Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—¡Claro que sí! —exclamó ella en respuesta, con una radiante sonrisa de oreja a oreja, y Ayame se sonrojó aún más. De alguna manera, una parte de ella esperaba que no la conociera, aunque eso no sería una solución al problema ya que tendría que buscar otra canción...—. Es una de mis favoritas, la aprendí a tocar en nada ¿Eso es un sí, Ayame-san?
Se había inclinado hacia ella, con ojos brillantes de súplica, y ella no pudo hacer otra cosa que estirar la espalda aún más hacia atrás. Volvió a abrir y a cerrar la boca, como un pez fuera del agua. Y, lejos de ser una mera metáfora, ciertamente, sentía que se ahogaba en aquella situación.
—S... sí... s... sup...ongo... —balbuceaba.
«Ay, socorro... ¡¿En qué lío me he metido ahora?!» Pensó, aterrada.
—P... ¡Pero ya te digo que sólo canto por pasatiempo! —se apresuró a aclarar, agitando ambas manos frente al cuerpo en un gesto defensivo—. No soy cantante profesional ni nada de eso, ¡así que no me hago responsable de lo que pase!
Bueno, ¿y qué podría ser lo peor que pudiera pasarles? ¿Que las abuchearan? ¿Que las gritaran? ¿Que las tiraran tomates? ¿Que se pusiera a llover? ¿Que reventaran los cristales cercanos? ¡Vanas nimiedades!
La chica no pareció muy decidida con su respuesta, pero el sí de Ayame hizo que saltase de alegría del banco donde se encontraba. ¡Por fin podría subirse a un escenario! ¡Por fin la suerte comenzaba a mirarla! Tomó con cuidado la mano de la Aotsuki y la apretó con ambas suyas, claramente emocionada.
—¡Gracias! ¡Gracias! —exclamaba, una y otra vez, la kunoichi del Remolino.
—P... ¡Pero ya te digo que sólo canto por pasatiempo! —aclaró la joven moviendo las manos frente a ella, pero eso a Eri no le suponía un problema—. No soy cantante profesional ni nada de eso, ¡así que no me hago responsable de lo que pase!
—¡Bah! No te preocupes por eso, a mí lo que me interesa es subir allí y demostrarles que nosotras también podemos hacerlo bien, no necesito un premio que lo demuestre —alegó la joven bastante decidida mientras volvía a levantarse, puesto que se había sentado para tomar las manos de Ayame.
»Bueno, ¿vamos?
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Su respuesta llegó a la pelirroja como un cántico de salvación. La muchacha saltó, emocionada, en el mismo banco donde se se sentaba y entonces tomó la mano de Ayame, que volvió a tensarse como las cuerdas de un violín.
—¡Gracias! ¡Gracias! —exclamaba, con los ojos brillantes de ilusión.
Y Ayame respiró hondo, aliviada. En realidad, la única razón por la que había accedido a hacer aquella locura había sido por no desilusionarla a ella. No la conocía de nada, debería serle indiferente, pero después de haber visto la ilusión que profesaba por aquel concurso de música, Ayame no tenía el corazón de piedra como para dejarla en la estacada...
—¡Bah! No te preocupes por eso —comentó la pelirroja, en respuesta a su inseguridad—, a mí lo que me interesa es subir allí y demostrarles que nosotras también podemos hacerlo bien, no necesito un premio que lo demuestre —alegó, mientras se reincorporaba. Al menos ella parecía bastante decidida. Sin saberlo, ella se había convertido en el apoyo que necesitaba Ayame para levantarse—. Bueno, ¿vamos?
—S... Supongo... —suspiró ella, rendida.
Se levantó y echó a andar de nuevo junto a Eri. Ambas se sumergieron entre la multitud, retomando de nuevo el camino hacia el lugar de emplazamiento del concurso. Sin embargo, para Ayame, era como si se estuviera dirigiendo a paso rápido hacia la horca.
—¿Crees... que habrá mucha gente allí? —preguntó, con un hilo de voz.
Ante la media afirmación que la kunoichi de la Lluvia le había dado, ambas se pusieron en marcha hacia el lugar donde daría lugar el concurso. Ya lo había visitado antes, justo cuando llegó para buscar a alguien con quien participar, pero allí solo había parejas haciendo cola para inscribirse. Lo bueno es que aún tenía un margen de un par de horas para que se terminase aquel plazo de inscripción, por ello Eri no sentía ningún tipo de prisa.
