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Su anterior viaje a la ciudad de Tane-Shigai le había levantado la curiosidad sobre el resto de ciudades de Oonindo en las que se encontraban los palacios de los Señores Feudales, por lo que había decidido que visitaría todas y cada una de ellas, para así empezar a conocer mejor el mundo que le rodeaba, por lo que, tras debatirse entre todas las posibilidades decidió que su siguiente destino sería Shinogi-To.
Allí se encontraba, había llegado por la mañana y, como prácticamente todo el viaje desde que se había adentrado en las tierras del País de la Tormenta, estaba lloviendo a mares, tanto que el joven estaba calado hasta los huesos a pesar de llevar su capa de viajes, que estaba pensada para evitar que el agua la traspara, de un color azul marino y que dejaba a la vista únicamente sus ojos y parte de la nariz.
A pesar de las lluvias que azotaban la ciudad, los habitantes, que de seguro estaban más que acostumbrados, se habían comenzado a reunir en gran número en la plaza central del pueblo, cualquiera que hubiera estado paseando o simplemente que estuviera un poco pendiente de lo que pasaba por las calles se habría percatado de que un gran número de personas se dirigían hacia allí, unos a la carrera mientras metían prisa a sus acompañante, otros con paso más moderado pero con la misma curiosidad y Riko, que se encontraba por la zona, no iba a ser menos.
En cuanto llegara a la plaza central, de un tamaño considerable se daría cuenta de que la habían cubierto con una lona, que simulaba una carpa de circo dada su forma puntiaguda, pero de un colo mucho más sobrio, un azul oscuro algo desgastado y en el centro de la misma se podían leer unos carteles desde todas las direcciones.
LOS PRIMEROS JUEGOS DE SUPERVIVENCIA
Los carteles formaban un cuadrado, y en el centro del mismo se situaban dos hombres, uno alto y gordo, el otro de altura media y claramente musculado, que miraban a su alrededor, esperando para comenzar a dar un discurso.
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El qué le había llevado a él hasta la gótica ciudad de Shinogi-To, no estaba del todo claro. Quizás, su necesidad de despejar un poco la cabeza después de todo lo que le hubo sucedido durante las últimas semanas —el rescate de Ayame, sin lugar a dudas; le habría dejado lo bastante extenuado como para convencerlo de no arrojarse de cabeza a otra misión—, le motivase acercarse hasta la capital del País de la Tormenta.
Él conocía muy bien aquel estiercolero. El corazón más volátil y concurrido de todo Arashi no Kuni, con mil y un de cosas para hacer.
Iba con destino a uno de los tantos bares de la zona, sólo para despejar la mente. Echarse una buenas manos de Babanuki y llevarse una buena bolsa de monedas a casa, ya que solía irle bien jugando a la solterona.
No obstante, antes de poder siquiera a travesar la plaza principal, un túmulo inusual de gente le llamó la atención. Y no sólo a él, sino a todo aquel que estuviese pasando por ahí. Aquella carpa improvisada rodeada por la muchedumbre yacia habitada por un par de tipos, uno más gordo que el otro; y con carteles a su alrededor que rezaban el siguiente mensaje:
"Los Primeros juegos de Supervivencia"
No pudo evitar sentir cierta curiosidad por el asunto, por más vago que fuera el mensaje. Sin embargo, ¿qué perdía con quedarse un par de minutos, escuchar lo que aquel par de tontos tuviera que decir, y si no resultase ser nada del otro mundo, pirarse a su juego de cartas?
Se cruzó de brazos, y abrigó aún más su cuerpo con aquella típica túnica de viaje negra que solía usar por sobre el cuerpo, con la capucha también cubriéndole la cabeza y protegiéndole de la lluvia.
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La plaza estaba llena a rebosar, la gente murmuraba tratando de averiguar en qué consistía todo aquello, y los dos hombres que se situaban en el centro sonreían, habían conseguido captar la atención de prácticamente toda la ciudad y era el momento de presentarse.
