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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Había pasado ya un año desde aquel fatídico evento que marcaría un antes y un después en la vida de muchas gente sino el mundo ninja en su totalidad. Algunos lo habían vivido de una forma y otros de otra manera pero si algo había quedado claro es que nadie podría negar lo sucedido.

Durante todo aquel tiempo, el shinobi se había dedicado a continuar templando su conocimiento pero también indagando en formas diferentes de entrenamiento. Esto tendría como consecuencia directa que lo demás fuese quedando en un plano secundario, principalmente uno de sus deberes como shinobi, las misiones.

En el silencio de su habitación, en una casa que alguna vez supo ser el hogar de más personas, el shinobi movía unos carpetones que contenían paginas y borradores de una de sus últimas creaciones. En el centro de un escritorio se hallaba delicadamente posicionado un pergamino que contenía la descripción de un encargo de la oficina de la Arashikage.



Misión rango D


Peticionario: Propietario de la Florería de Amegakure
Lugar: Oficina de reparto de la Florería de Amegakure
Solicitud: A causa de la llegada de la Primavera y la exposición constante al polen, dos de nuestros mejores repartidores se encuentran incapacitados de cumplir con su trabajo. Se precisa de al menos dos ninja que tengan la capacidad de realizar las tareas de reparto de encargos durante la jornada del día de la fecha.

Ya está todo listo.

Comentó al aire comprobando que todo lo que podría llegar a ocupar se encontraba dentro de cada uno de los compartimientos correspondientes, su portaobjetos se encontraba tan vació como siempre lo había estado pero siempre venía bien para guardar cosas, en ese instante el pergamino tendría todo el espacio que quisiese ahí dentro.

El reloj de la habitación marcaba las 07:30 de la mañana, faltaban unos minutos para que arrancara la jornada. Mogura se dispuso a marchar al punto donde comenzaría su día.

Una misión después de tanto tiempo, se siente un poco extraño.

Normalmente los jóvenes shinobi arrancarían a forjar un historial de misiones al salir de la academia, algunos por su sentimiento del deber o por necesidad economice, lo cierto era que el joven médico nunca se vio necesitando dinero y su sentimiento del debe habría tardado tiempo en despertar, incluso habría tenido que morir una vez antes de que lo tuviese como un código más palpable.

Sin prisa pero sin pausa llegó a la oficina de reparto unos minutos antes de la hora de apertura, dato que podría ser fácilmente confirmable por el reloj digital que había en la vidriera de una convenientemente posicionada chocolateria.

¿Quién será la otra persona...?

Pensaba bajo su emblemático paraguas que lo cubría de la lluvia. La identidad de su compañero de misión era un completo misterio, solamente estaba al tanto de su existencia por el enunciado del propio pergamino.

Poco a poco los locales iban presentando los primeros rastros de acción, el día en la urbe tecnológica que era Amegakure estaba por comenzar.
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#2
El ajetreo de la noche pasada no había sido menor a lo acostumbrado, la rutina se estaba convirtiendo en algo totalmente ajeno a lo suave y monótono. Las cuentas, los números, los productos por comprar y los comprados, los clientes, su amiga y socia, el local... todo era un continuo y tremendo cacao. ¿Cómo diablos la gente de a pié lo llevaba tan plácidamente? Quizás era el hecho de tener 2 vidas, la civil y la de kunoichi, lo que la estaba llegando al límite entre el estrés y la locura. Pero ya se sabe... quien no trabaja duro por lo que quiere, no consigue mas que una mierda con un bonito lazo rosa, o con un poquito de suerte color celeste; pero de éstas últimas suelen racanear.

Por suerte o desgracia, al menos tenía a su socia para echarle un cable siempre. De vez en cuando podía darse el capricho la genin de no asistir al local, alegando que estaba en algún tipo de misión. No era mentira, y además la ayudaba a relajarse, por raro que eso pudiese parecer. ¿Alguna idea de lo pesado que puede ser un tipo con 4 copas de mas viendo que una chica menor de edad tiene un negocio propio? La palabra pesado se queda corta en significado, de seguro.

Buscando un poco de descanso, el día anterior la chica había ido en busca de una misión, y obviamente avisado a su amiga de que no iba a asistir al local por un par de días. Como de costumbre, la falta de problemas hizo gala de presencia.

