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Los primeros rayos de sol entraban entre los huecos de la cortina e iluminaban parte de la habitación hasta alcanzar la cara de un joven shinobi que descansaba dormido sobre su mullida y cómoda cama. Estas primeras luces fueron suficiente para desvelar al chico que con pereza abrió uno de sus ojos. «Ya es de día… va siendo hora que me levante, hoy tenía planes.» pensó el joven que poco a poco se incorporó en la cama para después dar paso a un gran bostezo a la vez que se estira haciendo que hasta su misma espalda crujiera.
Se levantó y comenzó a andar hacia el armario, agarró su ropa y fue a tomar una ducha. Unos veinte minutos más tarde salió del baño ya duchado y vestido con su estilo habitual de verano y prosiguió su camino bajando las escaleras guiado por un suave olor pez tostado y arroz sazonado recién preparado...«Mmm… el desayuno..» Nada más llegar vio que el desayuno estaba listo pero sus padres no estaban, solo había una nota en la que se podía leer: “Disfruta del día libre, nosotros hemos tenido que ir a una misión. PD. No salgas de casa sin tomarte todo el desayuno, firmado: Mamá.
Aquellas eran órdenes de la jefa de la casa, así que tomó asiento, se bajó la máscara que le cubría la mitad del rostro y se comió todo lo que había a su alcance. Después de tomar el desayuno y fregar los cacharros subió a por sus herramientas ninja y tras equiparlas salió por la puerta y echó a correr por la aldea en dirección a las puertas para abandonar la aldea y comenzar así su plan de ir de visita a los bosques, ríos y riscos del país del fuego que una vez estuvieron rodeando la antigua Konohagakure, aquel viaje le llevaría al menos un día y medio por ello también llevaba bastantes provisiones además de portar un mapa para orientarse en el camino.
---- 2 días más tarde —
El joven shinobi de Uzushiogakure había pasado la noche en la aldea de Minori, donde una amable pareja le había dado un lugar donde descansar y en la mañana temprano, con la primera luz del día dejó la aldea y corrió hacia los ya cercanos bosques, ríos y riscos, con el objetivo de perderse en aquellas zonas verdes y naturales. - Tengo ganas de ver estos bosques, de recorrerlos, de ver los animales que lo habitan... quizá hasta haya zorros...- Dijo el joven mientras se adentraba en los bosques.
Tetsuya Saharu (Tetsu)
- Hablo -/ «Pienso» / Narro
Se aproximaba a los bosques que supieron estar en los alrededores de lo que alguna vez fue Konohagakure. Debió llegar hasta allí en unos cinco días, pero le llevó más de una semana. Viajó a su propio ritmo. Los padres de Shikanori debían estar muy enojados con él para mandarlo tan lejos. Dijeron que se hartaron de verlo sin hacer nada y que sino deseaba hacer misiones ni tampoco entrenar, entonces iría a conocer los orígenes de su clan. El joven Nara suspiró y se encogió de hombros. La consideró una amenaza vacía, un burdo intento por asustarlo y obligarlo a realizar algo productivo. Sin embargo, cuando su madre se fue y volvió con su famosa katana, Shikanori supo de inmediato que hablaban en serio. Soltó su libro y abandonó la silla en la que se hallaba de un salto. En un instante retrocedió hasta afirmar la espalda contra la pared de la habitación. No había nada que discutir. Solo restaba asentir y ponerse en marcha.
Más de una semana había pasado desde entonces. Para su fortuna, pudo viajar y mantener los problemas al mínimo. Le hubiese encantado que no existieran problemas, pero el mismo viaje lo consideraba problemático. Pero eso ya no importaba, ya había llegado a su destino, solo faltaba un poco más. Con un andar pesado, se adentraba lentamente en los bosques de la hoja. Mientras avanzaba, recorría el sitio con la mirada. Observaba las frondosas copas llenas de verdes hojas y el modo en que los abrasadores rayos de sol se filtraban por ellas. Le resultó un lugar hermoso y lleno de cierto misticismo, quizás por ser consciente de que estaba ligado a la historia de su familia. « Cuando acabe con esto, escogeré un gran árbol y dormiré una buena siesta en una de sus ramas » Extendió su brazo y acaricio el tronco de algunos árboles con tan solo la yema de sus dedos. Faltaba poco. Debía estar por allí. El sitio indicado por sus padres y que contenía algunos rollos secretos del clan Nara. Si no los encontraba, si no los leía y les decía a sus padres cual era el contenido de estos, entonces ellos considerarían que Shikanori no fue al bosque. En ese caso, su madre lo castigaría por desobedecer. Bastó con imaginar por un segundo los posibles castigos para que un escalofrío recorriera su espalda y se le helara la sangre. « Debo encontrar esos rollos » Nunca antes Shikanori había estado tan determinado a lograr algo.
