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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Maldije por dentro cuando Sora-sensei me dijo que faltaba un ingrediente, y aunque puse mil y una excusas no tuvo consideración alguna y partí al norte, al valle aodori en busca de la flor de sinicuichi.

”¿Dónde estará la entrada?” Me preguntaba ya en la base de la cordillera, mientras buscaba por los alrededores iba frotando mis manos con mis brazos, aún con la túnica y el suéter que cargaba podía sentir aquella sensación de frío, eso me pasaba por no traerme una capa más gruesa.

El lugar estaba prácticamente desierto, solo veía la nieve caer lentamente, era como un manto de copos que descendía y cubría todo el suelo, que ya era una alfombra blanca y cada vez más gruesa. Aunque buscaba por los alrededores la presencia de alguna persona que pudiera indicarme la entrada a la gruta nadie aparecía.

”Espero que lo que me vaya a enseñar sea fenomenal, un veneno potente o algo así” Concluí por el uso que conocía de aquella flor.

Entre la nieve pude ver como se movía entre saltos, ¿la nieve se movía? Agudicé mi visión y visualicé la silueta de un conejo blanco, que se camuflajeaba en aquella alfombra blanca, pero algo más interesante tenía entre sus dientes, unas ramas verdes parecían ser su trofeo, sin embargo, no era el único conejo que había por ahí, otros 3 le seguían de cerca, estos eran un poco más pequeños. ”¿Les está guiando?” Pensé y sin dudarlo mucho caminé tras ellos, quizás obtendría un buen resultado de aquella corazonada.
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#2
La kunoichi había salido hacía un par de semanas hacia el valle llamado Aodori, un lugar bastante conocido en el país de la tormenta, sobre todo porque era de los pocos sitios donde no llovía o caía un torrente de nieve. Una primavera eterna, prometieron las palabras a la chica, pero ésta no había llegado a verla. Llevaba ya mas de diez días andando en círculos, buscando esa mencionada entrada al valle que casi parecía haber sido devorada por la nieve y las inclemencias atmosféricas. Tanto era así, que la chica terminó bajo una tormenta de nieve, y como único recurso ante el hecho de una muerte lenta y dolorosa por congelación, decidió lo mas viable conociendo de su tortura eterna —un suicidio— y cuando despertase seguramente habría terminado todo.

Entre una cosa y otra, la situación se hizo bastante mas difícil, y terminó muriendo por congelación también, además de por desangrado del día anterior. La mezcla era explosiva, y tras morir y resucitar un par de veces, hasta su mente se vio turbada. No era algo nuevo, pero si que era algo difícil de digerir, pues ahora no sabía ni qué venía haciendo por esas tierras. Cada vez que abría los ojos, se encontraba perdida en mitad de la nada, y mirase donde mirase solo veía nieve y mas nieve. ¿Dónde diablos se había metido ésta vez? Ni ella mismo lo sabía...

Mirase por donde mirase, no había nada mas que rocas, hielo y nieve. Nada mas, única y exclusivamente eso.

Con los ojos cerrados, tumbada en la nieve, un ruido llamó su atención. No era difícil, apenas habían ruidos en esos lares, y cualquiera de éstos, por insignificante que pudiese ser, hacía mella en el silencio con tremenda eficacia. Giró la vista, exhausta, y pudo ver a un conejo corriendo y pasando de largo a su lado. Tras éste, un par de ellos mas pequeños, que parecían estar siguiendo al primero, quizás para quitarle lo que llevaba en la boca.

La pelirroja, que aún tenía el brazo manchado de sangre, no tenía fuerzas ni para acertar a uno de éstos con un shuriken y comerselo... le flaqueaban las fuerzas como hacía mucho que no sentía, si es que alguna vez había llegado a estar en una situación siquiera parecida. ¿Cuánto tiempo llevaba sin comer o beber?

M-al-ditos... —Blasfemó ante la impotencia que sentía.

