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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#61
Shanise torció el gesto y abrazó a Ayame como lo haría una madre a una niña pequeña. Pese a todo lo que había pasado durante el día, pese a toda la dureza que había intentado inculcarle, aquello era demasiado. Para todos.

—Ha escapado, Ayame. Pero has conseguido defenderte de él, como te dije. Buen trabajo. Y ahora, por favor... Calma... Calma.

La apretó un momento y la soltó. Se encaró a su otro pupilo.

—Un miembro de los Kajitsu Houzuki. Son un grupo de renegados infiltrados en la aldea, supremacistas del clan. Seguro que os encontráis a algún grupo así a lo largo de vuestra vida. No son extraños. Los ha habido de todos ellos: los Uchiha, los Houzuki, los Hyuuga...

»Llevan detrás de Ayame desde que era una niña. De algún modo, se enteraron de que era la jinchuuriki. Y claro, ellos no podían soportar la idea de que un Houzuki fuese el jinchuuriki y no estuviese de su parte.

Suspiró.

—Yui es Houzuki. Yo misma soy Houzuki. Pero esos idiotas no se conforman. Porque no compartimos la misma visión que ellos. Para ellos, los miembros de nuestro clan son mejores que los demás shinobi. Y probablemente lo que harían con el bijuu sería convertir eso en un status de dominancia: ocupar la aldea, y someter a los demás ninja bajo su mandato.
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#62
De repente, Shanise se inclinó sobre ella. Ayame se encogió ligeramente sobre sí misma, temerosa, pero entonces se vio envuelta en un cálido abrazo. Y aquel gesto terminó de desbordar sus lágrimas. Sin embargo...

—Ha escapado, Ayame —respondió la jonin, y el corazón de Ayame se congeló durante un instante.

«¿Ha... escapado?» Pensó, y se estremeció de terror al comprender el significado que encerraban aquellas tres simples palabras: Volverían a por ella.

—Pero has conseguido defenderte de él, como te dije. Buen trabajo —continuó hablando—. Y ahora, por favor... Calma... Calma.

En aquel momento se olvidó por completo de la distancia que existía entre una simple genin como ella y la mano derecha de la Arashikage. Aterrada como estaba, se abrazó como una niña pequeña a la jonin. Sin embargo, con un último apretujón, la mujer se separó. Algo dentro de Ayame, seguramente la niña pequeña, aulló, implorando que no la dejara sola, pero ni un solo gemido brotó de su garganta rota.

Shanise se volvió entonces hacia Mogura para responder a la pregunta que había formulado anteriormente. Sin embargo, en la mente de la aterrorizada Ayame, sus palabras se mezclaban con las de Marun.

—Un miembro de los Kajitsu Hōzuki.

«Te he capturado, yo solito.»

—Son un grupo de renegados infiltrados en la aldea, supremacistas del clan. Seguro que os encontráis a algún grupo así a lo largo de vuestra vida. No son extraños. Los ha habido de todos ellos: los Uchiha, los Hōzuki, los Hyuuga...

«Mírate, Ayame-san. Estás atada. ¡Eres el agua, y estás atada, jajaja!»

—Llevan detrás de Ayame desde que era una niña. De algún modo, se enteraron de que era la jinchuuriki. Y claro, ellos no podían soportar la idea de que un Hōzuki fuese el jinchuuriki y no estuviese de su parte.

«¿¡Por qué te eligieron a ti!? ¿¡Por qué a ti, para ser jinchuuriki!? ¡¡Alguien que no aprecia el noble linaje al que pertenece, alguien que...!!»

—Yui es Hōzuki. Yo misma soy Hōzuki. Pero esos idiotas no se conforman. Porque no compartimos la misma visión que ellos.

«Un simple chunin, derrotando a las precauciones de una consejera paranoica que no puede jamás dejar de vestir ese respirador por si la envenenan... Yui se cree muy fuerte, pero es una blanda...»

—Para ellos, los miembros de nuestro clan son mejores que los demás shinobi. Y probablemente lo que harían con el bijuu sería convertir eso en un status de dominancia: ocupar la aldea, y someter a los demás ninja bajo su mandato.

«Esta es la fuerza que los Kajitsu podemos darte... Ven con nosotros, Ayame. Te entrenaremos. Dejarás de ser una debilucha.»