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Después de días de viaje y de descansar en las aldeas situadas en las cercanías el joven hijo del desierto había entrado es los bosques del país del fuego. Aquel lugar era completamente verde, lleno de vegetación y de vida. Había insectos, ardillas que saltaban de árbol en árbol y algún que otro roedor más... Llevaba poco tiempo andando por los bosques y a diferencia del desierto ya había visto varios tipos de animales diferentes. - Esto es tan diferente... no hace calor, todo lo contrario se nota un ambiente fresco y se huele perfectamente la humedad de las arboledas... he visto varios animales rápidamente... este lugar es un auténtico tesoro... Caminaba lentamente por los frondosas y accidentadas sendas del lugar, se podía observar que el joven Saharu se había apartado de las sendas transitadas pues la hierba estaba alta, había ramas, raíces sobresaliendo de la tierra, lo que demostraba que estaba claramente caminando por zonas poco visitadas por los viajeros.
Pasaron unas horas desde que el joven de cabellos claros había estado paseando por el lugar en busca de criaturas exóticas. Fue durante este paseo que el ninja de Uzushiogakure se encontró con lo que parecía un pequeño cervatillo. Sin quitar la vista del animal trató de acercarse en silencio para verlo mejor, sin embargo, pisó una ramita que su solo crujido espantó al animal que salio corriendo entre los arbustos y perdiéndose entre los frondosos arboles y arbustos. - Vaya... lo espanté... primera regla del ninja: se silencio y observa desde las sombras... definitivamente, debo mejorar en ese aspecto... Caminaré en la dirección que se marchó, con suerte encontraré algún rastro o algún animalillo interesante Dijo tetsu, tratando de ocultar su decepción.
Estuvo andando bastante rato pero no volvió a ver al cervatillo, sin embargo escuchó pasos, eran pasos y aunque no podía diferenciar si eran de un humano o de una bestia, aquello hizo que el joven sonriera y se escondiera entre la maleza... «Pienso»« primera regla del ninja: se silencio y observa desde las sombras...» Pensaba el chico mientras permanecía oculto y en silencio a la espera de que lo que causaba ese sonido de pasos apareciese en el lugar. Esta vez pensaba permanecer quieto y en silencio para observar mejor a su objetivo.
Tetsuya Saharu (Tetsu)
- Hablo -/ «Pienso» / Narro
A pesar del cansancio, que tornaba pesada cada parte de su cuerpo, Shikanori avanzó hasta el sitio que le indicaron. Estaba de pie frente a un árbol que a simple vista era como cualquier otro del bosque. Para el observador casual, no poseía ningún rasgo característico. Pero para quien sabía que buscar, para un Nara, había un detalle que les permitía activar cierto mecanismo. A través de este, se accedía a un compartimiento secreto en el que se hallaba escondido el rollo. Fue de esta manera que el joven Nara logró tener el pergamino entre sus manos. Tras prepararse mentalmente para memorizarlo todo de un vistazo, lo abrió. Esperaba encontrarse con grandes secretos que debería esconder otra vez de forma inmediata para mantenerlos a salvo. Sin embargo, las palabras escritas en el papel merecían ser destruidas y caer en el olvido. « Desgraciado... » Cada fibra de su ser se tensó. Se escuchó el crujir de sus dientes. A duras penas resistió el impulso de desgarrar la idílica tranquilidad del bosque con un grito a pleno pulmón. No podía creerlo, después de tantos días de viaje... « "Confiarte secretos de nuestro clan sería problemático. Regresa a casa." » Supo enseguida de que se trató todo. Fue una lección, un castigo. Supuso que la mente maestra detrás del plan fue su madre y que el ingenio detrás de la pluma pertenecía a su padre. « Bien, ya comprendí... » A partir de ese momento, Shikanori estaba dispuesto a cumplir con el mínimo esfuerzo. Con los dientes aún apretados se guardó el pergamino en la cintura y emprendió el camino de regreso.
