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30/04/2018, 22:02
(Última modificación: 2/06/2018, 22:10 por Amedama Daruu.)
Era un día lluvioso, claramente a consecuencia de estar tan cerca del País de la Llovizna, digo, del Tormento. Había vuelto al lugar donde empezó todo, donde me encontré con el primer shinobi que no era de Uzushiogakure y compartimos una experiencia digna de mención en mi autobiografía.
Pero aquel día no me auguraba nada bueno, caía una cantidad de agua por metro cuadrado que inundaría cualquier pueblo de agricultores con un sistema de drenaje mínimamente descuidado. Tenía la ropa calada, el pelo calado, el propio calado se estaba calando.
Sin embargo, ni los truenos, ni los relámpagos nos echaban para atrás a mi o a Stuffy. Estábamos en plena competición y ya habíamos elegido aquel lugar para acabar con todo de una vez por todas, ese día era el día en que todo se decidiría. El primero que llegara al árbol del otro lado del lago que tenía un dibujo de un pene hecho con un kunai sería el más mejor y podría reírse del otro tanto como quisiera hasta la siguiente prueba.
La señal de salida la daba la naturaleza. En cuanto sonase un trueno rompiendo el silencio que las gotas de la lluvia debilitaban saldríamos por patas, yo ya estaba a cuatro patas con todo a punto para dispararme tan pronto como...
Un flash atravesó el cielo, dejando unos breves segundos antes de que el sonido siguiera la luz y así... ¡BRRRRRRRRUM!
Y ambos empezamos a rodear el lago a toda prisa en plena tormenta.
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Aquél día, Daruu volvió a encontrarse con una persona —y perro— con el que no contaba —ni hubiera deseado— volver a encontrarse jamás. Debió haberlo supuesto por el olor roñoso que emanaba dicha persona —y perro—, pero claro está, para empezar ese olor roñoso era un prejuicio —aunque el perro probablemente olía a mierda dos de cada tres días—, y para acabar la lluvia hubiera borrado su rastro.
La tormenta caía con especial ahínco ese día, como si quisiera inundar el valle hasta arriba. Si la cascada no lo había conseguido, no obstante, un poco de aguachirri con aires de grandeza no lo iba a hacer tampoco. Daruu estaba sentado al pie de un árbol. Vestía con una capa impermeable de color azul marino, con la capucha puesta, para protegerse de la tormenta. Con los pies cruzados, disfrutaba de un agradable rato de tranquilidad.
Un trueno hendió en las nubes y las partió por la mitad... así como la mencionada tranquilidad del pobre Daruu.
En realidad, echarle la culpa al trueno sería injusto. Porque lo que de verdad le jodió la siesta pero bien fue el joven uzujin —y perro— que cruzaron trotando por delante de él a toda velocidad.
«¿Ese no era...?»
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Íbamos a toda velocidad, saltaban chispas del suelo como si fuéramos dos trenes de metal sobre vías metálicas a punto de descarrilar, mis piernas parecían a punto de trabarse la una con la otra pero yo no me planteaba nada más que acelerar. Entonces cuando estábamos a escasos metros del árbol objetivo, Stuffy desaceleró mientras olfateaba el aire.
Obviamente al ver esto, yo apreté más, llegando sobradamente y ganando la carrera. Sin embargo, al girarme vi a mi compañero olfateando y con una seriedad impropia de él. Parecía dudar entre gruñirle al aire o lanzarse a morder algo.
— ¿Qué haces?
Esto olía a chamusquina. Ladró varias veces con un gruñido al final.
— ¿Seguro? Si supieras mentir diría que te lo inventas para justificar tu derrota. Pero ¿qué has olido?
Ladrido, gruñido, gruñido, ladrido.
— ¿Cómo que una lluvia que no es esta lluvia? Habla claro, tío. O al menos aprende a hablar humano.
Gruñido sostenido con ladrido ofendido.
— ¡¿Qué demonios tiene que ver ser tuerto con aprender humano?! Te estoy diciendo que aprendas a hablarlo no a leerlo.
Ladrido sorprendido. Me acerqué a su posición pero con la lluvia no se olía un carajo, de hecho, la lluvia removía toda la mierda del suelo y no se olía nada. Sin embargo, Stuffy no se daba por vencido y seguía olisqueando los árboles. Sí que había un olor diferente entre el olor a césped mojado.
— ¿No será una mierda de otro perro mojada? Eso explicaría porque la hueles tan bien.
