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La mujer asintió.
—Sí, claro, tengo comida de Mishifú pero, ¿una manta? —preguntó, confusa— Bueno, si la necesita será para algo, no cuestionaré a un ninja. Deme un momento.
Se introdujo en el interior de la casa, caminando por el salón y luego la cocina. La mujer rebuscó en los cajones durante unos instantes. Minutos más tarde, retornó a la puerta de su hogar, donde Ritsuko todavía andaba esperando. En sus manos portaba una lata de comida para gatos premium ya abierta y una manta de lana. La susodicha era de color rojo, adornada con rallas tono azul marino.
Suspirando, le hizo entrega de todo ello a la kunoichi.
—Aquí tiene, espero que le ayude a encontrar a mi gato. Esta manta es la favorita de Mishifú, igual le viene bien.
~¡No preguntes! ~Maldecía en su cabeza la pelirroja que corta de ideas no logró dar con una respuesta más o menos creíble de por qué podría necesitar una manta. No estaba nada segura de confesar su alergia hacia los gatos así que lo mejor sería callar, al menos de momento, además que deberían darle algún crédito extra por completar tan molesta misión a expensas de su salud… ¿O no?
De cualquier manera, la dueña del gato se respondió a sí misma y en un momento le consiguió las cosas a la kunoichi que suspiró aliviada en ausencia de la contraria.
—Muchas gracias. —Dijo con una sonrisa tomando todos los elementos para luego retirarse.
Luego de caminados unos metros, la chica cayó en cuenta que la manta esa no le serviría de nada, o mejor dicho, le terminaría generando alguna reacción alérgica ya que el bendito Mishifú durmió en ella y seguramente no habría sido lavada.
—Puta vida. —Maldijo justo antes de sufrir un ataque de tos en el que de paso también notó como la nariz comenzaba a moquearle.
~¡Por amor a dios! ¡Así no se puede! ~Decía en su mente mientras avanzaba por el sendero de pelos en lo que rebuscaba en su portaobjetos por algunos pañuelos que llevaba encima por cualquier eventualidad.
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De vuelta en el parque, Ritsuko pudo observar que había alguien en ese pequeño sector del parque con hierba en el que había visto previamente a los dos gatos, el gordo y el flaco. Estaba en cuclillas y frente a él habían reunidos cinco felinos. Los animales comían felizmente de un plato de comida dispuesto, sin lugar a dudas, por el desconocido.
Sin embargo, ninguno de aquellos gatos tenía un aspecto remotamente similar al de Mishifú.
El hombre vestía con una camiseta de manga corta amarilla y unos pantalones cortos azul marino. En los pies llevaba unas sandalias marrones de campesino. Su cabello era de color verdoso, largo y despeinado. Una barba incipiente de unos pocos días asomaba en sus mejillas. Su aspecto podría describirse, en líneas generales, como desgarbado. Las facciones de su rostro indicaban que su edad debía de rondar los 35-40 años.
—¿Que rica está la comida premium, verdad? —les dijo a los felinos con tono meloso.
Habían demasiado gatos por aquella zona de la villa, cosa que no agradaba en lo más mínimo a la pobre Ritsuko que tenía una lucha contra su propia nariz para evitar que los mocos le llegasen a la boca o mismo se hallasen visibles a simple vista. Incluso la voz ya le estaba cambiando por culpa de la congestión pero nada que hacerle siendo que estaba rodeada de gatos y para colmo llevaba consigo un trapo usado por uno.
~¿De dónde mierda salieron tantos? ~Se preguntaba mientras intentaba encontrar al dichoso Mishifú o como fuese que se llamaba, además que tenía que esforzarse por mantener a raya la tos, después de todo la alergia solo empeoraba su pésima condición.
Finalmente, en la plaza, la chica pudo divisar una zona en específico donde los gatos se estaban reuniendo, no le hacía ninguna gracia y prefería mantener las distancias, más considerando que su respiración ya estaba demasiado atrofiada como para correr más riesgos de los necesarios y con la foto en mano, se acercó al centro de todo eso, un hombre que parecía amar a aquellos cuadrúpedos.
—Disculpe. —Llamó como buenamente pudo. —Por casualidad, ¿ha visto a este gato? —Consultó tendiendo con la mano libre la foto del gato en cuestión, bajo la otra reposaba la frazada y dentro del portaobjetos había metido el pote con comida.
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El fanático de los gatos giró la mirada, posándola sobre Ritsuko. De inmediato su expresión se ensombreció. Se aclaró la voz y se levantó. La incomodad se hacía patente en su semblante, pero aguantó el tipo como mejor pudo. Observó la foto con interés.
