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27/01/2017, 20:30
(Última modificación: 27/01/2017, 20:37 por King Roga.)
Viento de la primavera, que acicalaba el paraje soplando las hojas de las cañas. Pájaros cantores cuyo concierto se perdía en la inmensidad del bosque. Pequeños arroyos cuyas translúcidas aguas eran tan puras como el corazón de los niños que no han dicho palabra. Senderos rústicos tallados por los propios pasos de los peregrinos que buscaban los lugares santos en los asentamientos que se escondían en la vegetación. Conjunto de regalos de la naturaleza que podía definir en una sola palabra:
—Horrendo— Se quejó el del parche en el ojo.
—¿Pero que dices? ¡Es bellísimo!— Objetó la inválida.
Bonito era, pero llevar a alguien en sillas de ruedas por un camino de terracería no era lo más práctico del mundo. Aún así, él era el único que podía acompañarla, y nunca le negaría nada a su hermana con tal de hacerla feliz, aunque el terminara sufriendo en el proceso. En esta ocasión, el caprichito consistía en comprar un kimono ceremonial pues se acercaba el cumpleaños de la muchacha, pero tenía que ser especial, algo así como un traje confeccionado a mano y no fabricados a granel como los que se hacían en el País de la Tormenta. ¿Razón?, el valor de lo artesanal por encima de lo industrial, si no, no fuese un capricho al fin y al cabo.
—Hace mucho calor y sudo, no me gusta sudar— Continuó quejándose mientras luchaba por maniobrar con la silla para evitar unas rocas en el camino.
—Eso no tiene nada que ver con si el paisaje es lindo o no.
—No importa cuantas cosas bonitas hayan, si hay algo feo, todo es feo— Aseveró.
Obviamente la discusión no llegaría a ningún lado, pero ellos sí. Encontraron una aldea rural, con alguna que otra edificación con estilo japonés. Cualquiera consideraría normal la visita de algún turista, aunque el par de jóvenes llamaba un poco la atención por obvias razones. Tardarían un rato en encontrar con quién hacer el encargo, para bien o para mal.
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~Ausente los fines de semana~
No era muy extraño para la kunoichi despertarse en aquel lúgubre y mal iluminado pasillo frente a un esqueleto.
—Tengo que bajar un trapo o algo para echarme. —Pensaba la pelirroja mientras perezosa comenzaba a estirarse.
Los dolores de espalda y cuello eran bastante habituales en ella que acostumbraba a dormir en el frío piso de piedra del sótano de su hogar. Eso sin mencionar la recurrente tos de perro que tan mal la traía pero que poco se preocupaba en tratarse.
De cualquier manera, la chica poco tenía para hacer dentro de la aldea, no tenía intención de solicitar ninguna misión y menos de aguantar a la gente hablando a sus espaldas tratando de disimular pero logrando así que fuesen más obvios a la hora de despreciarla.
—Algún día entenderán que me importa una mierda. ¿No?—Preguntó Ritsuko a la nada misma, en medio de un solitario viaje.
¿A dónde iba Ritsuko? A saber, había salido de la aldea bajo autorización y se dedicaría a pasear por el país, no era parte de su plan salir o ir muy lejos de la aldea, en lo posible para poder pasar la noche en casa como si nada.
—Me parece que a ellos les importa una mierda que a ti te importe una mierda. —Respondería algo preocupada la ficticia mujer que acompañaba a la de Kusagakure.
Y así siguió el monólogo de la pelirroja por un buen tiempo. ¿Lo malo? Se dio cuenta que se había alejado lo suficiente de la aldea como para verse obligada a pasar la noche fuera, no es que fuera un problema realmente pero siempre es mejor dormir en casa que en el medio de la nada.
De cualquier manera Ritsuko siguió adelante con su viaje hasta internarse en un pequeño asentamiento dentro de un bosque de bambúes. A saber cómo había llegado pero al cabo de pocos minutos de su llegada localizaría a una muy extraña parejita que no ubicaba de nada y obviamente, por lo llamativa de la misma tendría que acercárseles asegurándose que el cascabel amarrado en esa ‘antena’ de su cabeza sonase claramente.
—Hey… —Saludó despreocupada con una mano en alto y la otra en un bolsillo de la gabardina. —No son de por aquí, ¿verdad? —Preguntó sin más, tratando de divisar el símbolo de la bandana que podía ver en el brazo ajeno.