— ¡Muy buenas a todos! — Exclamó el más alto y gordo de los dos, con una potencia de voz suficiente para que se le escuchase en todos los lugares de la plaza por encima de cualquier murmullo. — ¡Mi nombre es Yakizana, y éste es mi compañero Nori! ¡Es un placer para nosotros anunciar el inicio de lo que esperamos sea la mayor tradición de estas tierras, LOS JUEGOS DE SUPERVIVENCIA! — Dejó unos segundos para que la gente asimilara lo que había dicho, y para que el murmullo generalizado se apagara. — ¡Estos juegos son bastante básicos, se forman diez parejas, las cuales serán llevadas a una zona preparada en la que se llevará a cabo el evento, y no consiste, ni más ni menos, en ser la última pareja que quede en pie!
Toda la plaza se revolvió, el ruido se hizo mucho más potente por lo que el hombre no pudo seguir explicando nada hasta que todo el mundo se hubo tranquilizado.
— ¡Como imaginaréis no va a morir nadie, tranquilos! ¡La pareja ganadora tendrá un premio que no podemos decir hasta el final! ¡Se puede inscribir cualquiera, quien quiera no tiene más que inscribirse aquí y cuando estemos completos, seréis trasladados al lugar.
Al principio no hubo mucho movimiento pero, al poco tiempo, varias personas se iban acercando al lugar a inscribirse, casi todas en parejas, aunque hubo alguno que iba solo y rápidamente se le buscaba alguien con quien participar en los juegos.
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Su atención, finalmente, fue en su totalidad hasta el pequeño palco improvisado cuando uno de los dos hombres del espectáculo comenzó a hablar.
—¡Muy buenas a todos! ¡Mi nombre es Yakizana, y éste es mi compañero Nori! ¡Es un placer para nosotros anunciar el inicio de lo que esperamos sea la mayor tradición de estas tierras, LOS JUEGOS DE SUPERVIVENCIA! —el público reaccionó positivamente ante la revelación, que para el escualo no pareció ser la gran cosa. Bien porque desconocía de aquella tradición si es que lo era, o también porque el nombre por sí sólo no explicaba el contexto del asunto. Juegos, claro, en donde tendría que sobrevivir. ¿Pero y qué? —. ¡Estos juegos son bastante básicos, se forman diez parejas, las cuales serán llevadas a una zona preparada en la que se llevará a cabo el evento, y no consiste, ni más ni menos, en ser la última pareja que quede en pie!
Entonces, el tumulto se motivó, agitado. Los murmullos se hicieron medios gritos y la horda de gente comenzó a moverse aún y cuando el anuncio no había concluido. Reticente, el escualo esperó más información, inmóvil en su lugar.
—¡Como imaginaréis no va a morir nadie, tranquilos! ¡La pareja ganadora tendrá un premio que no podemos decir hasta el final! ¡Se puede inscribir cualquiera, quien quiera no tiene más que inscribirse aquí y cuando estemos completos, seréis trasladados al lugar.
¿Morir? no le preocupaba. Si no hubo muerto enfrentando a los Kajitsu, ¿por qué iba a hacerlo en unos simples juegos?
Sonrió, socarrón. Y aceptó aquel discurso como si se tratase de un reto.
Se quitó la capucha de la cabeza y comenzó a andar tan motivado, pavoneándose entre la muchedumbre como si él fuese el mismísimo Señor Feudal abriéndose paso entre sus súbditos. Estaba decidido, iba a inscribirse, e iba a ganar aquellos juegos, sólo por no tener nada mejor que hacer.
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Riko escuchó todo el discurso del hombre que se encontraba en el centro del lugar con toda su atención, y, sin lugar a dudas, el formato de aquellos juegos era algo innovador y que le llamaba la atención, pero había algo que le echaba para atrás, no tenía pareja con la participar, y formar grupo con un desconocido no era la mejor de las ideas, por lo que se quedó en su sitio, observando a todas las personas que se iban inscribiendo.
