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La kunoichi logró acercarse nuevamente hasta la tienda, en donde las dependientes habían detenido cualquier producción de telas y diseños para acomodar un poco el alboroto del lugar. Por suerte, las instalaciones aún yacían perfectamente habitables y ningún vestido había sido robado, que era lo realmente importante.
La dependiente, que había visto de primera mano lo que Koko había hecho para corregir su error, la recibió con un ligero soplido que le levantó los mechones de cabello que le adornaban la frente.
—Por poco la has liado, muchachita. Entonces... ¿buscabas el vestido de lady-Yurikosama, ¿verdad?
Chasqueó los dedos, y alguien le trajo un enorme pedazo de tela cubierto por un protector, largo, de la altura de Yuriko, probablemente. Se lo dispuso por sobre el divisor, y continuó dedicándose a la limpieza.
Se notaba cierta molestia en aquella empleada que momentos atrás casi la atendió, y era obvio si ahora todo era un bendito caos.
—Lo siento mucho —respondió apenada acompañando a sus palabras con una reverencia—. Así es, no pense que fuera a montarse semejante escándalo por escuchar solo un nombre.
Dicho eso, el vestido yacía justo delante suyo, o al menos se suponía que era ese ya que tampoco era que le dieron demasiados detalles al respecto así que resultaba un tanto complicado que comprobase nada.
—Gracias, ¿le debo algo? —alcanzó a preguntar tímidamente estirando las manos para tomar el vestido.
Es cierto que Yuriko le había indicado que no tendría que pagar por nada, pero luego de semejante escándalo tal vez habían cambiado de parecer o algo del estilo.
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—No, sólo hágale saber a la lady-Yurikosama que todo ha salido según sus pretensiones, que el diseño ha quedado hermosísimo. Ah, y no olvides llevarle sus zapatillas, toma.
Dejó otra bolsa para cargar, antes de seguir limpiando.
Por allá, en una de las paredes contiguas, yacía un reloj que marcaba las 6:30. Aún era temprano, pero Yuriko había pedido expresamente que estuviese allá a las séis en punto. Koko tendría que apurarse, sino quería tener ningún problema —además de los que ya se había venido consiguiendo de gratis—. con la carismática modelo.
Y si bien consiguió todo, ya era tarde, bastante tarde para los gustos de la modelo que seguramente le haría saber del descontento sin importarle el motivo por el que la pecosa se tardó de más.
De todas maneras, tomó tanto el vestido como las zapatillas y no le quedaba de otra que correr.
—Gracias de nuevo —indicó algo apurada tras ver la hora en el reloj.
Con todo encima iría hasta el hotel tan rápido como pudiera aunque ya de por sí estaba bastante cansada por semejante gasto de chakra momentos atrás, así que de todas formas aunque se esforzase no iba a poder superar el ritmo con el que había iniciado la marcha tras salir del hotel.
Con algo de suerte llegaría pronto y el regaño de la pelirroja sería leve.
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Para Koko, sin embargo, no fue un problema llegar hasta los linderos del hotel. Recuperaría parte de su chakra en el camino y entraría a la recepción entera, con el vestido en buen estado; y el calzado colgando en una bolsa sobre sus manos. Tampoco le resultó mayor esfuerzo subir las escaleras hasta el segundo piso, ni mucho menos avanzar por el largo pasillo que le llevaría finalmente hasta la puerta de la habitación 202.
Aunque, curiosamente, mientras avanzaba, vio a alguien venir de la dirección contraria. Parecía apurado, cargaba un bolso a por la espalda, y su cabeza estaba cubierta por una media capucha. Iba tan acelerado que no se percató de Koko, y le golpeó el hombro, obligándola a moverse de en medio.
Él volteó ligeramente a verla, y Koko pudo reconocer dos cosas: la primera, una marca en el cuello, y la segunda, un mostacho que quizás ya había visto antes.
El hombre, un tanto anonadado, apuró el paso, e intentó perderse una vez alcanzadas las escaleras.
Mientras avanzaba se topó con un hombre que parecía dispuesto a pasarle por encima de no ser porque llegó justo a moverse luego del empujón que se llevó.