Se alejó del árbol con la mandíbula tensa, los puños apretados y un paso apresurado. No elevó la mirada hacia las copas ni una sola vez. Canceló la búsqueda de la rama perfecta para una siesta. La furia y la indignación espantaron al cansancio. Se sentía tan molesto que creyó que el enojo lo acompañaría durante todo el viaje. Pero no fue así. El ceño fruncido desapareció ante la visión de un hermoso cervatillo que asomaba la cabeza entre unos arbustos. El animal despertó una gran ternura en el corazón de Shikanori, quién no pudo evitar sonreír e intentar acercarse. Lo hizo con cautela, despacio, sin realizar movimientos bruscos. El cervatillo tembló, retrocedió un poco hacia atrás y miró hacia los lados, sin embargó no huyó. Era un Nara, parte de un clan que crió ciervos por mucho tiempo, contaba con un vínculo natural entre la fauna y él. Extendió lentamente el brazo derecho hacia el frente, con la palma de la mano apuntando hacia el cielo. Por su parte, el cervatillo estiró con cautela el cuello y olfateó al joven. Tras esta prueba, se atrevió a lamer ligeramente la punta de sus dedos. Al poco tiempo ambos se paseaban por el bosque como si fueran amigos de toda la vida, uno junto al otro, con Shikanori acariciando suavemente la cabeza del cervatillo.
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El habitante del desierto y actual ninja de Uzushiogakure, permanecía oculto en total silencio, controlando su respiración y ritmo cardiaco, para pasar lo más desapercibido posible. La paciencia y la calma eran sus aliadas, y al cabo de un rato apareció el cervatillo que había estado siguiendo y tratando de acariciar. Estaba allí frente a él, caminando lentamente y buscando probablemente comida, se mostraba tranquilo y más bonito que nunca, pero entonces aquella tranquilidad se vio ligeramente truncada. El ciervo había empezado a mirar a los lados y a retroceder ligeramente sobre sus pasos. «¿Me ha descubierto? No es posible, estoy demasiado lejos…» Pensó Saharu mientras permanecía inmóvil sin casi respirar debido a la posibilidad de que el animal huyese. Unos instantes apareció un joven al que nunca había visto antes tratando de acercarse al animal. En total silencio observó la situación y no podía creerlo, el ciervo se dejó acariciar y después se acercó más al joven. «Increible…» Pensó Saharu mientras se limitaba a ver todo aquello.
Todo aquello sucedió muy rápido y después de aquel “ritual”, el joven de cabello negro y coleta comenzó a caminar junto al ciervo por el bosque. Mientras eso sucedía, el ninja de Uzushiogakure permaneció allí parado totalmente mudo observando cómo se comenzaban a alejar. Fue unos instantes, pero finalmente reaccionó y se incorporó. «Voy a hablarlos… ¿quizá sean como nosotros y los fenec?» Sin mayores dudas, saltó de entre los arbustos y dio un rodeo. Tras el rodeo logró llegar a donde estaban el ciervo y el chico y se paró frente a ellos, siempre dejando una gran distancia entre ellos y él por miedo de espantar al ciervo. - Ha sido impresionante, estaba persiguiendo al ciervo para observarlo y demás, pero nunca logré acercarme y menos aún tocarlo, ¿cómo lo has hecho? ¿Conocías al animal de antes?, aunque dudo que esa sea la respuesta… perdón, me olvide de lo principal, Hola. Soy Saharu Tetsuya… y tú, ¿cómo te llamas? - Dijo el ninja del desierto y tras acabar de hablar permaneció allí de pie en silencio esperando reacciones del joven con coleta.
Tetsuya Saharu (Tetsu)
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Frente a Shikanori y el pequeño ciervo apareció un muchacho extraño y bastante extrovertido. Al joven Nara le habían enseñado a no confiar en los desconocidos y había aprendido por cuenta propia a no fiarse de las personas que generaban la impresión de ser bastante sociables. Había algo en ese tipo de personalidades, un no sé que, que le provocaba un rechazo casi instintivo. Así que retrocedió un paso y expresó su incomodidad con una mueca en su labio y una mirada dubitativa. No supo que fue lo que sintió el animal que lo acompañaba ante el repentino encuentro, pero supuso que las sensaciones experimentadas no era muy diferentes de las suyas. Este también retrocedió y además se escondió detrás de Shikanori. - Disculpa, pero mis padres me aconsejaron que no hablara con extraños - El consejo era general, no refería a un escenario específico ni tampoco describía a un tipo de persona. Sin embargo, el joven Nara creyó que cuando se trataba de un encuentro en medio de un frondoso bosque con un muchacho que tenía cubierta la mitad de su rostro, era más que necesario mantener la distancia. Observó con mucha atención los movimientos del misterioso peliblanco. No dudaría en huir ante el menor indicio de una acción amenazante. - Si lo que quieres es tocar al ciervo, adelante. No pretendo interponerme en los fetiches de nadie. Puedes acariciarlo y hacer todo lo que quieras con él. Solo deja que me retire para darles un poco de privacidad - Lo lamentaba mucho por el animal, pero sería muy problemático ponerse en el camino de alguien que parecía estar obsesionado con los cervatillos. « Que suerte la mía... encontrarme con un pervertido... ashhh... »
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La interrupción del joven ninja de Uzushiogakure había destruido la armonía que envolvía al joven y al ciervo, y durante unos instantes solo hubo silencio. Sin embargo, el lenguaje no verbal estaba muy activo y mostraba varios mensajes; como era de esperar las sensaciones no eran positivas, el ciervo retrocedió ligeramente y mostró nerviosismo a la vez que se situaba tras el joven, por su parte el chico no disimuló su desagrado e inquietud. Finalmente rompió el silencio y comenzó a hablar.