La Sarutobi se tomó el respiro con calma, ni tan siquiera se molestó en ver demasiado los detalles del pergamino —Ayudar en una floristería— ya tenía suficiente información, aunque había dado por alto que en ésta tendría algo de ayuda. Despertó casi a las 6 de la mañana, cuando la misión no comenzaba hasta cerca de hora y media mas tarde; pero una chica debe cuidar su estética. Comenzó dándose una ducha, eligió bien su vestimenta, tomó sus pocos útiles como kunoichi, y terminó desayunando un par de rebanadas de pan con mermelada de frambuesa acompañadas de un vaso de leche tibia. Si os preguntáis el porqué, la respuesta es sencilla, porque si.

«Bueno... ya va siendo hora.» Pensó la chica cuando por casualidad volvió la vista al reloj de la pared. En éste, las agujas marcaban las 7 y 20.

Sin mas, la chica dejó en el lavadero el plato, así como el vaso, y tras ello elevó un poco el pañuelo rojo que solía cubrir la mayor parte de su cuello. Dejó atrás el pasillo de la casa, cerró la puerta, y guardó en uno de sus bolsillos las llaves de la casa. Pasaba de esas ideas absurdas de guardarlas bajo el felpudo, o en un macetero... nada mejor que los bolsillos de una kunoichi. Tras asegurarse mentalmente de que no olvidaba nada, tomó rumbo a la floristería.

Bajo la lluvia no tomó ni la preocupación de defenderse bajo la protección de un paraguas, total el agua es agua, para nada cosa mala. Caminó con paso fluido y alegre por las calles de Amegakure, disfrutando el casi silencio de la ciudad que apenas duerme. Casi silencio, pues aunque fuese realmente temprano, siempre había gente por esas calles. La chica caminó de manera automática hasta toparse con la puerta de la floristería, casi ausente de lo que la rodeaba. Frente a ella, un chico con un paraguas, y un recinto cerrado.

Tsk! vaya faena... —Se quejó la chica, para tras ello dejar caer un suspiro. —Oye... ¿sabes a qué hora abre ésto?

La pregunta iba directa al chico del paraguas, sin saber realmente de quién se trataba dada la penumbra que el mismo reflejaba a su portador. Entre tanto, tan solo tenía una única opción... esperar. La floristería no abriría antes por mucho que le doliese.
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#3
La lluvia de la primavera en Amegakure podría sentirse diferente que la de invierno, de eso no habría duda alguna pero era muy probable que siguiese escuchándose igual. Al menos así era para Mogura, quien disfrutaba de la lluvia desde la comodidad de su paraguas.

Escuchando pasos ajenos giró su mirada en la dirección de donde provenían y pudo apreciar como la kunoichi se iba acercando cada vez más hasta prácticamente detenerse junto a él. Por unos segundos sintió que el tiempo se había detenido por completo.

No puede ser...

Le costaba un poco creer que la persona que tenía a su lado en aquel instante era la misma que había dejado de ver por un año completo. Pero se veía como la Sarutobi con la que había tenido varios encuentros, una queja y un suspiro fueron su presentación después de tanto tiempo sin hablar, aún así la voz de la muchacha le resultó familiar.

Debería... abrir en un par de minutos... Ho-Hola...

Contestó a la peliblanca llamando su atención a la vez. Se inclinó ligeramente hacía delante y giró su mirada hacía la de la kunoichi, su intención era verle el rostro mejor y poder confirmar si era realmente ella. ¿Qué tantas probabilidades tenía de cruzarse con una persona con pelo blanco y ojos rojos y que además fuese una ninja?

En el rostro del joven médico una mueca titubeante de seriedad se iba transformando poco a poco en una sonrisa. De un momento a otro un carrusel de emociones empezaba a manifestarse dentro suyo, no deseaba quedar como un ridículo si no fuese la persona correcta, pero eso no mantenía los nervios a raya y una parte de él realmente parecía desear que fuese la peliblanca con la que había muerto una vez.
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#4
El chico que se hallaba bajo la penumbra del paraguas giró levemente para ver de quién se trataba con respecto a la pregunta que acababan de lanzarle. Para aquél entonces, la maldita penumbra seguía ocultando gran parte de su rostro. La chica quedó expectante, y éste zanjó el breve silencio rápidamente. Confirmó que no podía quedarle demasiado para abrir al establecimiento, así como surcó su mente con viejos recuerdos. Terminó saludando, pudiendo golpear con ello aún mas fuerte en la cabeza de la chica. La Sarutobi quedó por un momento sin respuesta, en silencio bajo el torrente de agua. ¿Qué decir a alguien que no ves desde hacía un año por completo? Sin duda, su rostro se ruborizó, y casi le invade el nerviosismo. Casi, porque ante éste tipo de situaciones siempre suele haber una salida bien fácil.

