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Luego de recorrer aquel último tramo de vía que se les había hecho demasiado cansado, llegaron al tren que tanto necesitaban alcanzar. «Pero… Es un poco extraño.», pensó mientras observaba los alrededores. Le llamaba la atención el que nadie estuviera fuera del tren, revisando las vías o vigilando.
—Eso es todo. Acoplen la zorrilla al tren, y luego ya podremos abordar. —Ordenó de manera relajada.
Algo de aquella situación le causaba cierto malestar, un mal presentimiento. Las cadenas y seguros hacían mucho ruido mientras unían ambos vehículos, y aun así, nadie de la tripulación se dignó a ir a averiguar. Era posible que fuera por miedo… Cosa que le preocupaba, pues lo que le causaba temor era el no saber qué era aquello que hacía que las personas dentro del tren no se atrevieran a salir.
—Yo terminare el resto. Dense prisa y entren. —Su voz seguía igual de calmada que de costumbre, pero se sentía cierta urgencia en su modo de hablar.
Ambos hombres sintieron la necesidad de preguntarle algunas cosas, como el por que les habían hecho ir hasta tan horrible lugar, pero su jefe les había dejado claro que debían de hacer caso a las indicaciones del peliblanco y que bajo ningún motivo podían incordiarlo o cuestionarlo. De manera un tanto torpe, debido a lo fornidos que eran, ambos sujetos forzaron la puerta y se adentraron en el vagón, viendo como su joven jefe temporal se quedaba de pie sobre la dresina. Solo y debajo de aquel ardiente sol.
—Supuse que me toparía con algunos problemas, pero no esperaba que fuera tan pronto.
Abrió un poco el cuello de su ropa para que le entrara aire, se sacó los pliegues de tela que llevaba dentro del pantalón para estar más cómodo y finalmente, se remango la camisa para tener un poco más de libertad en sus movimientos. Lo único que le seguía molestando era el chaleco, pero tendría que dejárselo puesto, pues quitárselo como debía le tomaría unos minutos. Y ese, era un tiempo que no podía darse el lujo de desperdiciar.
«Creo que así puedo moverme como de costumbre.»
Junto a una nube de polvo, y como salido de la nada, llegó hasta él un grupo de tres hombres. Todos iban a caballo y lucían atuendos visiblemente adaptados a las condiciones desérticas de aquel sitio. Se detuvieron a una distancia prudente. Y prudentes eran, ya que en ningún momento apartaron la vista de la espada que el joven frente a ellos llevaba en la cintura.
—Fue un acercamiento bastante discreto —se le veía calmado, pero estaba en estado de completa alerta—. Se aproximaron trotando cautelosamente sobre la arena… Pero se distinguir el soplar del viento del relinchar de un caballo.
Agradeció los días en que los que era un novato y se le encomendaba la tarea de buscar a los caballos que se extraviaban en el jardín de los cerezos.
El trió no contestó y el de Uzu no hablo más; Hubo un instante de silencio donde solo se podía escuchar como el viento barría el árido suelo. Kazuma aprovechaba cada segundo para analizar la situación, sabiendo que ellos estarían haciendo lo mismo. «Mantienen una buena distancia, jamás he enfrentado a un oponente a caballo, y están bien organizados… Puede que sean un desafío.» Se permitió pensar en lo venidero mientras paseaba su mirada de uno a otro, juzgando a cuál debería atacar primero.
«Ya veremos que tan desafiantes son.», pensó. Su postura era floja, pero solo era un engaño para que sus oponentes se confiaran.
Para cuando decidió que era tiempo de iniciar, sus ojos ya se habían tornado afilados, anticipándose a sus siguientes movimientos. Más por el instinto de “atacar antes de ser atacado.”, los tres sujetos llevaron sus manos a aquellos curiosos portaobjetos sin tapa. Antes de que pudiera dar un solo paso, una lluvia de filosos senbons cayó sobre él. Apenas tuvo tiempo de dar un paso atrás y lanzarse al suelo para cubrirse del ataque, utilizando el móvil de palanca como refugio.
—¿Sin mediar palabras, y tirando a matar? —se dijo a sí mismo, mientras la chispas y la agujas de metal volaban sobre su improvisada trinchera—. Que "coincidencia"... Ese también es mi Teguchi.
Se permitió esbozar una sonrisa, pues nada es más ideal que un oponente que pelee bajos tus mismas reglas... O viceversa.
Por su parte, Tatsuya se encontraba en una situación bastante similar. Violentamente similar…
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Vaya si iba a necesitar estar alerta, antes de que el Takanashi pudiera deslizar su mano bajo la capa en busca de la empuñadura de su katana los hombres hicieron lo propio tomando varias agujas y lanzándolas a gran velocidad en contra de genin. Estando rodeado por los tres sujetos no tenía mucho sitio a donde correr, tuvo que rodar para evitar la primera tanda y apenas si logró bloquear la segunda con ayuda del saya de su espada. Sin embargo la tercera oleada que le llegó por la espalda terminó por dar en el blanco, no porque no lo viera venir, sino porque carecía de una manera de esquivar.
—Ahhhhggg— Se quejó por lo bajo.
Ahora tenía tres agujas clavadas en el hombro derecho dificultándole la movilidad y los hombres lo sabían. Uno de ellos alzó la mano y señaló con los dedos hacia la dirección donde estaba la garita de control. Rápidamente otro de los jinetes empezó a cabalgar hacia ese lugar y el de ojos dispares chasqueó la lengua ante ello, si bien reducía el número de oponentes no podía permitirse por nada del mundo que aquellos que estuviesen en la garita terminasen lastimados.
Los dos restantes nuevamente le bombardearon con senbons pero en esta ocasión en vez de defenderse el de Taki optó por tomar una actitud mucho más ofensiva; realizó una finta para esquivar la lluvia de agujas mientras usaba su brazo sano para desenvainar y acercarse a uno de los bandoleros. Para cuando dió el tajo aparentemente no pasó nada, desconcertando a sus dos oponentes durante un par de segundos, pero en cuanto intentaron volver a la ofensiva se llevaron una sorpresa.