La respuesta fue clara, no estaba dispuesto a presentarse, desconfiaba del chico situado frente a él y después dijo cosas raras sobre fetiches y dejar intimidad, lo cual hizo que el joven Saharu pusiese una mirada rara pues no entendía que podía estar pensando el chico. - Que desconfiados… pero comprensibles aquí no os rejís por las leyes del desierto…- Dijo Saharu en referencia a las primeras palabras del chico anónimo o también conocido para él como “el hombre que susurraba a los ciervos”. Tras dejar pasar eso por alto se centró en la conversación y despejar malos entendidos, por ello sin hacer movimientos bruscos dejó las manos al descubierto. - Creo que estás mal interpretando la situación… Sólo quiero saber cómo has logrado que un animal sin domesticar te haga caso ¿o acaso es tu mascota? Mmmm eso explicaría muchas cosas…- mencionó divagando y después se centró en la situación. - Verás, solo soy muy curioso… estaba observando al ciervo ese y me sorprendió la sincronía que tuvo contigo eso es todo… Y eso me genera curiosidad ¿eres telépata, o tienes alguna clase de don para controlar a los animales? Mencionó el joven Tetsuya mientras pensaba en qué hacer para que el chico anónimo no fuese tan desconfiado lo cual le generó una idea.
- Veo que no confías en mí. ¿Quieres ver mi rostro? ¿eso te daría más confianza? ¿Cómo he dicho solo quiero aprender a relacionarme con los animales de este bosque, pero sin cosas raras eh? En el desierto no es fácil ver animales, pero este lugar estar lleno… Dijo Saharu y permaneció en silencio a la espera de reacciones.
Tetsuya Saharu (Tetsu)
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Shikanori permanecía a la defensiva. Su mente trabajaba sin descanso, mientras su cuerpo desconocía ese concepto por completo. Más se esforzaba el muchacho por parecer amable e inofensivo, más sospechas le generaban su actitud y sus supuestas intenciones. El joven Nara comenzó a reflexionar sobre esa curiosidad que el extraño decía tener en torno a su acercamiento con el pequeño ciervo. Las primeras deducciones del desconocido se vinculaban a poderes psíquicos o alguna clase de talento especial, así que a Shikanori se le ocurrió que tal vez no se trataba de un pervertido obsesionado con los ciervos, quizás era alguien interesado en técnicas de control mental. Los Nara no poseían ese tipo de jutsus, no eran capaces de someter la voluntad de ningún ser a través de conexiones psíquicas, pero podrían lograrlo a través de la manipulación de las sombras. Sin embargo, Shikanori no le revelaría esta información al muchacho. ¿Qué clase de ninja compartiría las técnicas de su clan con alguien que no pertenecía al mismo? Es más, ¿que clase de ninja compartiría información con alguien que no formaba parte de su misma aldea? ... ¿Cómo podía asegurar Shikanori que el muchacho era un habitante de otra aldea? No podía afirmarlo con absoluta seguridad, sin embargo estaba bastante convencido de ello. Le resultaba poco probable que otro ninja de Amegakure viajara durante casi una semana solo para visitar esos bosques. La placa metálica de esa bandana en su frente, oculta en gran parte por un grueso mechón, debía tener grabada el símbolo de otra aldea, podía apostarlo. Shikanori centró su mirada sobre aquella bandana, esperaba que una ráfaga de aire moviera ese mechón, al menos lo suficiente como para observar un detalle que le permitiera reconocer el símbolo. Pero su mirada se desvió cuando por el rabillo del ojo percibió un salto del ciervo hacia la derecha. El animal dio otro pequeño salto y corrió hacia los arbustos para esconderse. « Parece que se asustó » El joven Nara se preguntó inmediatamente que lo había asustado tanto. Si hubiese sido el muchacho desconocido, hubiese emprendido la huida hacia atrás, en dirección opuesta, pero no fue así. Su instinto debió prevenirlo de otra clase de peligro. « ¿Qué fue lo que percibió? »
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Tetsuya seguía parado esperando que aquel joven se decidiese a hablar, sin embargo, era desconfiado a niveles casi paranoicos y continuó sin hablar limitándose a observar al ninja de Uzushiogakure. Todo permaneció inmóvil hasta que en un momento el ciervo salió corriendo abandonando a los dos jóvenes allí de pie en mitad de la naturaleza. Tetsuya se limitó a seguir con la mirada al animal a la vez que le daba una pequeña voz para que parase, sin embargo, eso no ocurrió. Un suspiro fue la siguiente reacción del joven y finalmente rompió aquella situación. - bueno, da igual, solo quería saber más... en fin, será mejor que siga con mi a...- Un chasquido de rama rota se escuchó.
