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Para la chica ver las maneras de preparar el bocadillo ya fueron mas que incentivas para dejarlo en el acto, pero por desgracia la mujer no atendió a palabras cuando la pequeña se quejó a lo lejos. Tras llevarle el susodicho, y anunció el precio del bocadillo mas el adherido del baño, la pequeña tuvo verdadero aguante para no explotar. Evidentemente, la chica se negó a llevarse el bocadillo, aunque aceptó pagar a desgana el uso del baño. Tras soltar las monedas sobre la barra, la mujer observó los metales, y volvió a mirar a la pequeña. Quizás en su poco expresivo rostro se dibujaba un pequeño signo de enfado, aunque era difícil de diferenciar entre tanto desdén y pesadez.
—Po vale, perdone usté su majestá por no habe´le puesto la arfonbra roa...
En ésta ocasión, en su desganado tono quizás pudo diferenciarse un tanto de rimbombancia. Tras ello, la mujer no dejó allí el bocadillo fielmente cubierto. Abrió la bolsa delante de la joven, tomó el bocadillo, y le pegó un avaro bocado. Ciertamente, hasta quizás se estaba alegrando de que la chica rechazase el bocadillo... eso que se ahorraba para hacerse algo de cenar. Al menos por unas horas, después obviamente se haría algo mas, pues cuidar ese rechoncho y amorfo cuerpo de seguro no era barato.
Fuera, el conductor de su carreta alimentaba a los caballos de la misma. Tenía un total de 4 cuencos, que había distribuido con algo de pienso y trozos de zanahoria. En el asiento delantero de la diligencia, había una bolsa de plástico realmente parecida a la que la mesera había mostrado para envolver el bocadillo que bien había ofertado.
En la parte interior del telar, la mujer parecía no haberse movido ni tan siquiera para ir a evacuar, o a comer. ¿Estaría muerta? No, ni mucho menos. Al entrar la chica, su gesto inicial se repetiría; girando un poco la cabeza para ver a la pequeña entrar. Nuevamente, ni soltó una palabra ni tardó en girar de nuevo para retomar su compostura inmóvil. En silencio y penumbra, casi parecía una estatua. Un pequeño sonido metálico muy leve se le escapó al girar el rostro en ésta ocasión, aunque rápidamente lo detuvo llevándose las manos hacia las orejas. Tras ello, si que volvió a su rutina.
La caravana no saldría hasta que el hombre que había en el interior del antro terminase de cenar, o de beber. Pasarían al menos 15 minutos para cuando eso sucediese, y cuando sucedió, todos los conductores guardaron los cuencos de alimentar a los caballos, y se pondrían en marcha.
Las formas de la mesera dejaban casi tanto que desear como su establecimiento. No sólo se atrevió a servir un bocadillo que podría haber matado por intoxicación alimentaria a cualquier cliente despistado, si no que encima tenia la poca vergüenza de atreverse a culpar a la chica de tiquismiquis.
—Po vale, perdone usté su majestá por no habe´le puesto la arfonbra roa...
O al menos eso es lo que la joven intuyó reconstruyendo las palabras de la dependienta con cierta dificultad, o bien se afanaba en destrozar el idioma o hablaba uno diferente. Tras su balbuceo, la tipa le dio un bocado al bocadillo que bien le podría haber arrancado un brazo a Izumi.
"Madre... " la joven no pudo evitar constreñir el rostro en una mueca de asco mientras se daba la vuelta con la esperanza de no tener que volver nunca más a aquel lugar "Por suerte vi como hacia el bocadillo..." apresuro el paso para abandonar el lugar "Al menos me ha quitado el hambre para un par de días... solo recordar ese retrete..." un escalofrío recorrió toda su espalda "me pongo mala" agarró el pomo de la puerta casi desesperada para abrir la puerta y respirar por fin el aire limpio de aquella pradera de caliza "Buff... que bien siente" frente a ella los conductores terminaban de dar de comer a los caballos mientras preparaban los carros para continuar la marcha
La kunoichi se aproximo a su carro, nada más llegar se aupó hábilmente a la parte trasera. Casi se muere del susto cuando vio a la chica que había en la esquina "Joder, me había olvidado de ella" se agarró in extremis a la parte trasera del carro para no caer por donde había subido "Vaya susto me ha dado joder..."
Ninguna de las dos chicas dijo nada, ella simplemente volvió a su postura habitual e Izumi a su "asiento", pero esta vez hubo algo raro. Al mover la cabeza, la extraña del rincón produjo un extraño sonido metálico que no supo identificar "Se ve que no es mi día... todo me pasa a mí... la mesera, la tía esta del rincón que me pone nerviosa..."dejó escapar un suspiro "sin olvidar el retrete y ese bocadillo..." la kunoichi se acurruco en entre un par de cajas, pegada al final del carro.