Moguraaa!! —Inquirió la chica abalanzándose sobre el sujeto, y tomándolo en un fuerte abrazo. Sin mas aviso que el llamamiento, lo alzó con todas sus fuerzas y dio un par de vueltas. Obviamente, su fuerza no era una de las principales cualidades por parte de la chica... y todo terminó... por los suelos. La chica resbaló, nada extraño en un terreno mojado, y ambos cayeron al empapado suelo. Irónicamente, no estaba segura al cien por cien de que fuese su amigo, pero hizo un "all in" en su instinto.

Auch... jajajaj...

Pese a haber caído al suelo, su alegría era envidiable. Casi parecía que había ganado una lotería, en vez de haber caído al suelo y haberse mojado... bueno, tampoco había demasiada diferencia entre antes y ahora —Aunque para el médico no era así.— el pobre había caído al igual que la chica, y de seguro que el antes no estaba mojado. Pero en fin, ya se secaría en un rato.

Cuanto tiempo! Casi parece que hiciera un año que no nos vemos... jajaja

Sin duda, no lo parecía, lo había pasado. Un año completo, con sus 365 días, festivos incluidos.
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#5
Contrario a su método de apuesta, la kunoichi se jugó al todo por el todo. Mientras que el shinobi trataba de dar pasos pequeños pero seguros tratando de hacer un pequeño contacto visual o cosas por el estilo, la muchacha directamente siguió una corazonada y se lanzó con todo a darle un abrazo al joven médico.

¡¡Katomi!

Dijo con un nivel de emoción igual de grande, a lo mejor podría faltarle iniciativa a causa de ser un poco precavido pero no le faltaron ganas al corresponderle el abrazo a la Sarutobi, a fin de cuentas tenía suficientes pruebas para concluir que aquella era la persona que creía. Trabados en un abrazo y girando torpemente el equilibrio se iría perdiendo exponencialmente hasta terminar en el piso, el mojado piso de las calles de Amegakure.

Ouch... jajaja

Se lamentarían juntos al caer al piso pero sin duda alguna la risa aplacaría cualquier dolor que podrían haber llegado a sentir. Su paraguas habría dejado de cubrirlo y producto de eso la lluvia se encargaría de empapar tanto como pudiese del muchacho de cabello azabache.

Si... un año entero... Me cuesta un poco creerlo...

Sus ojos cafés se posaron sobre los orbes rojos de la peliblanca. A esa distancia podía llegar a apreciar aquellos detalles que la delataban como una persona y no una perfecta muñeca de porcelana, pero esa era la kunoichi que él conocía. Estiró sus brazos nuevamente y la volvió a abrazar durante un par de segundos más.

Realmente eres tu, Sarutobi Katomi...

En su rostro había una autentica y sincera sonrisa, incluso si hubiese querido no podría haberle escondido aquella mueca tan verdadera.
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#6
Mogura no dudó un solo segundo en corresponder al abrazo de la Sarutobi. Con el mismo entusiasmo o al menos cercano al de la chica, ambos comenzaron a girar en un potente tornado azabache y blanco. Pero por suerte o desgracia, esos fenómenos naturales de viento siempre terminan disipándose; ellos no tuvieron tanta suerte, terminaron en el suelo y llenos de agua. Pero ésto no hizo mas que provocarles una carcajada, les dio completamente igual el caerse así como el mojarse. Ambos se partieron de risa, sin saber verdaderamente el motivo —Felicidad— aunque realmente podía intuirse.

Una año entero sin verse, era algo realmente duro. ¿Cómo había pasado tanto tiempo ajena a todo y todos? Bueno, realmente no era difícil darle respuesta a tan sencilla pregunta. Había pasado todo el año dándole casi el 70% de su vida a armar su negocio, darle consistencia, buscar clientes, asociarse, hacerle competencia a su padrastro, y por supuesto entrenar. Las pocas horas restantes del día las tomaba única y exclusivamente para descansar. ¿Qué mínimo?