No le gustaba, pero mientras tuviese la bandana encima le tocaría hacer el jodido trabajo de una kunoichi además que era seguro que alguien de rango superior andaría a escondidas por ahí vigilándole. En otras palabras, tenía que portarse bien o le caería alguna grande.
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El sonido de algo metálico y armonioso llamó la atención de los hermanos como lo harían algo brillante a los gatos. Dato curioso es que la fuente estaría colgando de la cabellera rojiza de una muchacha, muchacha que a decir por el símbolo en la cintura se trataba de una kunoichi de Kusagakure. Había algo raro en su aspecto, pero en las condiciones en las que ellos se encontraban no estaban para ponerse a juzgar.
—Oh, hola. Tienes razón, no somos de por aquí— Dijo la muchacha sin piernas con una jovialidad y una sonrisa casi exageradas —Puedo ver que tú si eres de por acá, al menos de este País.— Aseveró, puede que ella ya no estuviera en condición pero reconocía una bandana ninja aquí y en la china.
—Hermana, no tenemos que perder el tiempo— Interrumpió de pronto el tuerto.
—No seas un pesado, Kagetsuna— Le reprendió —Discúlpalo por favor, mi nombre es Hangaku y él es mi hermano menor— Indicó señalándole con la mano.
El muchacho no iba a presentar queja ante un regaño de su hermana, así que cómo le había presentado decidió alzar la mano para saludar con el mismo gesto que la kunoichi de Kusa había usado previamente.
—Hola— Espetó sin la más mínima muestra de emoción.
Cuando se trataba de hablar con alguien más, prefería dejar que su hermana fuera la que estableciera las relaciones sociales. Aunque en ocasiones terminaba siendo muy parlanchina.
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~Ausente los fines de semana~
~Ya sé cuál es el jodido. ~Pensó la pelirroja al notar como el del parche pasaba totalmente de ella a diferencia de la chica de la silla que probablemente sea más consciente de la situación.
—Mucho gusto, yo soy Ritsuko. —Respondió indiferente la pelirroja quien metió la mano que utilizó para saludar en el bolsillo de la gabardina. —No los conozco de nada y ni veo el símbolo de su bandana, ¿de dónde vienen? —Consultó sin miramientos y dirigiéndose a la chica ya que veía la falta de interés en el supuesto shinobi.
Y decimos supuesto porque no hay manera de confirmar que realmente lo sea, podría haberle robado la bandana a algún otro inútil o mismo la podría haber encontrado, no es sorpresa que esas cosas se pierdan por ahí incluso la propia Ritsuko suele perder la suya aunque dentro de su casa.
—Supongo que entenderán que es parte de mi trabajo, a no ser que la bandana sea falsa aunque eso ya no es cosa mía. —Explicó sacando una mano del bolsillo para moverla a los lados justo delante de su cuerpo, dando a entender que mucha importancia no le estaba dando al asunto.
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—No tenemos porq---- Se cortó en cuanto su hermana como pudo le metió un codazo.
—Somos de Amegakure, en el País de la Tormenta— Agregó cordialmente.
El tuerto cerró el pico, al menos durante ese momento. Consideraba que a veces su hermana era demasiado indulgente con las personas. No le agradaba que le hicieran interrogatorios ni trataran de averiguar de datos personales a menos que él tuviera la gana de brindar tal información, no así su hermana que era mucha mas relajada en esos casos.
—¿Bandana falsa? Nooo, claro que no, como crees— Dijo risueña cubriéndose la boca con la mano.
El niño desvió la mirada, sin cambiar su expresión. No le gustaba quedarse callado cuando estaba en una situación desagradable, era de los que si algo les disgustaba y consideraba injusto, iban a decirlo.
—Sí, entendemos que se tengan protocolos de seguridad, pero considero que está fuera de lugar en una zona civil como esta. No estamos cerca de Kusagakure como para que se nos considere sospechosos de algo, ¿o sí?
—¡Kagetsuna!— Le volteó a ver molesta.
El chico simplemente ladeó la cabeza en dirección contraria y extendió las manos, pudiéndose esto interpretar de muchas maneras. Pero él solo actuaba según los hechos.
Entre los nativos del poblado alguno que otro se quedaba viendo la escena. Debido a que a es lugar sólo suelen acudir personas en algún peregrinaje espiritual rara vez llegan turistas a causar problemas, por lo que el trió resultaba más que llamativo.
