Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Atento a los movimientos de Kazuma, el bandido observó como el chico cargaba su espada de chakra. Congeló su posición, en guardia, consciente de que el siguiente movimiento podría ser mortal para él.
Entonces, movió su arma, y una corriente de chakra fue arrojada desde el filo del arma. El bandido se puso en guardia, sin embargo está no le alcanzó, sino que se desvió hacia arriba. Sonriendo, se confió, pensando que se estaba enfrentando a un simple crío sin control en su poder.
Y entonces, las ramas cayeron sobre él.
Kazuma podría pensar que eso lo dejaría fuera de combate. Fue un buen golpe, ciertamente, y sobre la cabeza. Pero él no conocía la resistencia de aquel hombre. Rugiendo, se deshizo del montón de ramas que habían caído, de varias manotadas. Había perdido su palo, que hacía de arma, y parecía no importarle. Estaba furioso. Sus ojos irradiaban fuego, y su frente estaba totalmente roja. Había perdido la máscara que le tapaba la boca ,revelando una enorme nariz torcida y una mandíbula pequeña. Con el ceño fruncido y los puños apretados, observó a su rival.
Ahora ya no parecía un hombre, sino una bestia
Y entonces, se lanzó hacia el chico, con la intención de agarrarle con sus grandes manos y separarle de su arma.
Las ramas cayeron con fuerza sobre el bandido, ocasionándole un daño considerable; sin embargo, y pese a haber debilitado su cuerpo, su espíritu se encendió con las llamas de la ira y de la frustración. Rabiando, y sin pensarlo siquiera, se arrojó contra el moreno.
Kazuma había retrocedido un par de pasos, llevando una mano a su portaobjetos y tomando todos los shurikens que tenía para arrojarlos rápidamente contra el agresor. Su calma le permitía pensar un poco más claramente, pese a que sentía verdadero miedo en su interior. Sin embargo, la emoción que más predominaba en su ser era el desagrado, la repulsa ante aquella forma tan baja de ser dominado por la ira… el ser llevado al punto de arrojarse como una bestia simple y estúpida.
Si conseguiría detenerle era algo que no sabía, pero luego de arrojar las estrellas de acero se abalanzaría el mismo buscando dar con su bokken en la cabeza del bandido.
Chakra: 64 + 10 = 74
Daño a causar por los 4 shuriken = 8 PV/corte superficial, 12 PV/corte e impacto directo (cada uno)
Daño a causar por el bokken = 15 PV/golpe
El hombre, continuando en carrera, no tuvo mucho tiempo de detenerse ante las armas de que Kazuma le estaba lanzando. Puso sus antebrazos delante de su cara, y recibió el beso del metal con ellos, sin emitir más que un pequeño rugido de dolor. La sangre comenzó a brotar.
Pero aun así, continuaba.
El genin se abalanzó esgrimiend su arma, y trató de asestarle un golpe en la cabeza. Sin embargo, la cercanía no favorecía para nada al genin, y pronto, se hizo visible.
(Fuerza:20, Destreza:20) El hombre, con uno de sus grandes brazos, detuvo de golpe el arma que embestía Kazuma, antes de que llegara a su objetivo, con suma facilidad. Puede que contra un enemigo debil el chico pudiera defenderse, pero no contra una mole de músculos como él. Como quitarle el caramelo a un niño, agarró el extremo del bokken con el que Kazuma intentó golpearle, y de un tirón, se lo arrancó de la mano.
Lejos de rematarle, sin embargo, el hombre empezó a resollar, claramente agotado por el combate y las heridas que estaba recibiendo.
Sin embargo, Kazuma acababa de quedarse sin arma. Solo tenía, quizá, una oportunidad de recuperarla. Y era ese momento de debilidad que el hombre estaba mostrando.
El bandido continuo su marcha, pese a la ráfaga de acero que azotaba su piel. Haciendo uso de su ventaja física detuvo con su mano el bokken del peliblanco, y no necesito de mucha fuerza para arrebatar y arrojar lejos el arma de madera.
