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23/09/2019, 23:36
(Última modificación: 8/10/2019, 22:47 por Amedama Daruu. Editado 3 veces en total.)
En algún momento del Otoño de 219...
Amekoro Yui observaba, ceñuda, el pergamino de la misión que estaba a punto de entregar. «¿De verdad me han pasado a mí este rollo? ¡Es una misión de rango D! ¡De las más triviales! ¿No podían encargarse los de abajo? ¡A ver si voy a tener que bajar yo a poner las cosas en su sitio!» La realidad era que a Amekoro Yui, con la lluvia de Amegakure recorriéndole las venas y los rayos de la tormenta en los ojos, nunca le habían gustado las misiones de rango D. Eran un mal necesario, pero ella sabía de sobra que sus genin estaban preparadísimos para todo tipo de tareas más apropiadas para un ninja. Sí, la mayoría del tiempo eso era una verdad a medias. Pero Yui, en sus tiempos de aprendiz, había sido una de esas kunoichi.
De todas formas, hablando personalmente con el genin podría hacerle confidente de algún que otro asunto que convenía no llegase a oídos indiscretos por el momento. Para que estuviese atento cuando viajase ahí fuera. Matar dos pájaros de un tiro. Para aquella ocasión, había decidido llamar a un joven con resultados más que prometedores durante la Academia pero con todavía bajo historial de misiones. Se encargaría de poner en vereda a las nuevas generaciones, al menos por hoy.
La puerta se abrió, y Yui exhibió una de sus sonrisas más escalofriantes, mostrándole aquellos dientes afilados como el borde de dos sierras.
— Buenos días, Kisame-kun. —La Arashikage recorrió con sus dos ojos azul eléctrico al joven de arriba abajo. Tenía un aspecto... «...lamentable»—. Toma asiento —dijo, extendiendo la palma de la mano derecha hacia la silla, de madera y de aspecto cómodo, que había colocado frente a su escritorio. Kisame no pudo evitar darse cuenta de que la mesa había sido reparada varias veces. Había grietas y restos de pegamento.
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Después de vivir varias cosas intensas, aquel día se encontraba relajado en su casa. No tenía intención de hacer nada esa mañana, era su rato de descanso, aun así, se acercaría al edificio de la Arashikage para coger un pergamino que intentaría resolver por la tarde. Salió de casa con su habitual calma, de camino a recoger su pergamino. No pensaba en nada, simplemente en que le apetecía descansar un par de horas...
Hoy era el día de descanso de su padre, así que le gustaría compartir algún rato con el después de tanto tiempo. Quizás así podría empezar a llevarse mejor con él. Entre tanto, sus pasos se acercaron al edificio de la administración. Hoy, el turno era de Yuji, el cual estaba sentado en la silla de recepción con un gesto aburrido. Al verle entrar, se enderezó en la silla y se dispuso a hablarle.
-Oh, Taka Kisame? Creo que la Arashikage te ha llamado -Dijo, para después encogerse de hombros.
En aquel momento, Kisame se esperó lo peor, nunca había estado en el despacho de la kage y la verdad es que le daba algo de miedo el hecho de que le llamara. Al menos esperaba que no fuera para nada malo, no solía ser habitual que se llamara a un genin como él. Es cierto que su padre había ido en repetidas ocasiones para recibir misiones de alto rango, pero para él era la primera vez. Asintió y se puso en camino.
-Gracias Yuji, voy para allá -Comentó en tono frío tras hacer una leve reverencia y dirigirse hacia el despacho. Mientras emprendía el camino varias cosas se le pasaron por la cabeza, pero resolvió que lo mejor era esperar a ver que necesitaba de él antes de hacerse teorías absurdas que no llevaban a ninguna parte. Así que, una vez llegó a la puerta, la abrió con timidez y se asomó, para recibir el saludo de la kage. Le mandó tomar asiento y se fijó en la silla, pero no pudo evitar darse cuenta de que aquella mesa había sido reparada en repetidas ocasiones... Tragó saliva intentando aparentar estar tranquilo.
-Buenos días señora Amekoro, qué necesita? -Dijo una vez estaba sentado con toda la educación que tenía, intentando evitar ese característico tono frío suyo, para evitar cualquier problema.
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Como polillas que vuelan hacia la luz, una vez más se atrevían a calificarla como señora. Quizás como muestra de respeto, pero a ella, a todas luces, siempre le sonaba a burla. ¿Tan mayor se creían que era? «Puedo arrancaros los huevos con una sola mano, mequetrefes de sangre seca». Lejos de lo que haría una persona normal cuando se enerva, Yui marcó la sonrisa aún más si cabe, divirtiéndose con el desafío, pero con una luz peligrosa encendida en los ojos.
