(C) La compañia de la Espiral

[Sasagani Yota]

— Bien, vamos pues

El tipo recogió la escalerita en vistas de que Mei no lo había hecho y luego tras un saludo al ninja que seguía vigilando la entrada tomó las riendas que estaban atadas a la cabeza del zopenco que iba a tirar del carruaje y del medio de transporte que iba a tener que usar la Aburame en los próximos días.

— ¡¡Ahre!!

Zas. Un golpe seco de rienda y aquel chillido bastaron para que el animal se pusiera a anda y, gracias a ellos las ruedas de aquel vehículo empezasen a girar, propiciando el movimiento del carro. Pronto saldrían de la Uzushiogakure natal de la Aburame, aunque no del viejo que iba haciendo gárgaras con los mocos que iban aflorando su garganta. De vez en cuando los soltaba hacía un lago.

— Y, bueno, dime... ¿cómo te llamas, pequeña? Tu sabes quién soy yo, pero yo no tengo ni pajolera idea de quién eres

[Aburame Mei]

Mi cliente tuvo la amabilidad de reacomodar la escalera puesto que en el momento en que me senté se me pasó totalmente por alto, no le di mucha importancia al asunto tampoco, lo único que me importaba era empezar el viaje lo antes posible, y así se hizo, la carreta empezó a moverse con el golpe de las riendas.

Hice una pequeña mueca de asco al escuchar el gorgojeo de su garganta, al parecer se estaba pudriendo por dentro, quizá exageraba, pero el ruido era bastante estruendoso.

— Y, bueno, dime... ¿cómo te llamas, pequeña? Tu sabes quién soy yo, pero yo no tengo ni pajolera idea de quién eres

—Cierto, que descortés he sido— pronuncié rápidamente un poco avergonzada —. Soy Aburame Mei, un gusto— desde mi posición hice una reverencia.

«Un momento... ¿No me había presentado ya?» recordé que antes de hacer entrega del pergamino ya le había dicho mi nombre «será la edad...»

—¿Cuánto tiempo cree que nos tardemos?— pregunté, sobre todo para continuar la conversación.

[Sasagani Yota]

—Cierto, que descortés he sido— pronuncié rápidamente un poco avergonzada —. Soy Aburame Mei, un gusto

Efectivamente, ya lo había hecho, pero un cuerpo viejo y cansado por desgaste de la vida tiene sus cosas y sus deterioros. En el caso de Toba le había afectado en la memoria.

—¿Cuánto tiempo cree que nos tardemos?

— ¿Acaso eso importa? — dijo el anciano que entre sus muchos defectos, uno de los que más afloraban era el decir las cosas tal cual las pensaba y eso le convertía en una persona frecuentemente desagradable — Solo espero que no tuvieras planes para mañana

Suspiro profundo mientras lanzaba una mirada al cielo.

— Yo no soy el único viejo de esta compañía, muchacha. Este podenco y yo hemos compartido muchos viajes.

Siguieron avanzando durante un tiempo hasta que pudieron divisar una de las tantas pequeñas y remotas aldeas de las Planicies del Silencio.

— Bien, iremos a descansar un poco allí

El viejo señaló con la punta de su dedo la aldea y apremió al animal con un nuevo golpe de rienda.

[Aburame Mei]

El viejo parecía un cascarrabias, y respondió con una respuesta natural de personas de su edad, ¿acaso no importaba? Para mi sí importaba saber cuanto tiempo demoraríamos, por lo menos tentativamente —. No se preocupe, mis prioridades ahora mismo es llevarlo a salvo a su destino.

— Yo no soy el único viejo de esta compañía, muchacha. Este podenco y yo hemos compartido muchos viajes.

—¿No sería ideal que tuviese un ayudante?— inquirí, esperando que mis palabras no sonasen ofensivas.

El viaje transcurrió en calma hasta que las aldeas de las planicies del silencio comenzaron a presentarse, una tras otra surgieron, mis ojos curiosos fueron buscando indicios de algo anormal, incluso de cuando en vez me asomaba hacia atrás, viendo sí alguien más venía.

— Bien, iremos a descansar un poco allí

—Es justo y necesario— sonreí siguiendo el índice de mi cliente. Teníamos un buen rato sentados, seguramente tendría mi trasero plano

[Sasagani Yota]

—¿No sería ideal que tuviese un ayudante?