Su cuerpo se encontraba semicubierto por la nieve, pero el rojo de su pelo y la sangre resaltaban bastante en la blanca capa que cubría el suelo. En su estado, tan solo le faltaba esperar, total... tenía todo el tiempo del mundo.
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#3
Los conejos eran veloces, o yo muy lento, ciertamente me estaba quedando atrás porque cuánto más caminaba más parecía hundirme en aquella capa nívea, volteé y vi el surco que mi cuerpo había dejado por el andar de mis pasos. Ahora misma la nieve me llegaba casi que a la rodilla, y el frío se exacerbaba más y más.

—Esperen!— Exclamé en petición a que los roedores bajaran la velocidad de avance, como sí estos fuera a hacerme caso alguno, no obstante, aún podía seguirles el paso de cierto modo.

Tras unos escasos segundos de haberles perdido la pista, pude ver que en la dirección que antes habían elegido se manifestaba, entre la nieve, un color rojo intenso, ¿sería un pedazo de tela? Caminé lentamente hasta ello, pero mientras más me acercaba me aseguraba de que no, no era tela sino una persona, y a llegar a tal punto apresuré mi paso, mejor dicho corrí. ¿Estaba atrapado bajo la nieve? ¿Tendría hipotermia?

—Hey! ¿Me escuchas? ¿Estás consciente? ¿Cómo te llamas?— Exclamé, sí, aquella era una de las técnicas de rescate y primero auxilios, valorar el grado de consciencia del paciente y sí este estaba ubicado en tiempo, espacio y persona. La situación no era nada agradable, o me pasaba que siempre pensaba en lo peor, sobre todo por el rastro de sangre que se veía alrededor a su cuerpo. ”¿Será que la atacaron?”

Rápidamente empecé a actuar. —¿Tienes algúna herida o golpe? — No podría moverla en caso de que se hubiera golpeado en la cabeza, por lo que primero fui descubriendo su cuerpo, moví la fría nieve identificando sus miembros inferiores y que no hubiese ninguna lesión a ese nivel.

—Tranquila, soy Inoue Keisuke, soy médico, estarás bien.— Tranquilizar al auxiliado era otro método para ayudar a la psiquis del traumatizado, en este caso de la chica, quien a mi percepción parecía bastante tranquila. Una vez que estuviese totalmente desenterrada rectificaría su temperatura, la cual seguramente estaba helada, la hemorragia debía haber cedido con aquella temperatura tan baja.
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#4
En mitad de ese edén silencioso, cobijo de las numerosas muertes de la pelirroja, unos vociferios rompieron la magia del lugar. Alguien solicitaba a un segundo e incluso tercero que le esperasen, como si le estuviesen dejando atrás y éste último sintiese el frío manto del hielo sobre su cuello, amenazándole con quitarle la vida. En un principio, hasta podría tratarse de un grupo de personas, era algo casi obvio. Tan solo tenía que levantarse y pedir auxilio... pero no, no tenía tantas fuerzas ahora mismo como para hacer eso...

Lejos de dejarla allí, tirada en el suelo, para que ésa intemperie formase una hermosa tumba helada para la chica, el mismo que había exasperado auxilio segundos antes volvió a alzar la voz. En ésta ocasión, el grito no iba dirigido para alguno de los suyos, ¿a quien en su sano juicio se le olvida el nombre de un conocido? La chica sin embargo no respondió, pese a la insistencia del joven por saber de su estado. La pelirroja se limitó a distribuir su respiración lo mas plausible que pudo, con los ojos cerrados, concentrándose plenamente en ello.

De pronto, la voz sonaba mucho mas cerca, tras un buen barullo de pasos forzados sobre la nieve. De nuevo, el chico insistió, preguntando en ésta ocasión si tenía alguna herida o golpe. Estando tan cerca, ahora sí que podría hablarle, aunque ciertamente debía medir sus palabras...

Pero, antes de que la chica siquiera intentase abrir los ojos, o siquiera le hablase, éste se adelantó para presentarse, así como dejó claro que era medico, y por tanto todo saldría bien. La chica abrió los ojos a medias, y no pudo evitar reirse —no a carcajadas— el cuerpo tampoco le daba para tanto, y la risa floja terminó desembocando en una tos intensa.

S-si... menos mal...

»Creo que... no sé, no recuerdo tener heridas... pero... tampoco importa... Solo quiero... salir...