Unos minutos más tarde el carro empezaría a moverse, la kunoichi no tardaría mucho más en caer rendida ante el sueño. El día había sido largo, el cansancio había hecho mella y aquel rinconcito se estaba muy agustito. Así que la peliverde terminó dejándose ir en los brazos de morfeo
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Para ser la primera experiencia fuera de la aldea, sin duda ésta dejaría mella en su ser de por vida, al menos por lo vivido hasta el momento. Sin duda, la próxima vez que viese ese comercio ni tan siquiera se dignaría a parar en él. Pero en fin, la jornada parecía terminar, casi como había empezado; estaba bajo la penumbra del telar acompañada por una mujer que no soltaba palabra alguna, y a la que aún ni había visto el rostro. La chica tomó las cajas como pudo para usarlas de cama, y tras un breve rato buscando la posición, terminó por quedarse absoluta y profundamente dormida.
Con los primeros rayos de sol atravesando el telar por algunos huecos, el día daría anuncio. Un par de baches descarados y la chica se desvelaría, sin duda alguna. El camino continuaba pedregoso, y la diligencia saltaba como si se tratase de una atracción de feria mal regulada. Los primeros saltos no habían sido mas que un anticipo, puesto que tras éstos una serie de saltos comenzaron a hacerse mas que bochornosos.
Fuera, una especie de selva iba quedando poco a poco atrás, o quizás tan solo era el inicio. Solo se podían ver árboles y mas árboles, así como un pequeño y fino "camino" que estaban recorriendo. Al fondo de la caravana, la mujer seguía con las mismas, casi como una estatua; pese a que los saltos eran constantes. Nada parecía haber cambiado, salvo la distancia que restaba hacia su destino.
Un rugido terrible se hizo audible, síntoma de un día entero sin ingerir nada de comida. Si, evidentemente era cosa del estómago de la kunoichi. A ésto, la mujer torció de nuevo el rostro hacía la chica, y nuevamente no soltó prenda. Con parsimonia volvió a su anterior posición, girando tan solo el rostro.
Izumi se abría paso a través de cortinas de hierba alta, mientras la tierra húmeda cedía levemente bajo sus pies con cada paso. Una cálida brisa le acariciaba el rostro, haciendo que sus cabellos y ropajes ondeasen suavemente al viento. La peliverde no sabía muy bien donde estaba, había parpadeado un momento y de repente estaba allí.
"¿Y el carro?" se detuvo "¿En qué momento me caí de él?" giro sobre sí misma pero tan sólo podía ver hierba y más hierba que le llegaba hasta la altura del pecho "No hay ni rastro... ni siquiera huellas de las ruedas" volvió a seguir avanzando hacia delante, sin saber muy bien hacia donde se estaba dirigiendo "Tengo que salir de aquí... no puedo perder más tiempo" aceleró el paso, pero tenía la impresión de que no se movía del sitio por más que lo intentaba. Los minutos iban pasando y nada cambiaba a su alrededor, por mucho que caminaba el horizonte no era más que una mezcla de hierba y cielo azul a partes iguales
—¡¡Esto es desesperante!!— gritó la joven enfurecida mientras agachaba para pegar un puñetazo al suelo, lo que terminó con sus manos hundidas en el barro —¡¡ARGGGGG!!— lo que la enrabieto aún más, cogió una piedra que había frente a ella, se alzó de nuevo y la lanzó hacia delante con todas sus fuerzas. Siguió la roca con la mirada y esta cayó entre una hierbas más adelante, produciendo un sonido extrañamente amortiguado... como si hubiera caído sobre algo
"¿¿??" tras el sonido, todo tembló a su alrededor. Las plantas comenzaron a agitarse intensamente mientras entre ellas emergía una mole negra con manchas amarillas "¡¡¿¿qué diablos??!!" instintivamente la peliverde reculó.
Aquella montaña, giró sobre si misma de repente. Izumi notó como algo pasaba a toda velocidad frente a ella, arrancando toda la hierba a su paso como si fuera una guadaña "¡¡¿Una cola?!!" o eso es lo que le había parecido, aunque no tendría tiempo para debatir consigo misma pues frente a ella se detuvo una cabeza enorme de lo que parecía ser un reptil, una especie de lagartija gigante que abrió de par en par unos enormes ojos de color negro sin pupilas en los que la pequeñaja se vio reflejada.
Volvió a recular asustada, sin embargo esta vez el terreno le jugo una mala pasaba y piso en un hoyo, lo que provocó que la joven resbalará hacia atrás cayendo contra el suelo.
Sintió un intenso dolor en la cocorota, la joven se llevó las manos a la cabeza y abrió los ojos lentamente, el sol le molestaba en los ojos y el trajín del carro le hizo golpearse otra vez... por suerte esta vez tenía las manos puestas en el sitio adecuado. Liberó una mano para restregarse los ojos y poder mirar así a su alrededor con menos dificultad.