— Para eso te contraté, para que vigiles mi lento y pesado culo, no para que me vayas diciendo lo que tengo o no que hacer

El viejo no volvió a abrir la boca hasta que llegaron a la aldea indicada previamente. Era pequeña y por las calles apenas se veía un alma. El típico lugar prácticamente inhabitado. Lo que estaba claro es que por las calles no había ni una sola alma. Toba anclo el cabezal del pondenco a una valla de madera designada para dicha función.

— Vas a tener que quedarte aquí hasta que resuelva unos asuntillos y vigilar nuestro amigo y la carga del carromato, ¿Podrás hacerlo?

El viejo esperaría por la respuesta de la muchacha, no sin antes lanzar un buen escupitajo al suelo para luego aclararse la garganta. REalmente daba la sensación de que por dentro estaba podrido.

[Aburame Mei]

— Para eso te contraté, para que vigiles mi lento y pesado culo, no para que me vayas diciendo lo que tengo o no que hacer— respondió con un deje de amargura, bueno, mucha amargura, seguramente se trataba de la edad, me mantuve en silencio, no quería seguir haciendo comentarios incómodos que llevasen a ese tipo de respuestas.

El silencio reinó hasta que llegamos a la aldea, era humilde, pequeña, se encontraba casi desolada, por no decir que estaba totalmente abandonada, con la excepción que noté la presencia de un par de personas, pero nada más. La carreta se detuvo y el anciano la aseguró a una valla de madera.

— Vas a tener que quedarte aquí hasta que resuelva unos asuntillos y vigilar nuestro amigo y la carga del carromato, ¿Podrás hacerlo?

—No habrá ningún problema, pero sí se aleja mucho no podré vigilarlo— advertí, aunque supuse que él ya lo sabía, no quería contrariarlo nuevamente, no obstante, hace unos minutos acababa de decir que también era mi deber cuidarlo a él.

Evité un contacto directo con el gargajo que acababa de escupir, pero el ruido que emitió era suficiente para causar aquella sensación de asco en mi. Posteriomente me posaría sobre la vaya, sí esta me lo permitía, hubiera optado por pararme sobre la mercancía que trasladaba pero no sabía a ciencia cierta de que se trataba por lo que preferí prevenir. Sí lograba posarme en aquel punto vería a la periferia, buscando alguna presencia cercana, y también seguiría el rumbo de Toba.

«Que lugar tan peculiar para tener asuntos que resolver»

[Sasagani Yota]

— ¡Estupendo! — hizo chocar sus manos sonorizando la vacía calle con una gran palmada — Estaré de regreso en un periquete

Se dio media vuelta y enfiló las escaleras de madera que, a cada paso rechinaban una nueva vez. TRas la plataforma abrió la puerta de aquel edificio de 2 plantas que ocupaba casi toda la manzan en su totalidad.

Allí estaba la joven kunoichi que terminó por cruzar la mirada con el podenco, el cual, tras mantener el contacto visual durante unos pocos segundos, relincho como si hubiera visto algo especial. Sin embargó, en la cabeza de Mei había una cosa muy clara, más allá de la orden que había recibido, primero cuandos e le entregó la misión, luego cuando el viejo le dijo que vigilase el carro y, por ende, la mercancía. No, lo que Mei tenía en la cabeza era... ¿qué diantres había bajo la tela? ¿qué demonios era lo que estaba protegiendo en aquellos precisos instantes? Un sentimiento de curiosidad empezaba a apoderarse de sus entrañas.

Por otro lado, también la carcomía por dentro otra cuestión. ¿Qué estaría haciendo el tal Toba? ¿estaría bien? Ni siquiera desde aquel lugar podía escuchar lo que sucedía en el interior de aquel edificio, el cual tenía el distintivo de hotel. Lo más probable era que estuviese ordenando un par de habitaciones, o una doble para reducir gastos pero entonces... ¿por qué tenía que esperar en la calle?

La cabecita de la gennin tendría que decidir rápidamente: Descubrir que había bajo la tela del carromato o ir a comprobar que estaba sucediendo dentro del edificio.

Defecto activado: la curiosidad mató el gato

[Aburame Mei]

Toba se perdió en el gran edificio que tenía justo al frente, ahora me encontraba sola, bueno casi sola, conmigo se encontraba el podenco, él y yo, todo estaba tranquilo, en aparente silencio hasta que este relinchó y evidentemente llamó mi atención, estuve un par de segundos observando todo a nuestro alrededor, pero no parecía que ocurriría nada excepcional.

Lancé una mirada al bulto de mercancía que debía cuidar y entonces empezó a aflorar la duda en mi interior.