Quizás al médico le sonaba raro, pero salir de esa hecatombe helada era el único y exclusivo anhelo de la chica. Después de todo, ¿quien no desearía salir de un ciclo interminable de muerte y sufrimiento por congelación? Tampoco es que se estuviese volviendo loca, pedía lo mas primordial.
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#5
A pesar de las varias emisiones y peticiones que le hice a la pelirroja, ninguna de ellas obtuvo una respuesta, aquello me empezaba a preocupar, no obstante, tenía vida y debía socorrerla hasta que esta terminase, claro estaba que no iba a dejar que eso ocurriese.

Unos pocos segundos después de que me presenté pude ver como atendía a mi llamado, pero apenas balbuceó algunas palabras, aparentemente no tenía heridas y la hemorragia, en todo caso, no era una prioridad en ese momento, el hielo se había encargado de hacer lo suyo. Mientras terminaba de liberar la mitad de su cuerpo iba trazando un plan de acción, desde lo primero que debía hacer hasta lo último, priorizando siempre las necesidades de la fémina.

—Veremos la herida luego, ya te quité toda la nieve.— Dije a la par que me incorporaba y me despojaba de aquella capa que me protegía del viento helado que atentaba contra ambos. —Esto te dará un poco de calor, debemos movernos de aquí podemos quedar envueltos en una tormenta de nieve.— Me agaché y le envolví con la túnica, como si fuese un bebé, tardé unos pocos minutos cubriendo la totalidad de su cuerpo, porque dudaba mucho que pudiera caminar libremente, sus músculos debían estar más que agarrotados.

—Te cargaré hasta que sientas que puedas caminar, buscaremos la entrada a la gruta y pasaremos al paraíso, ahí estaremos seguros y podré darte toda la atención necesaria sin tener que preocuparnos por el clima.— Expliqué mientras pasaba ambos brazos por debajo de su cuerpo, uno a nivel de su espalda y el otro a nivel de las piernas, flexione mis piernas y haciendo un poco de fuerza levanté el cuerpo de la chica, en ese mismo instante mis pies se hundieron un poco más.
”Esto va a estar complicado” Me dije a mi mismo después de dar unos pocos pasos, la nieve era un duro adversario en aquella condición. Rápidamente vino una idea a mi mente, sería cuestión de intentar, entonces fue cuando emití chakra a la planta de mis pies y traté de estabilizarme para poder caminar sobre la superficie nívea sin problemas.

—Tu no sabrás donde queda la gruta, ¿o sí?.— Pregunté, estaba animado por salvar esa vida pero sabía también que no podía cargarle mucho tiempo, mi falta de musculatura desarrollada era otro obstáculo a vencer y con el tiempo mi respiración se iba a volver un poco más forzada.

”No te duermas, no por favor…”
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#6
La pelirroja apenas era consciente de lo que el chico le decía, a cada palabra que éste soltaba, le iba pareciendo mas y mas una canción de radio de éstas que escuchas a la lejanía mientras tomas un dulce sueño. Todo comenzaba a volverse mas y mas denso, tanto que no podía ni mantener los ojos abiertos. Tan solo sintió algo de calor, proporcionado por la capa del chico, así como la tomaban en brazos.

Sin impedimento alguno, fue cargada por el chico, a peso muerto. —Desearí-desearía... morir... me... —confesó la chica en última instancia, haciendo caso omiso a todo lo que el chico llegaba a decirle.

Ciertamente, si la hubiese encontrado al día siguiente de haber muerto, la habría encontrado llena de vida y energía... pero no, la habían encontrado en la fase final del proceso repetitivo, en la peor parte. En fin, con un poco de suerte el chico encontraba la entrada a la gruta, al lugar que éste había calificado como paraíso. Seguramente la chica buscaba ése sitio desde un principio, pero perdiéndose en el camino había hecho comenzar éste ciclo de suicidio y muerte inintencionada que había provocado hasta que olvidase el propósito por el cuál estaba allí.

¿Serían los conejos de antes los que llevaban la guía del camino?
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#7
—Desearí-desearía... morir... me...—

”Está delirando” Me dije casi seguro de ello, o simplemente quería negar el hecho de que ella se estaba rindiendo.

