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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Si hay algo que Kuro se había acostumbrado a ver en todo el tiempo que había estado llevando esa doble vida, era a los diferentes parajes que tenía para ofrecer el país del agua y los alrededores de Amegakure. Una persona sin recursos tenía que aprovechar todo lo que tenía a su alcance, y todo lo que no costase Ryos también. Su propio hogar carente y los lugares en los que se dedicaba a conseguir el poco sueño libre de malos y rencorosos pensamientos eran siempre precarios y vacantes de cualquier lujo. Había venido de la nada, y si bien los dichos decían que a la nada retornaría, no estaba dispuesto a dejarse tragar por la vorágine del tiempo y la sociedad sin resistirse con uñas y dientes, sin tomar de ella todo lo que podía sin un ápice de dudas. Esa clase de pensamientos eran los que le permitían seguir adelante a pesar de todo; calculando esos vagos planes tambaleantes con los que se guiaba por la vida.

Asi era que en vez de recurrir a lugares dentro de la aldea, optaba por bañarse en las frías aguas de los lagos que estaban más lejos de Amegakure. Uno pensaría que las lluvias constantes lo mantenían a uno limpio, pero sorprendentemente sin la ayuda de otras cosas todo lo que hacían era mantener a uno mojado. Y a pesar de que formaba parte de la vida diaria allí, había aprendido a odiarlo. Porque recordaba desde que era niño las goteras en su casa cayendo sobre su rostro, mojando partes de su cuerpo sin dejarlo dormir. Porque recordaba la amargura y la angustia de su madre a medida las condiciones en las que vivían se iban deteriorando, y el clima continuaba azorandolos, ciñendose sobre ellos con toda la crueldad indiferente de la naturaleza.

Esas fueron las primeras lecciones que tuvo del mundo cuando la inocencia de la niñez ya le estaba siendo arrancada: La indiferencia del mundo.

Las primeras veces el agua le había calado hasta los huesos. Pero cada vez se había vuelto un poco más fácil. Hasta que ahora su cuerpo se había acostumbrado del todo. Seguía sin ser una experiencia placentera, pero era casi un ritual para él. Se había terminado por despojar de sus prendas dejándolas ordenadas en la pequeña capa impermeable debajo de un árbol cercano y sin perder sus vestimentas de vista se metió con el agua hasta la cadera para asearse. No tenía vergüenza alguna ni se ocultaría de una persona que apareciese: La enfrentaría con la mirada. Su cuerpo era una de las cosas de las que estaba orgulloso, y la vergüenza era para aquellos que tenían algo que ocultar.

Los lagos rápidamente perdían el atractivo excepto para los niños de día y para los amantes de noche, siempre y cuando el clima permitiese que las cosas no fueran el más absoluto barrial. Pero incluso en la rutina más absoluta de vez en cuando se podía ver alguna que otra persona caminando por los caminos, trabajando los campos, mercaderes yendo y viniendo. Uno podía decir que la privacidad no era un lujo, pero la comodidad, para él, si que lo era.

Sentía que cuando entraba era una persona, y cuando salía era otra. El cambio era minúsculo, pero siempre presente. Llevandose una mano al rostro, se peinó el cabello hacia atrás y se secó como mejor pudo antes de acercarse al árbol que hacía las veces de silencioso guardian sobre sus prendas, cambiándose mientras echaba un vistazo al camino cercano. Se colocó la bandana en torno a su cuello, con el símbolo de Amegakure, y revisó que todas sus pertenencias siguieran en su lugar.
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#2
«Lastima que no pudiste venir conmigo, hermana»

dije lamentándome por la ausencia de Kaoru, quien había partido en una misión desde temprano. Me encontraba de regreso a casa viniendo desde Coladragon, había ido a degustar el legendario plato de pescado rebozado con papas fritas del que tanto se habla en la aldea.

