De tal sensei tal astilla

[Himura Hana]

Hana se despertó de la segunda noche que pasaba ingresada con la cabeza embotellada, los ojos sensibles y un sabor asqueroso en la boca. Supuso que era culpa de tanta medicación. Por suerte, si no la liaba más, ese día le darían el alta. También supuso que Eri estaba mal, porque no había venido a verla, ¿o sí? Los recuerdos del día anterior estaban muy nublados. Todo por tener el autocontrol de una patata adicta al omoide. Los pedazos de memorias que se iban abriendo le gustaban cada vez menos. Llamó a la enfermera para que le trajese algo de agua.

Un enfermero le trajo una jarra entera con varios vasos y los dejó en la mesita de noche. Hana ya se había ganado la libertad, así que ya no tenía nada inmovilizado, ni siquiera la pierna, que ahora podía mover aunque aún tenía un ligero vendaje donde estaba el corte. Se sirvió con cuidado y se tragó todo el agua de golpe. La cabeza aún le daba vueltas.

Entre estar ingresada y no recordar nada del día anterior, apenas tenía información sobre los combates. ¿Y si había pasado algo y ella se había pasado el día medicada? Eri ya había sido una loca incauta en el primer combate, si el segundo había sido aún más duro, igual tendría que haber ido a sacarla del ring con espatula. Datsue no la preocupaba. Takumi no había vuelto a saber de él desde antes del primer combate, ¿cómo podía ser tan mala compañera? Reiji, bueno, al menos sabía que Reiji estaba bien. ¿Y Ren?

Recordó algunas escenas del día anterior y casi se atragantó con el agua. Ay, Shiona-sama, ¿por qué me dejas hacer estas cosas?

Como siempre desde que estaba ingresada, solo le quedaba esperar. El enfermero le había dicho que su médica se pasaría en unas horas, antes de comer, afirmó. Hana esperaba esperanzada que fuese antes de comer, así se libraba de esa comida insipida de hospital.

[Uzumaki Eri]

Agradeció internamente a sus antepasados Uzumaki por haberla dado aquella sangre que circulaba por sus venas. Por suerte, aquella vez no tenía vendajes, solo dolor general por todo el cuerpo. Ayame era fuerte, y su combate, intenso; pero eso no la impidió lograr pillar el alta lo más pronto posible para poder ir a visitar a Hana, quien podría estar peor que ella.

Esperó a Datsue, con quien había acordado verse antes de ir al sitio donde Hana estaba —pues ya había preguntado en recepción y allí era donde esperaba—, pues sabía que el Uchiha, aquella vez, no había salido tan mal parado.

Solo les quedaba saber qué había ocurrido en sus combates.

[Uchiha Datsue]

Datsue, en aquella ocasión con un cambio de indumentaria —llevaba el traje oficial de Uzu, con las mangas recortadas, dejando los brazos al descubierto—, y una gasa en el cuello, encontró a Eri allí donde habían quedado. El hospital, quizá algo más bullicioso de lo normal, tenía que atender no solo las eventuales enfermedades o accidentes, sino un grupo más o menos numeroso de ninjas que habían decidido batirse en duelo hasta la última gota de aliento.

Bueno, no ellos. Sino sus Señores Feudales. Y bueno, tampoco todos optaban por luchar hasta el final.

—¡Ey! ¿Qué tal? —preguntó, nada más llegar.

[Himura Hana]

Le entraron ganas de ir al baño, lo cual era bastante lógico contando que llevaba más de ocho horas durmiendo. Se levantó y con una leve cojera se dirigió al pequeño cuarto de baño que había en la misma habitación.

Ni se molestó en cerrar la puerta. Cuando le desinmovilizaron la pierna la advirtieron sobre cerrar la puerta del baño, si le pasaba algo, no podrían entrar a ayudarla. Hana pensó que era un poco exagerado, pero prefirió hacer caso a los médicos, a los enfermeros incluso al conserje del hospital, con tal de salir de ahí.

Así se sentó a hacer sus necesidades con la puerta del baño abierta de par en par. Total, si entraba alguien a esas horas, iba a ser un enfermero o un médico.

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[Uzumaki Eri]

—¡Ey! ¿Qué tal?

La voz inconfundible de Datsue la sacó de sus pensamientos, saludándole con un efusivo movimiento de mano. Lo miró de arriba a abajo, buscando algún que otro rasguño en su cuerpo, encontrando únicamente una gasa en el cuello. Entornó los ojos, ¿qué habría hecho Etsu? Claro que, en comparación con ella, él parecía una rosa.

—Bien, algo dolida por el combate, Ayame pega fuerte —comentó, comenzando a andar hacia la habitación donde Hana reposaba—. ¿Y tú? ¿Qué tal fue con Etsu?