Sus palabras me alarmaron, sobretodo el tono de voz tan bajo en que lo dijo. Entre un estado de desesperación y la adrenalina se apoderó de mí, la sangre fluía mucho más rápido de lo habitual y era porque ya no estaba caminando a paso rápido, sino más bien estaba corriendo y saltando, dejando atrás el lugar de nuestro encuentro. Lo peor de todo es que estaba derrochando mi energía sin tener una dirección fija.

”¿Dónde estás? Me estaba irritando sin hecho alguno, mi mandíbula estaba tensa y mis brazos se estaban empezando a cansar. Inevitablemente tuve que disminuir el ritmo, pero no solté el cuerpo de la chica, su cuerpo debería estar empezando a sentir un poco más de calor, pero no era el suficiente.

”Putos conejos” Insulté por echarle la culpa a alguien o algo.

Como arte de magia o por cosas del destino, no muy lejos de nuestra posición vi como un conejo blanco se adentraba en el interior de la montaña, me sentí un tanto aliviado al observar a aquel animal y con los mismo ánimos, pero no con tanta energía llegué hasta donde se había metido, ciertamente era una gruta helada, el suelo no era de nieve pero estaba prácticamente congelado. ¿Sería seguro ir por allí? ¿Llevaría ese camino al supuesto jardín?

Ahora nos encontrábamos justamente en el portal, no era una entrada muy grande y podía pasar desapercibida si no se prestaba la suficiente atención, podría decirse que fue un golpe de fortuna para ambos. Dudé por unos instantes, pero el conejo se alejaba cada vez más entre salto y salto; a mis espaldas, lo que antes eran unos copos que caían lentamente, ahora era granizo y las corrientes de viento demostraban que se acercaba una gran tormenta.

No tenía otra opción, entraba y seguía por ese camino o seguía caminando por los alrededores de la cordillera siendo el blanco perfecto para la tormenta. Era más que evidente cual era la opción correcta, por lo que caminé cuidadosamente por aquel piso resbaladizo; el conejo ya no era visible y mi cuerpo necesitaba también un descanso, uno breve mientras recuperaba el aliento.

Busqué entre las formaciones rocosas un lugar en el cual pudiera dejar el cuerpo de la chica, y así lo hice, sentí cierto alivio y me senté en el suelo, comprobando cuan gélido estaba el interior de la cueva, no podríamos quedarnos mucho tiempo allí.

Mientras reposaba visualicé a mis alrededores, el camino era lo suficientemente amplio y alto para poder moverme cómodamente, no obstante, desde el techo se veían las amenazantes puntas de hielo que podrían arremeter hacia nosotros.

Dejé a un lado los pensamientos negativos y me dispuse a buscar el pulso radial, era débil y casi imperceptible, su cuerpo seguía bastante pálido y frío. Mis manos estaban también heladas y empezaban a doler, al igual que mis pies, el frío era inclemente.

— Oye! No te duermas. — Rompí el silencio del lugar, estaba justo frente a ella, arrodillado a un costado; siempre podía recurrir a un reflejo que me indicaría su estado. Froté las palmas de mis manos entre sí para calentarlas un poco y con la diestra fui a su cavidad orbitaría y separé los parpados exponiendo su ojo, con el índice de la siniestra busque tener contacto con su esclera, sí cerraba ella seguía consciente, era un reflejo del cuerpo.
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#8
La chica fue mero peso muerto durante un buen rato, tiempo en el cuál el chico luchaba por mantener a salvo a la fémina y a él mismo. La tormenta comenzaba a formarse, y de un momento a otro terminaría por tragarlos, no dudaría en ello. Lejos de desistir, el chico arremetió con todas sus energías por llevarlos hacia el jardín del edén, o al menos a un derivado de éste. Tanto empeño puso, que se dejó hasta el aliento en ello. Las fuerzas comenzaron a flaquearle, pero no tardó en darse cuenta de un detalle realmente importante —delante— el conejo que hacía gala de experto guía.

Aumentó el ritmo, y frenético llegó hasta la entrada de una gruta en mitad de la montaña. El paso no era demasiado dificultoso, pero contrarrestaba con el deslizante pavimento rocoso. Manteniendo el equilibrio a duras penas, el chico se adentró lo suficiente como para que no fuesen presa del torrente glaciar que comenzaba a azotar de nuevo los alrededores de la montaña.

