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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
La amable mujer formó una sonrisa dejando ver su perfecta y blanca dentadura a pesar de la edad, y después de que la rubia saltase el vallado con actitud alegre, se retiró con aire cansado y con las arrugas pesándole en la cara hasta quedar a la izquierda de su viejuno animal para descansar junto a él hasta que la rubia volviese. Con suerte, la oveja debería haber despertado para su retorno.

Así fue como Noemi emprendió otro corto viaje hasta la tienda que se suponía no debía estar más allá de una calle, pasando el parque que adornaba la calle frente a la casa que debía ayudar. Un par de pasos le bastaron para ver un cartel hecho de madera oscura, con unas letras grabadas en él que leían claramente ''Las maderas de Shinichi'', un nombre no muy elaborado, pero gracias a su gran calidad había logrado prosperar como vendedor de todo tipo de ayudas para vallados y construcciones de madera. La tienda en sí no era muy grande y el edificio contaba con dos plantas: la baja para la tienda, de paredes de piedra y tejadito de madera pintado de rojo; y la primera planta como hogar del propietario, decorado exactamente igual que el bajo.

Si Noemi decidía pasar por la puerta entreabierta, encontraría a un señor con camisa de cuadros y barba de tres días, moreno con el pelo ni muy largo ni muy corto, despeinado, y ojos amables, detrás de un mostrador de madera clara. Dentro de la tienda, sin embargo, a parte de la cantidad de objetos de madera y sus diferentes tipos, también había todo tipo de pinturas con colores distintos a elegir, y barniz, también barniz.

¡Que le vaya bien! — Se escuchaba la despedida de otro cliente a través de la sonrisa bonachona de Shinichi.
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#17
Ni bien llegó al parque y recorrió un pequeño tramo del sendero, Noemi pudo divisar al otro lado un letrero indicando la existencia de una tienda allí mismo, justamente la que ella tenía que visitar para comprar el barniz con el que llevaría a cabo la tarea que se le asignó y con un poco de suerte le tomaría tan solo un par de horas. Con suerte.

Sin dudarlo, la rubia se acercó a la puerta de entrada que estaba entreabierta y despacio la abrió para asegurarse de no darle de lleno a alguien si es que había alguien del otro lado, claro.

—Buen día. —Saludó cordial en lo que ingresaba al local y se acercó al mostrador.

Justo para cuando entró lo primero que escuchó fue la despedida de otro cliente por lo que, a falta de gente a la vista dedujo que sería la siguiente. Lo que sí, tendría que depender de la opinión de aquel hombre ya que ella de pinturas y barnices no sabía, a no ser que fuesen cosméticos para las uñas, ahí la cosa cambiaba.

—Hola, necesitaría barniz para un vallado. ¿Alguna recomendación? —Serían las palabras que la kunoichi escogería manteniendo una sonrisa alegre que acompañaba al tonito que utilizó.

Siendo sincera, no tenía ni la más mínima idea de cuánto dinero le había dejado Tamako, pero la diferencia fuese cual fuese la podría pagar ya ella sin problemas. El único asunto era que necesitaba un buen barniz o probablemente la anciana terminase dejando alguna queja en los próximos días. «Aunque no me sorprendería que la oveja tuviese algo que ver con esos daños. »Pensó por un instante en lo que esperaba que el moreno la atendiese o lo que fuese.
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#18
El hombre que se hacía llamar dueño de aquel lugar miró con una sonrisa a la recién llegada, una acogedora, como si la invitase a pasar solo con curvar un poco sus labios.

—Hola, necesitaría barniz para un vallado. ¿Alguna recomendación?

¡Buenos días! — Saludó con voz profunda mientras se rascaba la barba. — ¿Barniz, dices? Tengo el mejor que podrías desear. — Alegó apoyando su codo derecho en la madera. — Pero antes, dime, ¿vienes de parte de Tamako, verdad? Solo necesito saber la clase de madera en la que lo vas a usar. — Y como si se hubiese contestado a él solo, se fue a la trastienda silbando una canción infantil típica entre los niños de la villa.

Tras unos minutos más tarde y sonido de cosas caerse, el hombre volvió con la alegría que se había ido al mostrador. Junto a él traía un gran bote de aluminio en el que se podía leer claramente de qué se trataba.

