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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
La niña se le quedó observando a Daigo, girando suavemente su cuello al notar un estado de ánimo ya no tan alegre por parte del de cabellos tricolor.

Si bien el Inuzuka intentó rastrear algún aroma, no le fue posible. Era cómo si lo que fuese que hubiese quemado aquella llanura también hubiese eliminado cualquier rastro odorífero en el área. Ahí ni siquiera había más olor que el de la carne chamuscada de aquel brazo y el de las plantas, pero más allá de eso le era imposible detectar algo más.

Sin embargo, por increíble que parezca. El menos avispado pero siempre confiable Daigo notaría un detalle que quizá a Etsu se le pasó por alto al detenerse a examinar únicamente el brazo. No era su única pista.

Aún cuando él no quisiese ver la catástofe que tenía enfrente, notaría que en medio de aquel sitio calcinado aún quedaba una especie de bulto al ras del suelo. Lo curioso, es que este parecía tener una forma por lo menos trapezoidal, localizado justo en medio de aquel sitio sin nada.
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#17
«¡Joder!» se lamentaba Daigo. «Joder, hemos llegado demasiado tarde».

Etsu, que llevaba la situación mucho mejor que el peliverde, empezó a buscar a su manera: olfateando el lugar.

«Puede que no queden supervivientes, pero el demonio sigue libre».

Luego de respirar profundamente, el peliverde decidió que lo mejor sería buscar algún rastro. Cualquier cosa que les llevara al culpable de aquello sería suficiente.

El chico se emocionó cuando, en medio de todo aquel desastre, vio algo tirado en el suelo.

Deseando con todo su corazón que se tratara de un superviviente, el joven corrió para examinar el bulto.
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#18

Pasadas las 72 horas, salto a Etsu. Turno de nuevo para Daigo.

Edit 19/02/2020: Luego de mi turno, no habrá orden de respuesta entre Daigo y Etsu. Pero siguen contando las 72 horas.

Mientras el Inuzuka continuaba enfrascado en su búsqueda personal por un rastro aromático, el peliverde corrió avistando algo que podría ser una nueva esperanza de encontrar a alguien aún con vida.

Se acercó, pero aquel objeto geométrica no era ni de cerca lo que él esperaba. Se trataba en su lugar de una gran plancha metálica medianamente enterrada, midiendo probablemente unos dos metros y medio cuadrados. Toda su superficie se hallaba cubierta por cenizas de la destrucción, pero al menos se conservaba entera. Sin embargo, al estar con una punta elevada podía apreciarse que por abajo había una abertura visible, dejando ver que por lo menos había un pasadizo por debajo.
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#19
Etsu había quedado un tanto embobado buscando un inexistente rastro de olor. A su alrededor, solo quedaban cenizas y prado devastado, poco mas que esos insistentes olores podría percibir. Para cuando se quiso dar cuenta, Daigo había comenzado su propia investigación, encontrando mucho mas de lo que el Inuzuka había podido lograr hasta el momento.

Vaya un rastreador habilidoso el Inuzuka...

El rastas dejó de lado su frustrado intento de rastrear, para ir con el peliverde. Al alcanzarlo, también logró ver como éste que a sus pies había una especie de plancha metálica, parcialmente enterrada. Podía bien ser una puerta, una especie de búnker, o bien podía ser simplemente una estructura metálica que escasos motivos tenía para estar ahí.

¿Y eso...? —escupió con seria duda.

Se aproximó un poco más, y comenzó a inspeccionarlo exhaustivamente, atisbando que bajo la susodicha placa metálica podía haber un pasillo o algún tipo de habitáculo. Miró a Daigo, y esperó su confirmación, tras ello trataría de abrir la especie de puerta metálica. Quizás haría falta algo de fuerza bruta, o quizás no... fuese como fuese, entre los dos podrían sobrellevarlo mejor.
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#20
Etsu observó a Daigo, y luego procedió a intentar mover la misteriosa puerta. Para el brazo que el Inuzuka presumía, era como cambiar la página de un libro. Sin embargo algo inesperado sucedería en cuanto se levantase un poco la tapa. Hubo un pequeño brillo metálico que se reflejó un hilo, pero para cuando el Inuzuka lo notase ya sería demasiado tarde. Un dardo salió rápidamente disparado desde debajo de aquella puerta y se clavó en la rodilla de su compañero sin que ninguno de los dos pudiesen hacer algo.

Como podría sospecharse de una típica trampa, aquel dardo venía con la desagradable pero predecible sorpresa de estar envenenado. El químico se extendería por el torrente sanguíneo del boxeador, causando que este sintiera un malestar que a su vez generaba la necesidad de encorvarse. Iba a pasar un buen rato así.


