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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
¿Pero como se te ocurre ponerte tu al timón? Si,si,si ya se que el Jounin eres tu, pero ahora me toca echarte a mi la bronca, que el capitan de este barco soy yo.

Ioo... edóon... —Las palabras de Katsudon seguían siendo indescifrables.

Si es que el mar, a oscuras, me asusta hasta a mí. ¿Has probado alguna vez a emborracharte? Quizás te haga los trayectos mas llevaderos. A mi no me gusta mucho el alcohol, pero seguro que Datsue puede hacerte una buena recomendación

Jii oee... oe que eo peo... —Semiconsciente, Katsudon zarandeó sus enormes brazos en el aire, como si estuviera tratando de contraargumentar.

¡Anda, si está recuperando la consciencia! —Justo en ese instante Yuuna hacía acto de aparición de nuevo—. Anda, bebe un poco, Katsudon. —La mujer inclinó la botella sobre los labios del hombre, que pareció tragar sin problemas el agua—. ¿Mejor?

Cof, cof. Ejoo...

Yuuna miró a Reiji.

¿Crees que se pondrá bien?
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Supuse que Katsudon había dicho que la próxima vez intentaría lo del alcohol. Supuse, por que aún no se le entendía nada.

¡Anda, si está recuperando la consciencia! —si, aunque, seguramente no volviera a subir a coger el timón él solo nunca mas en su vida—. Anda, bebe un poco, Katsudon. —Katsudon aceptó el agua y la ayuda sin rechistar. Normal, yo también...¿Que cojones estaba pensando?—. ¿Mejor?

Cof, cof. Ejoo...

Seguro que eso era un si

¿Crees que se pondrá bien?


Seguro que sí, es un hombre fuerte, en cuanto haya tierra a la vista, estará como nuevo.

Si es que veíamos la tierra se nuevo en algún momento. Pero tenia que confiar en el barco que había respondido a mis peticiones.

Oye, antes de todo este caos... ¿Que querías decirme?

No. No me había olvidado. Y ahora la cosa estaba de nuevo tranquila y nos podíamos preocupar de otra cosa que no fuera salvar nuestras vidas del peligroso mar.
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Yuuna se sonrojó de los pies a la cabeza y miró al infinito. Luego se dio la vuelta, encarándose a Katsudon.

Te lo... diré en otro momento —contestó—. Ahora... ahora mejor no.

¿Iiií?

No es nada, Katsudon. Intenta respirar hondo y tranquilizarte, ya verás como enseguida se te pasa.

Oof.

Pasaron treinta minutos en absoluto silencio. El color iba volviendo al rostro de Katsudon poco a poco. Cuando se encontró mejor, el hombre se reincorporó y quedó sentado con la vista clavada en el suelo.

¿Estás mejor ya? —preguntó Yuuna con una sonrisa—. ¿Puedes levantarte?

Sí... creo que sí... gracias, chicos. Creía que me había acostumbrado ya, pero cuando comenzó a anochecer, se quedó todo muy oscuro y yo...

Mejor no pienses mucho en ello —se apresuró a decir Yuuna, al ver que el Akimichi estaba empezando a ponerse blanco de nuevo—. Creo que deberías retirarte a dormir al camarote.

Será lo mejor... ¿alguien puede acompañarme? Estoy un poco mareado todavía.

Yuuna miró a Reiji.

Me lo voy a llevar, y si no te importa... creo que descansaré un rato. Tú has dormido un montón, pero yo llevo todo el día despierta.

»¿Estarás bien aquí? ¿Te encuentras bien?
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Te lo... diré en otro momento —encogi los hombros. no sería algo importante—. Ahora... ahora mejor no.

—[aub=coral]¿Iiií?[/sub]

No es nada, Katsudon. Intenta respirar hondo y tranquilizarte, ya verás como enseguida se te pasa.

Oof.

En seguida se convirtio en treinta tortuosos minutos de total silencio. Solo el ruido de las olas se hacia escuchar. Solo el mar hablaba, aunque ninguno de los que estábamos allí lo entendía.

Pasado ese tiempo, Katsudon se reincorporó.

¿Estás mejor ya? —preguntó Yuuna con una sonrisa—. ¿Puedes levantarte?

Sí... creo que sí... gracias, chicos. Creía que me había acostumbrado ya, pero cuando comenzó a anochecer, se quedó todo muy oscuro y yo...