—¿Ese gato? Sí, lo he visto una vez... —afirmó con tono ausente tras unos instantes— ¿No es el gato de los Yoshikage? Lo vi paseando por aquí ayer por la mañana. Juraría que se metió en el jardín de esos, los Yoshikage.
Señaló a una fila de casas que estaban al otro lado del parque. El hombre tragó saliva.
—¿Le ha ocurrido algo a este gato?
La afirmativa llenó de esperanza a la kunoichi, pero al mismo tiempo le dio un escalofrío ya que volvía a tener pista de aquel animal que podría matarla según lo que este hiciera.
—¿De los Yoshikage…? —Respondió completamente descolocada la kunoichi.
Ahora surgían las dudas, tal vez en realidad estaba buscando a un gato callejero o puede que alguien tuviese un gato excesivamente parecido a ese que le habían mandado a buscar pero para eso tendría que hablar con aquella familia, aunque primero mejor sacaba algo más de información a aquel amante de los gatos.
—Verá, soy una kunoichi a la que mandaron por una solicitud de parte de Ishiwaru Meiko. —Comenzó a explicar en lo que extraía el pergamino de su portaobjetos. —¿Está seguro que el gato de la foto es de los Yoshikage? —Insistió la pelirroja antes de volver a buscar un pañuelo para limpiarse la nariz.
~Moriré antes de encontrar al gato. ~Se decía a sí misma ya terminándose de limpiar la nariz. Tratando de ser lo menos desagradable posible para aquel hombre.
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El individuo quedó pensativo con la mano diestra posada sobre el mentón. Debía de estar echando mano de su registro interno de gatos. Instantes más tarde se cruzó de brazos, enarbolando una expresión de desagrado. La reminiscencia no había dado frutos.
—Bueno, verás... no sé a ciencia cierta si es el gato de los Yoshikage. Yo solo me fijo en los gatos, no en las personas, ¿sabes? Al verlo ir al jardín de ellos, supuse que era de su propiedad —se encogió de hombros— Pero los gatos son unas criaturas muy ágiles y caprichosas. Es posible que se colara en el jardín sin permiso, ¿me entiendes?
~Entonces se habrán pensado que es un callejero normal y se lo quedaron a fuerzas. ~Pensó la pelirroja tras recibir aquella respuesta de todo menos convincente, aunque debía agradecer que le devolviera a la pista o de lo contrario podría tirarse el resto de su vida buscando al animal en la villa.
—Sí, entiendo, iré a ver a los Yoshikage entonces, si pudiera darme indicaciones de cómo llegar o identificar la vivienda se lo agradeceré enormemente. —Fue la respuesta que le proporcionó al individuo mientras se rascaba levemente la nuca con la diestra.
Era sumamente molesto estar buscando a un gato, más con un montón de cosas llenas de pelos que podrían terminar matándola y que solamente empeoraba su condición, pero la kunoichi estaba haciendo todo lo posible por contener la tos y los malditos mocos.
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—Sí, entiendo, iré a ver a los Yoshikage entonces, si pudiera darme indicaciones de cómo llegar o identificar la vivienda se lo agradeceré enormemente. —Fue la respuesta que le proporcionó al individuo mientras se rascaba levemente la nuca con la diestra.
—Bueno, si no es molestia, me gustaría acompañarte. No me puedo quedar quieto a sabiendas de que le ha podido pasar algo a uno de los gatitos... —explicó, taciturno— Así te puedo llevar hasta la casa de los Yoshikage sin problemas, ¿qué dices?
Depositó la siniestra en su nuca, con la mirada atenta a la jauría de mininos que todavía disfrutaban de una comida gratis.
Al final le ofrecieron más ayuda de la que pudiera imaginarse. ~Incluso podría inventar algo para que él lleve al gato en mi lugar. ~Se planteó la kunoichi, aunque eso suponía cierto riesgo de que le resten créditos a ella para empezar pero qué tanto, era una cosa de vida o muerte para ella.
—Claro, seguramente sea incluso mejor, yo no soy muy buena con los animales. —Respondió ella con una sonrisa algo nerviosa.
Y de no ser porque no le dieron indicaciones, ya hubiese comenzado a marchar, o al menos a acompañar a aquel curioso personaje.
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—Bien, bien...
El hombre no parecía muy contento con la respuesta de Ritsuko, pero quizás es que así era su forma de ser, tan alicaída.
—Sígueme, no está lejos —se metió las manos en los bolsillos.
