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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Buenos días —realizó una reverencia—. ¿Es esta la herrería de Minoshi-san?

El calor de la fragua era asfixiante, a pesar de que estaba en el exterior. Solo había que dar un par de pasos dentro de la zona de influencia del horno para sentirlo, como si el mismísimo Kagutsuchi bajase de los cielos para darte un malhumorado manotazo en la frente.

Un hombre trabajaba la ya mencionada. Era enorme, de casi dos metros de altura, musculoso como la mayoría de herreros y con la piel bronceada. Lucía una frondosa melena cana, acompañada de una barba igual de generosa y de la misma tonalidad. Las arrugas de su rostro delataban su avanzada edad. Vestía con un holgado delantal de cuero y ropajes de campesino.

Así es, jovencita. ¿Qué puedo hacer por ti? Me temo que ya no forjo armas de ningún tipo, si eso es lo que buscas —afirmó, consciente de que su interlocutora portaba un protector con el símbolo de Uzushiogakure en la frente.

Minoshi golpeaba con un martillo lo que parecía ser un cucharón de metal, apoyado en el yunque, aportándole veracidad a su argumento.

No se preocupe, no vengo en busca de armas. Me han dicho que es muy bueno a la hora de forjar cosas que requieren un poquito más de cuidado que un cuchillo o pieza de armadura cualquiera. Ornamentaciones y similares, por ejemplo.

Sí, no se me daba mal. Aunque a estas alturas solo soy un viejo a punto de retirarse —se encogió de hombros y sonrió, para luego resumir su tarea.

¿Cree que podría hacer algo similar a esto? —preguntó Karma, llevándose el índice de su mano derecha al centro metálico del hitai-ate.

Vaya, vaya. ¿Quieres que falsifique un protector ninja? Creía que las cosas entre las aldeas ya se habían calmado un poco...

¡No, no! —se apresuró a decir la pelivioleta, mostrando las palmas de las manos. La sola idea le horrorizaba—. ¡Es para mí! Quiero uno nuevo, algo un poco distinto a... lo común. Por eso buscaba a un herrero con experiencia en este tipo de creaciones. ¿Sería usted tan amable de considerar mi encargo?

El veterano se acarició el mentón a lo largo de unos instantes.

Espero que sea verdad. No estoy para trotes a estas alturas de mi vida, solo quiero tranquilidad. Pero me tienes interesado. Hablemos sobre los detalles, el precio, y quizás podamos llegar a un acuerdo.

Le he preparado una lista y unos esquemas —indicó la fémina—. Podrá ver que no solo se trata del hitai-ate, hay otra cosa que también necesito...

***

Uchiha Akame podría encontrar una carta en el interior de su buzón. Había sido colada en este en algún momento de la madrugada de ese mismo día. El escrito rezaba:

Akame-sensei,

En primer lugar me gustaría disculparme por las molestias que mi petición venidera podría causarle. Sé que está sumamente ocupado con sus deberes de jōnin. No se sienta en compromiso alguno si estos le impiden cumplir con el favor que me gustaría pedirle.

Estaré alojada durante los próximos tres días en Los Herreros, más concretamente, en una posada llamada El Lechón de Acero. Me gustaría que se reuniese conmigo allí. Además de tener que ocuparme de unos asuntos personales en esta localidad, he oído hablar sobre un interesante lugar que promete ser excelente para entrenar. Si llega y no me encuentra en la posada, pregunte al posadero, le mencionaré su nombre y le indicaré a dónde he ido cada vez que marche a alguna parte.

Al amanecer del cuarto día partiré de vuelta a Uzushiogakure si no ha podido acudir. Como ya dije, no se sienta obligado. Tampoco es necesario que responda con otro mensaje si no va a venir, en cualquiera de los casos necesitaré estar aquí durante unos días, no estaré perdiendo el tiempo. También procuraré entrenar en solitario.

Un respetuoso saludo,
Kojima Karma

***

Era una mañana como cualquier otra.

A esas horas no habían demasiados parroquianos en El Lechón de Acero. La posada era amplia y rectangular, con mesas redondas distribuidas por su centro, la barra y trastienda a la izquierda, mientras que a la derecha se podían encontrar las escaleras que llevaban al segundo piso, reservado para las habitaciones de los huéspedes. La entrada y salida estaba cerca de la esquina inferior izquierda, no muy lejos de la barra.

