Entre misiones

[Himura Ren]

No era mucho, pero algo servía para calmar su inquieto corazón. Le costaría un rato volver a esbozar de forma natural su sonrisa sin tener la mirada de cachorrito desvalido, pero lo intentaría.

— ¿Sello de qué?... — dijo inconscientemente mirándola, para después buscar en la bolsa su parte de la comida. Ambas eran dos cajas de cartón con algo cálido en su interior. Abrió una, y después otra para ver unos tallarines fritos y en otra arroz frito con trozos de pollo rebozado. — ¿El arroz con pollo frito es para mí, no?

Ahora realmente le apetecía ese sabor, aunque seguramente no llevaría ajo, y de llevarlo no tendría tanto como a ella le gustaba. Tal vez había encauzado la conversación a algo distinto, y aunque luego volvieran a ese tema, puede que lo hicieran de manera más tranquila esa vez.

[Himura Hana]

— ¿Sello de qué?...

— Es un sello para poder hablar independientemente de donde estes. ¡Es super útil! — le explicó sin tener en cuenta que tal vez no debería estar dando aquella información a una no-uzujin.

Pero era Ren, tarde o temprano tendría que explicarselo de todas formas. La morena se adelantó en sacar las cajitas de la comida. Las abrió y las inspeccionó.

— ¿El arroz con pollo frito es para mí, no?

— ¿Qué? Había pedido solo arroz con ajo. ¿Hay algo de ajo al menos? — preguntó apenada.

Tendría que haber prestado más atención al tendero cuando preparaba la comanda, pero no había podido evitar girarse a contemplar la serena belleza de su novia. Por lo menos tenía que pararse dos segundos a mirar sus ojos cada vez que la miraba, entonces otros dos en sus labios, otros dos en su extraña antena de pelo que tenía y así con cada pequeño detalle. Y después ya hacía mucho que no la miraba a los ojos y vuelta a empezar.

[Himura Ren]

«Con...»

Ren la observó por un par de segundos, y luego volvió a mirar el interior de la caja. Sí que había algunos trozos de ajo cortados y fritos, pero el tono dorado que tenía tanto el arroz como el ajo hacía que se confundieran un poco los trozos. Pero había pedido explícitamente que lo hicieran con ajo por ella, algo que no era habitual. Sabía como le gustaba a ella, en concreto el arroz, ¿qué sabía Ren de Hana más allá de su nombre y un par de tonterías sueltas? Prácticamente nada. ¿Cómo podía ser su novia sin saber ni lo más básico? Sabía que le gustaba el chocolate, y seguramente prefería el dulce sobre el salado entonces, pero no tenía ninguna confirmación. La morena volvió a soltar una breve carcajada, sin levantar la mirada de la caja de arroz.

— S-Si, si que tiene — tragó un poco de saliva, meditando en aquel hecho. Debía ser mejor, debía empezar a mirar más a Hana y lo que le gustaba y hacía.

Se había simplemente obsesionado con el hecho de tenerla para ella, pero nunca había pensado en algo más allá. ¿Y si le hubiera rechazado? ¿Se pasaría la vida persiguiéndola y apartando de su alrededor a cualquier persona que no fuera ella misma, hasta el punto de que se viera en la obligación de que la quisiera a ella? Sonaba estúpidamente retorcido. Debía hacer algo, debía empezar a ser mejor una mejor pareja, una novia digna de ella.

— H-Hana ¿cuál es tu comida favorita? — dijo mirándola, y recuperando una tierna sonrisa mientras separaba unos palillos de madera con su mano y mordiendo un extremo de estos.

[Himura Hana]

— S-Si, si que tiene

— Menos mal, pensaba que se había equivocado. Aunque no sé cómo llega alguien de ajo a pollo, si ni tienen las mismas vocales. Bueno, ¿te gusta?

Recordaba perfectamente que Ren le había comentado que le gustaba el arroz con ajo aquella noche que pasaron en Notsuba. Sin embargo, parecía que la morena no la recordaba tan claramente como ella.

— H-Hana ¿cuál es tu comida favorita?

No supo bien qué decir. Ya habían tenido esa conversación. ¿Acaso Ren no lo recordaba? Su sonrisa se desdibujó un poco, sintiendose rara. Hacía bastante tiempo, así que tampoco era tan raro que no lo recordase, sin embargo, ella atesoraba esos recuerdos. ¿Y si Ren no lo hacía? Igual había sido una chica más para ella en ese entonces. Bajó la mirada a sus tallarines.

— Realmente, como de todo y no tengo ninguna comida favorita. Cada día puede apetecerme algo distinto, ¿sabes?

