Ajeno a lo que ocurría fuera del almacén, Ralexion se mantenía inverso en su tarea. Era una labor mecánica y pesada; la hoja del baikunai se le escapaba de la pequeña hendidura del tornillo en alguna ocasión, a lo cual respondía maldiciendo por lo bajo. Los minutos se hacían eternos. Una gota de sudor surcaba su frente. Quitó el primer tornillo, que cayó al suelo, dándole a uno de los doberman en el hocico. Luego otro, y otro... solo le quedaba uno. Se apresuró a destornillarlo, agarró la rejilla metálica y la lanzó al suelo del almacén, cayendo de una manera escandalosa.
Tomó una profunda bocanada de aire. El ladrido constante de los perros mientras trataba de abrirse un agujero hacia la libertad le estaba irritando. Introdujo la cabeza dentro del conducto, echando un vistazo al interior. Le esperaba un angosto recorrido en un lugar lleno de mugre.
—Quién me iba a decir esta mañana que terminaría metido dentro de un conducto de ventilación intentando salir de una puñetera fábrica...
Tomó impulso y se introdujo del todo, con la cabeza por delante. Gateó y pudo comprobar, aliviado, que disponía de espacio suficiente como para moverse. Ahora el problema radicaba en que no sabía hacia dónde se dirigía, por lo que se limitó a tomar una dirección al azar cada vez que se topaba con un desvío. Siempre evitando los ventiladores, por supuesto. No deseaba convertirse en picadillo.
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—A-acá no pedi-dimos lim-pi-pieza de ve-ventanas, no hay ve-ventanas— Respondió como si el fuera el agraviado.
—LO SIENTO y ADIÓS— Exclamó para luego echarse a correr a toda velocidad como alma que lleva el diablo, ante la mirada extrañada del lentudo que no entendía que acababa de suceder. Había sido demasiado intento de socialización por parte de Kagetsuna para un día.
"NO VOLVERÉ A HACER ESO NUUUUUNCAAAA. Haaaaaa, plan B. Aunque el plan B debía ser el plan A desde un principio."
Volviendo con nuestro uzureño infiltrado, dentro de aquellos pasadizos metálicos Ralexion no era el único transeúnte que se escabullía en ellos. Para su desgracia, tuvo la desdicha de cruzarse en algún momento con una enorme rata que venía justo en dirección contraria. Y aunque el espacio era suficiente para avanzar, no había mucha manera de darse la vuelta. Frente así había una bifurcación con tres posibles vías, su único obstáculo: La rata.
Afuera, el tuerto se quedo expectante, a la espera de una oportunidad para adentrarse. La dávida se le concedió cuando un hombre salió a sacar la basura y depositar las bolsas en los basureros del callejón. Nuestro pelimorado personaje aprovechó la oportunidad y se introdujo en la edificación, burlando la vista del trabajador.
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~Ausente los fines de semana~
Después de ese extraño periplo, sus ropas necesitarían un buen lavado. El pelirrojo se paró en seco cuando vio a la rata venir hacia él desde el extremo opuesto del conducto. «¡Justo lo que no necesito en este momento!», pensó al mismo tiempo que buscaba un shuriken dentro de su kimono. Lanzó la estrella ninja como buenamente pudo, acertándole al roedor entre los ojos. El pobre animal murió con un gemido de sorpresa.
Continuó gateando y apartó a la rata cuando llegó a ella, no sin antes recuperar su shuriken del cadáver. Observó detenidamente la intersección durante unos instantes, pero no habían detalles que le permitieran hacerse una idea de hacia dónde iba cada sección del conducto.
Así que, sin nada por lo que guiarse, tomó la izquierda.
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Kagetsuna tuvo que adentrarse con muchísimo cuidado al edificio, Si bien aún era un pato en aquello del arte del sigilo y la infiltración, el ruido constante de serruchos y martillos ayudaba a opacar el sonido de sus pasos. Al ver el techo de la estructura, se podían divisar varias vigas metálicas de grosor considerable que sujetaban el armazón, así que optó por subir a estas y conseguir un camino en las alturas.
”¿Dónde puede estar ese niño?”