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~Ausente los fines de semana~
La mirada de Ritsuko se tornó fulminante por un segundo al escuchar como el del parche se preparaba para negar la respuesta a la pregunta. ¿Por qué? Porque técnicamente y siendo un shinobi debería de saber que ese tipo de preguntas debían de hacerlas especialmente a aquellos que pudieran parecer sospechosos y él justamente era un buen ejemplo sin mencionar que traía una bandana del país vecino.
Pero la chica de la silla le salvó una vez más callándolo y respondiendo también a la pregunta que la pelirroja había formulado inicialmente y si vamos al caso, con lo primero que dijo pensó que se sobreentendía que quería saber el lugar de procedencia pero que va, se ve que a alguien le molesta que insistan para que le respondan una jodida pregunta.
Con respecto de la bandana, a Ritsuko realmente le daba lo mismo, no le importaba un pepino si era o no falsa ya que suponía que ni siquiera era una bandana de Kusagakure. Pero pronto el tuerto soltaría comentarios que la piel de la pelirroja palideciera y su mirada se clavase en la del contrario.
—¿Me estás diciendo que sabes dónde está la aldea…? —Respondió con los dientes apretados. —Y por lo que veo ella también lo sabe... —Agregó justo después de escuchar a la chica regañarle. Como no dijo nada más, podía deducir que pretendían guardar el secreto.
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La kunoichi del cascabel en la cabeza parecía haberse puesto a la defensiva tras el comentario, mostrando una actitud más agresiva y prepotente. El del parche en el ojo alzó la ceja ante ello, de por sí era muy difícil sí hacerle cambiar aquella cara plana que solía mostrar, aunque su actitud seguía siendo igual de despreocupada. No entendía la reacción de la pelirroja, principalmente porque él mismo no se dio cuenta la magnitud de las palabras que había pronunciado.
—¿Qué si se dónde está? Seguro que en plena frontera con el País de la Tormenta no, o yo que sé.— No tenía ni puta idea de dónde estaba, pero su lógica le hacía pensar que no iba a estar en un lugar de tan fácil acceso como un punto fronterizo entre dos naciones.
»Ya te dijimos de dónde somos, aquí está la muestra.— Agarró su bandana en el brazo y la enseñó para que la kunoichi la viera bien. —Dime ahora que tengo que hacer para que nos dejes en paz, aunque insisto que te estás haciendo tres quesos por nada y que es totalmente innecesario— Remató para luego llevarse las manos detrás de la nuca.
Su hermana suspiró y se llevo la palma de la mano a la cara al darse cuenta de toda la confusión que se estaba armando. No quería que se fuera a mayores y pasara algo severo por cosas que no eran.
—Esto es un gran malentendido— Dijo la ex-kunoichi con cara de preocupación, a decir verdad le intimidaba un poco la expresión de la muchacha del cascabel —Y tú, Kagetsuna, deja de actuar así— Le increpó volteándole a ver.
—¿Qué?— Preguntó confuso.
Su hermana suspiró, negó con la cabeza y le dedicó una última mirada reprobatoria antes de voltearle la cara. Kagetsuna ahora sí que se mostraba afectado, lo último que quería era hacer sentir mal a su hermana. Se agachó tratando de verla a los ojos, pero ella le rehuía. Le daba igual estar montando el numerito enfrente de la shinobi de Kusagakure.
—¿Qué hice?— Le preguntó ingenuo.
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—¿Y todavía te da la cara para preguntar? —Reclamó la kunoichi ante aquella afirmación del contrario.
~¿Y se supone que es un shinobi? ¡Tendría que saber que las aldeas están escondidas por algo! ~Además, si vamos al caso, las aldeas literalmente se pueden encontrar en cualquier parte del país, después de todo no hay nada dicho realmente y se supone que los shinobis solo conocen la ubicación de su propia aldea sin más, a no ser que logre averiguarla de alguien más pero esa ya es otra historia.
Aunque lo más importante en ese preciso instante para Ritsuko era justamente encargarse de llevar al tuerto a algún superior ya que las palabras necias del mismo no hacían más que molestarla.
—La sigues embarrando con cada palabra. —Respondió la pelirroja que ya había decidido acercarse al chico incluso si eso significaba tener un combate allí mismo.
Pero una vez más la de la silla de ruedas sacaría las papas del fuego con un regaño que hizo callar al de pelo púrpura. Ritsuko por su parte simplemente dejó de avanzar para centrar la mirada en la contraria, el chico no aportaba nada más que motivos para que les detuvieran a ambos.