Si... ha sido mucho tiempo.

Sin mediar mas palabras, el chico volvió a abrazarla. En su rostro se dibujaba la mas sincera de las sonrisas, mientras que de sus labios salía una frase que quizás resaltaba su añoranza. La escena comenzaba a verse algo dramática, y eso que había comenzado como una tira cómica de periódico.

Ey, ey, ey! No te me pongas a llorar, ¿eh? —Inquirió la chica, para tras ello volver a reír.

La Sarutobi apretó aún un poco mas el abrazo, y tras ello despeinó al chico en un gesto amigable. Tampoco iban a quedarse toda la mañana así pegados como lapas. No sería ni ético ni profesional. —Oye... ¿cómo que estás aquí esperando? ¿Quién es la afortunada a la que regalarás unas flores?

Obviamente, no había pensado que su compañero estaba allí por la misma misión que ella. Tomó la decisión de sonsacar sobre la vida amorosa de su amigo, sin saber nada realmente de si su duda era cierta o no. En fin, también servía de excusa para separar un poco el abrazo. Aprovechó e incluso se puso en pie, y comenzó a sacudirse levemente las manos. Antes de sacudirse, le tendió la mano a Mogura, ayudandole a levantarse.
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#7
Parecía ser que la decisión de cambiar la rutina y dedicarse a cumplir con su deber como shinobi era justo lo que se necesitaba para poder volverse a cruzar con la kunoichi. Sin duda algunas no podría arrepentirse nunca de su decisión.

Cortando con el tono tan emotivo que parecía estar queriendo tomar la conversación, la kunoichi reclamó que no hubiese lagrimas por parte del joven médico acompañando sus palabras con una risa.

Para que eso pasara tendría que estar triste...

Respondió con una sonrisa en el rostro mientras agachaba ligeramente la cabeza a la vez que su cabello era despeinado por la Sarutobi. Quizás la muchacha se refería a lagrimas de felicidad pero en aquel puntual momento el chico de cabello azabache no tenía demasiada cabeza para pensar en detalles tan finos.

Tras escuchar la pregunta de su compañera y amiga no pudo evitar dejar escapar una pequeña risa, todo el tiempo que había pasado durante aquel largo año no lo había aprovechado para forjar nuevas relaciones así que no podía decirse que hubiese una persona en particular a la cual tuviese flores que darle.

No creo que haya llegado a mi vida esa afortunada a la cual regalarle flores jajaja... Estoy esperando que abra este local... vengo a realizar una misión.

Comentó ayudándose de la chica de orbes rojos para ponerse de pie y acomodarse un poco las ropas.

¿Qué hay de ti? ¿Vienes a buscar flores para alguien en particular o a lo mejor tienes en mente unos chocolates?

Devolvió la pregunta con una intención similar, señalando con un pequeño gesto de su cabeza la estratégicamente posicionada chocolateria al otro lado de la calle, si uno buscaba agasajar a esa personita especial sin duda alguna aquel rincón de Amegakure facilitaba la tarea un poco.

No pasaría mucho tiempo antes de que un par de carteles del interior de la florería se encendieran y la puerta sonara con un cerrojo seguido de una pequeña campana, seguramente la persona encargada de abrir la tienda ya estaría dentro desde antes y estaría haciendo tiempo dentro del local en vez mojarse fuera como el dúo protagonista.
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#8
La chica había advertido al médico que no le llorase, que eso estropearía la situación. Para éste, no había ningún motivo para llorar, después de todo no estaba triste si no mas bien lo contrario. No tenía gana alguna de llorar, mas bien quería sonreír. ¿De verdad éste chico era médico? Si no sabía que se puede llorar también por felicidad... En fin, tampoco era para apuntarle con una pistola en la cabeza y obligarlo a confesar dónde había sobornado a los profesores que lo tomaron por genin médico. Al menos no hoy, quizás otro día.

Cuando la peliblanca le preguntó por la afortunada a la cuál regalaría flores, éste respondió que no había ninguna. Pero eso no fue lo mas interesante que dijo, según argumentaba estaba allí para realizar una misión. La Sarutobi alzó una ceja, manteniendo por un instante una clara sinfonía de duda en su rostro. ¿Una misión? Antes de que ésta llegase a hacer o decir algo mas, el médico devolvió la pregunta a modo de pelota de badminton. Rápido y audaz, atacó de la misma manera que la chica lo había hecho con anterioridad.