"Vaya... a sido solo un sueño" la joven respiró aliviada mientras paseaba la vista por la parte trasera de aquel carro. Su mirada casi se encontró con la de la misteriosa viajera que permanecía con la misma actitud que la del día anterior, aunque a la kunoichi ahora mismo no le importaba lo más mínimo "o más bien una pesadilla... pensé que ese bicho me iba a comer..." volvió la vista hasta el exterior del carro para ver por donde transitaba en aquel momento y parecían estar atravesando un bosque
Un rugido desde su estómago la hizo encogerse, mientras se llevaba una mano hasta el vientre "Dios... me olvidaba que llevo sin comer casi un día..." aquel sentimiento de vacío en su barriga era de lo más incómodo "Y me parece que va pa largo... moriré de hambre" y encima, los trotes del carro cada vez eran más intensos "¿No podían haberme dado otra misión? Tenía que ser ir a la otra maldita punta del país..." bufó la joven molesta "¡Qué hambre!" su estómago volvió a rugir "Tal vez el cochero tenga algo... lo que sea..." la pequeñaja se levantó como buenamente pudo y cruzó sobre la mercancía con cuidado, hasta llegar cerca de donde la mujer se acurrucaba "Aunque me da un poco de vergüenza tener que pedir comida..."Un poco más adelante estaba el conductor "Primero le preguntaré si falta mucho para parar de nuevo... luego ya veré que hago"
—¡Buenos días!— saludó la peliverde sacando la cabeza desde la lona, por la derecha del conductor —Disculpe que le moleste señor, ¿pero falta mucho para volver a parar?— la joven lanzó la pregunta esperando que la respuesta fuese afirmativa
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Tras una pesadilla la mar de extraña, la chica despertó frente a la mujer. Apenas había cambiado su posición antes de haber quedado dormida, aunque ahora mismo si que comenzaba a hacerlo; cosas de estar en continuo movimiento horizontal y vertical a causa de los baches. Por una o por otra, la chica reaccionó a tiempo para cubrirse la cabeza de un nuevo golpe, amortiguando el susodicho en la mano derecha. El dolor que le provocó no fue una gran cosa, pero si que le duraría el adormecimiento un breve instante.
Cuando terminó de retomar la compostura, y tras escuchar el rugido de su estómago, la chica comenzó a trepar por las cajas para llegar hasta el final de la estancia. La mujer reculó, y se giró sobre si misma para que la chica no llegase a ver su rostro. Nuevamente, un sonido de metal resonó en la mujer, a la altura de sus orejas. Ésta reaccionó rápido acallando el sonido con sus manos, y terminando de acurrucarse en la esquina. Casi parecía la reacción de un caracol cuando le tocas con el dedo en los ojos, que se recoge sobre sí mismo con todo el asco y el odio del mundo... y quizás algo de dolor.
Sin embargo, el propósito de la chica no había sido para nada el de molestar a la mujer. Izumi sacó la cabeza por el corte delantero del telar, y preguntó al cochero si quedaba mucho para volver a parar, después de un debido buenos días —Obviamente— pues la educación era lo primero.
—Ya queda poco, pequeña. ¿Que sucede? ¿tienes ganas de mear de nuevo? —Preguntó el hombre sin tapujo alguno.
Frente a ella, la caravana atravesaba un frondoso conjunto de árboles realmente avariciosos. La luz costosamente se colaba por las copas de los árboles, aunque la poca que lo lograba, iluminaba con la fuerza de mi rayos. La humedad era casi asfixiante, quizás signo de grandes reservas de agua cercanas, o simplemente acumulación de humedad que no llegaba a evaporarse. El final del camino no llegaba a verse.
Al aproximarse hasta la zona más interior del carro, la otra viajera reculo aún más sobre la esquina... Izumi no entendía muy bien que era lo que le pasaba a aquella chica, pero desde luego que su intención no había sido la de molestarla, ni siquiera de estar cerca de ella pues había elegido la otra esquina para asomar hasta la zona del conductor del carro. Al mover la cabeza el sonido de una especie de cascabel volvió sonar, pero Izumi no le prestó demasiada anteción pues para ella debía de ser algún tipo de adorno o pendiente que llevase puesta la extraña viajera "Qué chica más rara... quizás sea alguna ladrona que esta huyendo de la ley... o una asesina despiadada..." aquella última idea le hizo tragar saliva "Seguramente... solo sea tímida" intento tranquilizarse así misma justo cuando el conductor le respondía
—Ya queda poco, pequeña. ¿Que sucede? ¿tienes ganas de mear de nuevo?
Las formas del cochero estaban en las antípodas de las que estaba acostumbrada la peliverde, sin embargo la chica se adaptaba bastante bien a ese tipo de modales. Por lo general detestaba el exceso de etiqueta al que estaba sometida en su vida normal, así que un poco de modales de pueblo llano era aire fresco para ella
—No, no— respondió la joven con una sonrisa —Es solo que no he comido nada desde ayer...— confesó la joven —Esa vieja posada no me daba demasiada confianza...—
"Si queda poco, podré aguantar un poco más"
—Vuelvo a mi sitio antes de que un bache de estos me cueste otro cabezazo— bromeo la joven antes de devolver la cabeza al interior del carro
"En cuanto me baje del carro lo primero que haré será desayunar un maldito buffet libre" volvió a su esquina, junto al extremo opuesto al que estaba, por el mismo sitio por donde había venido. Pasando sobre las cajas, no tardó demasiado en volver a poner el trasero en su lugar "Bueno... será mejor que me distraiga un poco, así se me hará más corto" la chica optó por dejar que su mirada se perdiese en el bosque que iba quedando tras el avance del carro, tratando de localizar animalillos en las ramas de los árboles el tiempo se le pasaría volando
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Intentando molestar lo menos posible a la sospechosa, la chica consiguió llegar sin demasiado apuro hasta asomar por el telar. Lanzó la pregunta al cochero, y éste respondió sin tapujos. La kunoichi rápidamente negó estar en plena llamada de la naturaleza, con una sonrisa en el rostro, y explicó su verdadero motivo. La kunoichi no mentía en absoluto en cuanto al motivo, y el cochero rió por un instante, pero cuando ésta replicó cuál era la causa, éste frunció el ceño de manera súbita. La chica quizás no comprendería el porqué, pero la mueca que hizo el hombre sin embargo reflejaba su claro desagrado ante el comentario.