Daigo sufre -10 PV durante 6 turnos por Veneno extra fuerte
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#21
Lejos de tratarse de un superviviente, con lo que se encontró Daigo fue con una especie de puerta que llevaba a un pasillo en bajo tierra.

El chico pudo ver como su compañero se acercaba a él. No parecía haber encontrado, pero se mostró confundido al ver el descubrimiento de Daigo.

—No tengo ni idea... ¿crees que habrá alguien debajo?

Solo habiendo una manera de comprobarlo, Etsu abrió aquella puerta sin dificultad alguna.

—¡Auch!

De pronto, un pinchazo provocó que el chico se llevara las manos a la rodilla, donde encontró un dardo del que en seguida se deshizo.

Daigo sonrió para demostrar que estaba bien. Solo había sido un pinchazo.

—Tendremos que tener cuidado, podrían ha... —sus rodillas cayeron al suelo, obligándolo a utilizar sus manos para no caer de morros. Entonces entendió—. Estaba envenenado...


190/200


1/6 turnos de veneno
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#22
Y tan rápido como Etsu había levantado el chapón de metal, algo brillante salió volando desde el interior hacia la rodilla de Daigo. Apenas le dio tiempo al Inuzuka a averiguar de que se había tratado, todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Para cuando pudo atisbar a su compañero, el amenazante brillo había cumplido su función, herir a alguien. Se trataba de un dardo, que por lo que Daigo quiso simular, no parecía demasiado hiriente.

¡Uffff! Vaya susto...

Pero la alegría del dúo no duraría demasiado. Apenas unos segundos más tarde, el peliverde terminó hincando la rodilla contraria en el suelo, seguida por la otra, y se tuvo que anteponer las manos con el suelo en pos de evitar morder el devastado terreno. Etsu terminó de lanzar la puerta de metal por los aires, descuidando la posible infiltración, y acudió a su compañero.

¡Mierda! ¡Que descuido tío! ¡Lo siento! —se disculpó apresuradamente.

La verdad, no tenía ni puta idea de cómo tratar con eso. Podía intentar hacerle un torniquete para que no avanzase el veneno por el torrente circulatorio, como si se tratase de una amputación o una herida profunda. Podía quizás morderle la zona y tratar de chupar el veneno, como se veía en las películas y comics...

«¿¿QUE COÑO HAGO??»

Sinceramente, no sé como tratar un envenenamiento... —terminó por admitir.
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#23
La de por sí floja puerta, mallugada por el desastre acaecido en aquel lugar, salió volando y rebotó sobre una de sus esquinas hasta caer en el suelo definitivamente, levantando una nube de polvo y dejando apreciar finalmente lo que ocultaba debajo; unos gradas cortas y un pasillo oscuro pero que dejaba entrever una luz verdosa tenue en su final. También les sería posible apreciar el rústico mecanismo que había disparado el dardo, pero no había señas de otras trampas.

La niña permanecía con Akane, observando, pero sin actuar. A menos que le dijeran que hacer, no iba a moverse de su sitio.

Daigo hizo de tripas corazón para soportar el veneno, que si bien su cuerpo estaba resentido, si lo intentaba con todo su corazón podría ponerse en pie nuevamente. ¿Pero por cuanto tiempo?

Tenían una pista para ayudar a la niña, pero el peliverde estaba en un aprieto también.
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#24
El peliverde apretaba los dientes mientras se esforzaba por combatir el dolor.

—Yo tampoco...

Apoyándose sobre su rodilla, el chico tuvo que realizar un esfuerzo monumental solo para levantarse, ya ni hablar del que le supondría caminar a partir de ahora.

»Pero me puedo mantener de pie... todavía puedo investigar.

Odiaba preocupar a su amigo, pero en aquella situación me costaba incluso a él mantener su sonrisa de "todo está bien".

Miró a la pequeña sin poder mantenerse del todo erguido.

—Quédate con Akane-senpai, ¿vale? Él te cuidará mientras investigamos abajo... todo irá bien —el veneno no pareció afectar el espíritu de Daigo, quien nunca perdía la esperanza—. ¿Bajamos, Etsu-senpai?


180/200


2/6 turnos de veneno
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#25
La puerta se desplazó varios metros rodando sobre sí misma, labrando una pequeña cortina de polvo a su alrededor. Tras ello, Etsu admitió no saber cómo proceder. Por desgracia, el peliverde tampoco sabía como actuar contra los venenos. Estaban en una encruzijada. Pero ni corto ni perezoso, Daigo trató de ponerse nuevamente en pie. El rastas le ayudó, obviamente.