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Los dos participantes de la improvisada carrera pasaron de largo. Uno de ellos pareció percatarse de su presencia y pisó el freno. El otro apretó todavía más y siguió disparado hacia el destino. Fuese cual fuese el destino.
El perro negro y tuerto olfateó en su dirección.
«Mierda, se ha dado cuenta de que estoy aquí.»
El dueño del perro empezó a... ¿conversar? Con él. Desde allá tan lejos era imposible saber lo que estaba diciendo el uzujin, no obstante.
Luego, el tipo empezó a acercarse.
—¡Estás muy lejos de las Islas del Té, uzureño! —Daruu llamó su atención. Más le valía, si no quería estar esperando media hora a que la baliza de localización nasal perruna terminase de cuadrar su posición. «Tarde o temprano voy a tener que entablar conversación. Mejor que sea temprano y me puedo ir pronto.»
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—¡Estás muy lejos de las Islas del Té, uzureño!
La voz me sobresaltó. Joder, estábamos en medio de un bosque, con una lluvia del copón y de repente se oye un grito de bastante cerca.
— ¿Qué cojo...? ¡Eres tú, el amante del té negro! ¿Qué haces aquí, amenio?
Al encararme con él, le reconocí, aunque en realidad fuese más por la voz y por el pelo que por todo lo demás. No solo no llevaba la misma ropa y sí que llevaba la bandana en la frente, sino que se había cambiado hasta los ojos.
— ¿Seguro que estás bien? Se te han puesto los ojos morados.
No era médico, pero que unos ojos blancos se pongan morados no suena a una persona sana. Stuffy se acercó a él para olfatearle mientras le rodeaba para captar toda su esencia, entonces me soltó un ladrido.
— ¡Ya sé que él es el del olor!
Encima se enfurruñó y soltó un gruñidito como si tuviese que agradecerle las obviedades, qué paciencia.
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Daruu torció la cabeza, confuso.
—Estás en el País de la Tormenta, ¿lo sabes, verdad? Es mi país —respondió Daruu—. En todo caso debería preguntarte yo a tí qué haces aquí.
»Ven aquí, perrito guapo —dijo, extendiendo las manos hacia el animal.
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—Estás en el País de la Tormenta, ¿lo sabes, verdad? Es mi país En todo caso debería preguntarte yo a tí qué haces aquí.
Tal y como lo recordaba, sí que era él. Además había ignorado brutalmente mi pregunta sobre sus ojos.
— Eh, eh, eh, solo porque esté lloviendo no significa que esto sea tu país, querido amante del té negro. Así que te equivocas, de nuevo. Este sitio es un sitio neutro donde se encuentran nuestros paises, así que puedo reiterar mi pregunta de ¿qué haces aquí?
»Ven aquí, perrito guapo
Solo con los diminutivos y el movimiento de los brazos, Stuffy ya captó de que iba el asunto y le plantó el lomo en la mano al desconocido para que lo acariciara. Decidí no decir nada por el momento, no es que estuviésemos en guerra con Ame, y la última vez huyó antes que empezar una pelea, así que no representaba una amenaza. Pero algo dentro de mi, en lo más profundo de mi ser animal, mi sentido perruno, me advertía, me auguraba que en algún momento, ese chico de ojos cambiantes y yo acabaríamos a hostias.
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Daruu ignoró deliberadamente lo que decía Nabi. En su lugar, siguió acariciando a Stuffy, que era una compañía mucho más agradable. El perro se había acercado y había depositado todo su lomo en su mano. En ese momento Daruu estaba rascándole la nucha.
—Ay, sí, si es que eres un buen chico, ¿a que sí? —decía Daruu—. ¿Quién es un buen chico? ¿Quién es un buen chicoooo? —Lo hacía en un tono que cualquier tía abuela rechoncha hubiera utilizado para dirigirse a un bebé recién nacido.
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—Ay, sí, si es que eres un buen chico, ¿a que sí? ¿Quién es un buen chico? ¿Quién es un buen chicoooo?
No pude hacer más que aquello que estaba en mi poder, mirar. Me crucé de brazos, torcí el gesto y me quedé allí mirando como un amenio le daba amor en forma de caricias y preguntas retoricas con tono apastelado a mi perro. Si eso no es una violación de todo el codigo de honor entre shinobis y villas y todo lo escrito y lo no escrito, yo soy Uchiha.
Stuffy se fue relajando y entregandose más a la mano de ese querido desconocido, acercandose más y más a la manos que le daba caricias. Entonces levantó levemente, de forma apenas perceptible, una pata trasera, movimiento que precedió al sonido que precedió al olor nauseabundo.