Kazuma solo opuso una leve resistencia al tirón, lo suficiente como para tener tiempo de llevar su mano libre al portaobjetos y extraer un kunai. Su oportunidad estaba en el ataque, por lo que aprovechando el respiro que su oponente tomaba blandiría su acero. Buscaría atacar la zona de la clavícula, quizás buscando el hombro.
Chakra: 74 + 10 = 84
Daño a causar por el kunai = 8 PV/corte superficial, 12 PV/corte, 18 PV/penetración
1 AO
Kazuma decidió abandonar su arma, por la que ya no merecía la pena luchar. El hombre levantó sin miedo el bokken, mientras Kazuma, disimuladamente, trataba de sacar un kunai en su portaobjetos.
— ¡Maldito! — El hombre, viendo el filo del metal, trató de apartarse, pero fue incapaz de hacerlo perfectamente. El cuchillo cortó su hombro. Si no se hubiera movido, probablemente, el chico se lo hubiera clavado de lleno —. ¿Quién te crees que eres? ¿Un puto héroe?
El hombre trató de levantarse, pero fue incapaz. Cayó al suelo, totalmente agotado. Las heridas parecían estar siendo demasiado para él.
— No vas a conseguir nada — masculló. El hombre tenía el rostro rojo, por la ira y el enfado. Además, parecía costarle entrar aire a los pulmones —. Vete ahora, y puede que conserves la cabeza sobre tus hombros.
A pesar de su lengua viperina y sus amenazas, el hombre no parecía ser capaz de levantarse y continuar luchando. La pelea había terminado.
—La lucha ha terminado —sentencio mientras se apoyaba de un árbol; agitarse tanto era malo para alguien de tan pobre condición física—. Deberías considerarte afortunado, pues estaba intentando no matarte… Aunque mereces que te saque las tripas como a una oveja, no tengo estomago para ello.
Se imaginó luchando a muerte, y creyó posible una lucha más fácil si hubiese buscado acabar con la vida de su oponente. De ahí aquel dicho entre los cazadores que aseguraba que capturar a una presa viva es mucho más difícil que darle muerte.
—¿Sabes? Es la primera vez que lucho contra un maleante sin tener la opción de huir —confeso tranquilamente—. Pensaba que al encontrarse acorralados dirían algo como: “¿Qué esperas? Hazlo, acaba conmigo”. Digo, me los imaginaba conscientes de que el “crimen” implica jugarse la vida.
»Es un poco iluso el esperar que todo salga bien teniendo como único respaldo una actitud ruda.
Kazuma camino lentamente hacia el lugar donde estaba su bokken, sin apartar la vista del malhechor y manteniendo la distancia entre ambos. Tomo su arma y se dirigió al enemigo caído:
—No sé cuánto tiempo me tome salir de aquí, por lo que no puedo correr el riesgo de que me sigas —explico, acercándose calmadamente mientras elevaba la espada de madera—. Te dejare inconsciente y me marchare… Espero que aprendas de esta experiencia…
»Se lo que estás pensando: ¿qué pasara conmigo? ¿Me atacara alguna fiera? La pregunta que tendrías que hacerte es: “¿Me siento con suerte hoy?".
El hombre escuchó las palabras de Kazuma, pero no dijo nada. Agachó la cabeza, claramente frustrado. Aún no podía creer que un simple crío (un puto crío shinobi, pero un crío) le hubiese dado semejante paliza.
Kazuma, desde luego, no tenía ni idea de lo que hablaba. ¿Qué le pediría que acabase con su vida? Quizá eso ocurriera en las películas. Pero en la realidad, un hombre haría lo que fuese por conservarla. Aquellos con tanto honor como para preferir la muerte antes que arrodillarse, pues ahí estaban, sin cabeza en alguna zanja. Él pensaba sobrevivir.
Se quedó esperando a que el chico descargara su arma contra él. Aunque no lo supiera, él ya había perdido. La chica, ahora mismo estaría muy lejos...
... o eso pensaba él, hasta que escuchó el grito de una voz femenina.