—Es la taberna de mi prima. —Cortó con tono tajante, aunque no por ello elevado.
Por unos segundos, el hombre quedaría en silencio, rancio como una manzana roja y con una cara mas larga que la del caballo de Tintin.
—Tshh! Tsh! —Reclamó su atención la mujer.
Dentro, a escasos 30 centímetros de la mujer, había un pequeño bulto alargado envuelto en papel de aluminio. La mujer lo señalaba, como ofreciéndoselo a la kunoichi. Sin embargo, esas fueron sus únicos vocablos. No parecía querer soltar una sílaba de mas, como si por cada letra que saliese de su boca le cobrasen un millar de ryos.
El cochero por su parte parecía haberse enfadado con el comentario de la chica, y eso que ni había sido un comentario insultante o hiriente. A saber cómo hubiese terminado la aventura de haber dicho algo mas grave...
Si la chica llegaba a tomar el susodicho bulto envuelto de papel, podría reconocer un típico olor de su aldea. Se trataba de un bocadillo hecho con bolitas de pulpo, y empapadas en una salsa picante de un tono anaranjado. No era quizás el mejor de los manjares, pero como bien se dice, a caballo regalado no le mire los dientes.
—Es la taberna de mi prima la respuesta del conductor fue bastante cortante, al parecer no le había sentado nada bien la breve opinión sobre el servicio que prestaba su familiar en aquella posada de mala muerte.
—..Es...to...— la joven casi estuvo apunto de palidecer ante la metedura de pata —Creo que... me he dejado algo ahí atrás...— metió la cabeza de vuelta al carro a toda prisa, no fuese a que el carretero se ofendiese más y terminase abandonándola en mitad de aquel bosque
"Puff... menos mal que no solté todo lo que pienso de esa mierda de posada" el estómago de la joven volvió a rugir mientras pasaba sobre una caja enorme, de camino a su asiento "Aguanta Izumi, ya falta poco"
—Tshh! Tsh! — la misteriosa viajera trataba de atraer su atención, o al menos esa fue la primera impresión de la pelirosa que se detuvo a mitad de camino.
"¿Me está llamando?" la joven volvió la cabeza, y allí estaba la mujer , señalando un pequeño bulto de aluminio "¿Qué es eso?" la chica detuvo su viaje hasta su rincón, para retroceder hasta el lugar donde le señalaba la mujer
—¿Quieres que te alcance esto?— la chica se acercó hasta el bulto, desde el que recibió un aroma muy familiar —hmmm— lo cogió con las dos manos —¡Esto... es...!— Izumi no se lo podía creer, lo desenvolvió un poco para desvelar el suculento bocadillo —¡Comida!— la boca empezaba a hacersele agua
"Estoy muerta de hambre... pero no se si aceptar comida de una extraña que bien podría ser una asesina en serie y haberlo envenenado sea una buena política" el estómago de la joven volvió a rugir, ansioso por recibir aquel manjar en su interior "Aunque lo mismo solo es una buena señora algo tímida... y la estoy prejuzgando equivocadamente"
—Le agradezco el detalle, pero no puedo aceptarlo— la joven volvió a cerrar el paquetito de aluminio con cuidado —Es suyo, y estoy segura de que también tendrá hambre— le tendió el bocadillo a la mujer —Además, ya falta poco para llegar a destino. Así que no se preocupe añadió la joven con un sonrisa, tratando de divisar con su mirada el rostro de la encapuchada
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La pequeña comprendió rápidamente el agravio de la situación, y optó por quitarse de en medio tan pronto como había salido. El conductor no soltó una palabra mas, sin duda estaba ofuscado, pero continuaba siendo prudente. Después de todo, la pequeña seguía siendo una genin, adiestrada de mejor o peor manera en el arte de la guerra, seguía siendo una luchadora por estudios. ¿A quién en su sano juicio se le ocurriría levantarle la mano?
Tras la delgada capa de tela, la mujer misteriosa había ofertado un buen bocadillo a la chica. Ésta al principio confundió el gesto, pero no tardó en pillar el sentido de la situación. Sin embargo, y para posible sorpresa de la mujer, ésta pequeña terminó rechazando el bocadillo. Así mismo, argumentó que era suyo, y que no quería quitarle el alimento, mucho menos sabiendo que ya quedaba poco para llegar a su destino.