En un momento dado, una persona diferente, fácil de reconocer una vez le hubieras visto en, al menos, una ocasión, hizo acto de presencia, dirigiéndose a la zona en la que se las parejas se iban inscribiendo.
— ¡Vaya, vaya! ¿Cómo te llamas chico? — Inquirió el hombre. — Por lo que veo, vienes solo y eso no puede ser, hmmmmm... — Se llevó la mano a la barbilla pensativo. — ¡Bien! ¿¡Alguien quiere hacer compañía a nuestro valeroso hombre azulado?! — Preguntó alzando la voz.
El peliblanco se dirigió a toda velocidad al lugar en el que se encontraban, situándose detrás de Kaido, de forma que éste no pudiera verle.
— Yo mismo, si no es inconveniente. — Dijo con una amplia sonrisa en el rostro.
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— ¡Vaya, vaya! ¿Cómo te llamas chico? —inquirió el anunciante.
—Kaido —respondió él, tan seco como irónicamente no debería serlo un Hozuki. Le clavó la mirada, y no por poco los dientes; y aguardó a que el hombre se debatiera entre sus propias tribulaciones hasta que éste volviera a hablar. Y es que, su principal inconveniente, era que el escualo no tenía pareja para el concurso, y no porque no hubiese gente suficiente como para haberse pareado con alguien, sino que, a su modo de ver, podría competir sin necesidad de un segundón.
Mejor sólo que mal acompañado, dijo una vez una lengua sabia.
El tipo, no obstante, recurrió a la atención que aún yacía concentrada en su figura y pidió, a voz alzada, algún candidato para unirse al equipo Tiburón. Sí, porque así se iba a llamar. Equipo Tiburón.
Kaido echó un vistazo a su alrededor, tan intimidante como sólo él podía serlo; y aguardó. Unos tantos le rehuyeron la mirada, y el resto tuvo que virar hacia el lugar de donde provino la voz de la discordia. La de aquel que no temía en unirse a un fenómeno como el gyojin.
—Yo mismo, si no es inconveniente —cabello blanco, pulcra sonrisa. Ojos violáceos y, además, esa inconfundible piel de leche que resaltaba mucho más durante el frío invierno del 218. Su nombre era Riko. Senju Riko.
Y, Riko era un viejo colega de Kaido. Un tipo al que conoció una vez en el País del Viento, y con el que continuó encontrándose en diversas locaciones de Oonindo. Un tipo con el que generalmente no podía tener una conversación normal sin que, tras intercambiar cuatro palabras, ya se encontrasen metidos en asuntos cuestionables y turbios, en donde tuvieran que medirse con matones o incluso viéndose encerrados en templos ocultos que escondiesen a una maldita esponja viviente de chakra. Anécdotas, y más anécdotas.
Kaido sonrió, mientras negaba con la cabeza.
—Oh, oh. Mi buen Yakizana-san, temed. Temed, pues cuando Umikiba Kaido y el señor Riko andan juntos, no será bueno nada de lo que suceda. Nada bueno.
La mano del gyojin se alzo, esperando estrechar la de su interlocutor.
—¿Preparado para ganar los Juegos, Riko-kun?
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La voz de Riko alarmó ligeramente a Yakizana, que no lo había visto llegar, no obstante Kaido, viejo conocido y colega del Senju se volteó con aquella tranquilidad que le aportaba su seguridad en sí mismo y al verle se dibujó una sonrisa que podría sacarle un grito de pánico a cualquiera que no estuviera acostumbrado a su dentadura de sierra.
—Oh, oh. Mi buen Yakizana-san, temed. Temed, pues cuando Umikiba Kaido y el señor Riko andan juntos, no será bueno nada de lo que suceda. Nada bueno.