No tardaron mucho en dar con el sitio el cuestión, el cual era como su habitación, pero algo más pequeña. Eri llamó a la puerta.

—¡Hana! —exclamó, desde fuera—. ¡Hemos venido a verte!

[Uchiha Datsue]

Datsue se encogió de hombros.

—Era un kusareño, ya sabes. Poca cosa —sonrió—. Aunque el cabrón consiguió hincarme el diente en el cuello justo antes de que le dejase KO.

Quizá hasta le quedase cicatriz. Qué rabia. Tenía que conformarse con que, al menos, no había sido en la cara. Eso hubiese sido imperdonable.

—Qué pena que a Hana le tocase contra Reiji. Hubiese sido bonito verles en la gran final —comentó, antes de detenerse junto a la habitación de Hana.

Ahora tan solo quedaba en confiar en que Reiji cumpliría su parte y le daría una paliza a la kusareña llamada Ranko. Pasase lo que pasase, no podía permitirse el lujo de perder. No él. No contra un kusareño.

[Himura Hana]

—¡Hana!. ¡Hemos venido a verte!

La voz de Eri resonó por la habitación al mismo tiempo que el salpicar del agua. Una cosa había llevado a la otra y ahora iba a tardar más de lo esperado. Se quedó palida. Por suerte, el baño era pequeño, así que podía cerrar la puerta estando sentada en el trono. Así que lo hizo, con la pierna buena movió la puerta hasta que se cerró.

— ¡Pasad! ¡Estoy en el baño! ¡Ahora salgo!

Todos ibamos al baño, ¿no? No tenía nada de lo que avergonzarse. Aún así, dejó de hacer tanta fuerza para evitar posibles estruendos, o salía por su propio merito o ya volvería cuando no estuviese su sensei y probablemente el jinchuriki más cotilla de Onindo en la sala contigua.

[Uzumaki Eri]

Le restó importancia a su contrincante. Un kusareño, había dicho, pero a ella todavía le sabía raro dirigirse a ellos así. Aun así, apoyaba más a Datsue que a la lógica de la Morikage, y su deber era, sin duda, protegerlo. Aunque era capaz de hacerlo solo, claro, ¡solo un mordisco en todo el combate!

—Entonces estás en la final, vaya... —le tocaba contra Daruu—. Te apoyaré con todo lo que tengo, Datsue —levantó el pulgar. Por mucho que le agradara Daruu, ella tenía que ir con su mejor amigo.

—Qué pena que a Hana le tocase contra Reiji. Hubiese sido bonito verles en la gran final

—Al menos está Reiji en la final, con eso ya estamos bien, y Hana ha llegado muy lejos, estoy muy orgullosa, en cambio... —negó, no quería volver a la espiral de depresión que se había creado en torno a ella misma.

Desde el otro lado de la puerta se escuchó un portazo seguido de la voz de su pupila, desde el baño. «Qué oportunos...» Se lamentó en su interior, tomando el pomo de la puerta para pasar. Efectivamente, Hana estaba en el baño.

—¿Qué tal estás? ¿Necesitas ayuda? —preguntó desde el otro lado de la puerta, por si acaso.

[Uchiha Datsue]

Datsue vio a Eri negar con la cabeza, justo cuando, parecía, estaba a punto de hablar de su combate. El Uchiha se podía imaginar lo que estaba pensando. Había perdido, por segunda vez, y que un ninja de élite encajase eso no era fácil. El problema era que ellos se estaban enfrentando a la élite también, y Eri concretamente, había tenido la mala suerte de enfrentarse contra nada más y nada menos que Ayame. Jinchūriki de Amegakure y con un arsenal de Genjutsus que quitaban el hipo.

—No siempre se puede ganar. Yo en mi primer torneo quedé fuera en la segunda ronda —dijo, para darle ánimos. Al final, lo que contaba era dar un buen espectáculo. Estaba a punto de decirlo, pero luego recordó las palabras de Raito-sensei. Al parecer, Eri y Ayame no habían dado, precisamente, un buen espectáculo. Tampoco malo.

Sencillamente, citando textualmente a Raito, no se había visto un carajo.

Nada más entrar, descubrieron que Hana se encontraba en el cuarto de baño. Eri se ofreció a ayudarla, y Datsue encontró de pronto muy interesante el gran ventanal que había al lado opuesto del baño.

[Himura Hana]

—¿Qué tal estás? ¿Necesitas ayuda?

Hana estaba tan nerviosa que ya no sabía ni donde se estaba limpiando.

— No, no, bien, sí. — después de ese aluvión de palabras acabó de limpiarse y entonces se percató de algo importante.