Ayame sacudió la cabeza enérgicamente, tratando de sacarse la envenenada voz de Marun de su cabeza. ¿Qué era aquello? ¿Por qué la afectaba de aquella manera? ¿Qué eran aquellas...?

¿Dudas...?
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No respondo dudas por MP.
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#63
—Shanise-senpai... ¡Lo siento...! ¡Fue culpa mía! Yo... ¡Me dejé engañar y...! Y...

La única forma que encontró Mogura para no conmoverse por la forma en la que hablaba la muchacha era concentrándose en sus heridas, sanarlas tan rápido y de la mejor manera que fuese posible.

Marun... ¡¿Dónde está Marun?!

Súbitamente la ANBU se lanzó sobre la kunoichi para abrazarla. Las manos de Mogura se detendrían un par de segundos que serían los que llevaría su mirada a la fémina, entonces seguiría con su trabajo.

—Ha escapado, Ayame. Pero has conseguido defenderte de él, como te dije. Buen trabajo. Y ahora, por favor... Calma... Calma.

La ANBU hizo su mejor intento por tranquilizar a la joven kunoichi, y quizás por tranquilarse ella misma. En un momento terminó soltando a Ayame y dirigió su mirada hacia Mogura para responder a su pregunta.

—Un miembro de los Kajitsu Hōzuki. Son un grupo de renegados infiltrados en la aldea, supremacistas del clan. Seguro que os encontráis a algún grupo así a lo largo de vuestra vida. No son extraños. Los ha habido de todos ellos: los Uchiha, los Hōzuki, los Hyuuga... Llevan detrás de Ayame desde que era una niña. De algún modo, se enteraron de que era la jinchuuriki. Y claro, ellos no podían soportar la idea de que un Hōzuki fuese el jinchuuriki y no estuviese de su parte.

Yui es Hōzuki. Yo misma soy Hōzuki. Pero esos idiotas no se conforman. Porque no compartimos la misma visión que ellos. Para ellos, los miembros de nuestro clan son mejores que los demás shinobi. Y probablemente lo que harían con el bijuu sería convertir eso en un status de dominancia: ocupar la aldea, y someter a los demás ninja bajo su mandato.


Mientras escuchaba con atención las palabras de Shanise, seguía trabajando en las quemaduras de la jinchuriki, aun así asentía a lo que decía su superior con un gesto leve de la cabeza. El nombre de aquel sujeto era Hōzuki Marun, miembro de un grupo de renegados supremacistas cuyo objetivo era capturar a Ayame, su principal motivación sería el hecho de que fuese la jinchuuriki del Gobi.

Ocupar la aldea involucraría enfrentamientos, con gente de su propio clan y de su propia aldea. Se volvería un golpe de estado, o peor, una guerra civil.

Dedujo en voz alta, con un tono bastante serio, para los presentes. Probablemente Shanise y los demás consejeros habrían pensado en eso hacía mucho tiempo.

Hōzuki Marun, nos estuvo siguiendo, ¿no es así?

Sería loco pensar que el muchacho esperaría en aquel lugar hasta que el grupo apareciera de casualidad.
Hablo - Pienso

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#64
—En su aldea, tiene a un montón de gente que le quiere. Su familia. Daruu. Hasta Kiroe-san. ¡Incluso esta mujer se preocupa por usted como si fuera parte de su familia! ¡Ha cargado en brazos con usted! —dijo de nuevo aquella voz, en lo más profundo de Ayame—. ¿Y esta dudando sobre si marcharse con esta panda de malvados que sólo la querrían para utilizarla como un arma?

—Me decepciona, señorita.


—Hōzuki Marun, nos estuvo siguiendo, ¿no es así?

—Así debe ser. Lo que no me explico es cómo ha conseguido entrar aquí. ¡Es el palacio del Señor Feudal! A no ser que...

»A no ser que supiera que íbamos a hospedarnos en el palacio. A no ser que haya alguien dentro de palacio como cómplice... Mierda. Chicos, lo siento mucho, pero tendremos que irnos sin dormir aquí, me temo que este sitio podría no ser seg...

Shanise se detuvo, pálida como la leche.

—Segu... Se... se... s...

Ahogó un grito, se llevó las manos a la garganta y cayó de espaldas. Las venas de la cara empezaron a marcársele bajo la piel, y los ojos, en blanco, miraban hacia algún lugar y hacia ninguno.