—¿Crees... que habrá mucha gente allí?—Eri salió de sus pensamientos sobre cómo llegar lo antes posible al lugar ya que Ayame acababa de preguntar, se quedó unos segundos pensativa mientras seguían avanzando, antes de contestar.
—Pues, hace una hora había como una docena de personas esperando por inscribirse —respondió mientras hacía memoria —. Y al lado del escenario habían como diez personas, quizá ahora se haya duplicado el número...
Si Eri era totalmente sincera, sólamente se había fijado en la gente que estaba incribiéndose, pero seguramente habría gente frente al escenario, ¿no? Alguna que otra había visto...
—No te preocupes, solo tendremos que subir un par de veces, y eso si pasamos de ronda —intentó animar la de cabellos rojizos, aunque no sabía si eso valdría.
Cuando llegaron al lugar Ayame podría ver que era una gran plaza totalmente hecha de piedra con una fuente circular en medio, sin embargo ahora mismo lo que menos destacaba era aquel objeto. Un gran escenario estaba en la parte norte de la plaza con las cortinas oscuras echadas, y justo a la derecha una gran mesa con tres personas anotando a toda velocidad nombres de personas dispuestas a participar. La cola llegaba hasta pasado el centro de la plaza. Había guirnaldas y decoraciones un tanto extravagantes que ocupaban todo el techo inexistente de aquel lugar.
—¿Vamos a la cola? —preguntó la joven mientras señalaba la larga cola que tendrían que esperar.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
30/10/2017, 12:32 (Última modificación: 30/10/2017, 12:32 por Aotsuki Ayame.)
Eri meditó la respuesta durante unos breves segundos.
—Pues, hace una hora había como una docena de personas esperando por inscribirse —acabó por responder, aún pensativa —. Y al lado del escenario habían como diez personas...
«Eso hace una veintena.»
—Quizá ahora se haya duplicado el número...
«¡Y eso cuarenta!» Ayame volvió a palidecer. Cuarenta personas eran muchas personas. Para ella, en realidad, ya cinco personas habría constituido una auténtica multitud en aquellas condiciones. Si ya había sentido vértigo ante el público del torneo, en el que aún podía permitirse el lujo de olvidarse de todas aquellas miradas concentrándose en el combate, ¿qué haría plantada en un escenario frente a tantas miradas clavadas directamente en ella? «Lo único que faltaría es que nos hicieran disfrazarnos o algo así...»
Ayame tragó saliva, y, como si le hubiese leído el pensamiento, Eri intervino:
—No te preocupes, solo tendremos que subir un par de veces, y eso si pasamos de ronda.
Ella asintió en respuesta. Si hubiese sido otra persona, quizás incluso se hubiese esforzado en hacerlo mal para no pasar de ronda y dejarlo estar. Pero ella no era así. Su espíritu competitivo siempre la acababa invadiendo y, aún de no ser así, sentía que no podía dejar a Eri en la estacada. Parecía que ella sí tenía verdaderas ganas de participar y hacerse oír. No podía hacerle algo así.
Tras una caminata que se le hizo eterna, llegaron a una plaza de adoquines de piedra con una fuente en su centro, similar a la que habían dejado ya atrás. Recorriendo el cielo, decenas de guirnaldas y adornos de los más extravagantes cruzaban la plaza en todas las direcciones. Sin embargo, lo más llamativo era el enorme escenario que se alzaba en la parte norte de la plaza, con el telón oscuro echado. Su propio tocón de verdugo.
—¿Vamos a la cola? —la voz de Eri la sacó de su terror, y Ayame pegó un ligero brinco.
—¿Eh? S... sí... supongo...
Siguió sus pasos como un cachorrillo asustado. La cola nacía a la derecha del escenario y se extendía más allá del centro de la plaza. Al principio de la misma, tres personas sentadas en una mesa anotaban a toda velocidad.
—¿Todas estas personas van a participar? —preguntó anonadada, con un hilo de voz.
Ambas se dirigieron a la cola que avanzaba a bastante más velocidad de lo que Eri había imaginado. No estaba mal, la verdad, parecía que los jueces se lo tomaban en serio. Se llevó una mano a la nuca, y logró acariciar un poco su flauta, anhelando su momento sobre el escenario.
—¿Todas estas personas van a participar?
La voz de su acompañante la sacó de sus pensamientos y se obligó a dejar de acariciar su instrumento para mirarla y mostrarle una sonrisa. Luego miró a la cola y se encogió un poco de hombros.