El organizador se quedó entonces perplejo, no había lugar a dudas que esos dos se conocían, pero la afirmación del amenio no era de su agrado. ¿A qué se refería con ''nada bueno''? Aún así no le quedaba otra que aceptarlos a los dos en los Juegos por lo que volvió a su hoja de inscripción y apuntó los dos nombres.
Kaido y Riko. Equipo 10.
— Por supuesto Kaido-kun, no podemos perder. — Afirmó estrechándole la mano con fuerza al tiburón.
— Pues... ¡Ya está! ¡Ya tenemos a todos los participantes! Ahora, si sois tan amables tendréis que acompañarnos, el lugar preparado está un poco alejado por lo que hemos dispuesto unos carromatos para los participantes, ya sabéis, ¡para no cansaros antes de los Juegos!
Y con un leve gesto con el brazo invitó a los 20 participantes a seguirlos hasta los carros. Éstos eran algo pequeños, cuatro personas entraban en cada uno, dos equipos al completo, por lo que fueron entrando según el orden prescrito. Así, el hombre azulado y el peliblanco entraron en el último de los cinco carromatos, junto a una pareja formada por un hombre y una mujer.
El hombre era alto, mucho más de lo que lo era Riko, aunque no estaba musculado, más bien era delgado y sus extremidades tenían una longitud mayor de lo normal dándole un aspecto al cómico. Llevaba el pelo muy corto y vestía con camiseta de manga corta de color rosa pálido, a pesar del frío, y llevaba una cadena de oro colgada al cuello.
La mujer, por el contrario, era bastante bajita, regordita y vestía mucho más acorde con el tiempo que hacía, con un abrigo color granate, tenía el pelo largo de color azabache y lo más destacable en ella eran sus ojos, del mismo color que el abrigo.
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En el interior de aquel carruaje, Kaido inspeccionaba con atención a la pareja que tenía en frente. Mirada inquisitiva y un ceño bien fruncido era lo que tenía para ellos, a modo de intimidarles lo suficiente como para que tuviesen la cortesía, una vez empezado el juego, de no tocarle los cojones. Y sin embargo, su objetivo no era tan sólo intimidar. La intimidación como recurso, al menos para el escualo, era un muy apropiado canal que secunda a la obediencia.
Quizás, si lograba que los equipos contrincantes trabajasen para él de alguna manera, le fuese mucho más sencillo ganar, junto a Riko. Sí, era un buen plan.
—Y vosotros qué hacéis exactamente participando en los Juegos. No lucen muy en forma para este tipo de actividades, sin ofender. ¿A qué vinieron?
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Desde el mismo momento en el que entraron al carruaje, Riko pudo adivinar qué era lo que pretendía su compañero, tratando de intimidar a aquella pareja que tenían delante para que, de algún modo, no les molestaran durante los juegos y así poder olvidarse de ellos.
Sin duda alguna, la mujer parecía algo intimidada, pues no era capaz de mirar al escualo, por el contrario, el larguirucho no le quitaba el ojo de encima, con cara neutra, que no demostraba ningún sentimiento.
—Y vosotros qué hacéis exactamente participando en los Juegos. No lucen muy en forma para este tipo de actividades, sin ofender. ¿A qué vinieron?
La mujer hundió su cabeza en su abrigo, tratando de evitar mantener una conversación con Kaido, pero por el contrario, el hombre sin cambiar ni un ápice su expresión facial le contestó.
— Hemoh venío a ganah, pero tú... ¿Ehtaráh bien zin agua, pisha? Poh ezo de que pareceh meio péh.
Riko miró al amenio, y no pudo evitar que una risa se hiciera eco del lugar, no sabía como se tomaría Kaido aquello, pero desde luego que el acento de aquel tipo le hacía sonar bastante gracioso y más viendo que era totalmente inexpresivo.
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13/01/2018, 21:18
(Última modificación: 13/01/2018, 23:56 por Umikiba Kaido.)
—Hemoh venío a ganah, pero tú... ¿Ehtaráh bien zin agua, pisha? Poh ezo de que pareceh meio péh.