—Supongo que tú si entiendes la gravedad de lo que dijo tu acompañante. —Diría a regañadientes pasando completamente de Kagetsuna. —No puedo dejarlos que se vayan por libre así como así. —Recalcaría con cierta frustración porque lo último que se esperaba en aquel viaje suyo era tener que tratar con gente problemática como este shinobi de Amegakure.
Aunque gracias al cielo Hangaku sí estaba pensando cómo debía en lugar de mostrarse como una rebelde sin causa oponiéndose a las autoridades.
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—Pues sí— Respondió con total cinismo.
Daba igual si la pregunta era en sentido figurado o no, no le importaba. Y si le entendía o no también le daba bastante igual. Seguía sin entender el motivo por el cual la kusagakureña estaba tan enfadada. Según su lógica, no había necesidad de que la kunoichi le dijera donde estaba la aldea o no, con el simple hecho de negarlo bastaba para aclarar su punto. Pero no, tenían que hacer un gran teatro para todo eso.
El último comentario de la kunoichi le hirvió, no porque pasara de su cara, sino que a su punto de vista fue grosero con su hermana. A él que le dijera lo que quisiera, si no se dejaba mandonear por las autoridades de su propia aldea menos de una extranjera, pero ay de aquel que ose alzarle la voz a su hermana. Iba a comentar algo, pero su boca se quedó entreabierta, interrumpido una vez más por la voz de Hangaku.
—Sí, lo entiendo, lamento que mi hermano sea un bocafloja— En esos instantes la paralítica colocó sus mamnos en sus muslos, improvisando una reverencia —Iremos, no te preocupes, hablaremos con quién sea necesario con tal de aclarar todo esto.
—¿Vas a dejar que te hable en ese tono?— Se agachó para decirle al oído.
—Tu te callas, no vuelvas a decir una palabra— Le respondió con mirada acusadora.
El muchacho se alzó, herido por lo que le acababa de decir su hermana. Sólo quería defenderla, pero el tiro le había salido por la culata. De ahí, no iba a volver a hablar si su hermana no se lo decía.
—¿Entonces?— Dijo dirigiéndose a la pelirroja del cascabel, a la espera de ver a dónde y/o con quién tendría que llevarlos.
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Lo mejor en aquella situación probablemente era pasar completamente del tuerto o terminarían por irse a los golpes en muy poco tiempo, cosa que no le vendría bien a nadie y Ritsuko siendo brutalmente sincera no se sentía muy cómoda con eso ya que no podía empuñar sus armas —que dicho sea de paso estaban en casa—y con sus técnicas tampoco estaba tan bien como para enfrentarse a alguien, una técnica bastante básica por si acaso pero nada más.
Ante las palabras de la chica, la de kusa suspiró sin mucho ánimo y se rascó un poco la nuca, no estaba feliz con todo esto y debía dar gracias a que no pasaría a mayores gracias a la previamente mencionada proveniente de Amegakure.
—No tengo ni idea de qué tanto podrían llegar a retenerlos por esto, digo, hay que estarse seguros de que lo que dijo no es cierto y si no hay ningún especialista en genjutsu cerca no sé cuánto podría llegar a tomar. —Explicó antes de desviar la mirada hacia el poblado por si encontraba a algún shinobi de Kusa.
De cualquier manera, terminaría por voltearse al cabo de unos instantes y comenzaría a caminar a paso lento, más que nada por piedad a la paralítica así no la tenían que llevar de una forma un tanto exagerada. Así mismo, el cascabel de la pelirroja había comenzado a sonar con cada paso que daba y no dejaría de hacerlo hasta que se detuviera y si es que el viento no soplaba.
—Vengan, tiene que haber alguno montando guardia cerca del templo. —Diría no muy animada y vigilando que no se le escapen aquellos dos. Aunque no vendría nada mal dejar una pequeña advertencia. —Y supongo que lo sabrás, Hangaku, pero si intentan escaparse o algo harán que las cosas sean peores, suponiendo claro que no sea cierto que saben dónde se encuentra Kusagakure. —Comentaría por si de alguna manera u otra lograba que ambos cooperaran de buena gana sin muchas quejas, especialmente por parte del peli-morado que ya le caía fatal con cinco minutos de encuentro.
~No creo que dure mucho con esa actitud, a no ser que a los jonins de Amegakure les importe un pepino que los cuestionen de esa forma. ~Pensaba la kunoichi sin parar la marcha a paso lento y refugiando una vez más sus manos en los bolsillos de su gabardina.
