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La madre de Daruu tenía una cabaña en el fondo del gran cañón de Yachi. Era una señora cabaña, a decir verdad, más parecida a una casa: dos pisos, cocina, dos servicios y varias habitaciones. Todo un lujazo, que, según ella, había ganado en compensación de un envío de fresas que había caído al fondo del cañón. Daruu pensaba que aquella compensación superaba con creces el valor de cien envíos de frutas.
Pero su madre tenía contactos. Y conocía los chanchullos del comerciante con gente importante. Cosas que no debían conocerse en Amegakure si se quería garantizar la seguridad del pobre diablo...
...de modo que tenían una buena casa. Y Daruu, cada vez que se alejaba de Amegakure, y se hacía tarde, podía contar con un segundo hogar donde pasar la noche.
Ahora amanecía, y Daruu se había levantado temprano, porque consideraba que se merecía un día de descanso de tanta luz de neón y de la lluvia. Qué mejor descanso que entrenar por una vez en el silencio de la mañana, acompañado sólo del canto de los pájaros al borde del río del fondo del cañón, que transcurría a tan sólo diez metros de la puerta de la cabaña.
Pero antes, quizás le vendría bien tumbarse en la fresca y verde hierba, cerrar los ojos, dejarse llevar...
...ah, qué buen día que hacía.
Escuchó unos pasos a su derecha, y, honestamente sorprendido de que alguien pasase por allí, se levantó de golpe, quedando sentado y observando al extraño que acababa de entrar en escena.
Pero lo que Daruu vio no era una persona, era una calabaza. Una calabaza enorme con brazos y piernas, siendo más exactos. Bueno, las calabazas no tienen brazos ni piernas, en realidad. Más bien era alguien cargando con una hortaliza de tal tamaño que solo se podían apreciar sus extremidades.
El sujeto tenía la respiración algo acelerada. Cada vez que daba un paso adelante se hacía notar que el peso con el que cargaba no era despreciable. Llevaba desde las cinco de la madrugada cargando con calabazas, y esa era la más grande por el momento.
Ignoraba que había otro ser humano en los alrededores.
—Podría decirse que me han dado calabazas —dijo para sí, riéndose por lo bajo.
El humor le ayudaba a sobrellevar el cansancio físico y mantenerse positivo. Era una labor manual de lo más pesada y repetitiva, pero era parte de una misión, después de todo. Además, le habían prometido sopa de calabaza más tarde, y había escuchado maravillas sobre la delicatessen de Yachi.
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24/03/2017, 02:23
(Última modificación: 24/03/2017, 02:23 por Amedama Daruu.)
—Podría decirse que me han dado calabazas —dijo una enorme calabaza con brazos y piernas.
Dios.
A Daruu toda la escena le resultó tan graciosa que no pudo sino echarse a reír, tumbado sobre la hierba, rodando hacia un lado y hacia el otro riendo como un crío.
—Ay, madre mía, ¿pero qué haces? —decía, todavía limpiándose un lagrimón del ojo—. Hola. Oye, ¿hay alguna persona detrás de esa calabaza? ¿Qué haces por aquí, en el fondo del cañón, cargando eso, tío?
El joven que le susurraba a las calabazas se detuvo de pronto cuando escuchó una voz, proveniente de un lugar no identificado -ya que no podía ver apenas delante de él o a los lados, se guíaba por lo que podía ver entre sus piernas-, con tal brusquedad que casi se le cae la hortaliza de las manos, lo cual habría sido un auténtico marrón, pues probablemente su carga se habría partido al aterrizar y con ello tendría la fortuna de capear la reprimenda de los granjeros.
—¿H-hola? Lo siento, no puedo ver mucho —expresó con incomodidad, tratando de sacar un ojo por uno de los laterales de la calabaza—. Pues estoy ayudando a los campesinos con la cosecha. Soy un ninja, pero me ha caído este tipo de misión rango D. Mano de obra barata.
Ralexion era un poco tonto, desde luego. En lugar de continuar con su travesía o dejar la hortaliza en el suelo para poder charlar como un ser humano normal, se quedó quieto y respondió a Daruu sin mejorar su situación o pararse a pensar en ello, a pesar de que los brazos y las piernas le temblablan.