—¿Que si estaré bien sin agua? —miró a Riko y luego al energúmeno mal hablado. Y mientras tanto, su brazo derecho que ya apuntaba al tipo—. Uhm. Dime, Riko-san. ¿Será contra las reglas pulirnos a estos dos antes de llegar a donde sea que comiencen los juegos?
Quizás, Riko aún no había presenciado una de sus técnicas insigne. No, no había visto al brazo de Kaido volar como una metralla en forma de agua hasta cualquiera de sus víctimas, y aún así, se podía imaginar lo que le podía hacer a aquel hombre a tan corta y limitada distancia. Incluso podía inundar aquella carroza, pero... pero el juego aún no había comenzado.
Bajó el brazo, y volvió a cubrirlo con la capa de viaje.
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—¿Que si estaré bien sin agua? Uhm. Dime, Riko-san. ¿Será contra las reglas pulirnos a estos dos antes de llegar a donde sea que comiencen los juegos?
Ese fue uno de esos momentos en el que se teme por la vida de otra persona, Riko conocía al amenio, y sabía que no era la mejor de las ideas enojarle y, desde luego, en aquel instante parecía algo molesto por las palabras del larguirucho. Su brazo apuntaba directamente al hombre y el peliblanco no sabía qué era lo que estaba dispuesto a hacer.
— Creo que...
Pero su voz se vio interrumpida por el hombre.
— Cusha, cusha, no te lo tomeh a mal, no era máh qu'una bromilla, ya ábe, ademáh, ¿qué gracia tendría? No quiero hacé ehpetos contigo anteh de tiempo. — Y soltó una carcajada que fue acompañada con la risilla nerviosa de la mujer que le acompañaba.
El carro avanzaba a paso seguro, y el traqueteo empezaba a acrecentarse cada vez, dejando claro que se alejaban de la ciudad y se adentraban en un camino de tierra que les llevaría hacia la zona en la que se disputarían los Juegos.
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—Cusha, cusha, no te lo tomeh a mal, no era máh qu'una bromilla, ya ábe, ademáh, ¿qué gracia tendría? No quiero hacé ehpetos contigo anteh de tiempo.
Riko lo vio en primera fila. Pudo observar el cómo la vena de la frente del escualo se hinchó, repleta de sangre hirviendo. Curiosamente, Kaido vestía su mueca con una sonrisa que se transformó de pronto en una carcajada acompañada, que se entrometió junto con la del mugriento malhablado. Entonces, cuando él pensase que al gyojin le había colado la mofa, cuando él se sintiese seguro de que no habría represalia alguna.
El tiburón atacó.
—¡Toma, toma! ¡hijo de las mil y un putas! —pam, pam; porrazo en la cara con aquel par de brazos de escualo evolucionado—. ¡¿esperpento? ¿esperpento tu puta madre, chaval!
Pam, pam. Y no era en el coco. Sino en su puta cara.
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Y ahí llegó el momento que Riko tanto temía, a pesar de poder verse una sonrisa e el rostro del escualo, desde la posición del peliblanco podía notarse en el ambiente la furia que acumulaba y aquello no era buena señal, a pesar de que en un momento empezó a reírse de forma exagerada.
De repente, todo cambió, Kaido se abalanzó sobre el larguirucho con la intención de asestarle una cantidad de golpes que de seguro lo dejarían maltrecho y que evitaría que pudiera participar en los juegos.
Pero Kaido se daría cuenta que, a la hora de ir a soltar el primer puñetazo una resistencia se lo impediría y es que el hombre no se encontraba ya en la posición en la que debía estar, si no que estaba enrollado sobre el amenio impidiéndole moverse de ninguna forma.
El hombre, que parecía ser de goma, estiró su cuello lo suficiente para que su cara quedase frente a la de Kaido.
— Te disho que eh mejóh ehperá a loh Juegoh, ¿eh? — Agregó con una sonrisilla en el rostro.