— ¡No lo toques! — Era una mujer. Debía de estar en la mediana edad. Su pelo, rubio, caía en una cascada rizada por su espalda. Era baja. Llevaba otra capucha negra, y una pequeña máscara que tapaba su cara y su nariz. Sus ojos eran verdes, y se clavaban en Kazuma, con odio —. ¡Te juro que cómo lo toques te arrepentirás!
Kazuma podría ver algo. A su lado, estaba Sora, inconsciente.
El hombre no había actuado solo.
— ¿Qué diablos haces? ¡Tenias que haber huido con la chica mientras yo lo distraía!
— ¡No! ¡No te dejaré atrás! — repuso la mujer. Luego, clavo la vista en Kazuma—. Alejate de él, o la chica pagará.
—Aléjate de él, o la chica pagará —amenazo la recién llegada.
Kazuma suspiro, pues aquello se estaba complicando más de lo necesario. Observo a la mujer con cierta indiferencia y pensó en espetarle algo como: “No están en condiciones para negociar” o “Ríndanse o acabare con ambos”; pero aquello solo lo llevaría a tensar la situación y a una consecuente ira… Y aquello prefería evitarlo, la ira no le dejaba pensar con claridad y era algo nada saludable.
—Mantengamos la calma —expreso con voz serena—. No tengo interés en hacerles daño, solo quiero llevarme a la chica: así que, si tomas a tu compañero y se marchan pacíficamente, no habrá necesidad de más violencia y de que nadie más salga herido.
Pensó en que aquello ya lo había dicho y que no le funciono.
—Solo para ser justos, le hice esa misma propuesta a tu compañero —reveló con algo de fría molestia—. El que las cosas terminasen así es consecuencia de haber ignorado la oportunidad que nuevamente estoy ofertando.
El rostro de la mujer se curvó, en una mueca enfadada. La voz aún le temblaba, pero sujetó a la chica que sostenía más firmemente.
— ¡Cállate! ¡Yo soy quién hace las cosas aquí! — exclamó. En su mano suelta sostenía un pequeño cuchillo y en la otra, el cuello de la chica —. Si no quieres a tu amiga muerta, dejale. Dejale en el suelo, y alejate. Te quiero a metros de distancia.
La mujer cogió aire y continuó hablando.
— Cuando te alejes, podremos negociar. A la chica no la quiero, me da igual — repuso la mujer —. Lo que queremos es dinero. Sabemos que su familia es una familia de mercaderes adinerada.
—Cuando te alejes, podremos negociar. A la chica no la quiero, me da igual —repuso la mujer—. Lo que queremos es dinero. Sabemos que su familia es una familia de mercaderes adinerada.
—Vale, solo conservémonos serenos —aseguro mientras retrocedía, envainando su bokken en el cinto y mostrando las palmas en señal de no amenaza.
—No nos iremos de aquí sin dinero, chico.
Aquella era la situación más complicada con la que había lidiado alguna vez. Cuando su vida era la única en peligro, las decisiones se reducían a simples dualidades (retroceder o avanzar, sí o no); pero con el cuello de Sora en riesgo la decisión adquiría una complejidad enorme, casi demasiado pesada para lidiar con ella… Pero no estaba dispuesto a dejar que la situación pudiese con él, se sabía responsable por lo que allí pudiese ocurrir.
—Pero pueden irse con sus vidas, que es algo mucho más valioso —contesto con una expresión cansada, como la del soldado que no desea combatir, pero que lo hará si se ve empujado a ello—: mi sensei, un ninja de elite, y yo nos topamos con los mercaderes de los que hablas. Él está con ellos en estos momentos y seguramente extrañara nuestra prolongada ausencia dentro de poco.
»Como yo lo veo, solo hay dos opciones —continuo, manteniéndose firme—: abandonan sus intenciones y se retiran, de forma que yo pueda asegurar que espante a unos asaltantes, un problema menor; o pueden insistir, seguir presionándome hasta el límite y hacerle daño a mi amiga, entonces tendrán por seguro que no saldrán de este bosque con vida.