Nada hombre, no te preocupes, para eso estamos.

Mejor no pienses mucho en ello —Mejor, si, no fuese a ser que le diera otro chungo. Y moverlo era complicado.—. Creo que deberías retirarte a dormir al camarote.

Tu haz caso a Yuuna y descansa, cuando te despiertes por la mañana, seguro que ya se ve la tierra

Intente reconfortarlo un poco.

Será lo mejor... ¿alguien puede acompañarme? Estoy un poco mareado todavía.

Yuuna miró a Reiji.

Me lo voy a llevar, y si no te importa... creo que descansaré un rato. Tú has dormido un montón, pero yo llevo todo el día despierta.

Claro, descansa lo que necesites

Dije con una sonrisa amable.

¿Estarás bien aquí? ¿Te encuentras bien?

Si, como en casa. Me vendria bien algo de comer, eso si, pero cuando te despiertes ya bajaré. Tu no te preocupes y duerme todo lo agusto que puedas.
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Yuuna asintió, y junto a Katsudon, bajaron con cuidado hacia los camarotes. Sin embargo, ignorando su consejo, la chica subió media horita después con un plato de carne en conserva caliente y una botella de agua que dejó a Reiji encima de unas cajas.

Nosotros habíamos comido ya, así que pensé que... —dijo—. ...bueno, vas a estar mucho tiempo ahí, mejor que comas.

La chica comenzó a retirarse hacia los camarotes.

»En fin, tú no vas a dormir ahora de momento, pero... buenas noches, supongo.
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Casi que agradecí que Yuuna no me hiciera caso y volviera a subir con comida caliente. Por que me rugía el estomago. Es mas, tenia tanta hambre que solo de pensar en llevarme un bocado de esa comida, la boca se me hacía agua. Y eso que era comida muy simple.

Nosotros habíamos comido ya, así que pensé que... —Al menos tenia la seguridad de que dos de las tres personas del barco utilizaban eso de pensar de forma correcta.—. ...bueno, vas a estar mucho tiempo ahí, mejor que comas.

Muchas gracias

Se me tenía que notar en la cara que estaba muy agradecido por que, de verdad que me moría por comer algo.

En fin, tú no vas a dormir ahora de momento, pero... buenas noches, supongo.

Buenas noches, tu no te preocupes más por mi e intenta descansar. Y si necesitas cualquier cosas, pues... Eh... No voy a moverme de aquí... Así que... En fin, buenas noches

Me lleve un bocado de comida la boca para no hablar mas. Seria lo mejor. Para todos.
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Pasaron las horas. Unas horas largas, solitarias y oscuras en las que Reiji tuvo sin duda tiempo para pensar. Recordó, por ejemplo, que Yuuna se había quedado con ganas de decirle algo antes de que Katsudon se desmayase sobre el timón. Quizás podría haber aprovechado cuando la muchacha le subió la comida. O quizás ambos necesitaban unas horas de calma para entenderse a sí mismos.

Sea como fuere, el amanecer tardó mucho tiempo en llegar. Horas, horas y horas interminables e incontables, pues ninguno de los tres tenía un reloj. Lo único que marcaría el paso del tiempo sería el tímido sol, que comenzaba a salir por la izquierda, un poco a la retaguardia del barco.

Buenos días —saludó la voz de Yuuna, desperezándose con un bostezo—. ¿Todavía nada de tierra?
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Las horas siguientes se hicieron eternas. Lo peor no era no ver absolutamente nada en la oscuridad de la noche. No. Lo peor era el aburrimiento. Por el que aburrimiento hacia que le diera vueltas a las cosas en mi cabeza. Quizás demasiadas.

Había tenido la oportunidad de volver a preguntarle a Yuuna por lo que fuera que quisiera contarme a mí en secreto. Pero tampoco quería estar agobiandola cada vez que estuviéramos solos para que me lo dijese. Ya le saldría.

Por lo menos, entre todo aquel aburrimiento, tuve tiempo para escribir, en mi cabeza, nuevas canciones pirata. Que no canté, para no despertar a Yuuna y Katsudon. Pero las apunté todas en mi cabeza. Y cuando tuviera la oportunidad...

Cuando quise darme cuenta, el sol ya asomaba por la parte trasera del barco. Eso quería decir que si el sol sale por... Ni puta idea, no tenia una brújula, y no tenia ni idea de orientación.

