[AU: Blooming Lotuses]

[Himura Ren]

Cuando la luz llevara un raro golpeandole la cara, gruñeria y se retiraría suavemente. Daría un largo bostezo y poco después volvería a ver a su hermana.

Se quedaría mirándola hasta que esta se despertara, ya había pasado la tormenta así que no tenía porque seguir siendo tan amable; ya no estaría asustada.

— Hey, buenos días princesa ¿Menuda nochecita, eh? La espalda me duele y escuece a rabiar, deberías tener más cuidado la próxima vez — le diría con un tono chulesco cuando juntaran sus miradas a escasos centímetros.

[Himura Hana]

Pudo oír a Ren gruñir y despertarse y todos sus sentidos aracnidos saltaron al mismo tiempo, ya no podía dormir. Podía sentir la mirada de su hermana sin necesidad de abrir los ojos. Estaba despierta y, obviamente, pegada a ella. Abrió un poco los ojos para confirmar que Ren estaba despierta y, como había predicho, estaba despierta y observandola, y la pilló de lleno.

— Hey, buenos días princesa ¿Menuda nochecita, eh? La espalda me duele y escuece a rabiar, deberías tener más cuidado la próxima vez

No podía hacerse la dormida ya. Se quedó unos segundos mirando los ojos azules brillantes de Ren, embelesada, hasta que las palabras de Ren calaron en ella. Se apartó de golpe, completamente avergonzada. No tenía por donde escapar ya.

— Bu-bu-buenos di-dias. Pe-perdona por-por lo de ayer. — rompió contacto visual y respiró aceleradamente, parecía idiota hablando así, tenía que calmarse. — V-voy a por pomada para... para tu espalda.

Saltó fuera de la cama al instante, en dirección al baño. Estaba roja, muy roja. Se paró frente al espejo del baño y abrió el grifo, aprovechando para lavarse la cara y enfriarse las ideas. Tenía que actuar con normalidad. Con normalidad.

[Himura Ren]

Le costó reprimir la risa hasta que Hana abandono la habitación, pero cuando esta volviera se la encontraría riendo a carcajada limpia.

—AJAJAJAJA. DE VERDAD TE LO HAS CREIDO. JAJAJAJAJAJA — algunas lágrimas comenzaban a escapar acariciando sus mejillas; con una mano en la frente y la otra en la zona de estómago, pues le dolía la barriga de la risa.

[Himura Hana]

Después de secarse la cara, rebuscó unos segundos en el botiquín hasta dar con la crema para rozaduras, supuso que eso serviría para aliviarla como mínimo. Con más culpabilidad encima que pelos, volvió a la habitación.

—AJAJAJAJA. DE VERDAD TE LO HAS CREIDO. JAJAJAJAJAJA

Se quedó parada en la puerta, mirando a Ren durante unos segundos con cara de circunstancia. Después infló las mejillas, que se enrojecieron al mismo tiempo. Sin pensarselo dos veces, le tiró el tubo de pomada a la cara, sin quedarse a ver donde impactaba.

— ¡Eres una subnormal! ¡Insensible! ¡Idiota! — cerró de un portazo, pero siguió soltando improperios — Ahora coges la pomada y te la metes por el culo, imbecil.

Se fue a la cocina directa a hacerse un desayuno de cinco estrellas y si Ren le pedía le daría una piralta.

[Himura Ren]

— Si si... — no pudo coger la crema al vuelo, y su hermana se marchó dando un fuerte portazo. — Pero no has afirmado que fuera un error, o que te disgustara... — terminó de decir con un extraño tono, levantándose de la cama.

Tras pasar por el cuarto de baño, iría a buscarla a la cocina mientras se acariciaba con suavidad uno de sus hombros.

— Espera ¿Han llegado ya siquiera esos dos? Luego nosotros seremos las "irresponsables" — replicó delante del frigorífico, antes de abrirlo.

[Himura Hana]

Para su desgracia, Ren, en vez de aceptar que era una idiota e irse a freir esparragos o a meterse el bote de pomada por donde le había sugerido, la siguió de inmediato. Para cuando llegó a la cocina ya la tenía detrás.

— Espera ¿Han llegado ya siquiera esos dos? Luego nosotros seremos las "irresponsables"

Le daba tanta rabia como vergüenza, una combinación que Ren no paraba de despertar en ella. Para un momento, un solo momento, en que había pensado cosas buenas de ella, pum, lo había destrozado con su idiotez. Quería matarla, si había sobrevivido a un pomadazo, seguro que sobrevivía a un sartenazo, ¿no? Pero claro, como ella también era idiota, se sentía en deuda con Ren por lo de la noche anterior.