»No sé cuál escogerán, solo sé que de una u otra forma me iré de aquí con Sora.
Las manos de la mujer temblaban, incluso cuando Kazuma se comenzó a alejar, y envainó su arma. A pesar de que un bandido debía de mostrarse sereno cuando estaba haciendo una amenaza, ella no lo estaba para nada. Eso podía darle confianza a Kazuma, o justo lo contrario: ahora mismo, el como fuese a actuar era completamente impredecible
Cuando escuchó la palabra "ninja de élite" no pudo contener el miedo que le produjo. Las palabras de Kazuma siguieron calando en ella como un cuchillo.
Pues claro que había visto que iba acompañado. Pero por otro crío. Solo eran dos críos y una familia. ¿Cómo la situación había podido irse tan al garete?
— I-imp-posible... — murmuró —. ¿Un ninja de elite? ¡Es solo un niño! E-es una m-mentira. N-no p-puedes p-probarlo.
Su agarre se aflojó un poco. Dejó a la chica en el suelo, claramente indecisa. No sabía que hacer. Su compañero, por su parte, una vez suelto, estaba tratando de arrastrarse hacia su posición.
— Suponiendo que lo fuese, ¡No me importa! ¡No podemos irnos con las manos vacías! — exclamó —. Te crees muy bueno, ¿no? ¡Pues vale! Puede que seas mejor que yo, pero desde luego, no me das más miedo que ellos.
La mujer, comprendiendo la situación, guardó el cuchillo. No tenía caso, ni iba a poder amenazarle, ni iba a poder enfrentarse al crío shinobi. No iba a malgastar su integridad física. Sin embargo, no se movió del sitio, ni se alejó de Sora.
—I-imp-posible... — murmuró —. ¿Un ninja de elite? ¡Es solo un niño! E-es una m-mentira. N-no p-puedes p-probarlo.
—¡Eh, más respeto, estás hablando de mi superior, un poderoso ninja! —objeto, elevando su tono de voz.
—Suponiendo que lo fuese, ¡No me importa! ¡No podemos irnos con las manos vacías! —exclamó —. Te crees muy bueno, ¿no? ¡Pues vale! Puede que seas mejor que yo, pero desde luego, no me das más miedo que ellos.
Kazuma escucho y una leve confusión se apodero de él; miro los alrededores pensando que la mujer quizás estuviese viendo algo que él no, algo que pudiese resultarle aún más amenazante.
—Me estas subestimando... Dime, ¿qué puede ser más peligroso y atemorizante que un shinobi con voluntad de matar?
Kazuma no pareció comprender a lo que la mujer se refería (cosa lógica, puesto que en esa situación, realmente faltaba el contexto).
—Me estas subestimando... Dime, ¿qué puede ser más peligroso y atemorizante que un shinobi con voluntad de matar?
La mujer bufó.
— Shinobis. Creéis que sois el ombligo del mundo — exclamó, después, se cruzó de brazos —. Mira, niño, no es nada que te incumba. Hay gente peligrosa que espera que paguemos nuestra deuda, y si eso no pasa, no quiero pensar en lo que nos harán.
» ¿Voluntad de matar? No me hagas reír. Como si la muerte fuese lo peor que hubiera en este mundo.
Lo cierto es que, a pesar de tener una actitud clara de bandidos, tampoco parecían demasiado preparados. Tal y como había visto Kazuma, el hombre era corpulento, pero no sabía luchar con cerebro, y la mujer, lejos de hacer una estrategia inteliente, se había arrojado al peligro, contra el que no pensaba ni luchar.
— Shinobis. Creéis que sois el ombligo del mundo — exclamó, después, se cruzó de brazos —. Mira, niño, no es nada que te incumba. Hay gente peligrosa que espera que paguemos nuestra deuda, y si eso no pasa, no quiero pensar en lo que nos harán.
» ¿Voluntad de matar? No me hagas reír. Como si la muerte fuese lo peor que hubiera en este mundo.