—Bueno eh —se quejó al voltear y ver justo aquella marca y el mostacho...
Estaba encapuchado, pero con esos rasgos la chica podía deducir que de algún lado le conocía y aún así, no tenía ningún motivo por el que detenerle aunque... Siendo realistas, resultaba un tanto curioso que justamente apareciese luego de lo que había ocurrido en el restaurante. «Podría... Seguirlo, pero seguramente Yuriko me eche más broncas por no tener el vestido »
—¡Disculpe! —Exclamó girándose de cuerpo completo para mirar al encapuchado.
Seguirle llevaría mucho tiempo y tenía que entregar el vestido y las zapatillas, si le detenía tal vez perdería unos minutos y... Si corría, definitivamente sería sospechoso incluso para el más imbécil.
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Fue apenas oír el "disculpe" de Koko, que el hombre apuró el paso y saldría corriendo bajo las escaleras. No es que le importase demasiado que le creyeran sospechoso, así que el increpado sólo pensaría en seguir su camino y dejar que la kunoichi decidiera si era sensato seguirlo, o por el contrario; ir a ver si Yuriko estaba bien.
«Mierda, sorete y bosta »Pensó la kunoichi al ver a aquel personaje correr como si una criatura monstruosa de cuentos le persiguiese. Ahora tenía el enorme gran dilema de saber si había ocurrido algo a Yuriko o si el del mostacho habría aprovechado algún momento en que la pelirroja no había vuelto para entrar a la habitación.
En cualquier caso, la joven tenía tanto el vestido como las zapatillas encima y le resultaban sumamente molestos para emprender una jodida persecución y por ende lo único que se le ocurrió por hacer fue regresarse corriendo hasta la habitación de la modelo, dejar las cosas y comenzar la búsqueda del ex-mesero que algo habría hecho como para salir corriendo de semejante manera.
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A Koko se le ocurrió dejar las cosas a salvo en la habitación, pero al adentrarse en lo que una vez había sido un elegante cuarto preparado exclusivamente para celebridad, era ahora un enmarañado camino de vidrio y sábanas que adornaban el suelo. Algunas gavetas fuera de sus estantes, y ahí por detrás de la cama; las manos de una mujer sosteniéndose por sobre el colchón.
Si la kunoichi decidía quedarse, y se acercaba hasta el otro extremo de la habitación, vería a una mujer que en un principio no le resultaba familiar. Tenía la misma ropa con la que había conocido a Saritama Yuriko, incluso las mismas joyas que adornaban tanto sus orejas como los dedos de sus manos.
Y aquel collar, único e inigualable; sobre su cuello. Pero entre sus rendijas faltaba una gema, que parecía haberse caído de la cuenca de la elegante pieza.
La mujer, desconocida ante los ojos de Koko, alzó la vista. Sus ojos: tan azules como los de Yuriko, pero su piel no era tan tierna ni tan perfecta como en un principio. Ahora estaba arrugada, indudablemente afligida por el ingobernable paso del tiempo. Y ahí también estaba su larga y frondosa cabellera, cuyo fuego rojizo se había extinguido. Ahora era un cabello opaco y con ligeros vestigios de canas.
Sus senos ya no estaban tan rígidos, y su cintura no tan cerrada. Parecía ser Yuriko, sí, pero a la vez; no lo era.
La escena con la que se encontró la rubia justo después de aquel efímero encuentro con el hombre del mostacho fue de todo menos alentadora. Todo había sido revuelto y entre todo se topó con una mujer que… Fácil se atrevería a decir que era la madre de Yuriko, o tal vez la abuela...
Al dejar el vestido y las zapatillas rápidamente a un lado donde no estorbarían ni se estropearían, la pecosa se acercó a aquella mujer simplemente para asegurarse que estuviese al menos con vida y fue entonces cuando notó que algo raro ocurría.
Por un lado aquella anciana vestía exactamente igual que la modelo a la que había estado escoltando, por el otro, el collar con aquella gema preciosa que lucía en su cuello ya no tenía justamente aquello que la volvía sumamente llamativa, es decir, la piedra. Entonces las deducciones a las que podría llegar una kunoichi de pocas ideas eran muy pocas.