Lo dicho, volviendo a Amegakure con el estomago lleno y el corazón contento, caminando lentamente el camino devuelta pensando en como seguiría con mi progreso como kunoichi «Aun me falta mucho, me concentre en Fuinjutsu y Genjutsu y descuide habilidades mas ofensivas....al menos se usar armas, pero no es suficiente» me auto-torturaba día y noche desde mi graduación como gennin, pues había aprobado en las demás asignaturas excepto taijutsu «Soy un desastre»

Mi paso de regreso me llevo a las cercanías un lago en el cual, a lo lejos, se veían algunas personas que también estaban de paso hacia su propio destino, y mas cerca un muchacho refugiándose debajo de un árbol el cual se secaba como podía el rostro. Justo cuando volvía a levantar la cabeza vi su banda ninja que a su cuello iba amarrada «Hey! Otro Amejin!» fue mi pensamiento al verle, por lo que decidí acercarme a saludarle -Shinobi-san!- le llame la atención mientras me acercaba a el -¡Buenas tardes! ¿Que te trae por estos senderos?- hice una pausa y note que estaba faltandome algo -Oh, lo siento, Mi nombre es Shijima, miembro del Clan Senju- me presente al muchacho
- Hablo - Pienso -

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#3
Que curioso era la manera en la que una persona reaccionaba diferente ante la misma situación de como lo haría otra. En la mayoría de los casos, suponía él, el acercamiento de una muchacha de la misma villa ameritaría una sonrisa, una frase galante, una actitud abierta y una expresión que lo reflejase. Pero él no tuvo tiempo de pensar o de fingir esas cosas, su cuerpo se tensó de inmediato cuando sintió que alguien más se le acercaba. Y más cuando definió que se trataba de alguien de Amegakure. Eso solo podía significar problemas, y si no eran problemas inmediatos quizás fueran problemas a futuro.

Erguido derecho como estaba, Kuro observó a la kunoichi con una mirada fija y ladeó la cabeza apenas unos centímetros después del optimista (a su manera de ver) saludo de la muchacha escuchando sus palabras.

Las alegres muchachas que te saludan por los caminos. —Respondió con un tono tan certero, pero con una energía cómplice que dificultaba saber si se trataba de sarcasmo o qué exactamente. Su voz era profunda, fuerte, y un poco ronca producto del mal sueño y los malos hábitos.— Escuché historias al respecto, pero nunca esperaba cruzarme con una. Debe ser mi día de suerte. —Desde la notable diferencia de altura que los separaba, el Shinobi permitió que la expresión de hastío se reflejase en sus ojos, y con cierta gracia para cualquier espectador también en sus labios y en la expresión que formaban. Era una expresión que alguien que odiaba a los bebés podría poner cuando alguna amistad le encajaba a su hijo en brazos.

Senju...

Repitió para si mismo como si estuviese tratando de recordar algo. Su mirada se clavó en el cielo por encima de los campos de cultivo, perdiendose en la memoria antes de volver al presente. Sus ojos volvieron a enfocarse en Shijima.

¿El clan de las mil habilidades, era? —Su tono apagado y neutral dejaba entrever una chispa de interés. Una pequeña y amarga pausa le siguió.— Soy Kuro Yamakami. No pertenezco a ningun clan.
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#4
En ningún momento me espere aquella reacción «¿Que fue lo que me quiso decir?» no parecía ser una ofensa, mas bien alguna especie de comentario sarcastico.
«Me parece que es otro de tantos "Soy demasiado duro como para relacionarme con la gente"...En fin» al decir verdad, me importaba demasiado poco, el podría pensar en que era una "muchacha alegre de los caminos" pero...¿Realmente lo era?

-¿Eso dicen?...La gente es muy cotilla ¿No lo crees?- mi semblante amigable no había cambiado, podía darse cuenta de que estaba siendo sincera en realmente, lo dicho, me daba igual...pero algo es verdad en este tipo de personas: ven enemigos en cada rincón, cuando lo cierto es que somos aliados.

-Encantada Kuro-san- mexplicó quite la mochila y la abrí -Tengo una capa impermeable de más, pontela- le ofreci al muchacho...Aunque ya se estaba esperando el típico "no necesito tu hospitalidad" o algún otro derivado.
- Hablo - Pienso -

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