Karma estaba sentada en una de estas mesas, con una humeante taza de café frente a ella. Junto a esta, su kit médico. Vestía como siempre, llevaba encima todo su equipamiento y el protector frontal. Sostenía con la mano izquierda un libro abierto: "El Ninja Sabio". Leía, enfrascada en el tomo, y de tanto en tanto le daba un sorbo a su café con la diestra.

Unas cuantas mesas más allá había un par de ancianos jugando al shōgi mientras disfrutaban de unas pintas. Tras la barra estaba el posadero, calvo y panzudo, mirando al infinito. Era fácil deducir que estaba aburrido como una ostra. Lo único que rompía el silencio eran los comentarios del par de viejos, comentarios que a veces se convertían en quejas al no estar de acuerdo con un movimiento del contrario.
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#2
Flama, Verano del año 218.


La puerta de El Lechón de Acero crujió cuando un nuevo cliente ingresó al hostal. Era un muchacho joven —en edad, mas no en pensamientos— de figura escuálida pero curtida, rostro surcado de algunas cicatrices y mirada profunda. Vestía con el uniforme típico de los altos rangos militares de la Aldea Oculta del Remolino —chaleco shinobi, placa dorada de jōnin en el hombro derecho de la camisa sin mangas que llevaba debajo y pantalones cortos de color arena—, y sobre su frente descansaba, orgullosa, la bandana con la espiral.

Uchiha Akame oteó, curioso, el panorama. Debido a la poca cantidad de gente que había en la posada a aquellas horas, no le costó encontrar a quien estaba buscando; una muchacha mayor que él pero mucho menos castigada por la vida ninja, de ojos curiosos y pelo violáceo, que leía junto a una taza de café.

Buenos días, Karma-san —saludó Akame al llegar junto a ella.

Sin pedir permiso, el jōnin retiró una de las sillas que estaban dispuestas junto a la mesa y tomó asiento frente a su alumna. Luego se volvió hacia el hombre panzudo que atendía la barra y le pidió, por favor, una taza de té verde bien frío, con dos cubitos de hielo.

Finalmente se volvió hacia la kunoichi.

¿"El Ninja Sabio"? ¿De qué trata?
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#3
Los goznes chirriaron, y todos los presentes, a excepción de Karma, dirigieron su campo de visión a la entrada. Los ancianos miraron al Uchiha durante unos efímeros momentos, pero no tardaron en perder el interés y continuar con su acalorada partida. El tabernero, por otra parte, no separó sus ojos de la figura escuálida pero intimidante del joven. "¡Por fin algo que hacer!", estaría pensando.

El moreno se aproximó a la mesa donde la kunoichi andaba, enfrascada en su lectura hasta el punto de no interesarse por el recién llegado. Así fue hasta que su instructor la saludó, arrancándola de su ensimismamiento con presteza. La muchacha alzó el rostro de inmediato, como un resorte, y su expresión se contrajo en la estampa de la sorpresa al ver a su superior.

¡Oh, Akame-sensei! Disculpa, estaba un poco concentrada —admitió a la par que Akame se sentaba frente a su persona.

El calvo tabernero agarró al vuelo la orden de su nuevo cliente y asintió con energía.

Marchando —y se internó en la trastienda a buen paso, espantando las telarañas del tedio en el proceso.

Karma sacó apresuradamente un marcapáginas del interior de su kit médico, el cual posó entre las dos páginas donde se había quedado, para entonces cerrar el libro y depositarlo sobre la mesa. Su sensei formuló una pregunta sobre el referido poco después.

Trata sobre un shinobi de Amegakure que se ve envuelto en un violento golpe de estado. No sabe si defender a su aldea o huir con su familia, que ha sido amenazada de muerte. Eso es lo que llevo por ahora, aunque todavía me queda un trecho —explicó con formalidad. Acto seguido se alzó y reverenció a Akame—. En primer lugar, muchas gracias por venir, Akame-sensei. Lo siento si es una molestia.

Se sentó.