Aquí tienes, vas a necesitar bastante para arreglar su vallado, ¿sabes? Lleva mucho tiempo sin darle una mano. — Hizo una breve pausa para mirar a la chica de arriba a abajo. — Si necesitas ayuda, no dudes en pedírmela. — Guiñó su ojo derecho.

»Ah, y son doscientos cincuenta ryos.
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#19
Había que aceptar que el tipo atendía de buena manera a sus clientes, bastante mejor que otros dependientes que se había topado Noemi en el pasado incluso cuando ella tenía una lucha consigo misma para no ser borde ni utilizar palabras malsonantes.

—Efectivamente, se supone que tengo que reparar su vallado pero… —Hubiese seguido su explicación, pero pudo notar a la perfección como el contrario se retiraba desde el primer momento incluso antes de que ella respondiera.

Le llamó la atención, sí, pero enseguida tuvo frente a sí una lata de barniz aunque se ve que hubo un accidente en otra parte del local para hacerse con ella. «Pero supongo que no es problema mío, por suerte. »Pensó la kunoichi básicamente para no verse obligada a hacerse cargo de ninguno de los posibles daños a la mercancía por lo que ella misma venía buscando.

Finalmente, antes de que le dijeran el precio, el hombretón le dedicó una mirada que hizo a la chica alzar ligeramente las cejas, pues suponía que ni él se había salvado de verse cautivado por su silueta, aunque podría haber sido mejor ya que a final de cuentas le cobraron de todas maneras pero sin lugar a dudas le tendría en cuenta cuando comenzara a trabajar.

—Le agradezco la oferta y probablemente me pase más tarde, nunca he hecho esta clase de trabajos después de todo. —Terminaría por enunciar la Sakamoto rascándose un poco la nuca en señal de vergüenza por su pequeña confesión.

Pero pronto tomaría el monedero de Tamako para extraer el dinero necesario. Un poco caro para el gusto de Noemi pero tenía en cuenta que la lata era bastante grande, seguramente para que le alcanzase para barnizar toda la madera.

Y si nada la interrumpía, la chica tomaría el barniz que le habían entregado y se retiraría, no sin antes despedirse debidamente y con una sonrisa amable en el rostro.

—Muchas gracias, que tenga un bonito día. —Y sin más se retiraría a hacer lo que pudiera, aunque volvería despacio para no cargarse la lata.
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#20
Después de la rápida compra y la oferta que Shinichi hizo con su buena fe, le sonrió a la Sakamoto tras sus palabras para añadir:

Gracias a ti, ¡ánimo!

Cuando ésta salió despacio por la puerta de la pequeña tienda, solo le tocaría retomar el camino por el que había ido desde la casa de Tamako para volver a ella, incluso contaba con que no había ningún pequeño en el parque o en la calzada para tropezar con ella, es más, es que no había nadie, la calle estaba prácticamente desértica. A excepción de un señor que barría la entrada de su casona y un perro escondido tras una farola.

Volviendo a la casa de Tamako, encontraría a la mujer cerca del vallado con un pequeño pincel, y, detrás de ésta; la oveja de nombre Tamachin custodiando una gran pila de tablas de madera y diversas herramientas para trabajarla. La mujer, por su parte, parecía ensimismada en su trabajo, como absorta en el pincel, su mano, y la valla que se dedicaba a marcar con una cruz de color claro pero visible.
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#21
Ya con todo dicho y hecho, Noemi se dirigía nuevamente a la casa de Tamako con el barniz en mano, supuestamente el necesario si es que no lo desperdiciaban, o al menos eso era lo que había dado a entender Shinichi que bastante buen hombre le había parecido a la rubia hasta el momento, inclusive podría llegar a regresar a su local para alguna que otra consulta una vez que comience con el trabajo del vallado.

Por si fuera poco, en el camino no había prácticamente nada que pudiera entorpecerla así que su regreso a la casa fue bastante satisfactorio, aunque no se esperaba encontrar a la anciana ya con un pincel en mano, aunque parecía más bien del tipo que usan los artistas para detalles minúsculos.

—Shinobu-san, conseguí el barniz. —Diría alegre mostrando la lata mientras y también le tendía a la mujer el monedero intacto.