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Kagetsuna se tuvo que resignar, obedecía, pero sólo porque lo ordenaba su hermana. Tomó los agarradores de la silla de ruedas de su hermana y ambos empezaron a seguir a la pelirroja del cascabel.
El mantenía su postura de que todo aquello era jodidamente innecesario. De por sí ya le era bastante tedioso el ir al país vecino a hacer un encargo del que ya se había olvidado por completo.
"¿Porqué vinimos? Ah, sí, el regalo de mi hermana"
Para colmo la kunoichi no sólo afirmo que no conocía los procedimientos a realizar. Kagetsuna tenía unas ganas terribles de quejarse, pero si su hermana le obligaba a guardar silencio.
"Lo que hay que ver, esta tipa ni siquiera sabe si hay quién se encargue de esto. Lo cual indica que esta zona no es regular para ella, eso, o definitivamente es muy inepta. Espero por el amor de Ame no Kami que quién sea que nos deba recibir si sepa cómo actuar."
La sangre le hirvió en cuanto eschucó a la Kusera soltar frases que él consideraba "amenazantes" para su hermana. Es más, se atrevió a llamarla por su nombre propio, POR SU NOMBRE PROPIO y sin ninguna clase de honorífico acompañándole. A él, que le dijera lo que quisiera, o que le ignorase, pero no podía soportar que alguien calumniara a su hermana por algo que no había hecho. Sin embargo, la ex-kunoichi no manifestaba enojo alguno, simplemente cooperaba con tal de no agraviar más el asunto.
—Comprendo a la perfección, no se preocupe— Dijo con voz calma.
"¿PERO NO TE DAS CUENTA QUE TE HA FALTADO EL RESPETO?"
Quería transmitirle eso con la mirada, pero su hermana ni siquiera volteaba a ver. A decir verdad, el muchacho era muy sobreprotector con ella.
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A estas alturas le importaba poco menos que un pepino lo que el del parche estuviese pensando de ella, seguramente estaría recitándole el diccionario completo de insultos amegakurienses y de pasada cuestionando su accionar, algo como ‘Ni siquiera conoce el procedimiento’ o algo similar y lamentablemente se equivocaba, Ritsuko sabía lo que hacer en esos casos y por eso insistía con no dejarles ir por libre, el asunto era que no siempre los shinobis especialistas en genjutsus y técnicas mentales estaban disponibles y en ocasiones hasta se veían obligados a hacer otras cosas. Ese era el problema principal de la kunoichi en esta oportunidad.
—Bien… —Respondió a Hangaku solamente para indicarle que la había escuchado.
Al cabo de un par de minutos de caminata, los tres habrían llegado a lo que parecía ser un templo, donde la pelirroja estaba segura que habría algún shinobi deambulando y que podría hacer lo que ella no podía, es decir, sacarle la información al chico para comprobar si realmente sabía o no aunque eso seguramente suponía un riesgo de que averiguase también la ubicación de Amegakure, a saber lo que harían al final.
—Esperen un minuto aquí. —Les indicó a los de extranjeros antes de meterse a una cabina a un lado del templo.
Allí dentro no había gran cosa, un par de muebles con estantes casi vacíos y un escritorio detrás del cual había un shinobi sentado muy entretenido con el sudoku de una revista que al verse interrumpido gruñó un poco hasta ver la bandana de la chica que le molestaba.
—Disculpe, encontré a un chico de Amegakure que por cómo se expresa parece saber la ubicación exacta de Kusagakure. —Informó la pelirroja al cuarentón que no parecía muy feliz al escuchar aquello. —Está fuera junto a una parienta suya esperando. —Indicó haciéndose a un lado de la puerta para que pudiera pasar fácilmente, y así lo hizo.
—¿Tienen algo para decir? —Fue lo único que se le ocurrió preguntar al grandulón cuya bandana de Kusagakure estaba atada a su frente. —Saben la que les espera si resulta ser verdad, ¿no? —Agregó con firmeza esperando algún tipo de explicación o algo por parte de los dos jóvenes.
Mientras tanto, Ritsuko salía a paso tortuga de la cabina pasando justo detrás de su superior, asegurándose de no estorbar ni nada por el estilo.
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Sólo quedaba esperar un buen rato, llegaron a un simplejo templo, sencillo, al igual que el resto de las edificaciones de aquel pequeño poblado. Tuvieron que esperar un rato hasta que salió un aparente jounin con muy mala cara. El hombre era corto de palabras y fue directo al grano. Kagetsuna continuaba con la misma cara de tedio, le daba bastante igual el rango que tuviera el tipo. Más Hangaku fue la primera en seguir al quite y hablar para componer la cagada de su hermano.