"...Tres, dos, uno."
De pronto uno de los matones experimento un dolor repentino y no sólo él, el caballo aparentemente también estaba lastimado, sacudiéndose por el susto y tumbando a su jinete al suelo. Aprovechando la distracción el kenjutsero tomó las agujas que tenía clavadas en la espalda para sacárselas, pero más no pudo hacer puues tuvo que esquivar al tipo que aún estaba montado.
—Tch—
Los sujetos no le estaban dando tiempo para pensar, pelear contra alguien a caballo era dificultoso y el otro matón no iba a tardar en reponerse. Estaba acorralado sin poder huir y aún estaba la presión del que fue al punto de control, la cosa no pintaba bien pero no era el momento para rendirse.
"Ya no soy el mismo inútil de antes"
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1/09/2016, 18:04
(Última modificación: 11/09/2016, 02:18 por Hanamura Kazuma.)
Se mantuvo paciente mientras esperaba que la violenta lluvia de acero cesará. En algún punto, aquellos matones se darían cuenta de que no podrían alcanzarlo mientras se estuviera escondiendo detrás de la zorrilla. El aprovecharía ese momento para contraatacar, cuando decidieran cambiar de táctica.
«Ahí vamos.», pensó al sentir como paraba el ataque.
Con un gran salto, salió de su escondite al tiempo que desenvainó su espada, dispuesto a combatir. Los sujetos comenzaron a moverse un tanto sorprendidos. Inmediatamente, se prepararon para lanzar otra oleada de agujas metálicas. Con el Ishimura yaciendo tan expuesto como estaba, les era evidente el que terminaría como el más abarrotado de los alfileteros. Pero, aquel no era el primer combate que había librado, y sabía exactamente qué estaba haciendo. Ahora las miradas de los atacantes estaban fijas en él, y eso era lo que buscaba.
En un instante lo tenían a tiro de piedra, pero al siguiente, incluso antes de poder parpadear, una fulgor ardiente, proveniente de aquella misteriosa katana, se depositó en sus ojos. Parecía que los caballos también lo habían sentido, pues comenzaron a relinchar y a encabritarse. Se apresuraron a abrir los ojos, pero el mundo seguía siendo brillante y difuso.
—¡Maldita sea! —Rugió con furia uno de aquello sujetos, mientras se restregaba los ojos.
Uno de ellos estuvo a punto de unirse al cantar de maldiciones, pero algo le silencio; Primero fue un leve brillo carmesí que apareció desde la nada en la parte baja de su campo de visión, y luego el frío y suave corte de un objeto que se deslizaba por entre sus costilla para terminar saliendo por su espalda. Su queja se quedó dispersa en un apagado suspiro final.
Quien estaba a su lado había recuperado suficiente de su vista como para percibir como su compañero caía del caballo sin dar señales de queja. Para cuando logró desenfundar su arma, sintió como su montura se quejaba, pues algo la estaba abordando violentamente. Su grito de alerta se quedó a medio camino y lo único que abandonó sus labios fue un gorjeo y un burbujear incomprensibles. Antes de perder la conciencia fue capaz de ver como una espada le atravesaba el pecho de lado a lado. Trató de girarse, pero se desvaneció antes de poder ver la cara de quien yacía sentado detrás de él.
—No deben estar acostumbrados a combatir a distancia, ni desde la altura de sus monturas, son novatos —le dijo al único que quedaba y que ya había recuperado la vista por completo—. Han quedado ciegos y han tratado de buscarme en frente y en los alrededores, pero no se la ocurrido mirar hacia abajo y alejar sus monturas.
Los caballos ya se habían alejado un poco, dejando en el suelo, los aún calientes, cuerpos de los bandidos que hasta hacía segundos los estaban montando. La sangre se esparcía sobre las vías y sobre las ardientes arenas doradas, como un pequeño y cruel riachuelo. El de cabellos blancos esperaba que el sobreviviente se diera a la fuga, pero hizo todo lo contrario; Con una mueca que resultaba una incómoda mezcla de miedo y furia, desenvaino una especie machete y se arrojó al galope contra el peliblanco.
«Así son las cosas —con un hábil movimiento, se hizo a un lado, desarmo al sujeto y le propinó un profundo tajo en el antebrazo—. Este tipo me tiene miedo, pero aun así me ataca… Eso no me gusta; Quiere decir que tiene un jefe al cual le teme más que a mí y que conoce las consecuencias de regresar después de fallar.»
En el mundo criminal la vida de alguien estaba valuada respecto a qué tan útil fuera. Además, tampoco había segundas oportunidades para aquellos de bajo rango. Siempre había vacantes en los grupos de matones, por lo que no hacía falta conservar a alguien que hubiese fallado. Se mataban dos pájaros de un tiro: Se sentaba un ejemplo para los otros y se silenciaba a aquel que sabía sobre las actividades ilícitas de la agrupación.
—¡Espera… Te diré lo que quieras, pero no me mates! —Suplico desesperadamente, luego de caer de su caballo y de quedar con medio brazo colgando como si se lo hubieran fileteado.
—Que escandaloso ¿Por qué no muestras un poco valor y mueres sin suplicar? —Preguntó, con una indolencia y un desprecio absolutos.
El joven se acercó caminando hasta que el sujeto yacía, asustado y tembloroso, bajo su sombra. Sus grises ojos lo miraron, y en ellos no encontró duda o tan siquiera misericordia. Trato de articular algunas palabras, pero un veloz corte en la garganta lo sentenció a una muerte lenta y desesperante bajo el inclemente sol del desierto de Kaze no Kuni.
«Resulta inspirador el verte actuar de esa manera, Amó; Tan determinado. Tanto hielo en tu sangre y tanto fuego en tu corazón. Sin embargo… Te noto un tanto aburrido, ¿no has disfrutado del combate?»
«Esto ni merece ser llamado combate; Al final fue una simple ejecución, y eso es algo que no debería de disfrutarse.», aseguro. Mientras, envaino su arma y camino hacia el tren.