Lo único que sabía era que se lo habían llevado y nada más. ¿Habría hecho ya algo el uzumaki por escapar? No tenía forma de saberlo ¿Y si ya no estaba en el sitio y él había entrado por gusto? Se había jodido.
El salón de trabajo era enorme, había largas líneas de producción donde los trabajadores ensamblaban y daban los últimos retoques a las piezas, ya sea lijándolas o aplicando barniz. Un campanazo fuerte casi le hizo perder el equilibrio, los trabajadores al escucharlo dejaron las piezas en su lugar y salieron poco a poco de la sala.
”Debe ser hora del almuerzo”
Cuando toda alma había dejado la habitación el Senju se bajó de las vigas. No sabía cuánto tiempo duraría el receso, pero debía aprovechar esos minutos en los cuales podría explorar y moverse con facilidad.
Ralexion por su parte, al seguir por el camino izquierdo por un buen rato se toparía por fin con una reja de salida que daba justamente al comedor del edificio, donde podría divisar a todos los hombres sentados, comiendo y algunos que otros riendo y cantando. Indudablemente era una salida, pero había un pequeño fallo en su plan de fuga, pues al igual que la rejilla por la que se introdujo originalmente. Estaba atornillada por fuera.
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~Ausente los fines de semana~
Por fin veía luz al final del túnel, por decirlo de alguna forma. Gateó hasta la rejilla con impaciencia. Antes de nada, observó lo que había al otro lado: se trataba del comedor de la fábrica, y parecía que en ese preciso momento los trabajadores estaban disfrutando de su descanso para la comida. Ya de buenas a primeras sería una mala idea salir por allí, pero incluso aunque quisiera no podría, pues el trozo de metal que impedía la entrada al conducto estaba atornillado por fuera de la misma manera que el que había usado para entrar.
—Maldita sea, como no he pensado en algo tan simple...
No solo eso, pues no gozaba de espacio suficiente para maniobrar y volver por donde había venido en pos de tomar otra dirección en el "cruce de caminos". Solo le quedaban dos opciones: esperar a que los carpinteros terminaran de comer y tratar de salir por sus propios medios cuando el comedor estuviera despejado, o llamar la atención a propósito e intentar que fueran los propios operarios los que quitaran la reja.
Se decidió por la segunda.
—¡Ayuda, aquí! —empezó a exclamar, golpeando el metal con toda su fuerza.
Con suerte alguien le escucharía, a pesar de todo el barullo.
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El sonido de los gritos de auxilio del genin resonaron en eco a través del sistema de ventilación. Si bien los alaridos iniciales pasaron desapercibidos, pronto uno de los obreros se percató del extraño sonido. Dejó su sandwich a medio masticar en su lonchera y miró por todos lados hasta divisar una extraña forma que se asomaba por la rejilla de la pared.
—¿Qué verga?— Sacó sus lentes del bolsillo de su camisa para ponérselos y tratar de distinguir mejor —¡¿pero qué?! ¡Hey muchachos, miren! ¡Hay alguien ahí!— Dijo señalando con su dedo indice al muro.
Los hombres la percatarse de los gritos de auxilio se dirigieron a la zona. uno salió rápidamente del comedor, probablemente en búsqueda de algún destornillador que los que usaban normalmente en sus rutinas diarias. Si bien la prioridad era ayudarle, probablemente después le inquirirían sobre el por qué había terminado en un lugar como es sin autorización.
—¡Oye niño! ¿Cómo terminaste ahí metido?
El otro hombre llegó con un destornillador y una escalera corta para subir hasta donde estaba la entrada a la ventilación y empezó a ponerse manos a la obra mientras los demás sujetaban la estructura.
Kagetsuna escuchó los gritos que se habían esparcido, preocupándose.
"Por las santas putas de mi pueblo. ¿En que estará pensando? Demonios, ¿y ahora qué? No se si sea buena idea seguir intentando ayudarle, ahhh por Kami-sama. Me quedaré aquí un rato a ver que pasa, que no quiero ser yo quién luego termine sin poder salir"
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~Ausente los fines de semana~
Tan pronto los operarios fueron conscientes de la presencia del joven pelirrojo, este desató y guardó su banda de Uzushiogakure en el interior de su portaobjetos. Sabía que así evitaría preguntas de lo más incómodas. Observó, satisfecho, como los trabajadores de la fábrica se ponían manos a la obra para sacarlo de ahí.