—Puede —dijo la joven mientras viajaba por las caras —o mejor dicho, nucas— de las personas que tenía delante —. Algunas simplemente se apuntarán porque se aburren, piensa que es una ciudad grande y conocida. El problema será el tiempo, supongo que nos llevará un par de horas subir al escenario —alegó la joven con la sonrisa ya casi desaparecida. Ahora su rostro parecía serio, imaginando y calculando cuantas personas podrían participar antes que ella. No le importaba mucho, pero el estado en el que se encontraba Ayame no les dejaría mucho margen, era participar pronto o...
Negó con la cabeza, no quería pensar en eso.
—No te preocupes, Ayame-san, seguro que lo hacemos muy bien —intentó tranquilizar la kunoichi —. Si quieres podemos ir a por unos antifaces o algo, así no nos reconocerán, por si te sientes más tranquila.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Puede —respondió Eri, sus ojos cristalinos viajando por las diferentes personas que se reunían delante de ellas en la cola—. Algunas simplemente se apuntarán porque se aburren, piensa que es una ciudad grande y conocida.
«Bueno, al menos las probabilidades de que seamos las que peor lo hagamos se reducen con tanta gente no profesional...» Meditaba Ayame, algo más aliviada. Si tenía la suficiente suerte, puede que ni siquiera recordaran su cara después de aquel evento.
—El problema será el tiempo, supongo que nos llevará un par de horas subir al escenario —añadió la pelirroja, y la sonrisa de su rostro se había transformado en un gesto calculador y pensativo. Tras una breve interrupción, terminó por negar con la cabeza—. No te preocupes, Ayame-san, seguro que lo hacemos muy bien. Si quieres podemos ir a por unos antifaces o algo, así no nos reconocerán, por si te sientes más tranquila.
Intentaba tranquilizarla por todos los medios. Ayame lo sabía, y agradecía ese gesto. Por eso, correspondió con una temblorosa sonrisa.
—No... no creo que sea necesario. Supongo. Además, si nos vamos ahora de la cola sólo conseguiremos perder aún más tiempo. —Ayame ladeó ligeramente la cabeza, con un nuevo pensamiento aleteando en su cerebro—. Aunque... ni siquiera hemos ensayado. ¿Estará bien así?
—No... no creo que sea necesario. Supongo. Además, si nos vamos ahora de la cola sólo conseguiremos perder aún más tiempo.
— Está bien —coincidió la pelirroja no muy convencida, y es que Ayame parecía un flan. Cruzó sus brazos y se puso de puntillas de nuevo para ver cuánto les quedaba por llegar, tampoco parecía que hubiera mucha gente por delante. «Solo un poco más...»
—Aunque... ni siquiera hemos ensayado. ¿Estará bien así?
— Yo me sé la partitura y sé cantarla —afirmó ella bastante más confiada de lo que se sentía —. Bueno, sé las dos versiones... —confesó más tarde —. Pero si quieres podemos ir nada más incribirnos a algún lugar alejado para practicar juntas.
If ~ Hitori Omou era una de sus canciones favoritas a la hora de tocar, podía hacerlo de dos maneras totalmente diferentes, así que no le resultaría muy difícil acoplarse a la voz de Ayame. Sin embargo no estaba tan segura de poder hacerlo del todo bien pues nunca había oído el sonido de su canto, la había escuchado tararear, sí, pero cantar era otra historia.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Yo me sé la partitura y sé cantarla. Bueno, sé las dos versiones... —afirmó Eri, y aunque parecía increíblemente confiada, Ayame comenzó a sudar.
—Ha... ¿Hay dos versiones...? —preguntó, con un hilo de voz.
—Pero si quieres podemos ir nada más incribirnos a algún lugar alejado para practicar juntas.
—Puede que sea lo mejor —suspiró, apoyando una mano en su pecho—. Aunque tendremos que tener cuidado con el tiempo que tengamos antes de salir a... al... al... escenario...
Se estremeció de nuevo. La cola avanzaba incesante y a buena velocidad. Los encargados parecían estar haciendo un trabajo eficiente a la hora de lidiar con la cola.
—Sí, claro —afirmó la chica de nuevo —. Imagino que sabrás la primera más, es la tranquila, y con tu voz te pega mucho más esa.
Sonrió al decir aquello y volvió a girarse para mirar lo que quedaba de cola, solo habían dos grupos antes que ellas, ¡por fin iba a inscribirse en un evento oficial! Estaba tan emocionada que no pudo evitar sonrojarse y apretar con fuerza la tela de su mono.
—Puede que sea lo mejor. Aunque tendremos que tener cuidado con el tiempo que tengamos antes de salir a... al... al... escenario...