Mogura
Ayame
Yo
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#65
—Así debe ser. Lo que no me explico es cómo ha conseguido entrar aquí. ¡Es el palacio del Señor Feudal! A no ser que...

Mogura escuchaba las palabras de su superior mientras el tratamiento de las quemaduras avanzaba.

»A no ser que supiera que íbamos a hospedarnos en el palacio. A no ser que haya alguien dentro de palacio como cómplice... Mierda. Chicos, lo siento mucho, pero tendremos que irnos sin dormir aquí, me temo que este sitio podría no ser seg...

Un Kajitsu Hōzuki dentro del palacio del señor feudal, le incomodaba un poco pensar que el grupo tuviese semejante influencia como para poder compartir el mismo techo que la persona más importante del país. Shanise se lamentó el no poder continuar la noche en ese lugar pero fue en el momento en que quiso terminar su oración que sus palabras se interrumpieron.

El joven médico levantó la mirada y pudo ver con claridad a una Shanise que parecía haber visto un fantasma.

—Segu... Se... se... s...

No pudo terminar de hablar. La fémina se agarró la garganta y cayó de espaldas. Las venas de la cara empezaron a marcársele bajo la piel, y los ojos se le pusieron en blanco y su mirada se perdió. Se estaba ahogando.

«¡Mierda...!»

El brillo de las manos del médico desapareció, su cuerpo se giró para quedar junto a Shanise.

¡Aguante un poco, Shanise-san!

No había que ser ningún genio para darse cuenta de que la mujer estaba siendo víctima de un veneno, veneno que afectaba su respiración. Aún así era preciso detenerse un par de segundos y localizar de manera precisa la ubicación de la toxina.

Una mano se extendió hasta su kit médico, de su interior tomaría un recipiente que en su interior contenía un elemento imprescindible para la técnica que necesitaba realizar. Su otra palma se haría con Hane.

Con todos los elementos listos, y sin intención de perder ni un segundo, iniciaría el proceso. Practicaría una incisión con el filo de la espada, esta sería lo suficientemente profunda para llegar a la ubicación del veneno. Haría a un lado la wakizashi y vertería en sus manos el fluido, el cual a pesar de ser tan liquido como el agua, gracias a la concentración de chakra médico conseguía que no escapase de sus dedos. Sin pensarlo dos veces, empujaría el fluido al interior de la incisión y comenzaría el proceso de extraer la toxina.

«No va a morir el día de hoy, Shanise-san...»

La situación era critica, pero su pulso no se había alterado ante la naturaleza del momento, ni ante el cuerpo lleno de quemaduras de la joven kunoichi o la grotesca imagen de una mujer asfixiándose. Tenía estomago para eso y más. Aun así, su mirada no podría estar más seria, quizás debido al nivel de concentración que precisaba en ese instante.
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#66
«En su aldea, tiene a un montón de gente que le quiere. Su familia. Daruu. Hasta Kiroe-san. ¡Incluso esta mujer se preocupa por usted como si fuera parte de su familia! ¡Ha cargado en brazos con usted! ¿Y esta dudando sobre si marcharse con esta panda de malvados que sólo la querrían para utilizarla como un arma? Me decepciona, señorita.»

Era de nuevo aquella voz. Y aunque ella no supiera de quién era, ella sí parecía saberlo todo sobre Ayame. Parecía conocer toda su vida. Y no sólo eso, parecía saber en todo momento qué estaba pensando. ¿Acaso se estaba volviendo loca? ¿Se iba a convertir en una enferma mental? ¿En una esquizofrénica o algo así? Y... lo peor de todo...

¿Por qué le dolía decepcionarla?

—Hōzuki Marun, nos estuvo siguiendo, ¿no es así? —seguía hablando Mogura con Shanise, ambos ajenos a los quebraderos de cabeza que estaba sufriendo.

—Así debe ser. Lo que no me explico es cómo ha conseguido entrar aquí. ¡Es el palacio del Señor Feudal! A no ser que... A no ser que supiera que íbamos a hospedarnos en el palacio. A no ser que haya alguien dentro de palacio como cómplice...