Echó a andar de una forma tan desgalichada como su aspecto. La extraña pareja atravesó el parque, no sin antes llevarse alguna que otra mirada furtiva proveniente de los transeuntes en el jardín. Sin lugar a dudas se crearían rumores alrededor del dúo.
Se alejaron de las inmediaciones del parque, internándose en una vía residencial con fincas a ambos lados. Las casas eran idénticas entre sí, salvo detalles menores. Tal y como el amante de los gatos había afirmado, no tardaron demasiado en alcanzar el hogar perteneciente a la familia que buscaban. El letrero en la puerta rezaba "Yoshikage".
—Aquí estamos, todo tuyo. Yo me quedaré calladito y mirando, no se me da muy bien relacionarme con personas...
Y así como lo dijo, la marcha dio inicio en dirección a la supuesta vivienda donde había sido visto el gato que la kunoichi debía hallar. Claro que el hombre no parecía muy contento ni nada similar, e incluso las personas que se cruzaban dirigían alguna que otra mirada que Ritsuko pudo percibir por breves instantes y lo único para lo que la ayudaría seguramente sea para alimentar los malos rumores sobre ella pero ya daba igual. ~Seguro hablarán mal incluso si salvo a Kenzou. ~Se planteó a sí misma justo cuando estaban llegando a la vivienda.
Según su acompañante, tendría que encargarse ella de toda la charla, puede que sea mejor o peor, mucho no importaba porque de todas maneras era muy factible que le cerrasen la puerta en la cara si es que la reconocían.
—Está bien. —Respondió antes de dar unos golpes a la puerta, lo suficientemente fuertes como para ser escuchada pero no tanto como para estremecer toda la puerta.
Y ya con eso le quedaba esperar pacientemente a ver si había alguien en casa.
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Una mujer de mediana edad abrió la puerta. Alcanzaba poco menos de un metro cincuenta, su tez era pálida y estaba obesa. Tenía el cabello oscuro y rizado, el cual le alcanzaba hasta poco más de los hombros. Vestía con una blusa negra, una falda larga de color marrón y calcetines blancos; encima de todo ello portaba un delantal.
Sus pequeños ojos se entrecerraron al ver a Ritsuko, ignorando completamente al otro hombre.
—¿Qué haces tú en la puerta de mi casa, eh? —exigió saber con cara de pocos amigos.
Como era de esperarse, no todos iban a ser tan agradables a la hora de ayudarla, la mujer que la recibió simplemente la trató con el desprecio habitual que a estas alturas poco y nada afectaba a la pelirroja que inmutable extrajo el pergamino de la misión que tenía guardado en su portaobjetos.
—Estoy aquí por una misión oficial. —Respondió con una explicación bastante general para luego mostrarle a la mujer la foto del gato. —Estoy buscando a este gato y se me ha comentado que fue visto por la zona. Agradecería si me dijera si lo vio en algún momento o si sabe dónde se encuentra. —Prosiguió con una mirada serena, casi como si la expresión de la contraria no la molestase en lo más mínimo.
Y resultaba ser que era parte de la costumbre, hubiese sido excesivamente raro que también la recibieran bien en casa de los Yoshikage.
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—Estoy aquí por una misión oficial. —Respondió con una explicación bastante general para luego mostrarle a la mujer la foto del gato. —Estoy buscando a este gato y se me ha comentado que fue visto por la zona. Agradecería si me dijera si lo vio en algún momento o si sabe dónde se encuentra.
La expresión de asco era más que patente en el rostro de la mujer, pero se tomó la molestia de ojear la fotografía. Acto seguido sus facciones se iluminaron con la llama del pánico.
— ¡Ese es mi gato! ¡Desapareció ayer y me encontré esto en el buzón...! —reveló, acongojada.
Sacó un papel arrugado del bolsillo de su delantal y se lo extendió a Ritsuko. Se podía leer lo siguiente:
Tenemos a tu gato. Si quieres volver a verlo con vida, ven sola al callejón de la vía comercial que está junto a la armería a las 12 de mañana. Trae 50.000 ryōs.
— No sabía muy bien qué hacer... me daba palo ir a la oficina del Kage a pedir el apoyo de los ninjas para un asunto así, no deja de ser solo un gato... —explicó— Pero ahora que estás aquí... ¡necesito que lo salves!
Aún quedaba tiempo, pero si Ritsuko deseaba ir al encuentro de los secuestradores, debía de darse prisa, quedaban poco menos de treinta minutos para que marcaran las doce...
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