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27/03/2017, 23:33
(Última modificación: 27/03/2017, 23:34 por Amedama Daruu.)
La calabaza con patas aminoró el paso durante unos segundos hasta pararse. Daruu tuvo que echarse para atrás con un pequeño botecito para que no le atropellase.
—¿H-hola? Lo siento, no puedo ver mucho —Le contestó una voz masculina, de niño. El extraño movía la cabeza para intentar ver por detrás de la enorme hortaliza, pero no se le ocurrió ni por un instante soltarla. Por lo que pudo ver, tenía el pelo negro, y los ojos de color avellana. No llegó a ver el símbolo de su bandana, pero para Daruu eso no era un problema. Activó el Byakugan sólo unos segundos, lo inspeccionó y volvió a desactivarlo—. Pues estoy ayudando a los campesinos con la cosecha. Soy un ninja, pero me ha caído este tipo de misión rango D. Mano de obra barata.
El muchacho no parecía peligroso. Pero era un genin de Uzushiogakure. Y los días atrás había tenido unas experiencias un tanto... poco satisfactorias, que habían protagonizado unos genin de Uzushio.
Daruu se debatió unos instantes con el corazón bombeándole en el pecho. Eri tampoco había parecido peligrosa ni mala persona, y sin embargo aquél chunin y aquél otro genin...
—Oye, ¿y quieres que te ayude? Yo también soy ninja, pero estaba tomándome unos días antes de volver a la aldea. Tengo la mañana libre —terminó accediendo, tras chasquear la lengua. Habían pasado unos días, y de todas formas juzgar a toda una aldea por un puto loco no le parecía adecuado. El genin no le había mostrado intención hostil alguna, y a decir verdad Eri parecía de verdad interesada en colaborar con él, no en dirigirle a una trampa mortal—. O puedes dejar ese maldito monstruo en el suelo y hablamos un rato, también. Te puedo ofrecer un vaso de agua o algún refresco. Es posible que no la hayas visto, ya sabes, por el calabazote, pero tengo una cabaña aquí al lado y tenemos de todo.
El moreno dudó unos instantes tras escuchar las palabras del desconocido.
—Pues no sé qué dirían mis superiores sobre que otro me ayude a hacer el trabajo, especialmente un ninja... igual no me pagan —expuso, meditabundo—. Pero nadie me impide tomarme un descanso, así que te voy a decir que sí a eso de la bebida.
Con extremo cuidado, posó en el suelo la calabaza. Ahora por fin podía ver a su interlocutor. Observó el símbolo de Amegakure en sus ropajes. Haciendo gala de la cordialidad y educación que le habían inculcado de pequeño, se aproximó a Daruu y extendió su mano, lista para ser estrechada.
—Me llamo Uchiha Ralexion, de Uzushiogakure no Sato —sonrió.
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—Pues no sé qué dirían mis superiores sobre que otro me ayude a hacer el trabajo, especialmente un ninja... igual no me pagan —contestó el genin—. Pero nadie me impide tomarme un descanso, así que te voy a decir que sí a eso de la bebida.
«Hombre, no creo que haya nadie aquí de Uzushiogakure mirando a ver si te ayuda otro ninja para no pagarte. El tonto en todo caso sería yo por ayudarte gratis, eso no debería de importarle a tu aldea. ¿Te imaginas? Envían a uno a cargar calabazas y a otro para vigilar que las carga.»
Daruu se divirtió interiormente con esa idea mientras el joven de la coleta posaba con delicadeza la hortaliza en el césped. Se acercó a él, y con cordialidad, extendió la mano para estrechársela.
El ameño la tomó con mucho gusto y le saludó.
—Yo me llamo Amedama Daruu, de Amegakure —contestó—. Tu nombre me suena, aunque... no sé de qué.
Dudó unos instantes. Luego, retiró la mano y se encogió de hombros.
—Vamos, entremos dentro. Debo de tener algo de Ame-cola todavía. O quizás un Shinogi-lima.