—Los Hōzuki tienen muchos amigos... —pronunció Ayame en voz baja, recordando las palabras de su tío. ¿Se extendía aquello fuera del Valle de los Dojos? ¿De verdad no había escapatoria posible? ¿Ningún rincón seguro para ella?

«¿Por qué tenemos que buscarte? ¿Por qué no vienes con nosotros?»

—Mierda. Chicos, lo siento mucho, pero tendremos que irnos sin dormir aquí, me temo que este sitio podría no ser seg... segu... Se... se... s...

Algo no iba bien. Las palabras se ahogaban en la garganta de Shanise, y cuando Ayame alzó la cabeza, interrogante, la escena más terrorífica que había vivido hasta el momento en su corta vida quedó grabada a fuego en su retina. La tez de Shanise se había vuelto blanca como la leche y la mujer se había llevado las manos al cuello, tratando de desgarrársela en su desesperación por respirar. Un desagradable borboteo brotó de su garganta, justo antes de caer de espaldas.

—Sh... ¡SHANISE-SENPAI! —aulló Ayame, incorporándose de golpe ignorando el dolor de las quemaduras. Aterrorizada, contempló cómo en el rostro de la jonin comenzaban a marcarse las venas en forma de delgadas líneas zigzagueantes de color azulado y sus ojos se perdían en algún punto del cielo nocturno—. ¡Mogura-san, haz algo por favor! —aulló la genin, impotente de no saber qué hacer.

Pero el médico no necesitaba de ningún aviso. Con su habitual calma, fría como un iceberg, se había apartado de ella para atender a su nuevo paciente. Con mano experta, el chico tomó desde su bolsa un recipiente y una espada que Ayame no tardó en reconocer: aquella era la espada de Marun, la misma con la que la había electrocutado.

No había tiempo para ser exquisitos, Ayame se arrastró como pudo hasta la posición de Shanise y Mogura, pero aun mantuvo una distancia prudencial para no estorbar al médico.

—¡Espera! ¿Qué hac...? —Ayame no pudo evitar ahogar una exclamación cuando le vio alzar la espada.

Sin ningún tipo de reparo, Mogura la clavó en el cuerpo de Shanise. Ayame se encogió sobre sí misma, con los ojos fijos en la escena y el corazón en un puño. Pero en aquellos momentos sólo le quedaba confiar en las habilidades y los conocimientos de su compañero, que en aquel momento había introducido sus manos en el agua, había formado una burbuja entre ellas y estaba empujándola hacia el interior de la mujer.

—¿Es un veneno? ¿Pero cómo? ¿Y quién...? —balbuceó, con un hilo de voz, y entonces palideció—. Sh... Shanise-senpai dijo que sólo se quitaba la máscara aquí... ¿Crees que Marun pudo haberla envenenado mientras dormíamos...?

¿Era posible que hubiese llegado tan lejos en su propósito por llevárse a Ayame? ¿Y si era así por qué se había arriesgado a dejar con vida a Mogura? ¿Qué habría pasado si no hubiesen acudido a socorrerla? ¿Habrían encontrado a la jonin muerta en su habitación al día siguiente...?

Ayame ahogó un gemido de angustia y sacudió la cabeza para apartar aquellos pensamientos y a los Hōzuki de su cabeza. En aquellos momentos lo importante era Shanise. No podían dejarla morir así como así... Se obligó a sí misma a recorrer el cuerpo de la jonin con la mirada, buscando minuciosamente. Una vez su padre le había explicado algunos principios básicos sobre los venenos. Las principales vías para introducir el veneno en el cuerpo de alguien eran por inoculación, ingestión e inhalación. Era obvio que no había podido ser la comida, pues de lo contrario los tres habrían sufrido el mismo destino, y si no encontraba ningún tipo de herida por la que se hubiera podido colar algún tipo de veneno, la única vía que quedaba era la respiratoria.

Hecho que coincidía con que se hubiera dado la casualidad de que la mujer se hubiera quitado la máscara filtradora en aquel lugar.
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#67
Shanise seguía ahogándose.

«Continuad.»
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#68
—¡Espera! ¿Qué hac...?

Desde luego que la kunoichi no entendería que estaba haciendo Mogura, incluso entre los shinobi médico la técnica era algo que costaba demasiado trabajo, y sobre todo concentración.