«Toba-san ha sido muy reservado con lo que transporta» miré nuevamente al edificio, estaba tal cual hacía dos segundos «¿Qué estará haciendo allá adentro?» sí corría con un poco de suerte podría matar a dos pájaros de un solo tiro. Me encontraba a contrarreloj, y en mi mente sabía lo que tenía que hacer, solo tenía que evitar que me encontrasen con las manos en la masa.

Salté hacia el suelo y me posé por la otra parte del carruaje, escondiéndome por sí acaso Toba salía inesperadamente, puse mi mano sobre la lona que cubría la mercancía y entonces palpé, buscando la consistencia de lo que escondía y luego busqué un borde que estuviera desajustado para echar un ojo.

[Sasagani Yota]

Al final, la genin tomó la decisión aparentemente más sencilla y que, a fin de cuentas, le permitía seguir las órdenes que había recibido que era vigilar el carro. Además, solo sería una miradita inocente, nada podía salir mal, ¿verdad?

Al menos una idea la tenía clara, había que ser rápido y no entretenerse demasiado. Toba podría salir en cualquier momento y, conociendo a ese viejo verde gruñón, seguramente que le sentaría mal ver que la gennin que había contratado para protegerle husmeando bajo la lona de su propio carro.

Mei posó su mano y pudo notar cientos de piezas pequeñas, quizás del tamaño de la palma de la mano, eran duros, probablemente de plástico o algo así. Quizás madera, pero su superficie parecía regular y eso era algo que era difícil de emular para la madera. De hecho, parecían que eran palos, como he dicho antes, pequeños, del tamaño de una mano abierta, no más.

Obviamente, aquello podían ser muchas cosas, pero para realizar la última criba y saber qué diantres se transportaba, Mei hizo un último intento en el que levantó la lona de forma muy sutil para tratar de ver, pero estaba demasiado oscuro allí abajo. Si quería ver con sus ojos lo que había allí debajo iba a necesitar apartar la lona un poco más y ser menos discreta.

El podenco volvió a relinchar, esta vez con más fuerza, como si estuviera pidiendo algo.

[Aburame Mei]

Mi mano palpó varios objetos de consistencia dura, posiblemente de madera o plástico, quizá de algún material gomoso, se sentían lisos y alargados, alguna especie de varilla, mini varillas mejor dicho.

«¡Rayos!» pensé al notar que no veía nada.

El animal relinchó exigiendo atención, por un momento me asusté, pensé que venía el viejo, lancé una mirada rápida hacia el lugar en dónde se adentro mi cliente —. Tranquilo, debes tener algo de sed, ahora te doy un poco de agua— le dije al podenco esperando a que se se tranquilizara.

Volví a lanzar una mirada rápida a mi alrededor, viendo que no hubiera nadie y entonces, destape la lona lo suficiente para que la luz del sol me revelase su contenido.

[Sasagani Yota]

—. Tranquilo, debes tener algo de sed, ahora te doy un poco de agua

El caballo la miró con la mirada perdida. Simplemente parecía cansado y probablemente lo único que buscase fuese un buen montón de paja o algo que se pareciese a un lecho para tumbarse y dormir.

Por su parte, la kunoichi en vistas de su curiosidad optó por comprobar que seguía sola y así fue. Como mucho alguna mota de polvo revoloteando por encima de la lona, pero poca actividad más. Puso la mano encima del elemento que cubría aquello por lo que la muchacha estaba allí, escoltando al viejo verde de Toba. Estaba lista para destaparlo y...

Pasos. Y ruido. Provenían de edificio en el que se había internado su cliente. Volvía a llegar un momento de aquellos críticos. Toma de rápidas decisiones. Mei debía escoger qué hacer.

[Aburame Mei]

El animal lanzó una mirada perdida hacia mi, se mantenía ajeno a lo que realmente pasaba y a mis intenciones, afortunadamente me encontraba totalmente a solas, mi corazón latía un poco más rápido, mi piel se había erizado un poco, lo único que pude notar fue el polvo levantado por el viento y poco más, no había moros a la costa.

«¡Rayos! ¿Es enserio?» me dije al escucharlos que provenían del edificio, no lo pensé mucho, probablemente tendría el resto del viaje para saber que era lo que transportabamos pero no me esperaría tanto tiempo, levanté el pedazo de lona lo suficiente para que la luz de exterior me aclarase la vista y me revelase el secreto de Toba.

Una vez viera lo que escondía el viejo me apresuraría a dejar todo en su orden, o por lo menos que así pareciera. Salí rápidamente rodeando el equino —¿Toba-san?— lo busqué con la mirada.