«La joya, se llevó esa cosa »Dijo en su mente sabiendo exactamente lo qué hacer, aunque una cosa no quitaba la otra, aquella mujer que tenía delante no podía ser la hermosa modelo con la que había pasado el día y por la cual se atrevería a declararse homosexual, aquella era una anciana completamente distinta, o al menos mínimamente ya que compartía varios rasgos.
—Volveré tan rápido como pueda —afirmó a la mujer, tratando de ayudarla a recostarse sobre el colchón incluso si eso suponía alzarla entre brazos.
No era una chica sumamente brillante, mucho menos curiosa como para preguntarse qué era lo que había ocurrido y lo único que tenía en la mente en ese preciso instante era justamente ir a darle una buena paliza al ex-mesero que la propia pelirroja había hecho despedir horas atrás.
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—Volveré tan rápido como pueda —espetó Koko, haciéndole honor a las fábulas de farándula sobre las rubias y lo tontas que pueden llegar a ser. ¿Cómo es que teniendo a alguien frente a ella, vistiendo exáctamente las mismas prendas que Yuriko, y aún así; sin lucir para nada como ella, no se detuviese por un segundo a preguntarse qué coño estaba pasando?
La mujer alzó la mano, y luego su voz; que afligida, se rompió en mil pedazos.
—¡No! n-no te v-vayas —la mano se abrió, y dejó caer la piedra sobre la cama, aunque ésta ya no lucía tan viva y luminosa como antes. Su color púrpura era ahora opaco, y sin vida—. Soy yo, Yuriko. Sé que es difícil de creer, pero todo tiene una explicación, te lo prometo.
Aún debilitada, Saritama Yuriko se levantó del suelo y se recompuso por sobre el colchón. Luego miró fijamente a Kageyama Koko, y con ese cara a cara bastó para que la genin comprendiera, al menos, que se trataba de la que hubiese sido alguna vez una hermosa mujer. El cómo y el por qué lucía tan diferente aún era un misterio que además tendría que ayudar a resolver.
Yuriko vio el reloj. Quedaba una hora para el desfile.
—Necesito que busques a Uzumaki Yonji y le hagas venir, debe estar ya entre los invitados en el Anfiteatro de los Cerezos. Dile que la belleza perpetua se ha roto. Pero sólo a él, y a nadie más que a él. ¿Lo entiendes?
Irse, recuperar la bendita joya y regresarse a buscar alguna bendita explicación de lo que había ocurrido ya que, si bien aquella anciana compartía ciertas similitudes con la modelo, no tenía ninguna explicación lógica incluso en un lugar como Oonindo donde medio mundo sabe cómo transformarse en otras personas. ¿Por qué? Porque hasta donde la pecosa sabía aquella mujer no sabía ninjutsu y lo que diría justo después le daba más motivos para pensarse exactamente eso. Pero por encima de todo, la mujer le mostró lo que pensaba irse a buscar, la bendita piedra, aunque un tanto diferente de lo que creía recordar.
—Ah… —Soltó con tanta indiferencia que pareció no importarle.
«Tampoco es que sea tan difícil… Hay de todo por ahí afuera »Razonó la kunoichi que no mostraba un ápice de sorpresa ni en sus acciones ni en su rostro. Simplemente se mantuvo atenta a lo que sea que la anciana Yuriko le dijera, lo curioso sería que la enviaron a buscarse a un Uzumaki, esos que justamente tenían fama de vivir muchísimo y tal.
Finalmente, luego de todas las indicaciones la pecosa se vería obligada a correr una vez más, cosa normal en su trabajo aunque si tomamos en cuenta que hablamos de una genin en plena misión de rango D pues la cosa cambia, uno pensaría que tendría que encargarse de algo excesivamente simple y resulta ser que no.
—¿Pero cómo es? ¿Algo característico de Yonji? —Preguntó ya de pie, dispuesta a retirarse ni bien tuviese una respuesta.