Hizo de tripas corazón, y se mantuvo a duras penas en pie. Sin embargo, no perdió la esperanza. Contra todo pronostico, se preocupó más en alentar a la pequeña y en darle instrucciones que en sí mismo. Etsu no tuvo más elección que sonreir...

«¡Así se habla!»

Daigo volvió su mirada al Inuzuka, y le preguntó si bajaban. El rastas afirmó con un gesto seco de cabeza, indicando su conformidad —Si, bajemos. —, para tras ello tomar la delantera. El de orbes verdes avanzó un poco, hasta poder vislumbrar que se trataba de una especie de escalera, con un pasillo que llevaba a algún lado de tonalidades verdosas. Bien podía ser la boca del infierno, pero los chicos estaban decididos en buscar supervivientes en esa catástrofe. Debían encontrar a los padres de la chica.

Déjame ir delante con un poco de distancia. Podrían haber más trampas, estaré más atento. —aclaró a Daigo.

Concentrado, bajó por la entrada hasta topar con el dispositivo que había herido a su compañero. Se trataba de una trampa única, dispuesta solamente para joder. Chasqueó la lengua, y continuó avanzando por el pasillo. Estaba alerta por todo a su alrededor, e iba con paso cuidadoso, en pos de intentar no activar alguna trampa más.

Si nada lo impedía, se fumaría ese pasillo para terminar aclarando las dudas de qué era esa luz del final.
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#26
Gracias a su férrea fuerza de voluntad, el boxeador pudo sobreponerse momentáneamente a la toxina y pudo seguir a su compañero por las gradas que llevaban a aquel misterioso pasadizo que habían encontrado en medio de la jodida nada. ¿Qué les esperaba allá adentro? Estaba oscuro, pero la tenue luz que les esperaba al fondo les servía de guía.

Era sostenido por unos muros de piedra un tanto rústico y vigas de madera por techo no tan bien colocadas, mientras el suelo era claramente tierra.

La niña esperaba afuera, abrazándose al canino como único consuelo.

Pronto ambos genin notarían una puerta al final de aquel pequeño pasadizo había otra puerta metálica con una ventallina de la cuál provenía la luz verde. El peliverde no podría advertir en aquella oscuridad ningún otro detalle; sin embargo, el Inuzuka notaría entonces que en el piso había un extraño desnivel dónde una zona de tierra delante de ellos estaba mucho más hundida de lo normal.
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#27
Daigo bajó los escalones, apoyando la mano en la pared en todo momento con tal de no caerse y caminando a una distancia segura de Etsu, quien caminaba frente suyo por si se encontraban más trampas.

No le agradaba nada tener andar tan detrás de Etsu, al menos no por el motivo por el que tenía que hacerlo, pero aunque sus amigos lo solían describir como un suicida, al menos era uno que apreciaba su vida.

Si volviera a caer en una trampa de esas, probablemente no lo contaría, aunque no sabía cuándo se recuperaría de esta, o
siquiera si llegaría a recuperarse.

—¿Una luz? —dijo, al notar la puerta del fondo—. ¡Tiene que haber alguien!

Le habría gustado correr a abrirla, pero en su condición no solo era imprudente, sino imposible.


170/200


3/6 turnos de veneno
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#28
El dúo avanzó con parsimonia, trataban de no volver a caer en una trampa por imprudentes. Ya habían visto que ni en casa del diablo las trabas faltan. Como bien decía el abuelo, en casa del herrero, cuchara de madera. Aun así, ánimo no les faltaba, estaban totalmente decididos de encontrar el final de la instancia, y a los posibles supervivientes.

En el avance, el Inuzuka advirtió de una zona bastante más hundida que el resto. Podía significar mil y una cosas, pero ninguna de éstas cosas que se le venía a la mente era buena. Podía bien ser una zanja medio cubierta, un accionador, o meramente un desnivel con el propósito de hacer caer a la gente de boca al suelo. Fuese como fuese, alertó a Daigo señalando con su índice a la par que volteaba a mirar al peliverde.

Cuidado —avisó con un tono un poco más bajo.

El chico comentó que al fondo se veía una puerta, y que debía haber alguien. Sí, era casi seguro que hubiese alguien, pero eso no le vestía de seda. Podía ser el causante del destrozo que habían visto arriba, o un asesino en serie, o a saber... no podían fiarse.

Sí, seguramente haya alguien. —contestó en lo que evadía la trampa por el flanco —Por eso mismo tenemos que tener aún más cuidado.