También ruego que me disculpes si esto es súbito, pero me gustaría hablar contigo sobre algo... —afirmó, como si fuese un tema de lo más crucial—. Aunque, antes de meternos a trapo... hay otra cosa que me gustaría que vieras.

La genin se lanzó a rebuscar en las entrañas de su kit médico, para poco después sacar un librillo que resultaría inconfundible para cualquiera mínimamente aficionado a ese tipo de lectura: un tomo de manga, con sus tapas y proporciones características. Lo dejó sobre la mesa, orientado hacia Akame.

La portada mostraba a una criatura de fantasía: una elfa de piel oscura y melena plateada, anatomía tonificada y extremadamente femenina, con aquellas representativas orejas puntiagudas, ataviada con una armadura medieval —de diseño poco práctico y sexualizado—, destrozada en lugares estrategicos para que sus atributos quedasen al desnudo. Mostraba una expresión de éxtasis, acuclillada de una forma tan humillante como lasciva. Sendas cadenas apresaban sus tobillos, muñecas y cuello.

El título: "La caída de Lilith-sama".

El autor: "Uzumaki Ralexion".

Karma había buscado el manga. Y tanto que lo había hecho.

Ahora entiendo a qué te referías con que "era para adultos" —le pegó un trago al café con los ojos cerrados—. La historia de Lilith, una comandante fuerte y orgullosa. Termina siendo capturada y "entrenada" por el ejército de los humanos y luego la venden como esclava sexual en el mercado negro. Al final tanto placer la doblega y la rompe. Muy interesante; especialmente la escena donde la humillan y la violan más de cien hombres sin pausa.

»Ya me voy haciendo una idea de tus gustos... Akame-sensei.

Otro sorbo.

Silencio.
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#4
El Uchiha asintió, complacido, cuando Karma le relató la sinopsis del libro que tenía entre manos.

Ah, intriga, persecuciones, dilemas humanos y acción —enumeró, satisfecho—. Bien, bien.

No era ningún secreto que Uchiha Akame podía tratarse de uno de los mayores lectores de Oonindo —si es que uno no tenía reparos en exagerar—. Él lo pensaba así, al menos. Por eso mismo le contentaba ver que su alumna tenía buen gusto y sabía elegir sus obras; «al menos todavía no la he visto con uno de esos insufribles pastiches que circulan por ahí entre manos. Héroes arquetípicos, tramas predecibles donde todo fluye tal y como te esperas, personajes vacíos... Meh»

Sin embargo, la sonrisa se le heló en el rostro cuando la kunoichi sacó a colación uno de los mangas del tal Uzumaki Ralexion, el shinobi que abandonó la senda del ninja para ser dibujante y escritor. Karma empezó a describir el argumento del manga —o hentai, más bien— y el rostro de Akame se fue tornando más y más rojo.

Al final, el jōnin tuvo que excusarse.

¡B... Bueno! ¡Yo no he leído ese concretamente! —articuló, torpemente—. ¡Además! No hemos venido a eso. ¿Qué te trae por Los Herreros?
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#5
Ya veo. Estoy segura de que era igual de interesante —comentó con tranquilidad, para entonces guardar el manga dentro del kit, lejos de las miradas de los curiosos.

La muchacha lo hizo justo a tiempo, ya que el tabernero se personó poco después, dejando frente al Uchiha una taza de té verde frío con dos hielos dentro, tal y como el jōnin había solicitado. Sin decir nada ni ejecutar gesto alguno, el referido se retiró, de vuelta a su aburrido puesto tras la barra.

Karma le dio un buen trago al café. Ya iba quedando poco.

Unos asuntillos personales sin importancia —respondió, surcando la rugosidad de la mesa de madera con la yema del índice izquierdo. No quería sonar misteriosa, pero quizás lo había hecho—. Me gustaría hablar contigo sobre un tema que imagino que es personal. Me disculpo ya, por si acaso.

Tomó aire e hizo discurrir su mirada por toda la instancia, pensativa. Estaba buscando las palabras adecuadas. Uno de los ancianos maldijo en alto, un insulto que retumbó en las paredes, claramente audible para todos. Parecía ser que había perdido.