Y tenía razón, tenía toda la razón de la que era capaz un ser racional, y eso hirió a Kazuma en un lugar dentro de sí que le era extraño e innominado…, pero cuya existencia era preocupante e imposible de ignorar.
—Sí, hay destinos peores que la muerte…, como el que seguramente ustedes pensaban cederle a mi amiga —acuso, con una voz cargada de una serenidad ominosa, casi repugnante.
Sabia de la existencia de reglas universales, tan poderosas en el mundo de la ficción como en la vida misma. Todos se mueven por el deseo, sea por tener más o por conservar lo que se tiene. Todo lo obtenible tiene un precio y cada quien debe velar por el pago de su propia voluntad. En aquel aspecto sentía verdadero respeto por aquellos bandidos, que, aunque fuese de forma tonta, buscaban cumplir su voluntad. Y puede que la salvación les estuviese ofrecida a precio razonable, pero él no estaba dispuesto a pagarlo, quizás un héroe buscara la manera, pero Kazuma no era un héroe.
—Tienen hasta mi cuenta de tres para desaparecer —sentencio, mientras se giraba y les observaba con aquella serenidad repulsiva—: Uno…
La decisión tenía que tomarse y se tomó: el deseaba mantener a salvo a Sora, y el precio a pagar debía de ser la vida de aquellos bandidos… Lo demás, no importaba, o le era indiferente.
—Sí, hay destinos peores que la muerte…, como el que seguramente ustedes pensaban cederle a mi amiga —acusó el genin.
La mujer levantó las manos, en gesto de defensa.
— ¿Pero quién te crees que somos? ¿Traficantes de órganos? ¿Vendedores de esclavos? Ibamos a pedir un rescate. Los mercaderes son de aflojar la pasta facilmente, niño. Esta chiquilla habría estado en casa para el día siguiente, y no estoy exagerando — murmuró la mujer, aunque podría ser real o no.
-- Mujer...calla... — dijo el hombre, quien ya se había arrastrado hasta ella. Intentaba levantarse a duras penas.
Kazuma no se vio sorprendido ni se inmutó en su decisión.
—Tienen hasta mi cuenta de tres para desaparecer. Uno…[/color]
Ambos se miraron entre ellos. El hombre pareció que fuese a decir algo, pero estaba demasiado agotado. La mujer no tenía ganas de pelear. Observó a la chiquilla, y comprendió que no merecía la pena arriesgarse. Aunque pudiera con ese niñato, si es verdad lo que decía y había otro ninja (aunque fuese de menor rango) tendrían problemas. Había sido una decisión estúpida el pelear con él, y serían reprendidos por ellos.
—[sub=slategray]… Dos…
— Nos vamos — dijo la mujer, y agarró al hombre. — ¿Qué... mujer qué haces? — repuso el otro, pero no tuvo tiempo. — Calla y camina.
Para cuando Kazuma llegó a cero, aun no se habían ido. A decir verdad, el chico había exigido demasiado: el hombre estaba demasiado herido como para caminar, y la mujer no podía ir muy rápido cargandole, por más que se esforzasen. Tres segundos eran imposible. Más bien les pilló de camino a la desaparición. La mujer, cargando al otro, trataba de alejarse con su mayor esfuerzo, sudando y enrojecida, lejos de Sora y de Kazuma.
Aun así, si que consiguió su objetivo: El cuerpo de Sora ya estaba a salvo. Digamos que si hubiera contado cinco, cuando hubiera llegado a cero, se habrían desvanecido al primer matorral.
Pero Kazuma no sería tan cruel como para asesinar a alguien desarmado que esta intentado huir, ¿verdad?
El cuerpo de Sora yacía sobre la hierba. Curiosamente, estaba rodeado de flores, como si hubieran surgido para arroparla. Parecía intranquila, pero respiraba. La chica estaba bien y no había sufrido daños. Quizá se había llevado un golpe, quizá la habían dormido de otro modo.
Sobre su regazo, había una pequeña tarjeta rectangular, cuyo papel era de la misma textura y color que un pergamino. En él, había una simple "N", escrita en tinta.