Ahora solo le faltaba que la mujer indicara a la oveja que Noemi podía tomar herramientas y madera y ya podría ponerse manos a la obra, de lo contrario probablemente termine siendo atacada por la oveja guardiana y realmente era lo que menos quería.
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#22
Las palabras de Noemi fueron como un despertador para la mayor, primero asustándose para luego suspirar de alivio. Tamachin, por otro lado, no parecía para nada contenta de que la rubia hubiese sacado a la mujer así de su ensimismamiento, demostrándolo con un largo bufido sin despegar sus pozos oscuros de la figura de la kunoichi. Tamako mostró su blanca dentadura a la joven formando una gran sonrisa, guardando el pincel en el bote de pintura que llevaba en su mano izquierda para evitar que alguna de las dos se manchase.

Bien, déjalo junto a los materiales que tiene Tamachin.— Informó mientras ella se retiraba a acariciar al susodicho animal para que se relajase. — He marcado las vallas que tienes que quitar para reparar el vallado entero, una vez lo tengas todo, puedes pintarlo y barnizarlo. — Explicó todo del tirón para luego tomar aire y dejarlo salir despacio, ya no podía mantener el ritmo como antes. — No te preocupes, no es tanto, ese lado —señaló el lado izquierdo pasando la inexistente puerta de madera—. Está prácticamente sin dañar, solo pintar y barnizar, así que con que arregles este me vale.

Tras una tercera caricia, la oveja y la anciana se retiraron a un pequeño y cómodo banco que había bajo el porche de la pequeña casa, resguardándose del sol primaveral que podía dañar su sonrosada piel.

Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en preguntarme. — Añadió con dulzura en la voz, dejando a la kunoichi hacer su trabajo sin querer molestarla o gastar otro minuto de su vida dando instrucciones que ella seguramente ya había deducido por sí sola. — Ánimo.
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#23
Era imposible no percibir la reacción de la oveja al Noemi sacar a la anciana de su ensimismamiento, pero de todas formas lo tenía que hacer sí o sí o renunciar a la misión reportándola como fallida incluso antes de intentarlo, y no era una bonita opción para ella el fallar la primera cosa que le asignan siendo para colmo tan sencilla como esto de arreglar un simple vallado, inclusive la mujer se había ofrecido a guiarla y por lo visto estaría presente en todo momento.

Así como le había hablado había conseguido que le dieran indicaciones, entre las cuales una implicaba que se acercara un poco demasiado a la oveja pero lo haría, en todo caso Tamako sería testigo de lo que pasara y no podría culparla a ella. De cualquier manera, el barniz terminaría a un lado de los tablones y herramientas donde no estorbara de ninguna manera.

—Empezaré por el lado dañado entonces. —Comentó la rubia en lo que se ponía a comprobar el sector indicado por la anciana, básicamente para asegurarse que sean las vallas marcadas que debía quitar en un primer lugar.

Aunque primero se buscaría un martillo o alguna herramienta para sacar clavos, o terminaría por sacar más maderas de la cuenta.

Con ello en mano la Sakamoto se regresó hasta las maderas marcadas y procedió a buscar las maneras de extraer clavos dañando lo mínimo posible el material, por las dudas de que algo sirviera y obviamente los clavos los iba acumulando entre sus manos.

—¿Tiene algún lugar dónde dejar los clavos? —Preguntaría inocentemente tras quitar unos tres de la primera de las maderas marcadas.
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#24
La mujer acabó por posar sus manos en la lana de su vieja amiga mientras ésta se acomodaba a su lado y desplomaba su cuerpo en el verde césped del jardín, y con movimientos suaves y rítmicos, acariciaba al animal como si su larga vida dependiese de ello.

—¿Tiene algún lugar dónde dejar los clavos?

Levantó sus cortas y blancas cejas para mirar a los ojos a la kunoichi y formar una cálida sonrisa.

Hay cubos en el cobertizo, vacíos. — Informó mientras señalaba con su mano buena el cobertizo. — Son blancos, en el estante del medio nada más entrar los verás, tienen una espiral azul pintada en ellos.

Volvió a sonreír para luego depositar de nuevo su mano en la oveja, acariciándola como antes: tranquila y pausadamente.
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#25
—Bien.