No iba a volver a repetir el error del mediodía y esperar al último momento posible para conseguir información sobre la persona a buscar y eso.
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La indiferencia de Koko resultó ser hasta agobiante para una debilitada y cambiada Yuriko. Sus ojos, aún azules, demostraban tanta disconformidad que la kunoichi habría podido pensar que desde ese intercambio de miradas, la misión la podía ir dando por perdida. Y sin embargo, un buen cúmulo de casualidades le salvaría ese pomposo trasero Yotsuki que tiene, pues antes de que la modelo ya no tan modelo decidiera contestarle con un berrinche esclarecedor, alguien se asomó por la puerta.
Incluso él, quien era el artífice detrás de todo aquello, lució perplejo. Perplejo por el hecho de que su trabajo se hubiera visto quebrantado poco antes de un día tan importante como aquel, para Yuriko. El hombre de cabellos rojos, largo y que le rozaba por detrás de las ojeras, se acercó hasta la cama y soltó un ramo de flores de cerezo que llevaba como presente de bienvenida.
Le tomó la mano a Yuriko, que ahora lucía esperanzada, y habló.
—¡Oh, querida! ¿qué ha pasado?
—Oh, Yonji-kun, qué milagro... un ladrón me ha querido robar el collar, hemos forcejeado, y la piedra central se ha caído. He intentado devolverla a tiempo antes de que el Fūinjutsu se rompiera, pero la gema ya ha perdido su chakra.
Ahí, el pelirrojo entendió lo que estaba en juego. Miró el reloj, aquel al que Yuriko había estado mirando impaciente desde que todo aquello había sucedido. Incluso desde que Koko había hecho acto de presencia en la habitación.
El Uzumaki miró a la genin, exhortándola a prestar atención.
—¿Y ella quién es?
—Una genin a la que solicité para que me ayudara durante el día. Pero ya ha visto todo, conoce mi secreto. Su nombre es Koko. Pero... creo que podemos confiar en ella. ¿Podemos, Koko-chan? —Yuriko la miró, frágil y desprestigiada. Esperaba que la respuesta fuera afirmativa, o de lo contrario...
—Bien, Koko-chan. No creo que no sepas ya lo que está pasando, ¿no? si entiendes los preceptos básicos del Fūinjutsu podrás hacerte una idea de por qué Yuriko-sama ha perdido su belleza. La belleza perpetua, una especie de henge contenido a través de mi chakra y el collar como catalizador. Ahora, tú y yo debemos repararlo; pero debes prometer que no le dirás de esto a nadie. Toda una trayectoria de Yuriko-sama como modelo está puesta en riesgo, y como parte de tu misión tendrás que... guardar un secreto. De por vida.
En ese preciso instante Koko sintió un ligero cosquilleo en la nuca, como si en lo más profundo del subconsciente supiera que había hecho algo malo pero no tenía ningún sentido, se había mostrado comprensiva ante todo lo raro que se le había presentado y… ¿Cómo no hacerlo si por el mundo hay cosas más raras? Como animales parlantes y otros que saben utilizar técnicas shinobis, seguro también hay shinobis animales o a saber que otra locura.
Justo entonces una persona apareció al otro lado de la puerta y ahí sí que la Kageyama se mostró alterada, alguien estaba a punto de ver a la pelirroja en malas condiciones y…
—¡Oh, querida! ¿qué ha pasado? —Habló aquel hombre dejando totalmente desconcertada a la rubia que se había intentado acercar a la puerta en un intento por interponerse entre el desconocido y la modelo.
«¿Perdón? » Se cuestionó en absoluto silencio y con la mirada fija en aquella silueta.
Pero la palabra de Yuriko pronto le indicaría que aquella persona era a quien debía de ir a buscar, lo que significaba que la orden quedaba anulada y por ende tendría que quedarse allí, a la expectativa de…
—Yo… —balbuceó dispuesta a presentarse por sus propios medios.