Daruu y Ralexion entraron a la cabaña. La recepción era humilde. Tanto suelos como paredes eran de madera, y les aguardaba un pasillo que iba todo recto, hacia unas escaleras que ascendían a la izquierda. A ambos lados del pasillo habían dos puertas, tras una había un salón, con un sofá y unas estanterías con libros de todo tipo. A la derecha, una enorme cocina con isla y todo tipo de electrodomésticos. Daba a entender que, desde luego, a la familia de Daruu le gustaba cocinar.
El de los ojos blancos giró a la derecha y entró en la cocina. Señaló la nevera, blanca, con varios imanes que representaban trozos de pizza, o pizzas enteras.
—Sírvete tú mismo. Yo voy a ir haciendo algo para picar...
Se fue derechito al armario del fondo. Lo abrió, y extrajo una gran bolsa blanca. Espolvoreó algo de harina en un bol que había en la isla, y le empezó a echar agua con el grifo.
—La verdad es que a mí también se me hace familiar el tuyo, que raro, ¿no? —afirmó poco después del apretón de manos, acompañando sus palabras de una ligera sonrisa algo nerviosa.
El moreno asintió, su coleta meciéndose al compás de su movimiento. Caminó tras su anfitrión. Esperaba que este tuviera refresco de Uzuranja, su favorito. Observó la morada con curiosidad. No estaba nada mal para ser una cabaña en mitad del campo, desde luego.
Siguió a Daruu, torciendo a la derecha para entrar en la cocina. Se le otorgó permiso para servirse por sí mismo. Aunque sentía un poco de vergüenza, el genin de Uzu obedeció, aproximándose a la nevera decorada con representaciones de sabrosa pizza. Dentro encontró todo tipo de ingredientes de confitería, algo que el Uchiha no esperaba; también había comida precocinada y refrescos. Suerte la suya, pues tenían Uzuranja. Con una sonrisa, tomó el bote, cerró la puerta del electrodoméstico y lo abrió, disfrutando del satisfactorio "plop" de la anilla y la fragancia que le acompañaba.
Antes de dar un sorbo se percató de que Daruu parecía estar preparando algo. Vaya, Ralexion no esperaba que llegara a tales extremos cuando dijo que iba a "hacer algo para picar". Esperaba una bolsa de snacks o algo similar. Le resultó impresionante que alguien que parecía más o menos de su edad supiera desenvolverse en la cocina con tanta maña.
—¿Y qué estás preparando? —le preguntó con interés, acto seguido tomando un sorbo de refrescante néctar.
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—¿Y qué estás preparando? —preguntó el Uchiha, y le pegó un trago a su Uzuranja.
—¿Puedes sacarme una Amecola de la nevera mientras, por favor? —preguntó él, sin contestar a la pregunta, y luego, ahora sí—: Pues mira, voy a hacer una pizza tan gorda que vamos a reventar, fíjate tú. No pasa nada, las hago todo el rato. Ya verás qué buena va a estar.
Daruu depositó la masa primitiva en el banco de la isla y comenzó a amasar con esmero, casi de forma profesional. En apenas unos minutos ya tenía una esfera hecha de tamaño considerable, totalmente lisa, que depositó en un bol, cubrió con un poco más de harina y tapó con un paño húmedo y caliente, del agua del grifo. La dejó un poco apartada y volvió al grifo, a lavarse las manos.
—¿Sabes? Soy ninja porque me parece un trabajo honrado, y bueno, me gusta, pero no me hubiera importado ser cocinero. Algún día, quizás incluso lo deje y me monte una pizzería. —Todo esto lo contó mientras preparaba la masa—. Siempre he tenido el sueño de hacer las mejores pizzas de Ame. O del País de la Lluvia. O quizá... Bueno, esos objetivos están muy lejos. Me conformaría con que a la gente le gustasen y con tener cierto éxito local, la verdad.
»Y si no, siempre puedo regentar la pastelería de mi madre. Ya sabes, todo eso del legado y tal.
Se secó las manos con un paño seco y se dio la vuelta, sacudiéndoselas.