Según la anciana el balde debería estar a la vista por lo que Noemi se levantó casi al instante para encaminarse al cobertizo en el que efectivamente encontró el recipiente tan mencionado que le serviría para tirar todos los clavos que pudiera extraer del vallado. Obviamente terminarían por irse a la basura porque el estado en el que se encontraban no era el mejor.

De todas formas, la kunoichi volvió a su tarea justo donde se había quedado pero esta vez con el cubo al alcance de la mano para ir tirando todos los clavos que fuera quitando de la madera y estas últimas las fue acomodando una encima de otra a su lado.

Y claro, conforme la chica iba avanzando iba comprobando cada tabla para asegurarse de que estuviesen marcadas todas y cada una de ellas, después de todo lo peor que podía llegar a pasarle era que en una distracción quitase un tablón en buen estado.

«Parece que no me tomará tanto tiempo hacerlo. »Pensó aunque apenas había quitado unas tres tablas del vallado y la peor parte probablemente sería pintarlo todo, para colmo se vería obligada a esperar a que la pintura seque para poder barnizar todo.
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#26
A medida que la Sakamoto iba continuando con su ardua tarea de quitar todas las vallas dañadas para luego remplazarlas por unas tablas nuevas y que resistiesen bastante tiempo, la mañana iba pasando de forma tranquila y sin ningún contratiempo. Los pájaros del lugar decidían acercarse a los árboles lejanos de las personas para deleitar a los transeúntes con algún bonito cántico, otros niños rebeldes que se dedicaban a saltarse las clases de la academia iban por la calle jugando con dos kodachi hechas de madera para evitar daños y corriendo de un lado para otro cuando ocasionaban algún tipo de problema...

Con suerte ninguna de estas acciones perturbó la labor de la kunoichi del remolino, que poco a poco sentía como su cuerpo entraba en calor por medio del trabajo que estaba realizando.

Joven. — Interrumpió el tranquilo silencio de la calle. — Iré a preparar el almuerzo que ya es casi la hora de almorzar, te prepararé algo para que cojas fuerzas.

Tamako se levantó con ayuda de su bastón y se internó en la casa dejando la puerta entreabierta, así si Noemi necesitaba algo solo tendría que acercarse un poco para decírselo.
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#27
Y Noemi seguía con su trabajo, lenta pero eficazmente quitando clavo por clavo hasta que lograse quitar todas y cada una de las tablas dañadas lo que terminaría dejando una cerca bastante poco fiable, aunque si vamos al caso, la única función de la misma era la de delimitar el jardín de la casa así que…

Así como la anciana momentos atrás había estado sumida en sus propios pensamientos hasta que la rubia le habló, ahora el caso era el inverso, Noemi había estado tan concentrada en quitar tablas que dio un pequeño salto cuando Tamako habló pero enseguida recuperó la sonrisa con la que se había acostumbrado a hablarle.

—Le agradezco. —Respondió ante aquella afirmación.

Luego de aquel paréntesis, la Sakamoto continuó con su trabajo quitando ya las últimas tablas por suerte, llenando en consecuencia el bote con clavos oxidados y en mal estado y realmente esperaba que el resto de clavos que quedaban se mantuvieran en buenas condiciones puesto que armar todo el vallado nuevamente por esa razón no le gustaba para nada.

Seguramente lo más tedioso sería pintar, pero antes tendría que ponerse a clavar las maderas nuevas. «¿O tendría que pintar primero? Creo que sería más trabajoso. »Principalmente pensaba esto porque se vería obligada a esperar a que se seque todo antes de ponerlo en su lugar.
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#28
El día parecía irle de perlas a la rubia, su primera misión iba perfecta y no había ningún contratiempo que la retrasase o le hiciese más difícil su trabajo. Sin embargo, aunque pareciese ser un camino de rosas, todos sabemos que las rosas tienen espinas, y la Sakamoto no se pensaba que pronto se pincharía con una...

La oveja Tamachin, que no había quitado sus ojos oscuros de la figura femenina que se encontraba arreglando el vallado de su vivienda, bufó al ser abandonada por su dueña y echó las culpas a la intrusa. Así que ideó un pequeño plan, uno para poder fastidiarle todo lo que había trabajado.

Tomó carrerilla y sin comerlo ni beberlo quedó impactando contra el último par de vallas que habían quedado de pie, haciendo que éstas cayesen hacia fuera de la calle. El animal, satisfecho, solo podía observar como las tres tablas que habían caído eran su pequeño trofeo y a su vez la venganza contra la kunoichi del remolino.