— Para ti, siempre seré Arashikage-sama, Yui-sama o Amekoro-sama, ¿entendido? —advirtió, para inmediatamente arrojarle el pergamino de misión al pecho. Pretendía pasárselo de esa forma igual, pero evidentemente la emoción hizo que lo arrojara con más fuerza de lo normal, y dada la escasa complexión de Kisame, el golpe casi lo derriba de la silla—. El servicio de correo postal de Yukio nos ha pedido ayuda. Sólo son dos, aparentemente, y el aprendiz del encargado se ha lesionado el brazo al resbalar con las primeras heladas fuertes de otoño.
» Tendrás que sustituirle durante al menos dos semanas, si la cosa no se alarga. ¿Crees que puedes apañártelas allá en el norte?
Y si no lo creía, más le valía comenzar a tener fe, porque por los cojones que no tenía que Yui iba a mandar a aquél tirillas a Yukio para fortalecer un poco esa cara de niño imberbe de verano.
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Parecía que no le había gustado demasiado que la llamara "señora". Lo primero que se le pasó por la cabeza es que quizás tenía algún complejo relacionado con la crisis de los cuarenta. Estaba claro que era una shinobi veterana a la que le estaba costando eso de que los años pasaran. Pero cuando vio su reacción, algo le hizo "click" en la cabeza y se tranquilizó de golpe, volviendo a tener su actitud estoica habitual. Era una chica de carácter, pero se notaba que en el fondo era un trozo de pan. Seguramente tuviera esa faceta de tía dura para imponer respeto, ser Arashikage era complicado, y mas en una aldea como esta. Por el momento, el psicoanálisis se había acabado, quizás se equivocara en alguna cosa, pero estaba completamente seguro de sus deducciones a partir de sus actos.
Cuando le lanzó el pergamino al pecho, previéndose lo que iba a ocurrir, agarró la mesa sutilmente con sus pies, consiguiendo que se inclinara un poco, pero que no llegara a caerse . No lo abrió, simplemente escuchó a la Hōzuki con atención. Tenía una orden y una petición, aunque una vez más, si tenía en cuenta su modus operandi, seguramente ambas dos serían una orden, solo que la segunda estaba camuflada por una pregunta amable para hacerle sentir mejor, más a gusto o simplemente para no sonar tan autoritaria.
-Digamos que tengo que trabajar de cartero dos semanas, verdad? -Comentó Kisame con tono totalmente neutro -Entendido, supongo que será sencillo. -Concluyó asintiendo lentamente sin quitarla los ojos de los suyos.
La segunda proposición olía a otra cosa que tendría que hacer, francamente, estaba seguro de poder apañárselas. Pero quería saber a que se refería con "apañárselas", por lo que la resolución más sencilla y fácil era preguntarla sin pensárselo mas.
-Si he sobrevivido en casa de Ichiro, creo que puedo con esto -Comentó intentando bromear, pero estaba claro que no era lo suyo -Deduzco que tengo que hacer algo más allí, verdad, Amekoro-sama? -Preguntó, para después apartarse unos cuantos pelos de la cara.
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Si a Yui le había gustado la broma, Kisame jamás lo sabría. Seguía observándole con aquella sonrisa indescifrable, traviesa y casi cruel. Sonrisa que sin embargo desapareció tras la última pregunta del muchacho.
—Sólo que estés atento a las habladurías y cotilleos de la gente —dijo—. Hace un tiempo enviamos a un chuunin y a un genin a una misión porque creíamos que estaban profanando los cadáveres del Cementerio del Gobi. —La Arashikage se dejó caer sobre el asiento y se llevó las manos tras la cabeza—. Todavía no me lo creo, pero tratándose de este chuunin te garantizo que algo de verdad tiene que haber: una secta trataba de invocar un shinigami. Y lo consiguieron. Y dicho shinigami anda suelto por Oonindo.
»Los alrededores de la aldea los tenemos vigilados, así como El túnel, pero allá por las Tierras Nevadas del Norte no tenemos muchos efectivos ahora mismo. No te pido que investigues, pero tú cumple tu misión con los ojos y los oídos muy abiertos por si escuchas cualquier tipo de asunto sobre fantasmas u otros sucesos paranormales.
