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—¿¡CÓOOMOOOOOOOOOOO!? —Reacción mas que normal tal y como se habían ido desarrollando las cosas durante el viaje.—. ¡No me fastidies! ¿Después de todo lo que ha pasado, tú y ella...? —Si, exacto, a mi también me parecía sorprende que al final el barco hubiera cogido aquél rumbo. Pero...—. ¿Consejo de adulto? ¡Y yo qué sé, Reiji! ¡Y yo qué sé! ¡Yo sólo sé de comida, y mi mujer también es Akimichi! ¡Ya te puedes imaginar cómo la conquisté! —¿A quien no? Pero su con su manera de cocinar podía conquistar a cualquiera. Fuera o no Akimichi—. Pero lo que está claro es que tienes que bajar ahí y decirle qué es lo que tú sientes, porque si no se va a quedar con la duda de saber si es correspondido o no, y ¿tú te imaginas lo que tiene que ser eso? ¡No, no, no! ¡Tú bajas y se lo dices!
Mira, yo no era muy diestro en temas amorosos. Pero había sido ella la que se había declarado. En cualquier caso ¿No era yo el que tendría que corresponderla a ella? Aunque bueno, igual no funcionaba así. Yo que se. No podía pensar claramente en ese momento.
»Haré el sacrificio de quedarme con el timón, capitán. ¡Su grumete siempre a su servicio!
—Pero a la mínima que te sientas mal vienes a buscarme ¿Vale?— dije mientras salia de la cabins en dirección a los camarotes. —A la minima, eh.
Le señalé con el dedo acusatorio desde abajo antes de entrar a los camarotes.
Una vez allí, aunque estaba hasta arriba de los nervios, llamé a la puerta del camarote de Yuuna.
—¿Yuuna? ¿Puedo... Puedo pasar?
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—¡Vale! ¡Prometo intentar que a la mínima que me encuentre mal intentaré intentar ir a intentar buscarte! —mal mintió Katsudon—. ¡Tranquilo, chico, tienes una misión más importante!
Reiji descendió de nuevo bajo cubierta. Pese a que había estado llorando, según Katsudon, ahora mismo todo era silencio. Toc, toc, toc, llamó Reiji, y preguntó si podía pasar.
—¡Ahh...! Eh... bueno, v-vale.
Yuuna estaba allí, sentada encima de su cama. Cuando le vio, se limpió las lágrimas y sorbió por la nariz.
»Y-yo... lo siento por lo de antes, no sé qué me ha pasado, yo...
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—¡Ahh...! Eh... bueno, v-vale.
Que no se escuchara el llanto no significaba. Todos sabíamos llorar en silencio. Pero eso no significaba que fuera menos doloroso. La pregunta era ¿Por que? ¿Acaso era tan malo sentirse así?
Y allí la tenía, frente a mi. Pero aquello era tan difícil como hacer una técnica con sellos. O como el fuuinjutsu, esa cosa si que era difícil.
»Y-yo... lo siento por lo de antes, no sé qué me ha pasado, yo...
—Yo... Cuando Katsudon me ha dicho que te ha visto llorar... Ha sido como si alguien me agarrara el corazón y me lo apretara con fuerza...
¿Y que mas? La verdad es que estaba mas perdido que un kusajin mirando un cartel de "Prohibido combatir".
—Estas cosas no se me dan nada bien, la verdad, pero quiero que sepas que yo... Yo estoy tan confuso cómo tú.
Y por otras cosas, la verdad. Pero ese tema quería abordarlo... Mas tarde. Primero había que acalarar los sentimientos del ahora.
—No era el Sol... Esta mañana, digo. Inconscientemente hablaba de tí. Cuando, estamos cerca me pongo tenso y nervioso, y cuanto mas cerca estas de mi, mas rapido me late el corazón. Tanto que... Siento que se me va a salir en cualquier momento.
¿Como habíamos llegado a esa situación? Ni idea. No tenia la cabeza para darle vueltas a otra cosa. En realidad, el camino recorrido me daba igual en ese momento. Yo quería... Quería aclarar el ahora.
—Yo... Yo no se por que lloras o por que te disculpas después de tener el valor de confesar tus sentimientos. No lo entiendo.
Para mi era un tanto confuso que, después de confesarse, se fuera a llorar. No entendía él por que. Sin embargo.
—Lo que si sé, es que...yo siento lo mismo por tí.