—En realidad todo esto se dio por una mal interpretación de palabras, señor. La señorita kunoichi nos detuvo para preguntarnos el motivo por el cual viajamos a este lugar y fue ahí cuando mi hermano no se supo expresar, provocando esta confusión.— Dijo con una gran serenidad —Kagetsuna, repítele al señor la frase que dijiste antes.
—"Sí, entendemos que se tengan protocolos de seguridad, pero considero que está fuera de lugar en una zona civil como esta. No estamos cerca de Kusagakure como para que se nos considere sospechosos de algo, ¿o sí?"— Lo dijo al pie de la letra, hasta con el mismo tono de voz que había usado previamente con la pelirroja.
—Y así se desató el problema— Concluyó la joven.
Los dos estaban más que tranquilos. Bueno, en realidad Kagetsuna quería mandar a todos al diablo, pero entre su cara de calma y la de enojo no había mucha diferencia.
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Ritsuko se podría haber retirado en ese preciso instante, no tenía nada más para hacer en aquella escena pero se aburriría si decidía ir a otro lado por lo que se quedó allí, mirando y escuchando atentamente lo que los amegakurienses pudieran llegar a decir en su defensa y nuevamente sería la chica la que hablaría. ~El otro seguro la embarra peor. ~Pensaba la pelirroja sin abrir la boca más que para bostezar en un momento.
—Sí, da a entender que sabe dónde está la aldea. —Dedujo en lo que se cruzaba de brazos y afilaba la mirada. —Ahora, tienen dos opciones, me dan una muy buena excusa para pensar que eso es un malentendido, o… —Se calló de golpe, sin motivo aparente.
A saber por qué pero el shinobi pareció querer transmitir un mensaje con la mirada sin acompañarla de ninguna palabra extra, probablemente pensase en matarlos allí mismo lo cual seguiría siendo bastante grave. ~Para evitar que Amegakure nos caiga encima va y mata a un par de shinobis… Aunque podría hacerlo parecer otra cosa. ~Pensaba en silencio la pelirroja cuya expresión se transformó completamente, se la veía incómoda y tras un segundo comenzó a toser cubriéndose la boca y alejándose unos pasos también para no molestar demasiado. Era normal en ella así que el otro de Kusa no dio importancia.
El otro shinobi simplemente esperaba a lo que pudieran llegar a decirle, seguramente no tenía muchas ganas de estar tratando asuntos de esta índole.
—¿Y bien? No tengo todo el día. —Dijo un tanto hostil para apresurar trámites.
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Pese a la amenaza ambos se mantenían calmos, no había razón para alterarse. Aunque el jounin quiso sentar imposición de mala manera, no se amedrentaban. Al menos no Kagetsuna, pues Hangaku ya antes con su nerviosismo también había contribuido a reforzar el problema. Contrario a lo que pudiera parecer, él era quién mantenía mejor la compostura, pues sabía que la acusación era falsa, pero el temor de Hangaku no era por eso, sino por las represalias.
"Vaya maldita paciencia que tengo que tener con esta gente, que este tipo tampoco entiende. Supongo que tendré que explicárselo con rayitas y bolitas."
—Señor, la pregunta la hice justamente porque no se dónde está. De igual forma tampoco era para que me la respondiera, sino para dar a entender mi malestar por medidas excesivas que la kunoichi en cuestión estaba tomando al interrogarnos. Siendo que, considero que se está llevando esto a mayores sin motivo alguno— Hablaba con tono severo, aunque eso lo haría independientemente de su estado de ánimo —Nos pidió que nos identificásemos, a lo cual accedimos. Pero luego se dio la mal interpretación y eso nos llevó hasta este punto— Remató.
Se cruzó de brazos como quién termina con éxito un trabajo, mientras esperaba el veredicto del jounin.
—Es como lo dijo él, aunque si me permite añadir, tal vez el tono que usó mi hermano sonó demasiado soberbio. Pero le aseguro que no fue con el afán de causar este conflicto.— Comentó Hangaku.
"Oh vamos. Estos majes de Kusa son unos prepotentes, arman relajo porque no pueden comprender una metáfora ¡Y ahora mi hermana les da la razón a ellos!". Todo por el puto kimono para el cumpleaños, joder, y luego preguntan porque no me gusta hacer mandados."
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