Pues... la verdad es que venía también por una misión. —Admitió mientras tomaba el pergamino. Justo tras ello, lo desenrolló hasta poder avistar las primeras letras. —Ostras... ni me di cuenta de que ésta misión era para dos genin. Si que ha sido una suerte... y yo una despistada por no leerlo todo... jajaja.

No tardó en resguardar de la lluvia el pergamino, volviéndolo a enrollar y guardar en el mismo sitio. Para cuando hizo ésto, un sonoro ruido parecido al de una campana resonó desde dentro de la tienda. No tardaron en prenderse las luces, así como una mano volteó el cartel que decía "cerrado", y que pasó a poner "abierto".

Los princesos primero. —Inquirió la chica mientras daba paso al chico gestualmente así como con palabras.
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#9
Parecía que al terminar el día ambos eran shinobi y kunoichi, habrían tenido mil maneras diferentes de llevar aquel año en el que no tuvieron contacto alguno pero al retomar su labor como ninja terminaron coincidiendo en la misma misión ¿Habría sido lo necesario para reunir a dos buenos compañeros? Aparentemente.

Nos ha tomado un tiempo... pero parece que al final si vamos a ser compañeros de equipo...

Comentó con una ligera sonrisa en el rostro recordando un poco de aquella conversación que tuvieron en el Gran Lago de la aldea, mientras sostenía el paraguas con una mano llevó la otra hasta su portaobjetos y deslizó un poco el pergamino dejándolo a la vista de la Sarutobi.

Al abrirse la tienda la kunoichi echó mano a un término que sin duda alguna nadie había usado en Mogura antes. Su cara pasó de mostrar una mirada un tanto desconcertada a un ligero ruborizado ¿Había hecho algo para ganarse ese titulo? Pero bueno, si a él le estaba tocando el papel de princeso...

Veo que la caballerosidad no ha desaparecido.

Dijo con una sonrisa en el rostro. Esperaba recibir al menos unas flores por aquel comentario, aunque unos chocolates también estarían bien.

Cruzó la entrada del local, bajando su paraguas al ya no ser precisado. Dentro de la tienda se podía apreciar que casi todas las paredes estaban cubiertas con plantines con flores de todos los colores habidos y por haber; sobre un mueble de madera decorado elegantemente con molduras bastante finas descansaba una pintoresca maquina registradora y detrás de esta se encontraba la persona a cargo.

Sean bienvenidos, mi nombre es Yuuko. ¿En qué puedo ayudarlos?

Exclamó con una amable voz y realizando una pequeña reverencia. Una mujer no tan joven pero tampoco tan mayor se mostraba con un modesto atuendo que estaba constituido por una larga falda color caqui y una playera verde claro.

Buenos días, hemos venido a atender el encargo que habéis hecho a la oficina de la Arashikage.

Contestó Mogura acompañando sus palabras con una formal reverencia.

Ah, ya veo. Debí haberlo sabido por sus bandanas. Aún falta para que Hanamaru-san llegué pero me ha encargado que les deje esta lista...

Dejó entonces sobre el mueble un papel, este contenía unos nombres y números que no eran otra cosa sino direcciones de casas.

Hay un pequeño carro en la parte de atrás, si pueden ir a buscarlo preparare los encargos para que puedan salir tan pronto como quieran.

Ante todo la mujer parecía no perder la característica sonrisa de alguien que esta a cargo de una tienda.
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#10
Mogura afirmó que les había tomado un buen tiempo, pero que al fin iban a poder ser compañeros de equipo. Razón no le faltaba, todo un año. Por suerte o desgracia, el destino los había vuelto a unir. Ya se sabe lo que se dice; el mundo es muy pequeño, y con el mínimo movimiento te golpeas 3 veces con la misma maldita piedra. karma, o a saber.

Lo que realmente fue digno de mención es la reacción del chico ante el comentario de la peliblanca. Ésta lo había apelado princeso, y en respuesta éste le devolvió una mirada desconcertada. Poco tardó en ruborizarse, tal y como la chica recordaba no era difícil sacarle los colores. Sin demasiada demora, el chico se encaminó hacia el interior de la tienda, plegando justo antes de hacerlo el paraguas. Con decisión, atravesó el umbral de la puerta, puntualizando que la caballerosidad no parecía haber desaparecido.