En algún momento del proceso Ayame haría un par de preguntas y diría alguna que otra cosa más, pero lo cierto era que el joven médico estaba más pendiente de mantener la concentración en su técnica, pues la vida de su superior corría riesgo. Pasó totalmente de lo que tenía para decir la jinchuuriki, ni siquiera se inmutó por lo que dijo.

Shanise era la mano derecha de la kunoichi más poderosa de Amegakure, pero esta seguiría ahogándose mientras el veneno estuviese en su interior. Su entrenamiento le brindaría un margen donde el muchacho podría trabajar pero aun así no estaba dispuesto a apostar sus fichas contra una toxina que no conocía exactamente.

«Un poco más...»

El veneno comenzaría a abandonar el cuerpo de la fémina, prisionero dentro del liquido especial que tenía en su mano Mogura. La palma del genin subía pero su mirada no abandonaba la incisión, tenía que estar seguro del momento en que toda la toxina estuviese fuera del cuerpo para finalizar la técnica.

Llegado un punto, dejaría de extraer veneno y el liquido saldría limpio. Mogura tendría todo el veneno en su palma.
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#69
Mogura no respondió a sus preguntas, aunque una parte de Ayame esperaba que no lo hiciera. El médico de Amegakure parecía estar tan concentrado en su labor, que no se atrevió a molestarlo más. En su lugar, siguió inspeccionando el cuerpo de Shanise con atención en búsqueda de cualquier tipo de heridas. Pero no encontró ninguna. Definitivamente, debía de haber respirado aquel veneno de alguna manera.

Y mientras tanto... la jonin seguía ahogándose.

Ayame se llevó una mano a la boca, tratando de contener un sollozo de terror. Shanise no podía morir. ¡No podía morir delante de ellos de aquella manera! ¡No podía morir contaminada! Ayame no se lo perdonaría nunca si algo así sucedía. Todo había sido por protegerla a ella de los Kajitsu Hōzuki, estaba convencida de ello. Y lo peor era la sensación de impotencia de no poder hacer nada más que mirar... Nada más que mirar...

En algún momento, Mogura levantó las manos. La burbuja seguía formada en torno a estas. ¿Acaso eso sería suficiente para restaurar el cuerpo de Shanise...?
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#70
Shanise tosió varias veces cuando Mogura terminó de extraerle una pequeña cantidad de un líquido de un extraño color rosáceo, y, poco a poco, las venas de su piel se fueron deshinchando. Aún así, la mujer todavía respiraba agitada y entrecortadamente, y no tenía aspecto de poder hablar o siquiera de mantener cierto estado de conciencia. Era obvio que el tratamiento de Mogura había surgido efecto, pero todavía debía de quedar veneno en el organismo de Shanise, o quizás una pequeña parte había conseguido trasladarse por su torrente sanguíneo.

Y ahora que la jounin se había quitado las manos del cuello, distinguieron con total claridad el pinchazo de una aguja cerca de su mandíbula...


· · ·

Allí, a lo lejos, en otro lugar, Marun caminaba sin un rumbo definido. Tan sólo esperaba dejar atrás a sus posibles perseguidores.

—Con suerte, esa desgracia para los Hozuki habrá muerto antes de que logren seguirme el rastro. Lástima que Yui no estuviera durmiendo con ellos.
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#71
La tos de Shanise fue música para sus oídos, sin duda alguna. Mogura seguía serio, su mirada no había cambiado mucho, no podía relajarse del todo igualmente. En su mano sostenía el agente patógeno que casi había asfixiado hasta la muerte a una de las kunoichi más fuertes de Amegakure. Sin pensarlo dos veces, depositó el veneno en el contenedor del fluido.

La ANBU estaba realmente agitada y su respiración estaba lejos de ser normal, pero en ese momento lo importante era una sola cosa.

Respira...

Pudo ver la marca cerca de su mandíbula, la que habría dejado la aguja de Marun al envenenar a su enemiga, la apreció durante unos segundos. Y entonces, dejando escapar un profundo suspiro llevó una de sus manos hasta su portaobjetos y tomó de su interior una dosis de antídoto.

Aotsuki-san, por favor ayude a que Shanise-san beba esto.