—Bueeeno. Podemos esperar de media hora a dos horas. Así que si quieres incluso puedo acompañarte a transportar calabazas. O a mirarte hacerlo, lo que tú prefieras. A mí me da igual, ¡vamos a compartir una pizza luego! Eso va a ser genial.
Daruu entrecerró los ojos. Parecía haberse dado cuenta de algo.
Espera, te llamabas... ¿Uchiha Ralexion? A lo mejor me sonaba por eso, ¡estoy tonto! ¡El clan Uchiha! Wow. Es bastante famoso.
»Pues ya somos dos usuarios de dojutsu. —Sonrió. Pasó por delante de él, sin añadir nada más—. ¿Nos vamos?
El genin asintió con gusto, se plantó frente al electrodoméstico en un par de zancadas y abrió la puerta. Tomó con la mano libre una Amecola en tiempo recórd, pues ya sabía donde estaban gracias a su asalto anterior. Volvió a su posición a la vera del cocinero con la misma celeridad que la había abandonado y depositó la lata sin abrir en la mesa, junto a Daruu.
Prestó atención a las palabras del chef, observando con el mismo esmero como sus manos trabajaban la masa. El Hyūga se le antojaba un individuo interesante a Ralexion. El joven tendía a respetar a todo aquel que disponiera de una habilidad que al Uchiha le gustaría dominar pero no había capaz de hacerlo todavía.
—No sé cómo sabrá la pizza, pero parece que sabes lo que estás haciendo, así que tengo grandes esperanzas. Eres rarito, no creo que muchos ninjas quieran ser en realidad cocineros —no lo dijo con mala intención, además, él quería ser dibujante—. Pero si alguna vez montas tu propia pizzería, me aseguraré de visitarla alguna vez, pero solo si esta pizza me deja satisfecho, eh.
Se carcajeó. Por algún motivo se sentía cómodo con Daruu, por eso bromeaba. Se cruzó de brazos, una sonrisa todavía presente en sus labios.
—¿Media hora o dos horas? ¿Por qué una diferencia tan grande? —cuestionó, curioso— Bueno, supongo que no pasará nada si me ayudas con unas pocas calabazas.
Cuando el ninja de Ame entrecerró los ojos, Ralexion le imitó, simplemente por humor.
—¿Tan famosos somos? Jajaja, no sabría decirte, yo ni siquiera tengo el Sharingan —afirmó con tono cordial— ¿Espera, tú tienes un Dōjutsu?
La incredulidad se hizo presente en las facciones del moreno.
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—¿Media hora o dos horas? ¿Por qué una diferencia tan grande?
—Bueno, a más la dejemos reposar más crecerá la masa —explicó Daruu, encogiéndose de hombros—. Con media hora la levadura ha hecho efecto de sobra, pero si esperamos un poco más, tendremos aún más pizza. Venga, vamos.
—¿Tan famosos somos? Jajaja, no sabría decirte, yo ni siquiera tengo el Sharingan. ¿Espera, tú tienes un Dojutsu?
—Honestamente, ¡me sorprende que no te hayas dado cuenta hasta ahora! —contestó Daruu, con una carcajada, con la mano apoyada en el pomo de la puerta, sin abrirla—. Mira,
mira.
Le guiñó un ojo, y se señaló el otro, acercándose a él. Otros Hyuuga tenían los iris más grandes, pero él no. Aún así, llamaba la atención a tres leguas que aquél ojo no tenía pupila, y que era totalmente blanco. Más bien de un blanco con un ligero toque violeta, en el caso de Daruu. Casi nunca eran totalmente blancos, y menos ahora que había mezcla de sangre. Pero aún así...
—Mi abuela era del clan Hyuuga. Bueno, supongo que esto significa que yo también lo soy, pero como mi madre no heredó el Kekkei Genkai y no tengo ningún pariente que conozca dentro del clan, soy un poco como una oveja descarriada... Pero tengo este regalo.
»Clanes Hyuuga y Uchiha son famosos por igual, seguro que has oído hablar de nosotros, aunque sea sólo de nombre. No sé realmente qué hace ese Sharingan vuestro, pero sí que sé que hasta cierto punto ambos ojos son parecidos. No sé en qué aspectos serán iguales y en qué aspectos diferentes.