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El Takanashi tenía más de un truco bajo la manga, o bajo la capa mejor dicho. El jinete no tardó en intentar cargar contra él pero para ese momento Tatsuya ya tenía preparada su táctica; esquivó rápidamente el envite dejándolo pasar de largo y tras llevarse la mano a la espalda tomó de su cinturón la kusari que llevaba oculta para luego lanzarla a las patas traseras del caballo. El animal frenó su galope de forma brusca y el bandido se llevó la peor parte al caer de cara por el repentino freno, para rematar el enorme equino cayó encima de él.
"Puff..."
El Takanashi hizo una mueca al escuchar al tipo gritar, la velocidad del estrellón sumado al peso de la montura terminaron por dejar al sujeto chillando de dolor en el suelo, probablemente se había fracturado más de algún hueso despúes de aquello. Sin embargo no tenía tiempo para sentir lástima por el sujeto pues su compañero que se había levantado estaba a punto de lanzarle una nueva oleada de agujas.
—No me hagan perder el tiempo— Masculló molesto.
Un cadencioso paso hacia atrás bastó para esquivar las senbons, algunas de las cuales apenas si lograron rozar parte de sus cabellos. El bandolero estaba nervioso, al ya no tener a sus dos compañeros había perdido a confianza y ahora se le notaba más lento y torpe. Atacó de forma desesperada pero el de Taki sólo tuvo que agitar su espada frente a sí para desviar el ataque sin mayor esfuerzo. El matón estaba a punto de agarrar más agujas pero Tatsuya se le adelantó tomando dos shurikens, lánzándólas rápidamente hacia las manos del hombre.
—Fin del juego— Pronunció a la vez que el bandido chillaba por el dolor.
El hombre maldecía a viva voz al de la capa negra mientras sus manos sangraban por las estrellas metálicas que las atravesaban, pero ahora que ya ambos estaban inutilizados sin poder hacer nada él Takanashi tenía carta libre para ir a por el tercero que se había ido en dirección al cruce de vías. Se puso en marcha a toda velocidad rogando que no fuera demasiado tarde, no sabía cuales eran exactamente las intenciones de esos sujetos, pero no eran nada buenas de seguro.
Un grito a la lejanía le hizo apremiar el paso, al acercarse pudo divisar al caballo atado a un poste y no dudo en entrar al lugar. La escena que se encontró fue la de un anciano vestido como operador tirado en el suelo, ensangrentado y con mas agujas que un alfiletero. Una mujer y varios más trabajadores estaban en una esquina y sus miradas de miedo parecían querer advertirle algo.
—¡JA JA JA TE TENGO!— Clamó el matón que se hallaba escondido tras unas piezas de maquinaria.
Tatsuya rodó esquivado la ráfaga mientras juntaba ambas manos formando el sello de la serpiente y cuanto se posicionó una corriente eléctrica en forma de lanza salió disparada a toda velocidad contra el sujeto.
"¡Gian!"
Su técnica impactó de lleno en el sujeto y este salió disparado hacia atrás por la fuerza de esta, estrellando su nuca contra un tubo metálico que se encontraba detrás quedando noqueado en el acto. El resto de las personas aún se encontraban aterrradas, parecía que aún no procesaban todo lo que acababa de ocurrir.
—¿Se encuentran bien?— Preguntó preocupado. La mujer y los demás se limitaron a asentir con la cabeza, aparentemente estaban a la defensiva y no confiaban del todo en el Takanashi. —Tranquilos, yo no soy un bandido— Con sus acciones debería haber quedado más que claro, pero esas personas no estaban tan convencidas.
El Takanashi sacó entonces un carrete de hilo de su portaobjetos y caminó hasta donde yacía el bandido inconsciente, debía atar al sujeto para evitar que escapara.
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11/09/2016, 03:28
(Última modificación: 11/09/2016, 15:21 por Hanamura Kazuma.)
Con cada paso que daba se hacía más consciente de lo irregular que era su respiración y de las numerosas gotas de agua salada que manaban de sus poros. «Y pensar que me agitaría tanto por tan poca actividad.» El esfuerzo que requirió el acabar con aquellos bandoleros, apenas podía considerarse un calentamiento para alguien con su condición física. Sin embargo, el ambiente del desierto resultaba ser inconvenientemente desgastante.
Se tomó unos segundos y desabrochó el chaleco que tanto le oprimía. —Mucho mejor, esa cosa me estaba sofocando.
Paseo sus ojos por los alrededores y comprobó que nadie más se estuviese acercando a su posición. Se tomó un instante para observar a los caballos sueltos, aquellos a los que había dejado sin jinete. Sintió un poco de lastima por ellos, pero no era como si pudiera montarlos en tren y llevarlos consigo «Se nota que son animales acostumbrados al desierto... Estarán bien por su cuenta.»
Luego de asegurarse de que la zorrilla no estuviese dañada, subió a la parte trasera del tren, pero al tratar de abrir la puerta se encontró con que la misma estaba trabada «Seguro que fueron aquellos dos luego de oír el alboroto.» Tuvo que darle un buen golpe con la empuñadura de su espada para lograr que la cerradura le permitiese el paso. Al adentrarse, se encontró sumergido en la oscuridad de un compartimento de carga desierto. Recorrió aquel pasillo hasta llegar a la puerta que daba al siguiente vagón. En esta ocasión no requirió de fuerza para que el cerrojo le permitiera el paso.
Para su desagradable sorpresa, lo que le recibió fue un grupo de cerca de ocho ballestas apuntando intimidatoriamente hacia él, mientras que otras cuatro se encontraban justo en la nuca de unos cuantos que, por su uniforme, tenían que ser trabajadores del ferrocarril.
«¡Maldita sea! ¿Cómo has podido bajar la guardia de semejante forma?», se reprendió a sí mismo.
La situación no pintaba nada bien; Aunque pudiese moverse con la suficiente agilidad como para enfrentarlos y salir victorioso, aquello significaba una muerte segura para aquellas personas que habían sido tomadas como rehenes. Se movió un poco, como comprobando el balance que tenía dentro del tren «Quizás… Si soy lo suficientemente rápido» El siseo de un veloz dardo, que paso junto a su oído y que terminó por clavarse en el marco de la puerta, silencio sus pensamientos y disipó sus planes de hacer de sebo y lanzarse a una reyerta.