— Pues no tengo ni idea, coge tus piececitos de tonta del culo y te vas a mirar en su habitación. — le contestó sin voltearse a mirarla, sabía que si la miraba estaba perdida, con esos ojos zafiro y esos labios rosados.

Negó con la cabeza mientras rebuscaba en los armarios de la cocina para ir sacando ingredientes, harina por aquí, azúcar por allá y un par de cosas más, después fue a la nevera a por la leche. Iba a hacer tortitas, un desayuno digno de un domingo.

[Himura Ren]

Pero cuando se acercó a por la leche de la nevera, Ren la agarró de una muñeca y la arrinconó en una esquina; sonriéndola a escasos centimetros. La altura y el estar a contra luz la hacían en parte más amenazante de lo que debería ser, y sus ojos brillaban con furor; sus labios parecían querer decir algo. Pero Ren solo estaba jugando; tanteando el terreno, quería comprobar si lo de antes fue tan solo casualidad.

Subió el brazo lentamente, agarrándola suavemente del mentón para en el punto más álgido; soltarla y coger un un cartón de zumo de melocotón. Camino hasta coger un vaso y se dirigió hasta el salón.

— Las mias que sean con sirope de fresa y nata. I-mo-u-to-chan — pronunció aquellas últimas palabras lentamente, disfrutando cada milisegundo de ellas, mientras le guiñaba un ojo, desapareciendo tras el marco de la puerta.

[Himura Hana]

No la estaba mirando, así que no era de extrañar que la hubiese cogido por sorpresa. La agarró de la muñeca y antes de que Hana pudiese siquiera parpadear, la tenía arrinconada contra la encimera. Sacandole una cabeza, era difícil que no pareciese amenazante para la más joven de las hermanas. Sin embargo, Hana no estaba asustada, estaba sorprendida y encandilada.

El brillo en los ojos azules de Ren la obligaba a mirarlos, fascinada, y sus labios parecían querer decir algo, algo que le costaba decir. Hana se quedó embobada pasando su mirada de ojos a labios lentamente y vuelta. La mano de Ren se puso en su barbilla y la obligó a mirarla a los ojos. La pobre chiquilla no pudo evitar que se le escapase el aliento, esperando algo por parte de su hermanastra. Algo que nunca llegaría.

La muy arpia se separó de ella con la misma rapidez con la que se había acercado, escabullendose con el zumo que había cogido de la nevera.

— Las mias que sean con sirope de fresa y nata. I-mo-u-to-chan

Se mordió el labio, dejando que aquello que había despertado Ren solo jugando se fuera, en su lugar entró de nuevo la ira, de la manita de la vergüenza. Ni siquiera le dijo nada, no. No había palabra u expresión para definir el remolino que sentía en su interior. Como la odiaba. Como se odiaba a sí misma por dejarse manejar con tanta facilidad por ella. ¡Es que la tonta era ella! ¡Sabía que Ren solo estaba jugando! Debería dejar que hiciese sus mierdas sin reaccionar, sin dejar que le afectase. ¡Parecía tonta! ¿Parecer? ¡Era tonta!

Empezó a mezclar todo en un bol usando su rabia como catalizador. Eso sí, si Ren se pensaba que le iba a dar lo que pedía, lo llevaba clarinete.

[Himura Ren]

No quiso comprobar al dormitorio de los padres ni aunque le pagaran por ello; no quería saber nada de lo que hubieran llegado a hacer. Se tumbó por completo en el sofá, de la misma forma que había dormido el día anterior en ese mismo. Otra vez no le negó nada, de hecho pareció seguirle el juego; se acariciaba los labios dubitativa sobre que hacer al respecto, levemente ruborizada con una mirada completamente vacia a las imágenes del televisor.

[Himura Hana]

Era idiota. Su padre apareció justo cuando acababa de hacer las tortitas, seguramente atraido por el olor.

— ¿Tortitas? ¿Celebramos algo? — preguntó rascandose la nunca y bostezando.

Hana se giró a contestarle para encontrarselo sin camiseta.

— ¡Papá! Por dios. — le instó su hija tirandole un trapo como si con eso se fuese a tapar mucho.

— ¿Qué pasa? Ni que fuese la primera vez que me ves así.

— Ren está en el salón, ¿quieres que te vea así?

— Ahora somos familia, habrá que acostumbrarse a las cosas que tiene cada uno.