—Ahora cuando nos toque preguntamos —zanjó la pelirroja dando pequeños saltitos de impaciencia.
Su turno llegó como agua de mayo para la uzujin que casi se tira encima de los jurados de lo nerviosa que estaba. El del centro, un hombre algo rellenito y calvo, levantó su mirada verdosa para mirar a ambas con una sonrisa bajo su bigote grisáceo. A su derecha, una mujer demasiado delgada y con unas gafas un tanto extravagantes las miraba con cierto recelo y el otro hombre, el de la izquierda del calvo, simplemente parecía cansado.
—Nombres, por favor —pidió el hombre del medio.
—Uzumaki Eri y Aotsuki Ayame —informó la pelirroja rápidamente. Sabía que era una falta de educación no poner el nombre de su acompañante primero, pero es que su apellido empezaba por "U" y eso podría darles algo más de tiempo, en cambio Ayame se apellidaba Aotsuki, ahí salían de las primeras sí o sí.
—Bien, tomad vuestros pases, actuaréis las décimo quintas, mucha suerte —aquello que recitó parecía tan mecánico que cerca estaba de escupir tuercas, pero a Eri no le importó, tomó sus pases y salió de la cola como había entrado: dando saltitos de alegría.
Luego miró a Ayame con una sonrisa.
—¡Vamos, que aún tenemos tiempo!
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
8/11/2017, 12:05 (Última modificación: 8/11/2017, 12:06 por Aotsuki Ayame.)
—Ahora cuando nos toque preguntamos —respondió la pelirroja, y Ayame dejó escapar el aire de sus pulmones al verla botar con aquella ilusión e impaciencia entremezcladas.
Después de dos grupos más, les llegó su turno. Ayame, rígida como un palo, avanzó temblorosa detrás de Eri, que prácticamente se abalanzó sobre la mesa de inscripción. Allí les aguardaban tres personas: en el centro, un hombre regordete y sin un solo pelo en la cabeza alzó la cabeza para recibirlas con una cálida sonrisa por debajo de un poblado bigote, a su derecha una mujer increíblemente delgada las miraba con cierto recelo detrás de unas extravagantes gafas, y a su izquierda otro hombre que parecía cansado de estar allí tanto tiempo.
—Nombres, por favor —pidió el hombre calvo.
Afortunadamente, fue Eri la que respondió. A Ayame se le habían atragantado las palabras en la garganta.
—Uzumaki Eri y Aotsuki Ayame.
—Bien, tomad vuestros pases, actuaréis las décimo quintas, mucha suerte —completó, de forma tan automatizada que cualquiera podría haberle confundido por un robot.
Sin embargo, lejos de importarle, ambas muchachas se alejaron de la mesa con los pases en la mano. Nuevamente, Eri iba dando saltitos de alegría mientras Ayame contemplaba con absoluto horror el papel que llevaba en su mano y en el que figuraba su nombre.
—¡Vamos, que aún tenemos tiempo!
Con un brinco, Ayame asintió varias veces. Miró a su alrededor y entonces se alejó de la cola para avanzar hacia detrás del escenario, en un pequeño rincón donde no había tanta gente como alrededor de la mesa de inscripción. Enseguida se metió en una pequeña callejuela entre dos edificios contiguos. No estaban tan lejos del lugar de la exhibición como para no enterarse de cuándo debían volver, pero tampoco estaban tan cerca de oídos ajenos que pudieran interrumpirlas.
Ambas se alejaron de la cola para avanzar un poco más allá, justo por detrás del escenario. Ayame la guiaba como si conociese aquello y Eri se dejaba hacer, siguiéndola por la callejuela que había entre dos edificios. No parecía estar muy lejos y tampoco se escuchaba tanto el barullo que se estaba formando en la plaza, así que parecía el lugar idóneo para ensayar.
—¿Qué... te parece aquí, Eri-san?
Eri miró a su alrededor, comprobando si alguien estaba por allí vigilando o simplemente pasaba, no quería estropear la sorpresa a nadie y menos tener que ver como Ayame se volvía a poner nerviosa, ¡ya bastante tenía la pobre con actuar delante de tanto público!
—Perfecto, Ayame-san, cuando quieras.
La pelirroja se llevó una mano a la espalda y tomó su preciada flauta de madera. Rápidamente colocó sus dedos donde correspondía y miró hacia ellos, pareciendo que había cerrado los ojos. Su rostro pasó de su alegría permanente a un estado de concentración poco habitual en ella, sopló dos veces, dos notas diferentes y luego retiró la flauta, mirando de nuevo a Ayame.