Solo llevaba esa maldita bata de hospital, que iba abierta por detrás. Si no moría de la vergüenza podría darse el alta, era inmortal. Tampoco quería quedarse encerrada en el baño y preocuparles más. Tiró de la cadena y se fue hacia la puerta. Solo tenía que aparentar normalidad. ¿Qué había de raro en ir en bata? Estaba ingresada. Sí. Eso.

Abrió la puerta lentamente, asomando la cabeza primero.

— Hey, chicos. Hola. — vio a Eri y a Datsue, como se había imaginado. — ¿Cómo... cómo vosotros por aquí?

Estaba nerviosa y roja como un tomate. Se quedó en el marco de la puerta del baño, tensa y sin saber qué hacer. Lo hiciese como lo hiciese, le iban a ver toda la espalda.

[Uzumaki Eri]

—No siempre se puede ganar. Yo en mi primer torneo quedé fuera en la segunda ronda

Eri se rascó la nuca. No contemplaba a Datsue quedando fuera de un torneo, ni de nada. Había gente que estaba destinado a ganar siempre, al menos en este tipo de eventos, y Datsue tenía toda la madera de serlo.

—Al menos creo que lo hice bien, no lo sé —soltó una risa nerviosa.

Hana negó la ayuda de su tutora para salir un par de minutos después del baño ataviada con una bata de hospital. Eri la miró de arriba a abajo, buscando posibles heridas o vendas que la chica tuviera en su cuerpo una vez salió del cuarto.

— Hey, chicos. Hola. ¿Cómo... cómo vosotros por aquí?

Eri frunció el ceño, sin entender por qué se ponía roja.

—¡Vosotros vinisteis a verme! Es lo menos que podemos hacer, además; tenemos que ponernos al día —dijo Eri, acercándose a Hana para ayudarla a volver a la cama—. ¿Qué tal tu combate? —preguntó.

[Uchiha Datsue]

Datsue se dio la vuelta, manos en la cadera y brazos en jarra, al oír la voz de Hana saliendo del cuarto de baño. Se había quedado en el umbral de la puerta, con la cabeza asomando y la cara tan roja como el color emblema de Uzushiogakure no Sato.

—¡Eso, eso! ¡¿Qué tal tu combate?! —preguntó tras Eri, realmente intrigado. Sabía que había perdido, claro. Pero quería saber cómo había sido. Sus sensaciones. El movimiento final que la había llevado a la derrota. Quería, en definitiva, detalles.

[Himura Hana]

—¡Vosotros vinisteis a verme! Es lo menos que podemos hacer, además; tenemos que ponernos al día . ¿Qué tal tu combate?

—¡Eso, eso! ¡¿Qué tal tu combate?!

Ambos parecían tan tranquilos, lo cual se transmitió a Hana en menor medida, sin embargo, no dejaba de estar con el culo al aire. Metaforica y realmente. Eri se acercó a ayudarla y Hana se acordó de que tenía el muslo vendado. Dejó que su sensei la ayudase, apoyandose en ella, aunque realmente no le dolía la pierna.

Iría hacia la cama con cuidado de no darle la espalda a Datsue.

— Bien, bien. Hice un par de rasengan, Reiji casi me deja sin pierna y poco más. ¿Y vosotros? — no quiso ponerse a relatar, lo cierto es que Reiji podría ponerle más emoción que ella, que solo recordaba lo mal que lo había hecho todo.

[Sama-sama]

Off:
Defecto activado: Trastorno psicológico

Los vasos que le había traído el enfermero lucían en la mesita de noche. Tan limpios, tan prístinos, tan... apetecibles. Parecían ser de vidrio bueno. Ciertamente, le vendrían bien unos vasos así en su habitación de Nantōnoya. ¿Y si...?

[Uzumaki Eri]

Datsue parecía realmente emocionado por saber del combate entre Hana y Reiji, y era normal; ambos eran uzujines, cercanos a ambos —probablemente más al Uchiha que a ella—, por lo que era comprensible.

Hana se dejó hacer pues la venda del muslo parecía que la impedía moverse, así que, con la ayuda de la mayor, se sentó de nuevo justo antes de hablar:

—Bien, bien. Hice un par de rasengan, Reiji casi me deja sin pierna y poco más. ¿Y vosotros?

—¡Un rasengan! —exclamó la Uzumaki, y luego le dio suaves palmadas en la espalda aprovechando la cercanía con la chica—. Bueno, Reiji tiene el mejor acero de todo Ōnindo, normal que usase un arma contra ti... Ojalá hubieran repeticiones o algo, desearía verlo con mis propios ojos.

Luego miró a Datsue, esperando que fuese el turno del chico en explicar su combate. Ella quería esperar. Había hecho un buen combate, pero perder en dos rondas seguidas picaba un poco.