[Sasagani Yota]

Deber o tentación, deber o tentación... Aburame Mei se encontraba precisamente en esa encrucijada. Se podría decir que notaba el pulso como palpitaba en su piel, como si la sangre hiciese vibrar los vasos sanguíneos y estos transmitieran la vibración hasta la superficie.

Finalmente, la gennin tomó su decisión. Si Toba le hubiese dicho lo que llevaban allí dentro ahora no se encontrarían en esta encrucijada. Con la inestimable ayuda de su mano, apartó la lona e hizo levantar el polvo depositado en ella, descubriendo una cantidad importan de palos de plástico de distintos colores — en realidad habían de todos los colores posibles, incluso en distintos tonos, pasando del mate hasta el brillante — y con forma de genital masculino. Mei, incluso, pudo advertir que tenían un conducto en su base para insertar algún tipo de artilugio. Pero entonces recordó que debía ocuparse de aquellos pasos...

— ¡¿Pero qué narices haces?! Te dije que esperaras aquí, no que urgases en mi carreta

El hombre maldijo algo por lo bajo. si hubiese tardado tan solo 5 segundos más, Mei se las habría apañado, pero invirtió demasiado tiempo en descubrir lo que se escondía bajo la lona.

— Anda, tira antes de que me arrepienta. Pasaremos la noche aquí

Por lo visto los pasos eran del propio Toba, que había pillado con las manos en la masa a la gennin. Iba acompañado de un hombre que rápidamente tomó la rienda del podenco y se llevó el animal y la carreta, probablemente hasta algún lugar donde el animal pasaría la noche y la mercancía estuviese segura. Toba caminaba de regreso hasta el interior del edificio.

[Aburame Mei]

En mi mente lo tenía todo planificado, como me escabulliría saliendo airosa de la situación, lo que no me esperaba era la mercancía que tenía aquel vejestorio bajo la lona, era figuras plásticas, podría ser de goma, pero no me atreví a tocarlos, su forma... Eran de diferentes tamaños y colores!

«¿¡¡QUÉÉÉÉÉÉ!?» rugí internamente, mi rostro se enrojeció como un tomate y retrocedí incrédula, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Nada me hubiera preparado mentalmente para lo que descubrí «¡Oh no, ahí viene!», pero era muy tarde, toba esta practicamente a mi lado, me había conseguido con las manos en los penes.

—¡Na-Nada!— grité sorprendida a la par que daba un pequeño salto hacia atrás, me encontraba avergonzada. Me quedé en silencio esperando a que Toba me reprochase algo más, que cancelase la misión, solicitase otro acompañante o algo similar, afortunadamente nada de eso sucedió.

— Anda, tira antes de que me arrepienta. Pasaremos la noche aquí

—¿Aquí?— repetí, tratando de que el tema de la conversación marchase por otro rumbo —.De acuerdo, vamos— noté como se aproximaba otro hombre que se encargaba del animal y de la carreta, apresuré el paso para no quedarme atrás, directo al edificio.

«Que encargo más raro... ¿Quien podría querer robarse unos... ¡uno de esos!»

[Sasagani Yota]

— Sí, aquí, ¿hay algún problema? — dijo con un cierto tono desafiante — si lo prefieres puedes dormir en la calle

Con Mei o sin ella, Toba seguiría avanzando, atravesando la puerta que daba lugar a la recepción de aquel hotel. Era un lugar bastante sencillo, hecho con paredes de madera y el suelo rellenado con baldosas frías y gfrisáceas. La verdad es que el gusto brillaba por su ausencia. Tampoco había mucha cosa que considerar como adorno.

Un tipo vestido de blanco estaba esperando a Toba para guiarlo hasta su habitación, llevaba en su mano un par de llaves. Subió las escaleras hasta el piso superior y se detuvo hasta una puerta que tenía impreso el número 33. Allí hizo entrega de una de las llaves a Toba.

— Esta es la su habitación, señor. que pase una buena noche y disfrute de su estancia

— Bien — Toba lanzó una mirada hacia Mei — Intenta no meterte en líos y estate preparada mañana a las 8 en punto para partir

El encargado del hotel miró también a Mei cuando el viejo cerró la puerta de la habitación y accedió a su interior.

— ¿Me acompañas hasta la tuya?

Fue entonces cuando la gennin pudo darse cuenta de la notoria cicatriz que cruzaba la nariz del encargado en diagonal, de arriba a abajo y de izquierda a derecha.