¿Y era malo? Quizás. Pero igual que me había jugado el cuello insultando a aquellos samuráis, e igual que me estaba jugando la vida con aquel viajecito en barco, podía saltar a esta piscina.
Si no tenía agua en el fondo, pues bueno... Me daría un buen golpe. Por suerte aquí no me estaba jugando la vida.
O quizás si, por que con lo rápido que me latía el corazón, en cualquier momento me hacía un boquete en el pecho. Si mi corazón fuera el motor del barco, ya le habríamos dado diez vueltas a Oonido. Aunque tenia muchos mares.
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Yuuna se mantuvo callada mientras Reiji hablaba, pero se iba poniendo cada vez más y más roja. Su corazón también golpeaba su pecho amenazando por salir. No sabía lo que sentía, pero estaba claro que algo era. En su cabeza, no era lógico. Ella era una samurái, y el un ninja. Apenas se habían conocido durante unos días. Pero la química había hecho el resto del trabajo. Cuando Reiji confesó que sentía lo mismo, a Yuuna le pareció marearse. Pero aún así se acercó a él. Se quedó muy cerca, casi a unos centímetros.
La muchacha miró los labios de Reiji, y sus ojos se cruzaron. Los de ella se entrecerraron, y poco a poco, fue acercándose más y más. La piel de sus labios rozó por un instante los del shinobi...
—¡¡TIEEEEEERRA A LA VISTAAAAAAAAAAAAAAAA!!!
Yuuna se separó de Reiji y metió el pie dentro del cuenco de agua que usaba para comunicarse con el Hilo Rojo. Tropezó y cayó hacia atrás, dándose un golpetazo en la cabeza. Gimió de dolor y se tumbó en el suelo sujetandose la cocorota con ambas manos.
—¡Ay, ay, ay!
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Ella no dijo ni una sola palabra. Eso me puso un poco mas nervioso, si es que se podía, pero eso no me hizo parar.
Pero lo peor vino cuando se acerco. Demasiado cerca. Tanto que por un momento sentí su aliento sobre mi piel. Tanto que por un momento, sentí la piel de sus labios rodando los mios.
Tanto que estuve a punto de...
—¡¡TIEEEEEERRA A LA VISTAAAAAAAAAAAAAAAA!!!
Otra vez Katsudon. Las otras veces me había dado un poco igual, por que no sabia que era lo que quería decirme Yuuna. Pero esta vez si que me molesto. Por que había sido justo cuando estaba a punto de...
—¡Ay, ay, ay!
Yuuna se había tropezado con el cuenco de agua que había usado para comunicarse con el otro samurái y había caído al suelo golpeándose la cabeza y obviamente, haciéndose algo de daño.
Como cuando la asusté en el pasillo, volví a tenderle la mano para que se levantara. Aunque esta vez...
Esta vez si había dobles intenciones. Por que si aceptaba la ayuda... Si la aceptaba me tragaria toda la vergüenza que sentía en ese momento y tiraría de ella hacía mí para seguir con lo que Katsudon había interrumpido.
Era mi turno de dar un paso al frente. Katsudon no iba a robarme el protagonismo otra vez.
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18/01/2020, 21:59
(Última modificación: 18/01/2020, 22:00 por Amedama Daruu.)
Yuuna tomó su mano, y aunque sorprendida al principio, y más preocupada por su cabeza que por sus hormonas, acabó correspondiendo al beso. Ahh, el amor juvenil. Fue un beso largo, pero sobretodo un beso raro. Ella tenía todavía metido el pie en el cuenco del agua, y notaba el calor de un incipiente chichón creciendo en la parte superior de su nuca. Pero ambos recordarían aquél beso, en definitiva, como uno de los buenos.
La samurái recuperó el aliento.
—T-tendremos que hablar sobre c-cómo gestionar esto, Reiji-kun —dijo—. Ahora estoy hecha un lío, y sí, a ver, me gustas, y esto me ha gustado, y... ¡y...! —En lugar de hablar, volvió a besarle. Esta vez mandó el cuenco de agua a tomar por culo y se dedicó en cuerpo y alma a él.
—¡¡TIEEEEEERRA A LA VISTAAAAAAAAAAAAAAAA!!!
Pero el cabrón de Katsudon no pensaba dejarles tranquilos. Se separó de él, y sin saber cómo reaccionar, simplemente se partió de risa, cogiendo el uwagi de Reiji con fuerza con ambas manos.
—Capitán, creo que nos llaman.