Ni un gesto, ni un "de acuerdo" nada... ni una sola gesticulación o vocablo por parte de la mujer, esa fue su respuesta.
El silencio reinó de nuevo, salvo por el constante traqueteo que se traía la carreta consigo. El bocadillo quedó al lado de la mujer, que ni se molestó en recogerlo, y su mero aroma sería sin duda alguna una tortura atroz para la joven. Tras ellos, solo quedaban árboles y más árboles, el bosque no parecía tener final o principio. La vegetación casi se hacía mas densa a cada minuto, y el par de horas pasaron no demasiado fugaces. El estómago de la chica rugía sin pudor alguno, haciéndose escuchar aún mas que el traqueteo del viaje sobre madera.
No pasaron menos de 3 horas cuando al fin el cielo se despejó. Sin duda, el telar daría notificación de ello, calando por éste y sus escasos agujeros un millar de haces de luz. Tras ellos quedaba el bosque, y daba comienzo un camino de arena que a ambos lados tenía una especie de estanques con hierba creciendo a puñados deliberadamente espaciados. Si, sin duda eso había de ser lo que tenía nombre de campos de arroz. Si la chica se molestaba en observar el paisaje, no vería mas que una encrucijada realmente grotesca, enorme, conformada por caminos de arena, agua, y plantaciones de arroz. A diestra y siniestra, solo eso se hacía con el paisaje. El silencio allí no era menor, casi sonaba a cementerio. Nada, ni un alma.
El viaje continuó, con una marcha ahora bastante mas rápida, sin duda debido a que los árboles ya no les retenían.
Para cuando casi pasó una hora mas, alrededor de cuarenta minutos, el carruaje se detuvo. No lo hizo de manera descabellada o sin control, en absoluto, mas bien todo lo contrario. Frente a ellos, había una enorme edificación con un cartel blanco sobre el cuál resaltaban unos caracteres realmente labrados.
Tienda de necesidades básicas Fujiyama
Sin duda, ésto le sonaría. El edificio estaba constituido en su mayoría por madera, barnizada en un tono blanco brillante y limpio. Dos plantas, y quizás una tercera si se tiene en cuenta la terraza como habitáculo. Numerosas barandas de metal del mismo tono dando límites a las terrazas, así como adornando y fortaleciendo las ventanas. Parecía un búnker preparado para posibles asaltos, aunque sus colores transmitían tranquilidad.
— Ya hemos llegado, mocosa. Puedes bajar ya. —Escupió aún afligido el hombre.
Al parecer, ellos iban a seguir, al menos el resto de la caravana no había detenido su paso, tan solo éste. La mujer del interior continuaba con sus trece, y no pareció tampoco que ésta fuese su parada. Para cuando la chica bajase, el carruaje emprendería de nuevo la marcha, y el hombre ni se molestaría en despedirse.
Frente a la puerta, una mujer se disponía a modo de barricada. Su faz era seria, demasiado seria. Unos ojos finos como los de una serpiente, azules, un cabello largo y liso de tono mas oscuro que el azabache —si es que eso es posible— y ausencia total de maquillaje. Vestía un kimono blanco, con obi negro, sin detalle alguno, y calzaba unos zancos de madera con un tono similar al de su obi. Se encontraba realmente estirada, con la barbilla bien alta, y las manos cruzadas tras su espalda.
Ella tampoco quiso romper el silencio que se respiraba.
Tras volver a su lugar, la joven trató de distraerse observando el bosque que iba quedando tras la carreta. Según le había dicho el conductor faltaba poco para llegar a su destino, con un poco de suerte en una hora o menos estaría plantada delante de su destino y quizás, con un poco más de suerte un buen plato de comida. Sin embargo, paso una hora... y otra, y luego otra. Aquel maldito bosque empezaba a antojársele infinito, tras cada maldito árbol, había doscientos más.