Dijo para después extenderle la medida de antídoto. Si Ayame la tomaba, volvería a llevar su mano al portaobjetos y tomaría de su interior un pergamino, un pergamino vacío. Abriría el mismo en el tejado y colocaría el fluido, entonces y haciendo una secuencia básica de sellos, el objeto desaparecería tras una pequeña nube de humo.

«Shanise-san podría necesitar una cura completa... Tengo que llevar esto con alguien que pueda sintetizar un antídoto completo.»

Meditó unos segundos en los que comprobaría el estado de la mujer.

Shanise-san. ¿Cómo se encuentra?

¿Sería la mujer capaz de contestar?
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#72
Y, de repente, el milagro de la vida se abrió paso.

Ayame dejó escapar un largo suspiro de alivio cuando Shanise tosió varias veces y casi sintió la necesidad de tirarse al suelo. Mogura había apartado sus manos, con un extraño líquido de color rosáceo atrapado dentro de la burbuja de agua que aún las cubría antes de desecharla en el recipiente que tenía junto a él. La toxina.

Afortunadamente, el tratamiento parecía haber dado resultados positivos. El rostro de la mujer recuperó algo de color, y las venas debajo de su piel volvieron a la normalidad poco a poco. Shanise seguía inconsciente, respirando de manera agitada y entrecortada, pero al menos ya era capaz de tomar aire. Y ahora que se había quitado las manos del cuello, a Ayame no le pasó desapercibida la marca de un pinchazo cerca de su mandíbula.

«Maldito... Se ha atrevido a contaminar a una igual...» Presa de la ira, apretó los puños contra sus rodillas y maldijo cien veces el nombre de Marun. ¿Cómo podía haberse dejado influenciar hasta el punto de llegar a tener dudas? Se sentía sucia...

—Aotsuki-san, por favor ayude a que Shanise-san beba esto —intervino Mogura de repente, quien le tendía un pequeño objeto cilíndrico que contenía un líquido que le resultaba muy familiar.

—¿Es un antídoto genérico? —preguntó, tomándolo con delicadeza por el temor de dejarlo caer y que terminara rompiéndose—. Si Shanise-senpai necesita más dosis yo tengo otro... En mi... Portaobjetos... ¡Maldita sea! —exclamó, pálida como la leche—. Mis cosas... están en mi habitación... —confesó, apurada. Con la creencia de que la falsa Shanise iba a entrenarla no había creído necesario subir allí con la mochila de viaje ni sus armas.

Podía considerarse afortunada de no haberlas necesitado, pero...

Ayame volvió a lanzar un suspiro de pesar y alzó con delicadeza la cabeza de Shanise. Con mucho cuidado y poco a poco, fue vertiendo el líquido que contenía la cápsula en la comisura de sus labios para evitar que no se atragantara.

—Beba esto, Shanise-senpai. Le ayudará...

Mientras tanto, Mogura parecía estar ocupado con otras cosas. Había desplegado un pergamino frente a sí y, mediante algún tipo de técnica, el recipiente con el veneno fue sellado en su interior.

—¿Qué vamos a hacer, Mogura-san? —le preguntó a su compañero, angustiada—. Shanise-senpai dijo que este lugar ya no era seguro, que no podíamos pasar la noche aquí... ¿Pero dónde iremos con Shanise-senpai en este estado?
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#73
Pese a que la mujer no podía apenas hablar, aceptó de buena gana el antídoto que Ayame le ofrecía y que había sido recetado por Mogura. Tragó, e hizo una mueca de asco, sacando la lengua. Respiró afanosamente durante unos segundos. El aire no volvía.

—Shanise-san. ¿Cómo se encuentra?

Shanise levantó la mano y le enseñó la palma, en un gesto que pretendía decir "espera". Siguió resollando.

—¿Qué vamos a hacer, Mogura-san? Shanise-senpai dijo que este lugar ya no era seguro, que no podíamos pasar la noche aquí... ¿Pero dónde iremos con Shanise-senpai en este estado?

—Ma... Manase-san... —dijo Shanise.

»M... Me has salvado la vida.


· · ·


Estaban mojados, sucios y tenían mucho, mucho sueño. Todavía no había salido el sol, y sólo los dioses sabían si saldría el sol, con aquella tempestad.

Bueno, un dios sí que lo sabía.

Amenokami sabía que no.