—E-estaba jugando con mis amigos en la azotea y me retaron a meterme por uno de los conductos —mintió cuando el hombre que se subió a la escalera estaba lo suficientemente cerca como para escucharle, tratando de sonar lo más creíble posible—. Entonces me caí... y llevo un buen rato tratando de encontrar una salida. Casi me corto con uno de los ventiladores. Por favor, sáquenme de aquí.
Su coartada no era la mejor ni la más elaborada, pero era todo lo que se le ocurrió en un espacio de tiempo tan corto. Siempre podía improvisar según necesitara en caso de que la situación se pusiera fea.
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La explicación del muchacho no acababa por convencer al hombre, frunció el ceño en una clara muestra escepticismo.
—Ahorrate tus explicaciones. Primero te sacaremos y ya después veremos que hacemos contigo.
Cuando el último de los tornillos terminó por aflojarse y caer al suelo, el obrero retiró la rejilla y tomó de los brazos al muchacho para ayudarlo a salir del ducto. El resto de los hombres se pusieron a los alrededores para sujetar la escalera e incluso juntaron sus manos para que pudiera apoyarse y bajar con facilidad. Más cuando tuviera los pies de nuevo en el suelo, se vería rodeado por todos y cada uno de los trabajadores, que lo observarían con mirada acusadora.
—Dices que te metiste por la azotea y que casi te cortas con los ventiladores... ¿Crees que somos tontos o qué? Si las aspas justamente obstruyen el paso como fue que lograste llegar?— Dijo el de lentes.
—¿Heh? Tus amigos eran los que estaban gritando ahí arriba?— Apareció de la nada aquel flaco que lo había llevado hasta ahí en forma de maceta. —Pues más te vale que nos digas dónde están, por que vamos a darles una lección— Amenazó mientras se tronaba los dedos —O si prefieres el castigo va para ti solo.
—¡Vayan a ver si no hay alguno otro escabullido!
Los hombres no tenían la más mínima intención de soltarlo por las buenas. Un grupo salió a inspeccionar el área justamente para buscar otros intrusos. Kagetsuna se había mantenido al margen de todo desde su posición en lo alto, pero al ver que los hombres que pasaban por debajo estaban alterados prefirió buscar una salida.
"Sabía que debía haberme ido antes. Aggghhh, que cagada. Deben tener vigiladas hasta las salidas."
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Ralexion tragó saliva. Parecía que sus explicaciones no estaban logrando el efecto que había esperado. En cualquiera de los casos, lo iban a sacar del conducto igualmente, así que había conseguido su meta, aunque fuera a medias. Se mantuvo callado, algo pálido, hasta que finalmente lo ayudaron a salir de allí.
Acto seguido se vio rodeado de hombres con cara de pocos amigos, ya sobre el suelo del comedor. No respondió a ninguna de las preguntas hasta que se hizo el silencio. El pelirrojo no paraba de sopesar sus opciones una y otra vez en su fuero interno. Se aclaró la voz.
—Ehh... pues... —comenzó a decir, pero de pronto sacó una bomba de humo del interior de su kimono y la estampó frente a sí— ¡Que os jodan a todos, eso!
Aprovechando la confusión causada por su artefacto explosivo, salió pitando leches de allí, empujando a un par de operarios en el proceso. Corrió como alma que lleva el diablo hasta la salida del comedor, y desde ahí, buscó una puerta al exterior...
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—¡Hijo de la chingada madre!— Bufó molesto, aunque el humo no le permitió ver por donde se había escapado el muchacho.
El lugar era un alboroto, había algunos cuantos hombres afuera, de los que previamente habían ido a buscar a más posibles intrusos. Las mesas de trabajo y las materias primas obstaculizaban el paso, pero tampoco representaban demasiado problema para alguien que tuviese una mediana agilidad. Eso sí, los obreros harían de todo con tal de darle caza al Uzumaki, por lo que un grupo de 3 sujetos se dirigió a las escaleras en caso de que quisiera optar por esa salida.