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La cabeza me daba vueltas. Y mira que la que había recibido el golpe había sido Yuuna. Quizás no había sido el mejor momento ni él mejor lugar. Pero desde luego, oh si, desde luego había sido el mejor beso de mi vida hasta la fecha. Y esperaba que no él ultimo.
—T-tendremos que hablar sobre c-cómo gestionar esto, Reiji-kun[/color] —si, había muchas cosas de las que hablar. Habia una MUY importante de la que hablar, pero... —. [Sub=khaki]Ahora estoy hecha un lío, y sí, a ver, me gustas, y esto me ha gustado, y... ¡y...!
Pero nada de eso importaba en ese instante. Mi mundo se había empequeñecido y se había convertido en aquel pequeño camarote donde ahora recibía un segundo beso. No, el aneterior no había sido el ultimo no. Y el segundo era mejor que el primero. Mas intenso. La abracé contra mí, temiendo que en cualquier momento se desvanecerá y no fuera mas que...
—¡¡TIEEEEEERRA A LA VISTAAAAAAAAAAAAAAAA!!!
No. La voz de katsudon era bien real. Y estaba ahí para cortarme la diversión. Pero por lo manos esta vez no me iba con las manos vacías, no. Me había llevado el beso. Y mas de uno.
—Capitán, creo que nos llaman.
Escucharla reír sinceramente después de tanto tiempo hizo que se me escapara una sonrisa.
—Habrá que ir a ver. Por lo menos para saber a donde hemos llegado.
Y, aunque no quería soltarla ahora que la tenía en mis brazos, hice un gesto para que saliera delante. Por que o íbamos a ver, o Katsudon bajaba a sacarnos de allí con sus manos grandotas.
Seguí a Yuuna hasta fuera y subí a la cabina donde estaba Katsudon, y evitando mirarle a la cara, por que yo ahora estaba un poco avergonzado, le pregunté.
—¿Donde Katsudon?
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—¿Es que estás ciego, chico? —preguntó él con una sonrisa, no sin echarles un buen vistazo a los dos.
Había una isla pequeña a babor prácticamente cubierta por los bosques, y otra mucho más grande a estribor invadida por una gran cordillera central. Reiji podía ser muchas cosas. Entre ellas, el peor pirata de Oonindo. Pero algo de memoria sí que tenía, y reconoció las islas porque ya habían pasado por allí: estaban en el País del Agua, y recorriendo exactamente el mismo trayecto que habían recorrido durante la ida.
—¿Por aquí ya hemos pasado, verdad? —exclamó Yuuna con júbilo.
—Sí, Yuuna-san, sí. ¡Y vamos rumbo a las Islas del Té! ¡Conozco esto ya! —rio Katsudon—. Ahora, Reiji, si no te importa, este navegante tomará relevo del capitán por un rato. Cuando salgamos del estrecho, tengo que esquivar la Isla de los Cuervos para encarar el barco hacia Yamiria. ¡Y si me lo perdonas, atracaremos allí y olvidaremos ya los barcos para toooooda una vida!
Quizás era eso lo que más alegraba al hombretón.
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—¿Es que estás ciego, chico?
¿Ciego? Quizás esa no era la palabra. Tenia la cabeza en... Otros asuntos.
Así que, bueno, miré hacia donde se dirigía el barco. Había una isla pequeña con bosques y otra mucho mas grande que bueno, reconocí el pais del agua. Si, ese que hacia mucho, cuándo aún no conociamos a Yuuna, Katsudon había dicho que evitamos. Pero bueno. Algo era algo. Por lo menos ya estaba ubicado.
—¿Por aquí ya hemos pasado, verdad?
Ver a Yuuna alegre era...¿Maravilloso? Las dos veces que había visto su rostro lleno de lagrimtas había sido como si alguien me hubiera pateado la entrepierna. Pero claro, eso no podía decirlo en voz alta y la otra frase quedaba mas bonita.
—Sí, Yuuna-san, sí. ¡Y vamos rumbo a las Islas del Té! ¡Conozco esto ya! —Por fin, Katsudon también estaba animado. ¿Acaso se habían alineado todos los planetas a mi favor por una vez en la vida?—. Ahora, Reiji, si no te importa, este navegante tomará relevo del capitán por un rato. Cuando salgamos del estrecho, tengo que esquivar la Isla de los Cuervos para encarar el barco hacia Yamiria. ¡Y si me lo perdonas, atracaremos allí y olvidaremos ya los barcos para toooooda una vida!