»Uno es rojo y el otro blanco, eso sí lo sé —rio como un idiota.
Daruu abrió la puerta, y les recibió de nuevo la suave brisa de la mañana y el sonido del agua del río, que transcurría tranquila, pero sin pausa.
Todo estaba como antes, excepto la calabaza. Porque ahora habían dos.
—Oye... ¿Por qué hay...? —empezó a preguntar Daruu, pero estaba seguro de que Ralexion tenía la misma duda que él.
Y de pronto, a una de las calabazas gordas le salieron dos patas. Dos trozos de corteza rebotaron por el césped y cayeron a varios metros de ellos. Y la calabaza empezó a correr, mientras una voz de pito salía de ella amortiguada, como si alguien hablase a través de una lata:
—AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH.
Era cierto, los ojos de su acompañante no se podían describir como "normales". El moreno los observó largo y tendido, curioso, preguntándose que cómo era posible que, efectivamente, no se hubiera dado cuenta antes. Probablemente tendría que ver con su hambre y ganas de comer pizza. «Hyūga, Hyūga... hmmm, me suena un poco de las clases de historia de la academia, pero nunca prestaba demasiada atención, así que...».
—Supongo que los dos nos permiten ver mejor —se carcajeó, añadiendo a la broma de Daruu.
Siguió al pelinegro de Amegakure al exterior. Se centró en observar los cielos, disfrutando de la agradable brisa y el precioso día. No se percató de las dos calabazas hasta que la pregunta de su interlecutor le sacaron de su estupor.
—¿Mmm? —dejó escapar, sin saber a lo que se refería Daruu.
A unos cuantos metros de ellos habían dos calabazas. La que había dejado descansar el Uchiha seguía en su sitio, pero por algún extraño motivo, ahora habían dos. ¿Se habían duplicado mientras los shinobi estaban en el interior de la choza?
A la par que Ralexion reflexionaba sobre las capacidades reproductivas de los vegetales, la calabaza que estaba fuera de lugar desarolló piernas en cuestión de segundos y echó a correr, vociferando como si fuera el final del mundo. Los ojos del moreno se abrieron como platos y su mandíbula podría haber llegado al suelo. Tardó unos segundos en reaccionar, pero cuando lo logró, se echó a la persecución.
—¡EH, VUELVE AQUÍ, TIENES QUE IR AL GRANERO, CALABAZA ESTÚPIDA!
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A pesar del famoso dojutsu que poseía, Daruu se restregó los ojos un par de veces, observando a las dos calabazas. Esto es, hasta que una de ellas decidió salir corriendo mientras gritaba despavorida.
—¡EH, VUELVE AQUÍ, TIENES QUE IR AL GRANERO, CALABAZA ESTÚPIDA!
«¿¡Pero qué coño!?», pensó Daruu, y echó a correr al lado de Ralexion, que se había esmerado por intentar alcanzar al vegetal.
—¡E... esto es ridículo! ¡Las calabazas no corren! ¡¡LAS CALABAZAS NO GRITAN!!
—¡DE... DEJADME, O YO, EL GRAN DIOS CALABAZA, MALDECIRÉ VUE-VUESTRA ESTÚPIDA CABAÑA Y...!
Daruu activó su byakugan, y lo usó para escudriñar el interior de la calabaza. Se trataba de un niño, uno pelirrojo, que, patizambo, intentaba huir de ellos con torpeza. Lo que más le jodió es que lo estaba consiguiendo.
La velocidad de esa calabaza-niño, o su habilidad con las piernas —pese a los tumbos que parecía dar— era tal que incluso les estaba sacando algo de ventaja.
—¡Hay un niño dentro de esa calabaza!
—¡¡¡NOOOO, SOY YO, EL GRAN DIOS CALABA-!!!
PLACA.