Pero lo que realmente iluminó la mañana fue la entrada de Yuuna en escena, como un poderoso rayo de sol que...

¿En que carajos estas pensando Reiji? ¿Quieres centrarte en manejar el barco?

Buenos días —Sacudi un poco la cabeza para centrarme en lo que tenia que centrarme. La voz de mi conciencia tenia un poco de razón.—. ¿Todavía nada de tierra?

Buenos días. Parece que aún nada, pero bueno, ahora al menos tenemos luz, justo acaba de salir el sol

Pero lo decía por el astro en el cielo, o lo decía por...

Lo... lo... digo por el sol

Me dije a mi mismo, con las mejillas enrojecidas, aunque, en voz alta.
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Yuuna se había enrojecido de pies a cabeza. Jugueteó con su pelo, dándole vueltas a un mechón. Miró para un lado, miró para otro. Reiji aclaró lo que quiso decir, pero era demasiado tarde.

Verás, Reiji-kun... lo cierto es que yo...

¡¡JO, JO, JO, MARINEROS, TEMED!!

¡Eek! —Yuuna dio un bote.

La voz de un Katsudon risueño y completamente recuperado le hizo dar un bote y casi caerse al suelo. El hombre, con una gran risotada, avanzó hacia Reiji y le dio un buen palmadote en la espalda... que casi lo empotra contra el timón.

¡Miradme! ¡Soy un hombre nuevo! ¡No me asustan los océanos! —rio, y luego añadió en voz baja—: excepto si es de noche y no se ve un carajo, pero iremos trabajando en ello.

»Bueno, mi capitán. ¿¡Alguna novedad!?
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Verás, Reiji-kun... lo cierto es que yo...

Por fin iba a soltarlo. Le costaba, pero allí venía. ¿Que era lo que quiera decir? Nadia iba a saberlo, por que de repente...

¡¡JO, JO, JO, MARINEROS, TEMED!!

¡Eek!

De repente Katsudon había vuelto a interrumpirla. Por un lado me mosqueo, por llevaba toda la noche queriendo saber que narices quería decirme Yuuna a mi. Pero por otro lado me alegro ver al grandullón tan energético.

Tan energético que casi me convierte en parte del timón de una palmada en la espalda.

¡Miradme! ¡Soy un hombre nuevo! ¡No me asustan los océanos! —quizas se estaba viniendo muy arriba. ¿Habría probado el consejo de emborracharse?—: excepto si es de noche y no se ve un carajo, pero iremos trabajando en ello.

Me alegra ver que estás bien, Katsudon. No te imagina cuanto.

Bueno, mi capitán. ¿¡Alguna novedad!?

Nada en el horizonte todavía, grumete de agua dulce, pero mi olfato de pirata me dice que hay tesoros cerca no muy lejos, y eso significa tierra

Dije, intentando que no volviera a darle la bajona. Luego le hice una pequeña sugerencia sin ningún tipo de segundas intenciones.

Oye Katsudon, ¿Por que no preparas un buen desayuno para los tres? Ya se que no hay mucho donde elegir, pero desde que probé un plato tuyo... Todavía babeo cuando lo recuerdo.

Sin. Segundas. Intenciones.
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¡Jua, jua, jua! —rio Katsudon—. ¡Pues claro! Piensa que soy descendiente de Akimichi Daigo, ¡el Kage de la época más rolliza de Uzushiogakure! —exclamó, al tiempo que salía de la cabina—. ¡Marchando un desayuno contundente!

Yuuna y Reiji volvieron a quedarse solos, pero ahora era Yuuna la que no podía decir palabra. Como si el capitán del barco le estuviese leyendo la mente, dijo:

¡Jopé, es que ahora no puedo! —Toda roja, se tapó la cara—. ¡Que me gustas! ¡Que me atraes! ¡Que me estoy enamorando de ti! ¡AAAAAAAAAAAAAH!

Yuuna salió de la cabina corriendo.
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¡Jua, jua, jua! —rio Katsudon—. ¡Pues claro! Piensa que soy descendiente de Akimichi Daigo, ¡el Kage de la época más rolliza de Uzushiogakure! —pensé que iba a ser mas difícil. Es decir, sin segundas intenciones, claro.—. ¡Marchando un desayuno contundente!