De repente la puerta de la carreta se abrió y el hombre que les había apuntado para participar en los Juegos apareció.
— ¿Pero qué cojones hacéis? ¡Reservar vuestras putas fuerzas para el evento y no os peleéis aquí idiotas! — Gritó tratando de poner orden. — ¡Vamos, salir, que ya hemos llegado!
Ante estas palabras el larguirucho se desenrolló de Kaido en un santiamén y salió a toda velocidad. Frente a ellos podrían observar lo que se suponía que era un bosque, pero uno muy denso rodeado con una valla que, seguramente, fuera la que marcase los límites de la zona de juego.
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De pronto, como si de una boa constrictora se tratase; el campesino malhablado estiró las extremidades de su cuerpo para frenar el ataque tan súbito y espontáneo del tiburón, quien no logró atinar ni un sólo porrazo por haberse visto sostenido por el cuerpo alargado de aquel hombre desconocido. Kaido luchó con todas sus fuerzas para liberarse, y bien que estuvo a segundos de hacer uso de su chakra para activar el suika, sintió la imperiosa necesidad de detenerse al ver que la puerta del carruaje fue abierta de par en par.
En el exterior, uno de los organizadores clamó porque se detuvieran. Y, así lo hicieron. Ambos.
Kaido apretó tanto los dientes que se cortó uno de los labios. Sonrió, además, cuando vio a aquel tipo salir del carruaje tan apresurado pues ahora sabía con clarísima certeza de que él iba a ser su primera jodida víctima.
Nadie más sino él, y nadie más que él. Después, se encargaría del resto.
Kaido apuntó a Riko antes de bajar con su dedo índice.
—Ese tipo cae primero, sí o sí —espetó, antes de bajar.
Una vez fuera, se encontró con un frondoso panorama que suponía ser el lugar donde se realizarían los juegos. Nada más apropiado que un denso bosque de grandes proporciones como aquel, tendrían que pensar los participantes, pues si la supervivencia era el aspecto más importante del evento, seguro que ahí adentro habrían preparadas un sin fin de pruebas y situaciones que por sí solas serían una pesadilla para cada uno de los equipos. El gyojin le echó un ojo a la valla, a los metros que recorrían las primeras divisiones y trató también de divisar el árbol más alto. ¿Se encontraban al sur, al este?
Ya empezaba a recolectar información. Y no lo hacía tan conscientemente como debía, pero la experiencia prácticamente le hacía actuar sin la necesidad de tener la intención.
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Riko observó la escena desde su posición con tranquilidad, no quería meterse en aquella pequeña rencilla porque podía salir al parado, por lo que prefería esperar a los juegos y ahí poder hacer lo que fuera necesario para ganar.
—Ese tipo cae primero, sí o sí
El Senju asintió, aunque tampoco podían asegurarse de ser el primero al que encontrasen y no podían ir dejando a todos pasar hasta que encontraran a ese tipo, así que quizás no pudiera ser posible.
— Bien señores... — Empezó el organizador cuando estuvieron todas las parejas reunidas. — ... ésta va a ser el área en la que se desarrollen los Juegos, hay diez entradas al recinto por lo que cada pareja entrará por una de ellas, así sabréis que al menos al principio estaréis a salvo y podéis pensar una estrategia y prepararos. No podéis llevar armas ni nada por el estilo, en el interior del recinto podréis encontrar recursos, tanto comida como armas un poco especiales y demás cosas que necesitéis.
El hombre trataba de explicarse lo más claro que podía, y rápidamente unos ayudantes le acercaron algo que tenía una pinta algo extraña.
— Bien, esto es lo que nos dirá si perdéis o no. Os ponéis esto en la cabeza, esto en los brazos y esto en las piernas. — Dijo enseñando unas cintas de color negro. — Cuando paséis por algo que se considerara mortal, estas cintas os paralizarán y apareceréis aquí de nuevo, eliminados, ¿entendido?
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