La anciana de todas formas la interrumpió cumpliendo con aquello, incluso pareció pedirle un nuevo favor, nada que la molestara realmente, después de todo aquella pecosa no era el tipo de persona que sacaría fotos poco favorables a personas distraídas para luego vender la noticia en revistas ni similares, ¿existe gente así en primer lugar? La sola idea le ponía la piel de gallina a la kunoichi pero aquello ni a cuento venía.
Yonji pronto procedió a explicar todo detalladamente, un Fuuinjutsu era el que mantenía joven a la mujer y… Tenía sentido para la heterocroma de pocas ideas, más si consideramos que aquella facultad estaba fuera de su alcance.
—Y como parte de tu misión tendrás que... guardar un secreto —Dijo el mayor.
—Claro —afirmó muy tranquila.
—De por vida —concluyó.
«Coño » Fue lo único que le pasó por la cabeza, aunque sus facciones permanecían inmutables mostrando la tranquilidad con la que había aceptado la "orden".
No era que le molestase, pero con el paso de los años si no se olvidaba del asunto tal vez se le terminase de aflojar la lengua y… Seguro aquellos dos se tomarían las molestias de hacer que se arrepienta de decir nada al respecto.
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—Perfecto. Manos a la obra.
Yonji se movió ágilmente para ayudar a Yuriko a acomodarse en el centro de la cama, con su espalda a medio recostar del espaldar de la misma, desde donde ella pudiera ver todo el proceso de la reparación de su artilugio. Para la suerte de todos, ya la que en su momento sí que fuera una hermosa mujer, ya había pasado por sustos similares tiempo atrás, y no era la primera vez que la técnica sumergida en la gema del collar se rompía, deshaciendo así su angelical figura.
El Uzumaki realizó una invocación de un pergamino, el cual una vez abierto, revelaría ciertos trazados que no eran más que fórmulas extrañas y desconocidas ante los ojos de Koko. Parecían ser transcripciones cruzadas entre tinta de sellado, un círculo perfecto desde el cual cruzaban 5 líneas en un sólo epicentro. Epicentro desde el cual reposaría la gema.
A los laterales del pergamino, dos siluetas, en donde Yonji pondría sus dos manos. Arriba, otro espacio, donde Yuriko vertió un poco de su sangre después de haberse cortado ligeramente el dedo.
Luego de unos sellos, el chakra de Yonji comenzó a actuar por sobre el pergamino, y las inscripciones fueron compactándose una tras otra hasta ser completamente absorbidas por la piedra central angular, concentración de chakra que hizo evaporar la sangre de Yuriko, y dejar el papel totalmente en blanco. La gema comenzó a girar rápidamente, hasta que ésta cedió, quedando inmóvil un par de segundos después.
El siguiente paso del pelirrojo habría sido coger la mano de Yuriko, tomar la gema, e incrustarla en la hendidura del hermoso collar. Clanc, la piedra encajó, y quedó antinaturalmente sellada en su cuenca.
Finalmente, Yuriko dio vuelta, y un sonoro puff la envolvió de lleno; obligándola a voltear.
Cuando la nube se disipara, Kageyama Koko vería, nuevamente, a la hermosa mujer con sus cabellos de fuego y sus ojos de mar azul. Tan esbelta y bella como antes. Yuriko miró a Yonji, se le acercó al oído y le susurró algo. Él, inmediatamente, desapareció de la habitación.
Yuriko finalmente caminó descalza hasta los linderos de la genin y se agachó hasta su altura. Le envolvió los brazos con sus manos, suaves y delicadas, y la apretó fuerte.
—Hoy me has sido de mucha ayuda, Koko, y espero que lo sigas siendo al guardar contigo todo lo que hoy has presenciado. Entenderás que después de este evento, que es mi última pasarela, anunciaré mi retiro y podré por fin dejar de vivir de los vestigios de mi pasado. Sólo quiero que el mundo me recuerde por lo que una vez fui, y no por lo que soy ahora.
Suspiró, y dejó que sus labios se tornaran en una cálida sonrisa.
—Por tu esfuerzo, puedes estar segura de que tu misión quedará como cumplida. Ha sido un placer conocerte, y espero encontrarnos de nuevo, algún día.
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