Por suerte para mi, que NO tenia tanta prisa por saber que era lo que tenia que decirme Yuuna, Katsudon se marchó tan rápido cómo había aparecido en escena, volviendo a dejarnos solos de nuevo.

Mire fijamente a ma chica esperando una respuesta.

¡Jopé, es que ahora no puedo! —pues era el momento perfecto, Katsudon había desaparecido para cocinar y estaría entretenido un rato.—. ¡Que me gustas! ¡Que me atraes! ¡Que me estoy enamorando de ti! ¡AAAAAAAAAAAAAH!

Las palabras son mas peligrosas que la mejor espada del mundo. Allí estaba otra vez yo solo en la cabina, pues Yuuna había huido al confesarse, sin darme tiempo a responderle nada, con esa confesión atravesandome el vientre.

Quizás era lo mejor, así tendría tiempo para aclarar mis pensamientos y mis sentimientos. ¿Pero a quién quería engañar? Por que era innegable que yo también sentia algo.

Sobre todo, y la razón por la que ni tan siquiera podía negarmelo a mi mismo, es por que en ese instante notaba como el corazón estaba a punto de salirse disparado del pecho.

¿Por que me pasaba esto a mi? ¿Como me metía yo en estos líos?

Y la pregunta más importante ¿Y ahora que?

Por que tomase la decisión que tomase, estaba metido en el fango hasta el cuello.
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¿Ahora qué? Ahora Katsudon volvía con un par de platazos de carne en conserva, que era básicamente lo único en buen estado que quedaba en aquél barco. Visiblemente confundido, el hombretón dejó un plato al lado de Reiji y tan ancho como era él comenzó a devorar el suyo.

¿Qué ha pasado, chico? —preguntó—. Hace un momento estábais perfectamente y ahora Yuuna se ha encerrado en el camarote llorando.
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Katsudon no tardó en volver, con dos buenos platos de Carne. Y cuando digo buenos platos de carne, me refiero a platos contundentes de carne. Ni de coña me iba a comer todo eso tal y como tenia el cuerpo.

¿Qué ha pasado, chico? —al principio no entendí su pregunta, Pero lo que vino después fue como un bofetón en la cara. Por suerte no de verdad y no con sus manos.—. Hace un momento estábais perfectamente y ahora Yuuna se ha encerrado en el camarote llorando.

¿Como cojones le contaba todo aquel lío a Katsudon? En fin, quizás era la persona adecuada para confesar.

A ver... Resulta que...en fin, después de varios intentos interrumpidos por, digamos... "acontecimientos inesperados", Yuuna a reunido el valor para confesar que tiene ciertos sentimientos hacia mí. Despues ha salido corriendo sin dejarme responderle nada.

Por supuesto y ya que había cocinado katsudon, aproveche para comer mientras hablaba. Y por que tenía algo de hambre.

Lo cierto es que yo... en fin, no puedo engañarme, cuando has dicho que estaba llorando ha sido como si alguien me apretara el corazón con sus manos. ¿Quizás debería ir a hablar con ella? O puede que lo que necesite sea espacio... La verdad es que estas cosas se me dan muy mal...

Realmente mal. Casi tanto como hacer una serie de tres sellos manuales. Casi.

No tendrás un consejo de adulto por ahí guardado ¿no?
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¿¡CÓOOMOOOOOOOOOOO!? —exclamó Katsudon levantándose de golpe—. ¡No me fastidies! ¿Después de todo lo que ha pasado, tú y ella...? —El hombretón, genuinamente sorprendido, había sido incapaz de percatarse de las señales hasta ahora. Katsudon se olvidó de la comida —quién lo diría—, y con los brazos tras la espalda, comenzó a dar vueltas por todo el camarote—. ¿Consejo de adulto? ¡Y yo qué sé, Reiji! ¡Y yo qué sé! ¡Yo sólo sé de comida, y mi mujer también es Akimichi! ¡Ya te puedes imaginar cómo la conquisté! —rio—. Pero lo que está claro es que tienes que bajar ahí y decirle qué es lo que tú sientes, porque si no se va a quedar con la duda de saber si es correspondido o no, y ¿tú te imaginas lo que tiene que ser eso? ¡No, no, no! ¡Tú bajas y se lo dices!

»Haré el sacrificio de quedarme con el timón, capitán. ¡Su grumete siempre a su servicio!
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