El niño se había metido en una arboleda, y tras esquivar un par de árboles de casualidad, finalmente se había estampado contra el tronco de uno particularmente grueso e inadecuadamente posicionado en su camino. El vegetal había estallado en decenas de trozos con un estallido seco. En el centro de todo había un niño, pelirrojo tal y como había visto Daruu, sujetándose la cabeza, tirado de culo y moviendo el cuerpo en círculos, mareado.
Daruu desactivó su dojutsu y paró detrás de Ralexion, sin saber muy bien qué decir. No eran sus calabazas y...
...y estaba genuinamente confuso.
Ahora resulta que la calabaza también era capaz de hablar. Pero el Uchiha no tenía tiempo de sorprenderse más, debía darle caza como si le fuera la vida en ello, ¡si no no le pagaban!
—¡Me da igual que seas el dios de las calabazas o de los calamares, te he dicho que tienes que ir al granero con las demás! —dijo muy serio, lo cual resultaría cómico como poco, pues trataba de razonar con un vegetal andante.
La persecución se prolongaba, pero el de cabello azabache se negó a bajar el ritmo. La calabaza era increíblemente escurridiza, debía de admitirlo, pero él estaba convencido de que la alcanzaría antes o después. Controlaba la respiración lo mejor que podía, dando rienda suelta al poder de sus piernas.
—¡Hay un niño dentro de esa calabaza!
Ralexion giró el rostro sin dejar de correr, fijándose en Daruu y cómo las venas alrededor de los ojos se habían hinchado hasta puntos dolorosos de observar. Parecía que su Dōjutsu le permitía "ver mejor", tal y como había bromeado antes. El genin tomó nota de ello.
Pero lo primero y más importante era detener al niño-vegetal. ¿Cómo era posible correr tanto cargando con el "cadáver" de la calabaza? Afortunadamente, cometió un error que lo paró en seco, literalmente. Debía de haber estado huyendo cual pollo sin cabeza, sin ser consciente de hacia dónde iba, por lo que al final se chocó de frente con un árbol.
«Eso ha tenido que doler...», se dijo en su fuero interno, sintiéndose algo mal por el pequeño. Se aproximó hasta estar a un metro del susodicho.
—¿Se puede saber qué estás haciendo? —le preguntó al accidentado tras cruzarse de brazos, tomando un semblante altivo.
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El niño levantó la mirada asustado, todo el cuerpo temblando como una gelatina, y clavó sus ojillos hinchados como almendras en Ralexion. Emitió un gemido ahogado y se tapó la boca con las dos manos, y luego miró a Daruu y volvió a gemir. Arrastrando el trasero por la hierba, se impulsó con ambos pies hacia atrás para pegar la espalda al tronco con el que había colisionado.
—V... vosotros... ¡sois ninjas! ¡Sois ninjas de verdad! —exclamó. Acto seguido se levantó y corrió hacia Ralexion, tirándole de su ropa desde su tan pequeña altura y gritando con voz chillona—: ¡Tenéis que llevarme con vosotros! ¡A una aldea! ¡Quiero ser ninja como vosotros! ¡Por favor, ayudadme!
Daruu dio unos pasos hacia adelante y puso una mano en el hombro derecho del chico.
—Espera, ¿de qué estás hablando? Chico, estoy bastante confuso con todo esto. Acabamos de ver a una calabaza correr. ¿Qué es toda esta pantomima?
—El abuelo... el abuelo va a venir a por mí. ¡Tenéis que ayudarme! Me dará unos azotes.
Daruu retiró la mano y dejó caer el peso del cuerpo en una pierna, flexionando la rodilla, mientras se rascaba la cabeza.
—Ralexion-kun —se dirigió a su compañero—. Creo que tenemos a un crío a la fuga aquí delante. Deberíamos llevarlo con sus padres.
—¡Mis padres están muertos, y tú eres como mi abuelo, eres MALO! —exclamó el niño, y se revolvió para propinarle un puñetazo en todas las partes nobles a Daruu, quien emitió un cántico de castrati antes de caer doblado hacia adelante.
El crío se dio media vuelta y aprovechó la confusión de los shinobi para escapar corriendo colina abajo. Sin calabaza para entorpecer su marcha, era mucho más ágil que antes.
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