9/06/2018, 16:01
—Muchas gracias, Akame-sensei —la joven bajó el rostro con respeto.
«No confío en mí misma, pero... supongo que tendré que aprender a hacerlo. Debo de mejorar y pelear, pero no por el pasado, ni por él... debo de hacerlo por mí y por el futuro. Espero que se pudra donde quiera que esté».
Cerró ambos puños con fuerza, masticando como buenamente pudo la ira que su propia falta de habilidad, su impotencia, le causaba. El camino no iba a ser corto ni sencillo, tampoco recto y claro de seguir. La fémina esperaba una infinidad de curvas y todas ellas dolorosas; situaciones que pondrían a prueba su cuerpo, su mente, su espíritu e incluso su moralidad. No contaba con salir ilesa de todo ello, ni siquiera victoriosa. Algún error se terminaría cobrando su vida antes o después, sin lugar a dudas...
Pero mejor la muerte que seguir siendo aquella muchacha insignificante, asustadiza y sumisa, de la que abusaban como si fuese un objeto sin valor.
—Entendido —le respondió la alumna a su maestro.
Abandonaron el cementerio y cada uno retornó a su hogar. Había vivido una pequeña catarsis ese día, aunque necesitaría de muchas otras en pos de pugar todo lo oscuro y deforme que plagaba su interior.
«No confío en mí misma, pero... supongo que tendré que aprender a hacerlo. Debo de mejorar y pelear, pero no por el pasado, ni por él... debo de hacerlo por mí y por el futuro. Espero que se pudra donde quiera que esté».
Cerró ambos puños con fuerza, masticando como buenamente pudo la ira que su propia falta de habilidad, su impotencia, le causaba. El camino no iba a ser corto ni sencillo, tampoco recto y claro de seguir. La fémina esperaba una infinidad de curvas y todas ellas dolorosas; situaciones que pondrían a prueba su cuerpo, su mente, su espíritu e incluso su moralidad. No contaba con salir ilesa de todo ello, ni siquiera victoriosa. Algún error se terminaría cobrando su vida antes o después, sin lugar a dudas...
Pero mejor la muerte que seguir siendo aquella muchacha insignificante, asustadiza y sumisa, de la que abusaban como si fuese un objeto sin valor.
—Entendido —le respondió la alumna a su maestro.
Abandonaron el cementerio y cada uno retornó a su hogar. Había vivido una pequeña catarsis ese día, aunque necesitaría de muchas otras en pos de pugar todo lo oscuro y deforme que plagaba su interior.