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En genin escuchó con atención lo que le decía la kage. Tendría que tener los ojos bien abiertos en aquella misión. No parecía que le fuera a reportar ningún problema en principio, pero después de que empezase a hablar de aquel shinigami se le puso la piel de gallina y todos los pelos de la nuca se le erizaron bajo la coleta.
-Amekoro-sama... Un shinigami?!? -El genin parecía nervioso, aunque se le daba especialmente bien disimularlo. Su voz no daba ni una pista, pero alguien perspicaz podría notar sus manos temblorosas posadas en su regazo -Mandaré uno de mis tanukis con información relevante si escucho algo extraño o si por alguna casualidad corro peligro. -Anunció con voz firme mirando a la kage.
Estaba algo asustado, pero en el fondo de su ser se repetía continuamente que no tenía por qué encontrarse con ese ser. Seguramente serían unas semanas tranquilas repartiendo el correo y escuchando supersticiones sobre cosas paranormales. No tenía por qué ocurrir nada feo o fuera de lo normal. Mientras se decía para sí mismo palabras tranquilizadoras, su mirada estaba perdida en alguna parte, detrás de la arashikage.
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—Bueno, vas a hacer de cartero, chico, recuerda. No deberías correr peligro si no te metes donde no te llaman —dijo Yui. Se encorvó hacia adelante, apoyándose sobre la mesa con los antebrazos—. Cosa que no vas a hacer, ¿entendido? Mantén los ojos y los oídos muy abiertos —repitió—. Nada más.
La Arashikage volvió a ponerse cómoda y observó con preocupación, y, por qué no admitirlo, un poco de rabia, el tembleque en las manos de Kisame, su postura rígida y en general de nuevo el aspecto enfermizo de su cara, chupada, y hasta de su vestimenta.
—El Norte es un lugar muy frío en esta época del año. Asegúrate de aprovisionarse bien y hacerte con un buen, buen abrigo para el viaje antes de salir. Venga, andando. Buena suerte.
»En el pergamino tienes más detalles sobre tu destino y un sello que te servirá de credencial en el Servicio Postal.
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26/09/2019, 16:37
(Última modificación: 26/09/2019, 16:41 por Taka Kisame. Editado 1 vez en total.)
Por un momento respiró honro y se tranquilizó cuando notó que la arashikage se había percatado de su nerviosismo. No quería quedar mal delante de ella, aunque seguramente ya fuera tarde para eso. Su padre era un buen jonin y el era un genin lamentable hasta el momento. no tenía ninguna de las características que la mandataria valoraba ni ninguna de las que caracterizaban a los mejores shinobis de esta aldea. Aquellas cosas le llevaban atormentando desde niño dichas por la voz de su progenitor. Solo quería que eso cambiase.
-Puede estar tranquila, Amekoro-sama. Quizás no sea tan rápido, tan resistente o tan carismático como mi padre, pero estoy seguro de que en un futuro podré ser un orgullo para esta aldea -Dijo nada mas percatarse de la preocupación que mostraba la Arashikage por su aspecto, con un tono frío pero que denotaba cierta seguridad en sus palabras -Estaré atento y la enviaré información como antes he dicho si considero que debe saberla de inmediato, de lo contrario, le daré el informe cuando vuelva -Concluyó, para después levantarse de la silla con cierta decisión y dirigirse a la puerta.
-Nos vemos -Dijo de forma seca justo antes de cruzar el umbral de la puerta y abandonar la sala, sin darse la vuelta ni un ápice.
Lo primero que hizo, fue ir a casa a coger una de las capas de viaje que tenía su padre para las misiones en lugares fríos. La tela era de buena calidad y gruesa, le sería de mucha utilidad en aquella zona. Dejó sus sandalias y se puso unas botas de cuero de color negro para que no se le congelaran los pies y se dirigió a la cocina para coger raciones secas suficientes para el viaje. No tardó mucho en hacerlo, no era de mucho comer y calculaba que en un día o dos estaría en su destino. Una vez tenía todo, escribió una nota para su padre avisándole de que estaría fuera un par de semanas, que le había cogido una capa y se había llevado algunos frutos secos y carne ahumada. Firmó con su nombre y dejó un par de ryos encima de la nota.
Mientras se dirigía al umbral de la puerta, su padre entró en la sala con expresión cansada. Le observó detenidamente y posó su kasa de paja en el perchero de la puerta junto a la otra que tenía de repuesto.
-A donde vas, muchacho? -Dijo con aspereza mientras le miraba de arriba a abajo.
-Amekoro-sama me ha mandado esta misión en persona, debo estar atento a lo que pueda escuchar relevante a un shinigami o fenómenos paranormales durante mi estancia de trabajo -Dijo mientras le tendía el pergamino para que lo leyera.