—Chicos —dijo Shanise—. Ya queda poco para la Ciudad Fantasma. Antes de que lleguemos, tenemos algunas cosas sobre las que discutir. ¿Qué os parece si aprovechamos para hacer un alto en el camino y descansar?
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#74
Para alivio de todos, con Shanise algo más recuperada, los tres shinobi pudieron retomar el viaje después de que Ayame recuperara sus pertenencias de su habitación.

Auspiciados por la lluvia que volvía a invadir el País de la Tormenta, abandonaron el castillo del Señor Feudal y salieron de Shinogi-To para seguir su travesía hacia la Ciudad Fantasma. El estado de la jonin y el propio cansancio ralentizó su marcha, pero siguieron adelante con obstinación. Y Ayame no se atrevió a emitir ni una sola queja en voz alta. Ya había llamado demasiado la atención, no podía seguir siendo el lastre que arrastraran ellos.

Y así, embarrada hasta las orejas, empapada, fatigada y con los párpados pesados por el sueño, Ayame seguía de cerca a sus dos compañeros. Pensaba, sumida en un profundo silencio. Pensaba en todo lo que había ocurrido desde que habían puesto un pie en Kusagakure hasta aquellos precisos instantes. Pensaba en aquella voz que oía de vez en cuando y que parecía conocerla tan bien. Pensaba en los Kajitsu Hōzuki y en su empeño por atraparla entre sus redes. Pensaba en las palabras de Marun. Pensaba y pensaba... y por mucho que pensara sólo conseguía enredarse aún más en sus pensamientos.

Y así pasaron largas horas bajo la tempestad, hasta que Shanise se detuvo.

—Chicos. Ya queda poco para la Ciudad Fantasma. Antes de que lleguemos, tenemos algunas cosas sobre las que discutir. ¿Qué os parece si aprovechamos para hacer un alto en el camino y descansar?

Ayame asintió con un pesado suspiro y, sin importarle lo mojado del suelo, se dejó caer de culo sobre él. De todos modos, no podía mojarse más de lo que ya estaba.

—¿Qué ocurre, Shanise-senpai? —se forzó a hablar, alzando la mirada hacia la jonin.




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#75
Ayame había hechos unas preguntas pero no había tenido oportunidad de contestarle, pues la ANBU recuperó el habla y de sus labios escaparon unas palabras.

—Ma... Manase-san... M... Me has salvado la vida.

Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal, rompiendo su seria mirada. No puedo evitar realizar una ligera reverencia, por dentro se sentía aliviado de no tener que tomar una decisión por la totalidad del grupo. Había logrado extender la vida de Shanise y ahora esta sería capaz de seguir liderando el equipo.

El grupo volvería al camino, el palacio sería destacado como un lugar seguro para detenerse y llegar a destino seguía siendo una prioridad. Así como Ayame había buscado sus cosas, el joven médico se había tomado un momento para arreglarse y juntar sus cosas. Hane, a falta de una vaina apropiada, había sido envuelta en vendas y reposaba en el interior de su cintura, por encima de su kit médico.

Podía llegar a decir que era el que estaba menos cansado del grupo, no lo habían envenenado ni intentado secuestrar, simplemente le habían despertado en un momento para que hiciera lo que mejor sabía hacer. Aun así, el retomar el viaje se le hizo tan pesado como a sus compañeras. Incluso con la capa no podía detener los azotes del clima, debía existir una forma más eficiente de recorrer esas distancias. Pero aún no la había encontrado.

Su mirada por momentos oscilaba entre la líder del equipo y la joven jinchuuriki, a la primera por si en algún momento su cuerpo llegaba a experimentar algún efecto retardado del veneno y a la segunda en caso de que llegase a pasarle cualquier cosa. Finalmente, Shanise se detuvo.

—Chicos. Ya queda poco para la Ciudad Fantasma. Antes de que lleguemos, tenemos algunas cosas sobre las que discutir. ¿Qué os parece si aprovechamos para hacer un alto en el camino y descansar?

Ayame asintió suspirando y se echó donde estaba parada.

—¿Qué ocurre, Shanise-senpai?

Consultó entonces haciendo su mejor esfuerzo porque las palabras salieran de sus labios.

Mogura por su parte trataría de ser un poco más paciente y esperaría a que Shanise se sentase. No hubo necesidad de hacer ninguna pregunta, Ayame la había hecho por él.
Hablo - Pienso

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