PRRRRRRRRRFFFFFFFFFFFFF
El can no reaccionó más allá de volver a bajar la pata y guardarse la lengua por miedo a que se le pudriese después de la liberación de tal gas nocivo. Miré a Stuffy y miré al chaval, me encogí de hombros e intenté sonar serio al hablar.
— No es nada personal, ha comido fuerte.
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En apariencia, Daruu apenas había reaccionado ante la brutal, terrible, fatídica flatulencia del perro del uzujin. Miraba a los ojos a Nabi, fijamente, con la sonrisa que tenía cuando había empezado a acariciar a su animal.
En apariencia, nada había sucedido. La mano de Daruu seguía acariciando el pelaje negro, a ritmo suave, lento.
Cada vez más lento.
El rostro de Daruu palideció.
Sin cerrar los ojos, se fue ladeando poco a poco hasta tocar el suelo.
Había perdido el conocimiento.
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Los primeros segundos pensé que estaba pensando en algo ingenioso de decir, una vez pasaron esos segundos y empezaron a pasar los segundos segundos su expresión pasó a resultarme tétrica, espeluznante incluso. Finalmente, sus movimientos se fueron ralentizando, su mirada desenfocando y su cuerpo cayó contra el agua que se acumulaba en el suelo con un sonoro "plof".
Miré a Stuffy, él me miró a mi y lentamente volvió a sacar la lengua. Le señalé el cuerpo inerte del amenio, que ahora recibía la lluvia en lugar de la porción de suelo que ocupaba. Stuffy se acercó a él, le rascó un poco con una pata y volvió a girarse para mirarme. Negué con el indice, negué con la cabeza y negué con todo lo demás.
— ¡A mi no me mires! ¡No quiero saber nada de esto! ¡Has matado a un shinobi! Vas a ir a la cárcel perruna. Solo podrás comer carne una vez a la semana y seguramente de contrabando. Te llevaran a Amegakure, donde tendrás que vivir bajo la lluvia durante el resto de tu vida, oliendo a perro mojado, inevitablemente.
Mientras pronunciaba ese breve discurso de la vida que le esperaba a mi perro en la cárcel, él sollozaba en perruno y yo me acercaba al desconocido, no sin cierta precaución de que se fuese a levantar de nuevo. Primero, le di un par de golpes con el pie, después le puse el pie en la cara y al ver que no reaccionaba me acerqué del todo para verle el pulso.
— O tiene pulso y está vivo y todo esto queda en una anécdota sobre cómo dejaste inconsciente a un amenio en un segundo.
Entre Stuffy y yo lo arrastramos hasta una cueva cercana donde solíamos refugiarnos en nuestros viajes por el mundo. Teníamos un pequeño alijo oculto, con madera seca y una manta que olía a perro mojado. Pero, sinceramente, casi todo tejido que estuviese mínimamente cerca de un perro mojado cogía ese maldito olor hasta su destrucción.
Obviamente, estaba todo empapado, así que tras encender una hoguera puse la ropa, la mía y la del desconocido, a un lado para que se secara, quedándome en calzoncillos. A él le tapé con la manta, porque estaba claro que resistencia a las condiciones adversas no tenía demasiada, igual se me moría de hipotermia si lo dejaba en ropa interior.
Le dejé sus armas al lado, porque tenía para rato, seguro que se ponía tenso si no las encontraba. Esa era una de esas cosas que se hacen para compensar una falta en otra parte. ¿Quien necesita diez shurikens? Alguien con un pene pequeño, claramente. Los minutos pasaban y la tormenta parecía haber perdido el control por completo, el viento empezaba a soplar del lado contrario cuando le apetecía, siempre con una fuerza brutal que incluso tiraba árboles, la lluvia subía y subía de intensidad a la vez que aumentaban los truenos.
La cueva no era muy profunda, pero estaba inclinada hacia fuera, así que todo el agua que entraba salía antes que llegar hasta nuestra hoguera.
Mientras ocurría este fenómeno meteorológico único, Stuffy y yo echábamos la revancha de un pulso que no recordábamos ni cuando hicimos ni quien había ganado. Pero esta vez con la zurda. Lo que el can no sabía era que yo era ambidiestro. Bueno, seguramente no sabía ni qué significaba ambidiestro. Le gané, porque él solo era un perro diestro.
— Puf, demasiado fácil. A ver si entrenas más, te estas quedando flojo y fofo.