Se llevó una mano a la cara, masajeandose los ojos, no podía lidiar con todo al mismo tiempo. Agarró los dos platos que había preparado, porque era idiota, y se dirigió al salón, porque era idiota. Dejó el plato con tres tortitas y tres montones de nata alrededor de las tortitas delante de Ren. Su plato con tres tortitas, los cubiertos y el tarro de miel.

No miró a su hermanastra, aún tenía algo de rubor en las mejillas, pero como era idiota, al final le había traído las tortitas. Era idiota.

— Si querías sirope, haberlo cogido, que ayer te llevé a comprar. — ahí estaba, dejando claro que ahí mandaba ella, aunque no se lo creía ni ella.

Había dividido las tortitas en cuatro, para que todos los integrantes de la casa tuviesen las mismas. Y como era idiota, le pareció muy cruel dejar a Ren sin tortitas, y claro, ya que se las daba, ¿por qué no echarle un poco de nata? Si tenían un bote y no le costaba nada.

Conclusión, era idiota.

Empezó a echarse la miel sobre las tortitas, dirigiendo su atención a la televisión con intención de disimular o cambiar de tema. De nuevo, sin mirar a Ren.

— ¿Qué ves?

Por suerte, su padre no apareció descamisado. Ni camisado. Dios sepa qué hacía. Hana no le dedicó un segundo pensamiento.

[Himura Ren]

— Nada en concreto; no se ni que canal está puesto — dijo reincorporándose, como una persona normal y mirando a su dulce hermanita. — Oh, es verdad ¿no tuviste suficiente con mi miel? La tuya estaba deliciosa; desde luego me empaché

Todo aquello era la mayor mentira de la historia; pero para ella era tan divertido, que no quería parar ni por un instante. Aunque en cuanto sus padres aparecieran, cesaría en su estupidez; pero no en hacerle ojitos.

[Himura Hana]

— Oh, es verdad ¿no tuviste suficiente con mi miel? La tuya estaba deliciosa; desde luego me empaché

Se atragantó con el trozo de tortita que tenía en la boca, por suerte, era uno pequeño para probar. No pudo evitar encarar a Ren, encontrando su mirada juguetona. ¿Pero qué demonios estaba diciendo? ¿Cómo podía mentir tan descaradamente?

— ¿Q-q-q-qué? A-ayer no pasó nada. N-n-no mientas.— estaba muy roja, por el calor que sentía en las mejillas, podría haber cocinado ahí mismo sus tortitas.

Porque... era mentira ¿no? No recordaba nada más que tumbarse con ella, abrazadas y... Ay dios, eso ya era bastante mortificante. ¿No había dormido apoyada en...? Y Ren cantandole al oído, acariciando su cabeza. ¿Y si habían ido a más? Se acercó la mano a los labios, pasandose el indice por el labio inferior sin dejar de mirar a su hermanastra. No, era mentira. Sin duda recordaría besarla, ¿no?

[Himura Ren]

— Claaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaro que si. Toooooooooooooooooooooooodo mentira — dio una carcajada y se levantó directa a la cocina, en la búsqueda del sirope de fresa; dejando a Hana a solas con sus pensamientos un rato.

[Himura Hana]

— Claaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaro que si. Toooooooooooooooooooooooodo mentira

La carcajada posterior de Ren le dejó claro que todo eso no era más que una mentira, de nuevo estaba jugando con ella. ¿O-o no? ¿Y si era cierto? ¿Se habría aprovechado de que ella estaba susceptible cuando había tormenta para...? Tal vez por eso estaba tan sensible respecto a Ren. No. Nononono, no era posible.

Decidió achacarlo todo a que su hermanastra le estaba tomando el pelo de nuevo y volvió a sus tortitas.

Ren en la cocina no encontraría sirope de fresa, como le había dicho Hana, no había. Pero sí había sirope de chocolate blanco, lo más empalagoso que podía existir, y de chocolate con leche. También había azúcar de polvorear. Parecía la casa de la diabetes. Pero sirope de fresa, no.

Tampoco encontraría a su padrastro ni el plato donde Hana le había dejado la mitad de las tortitas.

[Himura Ren]

Solo dio con un bote de chocolate con leche y otro de chocolate blanco; pero menos daba una piedra. La miel estaba bien, pero no era su favorito; hubiera preferido la nata a secas si no hubiera habido otra cosa. Volvió con ambos botes, seguramente Hana esperaba que diera un espectáculo comiendo, pero echaba muy poco sobre las tortitas cortándolas con el tenedor; por lo que tuvo que usar los siropes más de una vez.

— ¿Quieres? — dijo ofreciéndole uno de los botes, y antes de que ofreciera una respuesta, sonreír pícaramente. — ¿O prefieres otro tipo de duce?