Uchiha Akame... —comenzó—. El primer día no me di cuenta, pero me sonabas de algo. Eres uno de los Hermanos del Desierto, claro, yo estaba allí el día que le pusieron el sombrero a Hanabi-sama... y vosotros dos, ¿cómo se llamaba el otro? ¿Datsue? Casi parecía que os íbais a caer en cualquier momento a la calle.

Sonrió, pero no con sorna.

Pero idiota yo, no me di cuenta, estaba demasiado nerviosa. Cuesta pensar un poco cuando te golpean —apuntó con tono bromista—. A donde quiero llegar es que... me da igual que seas el Guardián del Ichibi. Quizás es una afirmación innecesaria, pero me siento obligada a dejarlo claro.

»Al fin y al cabo, los dos tenemos un demonio dentro.

Su sonrisa mutó, adquiriendo tintes más amargos.
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#6
Akame esbozó una mueca un tanto infantil ante la respuesta de su alumna, que se le hacía tan condescendiente como inteligente. «Menuda es, se nota que ha trabajado de cara al público», pensó el jōnin. Luego Karma procedió a explicarle el motivo de que le hubiese citado allí, tan lejos de la Aldea, y de forma tan repentina.

Cuando la kunoichi terminó de hablar, al Uchiha se le arrugó el rostro.

¡Karma-san! Vigila sobre qué temas hablas fuera de la Aldea —la reprendió, bajando él mismo el tono. Todavía se acordaba de cuando una descuidada conversación con Datsue, a bordo de un barco, les había puesto a ambos en el punto de mira del difunto Zoku—. No puedes ir por ahí soltando información como esa tan alegremente, coño.

El jōnin se cruzó de brazos y emitió un suspiro de resignación. Luego tomó su taza de té y le dio un buen trago, saboreando el brebaje que le refrescaba la garganta. Carraspeó.

¿Y me has hecho venir hasta aquí sólo para eso, buena mujer? ¡Por Amaterasu! —se quejó—. ¿No podrías haberme escrito una carta?
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#7
No esperaba aquella reprimenda, pero es que la muchacha tampoco tenía ni idea de que era un tema delicado fuera de la aldea. O no se había parado a considerarlo, mejor dicho, porque tenía todo el sentido del mundo.

¡Oh, lo siento! —bajó la voz a un nivel similar al de su interlocutor, avergonzada. Se sintió, como de costumbre, torpe e insignificante. Había vuelto a meter la pata—. No me había dado cuenta de que... agh, ¡lo siento, de veras!

Afortunadamente, los únicos presentes en ese momento aparte de ellos dos eran la pareja de ancianos y el tabernero. Pero nunca se sabe quién puede estar escuchando.

Y sus sentimientos habían caído en saco roto. Una pena.

¿Si te hubiera escrito una carta tratando estos temas no habría sido peor? Una carta se puede interceptar —cuestionó, temerosa de la reacción de Akame—. En cualquier caso... no, no te iba a hacer venir hasta aquí por eso. ¿Recuerdas el lugar de entrenamiento que mencioné? El otro día me enteré de algo interesante gracias a una conversación entre dos locales...

»Hay un riachuelo, no muy lejos de aquí, llamado "Bierbe". Dicen que si meditas a sus orillas "limpiarás todos tus miedos", o algo así. Solía ser un lugar de peregrinaje bastante famoso, sobretodo entre samuráis que querían templar su espíritu, pero se fue olvidando con los años. Igual es todo palabrería, ¿pero qué te parece? "Templar el espíritu" es útil para un ninja, ¿no?
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#8
Karma se apresuró a disculparse con gran énfasis —Akame empezaba a darse cuenta de que aquello era, simplemente, algo tan común en ella como respirar—, pero también le lanzó un contraargumento muy inteligente.

Pues tienes razón —tuvo que admitir el jōnin, encogiéndose de hombros—. Bien visto. Mejor no hables de esto con nadie, es lo más seguro, ¿eh?

Akame bebió otro sorbo de su fresco té mientras escuchaba la proposición de su alumna. Al parecer existía cierta historia acerca de un antiguo lugar de entrenamiento espiritual y meditación. El Uchiha siempre había sido un gran apasionado de todo tipo de historias, leyendas y rumores que pudieran tener un mínimo de veracidad; por eso mismo sabía que, en la mayoría de los casos, al final nada resultaba ser tan místico o mágico como se creía.