El joven dejó a la chica reposada en el suelo, y no tardó en llamar su atención exigiendo que no se durmiese. Antes siquiera de esperar respuesta, había tomado su pulso, y ahora se disponía a realizar una meditada maniobra médica de lo mas tradicional —punzar el ojo con el dedo— con lo cuál obtendría seria y primordial información. Pero en ese instante la chica abrió los ojos a media, como sospechando. Sus sospechas la alarmaron al ver el dedo del chico casi tocar su orbe. La chica reculó, evitando en la medida de lo posible el contacto dedo ojo, aunque tampoco consiguió alejarse del todo. Su primer instinto fue anteponer las manos, pero por una razón que ni pensó estaba maniatada; la capa de viaje del chico hacía de mordaza para calentar su cuerpo a la misma vez.

¡¡Eh!! ¡eh! ¡para, leñes! —Inquirió tan fuerte como pudo, cosa que no era demasiado.

De pronto, un rugido casi salido del séptimo infierno hizo mella en la gruta. El ruido procedía del estómago de la chica, y no era para nada poco estruendoso, había sido casi como el de un jodido dragón de seis cabezas. Si nunca viste uno, mejor no verlos... dan miedo, son muy violentos, y comen humanos.

Me... muero... de hambre... —Se quejó la chica mientras llevaba las manos hacia su estomago, por debajo de la capa de viaje, y olvidando por un momento al chico que tenía al frente.
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#9
Incliné mi cuerpo hacia atrás al ver la reacción, realmente me asusté por un momento, en mi mente pensaba que estaba inconsciente, después de todo tuve que cargarla por unos cuantos minutos hasta la entrada de la cueva; de cierto modo me quedé un poco más tranquilo y suspiré en forma de alivio.

—Que susto me has dado.— Mencioné retomando mi posición, un poco más cerca de ella. No pude evitar no sonreír, seguía con vida y estaba bastante estable, consciente y orientada, hasta los momentos.

El eco del rugido proveniente del estómago de la pelirroja lo hizo parecer como si fuese una bestia acechándonos, pero al escuchar sus palabras sentí cierta pena ajena, y mis mejillas se llenaron de un ligero rubor. —Es bueno saber que fuiste tú y no una bestia dentro de la caverna.— Mencioné en forma de chiste mientras buscaba en mi porta-objetos, lamentablemente tenía poco que ofrecer, pero ella lo ameritaba.

—Solo tengo un poco de pan.— Mostré éste, era de forma redonda y un poco más grande que la palma de mi mano. —Anda cómelo, es lo único que hay, por el momento.— Insistí.

—Aún no sé cómo te llamas.— Comenté mientras detallaba la cara de ella y mis orbes ambar se fijaban en los suyos, que eran negros como el mismísimo crudo del petróleo. Su cutis pálido y casi perfecto me llamó la atención, ¿acaso le había visto en la aldea? Hice memoria por unos minutos pero no logré recordar nada en ese momento.

—En el momento en que tu cuerpo recupere su temperatura normal, sí no tienes vendada la herida volverás a sangrar, será mejor que me dejes revisarla para poder curarte.— Expliqué con la intención de entendiese la gravedad del asunto y que me colaborase, para poner fin a su hemorragia, sí es que volviese a aparecer.
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#10
El chico pareció asustarse más de la chica que ésta de él, al menos para él, que no dudó en reafirmar el susto a base de palabras. Por suerte, parecía no ser un maleante o alguien que se quisiese aprovechar de la situación de la chica, al menos a priori. Éste, a decir verdad, parecía haberla arrastrado hasta esa cueva, fuera de la tormenta de hielo que arreciaba fuera. La chica pudo vislumbrarlo tan solo con echar un vistazo a su alrededor, sabía perfectamente que no había sido ella sola quien había llegado allí... ¿o sí? La cabeza le daba vueltas, uno de los efectos secundarios de morir y volver a la vida, por no hablar de la perdida de memoria. No tuvo palabras para el chico en un principio, pero su estómago hizo que el silencio no reinase por mucho.

