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”Eres demasiado impaciente niña. Espera siempre un tiempo prudencial antes de abandonar tu escondite” le había dicho siempre su sensei mientras entrenaban. Y exactamente eso hizo la joven kunoichi, dejando que las voces y pisadas del pasillo se extinguieran por completo antes de dejar caer la colcha al suelo para después saltar sobre ella delicadamente, amortiguando de esa manera el posible ruido, aterrizando sobre sus manos y sus pies antes de incorporarse.
-Por el bien de la aldea esos niños necesitan una señora paliza - dijo para si misma tirando la colcha a una de las camas. Al menos estaba claro que el cuaderno estaba en aquella habitación y que la versión de aquellos niños era cierta. - Solo me queda saber dónde es “acá” o al menos quién robó el dichoso cuaderno- gruñó pensando en su mala suerte manteniéndose lejos de las ventanas por si alguien la veía desde fuera.
Se arrascó la cabeza pensativa unos instantes mientras paseaba la mirada por las mesillas de noche. -A no ser… - se dijo a si misma pensando en la posibilidad de que ese acá no implicara al cuarto en el que estaban si no el armario donde se estaba cambiando, por lo que se dirigió al mismo para mirar en su interior.
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A veces es bueno ser intuitivo, pero a veces el presuponer de más tampoco es productivo.
La Sarutobi escudriñó el armario, pero se daría cuenta de que tal y cómo pensó al inicio, en aquel lugar no se hallaba el mentado cuaderno. Si bien las palabras de los niños sembraron la duda en ella, al final terminó por equivocarse y no seguir con su idea inicial. Podría buscar entre todos los pantalones y camisas, que ahí no había ningún tipo de escrito. De hecho, se toparía con todo menos lo que buscaba. Desde una revista con modelos en traje de baño, pasando por dulces de contrabando hasta un Fūma Shuriken que obviamente no debería estar en manos de los novatos. Y aún con todo el material ilegal que parecía haber ahí, no se encontraba el mentado cuaderno.
Quizás ella ya tenía una pista, pero la distracción de los genin la hizo olvidarse de lo que su instinto le había indicado. ¿A dónde la llevarían sus corazonadas entonces?
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~Ausente los fines de semana~
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Abrió el armario con cierto respeto, tal vez todas las historias sobre el cuarto de los chicos se acumulaban allí dentro de manera agónica, nauseabunda y apestosa. Pese a que lo que estaba allí guardado haría que la mitad de aquellos pequeños diablillos limpiara los baños de la academia durante el resto del semestre, no aparecía la única ilegalidad que ella buscaba en aquel momento. Todavía se atrevió a mover algunas de las revistas antes de desestimar seguir mirando ante el riesgo de achicharrar aquel armario con todos sus usuarios dentro.
-Pues volvamos al plan inicial - se dijo cuidándose de no pasar cerca de las ventanas, creando posibles figuras o sombras de un inoportuno observador externo. - Si vuelvo a encontrar alguna de esas revistas voy a hacer una candela con alguno de esos críos.- se susurró a si misma empezando a revisar cada una de las mesillas de aquellos monstruitos “Veinte camas, veinte mesillas ” se dijo a si misma dándose ánimos no queriendo dilatar aquella incursión demasiado tiempo, las clases de la academia podían pasar realmente rápido cuando no querías que terminaran.
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Dentro de las gavetas de cada mesilla, encontraría un mundo distinto y único. Juguetes, ropa sucia que no debería estar en el sitio, cuadernos de esos que supuestamente se los comió el perro, incluso una manzana podrida y seca desde hace ya mucho tiempo. El raro fue el que estaba ordenado y limpio, pero aún así tras revisar las veinte mesas, ninguna tenía el cuaderno de anotaciones en ella. ¿Dónde iba a estar?
Lo curioso del asunto, es que estaba más cerca del objeto de lo que creía. Lástima que ahí no hubiese nadie para decirle que tan caliente o que tan frío estaba, aunque con el tiempo contra el reloj no era tiempo para un juego como ese. Ya había escudriñado el baúl, el armario y las mesillas. ¿Que otro lugar quedaba por revisar? La zapatera, cómo ella recalcó, no tenía nada. El tiempo perdido buscando en los demás sitios no iba a regresar, pero si que podría acarrearle consecuencias.
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~Ausente los fines de semana~
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“Tranquila. Concéntrate. Mantén el control… ” se recordó a si misma tras buscar en todas las mesillas y no encontrar el dichoso cuaderno. Posiblemente había encontrado en aquella habitación de todo menos el dichoso cuaderno. Se prometió a si misma lavarse los ojos cuando saliera de aquel manicomio a ver si así se olvidaba de algunos de aquellos horrores.
Ni siquiera sabía cuanto tiempo podía permanecer allí todavía, lo que si sabía es que en aquel tipo de misiones cualquier acción que alargara el tiempo dentro del cuarto podía ser fatal. Suspiró intentando calmarse mientras observaba el cuarto. Era una idea horrible pero no tenía muchas más ideas. La pelirroja se acercó con pies ligeros a la primera cama, levantando el colchón, observando el espacio entre este y el somier. Al fin y al cabo era su lugar favorito para guardar sus chuches cuando era pequeña. Se dijo a si misma la kunoichi palpando la parte inferior del colchón por si habían ocultado el dichoso cuaderno en el forro. Solo quedaba hacerlo con las otras 19 camas, así que la pelirroja solo perdía el tiempo justo para que no fuera realmente evidente que alguien había levantado con poca paciencia el colchón.
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Quién lo diría. Que aquella simple misión se acabase de convertir en un infierno personal para la joven Sarutobi, una odisea poco más que fantástica y casi ridícula pero cuyas consecuencias podían ser más graves de lo que alguien pudiese llegar a creer. Tras no encontrar nada en los lugares apropiados, se aventuró entonces a buscar bajo los distintos colchones el ansiado cuaderno.
Es así, que mundos aún más extraños y únicos estarían ante sus ojos. Bajo la primera cama, calzoncillos viejos sin lavar, bajo la segunda, un tesoro de puro oro en chocolates. La tercera tenía una suerte de muñeco raro de tela con alfileres, que sepa judas para que serviría. Algunos dirían que el cuatro es de mala suerte, pero no sería así en el caso de Hikaru. En la cuarta cama hallaría el susodicho cuaderno de notas del profesor, junto a otros que parecían ser de niños de otras secciones por las etiquetas en ellos. Aparentemente el del sensei no era el único que había sido robado.
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~Ausente los fines de semana~
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