Levantó un poco más la cabeza y se alejó por donde había venido, esperando a que Tamako volviese un poco más tarde para no ver su fechoría y no culparla. Ya que era su coartada contra la de una desconocida rubia... ¿Quién ganaría?
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#29
Todo iba perfecto, terminaría rápido de remover las tablas dañadas y ubicar las nuevas no tenía por qué ser un problema, después de todo solo tenía que clavar la tabla en la tierra y luego clavarla a las tablas horizontales que mantenían todas las demás en su posición vertical. Pero justo en cuanto Tamako entró a su vivienda se hizo presente el enemigo de aquel vallado, el motivo por el que se encontraba en tales condiciones…

—Ah, bien… —Fue lo único que atinó a decir la rubia que no demostraba verdadera sorpresa.

Ni bien llegó hubiese jurado que el animal la hubiese atacado sin dudarlo de no ser por la pronta aparición de su dueña, además de que los daños en tan solo sectores del vallado dejaban en claro que no habían sido víctimas de las inclemencias del clima, mucho menos de gente que pasara del lado de la calle puesto que las partes dañadas dejaban en claro que los golpes y rasguños provenían del lado interno.

—Así que eras tú… —Dijo casi en un susurro la kunoichi que se volteaba aun a gachas para tomar asiento de piernas y brazos cruzados mirando al cuadrúpedo. —Imagino que tu dueña se verá obligada a seguir contratando gente para que le arregle el vallado mientras tú sigas con esa actitud. —Agregó aún en bajo tono como si esperase que el animal la entendiese.

Aun así la Sakamoto era consciente de que Tamachin no le prestaría atención, para el animal ella no era más que una extraña que irrumpió en su pacífica vivienda molestando a su querida ama y señora y de una manera u otra le estaba robando la atención de la misma. Es cierto, lo comprendía, pero otra historia era hacerle comprender a un mamífero que mientras más rompiera más molestaría a su dueña que tendría que seguir pagando materiales para el arreglo y probablemente mano de obra si es que no se conseguía a alguien dispuesto a hacerle el favor de reparar lo dañado. Pero si la oveja lo entendiese, la madera debería mantenerse en su lugar cumpliendo perfectamente su función durante muchos años.

Y sí, la kunoichi no se movería de su posición ni seguiría trabajando hasta que Tamako volviese, así al menos se aseguraba que no le vendría un ataque a traición mientras trabaja. «Lo único que me faltaría es irme con algún moratón de parte de este bicho. »Pensaba la rubia que se mantenía serena y muy atenta en su posición.
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#30
El animal, satisfecho, solo podía atinar a escuchar las palabras que no entendía bien de la joven, escuchó su voz en bajo tono, susurrando, mientras dejaba de hacer sus labores encomendadas. Sabía perfectamente que era ella la culpable de todos aquellos destrozos, más solo lo hacía por un bien común: que Tamako reparase en su presencia.

Para la oveja, todo su mundo había sido su dueña, había nacido y crecido en aquella casa, junto a la mujer que la había cuidado con tanto cariño que el animal sentía que se moría cada vez que Tamako salía de viaje, de misión, o simplemente a hacer algún recado sin importancia. Tal era su tristeza que la única forma de reducirla era tras el daño físico. Sin embargo, vio un segundo efecto las primeras veces que lo hizo: Tamako acudía a ella, preocupada por si acaso había ocurrido algo malo en su ausencia.

Tamachin, encantada por los nuevos cuidados de su dueña, no dudó en seguir haciendo añicos el vallado a espaldas de la anciana mujer, inconsciente de lo que realmente estaba haciendo, ciega por recibir cuidados constantes de su dueña.

Pero ese día acabaría todo.

¿Qué ha pasado aquí? — Preguntó una anonadada Tamako, saliendo de la casa con una bandeja en la que reposaba una jarra de cristal llena de zumo, un trozo de pan y varias piezas de fruta. — ¿Qué le ha pasado al vallado? — Reparó en dónde se encontraba la kunoichi para preguntar de nuevo, una tercera vez; mientras dejaba la bandeja en la banca. — ¿Estás bien, pequeña?
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