"¿No decía que íbamos a llegar ya?" se lamentaba la joven que agarraba fuertemente su estómago con ambas manos mientras apoyaba la cabeza sobre sus rodillas, el hambre la estaba consumiendo por dentro. Nunca en la vida había estado tanto tiempo sin probar bocado y su voluntad empezaba a flaquear "Creo que voy a desmayarme si sigo así..." cuando estaba apunto de rendirse, el aroma del bocadillo que antes había rechazado cruzó la carreta hasta su hocico que parecía haberse afinado tanto como el de un perro. En su mente empezaron a aparecer fornidas bolas de pulpo frito que la invitaban a una salvaje fiesta de comida "Pulpooo" casi se le caía la baba, suspiraba por devorar a aquel bocadillo. Levantó la mirada y observó a la mujer en la otra esquina, parecía no haberse movido en todo este tiempo, estiró el cuello para mirar sobre las cajas y allí estaba el bocadillo, justo donde la chica lo había dejado "¡¡Sigue ahí!!" aquel pensamiento la emocionó como ningún objeto lo había hecho "Parece que ella no lo quiere... pero después de haberlo rechazado estaría feo recogerlo..." su estómago rugió como lo haría un poni bijuu endemoniado destruyendo una maldita aldea "Si, tienes razón" la joven estaba perdiendo ya el norte, ahora había empezado a dialogar con su estómago "Es un asunto de vida o muerte, si no como no podré cumplir la misión y si no cumplo mi misión... no podré impresionar a Morikage-sama" la muchacha ser armó de valor y con cierta dificultad, se puso en pie. El traqueteo del carro, su debilidad y algún que otro giro, casi la derriban pero consiguió abrirse paso entre las cajas hasta llegar de nuevo frente a la mujer con el bocadillo "Ahí... está" la joven miró con deseo el envoltorio de papel de plata, casi relamiéndose cual gata frente a un indefenso ratón bajo sus zarpas —Sí todavía me lo ofrece, lo tomaré con gusto. Muchas gracias— la chica alargó la mano y cogió el bocadillo como un monillo que acabase de robar a un incauto turista, para después volver hasta su lugar en la otra esquina. Se acomodó mientras su boca se hacia agua, desenvolvió el bocadillo y la magia del amor surgió entre ambos. El bocata la miró a ella, y ella al bocata, una bella historia de amor que conmovería el mundo años más tarde "Es... hermoso" la joven se lo llevó a la boca y le pegó un bocado, mientras arrancaba un pedazo con sus dientes pudo notar la textura del pan, el pulpo resquebrajándose entre sus dientes... pero lo mejor llegó al saborearlo, jamás en toda su vida, en ninguno de esos restaurantes que se hacían llamar de lujo, había probado un alimento que estuviese tan cerca de la perfección culinaria "Ni siquiera Gordon Raynsaku sería capaz de hacer algo tan delicioso" la chica lo devoró sin piedad y en apenas unos minutos ese manjar había desaparecido de entre sus manos —Mucha gracias por la comida— agradeció la joven mirando hacia el rincón donde la mujer permanecía en silencio.
Ahora que se había librado del hambre, todo parecía cambiar a mejor. Cuando se dio cuenta, el sol impactaba sobre la lona que cubría carromato. Miró hacia atrás y pudo ver como el bosque iba quedando atrás, de hecho ahora a los lados del camino comenzó a divisar campos de arroz —¡Por fin estoy cerca!— Izumi no pudo contenerse de la emoción, pronto podría mandar aquel maldito carro a hacer puñetas y ponerse manos a la obra
Tras un rato más de viaje, el vehículo se detuvo —Ya hemos llegado, mocosa. Puedes bajar ya.
La pelirosa pudo detectar cierta molestia en la voz del conductor, al parecer seguía resentido por el inocente comentario que había vertido sobre la calidad de la atención recibida en la posada de su prima "Menos mal que me mordí la lengua" Izumi había saltado como un resorte, estaba deseando mandar a la mierda al conductor, a su prima y al carro... pero con educación. Antes de bajarse, se dirigió hacia la mujer haciendo una reverencia —Muchísimas gracias— recuperó la verticalidad —Espero que el viaje le sea ameno— una vez despedida de su habladora compañera de viaje, la chica bajó de un salto.
Recorrió con la mirada el lugar hasta encontrar con un edificio de buen tamaño, el único que había por la zona de hecho. Sus ojos repararon rápidamente en el cartel del establecimiento para confirmar que el tipo no le había dejado en otra parte —Muchas gracias por traerme hasta aquí, buen viaje— se despidió la joven mientras observaba cada rincón de aquella fortaleza de madera.
En la puerta había una mujer atavíada con un kimono de diario en color blanco con un obi negro "Vaya... supongo que debe ser ella la que encargó la misión" La mirada de Izumi se encontró con aquellos ojos azules como de reptil, que daban una dureza genuina al rostro de aquella señora, enmarcado por un cabello negro como la noche "Bueno... peor que la prima del conductor no podrá ser... ¿no?" trató de animarse la joven, aunque por la postura estirada de la mujer que tenía en frente podía deducir que la cosa iba a ser complicada, había conocido a mucha gente así "Acabemos con esto..." el carro hacia un minuto que había arrancado, así que ella decidió hacer lo propio y acercarse hasta quedar a un par de metros de la señora
—Buenos días— hizo la pertinaz reverencia al saludo —Sanshoo Izumi, Gennin de Kusagakure— se presentó antes de recuperar la verticalidad, mientras esperaba a que la mujer rompiera el silencio
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La pelirosa no pudo pelear por mucho mas con su estómago, al final, éste pudo con la pequeña. Se armó de coraje, y se tragó gran parte de su orgullo, tras ello reculó hasta la mujer de escasas palabras y preguntó si aún estaba a tiempo de tomar el bocadillo. La mujer, tan escasa de vocablos como siempre, ni se molestó en gesticular demasiado. Su gesto se limitó a arrastrar un poco mas el bocadillo, lo suficiente como para que la pequeña lo alcanzase. Ésta no titubeó un solo segundo mas, y lo tomó con valor casi inigualable, para tras ello volver hacia su sitio.