Uff, la isla de los cuervos. Ese sitio tenia muy mala fama. Y las leyendas decían cosas sobre ella... Los animales me gustaban, y sentía mucho su mala fama, pero... Mejor lejos.
— Quizás es una locura Katsudon, pero... No parece que nadie nos siga, y no parece que lo vayan a hacer... ¿Por que no vamos directamente al puerto de Uzushio?
No es que me importase caminar, pero... Quizás podríamos no abandonar el barco a su suerte... Y en el fondo no era mio pero... Le había cogido cariño.
—Y no, no me importa que cojas el puesto de capitán un rato. No he dormido en toda la noche, y aunque no tengo sueño y... Y... No creo que pueda dormir, si que me vendría bien echarme un rato y descansar.
Si. Estaba demasiado nervioso como para dormir, pero al menos mi cuerpo podría descansar un rato si me tumbaba en la cama o me sentaba en una silla.
El día estaba siendo... Demasiado intenso.
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A medida que hablaba, Yuuna le daba a Reiji codazos. No paraba de dar pistas innecesarias sobre lo que había pasado en el camarote.
—Pues porque para entrar en el puerto de Uzushio necesitamos una autorización previa, si no, son capaces de hundirnos el barco —contestó Katsudon—. A no ser que se te ocurra una forma de avisarles antes de que nos acerquemos mucho, me temo que no puedo hacerte caso, chico.
—Tú lo que quieres es quedarte con el barco —disparó Yuuna, certera.
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—Pues porque para entrar en el puerto de Uzushio necesitamos una autorización previa, si no, son capaces de hundirnos el barco —Ya, pero él era la mano derecha del uzukage.—. A no ser que se te ocurra una forma de avisarles antes de que nos acerquemos mucho, me temo que no puedo hacerte caso, chico.
—Pues se me ocurre una, si.
—Tú lo que quieres es quedarte con el barco
—Si bueno, eso también. Me da penita abandonarlo, es como un buen amigo. Nos ha llevado y traido de vuelta.
O como una mascota. ¿No daba penita abandonar un perro? Pues mas o menos.
—¿Tu no puedes hacerte gigante? ¿Por que no te haces GIGANTEEEE y así los guardias del puerto te reconocen desde lejos?Eso si, fuera del barco, que ambos sabemos que puedes caminar sobre el agua.
Era un genio. ¿Verdad? Loco, si, pero un genio.
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—Si bueno, eso también. Me da penita abandonarlo, es como un buen amigo. Nos ha llevado y traido de vuelta.
— Anda, anda, no digas tonterías, cómo te vas a quedar el barco --rio Katsudon. Inmediatamente se puso serio—. Un momento, que lo dices en serio... ¡Caray, muchacho! ¡Pero... bueno! En fin, es verdad que no hay nada que te lo impida, porque técnicamente... bueno, claro, los marineros están... ya sabes, muertos.
—¿Tu no puedes hacerte gigante? ¿Por que no te haces GIGANTEEEE y así los guardias del puerto te reconocen desde lejos?Eso si, fuera del barco, que ambos sabemos que puedes caminar sobre el agua.
— ¿Pero qué dices? —protestó Yuuna—. Eso es una locura. Además, puede que haya hinchado los brazos, pero no creo que pueda hacerse gigante, gigante. Todo el cuerpo. ¿Verdad, Katsudon? ¿Verdad?
Pero Katsudon se acariciaba la barbilla, pensativo.
— Hagámoslo.
— Oye, Chae —dijo Yotsuki Raimyogan, mientras le pegaba un trago más a la botella de hidromiel pluvial—. ¿Esta mierda dices que la importaste de Amegakure?
— Ajá —contestó su hermano tranquilamente, dando después un sonoro bostezo. jugueteaba distraído con la chapa en los tablones del suelo—. ¿Qué pasa, que no te gusta?
— Tío, qué lleva esta mierda. Estoy viendo a Don.
— Ah, ¿ya volvió de la misión? Le pregunté a Hanabi-kun el otro día, y dijo que estaba bastante preocupado, que no tenía noticias su... ¿¡QUÉ COJONES!? —Uzushiogakure quedó sumida en la sombra. En la distancia, como si de un Kaijū se tratase, la enorme silueta de Katsudon les devolvía una divertida sonrisa.
— ¡¡TE LO HE DICHO!! ¡¡ESTO ESTÁ CADUCADO O ALGO!! —gritó Raimyogan, y lanzó la botella al agua, asustado.