La leche, si de verdad existe un río que es capaz de hacer que la gente no tenga miedo a nada, es algo digno de verse —comentó el jōnin, con una media sonrisa—. ¿Eso te gustaría? ¿No tener miedo a nada?

El tono de su voz al formular aquella pregunta ya parecía dejar caer que Akame estaba tornando aquella conversación en una oportunidad para desafiar el ingenio y la mente de su alumna. Le gustaba hacer eso, al fin y al cabo él pensaba que un ninja debía entrenar tanto su agudeza mental como sus músculos.
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#9
La fémina asintió varias veces y pasó sus dedos índice y pulgar unidos sobre sus labios como si cerrase una cremallera, diciendo: "están sellados". «Akame-sensei me ha elogiado, vaya... aunque no es la primera vez, en realidad», e igualmente no supo muy bien cómo sentirse. Como poco aliviada, al no recibir otra bronca.

Entonces el Uchiha le disparó una pregunta, una cuestión que la pelivioleta percibió que no era tan simple como podía parecer. Se acabó el café, aprovechando la pausa para formular una respuesta que le resultase digna a su instructor. Quería redimir el reciente desliz demostrando que de su boca no solo salían estupideces.

Supongo que a simple vista el no tener miedo a nada resulta atractivo, pero imagino que a la larga resultaría contraproducente. Quien no tiene miedo a nada se lanza contra el peligro como un necio, de igual manera que alguien que no sintiera dolor acabaría forzando su cuerpo hasta dañarlo irreparablemente sin darse cuenta —reflexionó en alto—. El miedo cumple su función, como las demás emociones. Como nuestro instinto de supervivencia. Supongo que lo verdaderamente útil es ser capaz de controlarlo, de no dejarnos llevar. Lo mismo se puede decir de las emociones en general.
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#10
Akame esperó, paciente, la respuesta de su alumna. Agarraba la taza de té con ambas manos y bebía a cortos sorbos mientras intentaba que en su rostro no se notase la anticipación. Karma había probado ser una muchacha del todo apocada y con nula iniciativa, pero se intuía bajo aquella capa de autodesprecio una mente prometedora.

La respuesta no decepcionó al jōnin, pero Akame decidió que debía dosificar juiciosamente sus halagos. Una personalidad frágil era tan vulnerable al castigo excesivo como a la alabanza sin criterio. Se limitó, por ello, a asentir para dar por buena la respuesta.

En efecto, es correcto. El miedo es lo que te mantendrá a salvo en ciertas situaciones, si es que eres capaz de controlarlo. El miedo puede darte fuerzas en un momento de flaqueza, puede aguzar tus sentidos y tu mente. El ninja que no teme a nada, muere joven —aseguró el Uchiha.

Con dos grandes tragos Akame terminó su taza de té.

De cualquier modo, creo que sería interesante visitar ese riachuelo. ¿Por dónde dices que queda?
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#11
Karma casi suspiró de alivio cuando contempló a Akame asentir con gesto aprobatorio. El moreno hizo gala de su habitual actitud seca, pero afirmó que la kunoichi había dado en el clavo y remató el asunto con sus propias consideraciones personales, que la joven absorbió y archivó con presteza, asintiendo.

Hay que caminar en dirección oeste, tardaremos unas dos horas —afirmó, para entonces apuntillar—, si es que no nos perdemos, claro.

Se recostó sobre la silla y miró al techo, pero no tardó en devolver sus orbes dorados a Akame.

¿Quieres que vayamos ahora?
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#12
«"Caminar en dirección Oeste" no es exactamente la indicación más precisa que he escuchado en mi vida...»

Akame apuró su taza de té y luego echó un vistazo distraído al resto de parroquianos. Todavía era temprano en la mañana, pero siendo Verano y sabiendo que en Uzu no Kuni el Sol pegaba como mil demonios durante las horas diurnas, al Uchiha le parecía una excelente hora para ponerse en marcha.

Tan buen momento como cualquier otro —respondió.