En su posición anterior, retiró el envoltorio de papel de plata y le hincó los dientes por primera vez. Un edén de sabor recorrió toda su boca, y golpeó sus papilas gustativas como un boxeador a un alienígena en mitad de una invasión; fuerte y rotundo. Ni en las mejores series de gastronomía podrían expresar un sabor igual, era algo casi inhumano, fuera de éste mundo. Tanto fue así, que apenas tardaría unos minutos en devorarlo, casi parecía una fiera enzarzada a bocados con su presa.
Cuando llegaron al destino, y el cochero anunció el hecho, la chica optó por no tardar demasiado en bajar; no obstante, agradeció de nuevo a la mujer de la esquina el detalle del bocadillo, así como le deseó un buen viaje. Tras ello, y no antes, saltó de la diligencia.
Apenas hubo intentado agradecer al cochero el viaje, éste agredió a los caballos con las fustas, y la diligencia tomó camino rápidamente, dejando a la pequeña con las palabras en la boca. Si, sin duda alguna aún no la había perdonado por ese absurdo y ligero comentario. Pero en fin, allí estaba, sola ante el peligro. Frente a ella, quedó la estirada mujer que se interponía entre la pequeña y su misión.
Izumi, ni corta ni perezosa, caminó hasta escasos dos metros de la mujer; la cual le miraba por encima del hombro. Hizo una reverencia de lo mas formal y cortés, saludó, y al incorporarse se presentó con nombre y apellido, agregando sin dudar su rango de kunoichi. La mujer quedó en silencio, erguida y casi sin mover un solo músculo de su fino cuerpo. Sus orbes se deslizaron de un lado a otro, observando alrededor de la chica, y finalmente se clavaron de nuevo en ella. Su mirada rebasó a la chica, y la examinó de arriba hasta abajo, y volvió a subir. Llevó su diestra hasta su rostro, posicionandola frente a su boca, y aclaró su voz tosiendo un par de veces.
—Señorita... Sanshoo, ¿verdad? —Lanzó una pregunta retórica. —¿Dónde está su compañero? ¿Lo ha perdido usted en el viaje?
Lanzada la verdadera pregunta, la mujer retomó su anterior posición de brazos, cruzandolos tras su espalda. Tras ello, comenzó a andar con parsimonia, rodeando poco a poco a la pequeña.
—No creo que hayan enviado a una chica solamente, cuando expresamente pedí dos genin, ¿verdad?
De nuevo, la pequeña se acordaría en algunos familiares enterrados de la secretaria con la que topó a primera hora de la mañana anterior. Si recordaba mejor, seguramente se acordaba también de la madre del señor que salió a darle la taza a la susodicha, cuya profesión no era otra que vender su cuerpo por tiempo a desconocidos...
Bendito sobrino famélico.
La mujer se llevó la mano a la boca, mientras carraspeaba en un gesto de lo más altivo. Aquella actitud estaba molestando bastante a la pelirosa, que jamás se había visto en la situación de que alguien la mirase por encima del hombro... normalmente era ella quién lo hacia, no era de su agrado pero sin duda era algo soportable, al menos por el momento
—Señorita... Sanshoo, ¿verdad?— la mujer había lanzado aquella pregunta así misma, Izumi no sabía muy con que intención pero si que aumentaba la impresión de la joven de que aquella mujer iba a ser bastante problemática —¿Dónde está su compañero? ¿Lo ha perdido usted en el viaje?
La pregunta casi la dejó en fuera de juego, debía de haber supuesto que se la harían... pero para ser sincera, tenía que admitir que se había olvidado de todo lo que había ocurrido el día anterior "¿Y ahora qué le digo?" Izumi tenía más que claro que seguramente, cualquier respuesta molestaría a la mujer "Sí le digo lo que ha ocurrido seguramente me ganaré una reprimenda... además de que la Aldea no quedaría demasiado bien" lo ocurrido hace un día era algo más que bochornoso, una mancha en la historia de Kusgakure que el mundo no debía conocer "Tengo que inventarme algo..."
—No creo que hayan enviado a una chica solamente, cuando expresamente pedí dos genin, ¿verdad?
—Lo lamento, debido al número de solicitudes de encargos que ha recibido Kusagakure— comenzó la joven con todo el aplomo que fue capaz de reunir —No había disponible suficientes gennins, me temo— la mujer caminaba en circulo alrededor de ella, mientras Izumi mantenía la mirada al frente con aire marcial —Aunque no tiene de que preocuparse, fui de las mejores de mi promoción— trato de amainar el temporal que se le venía encima
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25/03/2017, 22:34
(Última modificación: 25/03/2017, 22:34 por Aiko.)
Bajo la impasible mirada de la señora, la pequeña buscó rápidamente las palabras apropiadas con las que tratar el asunto, la pregunta de la mujer; al menos eso pensó ella mientras iba soltándolas. Sin embargo, las facciones de la mujer no se diezmaron en absoluto. Seguía igual de seria e imponente, sobrecogedora si podía decirse. Continuó su leve paseo mientras la chica daba la razón, y terminó de nuevo frente a ella. Su serpenteante mirada se clavó de nuevo en ella, la pelirosa, y de nuevo la recorrió de arriba hasta abajo.
—De las mejores de la promoción dices... —De nuevo, se tomó su tiempo para acuchillar con palabras.