El joven sin dudarlo un solo momento sacó la poca comida de que disponía al parecer, además de hacer del rugido de estómago un chiste. Aiko no lo aceptó así de buenas, no quería tomar el pan que al chico parecía competer como único alimento. Pero, su estómago le impidió opinar, o rechazar la oferta.

Tímida, se desvalijó un poco de las prendas que hacían de prisión para ella y alzó la mano hasta tomar el susodicho pan. La vergüenza golpeó duro en el rostro de la chica, ruborizandolo casi en el acto. —M-muchas gracias...

Sin pensarlo dos veces, e incluso sin tener en cuenta una posible trama para envenenarla por medio de comida, la chica le propinó un buen bocado. Ante el gesto, el chico había comenzado con los típicos e imprescindibles formalismos, no era para menos. Inquirió saber el nombre de la pelirroja, aunque curiosamente aún no había soltado trapo acerca del suyo.

La chica tragó a duras penas el bocado de pan, y aclaró la garganta tosiendo un par de veces, casi atragantada con la comida. —Mi nombre es Aiko. —respondió un tanto seca, aunque no era cosa de ser engreida o maleducada, mas bien era cosa del hambre. Con ahínco, le propinó de nuevo un bocado pan, el cuál rápidamente había menguado a casi la mitad.

El de cabellera rojiza no tardó en preocuparse de sus conocimientos médicos, alertando a la chica de que cuando su cuerpo tomase una temperatura normalizada, la herida volvería a abrir y ésta terminaría con una hemorragia. Pero ése dato se iba de las manos con la genin que tenía frente a él.

No... no te preocupes por eso. —replicó tras tragar el segundo bocado de pan. —Mi cuerpo cicatriza muy rápido, seguro que está curada.

Verdad no le faltaban a esas palabras, aunque tampoco podía soltarle un "tranquilo, soy inmortal, ni te perocupes." ya que seguro se reiría o la tomaría por loca. De igual forma, aunque éste quisiese ver la cicatriz, allí ya seguro que no había ni rastro de la causa del sangrante hallazgo.

Por cierto, muchas gracias por todo... —al fin, lo dijo. —¿Cuál es tu nombre?
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#11
”Aiko… No me suena”

Vi como daba cada bocado y sonreí de forma amable, a lo mejor sí la había visto pero a ciencia cierta no estaba seguro y no era un dato muy relevante en este momento. La pelirroja tenía buen apetito, era un indicio bueno.

No... no te preocupes por eso. —replicó tras tragar el segundo bocado de pan. —Mi cuerpo cicatriza muy rápido, seguro que está curada.

—¿Segura? En la nieve había bastante sangre.— Pregunté una vez más, pero no insistiría mucho más, no quería incomodar del todo a la fémina, que en ese momento podría sentirse mal, solo tenía la esperanza de que realmente no tuviese la hemorragia y no empeorase en el camino.

¿Cuál es tu nombre?

—¿Ehmm? ¿No te acuerdas?.— Dije incrédulo, en aquel momento estaba consciente, o eso parecía, debía cuidar mejor mis análisis. —Soy Inoue Keisuke.— Me presenté nuevamente, hice una leve referencia.

—¿Cómo te siente? ¿Crees poder caminar?— No tenía la intención de quedarme mucho tiempo en el interior de la cueva, debíamos avanzar y llegar al supuesto jardín detrás de la cordillera, con un poco de suerte ahí el ambiente sería más favorable para ambos.

—Cuando quieras nos vamos.— Comenté, aunque realmente no tenía la intención se apurarle.
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#12
Pese a la tranquilidad que la chica inútilmente intentó transmitirle, el chico no pudo obviar el detalle tan dantesco de esa gran cantidad de sangre en su cuerpo y la nieve. También cabe decir que es algo normal ese tipo de reacción, puesto que cualquier persona normal habría muerto en éste tipo de situación. Pero oye, que lo único que la tenía a raya había sido el hambre, así como el estar perdida deambulando. A ésto, le pegó un tercer bocado al susodicho pan, que para ella estaba siendo todo un manjar digno de dioses.