-Ahá... Si... Dijo mientras leía el pergamino -Vale, pero como me estropees la capa tendrás que comprarme otra, eh? -Añadió una vez le devolvió el mismo a su hijo y cogiendo de nuevo su kasa de paja se la tendió también -Llévate esto, si te pilla una nevada quizás te libre de una buena pulmonía por mojarte el pelo -Le dijo, con un tono menos imperativo y frío de lo normal y un cierto orgullo por su hijo en los ojos, que ni siquiera el mismo podría descifrar.
El genin de Amegakure asintió y, poniéndose la kasa de paja de su padre emprendió el largo camino hacia las tierras nevadas del norte para cumplir aquella misión que, a priori, parecía sencilla. Algo que tenía en mente durante el viaje era que, pasara lo que pasara, no podía confiarse.
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26/09/2019, 22:49
(Última modificación: 26/09/2019, 22:50 por Amedama Daruu.)
(Percepción 15), (Inteligencia 30) -> Dificultad 20 en ambos atributos para orientarse sin dificultades, ante falta de requisitos para hacerlo.
Resultado de 1d20 + (Percepción/10) -> 9
Resultado de 1d20 + (Inteligencia/10) -> 20
Taka Kisame partió en busca de completar su primera misión oficial como shinobi, con la enorme presión que conllevaba haber recibido el encargo de nada menos que Amekoro Yui en persona —o quizás, la terrible certeza de que sería ella la que evaluara sus resultados de forma directa—. El muchacho, confiado (quizás más de la cuenta) cruzó las puertas de la aldea y se dispuso a tomar el camino hacia Yukio. No tenía ni repajolera idea de para dónde quedaba Yukio, y de eso se acababa de dar cuenta ahora. En realidad era bastante sencillo, sólo tenía que ir hacia el norte, ¿no? Porque allá era donde le habían enviado.
Claro que...
...¿hacia dónde estaba el norte? El muchacho rebuscó en su memoria. En la Academia, una vez les dijeron que el musgo siempre crece en la cara norte del tronco de los árboles. Lo complicado iba a ser encontrar un árbol en los kilómetros y kilómetros de extensión de prados y cultivos de trigo.
¿Tenía alguna otra opción, quizás, más realista?
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26/09/2019, 23:59
(Última modificación: 27/09/2019, 00:20 por Taka Kisame. Editado 4 veces en total.)
En el camino, una vez había salido de la aldea, su cabeza comenzó a injuriarle lo imbécil que había sido. Había estado con su padre y no le había preguntado como ir? Increíble... Es cierto que podría habérselo dicho el, pero a judgar por como se comportaba siempre con el amejin, lo extraño era que lo hubiera hecho, por lo que, decidió volver sobre sus pasos y preguntarle a algún transeúnte de la calle por donde se llegaba. Si volvía a casa a preguntarle a Ichiro, seguramente se ganara una buena colleja y una reprimenda bien merecida.
Comenzó a mirar por la calle, buscando a algún candidato que pudiera servirle para indicarle en su periplo hacia las tierras nevadas. Tenía cierta prisa por llegar, por lo que, tras razonar un instante, pensó que quizás alguien anciano supiera como llegar a un sitio tan lejano. La experiencia era un grado muy valioso, era algo que creía firmemente desde siempre.
-Un momento... La señora Kata, ya está! -Se dijo a sí mismo en voz baja para después salir a todo correr hacia la casa de su madrina.
Kata era una venerable anciana retirada del mundo shinobi por un trágico accidente en una misión con su padre. Se trataba de una mujer de severa y mucho carácter, pero con muchos modales y un gran corazón. Su pierna buena, la derecha, había tenido que ser amputada y tenía una seria lesión en la espalda, lo cual, la obligaba a moverse en silla de ruedas. Había sido sensei y, posteriormente, compañera de equipo de su padre. Ella había sido quien le había educado, enseñado disciplina e incluso a manejar correctamente su chacra cuando era un crío mientras su padre intentaba ganarse la vida haciendo misiones.
Una vez llegó a la casa, tocó a la puerta con fuerza. Seguramente estuviera leyendo algún libro en otro punto de la casa y no le oiría de hacerlo con suavidad.
-Kata-sama, soy Kisame -Dijo con buen volumen, aunque sin llegar a gritar tras aporrear la puerta con su mano izquierda.