—En cuanto empieces a cantar, yo tocaré contigo, no te preocupes, así que cuando quieras, empieza.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
10/11/2017, 12:05 (Última modificación: 10/11/2017, 12:07 por Aotsuki Ayame.)
—Perfecto, Ayame-san, cuando quieras —respondió Eri, y Ayame volvió a torcer el gesto, no demasiado convencida.
La de Uzushiogakure extrajo desde su espalda aquella curiosa flauta y colocó los dedos cuidadosamente en varios agujeros. De repente, había pasado de mostrarse como una chiquilla emocionada y alegre a una concentración absoluta. Casi no parecía la misma persona. Sopló un par de veces, dos notas aletearon en el aire, y después se volvió hacia ella de nuevo.
—En cuanto empieces a cantar, yo tocaré contigo, no te preocupes, así que cuando quieras, empieza.
Después de algunos segundos, Ayame terminó por asentir. Eri estaba realmente decidida con aquello, así que ella también debía dar lo mejor de sí. Inspiró por la nariz, espiró por la boca, y repitió el proceso un par de veces para relajar la tensión de su cuerpo. Después cerró los ojos para concentrarse mejor y no dejarse llevar por el pánico, aunque bien era consciente de que no podría permitirse ese lujo en el escenario, y, tras tomar aire por última vez, comenzó a cantar.
—♫Yurari yurureri...♫
Su voz inundó el callejón, y aunque en los primeros versos revoloteó temblorosa en sus labios, poco a poco según se iba dejando llevar comenzó a fluir, suave, delicada y lenta como las aguas de un arroyo. Con un timbre ni demasiado agudo ni demasiado grave. Concentrada como estaba, Ayame dejó de prestar atención a su alrededor. Estaba poniendo toda su concentración en la letra de la canción, en la entonación, en llegar adecuadamente a las partes más agudas; pero, sobre todo, en coordinarse con las notas que dejaba volar la flauta de Eri. Y así, la canción siguió su transcurso, hasta que las últimas notas aletearon en el aire y, con una última espiración, volvió a hacerse el silencio.
Roja como un tomate, Ayame entreabrió los ojos, esperando ver cualquier tipo de decepción o burla en el rostro de la pelirroja.
La voz de Ayame empezó a entrar por sus oídos un cántico que le recordó a la voz de su madre, tranquila y melodiosa. No tenía un tono muy agudo, ni tampoco muy grave, un tono medio agradable que no hacía que pusieses una cara rara antes de acostumbrarte. Dos segundos después, ella empezó a tocar la melodía con su flauta.
Al principio la kunoichi de la Lluvia parecía temblar y eso lo transmitía por medio del canto, pero poco a poco se fue relajando y puso más empeño en la letra de la canción, olvidando todo lo demás. Eri simplemente tocaba moviendo sus dedos hábilmente, con los ojos cerrados pues si los abría normalmente solía confundirse.
La canción terminó unos minutos después y después de tocar unas dos notas más largas para dar por finalizada la canción, abrió los ojos y alejó la flauta de sus labios, tomando el aire que necesitaba para volver en sí.
—¡Vaya! Ha sido alucinante —exclamó ella mientras se acercaba a su compañera —. Tu voz es realmente melodiosa, ¿lo sabías? Y no te estoy mintiendo, de verdad, creo que esta canción te pega bastante.
Explicó con una sonrisa mientras asentía varias veces, dando veracidad a sus palabras.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Para su sorpresa, no encontró nada de eso en el semblante de Eri. Más bien lo contrario.
—¡Vaya! Ha sido alucinante —exclamó, acercándose a ella—. Tu voz es realmente melodiosa, ¿lo sabías? Y no te estoy mintiendo, de verdad, creo que esta canción te pega bastante —aseguró, asintiendo varias veces en aquel gesto que Ayame ya había asociado con ella y una sonrisa afable.
Ayame se sonrojó hasta las orejas. Abrió y cerró la boca varias veces, como un pez fuera del agua que es incapaz de respirar, y después apartó la mirada hacia un lado con una temblorosa sonrisa.
—Ah... ¿Tú... tú crees...? —balbuceó, llevándose una mano a la nuca, y tras varios segundos de indecisión, sonrió de verdad y decidió aceptar el cumplido de la pelirroja—. Vaya, ¡muchas gracias! —Intercambió el peso del cuerpo de una pierna a otra, antes de hacer una última pregunta—: ¿Crees que deberíamos practicar más veces o vamos directamente al estadio?