—Se cree muy listo— Apretó el gordo los dientes —¡Vayan a la bodega y suelten a los perros!— Extendió la mano dando la orden.
—¡Ahora mismo! y tú vienes conmigo— Tomó del brazo al de lentes.
—¡¿Po-por qu-?! ¡Uaaauaaaah!— Se cortó mientras lo jalaban.
Rápidamente bajaron las escaleras hasta llegar al sótano y nomas levantar la persiana los iracundos caninos se echaron a correr. Los ladridos de los doberman resonaron, siguiendo el olor que previamente habían captado al oler la maceta. El alboroto se había montado y era del bueno.
"NO, NO, NO"
Cada que Kagetsuna intentaba ir por algún pasillo se asomaba algún trabajador, teniendo que desviarse en los corredores y por ende alejándose del camino a la salida. Las cosas estaban peor de lo que había pensado y los alaridos de los perros en la lejanía no le inspiraban absoluta confianza. En algún momento creyó ver al pelirrojo huir, pero llamarle sería delatar su posición. Ya estaba más que desesperado por tratar de que no lo descubriesen, así que decidió esconderse en uno de los cuartos de mantenimiento hasta que el desastre pasara.
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Continuó corriendo por su vida. Por el camino iba dejando clones inmateriales de sí mismo, esperando que confundieran a sus perseguidores. Tenía claro su objetivo: la salida de emergencia que había visto en el primer piso. Esquivaba mesas de trabajo y saltaba por encima de pilas de madera con todo lo que su agilidad le permitía. Se sentía confiado, él era un ninja y sus perseguidores simples carpinteros, pero entonces escuchó a la jauría de doberman que había sido liberada. Había olvidado a los malditos perros.
—¡Oh mierda, oh mierda! —musitó sin dejar de correr, aumentando todavía más su velocidad.
Dicen que el miedo da alas a los hombres. El Uzumaki estaba demostrando que ese dicho era cierto. Vio una puerta de color gris y sin pensárselo dos veces cargó contra ella. La abrió de un placaje, y descubrió que se encontraba en un rellano de escalera. Unos peldaños más arriba había un trío de operarios. Las miradas del grupo y del genin se cruzaron.
—¡Eh, tú! —gritó uno de ellos, señalándolo.
Bajaron las escaleras a la carrera, a la par que Ralexion se pegaba a la pared del rellano y corría verticalmente, tratando de alcanzar el techo. Uno logró agarrarle del hakama, a lo que el muchacho respondió propinándole una potente patada en la nariz, zafándose de inmediato. Se apresuró, ya boca abajo, ascendiendo niveles, mientras los dos trabajadores restantes, además de los perros, le pisaban los talones.
—¡Que le jodan, volveré a la azotea y punto!
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Parecía ser que los trabajadores habían dado con el intruso, pues la mayoría se dirigieron en dirección a las escaleras, dándole la oportunidad perfecta al joven Isa para salir de su escondite y dirigirse a la salida de emergencia sin ningún inconveniente. Eso sí, por dentro se sentía hasta culpable de dejar al otro chico a su suerte. ¿Y si lo cachaban los perros? Pues habría Uzumaki de cena. Por mucho que intentase olvidarse del chico de Uzu, su orgullo y ego no eran lo suficientemente intensos como para dejarlo abandonado sin que le remordiese.
"Soy demasiado benevolente"
Mientras le mismo estaba convencido de semejante barbaridad, salió sin mayor contratiempo al exterior, al mismo callejón de antes donde por suerte parecía no haber nadie.
Mientras Ralexion subía podría darse cuenta que en lo alto se veía una especie de salida, donde la luz brillante del sol le prometía la tan añorada libertad. Con lo que no contaba era que en la parte exterior había un grupo de hombres de los que habían sido enviados originalmente para buscar intrusos, así que el lugar se encontraba cercado por los obreros.