Si, si... puedes estar tranquilo por eso. —insistió tras tragar el pan.

La pelirroja se deshizo por completo ahora de la capa de viaje que bien la resguardaba, y se la tendió al chico. ¿Sería suya? Había de ser del chico, puesto que no recordaba jamás haber comprado una capa como esa... aunque a saber si no era meramente olvido a causa de morir. Vaya desdicha...

Éste quedó extrañado ante la pregunta de la chica, que inquiría saber su nombre. Preguntó si no se acordaba, y ciertamente era así, pero igualmente lo facilitó al parecer por segunda vez. Lejos de dejarlo estar, el chico volvió a preguntar si se encontraba bien. La pelirroja sonrió al fin, y afirmó con un gesto firme de cabeza. Mala decisión, teniendo en cuenta lo que le dolía desde hacía rato. De pronto, hasta la vista se le nubló parcialmente. Dejó caer incluso el pan, en pos de sujetarse la cabeza con ambas manos.

B-bueno... me duele un poco la cabeza, pero no es nada... seguro se me pasa. —contestó a la pregunta de si podían irse.

La chica se levantó a duras penas había vuelto a recoger el trozo que restaba de pan, y no dudó un solo segundo en comerselo.

Lo que no te mata, te hace mas fuerte. —bromeó.
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#13
Efectivamente repitió que estaba bien, y en un acto un poco descortés de su parte me devolvió dejándola prácticamente a mis pies. —Pues sí, parece que te sientes mejor.— Dije ante aquel acto.

No obstante, no había que contar los pollitos antes de nacer, y así, con esa actitud un poco arrogante por parte de la pelirroja, vi como el último bocado de pan se deslizaba por sus manos y bajaba su mirada, como sí se hubiera cegado levemente, tuvo que sostener su cabeza con ambas manos y mi cara cambió un poco.

—Vale, hagamos algo, cuando salgamos de la cueva te haré un chequeo ¿te parece?— Estaba lejos de ser un experto shinobi médico, pero algún dato podría encontrar y aliviar las dolencias de la chica, sí esta quería y dejaba examinar. —Practico el iryoninjutsu, no te preocupes.— Aclaré en caso de que hubiera olvidado eso también.

Sonreí tras ver como se comía el último bocado del pan y hacía una broma de ello, por lo menos tenía buen humor. —Si yo fuera tú me abrigaría un poco más.— Recogí la capa con la siniestra y se la extendí nuevamente.

—Afuera hay una fuerte tormenta y aquí adentro no es que esté muy cálido que digamos.— Ciertamente el frío estaba empezando a hacer mella en mí, mi manos y rostro se encontraba un poco más pálido de lo normal y el resto de mi piel estaba erizada, la llamada piel de gallina.

—No sé cuáles son tus planes, pero yo aún tengo que ir al Valle Aodori.— Reparé sin saber sí ella quería ir o no, además de que ya le había ofrecido un chequeo lo mejor sería de aquel lugar, con un clima más favorable.

No obstante no dejaba a un lado la tortuosa manera en que la chica se levantó y me imaginaba que apenas podría llevar un buen ritmo caminando.—Puedo cargarte en mi espalda si gustas, así llegaremos más rápido y quizá encontremos algo de comida del otro lado.— Propuse con la finalidad de que ella aceptara sin rechistar, seguramente aún tendría hambre y ese sería mi punto clave.
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#14
Aiko se desprendió al fin de la capa de viaje, que le estaba dando un calor de cien infiernos, y se la tendió al chico. Pero, cuando ésta terminó la acción, fue entonces que le vino un mareo de aupa. Tanto fue, que hasta dejó caer el trozo de pan. Viendo lo visto, el chico no quedó del todo satisfecho con el "ya me encuentro bien" de la pelirroja. No era de extrañar, mucho menos tratándose de un matasanos. No tardó en hacerlo público, aclarando que cuando saliesen de la cueva le haría un chequeo, así como aclaró también que era un genin médico.

No creo que sea necesario, en serio, estoy bien. Tan solo necesitaba comer algo... no recuerdo cuando fue la última vez que comí... —confesó la chica.