Jajajaja... para nada. —Bromeó la chica entre risas.

Katomi no tardó en absoluto en adentrarse en la tienda, tal y como había hecho Mogura. Frente a ellos, una chica ataviada con colores mayoritariamente verdes les atendió con una agradable y calurosa sonrisa. Preguntó si podía ayudarlos en algo, e inmediatamente el matasanos dio respuesta afirmativa a la pregunta. Se presentó con un cordial saludo, y aclaró que ambos venían en pos de completar el encargo que habían hecho a la Arashikage.

La Sarutobi por su parte realizó una pequeña reverencia también. —Así es, muy buenos días por cierto.

Para ese entonces, la encargada de la floristería confirmó la necesidad. Al parecer tenían que suplir al repartidor hasta su regreso, y obviamente no tardó en dejar sobre la mesa un hoja repleta de números y nombres. Una buena cantidad de gente, encargos, o lo que fueran... «¿De verdad hay tanta gente en Amegakure que compre flores?» Pensó la chica, sin poder eludir esa idea tan absurda de la gente con plantas hiper hidratadas en casa.

La florista no había terminado sin embargo de hablar. Tras avisar de la lista de cargos, aconsejó a los chicos tomar un carro de la parte trasera de la tienda; mientras tanto, ella iría preparando los encargos. La Sarutobi afirmó con la cabeza, y se apresuró en tomar la lista. Ipso facto, comenzó a andar dirección hacia la parte trasera de la susodicha tienda.

Vamos Mogura. —Inquirió la chica mientras no cesaba de caminar. —Deberíamos organizar la ruta por cercanía entre las direcciones, ¿no crees? Por ejemplo, ésta dirección está relativamente cerca... —Advirtió señalando la segunda. —Y ésta otra está en la dirección opuesta... y ésta pilla cerca de la anterior... —La chica ya estaba haciéndose un mapa mental de la urbe, localizando aproximadamente las direcciones.
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#11
Seguido de las indicaciones de la encargada del local, la kunoichi de orbes rojos tomaría las riendas de la misión marcando un paso a seguir. No había tanta necesidad de un líder en un grupo tan numeroso como podía ser aquel que estaban formando Mogura y Katomi pero no venía mal que alguno de los dos tuviese la iniciativa de comenzar a mover las piezas del tablero.

Te sigo.

Consideró lo mas adecuado a contestar delante de la persona que en ese momento sería su cliente, tenía cierta confianza con la kunoichi pero mantener una actitud profesional en aquel instante era importante, era su trabajo a fin de cuentas.

Estaba pensando exactamente lo mismo... evitaría que terminemos dando vueltas por la aldea como las hormigas cuando les pisan el hormiguero...

Dijo expresando su opinión y planteando un ejemplo de como podrían terminar las cosas en caso de que no organizarse bien. Atendería a las palabras de su compañera y amiga, quien habría comenzado a trazar un recorrido a seguir para cumplir todos los encargos en tiempo y forma.

Hey... realmente se te da bien ubicarte en Amegakure ¿eh?

Comentó con una ligera sonrisa halagando el sentido de orientación de la muchacha de peloblanco. Mirando un poco el papel podría confirmar que no había prácticamente error en su planteo de un recorrido.

Eventualmente los genin llegarían a su primer destino, el deposito donde era guardado el carro del repartidor. Un aparentemente viejo pero cuidado carro de tiro los estaría esperando dentro, posiblemente diseñado para ser tirado por dos personas y con un buen espacio para cargar cosas.

Debe ser este ¿no?

Casi que la pregunta se contestaba sola, no había mucho mas en aquel lugar aparte de herramientas y cosas de jardinería.
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#12
Mogura siguió bien cerca los pasos de su compañera de equipo. No tardó en confirmar el hecho, pensaba acompañarla en las funciones que hacía escasos segundos había impuesto la dependienta de la tienda. En el mismo camino, la chica propuso lo de hacer un itinerario bien compuesto para la ruta de reparto; el chico no tardó en responder que estaba totalmente de acuerdo, así como puso un extravagante ejemplo de lo que parecerían de no hacerlo de esa manera. La verdad, el ejemplo no se alejaba demasiado de la realidad —Hormigas— corriendo de un lado a otro despavoridas con tal de buscar la causa del cataclismo, y a la vez sin poder darle solución.