»Pues señorita Sanshoo, el motivo por el cuál solicité 2 genin es por el hecho de que requiero de la fuerza de dos chicos bien entrenados. La tarea no es otra que mover bultos de un lado a otro, y es una tarea mas que pesada para solo una persona, mas aún para una chica tan... Enclenque. —Aseguró, sin cortarse un solo pelo.
La mujer tomó aire, y lo dejó caer poco a poco en un tardío suspiro. —¿Crees que tu sola podrías? Dudo que mis ojos me engañen, pero no sería capaz de dudar de la palabra de una kunoichi.
Pese a lo cortante, seria y estricta que parecía, la mujer parecía tener algunos principios, y bastante confianza en los shinobis. Quizás, tan solo quizás, eso podía jugar de parte de la pequeña.
La señora detuvo su caminar frente a la joven, dedicándole otra de aquellas miradas que casi parecía estar radiografiandola de cabo a rabo "¿Por qué me toca a mi aguantar esto?" aquellos ojos de serpiente se clavaban en ella intensamente, parecía estar valorando la valía de la pequeña kunoichi en aquel preciso instante
—De las mejores de la promoción dices... — la mujer no parecía muy convencida de las palabras de la joven, quizás incluso supusiese que la pelirosa le estaba mintiendo
"¿Acaso duda de mí?" Izumi no podía negar cierta molestia ante las dudas de la clienta, pero no le quedaba más remedio que seguir apechugando o al menos intentándolo
—Pues señorita Sanshoo, el motivo por el cuál solicité 2 genin es por el hecho de que requiero de la fuerza de dos chicos bien entrenados. La tarea no es otra que mover bultos de un lado a otro, y es una tarea mas que pesada para solo una persona, mas aún para una chica tan... Enclenque. —
"Así que era eso..." era cierto que a primera vista la joven podía parecer un tanto debilucha, pero nunca había que juzgar a un shinobi por su aspecto
—¿Crees que tu sola podrías? Dudo que mis ojos me engañen, pero no sería capaz de dudar de la palabra de una kunoichi.
—Le aseguro que soy bastante más fuerte y resistente de lo que puedo aparentar a primera vista, señora— contestó la pelirosa con convicción, para demostrar que creía en lo que estaba diciendo —No tiene porque preocuparse— mantuvo la mirada a la mujer, entre una mezcla de reto y seguridad en si misma
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Izumi no tuvo la descabellada idea de retractarse, tragó saliva y permaneció en pie ante la pregunta. No dudó un solo segundo, asegurando que era mas fuerte de lo que parecía, así como zanjando toda posibilidad de dudas. La pequeña, pese a su escaso conocimiento de la tare, sacó pecho y siguió adelante. Frente a ella, el rostro de la mujer no había hecho mueca alguna, casi parecía no haberse inmutado ante la respuesta. De nuevo, enfrentó su puño a la boca y carraspeó un par de veces. Alzó el rostro aún mas si es que cabe, y se dio media vuelta.
—Está bien, confiaré en tu palabra, kunoichi. —Determinó mientras nuevamente entrecruzaba los brazos tras su espalda.
»Sígueme, no hay tiempo que perder.
Con esas palabras, la mujer comenzó a andar con parsimonia, irónicamente. Talón, punta, talón, punta. Caminaba casi como una modelo, sin duda se tomaba bien en serio las apariencias. Caminó con esos aires hasta llegar a la puerta; una puerta de metal blanca, con numerosos detalles y barrotes de seguridad. Deshizo la encrucijada de brazos, y empujó la puerta mientras atravesaba el umbral de ésta. Lejos de perder modales, se apartó al entrar mientras sujetaba la puerta, esperando que la chica pasase antes de dejarla de nuevo en su posición anterior; cerrada.
La sala era realmente grande, de paredes blancas y grandes vidrieras en el techo, provocando que la sensación de luminosidad y espacio aumentase en gran medida. Por todas las paredes se erguían unos estantes de madera blanca que parecían la mar de estables, a excepción de las paredes del lado derecho, donde en su lugar había unos grandes refrigeradores. En mitad de la estancia habían también un total de 6 estanterías, unidas de dos en dos para dar lugar a un total de 4 pasillos. Al fondo había una escalera de caracol que daba hacia las dependencias superiores, de metal blanco también. Otro detalle importante eran las cajas registradoras, que se encontraban a pocos pasos de la entrada, un total de cuatro.
—Ésta es la tarea. Como podrás ver, esas estanterías centrales están totalmente vacías. —Señaló los estantes centrales. —En el piso de arriba está la mayoría de la mercancía, debes ir mirando qué debes colocar en cada lugar de los estantes, y aprovisionarlos. En los estantes hay pegatinas que nombran los productos y sus precios, fíjate en ellas y tráelos.
»Aquí tienes la llave del almacén.
La mujer le entregó un llavero, en el cuál había una llave metálica que tenía una pegatina en la que claramente ponía "Almacén". No era la única llave, había otras similares, con distintos nombres. Puerta trasera, desván, caja registradora 1, caja registradora 2, caja registradora 3, caja registradora 4, entrada, y una última que estaba en blanco.
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