—Como te muevas de nuevo, el próximo te pinchara un ojo. —Declaro el que parecía estar al mando, y el que evidentemente tenía una buena puntería.
—Vale, ya he entendido en qué situación me encuentro. —Aseguro mientras levantaba sus manos en señal de rendición.
—Los jefes me han dicho que si encuentro a uno de esos estúpidos ninjas procure llevarlo ante ellos sin matarlo —dijo entre muecas visibles a través de su capucha—. Así que si te portas bien, y sigues las instrucciones, nadie tendrá que morir por tu culpa.
«Ya es un poco tarde para tus compañeros de a caballo —le contesto mentalmente—. Da igual; el sujeto puede que parezca idiota, pero es consciente de que si lastima a los pasajeros nada me impedirá despedazarlo antes de que tenga oportunidad de correr por ayuda.»
—Bien, llévame a conocer a esos jefes tuyos. —Declaró mientras se daba vuelta para comenzar a caminar.
Mientras tanto, en el puesto de control y mantenimiento de vías en el que se encontraba Tatsuya, el sitio fue rodeado. Era un grupo de doce hombres todos armados con peligrosas ballestas, listas para ser disparadas en cuanto se requiriese. Aquellos sujetos tenían las mismas directrices y también el mismo modo de operar; Tenían que llevar a aquel shinobi ante sus jefes. Para ello, y para evitar un encarnizado y poco alentador enfrentamiento de frente, debían de amenazar con quitar la vida a quienes no pudieran defenderse. Debían de tomar de rehenes a los operarios que quedaban en aquel sitio. Aquello resultaría sencillo y con poca sangre, claro está, si el Takanashi se decidía a cooperar.
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Al final de cuentas, atar al tipo no le serviría de nada. En menos de lo que tarda un bunshin en desaparecer una puerta metálica retumbó y desde el interior de la estación salió un hombre armado con una ballesta cargada, la cual no dudó en apuntarla a la cabeza de la mujer que se encontraba completamente aterrorizada. El espadachín casi podía imaginarse la retorcida sonrisa que tendría bajo esa pañueleta.
"Así que eso era."
Ahora entendía aquellas miradas de miedo y el silencio de los trabajadores, sabían que era una emboscada y no le advirtieron de nada. Pero eso no era el único problema, pronto logró escuchar como el relincho de una docena de caballos se acercaban y rodeaban la estación. Aquello llevaba las complicaciones a otro nivel, podía intentar cegar al hombre de la ballesta y así ayudar a los cautivos, pero el problema es que luego tendrían que quedarse atrincherados dentro de la estación en un punto muerto por tiempo indefinido.
Parecía que solo podría resignarse y esperar lo peor, pero aparentemente los planes de esos sujetos eran otros. El Takanashi esperó pacientemente sin quitarle la mirada de encima al de la ballesta, ni siquiera volteó a ver cuando otro hombre entro con paso pesado por la puerta. El hombre observó al anciano muerto en el suelo y luego posó la vista sobre cada uno de los presentes.
—Estos novatos, ni siquiera pueden hacer un trabajo limpio. ¡Solo tenían que tomar prisioneros!— Le gritó al matón.
El tipo se encogió asustado por el regaño y Tatsuya pensó que era momento para actuar, dió un paso al frente pero fue detenido cuando el recién llegado sacó una ballesta pequeña y dió un disparo que pasó justo delante de la cara del espadachín. Poco más y le hubiera hecho un agujero para piercing gratis.
—Yo que tú me quedaba quieto. Talvez puedas esquivarlo, pero dudo mucho que ellos puedan...-- Sonrió mientras apuntaba a los obreros con otra ballesta que tenía en su mano contraria.
El de Taki no respondió, simplemente dirigió su mirada lentamente hasta el sujeto.
—Ahora bien, ¿serías tan amable de acompañarnos a dar una vuelta? Si cooperas nadie más saldrá herido.
Una extraña sensación de alivio le inundó al escuchar que podría salir de ahí sin enfrentarse, no estaba seguro de si era buena o mala suerte, pero al menos le hacía menos presión. Mantuvo su silencio y simplemente caminó dispuesto a seguir a aquel hombretón.
—Buen chico— Dijo con tono macabro.
Ahora las dudas del espadachín eran otras; No era un ataque totalmente aleatorio, a pesar de que parecían enclenques se notaba que había alguien detrás organizándolo todo y que por alguna razón les había ordenado llevárselo.
"¿Pero porqué y para qué?"
Lo descubriría pronto.
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—¿Qué tanto miras, cara de cactus? Camina de una vez. —Fastidiaba el hombre con la ballesta tras él.
Se encontraba concentrado, percibiendo los alrededores y analizando la situación. Por lo que había escuchado y visto, podía suponer que se trataba de un grupo más o menos grande de bandidos. Se le hacía obvio que eran matones de poca monta, simples salteadores de camino, pero… Había algo más... Algo resultaba preocupante.
«Las actitudes de estos sujetos son como las de una manada de carroñeros, débiles, tontos y meramente oportunistas.» Pero la forma en la que se movían y las tácticas que habían utilizado le hacían dudar «Sin duda, tienen a alguien bastante experimentado dirigiéndoles… Alguien que presiento será peligroso.»
Lo hacían moverse con lentitud, prestando atención a cada movimiento, como si estuvieran escoltando a una bestia peligrosa, y asegurándose de que levantara sus brazos bien arriba. Así le mantuvieron hasta que llegaron a la parte trasera, por donde había abordado hacía unos minutos. Primero bajaron dos de los bandidos que le vigilaban mientras descendía.
Una vez que hubo bajado, le empujaron para que caminara nuevamente.
—¿Qué pasó con los demás? —Preguntó uno de los sujetos al ver a los caballos sueltos.
—Parece que este albino se tomó la molestia de preparar un banquete para los buitres.
El que había preguntado no entendía aquellas palabras, hasta que bordeo la zorrilla y vio aquel espectáculo de restos humanos, y arena bañada en sangre. —¡Negro, Hijo de puta! Dos de esos bastardos me debían dinero.