Se llevó los palillos a la boca, saboreando los tallarines y esperando que eso amortiguase un poco sus sentimientos.

[Himura Ren]

La sonrisa de Hana desapareció tras las palabras de Ren, y esta última tragó su propia saliva al darse cuenta de que la había cagado. No sabía como, pero había metido la pata. ¿Era una conversación que ya habían tenido y no se acordaba? Había pasado tanto tiempo, y había pasado por tantas cosas... Que lo único que había conseguido mantener en sus recuerdos tras tanto tiempo encerrada en su habitación.

Miró el interior otra vez más, como buscando en esa caja de cartón algún tema de conversación sobre el que hablar, sobre el que conocerla más a fondo. Solo le salían preguntas estúpidas, básicas y típicas. Cuál es tu color favorito, prefieres el frío o el calor, tu tipo de género de lectura favorita... ¿Le hacía esas preguntas? ¿Y si ya lo había hecho anteriormente?

Comió un poco de arroz, estaba bastante sabroso, y el pollo tenía un sabor de especias que le gustaba mucho.

— Supongo que prefieres el dulce por encima del resto, tras ese atracón de chocolate — rio tímidamente.

[Himura Hana]

— Supongo que prefieres el dulce por encima del resto, tras ese atracón de chocolate

Sonrió amargamente. Eso también se lo había dicho.

— Sí, claro. Me gusta el chocolate.

Intentó, sin exito, no sonar desanimada. Para ella todos y cada uno de sus recuerdos eran tesoros, los guardaba y cuidaba por encima de todas las cosas. Cada día y cada noche que había pasado con Ren era un cofre más y en su tesoreria nunca se perdía nada. Para Ren... era otro día.

Sabía que no era justo. Sabía que había gente olvidadiza y que no lo hacía con mala intención. Sin embargo... ¿es eso lo que le iba a quedar? ¿Ren olvidandose de todos y cada uno de sus gustos mientras ella recordaba dolorosamente todo? ¿Tendría que recordarselo cada vez que se viesen? ¿Llegaría el día en que le cocinase o le comprase algo que ella detestaba porque sencillamente no le había prestado la suficiente atención para recordarlo? Porque bien que recordaba todos los detalles de sus mangas.

Por mucho que intentó justificarla, la tristeza ya la había invadido.

[Himura Ren]

Ambas parecían comer lento, y la tensión entre ellas era más que palpable, hasta el punto de que Hana parecía querer romper a llorar de un momento a otro. Cada palabra que Ren decía solo lo empeoraba y empezaba a pasarle factura a ella también.

— Cuando acabe todo... ¿Iremos a Yukio, no? Querías ver pingüinos — dijo sin levantar la mirada de su comida.

Empezaba a quedar poco, asi que tenía que volver a abrir la boca. Únicamente esperaba que aquellas nuevas palabras no empeoraran más la situación, que en todo caso las mantuvieran en un punto neutro y Hana intentará darle conversación. Estaba claro que a ella le costaba un poco, ¿como siquiera había conseguido que se fijara en ella?

[Himura Hana]

— Cuando acabe todo... ¿Iremos a Yukio, no? Querías ver pingüinos

— Bueno, habrá que esperar bastante para eso. Y ver si es que queda algo de Yukio a lo que ir.

La tristeza estaba destilandose en pesimismo. Porque, si Ren no era capaz de hacerla feliz, ¿qué le quedaba? Iba a ir a la guerra por sus convicciones y después volvería a su casa vacía a seguir con su trabajo como kunoichi. Tal vez era hora de entregarse a eso y dejarse de todo esto. Si Ren iba a acordarse solo de una de cada tres cosas...

Negó levemente con la cabeza. Estaba yendose demasiado hacia el pozo. Apoyó la cabeza contra el hombro de Ren, dejando que su olor la relajase. Estaba bien, todo estaba bien. O al menos, no estaba todo tan mal como ella lo veía. Solo tenía que calmarse.

[Himura Ren]

Apoyo de vuelta la cabeza sobre la de Hana, besó su frente por un momento y posteriormente poso la mano del brazo en el que la rubia estaba apoyada sobre el suyo, entrelazando lentamente los dedos. Tragó saliva, y posteriormente suspiró.

— Hana... ¿Pasa algo? Me destroza verte así, siempre estás tan animada, sonriente y eufórica que verte en este estado... Me... No sé como decirlo... Pero me hace más daño del que podría llegar a imaginar... Creo que incluso más que el de los meses que pasé aislada del mundo.