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Jadeante, se apresuró escaleras arriba -aunque realmente no estaba usando las escaleras, si no el techo de estas- a la par que los operarios -y probablemente los perros- seguían su estela. Finalmente pudo vislumbrar la pesada puerta metálica que llevaba a la azotea. Se dejó caer de vuelta a suelo firme y aterrizó de pie, arrodillado, cual gato. Sonrió, confiado, consciente de que estaba literalmente a unos pasos de poder marchar y continuar con su vida.
Atravesó el portón con la celeridad de alguien que está siendo perseguido. Su sonrisa se esfumó de sopetón al comprobar lo que le esperaba al otro lado. Su suerte fue nefasta, pues ya habían otros trabajadores esperándole. El pelirrojo se estaba cansando de la persistencia de aquellos hombres.
—¡Ni un paso más! —les ordenó con autoridad a pesar de su corta edad.
Sacó un shuriken y lo lanzó hacia el carpintero más cercano. La intención del arma no era herir a su objetivo, si no advertirle. La estrella pasó muy cerca de él, cortándole un par de mechones del flequillo al vuelo. Cuando el sujeto se percató de lo que había ocurrido cayó de culo al suelo. El resto retrocedieron, asustados.
—¡Muy bien, ahora quedáos quietecitos o la próxima no fallará! —amenazó, sacando con la zurda otro proyectil.
Sin despegar sus orbes avellana del semblante de sus perseguidores, trotó con paso ligero hasta la barandilla por donde había subido. Fue entonces cuando irrumpieron en escena los otros operarios, los que le habían seguido por la escalera. El ladrido de los doberman también se podía escuchar con facilidad, proveniente del rellano. Era momento de pirarse, sin lugar a dudas.
Saltó por encima del metal protector, para sorpresa de todos los presentes. Lo que los ya mencionados no sabían es que Ralexion era capaz de pegarse a la pared gracias al control del chakra. Corrió a toda velocidad a través de la fachada lateral de la fábrica en dirección al suelo. Ya fuera por curiosidad o preocupación, varios de sus rastreadores se asomaron, tan solo para quedar atónitos al ser testigos de lo que vieron.
—¡Eh, tuerto idiota! —gritó a mitad camino tras observar la figura del pelivioleta— ¡Vámonos de aquí!
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De un momento a otro Kagetsuna alzó la vista al escuchar el sonido de la discusión en la parte de arriba de del edifico. De un momento a otro vio al chico de Uzushiogakure bajar por las paredes del edifico a velocidad considerable, aunque el reencuentro no fue de lo más agradable. Después de tal saludo ya no le remordía la conciencia, de hecho no le faltaron ganas para entregarlo a la horda de trabajadores furiosos. No lo hacía sólo porque clavarlo a él era clavarse a sí mismo y eso sería contraproducente. ya tendría tiempo para la venganza.
"Hay gente que sólo quiere ver arder Ōnindo"
Suspiró con pesadez y se echó a correr junto a Ralexion, no le iba a dar detalles de absolutamente nada.
"Para una vez que intento ser amable y miren lo que pasa."
Casi todos los obreros se habían ido por la parte de arriba, tardarían mucho en bajar por las escaleras para darles caza. no tendrían oportunidad de alcanzarlos ni en un millón de años. Saliendo de lo oscuro del lugar pronto llegarían a la Plaza Central, donde la cantidad de negocios y gente bien podría camuflarles.
—No sé cómo chingados terminé en esto...— Masculló.
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Brincó desde la pared y tomó tierra sobre la acera, ignorante del mal humor de su acompañante. Corrió junto a Kagetsuna hacia la salida del callejón y la Plaza Central, más que deseoso de perder de vista a esos molestos perseguidores.
Una vez se encontraron fuera de peligro, el pelirrojo se detuvo de inmediato, tratando de recuperar el aliento. Arqueó la espalda hacia delante, el rostro para abajo y apoyó su figura con las manos, posicionándolas sobre sus flexionadas rodillas. Varias perlas de sudor caían por su desnuda frente hacia el suelo. Respiró hondo durante unos instantes.
—¿Sigues teniendo el pergamino? —le preguntó al otro shinobi.
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