«¿De verdad, es eso lo que más te molesta?» Los criminales jamás dejaban de sorprenderle con su predecible actitud.
—Bueno, al menos te puedes quedar con sus cosas. Digo, no creo que puedan evitarlo en ese estado —aseguro uno de ellos, riéndose a más no poder—. Velo por el lado bueno; Solo eran tres pobres diablos novatos, y ha dejado los caballos ilesos.
—Vale, ya lo sé —reconoció a regañadientes—. Igual tenía la intención de apuñalar a aquellos dos mientras dormían.
El joven de ojos grises tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no tomar su arma y matar a aquellos sujetos. Varios de ellos se habían quedado dentro del tren, como seguro contra él. Pero no le habían quitado su arma, quizás por miedo a acercarse. Aquello explicaba por qué se mantenían a una distancia mínima de dos metros todo el tiempo.
Al final lo llevaron hasta un punto que estaba a unos cien metros del tren. No le dirigían la palabra, pero les escucho decir que tendrían que esperar a que el grupo que fue hasta el puesto de control llegara. Estando en un espacio tan abierto, fueron inteligentes y le obligaron a quedarse de rodillas con las manos puestas en la nuca.
«Creo que me he metido en un problema un tanto grande —de pronto comenzó a pensar en su amigo de ojos dispares—. De seguro Tatsuya está en algún oasis; Bebiendo agua fría de coco bajo la sombra de una palmera mientras que hermosas doncellas le ofrecen fruta fresca y vino dulce. Si, relajándose en una hamaca mientras el cálido viento lo arrulla y lo mece.»
Se sintió un poco celoso al imaginarse a él mismo haciendo todo aquello. «Y yo aquí, lidiando con estos imbéciles a los cuales no puedo ajusticiar como se merecen… Todo, mientras espero a otro grupo, que de seguro también está lleno de imbéciles como estos.»
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Los bandidos le obligaron a salir mientras dejaban un par de hombres dentro de la garita. Le ordenaron levantar las manos para asegurarse de que no hiciera nada raro. Aquello le incomodaba bastante debido a la herida que tenía en el hombro, además le hicieron caminar a pie mientras ellos iban cabalgando en sus monturas. Seguían la misma ruta que las vías del ferrocarril, lo cual puso preocupado al Takanashi.
"Acaso... ¿habrán atracado el tren?"
Con la locomotora varada todo se complicaba más, no parecía que la cosa fuera a terminar bien. Intentaba pensar en algo, pero el calor del desierto no le ayudaba a concentrarse; Ni soñar siquiera en intentar tomar agua, que los bandidos por nada del mundo le iban a dejar. Llegó un punto donde llegaron a la zona donde previamente se había enfrentado a los otros bandidos. Los caballos habían huido del lugar, no así los malhechores que no tenían mucho sitio a donde ir. Al ver al resto del convoy los dos matones malheridos pidieron ayuda a sus compañeros.
—¡Por fin! ¡Ayúdenme a quitarme estas cosas! Luego golpearé a ese malparido de mierda— Gruñó el que tenía las manos ensangrentadas.
Uno de los jinetes se bajó de su caballo y se dirigió al sujeto para sacarle las shurikens de las manos, los gritos agónicos no se hicieron esperar, pero el sujeto al menos parecía feliz de ya no tener el metal ensartado. Sin embargo esa felicidad le duró poco al ver como su compañero alzaba su ballesta contra él.
—Alto, espera ¡N-!— Se cortó cuando una saeta le atravesó en medio de los dos ojos.
—No estorbes.
El de ojos dispares no creía lo que acababa de ver, ese sujeto había asesinado a un aliado necesitado sin siquiera cambiar la expresión de su rostro. Por muy bandido que fuera no podía evitar sentir pena pues para él era un ser humano como cualquier otro.
—Kisama... ¡Dijiste que nadie más saldría lastimado!— No pudo evitar alegar. Se sentía demasiado indignado como para quedarse callado.
—Tú te callas o la próxima va para ti— Amenazó apuntandolé a la cara con la ballesta —Además él ya estaba herido, ya no era de utilidad— Rió mientras observaba las estrellas metálicas —Bonitas, creo que me las quedaré— Dijo mientras le enseñaba las shurikens en la cara al Takanashi para luego embolsárselas.
Estaba furioso, el pelinegro estaba muy enojado y no se molestaba en disimularlo. Apretó los dientes y gruñó, pero más no podía hacer.
—A... ayu...yuda...— Gimió el que se había caído del caballo.
Pero para él no habría una muerte rápida que le sacara de su agonía, el grupo siguío avanzando mientras dejaban vendido a ese hombre sin esperanza. El Takanashi caminaba ahora cabizbajo con el cabello ensombreciendo su rostro. La frustración e impotencia le invadían, pero debía controlarse si no quería que los civiles que se encontraban en el tren terminasen igual.
Se resignó a seguir avanzando, hasta no conocer toda la profundidad de la situación no podría actuar. Faltaba poco para llegar al tren, cuando a lo lejos divisó otro grupo de hombres que seguramente eran de la misma banda que la que le escoltaban. Sin embargo al levantar la mirada y acercarse pudo notar que había otra persona a quién tenían retenida.
"¿KAZUMA?"
Su sorpresa fue mayúscula. No tenía ni idea de que hacía ahí, se suponía que él se había quedado a tratar unos asuntos en el Lago del Recuerdo, pero por alguna razón se había involucrado en eso y ahora parecía estar en la misma situación que él.
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La espera se le hacía interminable, como el recorrido que aquel blanco y ardiente sol hacía por el cielo. Por alguna extraña razón, la inclinación del astro parecía ser siempre una vertical perfecta, como si el tiempo se hubiese detenido en un medio día perpetuo.
«Ellos parecen estar bien aclimatados.», pensó mientras veía como quienes le rodeaban no mostraban el mismo grado de incomodidad que él sentía.