Las palabras del ninja se cortaron en seco al escuchar el ruido que provenía de la arboleda situada tras el chico anónimo. Al chasquido continuó unos pasos ahora más ruidosos y entonces entre la arboleda apareció un enorme jabalí gruñendo y agitando sus patas traseras como si se preparase para embestir. El animal no era un jabalí común, medía dos metros de alto y era muy ancho, lo que hacía muy difícil deducir su tamaño pero a ojo de buen ninja, la estimación era que podía aplastar a los presentes con facilidad. Tras ver al animal, Tetsuya miró al chico con cara de miedo y se limitó a hablar poco... - Vale, bien... mensaje captado, no quieres hablar... vale, pero sabes, no hacia falta que llamases a ESE JABALÍ GIGANTE- Terminó la frase gritando las ultimas palabras de la frase y sin dudar se giró y echo a correr por donde se fue el ciervo.
Tetsuya había interpretado la situación aquel animal no era compañero del chico anónimo, y el grito del ninja del desierto hizo que el jabalí gruñera con fuerza y comenzara a patalear para acto seguido echar a correr tras los dos chicos. Evidentemente Tetsuya echó a correr sin mirar atrás suya ya que temía por su vida. En otra situación hubiese admirado al animal desde su escondrijo, habría observado el pelaje rojizo del animal con zonas marronaceas, sus colmillos blancos y afilados así como sus fuertes patas, pero claro, cuando un animal así te ve y te gruñe es mejor huir que quedarse a observarlo y eso fue lo que hizo el joven.
Tetsuya Saharu (Tetsu)
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«¿Llamar? ¿Jabalí gigante?» La confusión se hizo presente en el rostro de Shikanori al deformar sus facciones por completo. No había llamado a nadie. No conocía a ningún jabalí, mucho menos a uno gigante. Pero el gruñido, junto a las pesadas y apresuradas pisadas, le indicaron que estaba a punto de conocer a uno. Dio media vuelta de manera abrupta y se encontró con la bestia a escasos metros de él. Debía actuar y rápido. «¿Podré?» Fue la pregunta que cruzó su mente mientras realizaba el sello. Nunca lo había intentado contra una criatura tan grande y tan poderosa. Temía que la fuerza física del animal bastara para contrarrestar el efecto de la técnica. Estaba demasiado cerca, si no lo conseguía, si no lo detenía, no tendría tiempo para esquivar la embestida. La sombra de Shikanori se agitó levemente y se deformó pero solo un poco. A penas había asomado desde la sombra una pequeña protuberancia cuando el joven Nara cerró los ojos y deshizo el sello. Acto seguido, saltó hacia el costado. La furiosa bestia pasó tan próxima a él que el muchacho podría jurar que sintió al dios de la muerte respirandole sobre la nuca. Luego de caer y rodar, se levantó, lo hizo temblando y sudando frío. No esperó a que el enorme jabalí se girará y emprendiera nuevamente la carrera contra él. Simplemente repitió el accionar tan sabio del cervatillo y el desconocido muchacho y se perdió entre los arbustos. «¡Maldición!... Este estúpido viaje, el molesto muchacho y ahora un jabalí gigante. Esto no podría ser más problemático» Se lamentaba Shikanori mientras corría a toda prisa en su intento por huir de la salvaje bestia.
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