Luego el jōnin se levantó de su asiento, no sin dejar antes tres ryos sobre la mesa —más que suficiente para pagar el té—. No llevaba consigo su mochila de viaje, pero sí el resto de su equipamiento; el petate lo había dejado en la habitación del hostal donde se alejaba, no muy lejos de El Lechón de Acero.

Tiró de la puerta de la posada y salió a la calle, respirando el aire caliente de la mañana. Los Herreros comenzaba poco a poco a ganar actividad a medida que los talleres, forjas y herrerías iban abriendo sus puertas al público. En un rato la ciudad herviría con el calor de las fraguas y el sonido de los martillazos, pero ellos ya estarían lejos de allí. Akame se volvió hacia su alumna.

Vamos.
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#13
Akame estaba dispuesto, así que había llegado el momento de ponerse en marcha.

Karma se levantó a la par que su sensei, pero cuando esté pagó y comenzó a alejarse, ella todavía andaba asegurándose el kit médico al cinturón. Acto seguido sacó seis ryōs de este y los dejó sobre la mesa, apilados. No es que el café costase el doble que el té, es que quería pagar ella.

Agarró las tres monedas y se precipitó tras los pasos del Uchiha, que ya había puesto un pie fuera. Al verla, el de la nariz torcida la encaró y le dijo:

Vamos.

Ella asintió y le hizo entrega del dinero con un intento de seriedad.

Esta vez pago yo.

Y se aclaró la voz.

Me recomendaron tomar la salida sur y entonces caminar hacia el oeste. Me temo que no sé mucho más.
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#14
El jōnin no hizo siquiera el amago de rechazar la invitación de su alumna; sabía que el suelo de genin era pésimo —podía hacerse más dinero, fácilmente, trabajando de artesano o camarero, o conductor de carros— pero aun así estaba bien que Karma quisiera devolverle el favor. Así pues, Akame simplemente agradeció el gesto con una inclinación de cabeza.

Cuando salieron de El Lechón de Acero, el Uchiha tomó la calle en la que se encontraban y empezó a caminar hacia la salida Sur. «Bueno, supongo que tiene sentido. Si todo el mundo pudiera llegar fácilmente a un lugar tan místico como ese, la leyenda no duraría demasiado...»

De camino, el Uchiha se detuvo en un puesto ambulante situado junto a otros tantos en mitad de la calle y ojeó varios sombreros de paja. Hacía demasiado calor, y no tenía forma alguna de cubrirse del Sol. Después de regatear brevemente con el tendero —Akame era pésimo en aquellas lides— logró que se lo dejara por veinticinco ryōs.

Feliz con su recién adquirido kasa, Akame continuó el camino hacia la puerta Sur de Yamiria junto a Karma.
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#15
Maestro y alumna caminaron bajo el enérgico —e inclemente— sol de verano. Karma se decidió a ignorarlo, tratando de mostrarse estoica, como una auténtica kunoichi, pero su cuerpo y sus sistemas defensivos no podían hacerlo. Así que no tardó en empezar a sudar, en tal de regular la temperatura.

Observó con curiosidad al Uchiha cuando, sin previo aviso, se desvió del centro de la calle para aproximarse a uno de los multitudinarios puestos desparramados a lo largo y ancho de la vía. Parecía que buscaba un kasa; un objetivo de lo más comprensible. Karma, por su parte, siguió insistiendo en comportarse como si el calor no hiciera mella en ella, al contrario de lo que su frente perlada de sudor declaraba. Aguardó, paciente, a que su sensei terminara de regatear.

Entonces esbozó una tímida sonrisa al ver al moreno con el sombrero.

No te queda mal.

Abandonaron Los Herreros por su puerta sur poco después. Karma no tardó en dejar atrás el ancho camino de piedra —la carretera principal— para pisar la hierba que crecía sobre la tierra todavía no procesada por la mano del hombre, hacia el oeste.

Bueno... —dejó escapar tras unos minutos, cuando el tedio de caminar sin que nada digno de mención aconteciese cayó sobre el ambiente como una plancha de hierro—. Ahora que tenemos un trecho por delante y estamos lejos de la civilización, ¿te importa si te pregunto sobre tus habilidades, sensei? Supongo que tú conoces las mías.
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