¿quién se creía aquel muchacho infiltrándose en su casa y acusándole de algo que ni si quiera él sabía qué había cometido?
—¿Pero qué narices? ¿Quiénes sois vosotros y qué hacéis en mi casa? — Preguntó el hombre de negro. — Yo solo recogía a las pobres gallinas que me encontraba en la Costa y las traía aquí, si se me acusa por salvar a las gallinas que encontraba sueltas y darles casa y alimento, deténganme, por favor. — Indignado llevó las manos detrás de su cabeza, como si fuese una detención de verdad.
Eri frunció el ceño, sin dejarse hacer.
—¿Cómo puede ser que todas las gallinas de aquel hombre que vive de ellas hayan acabado aquí? Sí, sabemos que los animales terminaban escapándose, y me parece noble recogerlas y cuidarlas, pero si usted conoce de donde proceden, ¿por qué no devolverlas? — Habló la peliazul, aún a la defensiva por si ocurría cualquier accidente.
—¿Qué dices? ¿Qué hombre? ¡Las gallinas estaban sueltas! — Exclamó. —Y vosotros, ¿siendo ninjas y colándoos en casas ajenas? ¿No os da vergüenza? — Comenzó ahora él. —Haced el favor y marcharos de aquí.
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—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
La poca autoridad que desprendía Nabi se hacía notar, de nuevo. El culpable ni siquiera se amedrentó un poquito, sino que le contestó con más vehemencia y decisión.
—¿Pero qué narices? ¿Quiénes sois vosotros y qué hacéis en mi casa? Yo solo recogía a las pobres gallinas que me encontraba en la Costa y las traía aquí, si se me acusa por salvar a las gallinas que encontraba sueltas y darles casa y alimento, deténganme, por favor.
Abrió la boca para replicarle, pero la peliazul se adelantó quitandole las palabras de la boca. Así que procedió a su posición estándar de cuando Eri se abalanzaba verbalmente sobre los malos, cruzar los brazos y asentir lentamente con convencimiento.
—¿Cómo puede ser que todas las gallinas de aquel hombre que vive de ellas hayan acabado aquí? Sí, sabemos que los animales terminaban escapándose, y me parece noble recogerlas y cuidarlas, pero si usted conoce de donde proceden, ¿por qué no devolverlas?
Sin embargo, el muy ladronzuelo estaba lejos de rendirse. Seguía absurdamente insistiendo en su inocencia.
—¿Qué dices? ¿Qué hombre? ¡Las gallinas estaban sueltas!Y vosotros, ¿siendo ninjas y colándoos en casas ajenas? ¿No os da vergüenza?Haced el favor y marcharos de aquí.
— ¿Ah, sí? Entonces, ¿cómo explicas ESTO? — sacó de su bolsillo derecho lo que parecía un cereal recubierto de chocolate derretido y lo alzó bien alto — Ups, bolsillo equivocado. Esto es un cereal del desayuno que me estaba guardando para merendar. — lo volvió a meter en su sitio y buscó en el lado opuesto del pantalón — Ajá, ¿cómo explicas ESTO? — esta vez sacó una de las imágenes que había recibido su amigo Takamoto, el de las gallinas, y que él cogió por si les servía en una posterior discusión.
— Robabas las gallinas de Takamoto y después le mandabas fotos jactandote de ello. Admítelo y hablaré bien de ti ante Shiona-sama.
Mantenía la imagen en alto delante del muchacho para hundirle sus esperanzas de salir impune de aquella situación.
Después de que aquel hombre siguiese admitiendo que él era inocente de robar a las pobres e indefensas gallinas y de hacerles fotos para mandarlas a su legítimo dueño, o bueno, eso parecía. Eri quería volver a replicarle y enseñarle modales que al parecer el hombre no tenía, quizás estaba demasiado enfadado como para recordar que ante todo, un buen shinobi de Uzushiogakure tenía que demostrar su buena educación.
Eso había aprendido ella a base de golpes.
— ¿Ah, sí? Entonces, ¿cómo explicas ESTO? — Y proclamando su decisión mediante la voz, sacó de su bolsillo derecho un dulce derretido que enseñó alzándolo con su mano diestra. — Ups, bolsillo equivocado. Esto es un cereal del desayuno que me estaba guardando para merendar. — Eri se llevó una mano a la frente mientras negaba con suavidad, intentando ignorar lo que acababa de pasar mientras el Uchiha buscaba en el lado opuesto del pantalón — Ajá, ¿cómo explicas ESTO? — Esta vez sacó una de las imágenes de Takeshi.
El hombre le arrebató la foto al rubio mientras los miraba con cara de póquer y la observó detenidamente mientras Nabi seguía con su discurso, Eri, por su parte, solo se dedicó a escuchar a ambos.
— Robabas las gallinas de Takamoto y después le mandabas fotos jactandote de ello. Admítelo y hablaré bien de ti ante Shiona-sama.
—Takeshi. — Corrigió, un tanto molesta por tener que meterse en la conversación de esa forma.
—Pero... ¡Si este es mi sótano! ¿Habéis sido vosotros los que habéis echo esta foto? — Volvió a exclamar, claramente enfurecido. —Repito que yo no he robado nada, ¡ni si quiera sé como funciona una cámara de fotos!
—Pero yo síii... — Una voz melosa resonó por todo el pasillo, haciendo que las gallinas que cacareaban en la casa se paralizasen de miedo y que el propio dueño del lugar temblase. —Onii-chaaan... ¿Quién es esta gente y por qué están jugando con mis gallinas?
El muchacho tragó grueso y se giró para encarar a lo que podía ser su hermana menor, aunque de menor tenía poco, ya que rondaba los quince o dieciséis años mientras que el hombre, ¿qué tendría? ¿Veintidós? Sin embargo, algo en su cabeza pareció hacer chás y sus cejas se enarcaron.
— ¿Tú sabías que estas gallinas son de un tal Takeshi? — Preguntó.
—Claro, y tu seguirías sin saberlo de no ser por estos estúpidos entrometidos. — Argumentó. —¡Pero no devolveré las gallinas! Quien se las encuentra, se las queda.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100