— ¡Idiota, no es la bebida, yo también lo veo! Espera, ¿está saludando? ¿¡Pero qué cojones está haciendo!? ¿¡Ha venido a pie por el mar desde el País del Hierro!?
— ¡No, fíjate, viene un barco con él! ¡Maldito loco, no se le ocurre otra manera de avisar!
Chae se rascó la cabeza, nervioso.
— ¡Dile que pare, siempre me pone de los nervios cuando se hace gigante! ¡Imagínate que se tropieza, tío, que nos mata! ¡Voy a avisar a los del puerto para que dejen entrar a esa embarcación!
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19/01/2020, 00:47
(Última modificación: 19/01/2020, 00:51 por Sasaki Reiji. Editado 1 vez en total.)
— Anda, anda, no digas tonterías, cómo te vas a quedar el barco —Pues si. Y pensaba reformarlo y pintarlo.—. Un momento, que lo dices en serio... ¡Caray, muchacho! ¡Pero... bueno! En fin, es verdad que no hay nada que te lo impida, porque técnicamente... bueno, claro, los marineros están... ya sabes, muertos.
Efectivamente. Y si no es de nadie... Es del peor Pirata de todo Oonido. El "Mil y un mares de Oonido". MI BARCO. EL BARCO DEL PEOR PIRATA QUE JAMAS HAYAN CONOCIDO LAS TIERRAS SHINOBI.
—¿Tu no puedes hacerte gigante? ¿Por que no te haces GIGANTEEEE y así los guardias del puerto te reconocen desde lejos?Eso si, fuera del barco, que ambos sabemos que puedes caminar sobre el agua.
— ¿Pero qué dices? —Bueno, esa la habilidad de los Akimichi. Hacerse enormes. Como un jodido Bijuu—. Eso es una locura. Además, puede que haya hinchado los brazos, pero no creo que pueda hacerse gigante, gigante. Todo el cuerpo. ¿Verdad, Katsudon? ¿Verdad?
Oh. Si que podía si. Y lo estaba sopesando. Lo veía en su cara.
— Hagámoslo.
Brillante. Maravilloso. Jamas en la historia existiría una entrada en la aldea tan épica como la que estábamos planeando hacer. Nunca.
Peroo, aun quedaba un largo trecho hasta Uzushio. Y yo quería descansar. Pero sobretodo, quería hablar con Yuuna. Así que tiré de ella para volver a los camarotes mientras Katsudon conducía el barco por las islas del té.
— No te preocupes por Katsudon, el lo sabe. Hablé con él antes de bajar a hablar contigo.— Fue lo primero que le dije. Sus codazos no me habían pasado desapercibidos. — Y si Hanabi Sama pregunta, tampoco se lo ocultes, sobretodo por que no esta bien mentirle a quien vienes a pedir ayuda.
Me senté en la cama con la espalda pegada a la pared. Si tenia pensado entablar una relación tan extraña como aquella, tenia que empezar con buen pie. Y empezar con buen pie, era no ocultarle nada.
— Tienes que saber que... Antes de que tu llegaras hasta mi corazón... Había otra persona. Y obviamente voy a tener que hablar con esa persona.
Por qué si no lo hacía, las cosas se iban a poner muuuuy complicadas. Y yo no quería eso.
— Ahora mi corazón es todo tuyo. Y dar el corazón es más difícil que dar la espalda. Pero confío en que esta vez he dado el paso correcto.
La sombra de un gigante Katsudon inundo toda uzushiogakure. Si eso no funcionaba, pues... Pues estábamos muy jodidos. Pero tenia confianza en mi plan.
Antes los ojos de una atónita Yuuna, katsudon se hizo grande. Enorme. Tanto que a su lado un bijuu hubiese parecido una mascota a la que sacar a pasear.
Me crucé de brazos frente al timón, sacando pecho.
— MUAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
Reí
— Esta es la entrada mas épica que nadie verá en Uzushiogakure. Y todo idea del Peor pirata de todo Oonido. Del peor shinobi de toda uzushio. De MI. SASAKI REIJI, EL REY DE LOS MIL OCHOCIENTOS OCHENTA Y OCHO MARES DE OONIDO.
Ah, pero había algo más que no podia faltar. Había una cosa que no había podido hacer durante todo el viaje de vuelta y ya iba siendo hora.
Canciones piratas.