A pesar de lo difícil de la situación, pues yacía capturado y a la espera de que ocurriese algo, se mantenía estoico y calmado, al menos de forma exterior. Respiraba lenta y ampliamente, dejando que el aire saliente escapara por sus labios de manera que soplara por sobre su pecho medio descubierto. «Quizás así pueda… Ventilarme un poco.»
Tuvo que pasar más de una hora recluido en aquella posición.
El primer indicio fue una reacción en quienes le custodiaban, dirigieron sus mirada hacia el sur. Lentamente, se fue haciendo visible el grupo de bandidos que se desplaza hacia su posición, moviéndose paralelamente a las vías del tren. El joven de ojos grises desvió su atención de ellos, pues no quería que pensaran que estaba alerta. Fingió unos cuantos cabeceos por agotamiento, pero en realidad, lo que trataba de hacer era prestar atención a sus alrededores, pues estaba casi seguro de que había alguien observándole, a la espera de ver como se desarrollaban las cosas. Tanto era su búsqueda de aquel líder o vigilante, que poca atención prestó a los otros que caminaban hacia su posición.
De repente alguien cayó cerca de él, empujado por quienes venían llegando. Un poco de arena al vuelo le obligó a cerrar los ojos, y aprovechó un breve momento de oscuridad para escuchar como aquellos matones intercambiaban palabras entre sí.
Por su parte, sus captores aumentaron el radio del círculo que encerraba al peliblanco y a alguien más. El espacio era suficiente como para que dos personas pudieran hablar en susurros mientras esperaban lo que el destino tuviese preparados para ellos.
Aunque su cara no lo demostró, la sorpresa del peliblanco fue mayúscula cuando recuperó la vista y reparo en quien yacía cautivo a su lado.
—Esperaba verte de nuevo… Pero no tan prontamente —reconoció con una calmada voz susurrante—. ¿Cómo es que has terminado haciéndome compañía en semejante situación, Tatsuya?
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"Inaudito"
Aquella situación lo tenía bastante alterado. Empezaba a temer que hubieran tomado el tren, más que sospechar lo daba casi por hecho.
—¡Hey. ¡Camina bastardo!— Le apremió uno de los matones que le escoltaban al ver que el Takanashi se había quedado medio atontado con todo el asunto —No te quedes ahí parado. ¡Anda!
La verdad es que la caminata lo tenía fatigado a más no poder, el sol de mediodía era insoportable y tras recorrer las vías del tren apenas si podía dar otro paso más. Los pies le pesaban y tenía una sed del demonio, pero se las arreglaba para mantenerse parado. Le obligaron a acercarse al resto del grupo y luego le propinaron un empujón que le hizo caer bruscamente al suelo, comiéndose algo de la arena que se había levantado en el proceso.
—¡Puaj, ahhg, puaj!— Trataba de escupir.
—Esperaba verte de nuevo… Pero no tan prontamente— Aquel tono relajado era más que familiar. Efectivamente, ahora se encontraba cara a cara con el peliblanco—¿Cómo es que has terminado haciéndome compañía en semejante situación, Tatsuya?— Le inquirió por lo bajo su viejo amigo.
—Eso mismo iba a preguntarte yo a tí— No tuvo necesidad de bajar la voz, su garganta estaba tan seca que le costaba hablar de por sí —Te explicaría la situación de no ser porque no se que demonios está pasando aquí.
No parecía un asalto normal a un tren de pasajeros, si quisieran bien podrían haber tomado las pertenencias de los pasajeros e irse, pero en vez de eso habían tomado rehenes. Simplemente no cuadraba.
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—Eso mismo iba a preguntarte yo a tí— No tuvo necesidad de bajar la voz, su garganta estaba tan seca que le costaba hablar de por sí —Te explicaría la situación de no ser porque no se que demonios está pasando aquí.
—Ignoro tanto como tú, compañero —le aseguro al de ojos dispares—. Quizás podamos juntar lo poco que ambos sabemos, de manera que logremos discernir los hechos y saber qué es lo que sucede.
Normalmente no tenía necesidad de analizar los distintos caminos que le habían llevado a una situación de peligro. En general, los bandidos y los matones utilizaban un teguchi más o menos similar, pues sus objetivos no solían distar mucho del robar y matar habituales. «Pero en esta ocasión las cosas son… Diferentes.» La organización de aquellos asaltantes era bastante buena y su modo de actuar delataba que, quienes fuesen los que estaban a cargo, buscaban algo más que simplemente asaltar un tren.
—Yo tenía que reunirme con una intermediaria de negocios en el Lago del recuerdo —comenzó el Ishimura—, pero como sus vías de comercio se vieron afectadas por la actividad de los bandidos, no tenía lo que fui a buscar —trataba de explicar de forma clara que lo había llevado allí, susurrando mientras se aseguraba que nadie les escuchara—. En vista de la situación y consciente de que el encargo aún tenía que hacerse, decidí tomar el pago que correspondía a la mediadora e ir directamente a la fuente del asunto para completar el negocio. Eso implicaba que tenía que ir hasta Inaka por mi cuenta.
»Lo siguiente que supe es que me había ofrecido el utilizar una zorrilla y un par de sus mejores trabajadores para cruzar el desierto y llegar a la siguiente estación donde la locomotora tendría que repostar. Nos pusimos en marcha y luego de unas horas nos encontramos con que el tren estaba detenido. Cuando trate de abordar me atacaron un trió de ellos, pero resulto ser solo un cebo, pues cuando entre ya tenían rehenes y un montón de ballestas preparadas para disparar.
Aquella cadena de sucesos desafortunados resumía bastante bien como es que el joven de piel morena había terminado envuelto en semejante contrariedad.
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Tatsuya miraba a de reojo a los bandidos mientras escuchaba al Ishimura, asegurándose de que no les estuvieran prestando atención. Por suerte los sujetos estaban lo suficientemente ocupados en sus asuntos como para fijarse en lo que estaban o no haciendo el par de genins.