El can deshizo el jutsu que le permitía adoptar forma humana, porque eso es lo que hacen los animales, ser animales, no humanos, sino animales. Perros en este caso. Gruñó por lo bajo mientras me daba la espalda.
— ¿Te has enfadado? ¿Me vas a echar un mal de ojo?
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Daruu recuperó la conciencia poco a poco. Estaba tapado. ¿Estaba en su cama? ¿Todo aquél encuentro con el ninja de Uzushiogakure y su perro había sido un sueño? Estaba calentito, pero olía... Olía a perro mojado.
—¡Agh! —se quitó la manta de encima y se enderezó de un bote. Vio que estaba en calzoncillos y se tapó sus partes, dando otro bote—. AAAAAAAAH.
Luego vio a Nabi y a su perro.
—¿¡Qué me habéis hecho, guarros!?
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El crepitar del fuego era tan extraño y misterioso como aburrido y repetitivo cuando ya llevas un rato en silencio con él. No es que no quisiese hablar con Stuffy, es que hablar demasiado con un perro que te ladra como respuesta acaba siendo agotador. Además, llegaba un punto en qué no entendía demasiado lo que me decía, es decir, es un perro ladrando, y entonces siempre acabábamos discutiendo de que tenía que aprender a hablar de una puta vez.
Así que estábamos sentados sin más, mirando hacia el fuego, el exterior y el shinobi, porque estaba todo delante nuestro. Empezaba a tener hambre y el chaval seguía durmiendo, bromeé mentalmente con comérmelo, o tal vez iba en serio... Y entonces se despertó.
Entró en estado de pánico total. Gritó, botó y se tapó.
—¿¡Qué me habéis hecho, guarros!?
Miré a Stuffy, él me miró y volvimos a mirarle a él. Era raro ver a alguien taparse algo que ya estaba tapado justo cuando era él el que se había quitado la manta que lo tapaba entero.
— Salvarte la vida. No te podíamos dejar fuera en plena tormenta, aunque Stuffy dijo que si te meaba encima igual con el calor sobrevivías. Pero no podía correr riesgos, vale que seas un poco borde y un poco gilipollas pero si te dejaba morir igual Amegakure se lo tomaba mal y hala, guerra. ¿Quien es tan idiota como para jugársela a empezar una guerra?
Al menos no se había ido directo a su arsenal al despertarse, eso era una buena señal. O eso, o que ni se había fijado.
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El uzujin repuso que lo que habían hecho era salvarle la vida, no sin volver a hacerle desear a Daruu que una piedra se le cayera encima y le aplastase la cabeza. El perro podía salvarse. Pero ese capullo...
Daruu se quitó la manta de encima y se acercó a su ropa. Todavía estaba húmeda, pero era impermeable —no por nada vivía en Amegakure— y de todas formas no le hubiera hecho nada un poco de lluvia calada ni un poco de frío. Cuando se vistió, cogió sus armas y se las equipó como bien era debido.
Se acercó al extraño.
—¿Quieres dejar de insultarme? Si quieres pelea, dilo, y la tenemos aquí y ahora, uzujin —declaró, y le extendió la mano—. O podemos empezar de cero y hablar de nuestra vida un rato, si te parece. Tomaré que me hayas "salvado la vida" como una pesa en la otra parte de la balanza.
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27/05/2018, 17:59
(Última modificación: 27/05/2018, 21:23 por Inuzuka Nabi.)
—¿Quieres dejar de insultarme? Si quieres pelea, dilo, y la tenemos aquí y ahora, uzujin. O podemos empezar de cero y hablar de nuestra vida un rato, si te parece. Tomaré que me hayas "salvado la vida" como una pesa en la otra parte de la balanza.
Me tensé unos instantes. No solía pararme a pensar mis respuestas, y aún menos a sopesarlas, pero hice una excepción. Durante unos segundos, deliberé interiormente sobre las palabras del amenio. ¿Quería pegarme con él? Era difícil admitirlo pero... había algo que me incitaba a la violencia cada vez que veía a aquel chaval. A pincharle, física o verbalmente. Aún así, pegarme en calzoncillos en una cueva en medio de una tormenta... Ni yo era tan salvaje.
Además yo no era un tipo violento, siempre había abogado por la diplomacia.
— No recuerdo si me presenté la última vez. Inuzuka Nabi, genin de Uzushiogakure.
Iba a advertirle que su ropa podía estar algo húmeda, pero no se lo pensó dos veces antes de ponerselo todo encima. No sé qué clase de entrenamiento anti-humedad les dan en Ame pero parece que les cundía.
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