"Yoho yoho el peor pirata soy
Aun no se navegar, ni el barco tripular, pero uzu voy a entrar.
Yoho yoho el peor pirata soy
Con un grandullón y una samurái vengo armando un follón.
Me verán llegar, me dejaran pasar y el barco me voy a quedar.
Yoho yoho el peor pirata soy"
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Reiji prácticamente tiró de Yuuna para conducirla con él a los camarotes.
— ¡Ehh! —protestó, pero se dejó acompañar fuera de la cabina, donde se zafó y bajó las escaleras por su cuenta. «Espero que no pretenda continuar lo que dejamos en el camarote, no quiero haber mandado señales que no son... A ver si ahora va a querer ir demasiado rápido».
Afortunadamente, el chico sólo quería dejar claras algunas cosas. Primero confesó que Katsudon ya lo sabía, cosa que le indignó, y además le aconsejó que se lo contase a Hanabi.
— ¡Pero eso es algo privado! Que digo yo, ocultar no es mentir, y tampoco me parece un dato crucial, ¿sabes?
Pero lo que vino después fue peor. Había otra chica. Genial. Se iba de viaje y volvía con una extraña de la que se había enamorado. Eso dejó algo de inquietud en el corazón de la pobre Yuuna. ¿Y si cuando aclarase sus ideas descubría que lo que sentía por Reiji era más profundo de lo que pensaba? ¿Qué pasaría si luego encontraba a otra? ¿La dejaría a ella también?
— Yo... no sé, Reiji. Necesito... madurar todo esto en mi cabeza. Por lo pronto, me centraré en cómo voy a contarle todo esto a Hanabi-dono, ¿de acuerdo? Ya... profundizaremos sobre esto en Uzushiogakure.
«No sé por qué me siento tan atraída a este capullo.»
Pero lo hacía. Eso sí, quizás no en momentos como aquél. Yuuna se tapaba la cara con ambas manos, incrédula. El espectáculo era lamentable. No el de Katsudon, ese era como poco impresionante, sino el de su compañero, que estaba a manos del timón berreando como un loco canciones de pirata desafinadas. Claro que, a ver quién le decía algo con lo contento que estaba.
De pronto, Katsudon comenzó a encogerse de nuevo, hasta que se perdió por el borde del casco. Luego, de un bote, subió de nuevo a la embarcación. Sus enormes pasos anunciaron su llegada a la cabina desde tan lejos como el pie de la escalera.
— Creo que me han visto de sobra, vamos. Si no me han visto, es que están ciegos. ¡Oye, Reiji-kun, has tenido una buena idea, eh!
» Pero yo creo que si te hubieras puesto a cantar quiénes somos también se habrían enterado. Menudos berridos.
Yuuna le estaba haciendo un gesto a Katsudon con la mano. "Corta, corta" le decía. Reiji estaba muy orgulloso de sus salomas improvisadas. Lo último que quería es que le volviera a bajar el ánimo.
— Oye, una cosa importante —dijo Yuuna—. Si no me equivoco, no sabíais cómo atracar el barco. Y... bueno, Reiji. Si te lo quieres quedar, igual te convendría no estamparlo contra los muelles.
— Mierda.
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—Creo que me han visto de sobra, vamos. Si no me han visto, es que están ciegos. ¡Oye, Reiji-kun, has tenido una buena idea, eh!
—No por nada soy el peor Pirata de Oonido.
Dije orgulloso. ¿Se podía estar orgulloso de ser el peor? Si. ¿Por que no?
»Pero yo creo que si te hubieras puesto a cantar quiénes somos también se habrían enterado. Menudos berridos.
Esa tampoco era mala idea. Iba a tener que ascender a Katsudon de grumete a lobo de mar. Si. Pero esa para la próxima. Aunque aquella había sido tan épica, que iba a ser difícil de superar. Aunque, no imposible para el capitan Reiji.
—Oye, una cosa importante —la miré extrañado.—. Si no me equivoco, no sabíais cómo atracar el barco. Y... bueno, Reiji. Si te lo quieres quedar, igual te convendría no estamparlo contra los muelles.
A veces estabas orgulloso de ser el peor. Otras veces... En fin. Tenia consecuencias.
—Mierda.
Pensaba hacerle unas cuantas mejoras, pero... Pero tampoco era cuestión de estamparlo.
—Yuuna puede manejarlo, y nosotros... Podemos bajar al agua y frenarlo a base de fuerza bruta.
Sugerí.
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