—Creo entender— Asintió levemente cuando el Ishimura terminó de hablar —Yo también me dirigía a Inaka a buscar a cierta persona y por eso había tomado este tren. Sin embargo tuvo un desperfecto mecánico relacionado a la caldera y se quedó varado aquí en medio del desierto— Negó levemente con la cabeza —Los encargados decían que había que ir a buscar un mecánico en la garita de control que estaba próxima, pero tenían miedo por los bandidos, así que yo me ofrecí para ir a buscarle. Al final un grupo de tres bandidos terminó emboscádome al igual que a tí, si bien pude neutralizarlos para cuando llegue al cruce de vías habían matado al que parecía el encargado de la garita.
Se detuvo a pensar en lo terrible de la situación, se sentía frustrado al saber que no pudo llegar a tiempo para deterlos.
—Luego de eso un grupo grande rodeó la garita y tuve que ceder para evitar que lastimaran al resto del personal. Me dijeron que los siguiera y pues aquí me tienes contándote la historia.
Sin embargo había una pequeña espinita que le molestaba, algo relacionado a lo que dijo el botones del tren.
"El camarero dijo que por norma general no suelen atacar a los trenes de pasajeros, pero en este caso se han tomado demasiadas molestias solo para ello. Eso significa que su objetivo es otro, ¿pero cúal?"
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Los genin intercambiaron sus historias. Al de blanca cabellera le quedó bastante claro como su compañero había terminado en aquella situación, pero aun así seguía sin entender del todo lo que estaba ocurriendo.
«Me gustaría tener un poco más de información.», pensó mientras recordaba aquel viejo proverbio que le repetían hasta el cansancio en las clases de la academia. «Un ninja desinformado es un ninja vulnerable, pues el miedo a lo desconocido y las consecuencias de la ignorancia nos acechan a todos por igual.», recitó mentalmente.
Sin previo aviso, los sujetos que les mantenían cautivos se pusieron tensos y en alerta—. Allí, algo se acerca. —Le dijo a su compañero mientras señalaba con su barbilla a lo que parecía ser un remolino.
Se acercaron amparados por una densa nube de polvo, provocada por el galopar de una veintena de caballos guiados por jinetes con rostros cubiertos. En la vanguardia de aquel grupo, se podía distinguir a dos sujetos que cabalgaban el uno al lado del otro, como líderes de una banda donde nadie podía, o se atrevía, a igualarse con ellos en cuestiones de dominio y capacidad. Se detuvieron a una distancia de unos quince metros de donde estaban los cautivos, arrojaron unas cuantas miradas a los alrededores y comenzaron a repartir órdenes y a hacer preguntas. Para cualquier ninja con experiencia, se hacía obvio que la distancia que habían tomado estaba fríamente calculada, quedándose fuera del rango medio de la mayoría de ninjutsus. También era adrede su forma de ignorarlos, una manera típica de engañarlos y hacer que bajasen la guardia cuando su oponente, en realidad, está en alerta máxima.
Pasados unos minutos, ambos jinetes misteriosos se acercaron hasta donde estaban los muchachos… Un leve escalofrío recorrió el cuerpo del Ishimura. Con solo estar frente a ellos podía darse cuenta de que eran un par de sujetos fuertes. Mentalmente realizó una comparación de sus fuerzas… Una gota de sudor frío bajó por su frente y una leve ola de vigorizante adrenalina llegó a su corazón, pues concluyó que… de enfrentarlos a ambos juntos, perdería y moriría inevitablemente.
—¿Bonito día verdad, mis señores? Ha sido un alivio el que todo saliese como se planeó, tenía miedo de que las cosas se arruinaran. —Dijo alguien a quien no vio llegar, pues se había quedado abstraído pensando en la situación presente.
Era un sujeto cuyo aspecto podría definirse como “común y corriente”. Lo único resaltante que tenía era que parecía el tipo de personas curiosas que no tienen pelos en la lengua a la hora hacer preguntas. Aunque… había una cosa más que llamó su atención; el sujeto estaba vistiendo el uniforme de aquellos que trabajaban como camareros en el tren.
«¡Pero qué… ¿Qué significa esto?!» Un par de sujetos que indudablemente provenían del tren se dirigían hacia los jinetes recién llegados.
A este par si lo conocía el de ojos grises; Aquel tamaño y masa muscular eran inconfundibles, mas aun por el maletín que llevaba uno de ellos. Se trataba de los trabajadores que aquella intermediaria le había facilitado para que pudiera alcanzar el tren. Con todo aquello de la pelea, se había olvidado de ellos por completo, confiado de que con su tamaño estarían bien, y les había encomendado la valija que se suponía no debía perder bajo ninguna circunstancia.
La situación no solo era confusa, también se evidenciaba como poco alentadora.
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25/09/2016, 17:17
(Última modificación: 25/09/2016, 17:18 por King Roga.)
La conversació fue interrumpida por la llegada de dos invitados que llegaron montados a caballo. Trasmitían un aire amenazador con solo verlos y todos los demás bandidos mostraban una extraña mezcla de temor y respeto ante ellos, por lo que era fácil deducir que ellos eran los verdaderos jefes detrás de todo ese embrollo. Tatsuya trató de mantener el perfil bajo, con la cabeza gacha pero sin dejar de ver a los nuevos integrantes de la fiesta. Sabía que si los tenían retenidos era por que querían algo de ellos y probablemente no los lastimarían, pero tampoco quería tentar a la suerte y arriesgarse a cometer una estupidez .
De repente una voz se acercó desde atrás y salió al encuentro de los dos matones. El de ojos dispares se quedó perplejo al darse cuenta de que el mismo botones con el que había dialogado ahora estaba ahí tan campante. También llegaron dos extraños hombres musculosos, que no tenía ni la más remota idea de dónde habían salido.
—¿Na-nan... dato?— Balbuceó de forma inenteligible al escuchar que el empleado del tren también estaba involucrado en el plan.
Su relajada expresión se vió alterada por lo extraño del asunto, ahora se había quedado boquiabierto y con unos ojos de huevo estrellado. Trataba de pensar rápido, su compañero pareía estar igual de confundido que él, las cosas no eran lo que parecía.