Por suerte, eran Fuego y Viento, genins y algo amueblados mentalmente hablando. No había manera de que cayesen en ese torbellino que poco a poco les hundiría en un profundo abismo del que sería complicado salir. De hecho, la chica mostró que realmente sabía ubicar la mayoría de direcciones, y Mogura recalcó en un halago esa cualidad de la peliblanca.

Bueno... si, mas o menos. Ya me he paseado bastante por éstas calles, es normal que al final te aprendas la mayoría de nombres. Creo...

Para cuando llegaron al trastero, pudieron divisar un montón de herramientas esparcidas por el lugar, así como otras muchas bien resguardadas. Habían restos de flores, algún que otro pequeño mueble, y un cuidado carrito de empuje. La verdad, no había lógica en que fallasen en su estrépita búsqueda, no había ningún otro carro en ese habitáculo. El médico no tardó en caer en la cuenta, y preguntó que debía ser ese, quizás tan solo por estar seguro.

Si, tiene que ser éste. No hay otro, así que nos lo llevamos.

Sin mas, la chica se aproximó hasta el carrito, lo tomó desde la barra tractora y comenzó a jalar un poco de ella para intentar enfocar el carro hacia la salida. Obviamente, tenían que poner un poco de su parte ambos genin. El carrito no parecía especialmente ligero, y la chica para nada era un Hercules femenino.

Ésta misión la ventilamos en ésta mañana... va a ser cosa fácil.
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#13
La kunoichi reafirmaría la suposición del joven médico, era el único carro que se encontraba en aquel lugar así que tomarían la decisión de llevárselo.

De acuerdo.

Contestó al comentario de su compañera y amiga. Ella sería la que buscaría tomar las riendas de aquel vehículo de madera, girándolo en dirección a la salida del trastero.

Eh. Déjame ayudarte con eso.

Dijo colocándose junto a ella y tomando una parte de la barra para tirar del carrito. Desde luego que no iba a dejarla hacer todo el trabajo, Mogura no era una persona que destacara precisamente por su fuerza pero tampoco sería necesario hacer un esfuerzo sobrehumano si ambos cooperaban.

Seguro que si, hagamos nuestro mejor esfuerzo.

En su rostro se mantuvo una ligera sonrisa al dejar escapar de sus labios aquellas palabras. Había pasado más de un año desde el día que habían tirado sobre la mesa la idea de trabajar juntos en una misión y la oportunidad llegó, con un poco de suerte sus personalidades seguirían siendo tan compatibles como cuando se conocieron, así lo deseaba el muchacho de cabello azabache al menos.

Si ambos se disponían a tirar del carrito, no tardarían mas de lo que hubiesen demorado en volver caminando con un poco de prisa a la entrada del local. Al girar por la esquina del negocio terminarían llegando justo a tiempo para poder tener una perfecta vista de como la encargada cargaba con un par de capsulas traslucidas y bastante curiosas que depositaría junto a otras más en el suelo.

Que... curiosa maceta...

Lo cierto era que la capsula era una suerte de caja que protegía la planta que se encontraba dentro, algunas simplemente contenían un bien preparado ramo de flores o cosas por el estilo, en total serían unas 8 capsulas.

¡Encontraron el carro, genial! Espero puedan llevarlas todas, se ahorrarían tiempo si no tiene que regresar a cargar el carro en dos partes.

Comentó la amable mujer la cual se encontraba fresca como una rosa, incluso después de haber realizado aquel ejercicio. Una anciana y quien parecería ser su nieta pasarían a su lado y entrarían en la florería, la encargada no perdería la oportunidad de realizar una reverencia y darles la bienvenida con un gesto de su mano.