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Tal y como había previsto Kisame, la señora Taka debía estar en un punto más alejado de la casa, pues tardó unos minutos en abrir la puerta. Cuando lo hizo, el rostro se le iluminó con una afable sonrisa, seguida de una mueca de incredulidad.
—¡Vaya, Kisame-kun! —dijo—. ¿Qué te trae por aquí? ¿No vas un poco abrigado de más? ¿O es que te vas a algún sitio?
»¡Ahhh, tu primera misión! ¿No? Es un honor que te envíen fuera de la Villa en tu primer trabajo.
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(Última modificación: 30/09/2019, 02:06 por Taka Kisame.)
Kisame sonió al verlaa abrir la puerta e hizo su habitual reverencia a modo de saludo intentando sonreir, aunque no le quedaba demasiado natural a pesar de ser una sonrisa sincera. Siempre le alegraba ver a la señora Kata, aunque la viese muy a menudo, la guardaba mas cariño del que cabía esperar para ni siquiera ser de la misma familia, no así con el resto de familia de la anciana.
-Me voy de misión a Yukio, la Arashikage me lo ha pedido. Lo que quería preguntarte es qué ruta debo tomar -Dijo mientras la miraba rascándose la nuca, como algo avergonzado por no saberlo -Si se lo pregunto a Ichiro seguro que me dará una buena colleja -Añadió el de la coleta mientras la miraba.
Tras la pregunta, se quedó esperando una respuesta sin entrar a la casa ni alejarse de allí, su rostro denotaba ganas de partir, pero sus modales le impedían apremiar por una respuesta a esa persona, simplemente tendría paciencia y escucharía lo que tenía que decirle, estaba casi seguro de que alguna vez habría estado allí y sabría ir de sobra a cualquier parte de Oonindo, o al menos a casi cualquier parte. Nuevamente, la experiencia es un grado y no se permitía dudar ni un segundo de su maestra.
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La señora Kata no deshizo su amable sonrisa, y asintió en silencio mientras el chico exponía su situación. Hizo un gesto con la mano y, haciendo girar su silla de ruedas, le invitó a pasar adentro. En el salón, se acercó a un armario bajo y abrió uno de los cajones. Le tendió un rollo de pergamino atado con un cordelito verde.
—Deberías llevarte este mapa. Nunca salgas de misión sin uno, especialmente si son tus primeros encargos. Hasta que te familiarices con el país —dijo, seria—. Tómate el viaje en serio, para a descansar en Shinogi-To y levántate temprano al siguiente día, pues el viaje hasta Yukio es largo y probablemente llegarás por la noche.
»Créeme, no quieres perderte en una noche cerrada de Augurio en medio de las Tierras Nevadas.
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1/10/2019, 00:55
(Última modificación: 1/10/2019, 00:55 por Taka Kisame.)
El amejin tomó el mapa con una sonrisa en la cara. Desde aquel momento, sabía que su madrina le había salvado la vida, menos mal que había venido a verla al final... Seguramente si no lo hubiera hecho hubiera acabado muriendo congelado en alguna parte, entre la nieve y sin saber cómo salvarse ni tener quien le ayudara. No sabía si le llegaría con la comida que había cogido por lo que resolvió que le pediría un puñado de frutos secos a mayores para no quedarse corto de alimento.
-Muchísimas gracias Kata-sama, estoy casi seguro de que me ha salvado la vida -Le comentó feliz mientras tomaba el mapa y lo guardaba en su portaobjetos -Una cosa mas antes de partir, tiene alunos frutos secos? Había calculado un día y medio hasta Yukio, y he cogido comida para dos, no estoy seguro de si me llegará -Comentó con expresiónseria ahora, ya que hablaba de su propia supervivencia.
Ahora que tenía el mapa, estaba seguro de que no se perdería, y mas aún con los consejos de su madrina. Desde luego, era una mujer con experiencia y sabía muy bien lo que debía de hacer un genin para aprender las buenas costumbres de un shinobi. Era todo un orgullo tener a alguien tan sabio a su lado.
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—Ay, de verdad, Kisame-kun, esto son cosas que deberías de haber previsto de antemano —dijo la mujer, asertiva pero severa—. Deja un poco de margen siempre en tus cálculos. Claro que podrías llegar en un día y medio, ¿pero quién puede viajar durante 36 horas sin dormir? —La mujer giró ayudándose de sus manos y se dirigió a la cocina, indicando al muchacho que se quedara allí. Volvió al cabo de unos segundos con una bolsa de avellanas—. Toma, anda. Y ahora será mejor que marches, ¡no se te vaya a hacer de noche antes de siquiera llegar a Shinogi-To!
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