"No puede ser. Ellos de entrada ya tenían a alguien infiltrado entre los trabajadores del tren para poder realizar el atraco. Pero entonces no tiene ningún sentido que me haya advertido sobre los bandidos y me diera la información para ir a la garita, además esos sujetos, tienen la valija de Kazuma-san. A menos qué... No, imposible, no "
La única opción es que ambos shinobis hubieran sido engañados y que el asalto al tren no fuera más que un pretexto. El verdadero objetivo eran ellos dos, pero carecía de total sentido. No encontraba ningún motivo válido por el cual armaran todo eso con tal de atraparlos. No se iba a sacar nada con teorías, trató de relajarse. Había una manera de saberlo, y estaba en forma de dos hombres que se encontraban parados enfrente de él. Miró al Ishimura de reojo y luego volteó la vista hacia los dos matones, sacó valor de saber ni donde y se atrevió a dirigirles la palabra.
—¿Qué es lo que buscan de nosostros?— Preguntó de golpe.
Ni tenía sentido soltar más, no tenía sentido cranear las preguntas y tampoco estaba en posición para exigir respuestas. Pero esperaba al menos averiguar que demonios era lo que estaba ocurriendo. No iba a mostrarse altanero, pero tampoco tenía intención de dejar ver que se hallaba intimidado.
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—¿Qué es lo que buscan de nosotros?— Preguntó de golpe.
Uno de los lideres desmontó su caballo y comenzó a caminar hacia donde estaba el Takanashi. Sus movimientos eran fluidos y elegantes. Los demás bandidos dieron un paso hacia atrás, como quien teme verse involucrado en una pelea muy peligrosa. Cuando estuvo más cerca, se agacho hasta quedar a la altura de Tatsuya, y apartando la tela que cubría su rostro habló:
—¿Qué queremos de ustedes? —aclaro la pregunta—. ¿No estás siendo demasiado presuntuoso al suponer que tienen alguna importancia para nosotros?
El Ishimura lo observó con atención; Sus ojos eran de un color ocre como la tierra y transmitían cierto grado de crueldad y sadismo. Su piel bronceada y aquella corta barba negra le daban un aspecto rudo y malicioso. Pero lo peor era su voz, pues hablaba con una serie de silbidos y siseos similares a los de algún reptil amenazante.
—Aun no te das cuenta, ¿Verdad, chico tonto? —Su sonrisa era despectiva a más no poder—. El plan era que si había algún ninja dentro del tren, alguien temeroso, necesitado y medio marica le convenciera de salir en busca de ayuda.
Por lo que todo había sido una farsa: El sujeto estaba confabulado con algún otro para hacer que el tren se detuviera. Para no estar en peligro, buscaría a cualquiera que pudiese parecer un ninja y le expondría su drama y debilidad para sacarlo del vagón, mandandolo a un sitio donde sería mucho más fácil de emboscar.
Al ver como el de ojos dispares comprendía todo, el ”camarero” añadió algo más a la burla:
—¿No te han enseñado que en la vida de los shinobis no se perdonan los actos de inocencia?... O de estupidez en su defecto.
Uno de los sujetos musculosos se acercó hasta el líder que seguía en su caballo y le ofreció el portafolio de Kazuma. El bandido desmonto y, luego de tomar el maletín se encaminó hacia donde yacía de pie el infiltrado en el tren. El de voz serpentina, se alejó de Tatsuya, como si hubiese perdido interés en él, y se acercó curioso a aquellos dos enormes tipos musculosos.
—Debo agradecer esta gran oportunidad de negocios a Michiko —dijo mientras se deleitaba con el contenido de la pequeña, pero importante, valija.
—¿Te refieres a la intermediaria? —Preguntó Kazuma, confundido por sus palabras.
Se quitó el velo que cubría su boca antes de responder.
—Efectivamente —contesto—. Ella fue la que nos avisó que vendrías, también fue la que facilitó al sujeto que detuvo el tren y a los dos grandotes que se aseguraron de que llegarás justo a tiempo y por donde se debía.
Al mirarlo distinguió sus rasgos; Su ojos eran azules como el cielo y de ellos emanaba una considerable sensación de dominio y brutalidad. Su piel también era de color tostado, pero su barba era desordenada y blanquecina. Aquello le concedía un aire de experiencia y dureza. Esas cualidades eran acentuadas por una voz profunda y altanera.
—Generalmente esa perra solo nos hace perder el tiempo, pero esta vez ha logrado que nos saquemos el premio gordo —rió estruendosamente—. Bien lo dicen por ahí; “cuídate de la ira de una mujer rencorosa”.
Ahora todo tenía sentido: La amabilidad, las facilidades para alcanzar un tren que convenientemente se había detenido. Aquella mujer no estaba dispuesta a dejar ir el que pudo ser el jugoso pago por sus servicios fallidos. Así que, rápida y maquiavélicamente, urdió un plan para salirse con la suya y obtener lo que codiciaba.
«¡Manipulado como una estúpida marioneta!… Qué vergüenza»
—Entonces… Si pudiéramos conversar el correspondiente botín de nuestra señora —señalo el sujeto que había mandado al Takanashi hacia una trampa, cuando el de barba blanca comenzó a caminar de nuevo hacia su caballo.
—Como tú mismo dijiste: “En la vida de los shinobis no se perdonan los actos de inocencia”. Y aunque ustedes no son shinobis, sí que han sido muy inocentes… Y estúpidos también.
Se giró sobre sí mismo y, en un parpadeo, desplegó un fuma shuriken que arrojó con todas sus fuerzas. Al infiltrado apenas le dio tiempo de hacer un gesto de espanto. Las aspas de acero cortaron su cuello, produciendo una vigorosa lluvia de sangre que amainó luego de que la cabeza degollada diera una cuantas vueltas sobre la arena.
El Ishimura se planteó el tomar ventaja de la distracción y dirigió su vista hacia donde estaba el otro delincuente. Pero lo encontró totalmente alerta y armado, con un par de Wakizashis en sus manos y con dos enormes cuerpos, muertos y con las tripas hacia fuera, a sus pies.
—¡Ustedes también deben tener alguna estúpida opinión para dar, ¿cierto?! —Su mirada era amenazante e iba dirigida a aquel par de jóvenes genin.
Dada la situación, lo más peligroso sería el no contestarle.
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