La caja de la comida ya estaba prácticamente vacía y la dejó entre sus piernas con los palillos sobresaliendo de esta, para pasar una mano por detrás de Hana hasta posarla en su cintura, acariciándola con delicadeza y ternura. Ren no era muy buena expresándose, pero con ella podía abrir su corazón sin problemas.

[Himura Hana]

— Hana... ¿Pasa algo? Me destroza verte así, siempre estás tan animada, sonriente y eufórica que verte en este estado... Me... No sé como decirlo... Pero me hace más daño del que podría llegar a imaginar... Creo que incluso más que el de los meses que pasé aislada del mundo.

— No... no es nada, no te preocupes. Solo quiero disfrutar del atardecer contigo, ¿vale?

No quería indagar más en sus sentimientos, en sus pensamientos ni en nada que tuviese que ver con el mañana. Solo quería el aquí y el ahora. Esperaba que Ren no le dedicase tampoco demasiado pensamiento a su tristeza. Era cierto que era algo raro en ella, pero en estos tiempos no era algo fuera de lo normal. Todo el mundo estaba triste, tenso y alicaido.

Seguramente se le pasaría en unos minutos. Se acercó a Ren, abrazandola con ambos brazos y apoyandose en su pecho.

[Himura Ren]

Cuando esta volvió a hundirse en su cuerpo, Ren apartó la caja para dejarla en la bolsa que habían traído para poder abrazarla con ambas manos en respuesta. Si eso es lo que quería, es lo que tendría. No podría evitar sentirse algo inquieta ante sus palabras, pero si tan solo necesitaba estar con ella y que le diera un abrazo, de eso si era bastante capaz.

— Como desees, estaré aquí para ti para siempre. Por siempre, y para todo lo que haga falta — respondió con ternura.

Hundió la cabeza sobre su hombro, para dejar escapar todo el aire en el cuello de esta. El olor natural de Hana, así como la suavidad de su piel y el calor que transmitía su cuerpo, resultaba gratificante a la vez que la tranquilizaba de alguna forma. Besó su cuello, y posteriormente el hombro sobre el que reposaba su cabeza.

— Si seguimos así nos perderemos el atardecer — dijo con un tono algo grave y ronco al hablar en un tono tan bajo mientras rio un poco con una tonta sonrisa.

[Himura Hana]

El abrazo de Ren le disipó por completo los malos pensamientos. De repente era como si esos pensamientos fuesen de otra persona. Claro que vencerian y saldrían ambas perfectamente. Ahora solo quedaba planear su visita a Yachi, seguramente tuviesen que ayudar con su reconstrucción. A saber en qué condiciones quedaba tras la guerra.

Sin embargo, a lo mejor podían pasarlo como misión de reconstrucción y pagarse la estancia con su trabajo. Siguió soñando despierta entre los brazos de su novia, que no paraba de bufarle y besarla en el cuello, una de las zonas más sensibles de la rubia.

— Reen. — intentó sonar como una regañina pero el tono se le fue más al agudo de lo que esperaba.

— Si seguimos así nos perderemos el atardecer —

— Ya veremos otro. — contestó sobriamente apretando el abrazo.

[Himura Ren]

— Ya veremos otro.

El cielo se tornó de un color anaranjado muy intenso, pero Ren no pudo comprobarlo hasta pasado un buen rato. Siguió besando su hombro, respirando sobre este y subiendo por el cuello de Hana hasta llegar a su oreja para suspirar en ella y darle un suave mordisco en su lóbulo, para finalmente besarle las mejillas repetidas veces entre risitas. Entrelazaba los dedos con ella con cuidado, y solo la soltó para sujetar los carrillos de la rubia y besarla en los labios con ternura. Le costaba abrir los ojos de lo dilatada que tenían las pupilas.

— Ya veremos otro...

Repitió conscientemente de que volverían a encontrarse tras aquella batalla, para compartir más tiempo la una con la otra. Debía de pensar algo con lo que sorprenderla la próxima vez, en lugar de ir improvisando continuamente.

[Himura Hana]

Hana correspondió a todas y cada una de las caricias de Ren, devolviendole los besos y acurrucandose más todavía en sus brazos. Estuvieron así todo el atardecer, hasta que la noche se cernió sobre ellas.

A pesar de las promesas y sus deseos, tuvieron que separarse una vez más. Hana partió con el tren de medianoche de vuelta a su villa para prepararse. Pocos días después partiría hacia una guerra que no la incumbia a pelear contra un zorro loco que había involucrado a todo Onindo en sus juegos de poder que no llevaban más que a muertes innecesarias.

Todo eso esperando volver sana y salva para poder vivir una vida.