Al menos, consiguió sacarle una sonrisa al chico con la broma del pan. Tras ello, éste de nuevo insistió en darle el abrigo a la pelirroja, corroborando que fuera hacía un frío de mil demonios e incluso allí ya lo hacía. No obstante, la chica era una genin de Amegakure, sus entrenamientos incluían adiestramientos para adaptarse a climas extremos, como bien lo era éste.

La chica antepuso las manos ante el gesto del chico, parando su oferta en mitad de la transacción. —No hace falta, tampoco es para tanto. He entrenado mucho para afrontar éste tipo de tormentas, no será nada. —inquirió la chica, a sabiendas de que bien la había encontrado en el suelo a expensas de otra muerte. —Es curioso, normalmente los chicos mas que ofrecerme ponerme ropa me ofrecen quitarmela...

Ciertamente, el chico tenía sus planes, ir a Aodori. En buena oferta, le propuso que podía ir con él, e incluso que podía cargarla a la espalda en pos de llegar antes a la mencionada urbe. La chica se llevó la mano al mentón, pensando por un momento. Ese nombre, ese nombre le sonaba bastante...

Si, supongo que podríamos ir a Aodori... aunque por última vez. Estoy bien, no hace falta que me lleves a cuestas. —concluyó la chica, exasperada.

»Por cierto, ¿queda muy lejos esa ciudad?

Ciertamente, ese dato le aclararía quizás el porqué estaba allí en mitad de la nada. ¿Quizás buscaba en un principio llegar a esa urbe?
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#15
No creo que sea necesario, en serio, estoy bien. Tan solo necesitaba comer algo... no recuerdo cuando fue la última vez que comí... —confesó la chica.

—Vale, espero que no vomites entonces…— Generalmente las personas que tienen mucho tiempo sin comer suele caerles un poco pesado la comida y con ello viene algún tipo de trastorno, en algunas ocasiones, se podría acompañar de vómito o en su defecto diarrea, no obstante siempre estaba aquella persona que comía y no le pasaba nada; aunque pensándolo mejor un solo pan no podría causar ese efecto, aquello ocurría en personas que abusaban de la comida.

La chica antepuso las manos ante el gesto del chico, parando su oferta en mitad de la transacción. —No hace falta, tampoco es para tanto. He entrenado mucho para afrontar éste tipo de tormentas, no será nada.

—Vaya, ¿debo entender que entonces que eres una kunoichi?— Pregunté algo que para mí era un poco obvio, sin embargo, no podría tomármelo como un dato fidedigno sin escucharlo de su propia voz.

Es curioso, normalmente los chicos mas que ofrecerme ponerme ropa me ofrecen quitarmela...

Ante aquellas palabras mi rostro se tornó rojo, muy rojo, casi como un tomate, por un momento me olvidé del frío que mi cuerpo podría haber sentido ¿Qué significaban aquel tipo de palabras? ¿Una indirecta? ¿La próxima vez debía quitarle la ropa? —EEhhmm…— Dudé unos segundos mientras mi cara recuperaba un poco el color pálido, pero se veía siempre colorado. —Para que veas que no soy como los demás jejeje— Reí nervioso mientras le daba la espalda, sí, sentí un poco de pena.

Si, supongo que podríamos ir a Aodori... aunque por última vez. Estoy bien, no hace falta que me lleves a cuestas. —concluyó la chica, exasperada.

—De acuerdo, está bien, pero no te enojes.— Me volteé para volver a hacer contacto visual; vueltos al asunto del viaje me sentía un poco más tranquilo, no era mi fuerte aquel tipo de tema… ¿Sexuales?

»Por cierto, ¿queda muy lejos esa ciudad?

—Sinceramente es la primera vez que voy, pero hasta donde tengo entendido es un valle, un jardín, un refugio para la fauna y donde hay una flora muy extensa.— Expliqué primeramente. —Ahora, a ciencia cierta no sé sí halla una ciudad o pueblo cercano del otro lado de la cordillera.—

Sin más que decir empecé a caminar con pasos cortos y cuidadosos ante aquel amenazante piso helado, sentí la sensación de que en cualquier momento podría resbalar y seguir de largo por el camino el cual parecía descender hacia lo desconocido.
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