Para cuando llegase a la puerta, tomaría con cuidado el pomo, y echaría un vistazo para asegurarse de que no estaba trampeada la puerta. Tras asegurarse, giraría lentamente el pomo, y trataría de abrir con lentitud el espacio suficiente como para poder echar un ojo. Lo primordial era no alertar a quien pudiese estar allí.
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#29
Etsu detuvo a tiempo a su compañero de caer en saber ni que jodida trampa, aunque era mejor para ellos el no saber que era lo que hubiese ocurrido de haber pisado esa zona. Luego de lo ocurrido en la puerta lo más sensato era creer que existiesen otras trampas, o al menos Etsu logró racionalizar aquello. No se equivocaba en su pensamiento, aunque Daigo aún no tenía ese mismo sentido común al parecer.

Pese a los estragos del veneno, la fortaleza mental de Daigo se anteponía a la toxina y lograba no sólo mantenerse de pie sino que podía seguir andando. ¿Por cuanto tiempo podría aguantar así?. Fuese como fuese, ambos rodearon la zona y se acercaron lentamente en la habitación de la que provenía la misteriosa luz verdosa. Etsu giró el pomo, pero no se accionó ningún mecanismo, además que su aguda visión no detectó ninguna otra treta. Sin embargo, con lo que el Inuzuka no contaba era que aquella puerta estaba tan vieja como la tapadera metálica de la entrada, por lo que al más mínimo movimiento esta rechinó.

—Precaución al entrar. Puede significar dos cosas: Querer matarme, o tener miedo de mí — dijo casi alegre una voz.

Si Etsu se había asomado a espiar, vería de espaldas a un hombre con pelo negro y alborotado que le llegaba hasta los hombros. La estancia parecía una especie de laboratorio, lleno de vidriería de química y con un gran pizarrón en el fondo dónde había un diagrama de anatomía humana interna dibujado.

—Evasión de las trampas, o al menos el foso de púas con veneno. Sin embargo, tras la catástrofe del exterior no hay motivos reales para venir aquí con intenciones hostiles de primera mano. Lo lógico sería indagar en el único sitio que aún queda en pie para obtener pistas — El hombre seguía a lo suyo con un libro, tomando apuntes como si nada aún a sabiendo que tenía visitantes. —Quizá se busca eliminar al último superviviente, suponiendo que están relacionados al demonio. Sin embargo teniendo un arma tan poderosa no tiene sentido mandar otro efectivo de menor capacidad, así que la hipótesis se descarta. El miedo hacia mí se deriva de que no me conocen, ya que realmente no soy una amenaza. Entonces llegamos a una conclusión — El hombre dejó sus objetos en la mesa.

De pronto se dio la vuelta lentamente, dejando que la luz verdosa poco a poco fuera revelando su esperpéntico rostro: Una cara que tenía una costura desde la mitad de la coronilla hasta una de las comisuras de los labios del lado derecho. El tono de piel no coincidía, pues parecía más como un parche de una ropa remendada. Uno de sus ojos estaba casi expuesto en su totalidad, sin párpado alguno que lo protegiese y el sujeto sonreía de una forma amigable, pero que resultaba preocupante con su mirada. Vestía una típica bata de científico sobre unas más tradicionales.

—Mucho gusto, soy Tsuchigumo.
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#30
Inocente, Daigo no entendía por qué a Etsu le preocupaba encontrarse a alguien. A pesar de haber caído en una trampa, para luego tener que esquivar otra distinta, el joven seguía deseando encontrarse al menos a un solo humano con vida, sin importar de quién se tratara.

Lo que no había contemplado era que tras la puerta que abrió su compañero se encontrara una especie de laboratorio, y mucho menos se esperaba que la única persona que se encontraran allí dentro les hablara tan alegremente ¡Como si nada de lo que había ocurrido fuera tuviera que ver con él! ¿¡Cómo se atrevía!?

Pero era un superviviente, ¿no? Eso alegraba a Daigo, incluso cuando no le agradaba para nada ni su tono, ni la manera en la que hablaba.

Luego de teorizar el motivo por el que los shinobi se encontraban allí, el científico reveló tanto su nombre como su rostro a los chicos.

—Tsuchigumo-san —dijo, esforzándose en ignorar de momento lo que le había sucedido en la cara a aquel hombre—, el veneno... el veneno que había en esos dardos ¿Es mortal?

Definitivamente se sentía como si fuera a morir allí donde estaba, pero antes de empezar con el "¿por qué ha puesto trampas en su laboratorio, señor?" Prefería empezar por solucionar su pequeño problema.


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4/6 turnos de veneno
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