Voy a comenzar a atender a los clientes, si necesitan algo estaré dentro. ¡Ánimo!
Responder
#14
Para cuando la chica quiso arrancar a trabajar, el médico no tardó en quitarle todo el protagonismo. Tampoco es que fuese algo malo, si no justo lo contrario. El chico se ofreció si dudarlo un solo segundo para ayudar a la Sarutobi en su tarea de remolcar el carro hasta la parte delantera de la tienda, o al menos hasta el patíbulo. La chica le devolvió una sonrisa; ésta sonrisa también sería correspondida por una del matasanos ante el comentario de la chica a cerca de que terminarían pronto si se lo proponían, y justo tras haber respondido éste a favor. Sin duda, parecía que congeniaban tan bien como cuando se conocieron, tenían un pequeño gran vínculo bastante sorprendente.

Sendos genin llevaron con no demasiado pesar el carro hasta la parte delantera, donde la dueña o encargada de la tienda terminaba de reunir el botín de guerra. La chica traía el octavo encargo, encapsulado y posiblemente con aire del más puro para que durasen lo máximo posible. Eso sí, sellados en una cúpula de cristal, para que el sol no les faltase.

Mogura soltó que era curiosa la maceta que traía, aunque lejos estaba de ser meramente una maceta. Era un envoltorio, y salvoprotector para el encargo, un sustento que aliviase al encargo ante las inclemencias rutinarias del clima del país de la tormenta. Pero la chica ni hizo inciso en ello siquiera, tan solo se alegró de que hubiesen encontrado el carrito. Así mismo, aprovechó para dar el consejo de que intentasen llevarlas todas de una tacada, para evitar un segundo viaje de reparto. No sonaba disparatado, pero no todo fuese por priorizar la velocidad... Estaban hablando de plantas enfrascadas en cristal, un simple bache y terminarían con varios encargos fastidiados —Y eso no podía ser.— tenían que guardar las prioridades.

La chica fue a intentar responder a la encargada, pero para antes de que eso sucediese, una cliente entró en la tienda. Obviamente, la encargada debía atenderla, y se despidió de buena manera. Incluso tuvo la valentía de decir que se encontraría allí para lo que necesitasen. Bueno, tan poco era para tanto después de todo.

Yo... priorizaría que no se puedan caer los frascos de cristal. No es lo mismo llegar un poco mas lentos, que llegar con el envase hecho mil añicos... ¿no? —Preguntó a Mogura. —Probamos a ponerlos sobre el carro, e intentar ordenarlos para que quepan bien y seguros. Si no caben todos, al menos vemos cómo van quedando, la seguridad, y los que sobran.

» O en caso de que quieras, podemos buscar si tienen una cuerda, o algo para asegurar los cristales... por éstas calles una nunca sabe qué va a pasar... Razón no le faltaba, las calles casi siempre estaban a tope de fluidez de personas. Gente paseando, niños jugando a la pelota, lluvia, carruajes... Tenían ciento un peligros que afrontar con una mercancía sustancialmente delicada. Mejor prevenir que lamentar.
Responder
#15
Antes de que la kunoichi tuviese tiempo a contestarle a la encargada, esta había marchado hacía el interior del negocio para hacerse cargo de los clientes. Con eso los jóvenes genin quedarían solos en la calle, bajo la lluvia.

La Sarutobi expondrían entonces la realidad del asunto, tenían una buena cantidad de contenedores frágiles para transportar. Si no eran cuidadosos iban a entregar flores con un decorado de vidrio, montones de vidrio. Mogura echó un rápido vistazo a la cantidad de portamacetas que había a su alrededor y contestó.

Creo... que estoy de acuerdo contigo. No me gustaría tener que recoger los restos de una de estas cosas.

Señalando con la mano un agradable y colorido arreglo de flores contenido dentro de una de las capsulas.

La idea de la cuerda no sonaba para nada mal, una especie de seguro en caso de que algo llegase a suceder fuera de lo planeado, parecía que la kunoichi estaba tenía alguna clase de experiencia transportando carga.

Realmente no es una mala idea, en caso de que algo intente sabotear nuestra empresa estaríamos seguros.

Comentó con una ligera sonrisa. A pesar de no haber estado en una misión con alguien antes, sentía que en aquel momento se encontraba con una compañera con la que tenía cierta sinergia.

Si uno de los dos busca la cuerda el otro puede ir subiendo las cosas al carro y terminar de ayudar cuando vuelva. ¿Qué te parece?

Advirtió el joven médico con la mejor de la predisposición. Esperaría a la respuesta de la muchacha para ponerse manos a la obra.


Mil disculpas por la demora, he estado poco y nada en casa durante el fin de semana. x_x
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